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MARÍA EUGENIA GARAY

  MEMORIAS DE AMOR Y TERROR, EN VIDAS ROBADAS - Por BERNARDO NERI FARINA - Domingo, 18 de Diciembre de 2022


MEMORIAS DE AMOR Y TERROR, EN VIDAS ROBADAS - Por BERNARDO NERI FARINA - Domingo, 18 de Diciembre de 2022

MEMORIAS DE AMOR Y TERROR, EN VIDAS ROBADAS

 

Por BERNARDO NERI FARINA

 

nerifarina@gmail.com

La historia del stronismo tiene aún demasiados entresijos a desenredar. Hay un sinnúmero de monstruosidades, crueldades y extravagancias que van aflorando y seguirán irrumpiendo conforme aparezcan nuevos documentos y testimonios de gente que tiene cosas que contar sobre aquel tiempo.

Existen memorias particulares que connotan recuerdos colectivos, pues la tragedia de unos fue demasiado parecida a la de otros, en una sucesión de episodios cuya revelación causa escalofríos.

La historia del stronismo está aún en sus albores del develamiento total. Esto será un proceso paulatino, que requerirá tiempo y paciencia; estudios y el descubrimiento de nuevas fuentes. Muchas de estas, quizá insospechadas.

Con relación a la brutalidad represiva parecería ya haber suficientes evidencias; sin embargo, persisten acontecimientos por divulgar en su dimensión total y en su proyección más escabrosa.

Muchos años después de la caída del régimen, en 1989, el miedo subyacente o el simple pudor impidieron que tantas víctimas relataran su vía crucis particular. Pese a la minuciosa labor de organismos como la Comisión Verdad y Justicia, que trabajó entre el 2004 y el 2008, año este en que entregó su estremecedor informe a los tres poderes del Estado, continúan manando sufrimientos por persistentes heridas. Y siguen emergiendo testimonios que combaten al olvido.

Entre la ficción y la no ficción

En este marco aparece este libro de María Eugenia Garay, Vidas robadas (Intercontinental Editora - Fondec), que en un género híbrido que transita entre la ficción y la no ficción, entre la novela y el ensayo biográfico, relata la experiencia del doctor César Garay, su padre (25 de marzo de 1913 – 9 de junio de 1988), quien fuera ministro de Justicia y Trabajo de Alfredo Stroessner y luego declarado enemigo del régimen, para ser apresado, encarcelado y vejado en su condición humana. Pese a ello, el doctor Garay logró alcanzar luego la jerarquía de miembro de la Corte Suprema de Justicia y desde ahí, desde dentro, trató de bregar contra los excesos de aquel régimen de suyo oprobioso.

La crónica familiar y la historia

María Eugenia, en un monumental trabajo anterior de 997 páginas, Adagio contra el olvido, nombre genérico que envolvía tres novelas: La pantera de ónix, La profecía del cristal y Las acequias del tiempo, había expuesto su crónica familiar relatada en el marco sinuoso de nuestra historia nacional. Un itinerario nacido prácticamente en aquel lejano 1537 cuando se erigió el enclenque fuerte que luego sería la ciudad de Asunción, raíz de la posterior República del Paraguay. Su prosapia familiar transita la memoria nacional desde la bruma de aquellos siglos iniciales.

En Vidas robadas, editado por Intercontinental Editora con el apoyo del Fondec, María Eugenia acota la historia familiar para hacerla más íntima y más cercana en el tiempo.

Se centra en aquellos años de la década del 60, década espléndida por diversas circunstancias, especialmente artísticas e intelectuales, y espantosa por otras, específicamente en cuanto a lo político y lo social.

En esta obra de dualidad ficción-no ficción, hay un punto que, para la autora, pareciera haberse detenido en el tiempo para pasar a convertirse en la génesis de la historia que nos relata. María Eugenia, vestida de la niña que fue en aquellos 60, impregna a su obra del tono literario y se atribuye un nombre ficticio y sonoro: Paloma.

Y Paloma se refiere a ese punto detenido, flotando en la memoria: la calurosa siesta del 22 de enero de 1963 cuando dos policías del Departamento de Investigaciones, Gervasio Servián y Eleuterio Alcorta, a bordo de la Caperucita Roja, la camioneta de terrorífico recuerdo, llegaron al domicilio familiar del doctor Garay para detenerlo.

Ese hecho dispara la dinámica de la obra con un juego de analepsis y prolepsis que alimenta el contexto histórico de los hechos que rodean al doctor Garay y las injusticias cometidas en su contra.

El episodio del arresto de su padre es la parte literaria más intensa del libro de María Eugenia (o Paloma). En ella sobrevuela su prosa poética envuelta en la mirada de la niña Paloma. Para tomar distancia y no naufragar en las emociones propias de un recuerdo tan doloroso, la autora acude a una narradora externa:

Aquella calurosa siesta de enero de 1963, Paloma sintió que la soledad se le había echado encima instalándose definitivamente en los laberintos de su memoria, hasta ese entonces poblados de duendes fantásticos y hadas traslúcidas. Y entonces se juró a sí misma que algún día contaría esa historia. A partir de allí, comenzó a guardar en un lugar muy especial de sus recuerdos aquellos hechos. Y tiempo después buscó los periódicos y revistas de esa época, que hablaban sobre aquel tema, y fue compilando los recortes cuidadosamente en una caja vacía de zapatos.

Pero aun tratando de mantener la frialdad de una narradora no involucrada en la historia intrínseca, es imposible no ceder a la emoción del momento tras la detención de su padre y la angustia que eso le produjo.

El pequeño jardín pareció estremecerse, las baldosas desteñidas del viejo corredor se negaron a escuchar el estridente sonido, el viento se detuvo como si percibiera algo, las hojas de los arbustos permanecieron en vilo; por un instante todo quedó como suspendido, flotando en una atmósfera sin tiempo.

En aquellos años, que fueran a buscar a un individuo en la camioneta colorada significaba por sí mismo algo de temer. Nadie podía sustraerse al pavor que provocaba ver a su pariente, amigo, esposo, esposa, hijo, hija o vecino ser subido a empellones a aquel vehículo apocalíptico.

La historia particular en la historia general

La historia relatada por María Eugenia Garay, la historia de su padre, se inicia con claves propias de una novela, de un texto de ficción pura. La autora toma la figura del pyrague Gervasio Servián y construye a su alrededor una relación que lo llevará a convertirse en personaje conductor del hilo narrativo que se va desenrollando hasta empalmar con el hecho real de la detención del doctor Garay, tras haber partido de la ficción del policía señalado.

En este pasaje hay un vigoroso juego de alusiones históricas nutridas de datos e informes fehacientes para pasar constantemente a lo imaginario. Un reto para un lector activo.

El libro tiene la consistencia de lo memorativo. En primer lugar, de la memoria del doctor Garay y las peripecias que pasó durante el stronismo. En segundo término, de la descripción del stronismo mismo, con la presencia constante del terror, de la sinrazón de las torturas, de la insania de las persecuciones políticas aun a personas inocentes que no podían haber constituido ningún peligro para el régimen. Pero se sabe que las tiranías deben castigar, aunque no haya culpa.

Aquí reviven las andanzas del ministro del Interior Édgar L. Insfrán, quien inventaba atentados para justificar persecuciones masivas a opositores. Este fue el hombre que estructuró la sistematicidad de la represión dictatorial. La prueba más canallesca es el asesinato del cadete Benítez, ocurrido en mazmorras policiales y atribuido luego arteramente al capitán Napoleón Ortigoza y otros oficiales militares.

La descripción de aquellas mazmorras y la narración de distintos casos de presos, degradados totalmente como humanos por el martirio al que los sometían, son dolorosas, pero absolutamente necesarias para que las nuevas generaciones conozcan casi de primera mano lo que fue aquello.

El doctor Garay

El doctor César Garay, hijo de nada menos que el legendario conductor de la victoria de Yrendagüe, general Eugenio Alejandrino Garay, fue una personalidad prestigiosa y respetada en su tiempo. Hombre de espíritu libre, no se sometió a los mandatos del stronismo ni aun siendo ministro de ese gobierno

Su libertad y su capacidad para pensar por sí mismo le cerraron varias puertas cuando volvió de Santiago de Chile, donde ofició de embajador paraguayo hasta que Felipe Molas López, quien tras un golpe palaciego asumió la presidencia provisional de la República el 27 de febrero de 1949, lo destituyó en el mes de abril de ese año. Entonces quedó varado en la capital del país trasandino, pues no le enviaron ni su sueldo ni recursos para su traslado de vuelta, y necesitó ayuda para retornar al Paraguay con su familia.

Aquí fue recibido como un enemigo de la nueva situación, fue perseguido y debió marchar al exilio. Cuando advino Stroessner, en 1954, parecía que se abriría el panorama para una convivencia más institucionalizada. Fue ministro de Justicia y Trabajo hasta que no soportó las presiones para callar afrentas ominosas del gobierno contra los trabajadores. Y se fue del gobierno. Esto lo pagaría bien caro con la prisión y los tormentos que eso suponía al quedar completamente aislado de la familia. Y sin posibilidad de trabajar y ganarse el sustento para mantener a su esposa y a sus cuatro hijos pequeños.

La gente nos eludía, como si fuéramos portadores de un mal contagioso. Daban vuelta la cabeza para no saludarnos, pretendían no conocernos si casualmente nos cruzábamos en la calle.

Esta era una situación típica de aquellos años. No pagaba solo el perseguido, las más de las veces injustamente, sino también pagaba toda la familia. El refugio que le brindaron los abuelos maternos hizo posible que la familia no se desmoronara por completo.

Pero el doctor Garay, como hombre justo que fue, tuvo su reivindicación, y la vida le recompensó con el respeto de sus compatriotas todo lo que había sufrido por tener la dignidad de no someterse a la ignominia.

Falleció poco antes de la caída del régimen de Stroessner. Su figura había crecido tanto que el stronismo ya no osó “meterse” con él. Por fin pudo dedicarse al derecho como él quería, a su cátedra y a escribir sus libros científicos de gran nivel académico.

Este libro de María Eugenia Garay nos hunde en el terror de un tiempo, pero también nos enrostra la gran lección de dignidad de su padre, que en medio de las dificultades, de las persecuciones y las amenazas, supo sobreponerse al despotismo y vivir según sus principios.

Con Vidas robadas, estas memorias de amor y de terror que debemos asimilar como una dura pero ineludible lección histórica, María Eugenia Garay rinde un homenaje a su padre y, al mismo tiempo, a quienes resistieron con dignidad e integridad a un régimen que jamás pudo con personalidades de entereza ciudadana y solvencia moral cualidades ambas que distinguieron, sin duda alguna, al admirable doctor César Garay.

 

 

 

 

 

 

VIDAS ROBADAS

(Hacer click sobre la imagen)



 

Fuente: Revista Dominical de ABC Color (Online)

Páginas: 14 al 17

www.abc.com.py

Domingo, 18 de Diciembre de 2022

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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