LUZ EN EL ABISMO
Proemio de AUGUSTO ROA BASTOS
Editorial Indoamericana, Asunción-Buenos Aires 1954
(158 páginas)
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PROEMIO
PRESENCIA DE DORA DE ACUÑA
"Estuvo pues espigando hasta la tarde..."
(LIBRO DE RUTH, 11, 17.)
** La poesía -zarza quemándose en el aire del tiempo- enreda sus ramos encendidos en la cabellera de los caminantes enajenados y los detiene para sí, huéspedes irredimibles de su estío tembloroso.
** Verde salud estival la de la poesía que es la muerte de toda carne en la transfiguración perpetua del espíritu. Leve ráfaga eterna. Consunción de lo perecedero alimentando el río angélico que baña los pies de Dios y le dibuja su silueta entera en su lámina apasionada y abstraída.
** He aquí esta mujer. Esta extraña mujer de carnal florescencia que se consume de su propio, profundo, entrañable beso de pasión. Ascua del dolor de amor. Suspiro estancado entre gemidos, como el crepúsculo de la sangre comprimiéndosele vivo y latiente entre inmóviles basaltos de penumbra.
** Un cono de sombra la protege. En el centro se le ven brillar los ojos con la intermitente verberación de una herida de luz que busca cicatrizarse en el misterio. Luego extiende -un brazo puro, y en la mano entreabierta por la gracia inexplicable de la poesía, entrega el fruto humano de sus versos, tan soterradamente humanos, que los oídos que quieren, tienen que bruñirlos primero de su tierra y de su humareda de quebranto, para percibir su almendra de espíritu en su perfecta dimensión intemporal, hueso divino en toda fruta humana. Hueso íntimo y translúcido en las frutas maduras careadas por los pájaros y los vientos ...
** Extraña servidora de la poesía, esta mujer extraordinaria que se sirve de la poesía para sobrevivir muriendo. ¿Acaso la poesía necesita de otra clase de servidores? Saos trojes se levantan al cielo con la acumulación de las cosechas que brotan de la tierra. Y entonces el Poeta es esclavo de su trabajo pero dueño de su cosecha.
** Mirad a esta mujer. Inclinada con la hoz imperfecta y mellada de sus brazos en el aire de la tarde., no se sabe si recoge espigas invisibles o si mece a lo lejos un niño imaginario en el balanceo iluminado de una canción ojerosa y extática.
** Nueva Ruth pálida y desgarbada, sollozante y sonriente -la Ruth eterna de las cosechas-, espiga su cereal de amor, de dolor, de sueño, contra el cielo que anochece, con los pies resonantes de miedo y la cabellera castigada por los vientos inundados de pequeñas estrellas peregrinas. Un cereal crujiente, indivisible del rastrojo, para los silos profundos que el dolor y el amor excavan en los corazones, siempre.
Miradla: flecha que se apunta a sí misma. Inmóvil y volante, sin más arco que su propia henchida fuerza, ¡tan débil!, cayendo sin descanso sobre el propio regazo de Cristo donde posó la frente su hermana, aquella hermana suya de Magdala que trajo su pecado como una aureola, su sangre como una lámpara parpadeante y su corazón como un sahumerio digno del Hombre y de Dios. - AUGUSTO ROA BASTOS.
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ÍNDICE
PROEMIO
MIS AGUAS VAN CRECIDAS
ROMANCES
ESTAMPAS DE LA CIUDAD
REVELACIÓN
BALADAS.
QUIMERA DE CARNE
NO YA LOS MUROS DEL LAMENTO
ANDAR, ANDAR Y ANDAR
CHE RAPY ASY VA
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POEMA PARA MI MADRE
Para decir tu nombre, mis aguas van crecidas
como un torrente, madre. Para decir tu nombre
todo es poco, y es nada; no hay palabra que pueda
dar la imagen exacta de tu cariño, madre,
para decir tu nombre ...
Para decir tu nombre, mis aguas van crecidas
como un torrente, madre. Mujer dulce y severa
como un licor silvestre. Quiero darte un poema
fuerte como mi vida, fuerte como el destino;
quiero volcarte, madre, la voz desconocida,
la voz desmelenada por la rosa más rosa
de los vientos heridos ...
Fuiste diez veces madre, diez veces, madre mía,
diez veces tu cintura se desgarró de angustia,
diez veces has colmado la copa de tus venas,
diez veces se ha crispado tu entraña estremecida.
Tres cerraron sus ojos ahogadas en el rio;
siete alargan sus brazos al mar embravecido.
Yo quiero una voz virgen para cantarte, madre,
la voz de los silencios erizados de gritos,
la voz de las montañas, de los hondos abismos,
la fontana escondida, la garganta angustiada;
para cantarte, madre, enclavaré mis brazos
sobre la "Cruz del Sur", para decir tu nombre
lloraré un pentagrama de luz sobre tus hombros.
Amor de mis amores,
-mi candor y mi estrella, mi paloma y mi flauta-,
todo es poco, y es nada, para decirte: ¡madre!
(De: Mis aguas van crecidas…)
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