Portal Guaraní - LA VACUNACIÓN EN PDTE. FRANCO - Por ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

La difícil situación que nos toca vivir saca a la superficie lo mejor de nuestro país: la solidaridad. Emociona ver a tantas gentes ayudándose unas a otras en los patios o corredores de los hospitales donde un familiar, o dos, o tres, luchan por su vida. Y quienes tienen la fortuna de no pasar por esa situación, igualmente acercan su mano generosa para hacer que el dolor del prójimo no lo sea tanto. Pero esta misma circunstancia de penalidades, también nos muestra la otra cara: el egoísmo, la corrupción, el atropello a los derechos de los demás. Es lo que ha sucedido, más notoriamente, en la ciudad paranaense de Presidente Franco.

Allí, unos individuos asaltaron el puesto de vacunación y se hicieron del preciado medicamento dejando en la intemperie a quienes más lo necesitan por su edad. Es un acto criminal imperdonable. Para peor, ha sido planificado.

Cuando hubo el llamado en todo el país para que se presentaran las personas de 85 años, y más, en Presidente Franco se instaló el puesto en el patio de una universidad privada, uno de cuyos propietarios es el gobernador de Alto Paraná, en plena campaña proselitista para las municipales en favor de parientes y amigos.

Entre quienes se saltaron por encima de los adultos mayores, se encuentra Lulio Vicente Gamarra, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Privada del Este; también Nelson Ramón Riveros, exdecano y actual vice decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Este. Son casos particularmente graves –sin que los otros dejen de serlo– porque están al frente de una institución formadora de los profesionales del derecho. ¿Esta es la enseñanza ética que se les imparte? ¿Esta es la moral que los estudiantes aprenden? ¿Con este ejemplo saldrán luego a ejercer la abogacía? ¿Es una coincidencia que las máximas autoridades de una universidad nacional y de otra privada tengan la misma y reprobable conducta? ¿O vienen de un mismo sistema de enseñanza? ¿Es lo que aprendieron y ahora expanden lo aprendido?

Lo inquietante es que no son comportamientos individuales, son colectivos. El atropello a los derechos ajenos es lo que se aprende. Sería peor aún si ambas autoridades universitarias quedasen impunes, como si nada. Al parecer, no están dispuestas a renunciar. Si continúan en sus funciones, el mensaje es que en ambas universidades se instruyen a los estudiantes con el ejemplo de sus autoridades: no respetar precisamente el derecho de las personas. Y no cualquier derecho, esta vez. Es el derecho a la vida.

Preocupa, igualmente, el silencio –¿cómplice?– de los estudiantes. ¿Nada les dice la ética de sus decanos? ¿Les parece normal el comportamiento de los educadores? ¿Así nomás luego es y así seguirá siendo?

A esta falta de ética, arrastrada ya desde la universidad, obedece que los jueces tengan como única preocupación “blanquear” a los delincuentes toda vez que tengan peso político y económico. Lo último vemos en el matrimonio Zacarías Irún alrededor del cual la fiscalía amontonó documentos probatorios del uso indebido de cientos de millones de guaraníes de los contribuyentes esteños. Tal vez casos semejantes, por ser frecuentes, ya no llaman la atención ni menos aún indignan a la ciudadanía esteña, estudiantes universitarios incluidos.

Dos fiscales investigan el escándalo de la vacuna que alcanzó, en el primer día, a 55 personas con derecho a ella, pero 93 estuvieron fuera de la franja etaria. O sea, con menos de la edad convocada pero con más descaro.

Uno de los fiscales, Julio César Paredes, dijo que van a trabajar sin aceptar presiones políticas, porque “estamos frente a una cuestión de vida o muerte” que supone haberse robado la vacuna a personas necesitadas de ella.

Ojalá que los fiscales no se hayan formado en las universidades esteñas, o por lo menos con las mismas autoridades de ahora. De ser así…

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