Diseño de Tapa y Diagramación: Jorge Miranda Estigarribia
Corrección: Rodolfo Insaurralde
I.S.B.N.: 978-99953-1-391-03
Asunción – Paraguay
Esta edición consta de 15 mil ejemplares Agosto, 2013
(118 páginas)
Contenido
Prólogo
Capítulo I
Por el camino de la vida
El encuentro con Manuel Ortiz Guerrero
Los lejanos antecedentes de la guarania
La otra calumnia
Las causas del ensañamiento
Capítulo II
Por el camino de la creación
Las palabras oportunas
Más sobre Jejuí
La juventud paraguaya en 1925
La guarania: origen de su nombre
Los proyectos con Ortiz Guerrero
Por el camino elegido
Junto a Desideria
Empeora la salud de Ortiz Guerrero
Capítulo III
En Buenos Aires
Los primeros contactos
Sociedad "Ortiz Guerrero"
Mi segundo regreso al Paraguay
Ne rendape ayu
Estreno de Pyhare pyte y Ñanderuvusu
El estreno de María de la Paz
Consejo Mundial de la Paz
Capítulo IV
En Moscú
Respuesta de Marcelino Gamarra y Justina
Mi contestación
Capítulo V
De regreso a Buenos Aires
Mensaje a la juventud
Capítulo VI
El fallecimiento del maestro
Las reacciones por su fallecimiento
Un nacimiento súbito
Del celebrado novelista brasileño Jorge Amado
Capítulo VII
La repatriación
Cronología
Bibliografía
El Autor
PRÓLOGO
El libro escrito por el destacado periodista y literato nacional Alcibíades González Delvalle sobre la vida y obra del maestro paraguayo José Asunción Flores, es un aporte más de la colección Gente que hizo Historia, que permite acercar al gran público la vida de un hombre que contribuyó con su genialidad y capacidad creadora a acrecentar nuestra música folklórica.
Está obra está escrita en primera persona, para lo cual el autor se nutrió en diversas fuentes que le permitieron reconstruir la vida del más que destacado compositor paraguayo, desde su infancia hasta el final de sus días, concluyendo la obra con las consideraciones sobre la repatriación de los restos de Flores ya iniciada la transición a la democracia.
La biografía inicia explicando la relación que tuvo José Asunción Flores con el vate guaireño Manuel Ortiz Guerrero, y como de esa relación surgió una gama de formidables obras que hasta hoy deleitan al público que gusta de la música paraguaya. Fue una de las duplas creadoras más significativas de la primera mitad del siglo XX.
Seguidamente el libro va describiéndonos las diversas vivencias de Flores, tanto dentro como fuera del país, relatos que permiten comprender su personalidad y su gran carisma, lo que le permitió ganarse el respeto de quienes lo trataron y le admiraron por su capacidad creadora.
El lector podrá apreciar cuál era el pensamiento de un hombre que estuvo imbuido por las ideas de su época que defendían la igualdad como el principal paradigma sobre el cual construir la sociedad; por ese motivo se afilió al Partido Comunista, del cual fue un preclaro activista, razón por la cual tuvo que morir lejos de la patria.
No resta más que instar a los lectores a introducirse en la obra magistralmente escrita por el apreciado Alcibíades, quien ha logrado transmitirnos en breves páginas una cabal imagen de quien fue José Asunción Flores.
Asunción, julio de 2013.
Herib Caballero Campos
AMABLE LECTOR
Los textos marcados al final de los párrafos con un * pertenecen a la entrevista que el escritor y periodista, Armando Almada Roche, mantuviera con José Asunción Flores y recogidos en sus libros Pájaro lírico y Compañero del alma, compañero.
Van con ** las palabras escritas por el maestro en su autobiografía.
Y *** las que se encuentran en el libro de Sara Talia, José A. Flores, génesis y verdad. Una recopilación de la autora de los diálogos mantenidos con el maestro en distintos momentos.
CAPÍTULO II
POR EL CAMINO DE LA CREACIÓN
Tenía 19 años, en 1923, cuando escribí mi primera composición, Manuel Gondra, en homenaje a mi padrino, un gran hombre en cuya casa se había empleado mi madre, a quien todas las tardes iba a buscar. En esos momentos, el respetado político e intelectual se daba tiempo para hablarme, aconsejarme, mostrarme el camino que más adelante debía de seguir. Recién muchos años después tuve conciencia del grado de influencia que su ejemplo y sus palabras habrían de causar en mi ánimo y en mi conducta. Era, entonces, enteramente justo que el primer fruto de mi trabajo se lo dedicara a don Manuel Gondra.
En 1925 compuse Jejuí, trío para violín, cello y piano, pensada por los amigos Kampradt, Piezunka y Brand, excelentes músicos extranjeros cuyas reacciones me interesaba de sobremanera por tratarse de un experimento que podría ir puliéndolo. Por el mismo motivo me iba a casa de la pianista Susanita Elizeche con quien ensayaba también Rudecindo Lugo con el cello y yo con el violín. En una de esas vino don Leopoldo Elizeche, padre de Susanita, con quien conversé acerca de mi proyecto de renovar la música nativa. Le pareció muy buena idea. A continuación me habló de un gran músico paraguayo que acababa de regresar de una exitosa misión de estudios en Buenos Aires y cuya preocupación era coincidente con la mía.
Don Leopoldo hablaba con entusiasmo y cariño del tal músico que era Remberto Giménez. Tuve deseos de conocerlo, de estrecharle la mano al igual que otros músicos de la banda.
Creí conveniente, en señal de admiración, dedicarle un composición mía. Así lo hice y fue un vals al que titulé Vuelos de ensueño.
Naturalmente, no habrá sido gran cosa teniendo en cuenta mi escasa capacidad en materia de componer. Pero de todas maneras, en la composición del vals, iba la sinceridad y mi voluntad de demostrarle mi aprecio fraternal para con él. No obstante la buenísima noticia que me dieron sobre el trabajo de Remberto, yo seguí andando por el camino iniciado en pos de la música nativa *
Tengo que contar algo más de Remberto Giménez. En una segunda entrevista le pregunté sobre el vals. Me respondió que oportunamente me lo agradecería. No recuerdo si fue ese mismo día, u otro, le entregué una copia de Jejui, mi primera guarania, a la espera de su opinión. Después de leerla le pedí que la ejecutara con el maestro Morosoli, director del prestigioso Instituto Paraguayo. La interpretación fue excelente y además con el espíritu con la que yo la había concebido. La escucharon también mis compañeros de la Banda, hasta donde recuerdo: Rudecindo Lugo, Silvestre Jovellanos, Rivas Ortellado, Darío Gómez Serrato y Manuel Cardozo, quienes, al igual que yo, se emocionaron al quedar probada la nueva escritura de nuestra música.
Llevado por el entusiasmo le pedí a Remberto que incluyera Jejuí en el programa de su próximo concierto. Me respondió que no era posible porque el programa ya estaba confeccionado. Le prepuse, entonces, que incluyera en el entre acto principalmente para que estuviese presente nuestra expresión musical. Tampoco me aceptó pero me prometió que, gustoso, incluiría en un siguiente concierto. Le agradecí con un fuerte apretón de mano. Tengo que decir desilusionado que nunca incluyó Jejuí en su repertorio.
Algún tiempo después, cuando mis nuevas creaciones eran conocidas y aplaudidas por el público, apareció un violento panfleto firmado por "Smerdiacoff", seudónimo de alguien terriblemente dolido por mi éxito. Recuerdo este párrafo del mismo: "Nadie se deje engañar por este seudo creador de una música nueva y que, en última instancia, solo un Agustín Barrios podría engendrar una nueva música o un nuevo género de música en el Paraguay".
Mi amigo Víctor Montórfano, periodista, escritor y poeta, que siempre estuvo en primera línea en la apasionada defensa de la guarania, publicó en un periódico una "carta abierta" que transcribo:
"Al misterioso Smerdiacoff:
Sus palabras dichas con desdén tras el anonimato, lo ponen al descubierto. Aparece como un enemigo del progreso, la luz. Desconoce una verdad eterna: Hoy lo viejo que muere, lo nuevo que nace. Verdad genialmente expresada por Shakespeare: ‘Hay una historia en la vida de todos los tiempos pasados que en su semilla y débiles principios yacen escondidos y llegar a ser hijas del tiempo'.
La guarania no es simplemente el vuelo de un pensamiento creador. Es hija del tiempo. Es hija de un momento nacional político. Quien no recuerda aquellos días en que fuerzas populares irrumpieron las calles de Asunción. Y todo se llenó de sueños juveniles. Corría el año 1925.
El humilde soldadito de la Banda de Policía se contagió de historia, de futuro al conectarse con escritores, poetas, músicos, sectores obrero-estudiantiles que buscaban nuevas formas de vida. Fue una sacudida que le abrió la visión de un mundo de hechos nuevos que ocurrían en torno. Fue el comienzo de su inquietud creadora, de sus búsquedas. Así nació nuestro hombre a la vida artística. El artista no puede ser otra cosa que un ser situado en el devenir histórico. El arte es la racional toma de conciencia de cada época. Su misión es la de convertirse en un espejo y reflejar la imagen de un pueblo: sus sueños, su hambre, su fe en un destino mejor. Todo lo más artísticamente expresado.
¿Qué simboliza 'Arribeño rasay'?
El destino de un pueblo a través del destino de un personaje tal cual es, sin aditamentos. No otra cosa es 'Obrerito', 'Ca'aty', obras impregnadas de contenido social, sin que este rasgo excluya el lirismo del inspirado músico.
Misterioso Smerdiacoff: Usted se resiste a comprender los problemas reales que plantea Flores en sus obras. Usted lo ataca porque sabe que su arte representa lo nuevo, una verdadera revolución en el campo de las creaciones folklóricas que, como dice el poeta Ortiz Guerrero, bien puede llamarse 'era floriana', abierta para el desarrollo de una música encadenada a viejos moldes.
La guarania es la definición ideológica-artística del maestro. En ella están expresados no solo su concepción estética, sino sus ideales humanos.
Y para terminar recodaré estas palabras de Beethoven: 'Entre los dientes del tigre he oído murmurar esta plegaria: Te rindo gracias Altísimo por morir en el dolor y no en el pecado'.
Señores detractores: están en el pecado. Presienten que un astro se ha levantado en el horizonte. Brilla con luz propia y ustedes quieren taparlo."
Esta historia de Smercdiacoff, que tanto indignara a mi amigo Víctor Montórfáno, tiene un final inesperado: se supo que era el seudónimo utilizado por Remberto Giménez. Él fue un gran músico pero un ser humano pequeño.
Extrañamente me afectaron sobremanera los juicios de Giménez. Digo extrañamente porque desde niño aprendí, en el sufrimiento, templar mi espíritu para la adversidad. Hasta se me ocurrió enterrar mi vocación por la música. En este estado de ánimo a la única persona a la que podía acercarme era a la mejor de todas: Manuel Ortiz Guerrero.
Las palabras oportunas
-Mi querido Flores, el caso Smerdiacoff no es un hecho aislado. Muchos son los que no oyen la voz de su tiempo, incontables los indiferentes ante lo noble, lo bello.
-Nunca he sentido tanta tristeza, Manú; las pedradas han hecho puntería en mi alma, por así decir.
-No puede ser...es dañarse a sí mismo. Entiéndeme, esos que tiran la piedra y esconden la mano no poseen las cualidades tuyas. Lo que más los descorazona es que la guarania plantea problema de alcance social. Ca'aty, por ejemplo es de claro contenido político, de vanguardia. Eso jamás lo perdonarán.
-Hasta cuándo esta lucha, Manú
-Fue de siempre, amigo Flores. Hay ejemplos magníficos del triunfo del espíritu sobre la difamación, la maledicencia, las miserias de la vida. Agustín Barrios es un ejemplo.
-A la pucha... Barrios llegó a alcanzar el virtuosismo de un muestro.
-Ahora bien, el caso es éste: Agustín Barrios y José Asunción Flores son ejemplos (no únicos) de talentos que han sentido el peso de las condiciones adversas e injustas de un ambiente que no estimula el arte nacional.
Tras breve pausa, el poeta continuó el diálogo:
-No debes olvidar tu responsabilidad como creador. La guarania es como una frontera que escindió en dos grandes épocas la historia de nuestra música. La nueva etapa que debe llamarse ‘floriana' es de importancia decisiva para mostrarnos un camino con perspectivas no soñadas. Y continuó:
-Como te dije: tienes una responsabilidad especial por ser creador de belleza, de arte. Tienes ya fama de gran compositor. Revela al mundo el espíritu del Paraguay, el fuego de un patriota combativo. La música y la libertad son una misma cosa: pertenecen a la humanidad. La voz de nuestro pueblo, a través de tu música, llegará a Buenos Aires, París, Londres, Viena, Tokio, Moscú...
Pausa larga y emotiva.
-Me reservo el derecho de llamarte a la reflexión. En nombre de ese pueblo, que tanto amas, te pido: No renuncies a tu vocación, no apagues esa luz interior que el mundo necesita. Debes cumplir plenamente la misión de tu vida.
Y añadió con firmeza:
-Insisto en recordar a Beethoven. Él dijo a sus detractores: "No os desprecio”, y lanzó su Novena.
-Comprendo, Manú, hermanar a los hombres por medio de la música es una manera de ayudar a nuestra patria.
-En cuanto a la envidia es oportuno recordar aquella fábula que la sintetiza magistralmente: Un ventrudo sapo graznaba en su pantano cuando vio resplandecer una luciérnaga. Saltó hasta ella y la cubrió con su vientre helado. La inocente luciérnaga osó preguntarle: '¿Por qué me tapas?', y el sapo, congestionado, interrogó '¿Por qué brillas?'***
Las palabras de mi amigo me dieron nuevas fuerzas. Él mismo era una fuerza con su vida lacerada por la enfermedad pero sobreponiéndose cada día para reiniciar su tarea de llenar de poesía su espíritu y el de sus compatriotas. Frente a ese ejemplo de voluntad y entereza hasta tuve vergüenza de haberme sentido afectado por actitudes injustas.
Con una fuerza nueva renové mi compromiso de seguir mi vocación.
Más sobre Jejuí
Mi primera guarania, adaptada para piano, violín y violoncelo, fue interpretada por los excelentes músicos extranjeros Brand, Kamprad y Piensunka, en la terraza del hotel Cosmos, repleta de gente que gustaba de su plato y bebidas preferidas en la calurosa noche de enero, suavizada por la brisa que venía del río. Entre estas personas se encontraba nada menos que el Presidente de la República, el Dr. Eligió Ayala, en compañía de algunos amigos. Era una atmósfera, como hecha a propósito, para que se escuchara la primera versión pública de Jejuí en la que puse toda mi esperanza para el camino exitoso de nuestra música nativa, tan abandonada por la desidia de los músicos.
Las melodías vibraban en lo íntimo de cada oyente como una canción de cuna adormecida por el tiempo y que de pronto se oía de nuevo. Diríase que aquella música ejercía una atracción irresistible sobre la gente. Algunas mujeres tenían los ojos húmedos de emoción.
Los virtuosos no cabían en sí. Era tal la fluidez con que aparecían los acentos y coloridos de la composición.
-¡Qué novedoso estilo! -dijo Brand
-¡Estupendo! -dijo Kamprad. Y Piwnzunka no dejaba de mover la cabeza como si hiciese una reverencia.
El público entusiasmado aplaudía a más no poder. El Dr. Eligió Ayala dijo: 'Nunca he oído esta música. Es algo nuevo, sin embargo parece conocida. ¿Quién es el autor?'
No hubo respuesta.
Entonces se levantó y dirigiéndose hacia el proscenio: 'Disculpen por favor ¿quién compuso eso?'
-Uno de los músicos de la Banda de Policía -le respondió Brand- se llama José Asunción Flores, un muchacho talentoso.***
Tenía 21 años, una edad que permite mirar con optimismo el futuro de la profesión que se ha elegido. Con la recepción que el público, con el presidente Eligió Ayala a la cabeza, le ha dado a la primera guarania, era de esperar que vendrían otras con más ventajas que la primera porque estuve decidido a estudiar con más ahínco. Entonces, con nuevos conocimientos, sumados a la experiencia que vendría adquiriendo, asumí la responsabilidad de dar a nuestro arte musical una nueva savia que necesitaba desde hacía tiempo. Entendí también que estaba en mis manos, en mi disciplina, en mi perseverancia, la realización de esa posibilidad que se presentaba con los mejores designios.
La juventud paraguaya en 1925
En su estreno, Jejuí aún no tenía el nombre de guarania, el que vendría poco después. Fue compuesta en un momento social y cultural muy particular.
El país atravesaba una aguda crisis económica. Ansias de realizaciones, anhelos de superación flotaban en el ambiente, hasta que un día la tranquila vida de Asunción fue conmovida.
Jóvenes de ideas reformistas irrumpieron en las calles. Sus ideas tenían concomitancias con el pasado que ha dejado hitos importantes: Moisés Bertoni, Blas Garay, Ignacio Ibarra, Gervasio Recalde, Cayetano Raimundi, naturalmente modificados a la luz de los sucesos mundiales: la guerra del 14, el nacimiento del primer Estado Socialista, la Reforma Universitaria de Córdoba (1918).
Artistas, escritores y estudiantes paraguayos asumieron la responsabilidad del momento. Eran ellos: Humberto Amábile, Máximo Pereira, Elida Ugarriza, Clitofonte Lepretti, Francisco Gaona, Sinforiano Muzó Gómez y Sánchez Palacios. Se adhirieron poetas ventores dignos de mención: Manuel Ortiz Guerrero, Federico García y Guillermo Molinas Rolón.
Era un momento de resurgimiento nacional que estimulaba a los músicos, poetas y artistas en general a escribir, a componer. Sentía ese deber. Cada pueblo tiene el derecho de desarrollar su cultura.
La prédica de aquellos muchachos era orientar y despertar inquietudes. Plantean así problemas de honda raíz sociológica: el hambre; y se pronuncian a favor de profundas reformas.
Era la época de animadas tertulias. Cierta vez, con motivo del aniversario de la Reforma Universitaria evocamos a José Ingenieros, Alfredo Palacios, Aníbal Ponce, Carlos Sánchez Viamonte. Estos jóvenes de ideas progresistas sentían el dolor de un pueblo, la queja de un continente. Comprendían los males esparcidos sobre la "patria grande" de inmensas posibilidades, ingentes riquezas: pero siempre postergada, sojuzgada. Y se jugaron el destino de las futuras generaciones aquella fría mañana de junio de 1918. Portaban cartelones y se sucedían los estribillos: "Somos los herederos de los Padres de la Patria", "Nuestro destino histórico está decidiéndose”, "Por la paz y amistad americanas", etc. Nosotros teníamos un buen recuerdo de ellos. Eso fue un ejemplo para América.
Uno de los compañeros nos emocionó al revivir escenas de fraternidad de obreros, mujeres y estudiantes en los bares, en las calles de Córdoba cubierta de flores aplastadas en medio de gases y barricadas llameantes. Francisco Gaona se agitó en su silla y exclamó:' "De todos modos dejaron lo mejor de sí mismos: sus sueños rociados de futuro". Todos aplaudimos. Bueno, puedo decir que los muchachos sentíamos también el sufrimiento del pueblo paraguayo, las desdichas de todo un continente como los "muchachos del 18”. Así se llamaban. Éramos como ellos, rebeldes, políticamente maduros. Éramos capaces de sentir y rebelarnos contra cualquier injusticia cometida contra cualquier ser humano.
Recuerdo que en cierta ocasión se analizó el tema: objetivos y aspiraciones comunes con los pueblos latinoamericanos. Todos estábamos de acuerdo en que cada país tenía que marchar por caminos determinados por su propia realidad, su historia y geografía; sus tradiciones, psicología nacional.
Opiné que para ello era necesario una redefinición de la política interamericana; el respeto por la autodeterminación de los pueblos y la no intervención en los asuntos internos de cada país.
Y el joven Lepretti recalcó la importancia de acrecentar la amistad entre las ilaciones hermanas. Verdaderamente aquellas conversaciones eran sumamente instructivas y esclarecedoras, jamás podré olvidar la vez que se habló sobre democracia.
Sinforiano Buzó Gómez, el más joven de todos, alumno de la Facultad de Derecho, planteó que un régimen democrático (en lo político) debe estimular las diversas corrientes de opinión, la libertad de prensa, de reunión, es decir, las libertades esenciales que garantiza la Constitución. En cuanto a las controversias internacionales: el arbitraje, como medio de solucionar diferendos. Daba gusto escucharlo. Sinforiano encaraba las cosas con amplitud y elasticidad.
Después se tocó otro aspecto: la democracia cultural. Ahí nomás soltó un discurso Cosme Ruiz Díaz. Me acuerdo muy bien que dijo: “Es necesario solucionar las causas de la deserción escolar; aumentar los centros de estudio, desde los jardines de niños hasta las escuelas de enseñanza superior". Mucho le aplaudimos. Era maestro normal. ¡Qué Cosme! Quería acabar con los prejuicios y "tabúes", concediendo a las mujeres todos los derechos equiparados a los hombres. Era un ferviente defensor de las mujeres y los niños. Un muchacho extraordinario, simpático y bueno. Deseaba de corazón ver a las mujeres ocupando cargos importantes en los dominios político-social, económico y cultural.``
[…]
Finalmente los muchachos quisieron que hablara yo: La democracia económica es fundamental, crear fuentes de trabajo, estimular al máximo el desarrollo de las fuerzas productivas y la distribución justa y equitativa de las utilidades. Creo, además, que el proteccionismo industrial es fundamental para la emancipación económica... Es el camino para modificar la vida, extirpar la miseria, el atraso. La democracia es el destino de la humanidad. ¡Reuniones inolvidables! Por la luz que entraba y el canto de los pajaritos, nos dábamos cuenta que comenzaba un nuevo día.
[...]
Sin lugar a dudas, aquel movimiento político-social repercutió en mi espíritu en el sentido de ampliar mis conocimientos al profundizar las teorías de la concepción dialéctica del mundo. Me parecía absolutamente lógico y natural el desarrollo de la sociedad humana regido por las leyes del materialismo histórico en oposición a las teorías idealistas que reconocen, solamente, en la idea, en la inteligencia, el fundamento de la sociedad.***
La guarania: origen de su nombre
Tuve la suerte de seguir mis estudios en el Instituto Natalicio Talavera donde tuve por maestro a Delfín Chamorro, profesor de gramática, muy admirado y respetado por sus estudios de la lengua castellana. Pero más respetado aún por su conducta ciudadana, por sus preocupaciones sociales, por su integridad de hombre bueno y sabio. Me acerqué a él alentado por el deseo de aprender, de mejorar mis estudios, aumentar mis conocimientos.
Su sencillez me acortó el camino para llegar hasta él. En los momentos libres hablábamos -o mejor, hablaba él- de historia, filosofía, literatura, música. Era natural, entonces, que tocáramos el tema de la identidad -o falta de ella- y de nuestra música.
Mi ilustre profesor estaba al tanto de mis proyectos -que se iba realizando- de dar al país esa música que lo retratara enteramente. En una de esas conversaciones, y al verle tan bien dispuesto hacia la inquietud que me alentaba, le acerqué la idea de ponerle guarania a mis composiciones en vez de polca o galopa, como se conocía a nuestra música. Le mostré al maestro unos versos de Guillermo Molina Rolón:
Y fue también Guarania la región prometida
Como tierra de ensueño, de ilusión y de vida
Tierra donde crecieron las flores suntuarias
De robustas pasiones y gentes fabularias...
Aún hoy mismo se escuchan de su raza indomable...
Le dije a mi ilustre interlocutor que "guarania" sería el nombre genérico más acertado para la música nativa para-guaya. Don Delfín Chamorro aceptó complacido por lo que me sentí seguro de que había dado con el nombre exacto para la nueva música de mi país. Con este nuevo y significativo apoyo seguí adelante con la creación musical.
Los proyectos con Ortiz Guerrero
Creo haber dicho ya que el encuentro con Manuel Ortiz Guerreo fue decisivo en mi vida profesional y personal. Después el primer encuentro en Surucu'a, la pequeña imprenta de su propiedad donde también vivía con su compañera Dalmacia; ubicada en Antequera y Progreso, hoy llamada Ortiz Guerrero en su justo homenaje. Él se mostró sumamente solidario con mi trabajo e interesado en que mi vocación fuese lo suficientemente vigoroso como para darme muchas satisfacciones a mí y a mi país. No dejaba de expresarme su admiración pero al mismo tiempo su preocupación por lo que le parecía una vida disipada en las noches interminables de bohemia, en algunas de las cuales parábamos en su casa para hacerle escuchar la música nativa que tanto le gustaba.
Chacarita, Punta Carapá, Lomas Valentinas, era por donde se dio florecimiento a la música que bullía en nuestros sentimientos. Con Darío Gómez Serrato, Abel, Pascual, Vicente'i, Chaló y tantos otros nos habíamos adueñado de los barrios. En los barrancos de la popular Chacarita, de Lomas Valentinas, de Ycuá Pacová, barrio San Roque y Loma Clavel, por ahí se hizo la gestación de la guarania, que es carne y espíritu de nuestra ciudad, único lugar de los bohemios. Félix Pérez Cardozo se recibió de bohemio recién cuando vino a Asunción. Herib Campos Cervera, Víctor Montórfano, Aniceto Vera Ibarrola, Carlitos Schaerer, Ruperto Coronel Ayala, Elias Nuñez, Enrique Seall, y otros, éramos clientes empedernidos de las noches de Asunción.**
Mi amor a esta ciudad, luego de conocerla, palparla, besarla, hizo que cambiara mi nombre con el que mi madre me bautizara: José Agustín. Creo que José Asunción, José de Asunción, José que ama Asunción, cualquiera de ellos sería el nombre que expresara mis verdaderos sentimientos por la ciudad.
Tal vez por tenerme ocupado, por apartarme de mi vida bohemia, recuerdo que un día Ortiz Guerrero me propuso que hagamos una ópera. El tema era atractivo: Urutaú, la conocida y hermosa leyenda de amor guaraní. No podía decirle que no. Unos días después me entregó unos versos que serían el prólogo sobre los que trabajé sin mucho entusiasmo porque me di cuenta que excedía mi capacidad. Cuando le llevé la música de lo que sería el prólogo, ya tenía escrito la primera escena del primer acto. Me explicó cómo serían el decorado, las escenas siguientes y los personajes.
Al poco tiempo desistió de este proyecto para proponerme otro, según él, menos complicado pero también del género operístico: la victoria de Curupayty, con el título de El sueño de Díaz cuyo genio militar dio al ejército paraguayo una gran victoria en la guerra contra la triple alianza. Estaba lleno de contagioso entusiasmo hasta que se fue apagando poco a poco. Cuando ya nada quedó de esta idea, se le ocurrió otra. Ya no sería ópera sino un ballet: Payé. Al igual que en sus otros proyectos, también de este último me habló animado por la posibilidad artística de escenificar con éxito un tema muy arraigado en el pueblo. Pero esa animación ya era solo intelectual o espiritual, porque físicamente se iba quedando sin fuerzas minado por la enfermedad. Solamente su alma sin claudicar le dictaba las grandes intenciones literarias, unida a la confianza que me tenía para ayudarle en las realizaciones.
Por el camino elegido
Mientras tanto yo seguía componiendo con la fortuna de que el pueblo recibía con agrado Arribeño Resay, Ka'aty, Ñasaindype cuya primera estrofa dice:
Co'embotaite che rembiayhu hara
Epay ehendú co che purahei
Ycatuporante co’eramo ara
Aha mombyry nda yuyuechavei
Incluyo aquí estos versos porque volveré a recordarlos en una circunstancia por demás dolorosa.
Ya tenía también Panambí Verá, Paraguaype, Kerasy. A propósito de esta última música, cuando la terminé de componer, fui junto a Ortiz Guerrero para que la conociera. Le gustó la música, pero no el título porque, dijo, no concuerda con la belleza de la melodía. Me sugirió Puñal de luz porque se ahonda en el corazón. Como la música le gustaba no titubee en dedicársela. Me pidió entonces que le escribiera la melodía para llevarla hasta la tumba, según me dijo. Me comprometí cumplir con su pedido al día siguiente pero no pude hacerlo porque me fui a Luque junto a Julio Correa.
A partir de ahí dejé de ir a la casa de Manú por varios meses. Habrán sido seis. Hasta hoy me pregunto cuál habrá nido la causa de tan larga ausencia. Por ese tiempo seguía con un grupo bohemio y noctámbulo, pero fecundo en realizaciones artísticas. Es decir, no era la bohemia improductiva irresponsable, paralizante. Seguíamos una quimera al sol de nuestras guitarras. Manú me hacía buscar por amigos comunes preocupado de que esa vida secara para siempre mi inspiración, me apartara del camino de la composición que hasta esos momentos diera tan provechosos frutos. Pero le que para Ortiz Guerrero, y otros queridos amigos, era una ocasión perdida para mi significaba justamente la ocasión contraria. Es decir, la de nutrirme de la vida para dar vida nuevas creaciones.
Por un amigo común, no recuerdo quien, me hacía buscar con el encargo de que fuera a verle. El incumplimiento de mi promesa me inhibía presentarme ante el amigo tan querido hasta que un día tomé la decisión de ir a su casa, cercana a donde yo vivía: la avenida Amambay (hoy Rodríguez de Francia) entre Caballero e Iturbe.
Con el espíritu preparado golpeé la mano y casi al instante me recibió Dalmacia quien, sin saludarme, se apresuró en contarme, con los ojos llorosos, el pesar que mi larga ausencia le causaba a Manú y a ella. Al escuchar mi voz apareció mi amigo. No me habló hasta después de una embarazosa pausa en la que parecía paralizado por la emoción, igual que yo. Después vino lo que me esperaba. Afirmó su voz y me habló con la firmeza con que un padre hablaría a su hijo descarriado.
"No le da vergüenza de andar por ahí vaciando botellas, peleando y escandalizando a la gente en vez de ponerse a estudiar y componer. No se deje llevar por los aplausos fáciles de la bohemia ni por los éxitos fugaces de las musiqueadas. Ustedes son jóvenes e inexpertos y se entregan a la vagancia y a los vicios. Yo he hecho lo que he hecho por un excesivo amor a Barret, y ustedes lo hacen por el solo placer de beber y alardear por las calles."
Yo le escuchaba en silencio pero mirándolo a los ojos. Hizo una pausa y luego siguió:
“A esta altura de los acontecimientos es ya casi normal que la policía los detenga a cada rato. Yo conozco al dedillo los pasos de ustedes; las farras que hacen hasta el amanecer y las borracheras que se agarran... Hay que cuidarse de la mala junta, los malos hábitos se aprenden más rápido que las cosas buenas. Yo también tuve algunos amigotes que flaco favor me hicieron a la salud. Usted tiene un gran compromiso con su pueblo y cualquiera que fuese el placer que usted halle en la bohemia, en la vagancia, no debe anteponerla a su vocación verdadera de componer la música que sacará a nuestro pueblo de la chatura y la mediocridad musicales. Le pido, muy en serio, y favor de la patria, que abandone la farra y se dedique seriamente a la guarania o, de lo contrario, no venga más por acá. Si usted quiere seguir manteniendo la amistad de este enfermo debe irse ya mismo a su cusa, sacuda el polvo de sus papeles, de sus partituras y componga todo lo que se le antoje. Si no está dispuesto a escuchar y hacer lo que le digo de corazón... no vuelva más a esta casa."
Me comprometí a hacer lo que me pedía. Nunca nadie, en toda mi vida, me reprendió tan sincera y severamente como lo hizo Ortiz Guerrero aquella vez. De allí me fui derecho a mi casa para cumplir con el compromiso de retomar mi interrumpido trabajo de composición. Antes de despedirnos me pidió disculpas por habérsele escapado algunas frases fuertes referidas a mis amigos de parranda y bohemia. Y yo, para no ser menos, le entregué la partitura de la primera parte de Kerasy. Con los ojos anegados en lágrimas besó el papelito con la melodía escrita y lo guardó en uno de sus bolsillos. Ya cuando me retiraba me dijo que si retomaba los trabajos musicales él saludaría esa actitud mía con un artículo a publicarse en algún diario.*
Pese a la vida bohemia que llevaba, nunca abandoné mi proyecto de dignificar y dar identidad a la música paraguaya.
La reiteración emocionada de su confianza en mi trabajo me dio nuevas fuerzas para seguir por el camino elegido.
A los dos o tres días de nuestro histórico reencuentro apareció en las páginas de EL DIARIO, de Elíseo Larroza, un hermoso comentario titulado Flores del yuyal. Este solidario acto de Ortiz Guerrero me sacó de mi letargo y me dio renovados bríos*
Junto a Desideria
La compañía de mis "amigos baratos" -como los llamaba Manú- no era impedimento para mi trabajo. Mburicao, India, Panambi Verá, las escribí en las noches y las madrugadas asuncenas por los barrios que me tenían atrapados por su paisaje y por su gente.
Los temas, por ejemplo, de Pyhare Pyté me vinieron en una noche tormentosa cuando venía de Yukyty a barrio Obrero, donde vivía Desideria, en cuya casa y compañía compuse algunas de mis obras más conocidas como: Arribeño Resay, Ñasaindye, Nde ratypycua, y Buenos Aires, Salud. Esta buena mujer fue mi compañera que asistió al nacimiento y desarrollo de la guarania. Tengo una especie de Kyre'y dedicada a ella con su nombre A Desideria. La recuerdo a mi lado, cebándome mate, mientras yo trabajaba a cualquier hora.
Empeora la salud de Ortiz Guerrero
Ante la cada vez más quebrantada salud de Manú, Dalmacia decide sacarlo de Surucu'a y llevarlo a San Lorenzo, en una modesta casita, rodeada de flores y de árboles, donde creyó que estaría más tranquilo. Recuerdo que una siesta me entró una angustia incontenible por saber de mi amigo. Hacía mucho calor pero igual tomé el ómnibus que me condujera a San
Lorenzo, entonces una localidad muy distante de la capital, por el camino de tierra y los precarios medios de transporte. Llegué hacia la media tarde y por el ladrido del perro salió Dalmacia a mirar. Al verme, su rostro se descompuso y me dijo de inmediato: "Está mal, muy mal y también muy triste. Se pasa el día acostado. Tenemos que convencerlo para llevarlo a Asunción".
Cuando me acerqué me miró con afecto, sonrió, pero no podía hablar. Entonces le dije que sus amigos le reclamaban en Asunción. Poco a poco se fue como reanimando hasta que aceptó regresar a la capital.
Ya de tardecita salí en busca de una carreta. Él había mejorado un poco. Lo acomodamos sobre un colchón. La admirable compañera a su lado. Yo a los pies y el perrito empezó a tironearle los pantalones, como si entendiera. El poeta sonrió y extendió el brazo hasta apoyar la mano sobre la cabeza del animal que, sin sacarle los ojos, movía calladito la cola.
La carreta se puso en movimiento antes del crepúsculo. Un silencio impresionante. Solo el rechinar de ruedas, el crujir de las ramas secas aplastadas sobre el suelo endurecido. Se sentía el olor a monte que la brisa traída del fondo. Callaron de repente los pájaros. La carreta se desplazaba lentamente. El carretero procuraba evitar los barquinazos esquivando las profundas hondanadas. Pronto se hizo la noche cerrada.
-¡Qué hermosa luna! - dijo Dalmacia.
El poeta le dirigió una mirada paternal, hizo un gesto y con voz entrecortada se dejó entender.
-Dice que desea escuchar guarania.
Entonces empecé a entonar Nasaindype. Me pidió que cantara de nuevo. Al llegar a "Icatuporante nda ya yuechavei", me pidió que interrumpiera el canto y dijo:
-Pronto se cumplirá lo que dice el verso.
Silencio conmovedor.
Luego de un rato largo, y haciendo un esfuerzo para hablar, me dijo que yo debía viajar a Buenos Aires. Le prometí que lo haría.
Al amanecer llegamos a Surucu'a. Le ubicamos en una reposera donde quedó adormilado entre mis brazos. Una tos le despertó y me pareció que estaba más animado entonces le recordé que la guarania Buenos Aires, salud no tenía versos. Me pidió que le entonara y me indicó que me dispusiera a escribir. Con voz ronca y palabras entrecortadas me dictó:
"El ave parlante que canta y solloza de noche y de día
La guarania alada de la melodiosa selva guaraní
Presa en seis por ocho como un homenaje de agreste armonía
Traigo la guarania, bella Buenos Aires, traigo para ti
Su gorjeo arpado
Te trae las cadencias
De nuestras florestas
Que amarán tus niñas
Tu pueblo gentil
Cruzará llorando tu calle Florida
Y entrará en tus fiestas
A dejar los ecos
De alguna silvestre romanza en tu atril"
Le detuvo un acceso de tos. Los versos suyos quedaron truncos para siempre. En Buenos Aires con Eladio Martínez completamos la letra. Esta guarania la había escrito ante mi próximo viaje a la capital porteña.
El domingo 7 de mayo le llevamos una serenata. Éramos como seis o siete músicos. Estaba con nosotros Facundo Recalde. Le dijimos a Dalmacia que le preguntara si escuchaba la música haciéndonos decir que muy bien y que la "cuarta" de José Asunción estaba baja. Fue un humorismo muy propio de él. Yo tenía su especial y reiterada recomendación de no alejarme de su lado. Ya empezaba a sentir el final; es decir, la muerte. Por Dalmacia sabía su deseo que yo estuviera a su lado cuando él partiese, deseo que no lo pude cumplir por culpa de la serenata que le llevamos en la víspera. Cuando la serenata no es pagada, o comercial, cada integrante de la orquesta tiene su parte que le corresponde de la serenata. Mi parte era la de Ortiz Guerrero y luego tuve que tocar el violín en seis o siete partes. Cuando ya estaba amaneciendo me fui a casa de mi madre para tocarle el violín y tomar mate con ella. Mientras hablábamos llegó hasta nosotros, a caballo, un muchacho hijastro del gran futbolista Manuel Recalde con la noticia de que Ortiz Guerrero se encontraba muy mal. Me fui inmediatamente a casa del enfermo encontrándome con la consumación de lo que ya veníamos esperando. Lo primero que me contó Dalmacia es que Ortiz Guerrero había preguntado mucho por mí. Yo procuré justificarme, pero en esos momentos nada se podía explicar ni escuchar. Luego a eso de las 14 o 14:30 hs. llega a la casa mortuoria un emisario del Ministerio de Instrucción Pública comunicándonos que el ministerio se haría cargo de los gastos del sepelio. Tal ofrecimiento no fue aceptado en razón de que el Ministerio pertenece a un régimen que a él le hizo sufrir mucho cuando el caso del 23 de octubre. Dalmacia le explicó al emisario que Manú murió indignado con el régimen. El emisario luego volvió con otra propuesta: el Ministerio se ofreció a comprar todos los libros de Ortiz Guerrero. Entonces cambió la cosa.
Por el camino al campo santo resolvimos que no se haga comedia con los discursos. Ya habíamos visto, al llegar, que algunos preparaban sus papeles para los discursos. Entre ellos estaban Natalicio González y Leopoldo Ramos Giménez. Nadie que no fuera Arturo Alsina, Facundo Recalde, Josefina Pla, Duaret, el librero, tenía ningún derecho a despedir a Ortiz Guerrero.
[...]
Terminado el entierro, la gente comenzó a retirarse. Nos quedamos Víctor Montorfano y yo. Entonces prendí una vela y me puse llorar sobre la timba de Manú.**
Sentí mucho dolor por la pérdida de un amigo, de un padre, que se desvelaba por mí, que sentía el intenso deseo de dedicarme enteramente a la composición musical, a darle forma definitiva a nuestra música. Manú soñaba con mi éxito personal y profesional. En la Recoleta me hizo el compromiso de ser digno de su afecto y de su confianza. Estaba dispuesto a comenzar una nueva vida, esta vez en Buenos Aires donde tanto quería que me fuera porque consideraba que era el escenario desde donde se podría difundir la guarania con mayor fuerza, con mayor alcance.
Manuel Ortiz Guerrero murió el 8 de mayo de 1933 y yo me embarqué para la capital porteña unos días después, el 14, día de la patria.
CAPITULO III
EN BUENOS AIRES
Sociedad "Ortiz Guerrero"
Los compatriotas en general, y los músicos en particular, estábamos muy dispersos, como despreocupados por las cosas que nos pasaban. Con un grupo de amigos, luego de analizar la situación nos pusimos de acuerdo para conformar una edad que nos aglutinara en el deseo común de estrechar lazos de amistad y desarrollar mejor nuestras respectivas actividades. Así nació la Sociedad Ortiz Guerrero. El nombre, a mi sugerencia, fue aceptado por unanimidad porque el recuerdo del gran poeta continuaba convocando a la gente. Su nombre era sinónimo de entendimiento, de tolerancia, de solidaridad.
La Sociedad iba funcionando bien hasta que un día la policía la disuelve. Fuimos acusados de pertenecer a una organización comunista en base a la denuncia de un conocido cantor compatriota.
Después de un tiempo volvimos a la carga con los mismos propósitos y fundarnos Tapyi Guaraní, cuyas actividades artísticas y culturales pronto deslucieron a un comité que respondía al gobierno paraguayo a través de la embajada en Buenos Aires. Pertenecí a esta entidad hasta 1936, año en que regresé a Paraguay con motivo de la Revolución de Febrero.
Esta revolución, de origen netamente popular, fue, como tantas otras en América Latina, traicionada casi en el acto por Franco y, en pedal, por su ideólogo y ministro de Relaciones Exteriores, Juan Stefanich.
Miles de excombatientes de la guerra del Chaco se ofrecieron, a costa de cualquier sacrificio, hasta a entregar la vida, para defender y mantener el nuevo estado revolucionario, pero todo fue en vano. Los "seudorevolucionarios" que actuaban en la dirección del movimiento -por temor a los comunistas, por el miedo atroz al comunismo, la única ideología que puede salvar al hombre de ser toda su vida una cosa, un esclavo-prefirieron traicionar la causa y la entregaron a la reacción. Y así nos fue. Nos quedamos sin revolución y nuestro pueblo volvió a ser expoliado y explotado. Volvieron a ocupar las riendas del país los burgueses reaccionarios.
Los jefes de la revolución, sumisos y obsecuentes, dejaron de nuevo el país en manos de los vende patria. La revolución del 17 de febrero fue -al principio de su etapa embrionaria- una verdadera marcha hacia la liberación del oprimido y moribundo pueblo paraguayo. Al parecer los jefes y caudillos revolucionarios poco o nada entendían -o no querían entender- de revolución.
Las tantas veces proclamada y planificada “reforma agraria" del gobierno de Franco quedó en la nada. En vez de hacer realmente un cambio revolucionario simuló -por medio de un decreto-ley débil e incompleta- dar tierras a campesinos paraguayos. En realidad, el decreto, los planes de realizaciones revolucionarias, no benefició en absoluto al proletariado, sino a la más rancia y reaccionaria burguesía paraguaya. Los grandes burgueses, amigos y socios de los "revolucionarios" se enriquecieron aún más y conservaron todos sus privilegios y latifundios. Todo fue una patraña para no tocar los intereses de los "señores feudales".
Esta es más o menos la triste historia de la "revolución" del 17 de febrero. Por causa de las mentiras y las traiciones que se le hicieron al pueblo paraguayo -que seguiría viviendo en condiciones miserables- es que dejé otra vez el Paraguay. ¡Las ilusiones que me había hecho con aquella revolución! *
Regresé a Buenos Aires bastante desilusionado tal vez porque había puesto demasiadas esperanzas en un acontecimiento que podía haber sido la gran revolución paraguaya. Ya en la capital porteña me integré a la Agrupación Folklórica Guaraní que contaba con músicos y artistas argentinos y paraguayos, unidos en la tarea de exaltar sus respectivas expresiones culturales. Fue así que llevamos adelante muchos programas que consistían en exposiciones pictóricas, conferencias, peñas, recitales poéticos y musicales, en fin, cuanto era necesario en el propósito de difundir nuestra identidad cultural. El renombre que alcanzó la entidad hizo que nos visitaran sobresalientes personalidades del mundo intelectual y artístico de la Argentina y de otros países. Teníamos como 2.000 socios con cuotas al día lo que nos permitió concretar nuestros ambiciosos planes.
Los fundadores de la Agrupación Folklórica Guaraní fueron, entre otros: Luis A. Velilla, Francisco Alvarenga, Félix Pérez Cardozo, Herminio Giménez, Mauricio Cardozo Ocampos, Samuel Aguayo, Eladio Martínez, Faustino Zárate, Emilio Vaesken y Antonio Ortiz Mayans.
Entre los directivos y asociados hubo como un acuerdo tácito de no introducir la política en el interior de la institución. Esto nos permitió una larga vida en el marco del respeto y la tolerancia mutuas. Aun así, no pudimos contra la intriga politiquera. Recuerdo que un 14 de mayo, en el festejo del día patrio, hubo discursos críticos contra la dictadura de Higinio Morínigo, quien en plena década del cuarenta, estaba convirtiendo el Paraguay en un vasto campo de concentración.
En ese acto del 14 de mayo asistieron algunos funcionarios de la Embajada paraguaya en la Argentina. Con las primeras denuncias contra el Gobierno, se retiraron de la sala ostensiblemente molestos. Creíamos que la cosa terminaría con ese gesto. Pero entre los funcionarios estaba un hermano del dictador quien reaccionó haciéndonos perseguir por la policía argentina hasta hacer desaparecer la institución. Yo fui el más vilipendiado. Fui detenido varias veces por ser un "peligroso agitador comunista" que atentaba contra las instituciones democráticas del Paraguay y de la Argentina.
La tarea fundamental de nuestra entidad era difundir la cultura del Paraguay, en especial su música. Gracias a ello creció la reputación de nuestra patria en el extranjero. Pero el general Morínigo, hombre mediocre y egoísta, de un plumazo la borró del mapa. Acaso, entre otras cosas, no le agradaba que la Agrupación Folklórica Guaraní tuviese mucho más prestigio y representatividad que él en el exterior. Este club, por así decirlo, aportó lustre a la patria. En cambio, Higinio Morínigo ensució el nombre del Paraguay. Este general de utilería no dejó nada bueno para nuestro país, solo sembró el odio, el terror, la muerte. Le importaba poco y nada del arte y la cultura paraguayos. Lo único que le interesaba era su grado de general y su banda presidencial. El resto era basura, hojarasca, para su vanidad y su soberbia. El presidente de la República del Paraguay, Higinio Morínigo, se comportó con nosotros como lo que era:¡ Un canalla! Hay que decir todo lo malo que hizo este mandatario para que la historia y la posteridad sepan quien ha sido. Solo dejó manchas de sangre detrás suyo*
EL ESTRENO DE MARÍA DE LA PAZ
Fue en el año 1961-o tal vez 1962- que se estrenó mi poema sinfónico MARÍA DE LA PAZ, con versos de Elvio Romero. Fue en el TEATRO DEL CÍRCULO de la ciudad argentina de Rosario. El acto estuvo organizado por un grupo de compatriotas. Salimos de Buenos Aires un día viernes junto con mis amigos Jacinto Herrera, Lara Bareiro, Oscar Mendoza, Gilberto Rivarola, Augusto Roa Bastos, Oscar Clérici, el coro del TEATRO COLÓN que había ensayado conmigo en Buenos Aires.
En la noche del estreno la sala estaba repleta de público. Interpretamos GUYRAÚ, cantado por Oscar -Mendoza. Jacinto Herrera leyó, como solo él podía hacerlo, las glosas escritas por Roa Bastos, otro lujo para el acontecimiento.
Sobre GUYRAÚ quiero contar esta historia. En Chaco 'í vivían unos italianos en un terreno cedido por el Gobierno. Me hice amigo de ellos y solía ir los fines de semana a visitarlos. Tenían una plantación de maíz que con frecuencia era asaltada por bandadas de guyraú que gustaban mucho de esos gramos. Uno de los dueños del maizal, también músico, los espantaba y mataba con escopeta. Un día le sigo en su cacería y de pronto escuchamos el canto de los pájaros que nos emocionó y nos detuvo a emocionado, como yo, mi amigo me dijo: "Usted sabe que yo les estoy tirando y los estoy matando. Pero después de esto, que coman todo. Esto es una armonía". Y tira la escopeta. Yo me entusiasmé con el tema y empecé a escribir GUYRAÚ, tan bien cantado aquella noche en Rosario por Oscar Mendoza.
Y el coro del COLÓN cantó magistralmente estos versos de Elvio Romero para MARÍA DE LA PAZ:
MARÍA DE LA PAZ
Tu risa
Despierta el fulgor
Las alas al futuro,
Paloma
Paloma del Alba,
Paloma
Paloma del alba
con su claridad
De un amanecer
El hombre, al cantar
De su corazón
Se llena de luz,
María de la Paz
Y el hombre, al latir
De su caminar,
Clama por tu amor,
María de la Paz
Paloma que extiendes
Las alas al futuro,
Paloma,
Rocío, rocío del alba,
Del alba, paloma,
Plumaje de ensueño
Mecido al viento,
Claridad del aire
Que da alegría
Paloma.
Cantares susurra
La aurora, paloma
Cantares marchando
Al futuro, paloma
Paloma
Paloma que extiendes
Las alas al futuro,
Paloma que extiendes
Las alas al futuro,
Paloma
Paloma del alba,
Paloma
Paloma del alba
Paloma que extiendes
Las alas al futuro
Paloma que extiendes
Las alas al futuro
Del alba marchando al futuro
Plumaje de ensueño
tu andar mecida al viento,
paloma,
paloma del alba.
Miradla cruzar,
Paloma triunfal
pasando veloz
con su claridad.
Miradla cruzar
paloma triunfal
pasando veloz
con su claridad
Se llena de luz,
Esperanza en flor que la tierra ve
Levantarse al sol. María de la Paz
Coro
Quien pudiera oír el alba esplendor
Que tu reír, María de la Paz
No hay pueblo que deje de oírte
cantando, Paloma
Paloma,
No hay nadie que olvide
besarte las alamas, paloma
paloma que extiendes
el ala al futuro
paloma,
rocío caído del alba
rodando
rodando
Rocío caído del alba
rocío del alba
rocío del alba
sol del alba, luz
volando vas, paloma, luz
De paz
Luz de tierra cantando
profunda paloma de paz
Del alba rodando
al futuro, paloma del alba
rigiendo la vida
rigiendo la vida, paloma del alba
Paloma
Paloma del alba
Paloma que extiendes
Las alas al futuro
Del alba marchando al futuro
Este poema está basado en Hiroshima, el más horrendo crimen de la historia. Las protagonistas son palomas.
Como se sabe, el mortal hongo-nube mata a una bandada de palomas cuyos cadáveres promueven el clamor mundial por la paz de la humanidad para la felicidad del mundo entero.
Es un homenaje al pueblo paraguayo y sus sentimientos entrelazados con la principal aspiración de los hombres y con la más noble causa de la humanidad: la Paz. ***
CAPÍTULO V
DE REGRESO A BUENOS AIRES
Volví feliz de mi última visita a Moscú por los éxitos de mis conciertos. Creí que lo ganado me daría para vivir sin mayores sobresaltos económicos el resto de mi vida. Pero no fue así. Pronto se me fue casi todo en los gastos que tuve que afrontar por la enfermedad de mi hija Juana, a quien dejé la casa de Ramos Mejía como herencia. Yo me compré un pequeño departamento en la calle Tucumán donde solo cupo mi piano y mi cama. Más no necesitaba, siempre he viví con lo justo, acomodándome con lo que podía. Nunca tuve aspiraciones por una vida regalada. Mi sobriedad, adquirida después de una juventud derrochadora -más de tiempo que de dinero- en esos momentos de mi vida me permitió mirar el futuro con serenidad.
De Moscú llegué más enfermo que cuando me había ido; aunque tuve un infarto sin consecuencias antes de mi viaje a la Unión Soviética, donde fui atendido por muy buenos profesionales médicos.
Ya en Buenos Aires consulté a mi amigo y médico de siempre, el doctor Carlos Abente -autor de la letra de Ñemity-, quien me venía tratando con paciencia y sabiduría de mi antigua enfermedad: el mal de Chagas. Carlos me dijo que en Rusia ignoraban este mal por lo que el tratamiento no había sido eficaz. La vinchuca -que nunca sabré dónde ni cuándo me había picado- me produjo un corazón cansado.
En mi departamento había dejado de recibir a mis amigos, no solo por la falta de espacio sino que mi ánimo había decaído bastante. Me daba cuenta de que mi espíritu bromista, informal, optimista, se había recogido en un hondo silencio, como en una oscuridad de la que no quería salir.
Me sentía, sin embargo, enteramente contento con los trabajos que había hecho como los poemas sinfónicos: Pyhare pyte, Ahendu nde sapucai, Ñeneruvusu, Guyrau, María de la Paz; y guaranias y polkas: Manuel Gondra, Jejuí, Arribeño rasay, Ñasaindype, Ka'aty, Nerendape ayu, Paraguaype, Mburicao, Panambí verá, Obrerito, Gallito cantor, Cholí, Purahei Paha, "Buenos Aires, salud", Ñanearamboha, Punta Karapame Serrato ndive, Ñemity, Ta alabami che amape, Che pycasumi, Ahendu nde sapucai, y Musiqueada che amape. Todas estas músicas, y tal vez otras que ahora no me acuerdo, merecieron el favor del público; y lo más importante, el pueblo se veía identificado en ellas. Pero presiento que no he escrito lo que pudiera ser, tal vez, mi mejor creación: un homenaje al mariscal Francisco Solano López. Tengo el título, La noche antes, conmovedor poema de Goicochea Menéndez que supo pintar ese paisaje de heroísmo, de entrega total a la patria de un puñado de mártires que llegaron a Cerro Corá para ser inmortales.
Muchas veces intenté sentarme a componer pero me hacía falta sentir, palpar, respirar las aguas del Aquidabán. Solo necesitaba sentarme a la sombra de los árboles, con mi piano, para hacer volar mi imaginación y dibujar con música esa "noche antes" que precedió a la inmensa tragedia. Pero nunca pude hacerlo. Por distintas vías hacía llegar este deseo a las autoridades, todas insensibles a mi ruego por esa cerrazón ideológica, intolerante. Ni siquiera tenía deseos de desplazarme a otros sitios. Quería estar allí, a orillas del Aquidabán.
Esta aspiración no me deja dormir, me afiebra y tiene como alucinado. Hay momentos en que me parece ver al Mariscal López montado en su brioso Mandyyu, blandiendo su espada y defendiéndose, como un león, a orillas del Aquidabán. Se me presenta partes impresionantes de aquella guerra fratricida, cual si estuviera viendo una película. Tengo varios apuntes, pero no más. La inspiración viene, en ráfagas, y se va dejándome vacío, estéril.
Yo sé muy bien lo que me pasa. Me hace falta savia, necesito nutrirme con los aires y paisajes de mi roja tierra. Es imprescindible para mí estar en Cerro Corá, vivir allí un tiempo para terminar de componer este poema sinfónico, que tal vez sería mi obra maestra. Preciso empaparme la cara, las manos y el alma de tierra colorada; escuchar el canto de los pájaros y el ruido de las frondas, ver las estrellas sobre mi cara y sentir los vientos de Cerro Corá. Esto es lo que me hace falta para lograr 'La noche antes', y capar musicalmente la trágica epopeya de nuestro pueblo infinitamente ultrajado.
Hace tiempo que mi corazón -viejo y ‘chagásico’- parece que se me quiere escapar por la boca cada vez que pienso. ¡Y tan poca cosa necesito para llevar a cabo mi sueño!... Un ranchito a orillas del Aquidabán y un piano. Nada más. El resto vendría solo. Presiento que todo el paisaje me ayudaría a convertir en realidad el sueño de mi vida, pero... me parece que va a ser imposible. Me siento morir, y no quiero morir todavía. ¿Por qué? ¿Por qué antes que termine mi obra maestra, La noche antes?... Tengo miedo*
Mensaje a la juventud
Pese a mis dolencias, no iba a negarme al pedido de unos amigos para enviar un mensaje a la juventud, en la que tantas esperanzas tengo para la construcción de un país mejor:
"He aceptado este diálogo con la juventud paraguaya porque sé de su pasión por la libertad y la redención social. Me siento orgulloso de saber que a tantos años de doloroso ensañamiento sigo tan junto a ese corazón paraguayo que ha sido el único posible capaz de crear la Guarania. La Guarania es de nuestro pueblo. Allí están los sollozos de su pasión y los gritos de su rebeldía. Nació conmigo, pero me sobrevivirá mientras el hombre paraguayo sea capaz de silbar una canción libertaria. Más que mi música, pienso que mi legado a la juventud de mi patria es el esfuerzo por mantener una dignidad, una fe en el inexorable destino libertario del Paraguay, que he tratado de sobrellevar venciendo, como dice nuestra patriótica condecoración: penurias y fatigas. El compromiso no termina con la muerte de uno, sino que se intensifica. La victoria corresponde siempre a la juventud."
Tapa de un disco con las guaranias sinfónicas compuestas
Almada Roche Armando, Pájaro musical y lírico. Edic. El pez del pez, Buenos Aires, 1984
Almada Roche Armando, Compañero del alma, compañero. Edic. El pez del pez, 2004
Arturo Alsina, Paraguayos de otros tiempos. Editorial Napa, Asunción, 1983
Barboza Agustín, Ruego y camino. Intercontinental editora, Asunción, 2000
Bogado Catalo, José Asunción Flores. El Lector, Asunción, 2004
Cardozo Ocampo Mauricio, Mis bodas de oro con el folklore, Edic. del autor, 1980
González Delvalle Alcibíades, El drama del 47. Editorial El Lector, 2007
Peed Antonio: Tributo a Flores. Edic. Uninorte, Asunción, 2002
Talia Sara, Génesis y verdad sobre la guarania y su creador. Edic. de la autora, Buenos Aires, 1976
Archivos de ABC Color
Entrevista a Gilberto Rivarola
EL AUTOR
ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE (Ñemby, 1936) es periodista, dramaturgo, ensayista y narrador. Trabajó en los diarios El Independiente, El País,
La Tarde, en la década de los años 50 hasta mediados de los 60.
En 1967 se incorporó, desde su fundación, al diario ABC Color.
Fue jefe de redacción de la revista Diálogo y miembro del consejo de dirección de la revista Nuestro Tiempo.
Sus crónicas de investigación y denuncias le valieron el Premio Vladimir Herzog, otorgado por una entidad ecuménica de derechos humanos. Fue consejero cultural de la embajada paraguaya en Madrid. También, director del Centro Cultural de la Ciudad, Manzana de la Rivera; luego, director general de Cultura de la Municipalidad de Asunción.
Actualmente es columnista y editor del suplemento cultural de ABC Color.
Su dramaturgia tiene dos vertientes: la histórica y la folklórica.
La primera incluye "Procesados del 70", "Elisa" y "San Fernando", una trilogía inspirada en episodios de la Guerra de la Triple Alianza. La segunda, "El grito del luisón", "Perurimá", "Hay tiempo para llorar", y comedias musicales. También es autor de "Nuestros años grises", comedia ciudadana. Con Antonio Carmona escribió "Velada" y "Mascarada en río revuelto". Tiene publicada una novela "Función patronal", y un cuento, "Correr tras el viento", incluido en el libro colectivo "Los siete pecados capitales". Es autor de los siguientes ensayos: "El drama del 47, documentos secretos de la revolución", "Contra el olvido, la vida cotidiana en los tiempos de Stroessner"; "¿Estudiar periodismo para qué?, y "Por que cayó el Partido Colorado", con varios autores. Así mismo ha publicado El golpe del 3 de febrero de 1989 en la Colección Guerras y Violencia Política en el Paraguay.
ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL DIARIO ABC COLOR SOBRE EL LIBRO
FLORES, DE NIÑO DE LA CALLE A GENIO MUSICAL
La Colección Gente que hizo Historia, de ABC Color y El Lector, presenta hoy con el ejemplar de nuestro diario, el libro dedicado a José Asunción Flores (1904-1972), escrito especialmente por Alcibiades González Delvalle.
José A. Flores y la niña María de la Paz, llamada así debido a su obra./ ABC Color
El autor traza la semblanza del creador de la guarania con el estilo de la autobiografía, es decir, el libro está escrito en primera persona. Así, Flores “dice” en el libro que tuvo “la suerte de la mala suerte” de haber sido un niño de la calle.
“Mi madre, Magdalena Flores, me tuvo de un señor, Juan Volta, quien aunque pertenecía a una familia pudiente, era un bohemio empedernido, serenatero y conocedor de las madrugadas asuncenas. En una de esas se topó con la joven Magdalena, que vivía en la Chacarita, de profesión empleada doméstica o sirvienta, como se decía entonces. La consecuencia de ese encuentro fui yo. Después mi padre desapareció para siempre, nunca más se supo de él”.
Agrega la narración, es decir Flores desde la mano de Alcibiades González Delvalle: “Mi madre fue a trabajar con la familia de uno de los políticos más importantes de su tiempo, el doctor Manuel Gondra, dos veces Presidente de la República. Él era muy considerado conmigo las veces que yo aparecía por su casa acompañando a mi madre, quien tuvo la idea de darme por padrino a un hombre de su talla intelectual y moral. Me bautizó con el nombre de José Agustín; yo lo cambiaría más tarde por el de Asunción”.
Su madre Magdalena se volvió a unir con otro hombre, y este maltrataba a José, por lo que este, cansado de su padrastro, un día se fue al puerto con la intención de alejarse lo más posible de su casa. “Tuve la suerte de encontrar al patrón de una lancha que se iba al Norte. Me llevó con él y luego, a mitad de camino, me presentó a una señora que vivía en Puerto Guaraní, donde desembarcamos, y me llevó a vivir en su casa”.
Al poco tiempo, el niño consiguió un trabajo en la taninera donde tuvo trato con algunos indígenas que habrían de tener una feliz influencia en su futuro, según señalaría luego.
Mientras, su madre lo buscaba afanosamente, hasta que tuvo noticias de su paradero. Fue hasta Puerto Guaraní para traerlo a Asunción. Continuaron las malas relaciones con su padrastro, así que de nuevo buscó la calle y la compañía de sus amigos. Fue capturado por la Policía, y pasó a formar parte de la Banda, donde comenzó su formación como músico y luego crearía la guarania.
Publicado en fecha: 11 de Agosto de 2013
Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY
FLORES Y GUERRERO, REUNIDOS EN LIBRO
Mañana, domingo, con el ejemplar de nuestro diario, aparecerá el libro “José Asunción Flores”, la biografía del gran músico paraguayo escrita por Alcibiades González Delvalle. Uno de los pasajes más impactantes de la obra es el que refiere al primer encuentro entre el autor de la Guarania y Manuel Ortiz Guerrero, el poeta que sería su compañero en la creación de estupendas piezas musicales.
El maestro José Asunción Flores, en una de las fotos durante su exilio en Buenos Aires,
donde vivió durante años./ ABC Color
González Delvalle habla al respecto.
–¿Cuándo empezó la amistad entre Flores y Manuel Ortiz Guerrero?
–Precisamente con “India”, o mediante esta melodía, se inicia la sociedad artística y una vigorosa amistad con Manuel Ortiz Guerrero. El encuentro se produjo por los comentarios que corrían en Asunción acerca de las creaciones de Flores.
–¿Fue por iniciativa de Ortiz Guerrero?
–El poeta, de un inmenso prestigio por su conducta limpia, recta y solidaria, quería conocer al joven que era capaz de poner de pie a toda una ciudad con su novedosa música. De ese encuentro afortunado nacieron algunas de las mejores páginas poéticas y musicales de nuestro acervo artístico.
–¿Por qué durante mucho tiempo se negó a Flores la creación de la guarania?
–Por razones ideológicas, envidia e ignorancia. Hoy nos preguntamos cómo era posible negar a Flores la creación de un género musical. Existieron, y existen, montañas de documentos que prueban que José Asunción Flores creó la guarania.
–Sería un enemigo político del régimen stronista...
–Si era un enemigo político (Flores nunca fue enemigo de nadie), se le podía haber atacado por el lado político, pero nunca justamente por el lado de su fortaleza, la que nunca se podría derribar. Se dejó andar el disparate de que el creador de la guarania fue su gran amigo Ortiz Guerrero. Este absurdo, sin embargo, sirvió para que por un buen tiempo muchas personas lo creyesen.
–¿Y Flores se defendió?
–Aquello fue motivo, precisamente, para que el maestro redactara su autobiografía. Pero no era necesario que lo hiciera, porque no hubo ni habrá manera de borrar su admirable creación.
–Flores tuvo una activa militancia política...
–Flores se afilió al Partido Comunista Paraguayo llevado por su espíritu solidario con los desposeídos. Creyó de buena fe que era el camino para concretar su sueño de una paz universal. De todos modos, la concretó en su admirable poema sinfónico “María de la Paz”, con versos de Elvio Romero.
El autor del libro, Alcibiades González Delvalle (Ñemby, 1936), es periodista, dramaturgo, ensayista y narrador. Ha sido ganador del Premio Vladimir Herzog. En el 2012 ganó el Premio de Novela Inédita Lidia Guanes, con su obra “Un viento negro”.
Tiene publicada otra novela “Función patronal”, y un cuento, “Correr tras el viento”, incluido en el libro colectivo “Los siete pecados capitales”. Es autor de los siguientes ensayos: “El drama del 47, documentos secretos de la revolución”, “Contra el olvido, la vida cotidiana en los tiempos de Stroessner”; “¿Estudiar periodismo, para qué? y “Por qué cayó el Partido Colorado”, en coautoría con varios colegas e investigadores. Asimismo, ha publicado El golpe del 3 de febrero de 1989, en la Colección Guerras y Violencia Política en el Paraguay
Su obra como dramaturgo es una de las más resaltantes del Paraguay, de acuerdo a especialistas.
Publicado en fecha: 10 de Agosto de 2013
Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY
BIOGRAFÍA DE FLORES COMO SI ÉL MISMO LA HUBIERA REDACTADO
La Colección Gente que hizo Historia dará a conocer el domingo próximo, con el ejemplar de nuestro diario, su decimocuarto volumen, “José Asunción Flores”, de Alcibiades González Delvalle, una biografía del inolvidable creador de la guarania que pareciera escrita por él mismo. Así pasan su infancia, su pobreza, la Banda de la Policía, la guarania, su encuentro con Manuel Ortiz Guerrero, su militancia política. Aquí, Alcibiades habla del libro.
–¿Por qué optaste por presentar el libro como una autobiografía de Flores?
–Es un recurso literario que permite acortar la distancia entre el biografiado y el lector. Es como estar hablándonos al oído, en la intimidad, cuando uno toma el libro para “escucharle”. Existen muchas y muy buenas biografías sobre Flores a quien es posible conocerlo en su dimensión humana y artística, pero “desde afuera”.
–Y usaste la primera persona.
–Tratarlo en primera persona abre las puertas para entrar en sus ideas, pensamientos, inquietudes, con base en los documentos que precisamente los estudiosos nos habían dejado. Y el mismo José Asunción Flores lo hizo a través de sus memorias.
–¿Te inspiraste en ellas?
–Fueros estas las que me dieron la idea. Procuré que mi trabajo se pareciese –salvando la distancia de rigor– al del maestro en su propósito de dar a conocer las circunstancias que rodearon a su creación, la guarania; los efectos que tuvo en el ánimo de sus contemporáneos; los muchos esfuerzos, casi solitarios, por instalar en su pueblo la música que lo representa con admirable fidelidad.
–Muy humilde. Vivió toda su infancia golpeado por la pobreza y el maltrato de su padrastro. Tanto que se vio obligado a dejar la casa y buscar refugio muy lejos de ella. De regreso al hogar, de manos de la madre, las condiciones no mejoraron. Buscaba en la calle lo que no encontraba en el ámbito familiar. Extrañamente, esta vida vagabunda fue la que finalmente decidió su destino.
–Llegó a la Policía.
–De la Guardia Cárcel, el jefe de la unidad lo envió a la Banda de Policía, donde se reveló su vocación musical. Los buenos maestros que tuvo, y los buenos compañeros, unidos por su pasión por la música, tuvieron como fruto lo que es hoy un orgullo nacional: su propia expresión musical.
–¿Cómo inició su carrera musical?
–Al dar un ritmo nuevo, nunca escuchado, a la conocida polka “Maêrápa reikuaase”, de Recalde. Desde su primera versión, a cargo de la Banda de Músicos de la Policía, dirigida por el mismo Flores con la autorización del titular, su creación irá creciendo en el gusto, primero de sus colegas de la Banda, luego en el de un reducido grupo de amigos, hasta convertirse en el comentario obligado en los círculos artísticos y sociales.
–Hubo también detractores.
–Como ocurre con todo lo nuevo, hubo voces acaloradas en contra que incluyeron, incluso, a conocidos músicos como el maestro Remberto Giménez. Pero la oposición, salvo seguramente algunos enojosos momentos, no fue suficiente para desanimarle. Al contrario, a juzgar por sus nuevas creaciones como “Jejuí”, “Ka’aty”, “Arribeño resay”, “India”.