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MILIA GAYOSO MANZUR

  TOTO MICHIFÚS y CIELITO (Cuentos de MILIA GAYOSO MANZUR)


TOTO MICHIFÚS y CIELITO (Cuentos de MILIA GAYOSO MANZUR)

"TOTO MICHIFÚS Y EL ÁNGEL DE LA GUARDA" y "CIELITO"

Cuentos de MILIA GAYOSO MANZUR

 

 

MILIA GAYOSO MANZUR : Nació en Villa Hayes (Paraguay), el 30 de mayo de 1962. Residió en Buenos Aires (Argentina) desde los 9 hasta los 15 años. Sus primeros escritos datan de esos años.

De regreso a Paraguay estudió Periodismo en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción. Actualmente es la coordinadora y redactora del Suplemento femenino Eva del Diario La Nación. Es miembro de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP), de Escritoras Paraguayas Asociadas (EPA) y del PEN Club del Paraguay.

TIENE PUBLICADOS 6 LIBROS DE NARRATIVA BREVE :

-RONDA EN LAS OLAS (1990), editado por Intercontinental - Ñandutí Vive - Editorial Don Bosco.

-UN SUEÑO EN LA VENTANA (1991), editado por Intercontinental y Editorial Don Bosco.

-EL PELDAÑO GRIS (1994), editado por Editorial Don Bosco.

-CUENTOS PARA TRES MARIPOSAS (1996), editado dentro de la Colección de los 90, de Editorial El Augur.

-MICROCUENTOS PARA SOÑAR EN COLORES (1999), editado por Arandurã Editorial.

-PARA CUANDO DESPIERTES (2002), editado por Arandurã Editorial.

 

 

TOTO MICHIFÚS Y EL ÁNGEL DE LA GUARDA

A Romina Manzur Bernal

 y a Melína, su ángel de la guarda

 

          Lluvia y frío desde la tardecita. Hacía horas que Toto Michifús caminaba totalmente mojado y tiritando de frío. Ron, ron, ron... no era su vocecita la que sonaba así, sino su estómago. Lo último que había comido el pobre gatito fue un pedazo de pan que encontró en un basurero. Ron, ron, ron... el estomaguito vacío hablaba a gritos.

          Caminó por una cuadra semioscura, escondiéndose de cuatro perros que ladraban en la esquina. De pronto llegó hasta una vereda de piedrecitas redondas y le llamaron la atención las luces muy blancas de la casa. Se quedó mirando. Por la ventana vio a tres niñas que cenaban felices con su papá y mamá, le llegaron sus risas y su alegría, mezcladas con el ruido de la lluvia. Las miró durante largo rato saboreando con un poco de envidia su felicidad y su comida, mientras unas lagrimitas redondas caían hacia su hociquito.

          Toto Michifús se recostó contra la reja y se quedó quietecito durante varias horas. Semidormido sintió que alguien le tocaba el hombrito. Era un hermoso ángel, el ángel de la guarda de una de las nenas.

-¿Qué te pasa, gatito?

-Tengo hambre y frío -contestó Toto Michifús.

-¿Por qué no te vas a tu casa?

-Ya no tengo casa. Mamá murió hace un tiempo, mi papá salió a buscar comida y nunca regresó, y a mi hermanita se la llevó una señora. Yo me quedé solo y no tengo dónde ir --le contestó con la voz quebrada por la tristeza.

          El ángel lo tomó de una patita y lo invitó a entrar a la casa, pero el gatito se resistió.

-Tengo miedo de que me espanten, a la gente no le gusta que yo entre a sus casas -dijo angustiado.

-No te preocupes, gatito, ya todos están durmiendo.

          El ángel lo introdujo a la casa por la ventana de la sala, lo llevó a la cocina y revolvió en el basurero las sobras de la cena. De pronto aparecieron en un plato, una pata de pollo a medio comer, arroz con papas, un pedazo de carne con grasita, un trozo de pan fresco... Toto Michifús cenó como hacía mucho tiempo no lo hacía. Mientras él comía, el ángel de la guarda lo secó con un repasador. Luego, empujó el sofá de la sala y le preparó detrás una mullida camita con un trapo de piso seco y dos remeras sucias. Toto se negó a quedarse: tenía mucho miedo.

          -No te preocupes, mañana antes de que nadie se levante, yo te despertaré.

          Toto Michifús se acostó y el ángel lo tapó con una enorme remera blanca y lo acarició hasta que se quedó dormido. Toto soñó con cosas hermosas hasta las seis de la mañana. A esa hora, el ángel de la guarda lo despertó, le dio de tomar un tazón de leche con pan y le entregó una bolsita con algunas sobras de comida que logró quitar de la heladera.

          -Volvé esta noche --le dijo a su agradecido amigo

          -Tengo miedo de ser pillado -contestó el gatito mientras traspasaba las rendijas de la blanca reja.

          Sin embargo, volvió esa noche y muchas más. Al regresar cada noche, el cada vez más lindo gatito le contaba al ángel de sus travesuras por el barrio, y el ángel a su vez le comentaba las nuevas ocurrencias de la niña que cuidaba. A Toto Michifús le fascinaba escuchar hablar de esa pequeña de hermosos ojos que cantaba todo el día mientras crecía feliz en esa casa llena de peluches, flores y amor. El ángel le prometió que quizás muy pronto conseguiría que esa familia lo adoptara como mascota.

 

 

CIELITO

A Mirta Avalos

y a Tomás, su ángel de la guarda

 

          En una de las praderas más hermosas del mundo, vivía una mariposita azul encantadora. Cuando nació, su color era idéntico al cielo, por eso sus padres la llamaron Cielito.

          La mariposita azul creció feliz. Volaba con sus hermanitos, sorbía el néctar de las flores, iba al arroyo a tornar agua, subía y bajaba los peñascos como si fuera un pequeñísimo avión, jugando carrera con sus amiguitos.

          También iba a la escuela para mariposas de la pradera. Cuando creció más, Cielito comenzó a soñar con un lindo mariposito de su mismo color, porque allí, en su pradera, ella era la única de color azul; los demás eran de color amarillo, marroncitos, lilas, blancos, verdes, a motitas rosas, pero ninguno azul.

          Por eso, Cielito era la más rara y hermosa, además como era tan buena, todos la querían mucho. Sin embargo, alguien la amaba en forma muy especial: era Beto, un precioso mariposito amarillo como el sol. Beto soñaba con que Cielito llegara a amarlo... pero ella continuaba soñando con conocer a un mariposo azul. Estaba segura de que algún día lo encontraría.

          De nada sirvió que Beto cortara para ella las flores más hermosas de la pradera, ni que volara frente a ella haciendo mágicos dibujos en el aire. Cielito solo lo quería como amigo. Desesperado, Beto ideó la forma de cambiar de color.

          Juntó muchísimas flores azules y fabricó un tinte con el cual se tiñó las alas. Quedó raro y bonito. ¿Qué te hiciste Beto? Lo preguntó Cielito atajando la risa y Beto se sintió muy triste;. Al día siguiente voló hasta la pradera que está al otro lado del río y juntó las flores de color azul más profundo. Volvió a fabricar el tinte y se encimó el color de las alitas. El resultado fue mucho mejor. Cielito estaba fascinada.

          Salieron a volar por la pradera. Visitaron el río, el arroyo lleno de piedras, tomaron agua en el estanque de los pajaritos, bebieron el néctar de las margaritas, jugaron carrera hasta el lapacho amarillo y se tiraron a descansar sobre el césped.

          Pero empezó a llover. Se refugiaron debajo de las hojas de un árbol. Sin embargo, Beto, que se había mojado por proteger a Cielito, comenzó a desteñirse. Quedó feísimo. Antes de que parara la lluvia, se fue volando muy triste hacia su casa.

          Cielito no lo volvió a ver en varios días. La mariposita azul se fue a pasar las vacaciones a otra pradera, donde vivían sus tíos y sus primas: una mariposita blanca, otra rosada, una amarilla y otra de color verde claro. ¡Qué felices se pusieron al verla! Planearon días felices volando entre las rosas rojas y gladiolos amarillos del jardín de doña Bernarda.

          Cuando iba camino a su paseo, Cielito quedó muda cuando vio al mariposa más hermosa que había visto en su vida: era de un color azul intenso, con ráfagas de luz en sus alas. Fue un hechizo mutuo, él también quedó impactado con la belleza de la mariposita visitante.

          Al día siguiente, él la buscó y la invitó a pasear entre los coloridos alhelíes del jardín de don Roberto. Y se hicieron novios. Cielito creyó que no podía soportar tanta felicidad. Pero ésta no duró mucho. Sus primas le advirtieron que Roque -así se llamaba el llamativo mariposito- tenía demasiadas amigas en la pradera. Pero Cielito pensó que podría llegar a quererla solo a ella.

          Sin embargo, al día siguiente lo vio pasear con cinco mariposas diferentes. Al día siguiente con otras tantas, y otras y otras. Cielito le preguntó por qué lo hacía y Roque le respondió que él no podía ser novio de una sola mariposa.

          Cielito volvió a su casa muy triste. Durante varios días no salió del jardín donde vivía, no quiso pasear, volar, comer ni conversar con Beto que le había traído un clavelito de regalo.

          Una tarde se armó un tremendo barullo en el jardín de al lado. Escuchó hablar a sus vecinas. Salió a mirar. Había llegado Roque, más brillante y coqueto que nunca. El mariposo azul le pidió disculpas y Cielito volvió a sonreír.

          Pero al día siguiente, vio a Roque paseando con sus propias amiguitas. Con una de mañana, con otra de siesta, con otra de tarde. Con otra al día siguiente, con la mariposa lila a las cuatro, con la mariposa amarilla a las cinco... entonces le dijo que se fuera para siempre.

          Se quedó más triste que nunca por muchos días. Una tarde se dio cuenta de que no debería estar así y salió a buscar a Beto para ir a volar hasta el arroyo del cerro. Lo encontró en la orilla del río, posado sobre una pequeña planta, muy pensativo.

          ¿Ya estás mejor Cielito'?, le preguntó a su amiga. Ella le respondió afirmativamente. "No te pongas triste, Cielito -le dijo-, algún día encontrarás un mariposo azul muy bueno que te quiera solo a ti".

          "Ya no quiero eso, Beto -afirmó Cielito-, ahora me di cuenta que lo importante no es el color de las alas sino del corazón. Y Beto se puso muy feliz pensando, que quizá muy pronto, Cielito podría llegar a quererlo muchísimo...


 

 


(CUENTOS Y POEMAS PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES)


Editado con el auspicio del FONDEC

QR Producciones Gráficas S.R.L.,

Diciembre, 2002 (210 páginas).
 
 
 
 
 

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