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RENÉE FERRER

  UN SIGLO DE EXPANSIÓN COLONIZADORA. 2008 - NÚCLEO POBLACIONAL ESTABLECIDO EN TORNO A LA VILLA REAL DE LA CONCEPCIÓN - Por RENÉE FERRER


UN SIGLO DE EXPANSIÓN COLONIZADORA. 2008 - NÚCLEO POBLACIONAL ESTABLECIDO EN TORNO A LA VILLA REAL DE LA CONCEPCIÓN - Por RENÉE FERRER

UN SIGLO DE EXPANSIÓN COLONIZADORA

( Núcleo poblacional establecido en torno a la Villa Real

De la Concepción. Origen y Desarrollo Socio-Económico)

Por RENÉE FERRER

Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica (CEADUC)

Biblioteca de Estudios Paraguayos – Volumen 70

Colección Bicentenario

Asunción-Paraguay 2008

 

 

PRÓLOGO DE LA PRIMERA EDICIÓN

Fragmentarios e inconexos han sido los esfuerzos por hacer historia regional en el Paraguay. El atractivo y la comodidad que de siempre ha ofrecido la capital, Asunción, fueron quizá algunos de los motivos del involuntario descuido en que han caído; en nuestra historiografía, los estudios relacionados con las diversas zonas en que el territorio del Paraguay fuera dividido desde los tiempos de la conquista.

El libro "UN SIGLO DE EXPANSIÓN COLONIZADORA" de Renée Ferrer de Arréllaga es un intento serio por romper el desequilibrio entre la metrópoli y las tierras del interior, para desentrañar y revalorizar el pasado de un hábitat -el del Norte- íntimamente ligado al decurso histórico del Paraguay. Y este afán de poner en presente un esfuerzo que no ha dejado de ser, tiene mayor razón cuando otras culturas como el actual Guaira, el Ñeembucú e Itapúa todavía esperar una pesquisa global, en lo político, social y económico, de los archivos de la colonia, para develar sus muchas incógnitas.

Los orígenes de la Villa Real de la Concepción, más recientes en el tiempo que los de otros pueblos y ciudades del Paraguay, están entroncados en el concepto de soberanía, impuesto como valladar a las pretensiones de la corona de Portugal. Fundada el 31 de mayo de 1773 por iniciativa del gobernador de la provincia, Agustín Fernando de Pinedo, el asentamiento de la futura población motivó las primeras discrepancias entre los miembros de la expedición que partió de Asunción aguas arriba. Para Pinedo, como indica Renée Ferrer de Arréllaga. la villa "jamás florecería" si no se acercaba a las minas portuguesas, "para participar de sus utilidades o descubrir otras minas y cuando menos embarazando el progreso de nuevos asentamientos de los lusitanos". Se impuso, finalmente, el criterio de la seguridad, y la villa fue establecida más al Sur, aunque siempre como escudo protector de la provincia del Paraguay frente al fuerte de Coímbra y la población de Albuquerque, ambos de origen portugués. "La Villa Real de la Concepción, escribe la autora, cumplió de cualquier manera su doble función de antemural contra la presión portuguesa y agente de pacificación de los indios mbayaes. Pero es indudable que si se hubiera fundado en el lugar preconizado por el gobernador Pinedo, muchas tierras se hubieran ganado para la provincia del Paraguay y la Corona de España".

No solamente la corona de Portugal pretendía avanzar o conservar aquel territorio fértil aunque inhóspito. La lucha con sus antiguos moradores, los indios mbayá, prosiguió inclusive en tiempos de José Gaspar de Francia y Carlos Antonio López. Desalojados de sus viejos asentamientos, la guerra entre mestizos y aborígenes no se dio tregua. Aquéllos eran hombres desarraigados de las zonas de Pirayú, Cordillera y Asunción -como revela el libro- y tuvieron que cargar, en sus comienzos, con el abandono a que los sometió Asunción, a pesar de las donaciones de tierra, con que se hizo la colonización del territorio aledaño a Concepción, y que le dio una ocupación económica más o menos estable.

La explotación yerbatera se convirtió en su principal renglón productivo. A éste le siguió la ganadería y, más tarde, el comercio general con los mismos portugueses, de donde arrancaría muchas décadas después el fluido tráfico, ya en tiempos de la independencia, con el Brasil. Pero los inicios de la villa, señala Renée Ferrer de Arréllaga, fueron de extremada pobreza. "Diez años después de establecida, afirma, las viviendas estaban reducidas a 'taperas', la población había mermado considerablemente" y los ochenta vecinos "estaban completamente endeudados con los beneficiadores de la yerba".

 La emancipación de la provincia no trajo un inmediato alivio a los males provenientes de tan lejos. Pero el 15 de febrero de 1812 Concepción se convirtió en villa por disposición de la Junta Superior Gubernativa, "con todas las preeminencias, distinciones y prerrogativas que corresponden a las demás villas". Con el correr de los años, ella emularía a Asunción como "madre de ciudades", cooperando con varios intentos fundacionales.

La guerra de 1864-1870 llegó a Concepción con menos rigor que en los lugares donde los campos de cultivo se transformaron en campos de batalla. A su término, fue la ciudad más floreciente del país. A comienzos del siglo XX Concepción tenía diarios y periódicos propios, así como una importante actividad cultural y un rico comercio de verba con el Brasil. Los beneficios del progreso material llegaron a ella muchas veces sin pasar por Asunción. Cuando en 1932 se produjo una nueva guerra internacional, por el Chaco, el Norte fue la zona de mayor aporte y desangre de toda la República. Su posición la había convertido, como fue pretensión de sus fundadores, en una barrera infranqueable para el adversario de allende sus fronteras.

En los días que corren, Concepción levanta un puente de unión física con el territorio del Chaco, aporte éste que le dará una posición geopolítica muy provechosa para la interconexión de ambos océanos, vía carretera, enlazando a la vez importantes regiones del Brasil, el Paraguay, Chile e indirectamente Bolivia. Las fronteras Oeste del Paraguay, a espaldas de las cuales ha vivido casi siempre el país, podrán encontrar así un renovado impulso.

Quizá nada de esto, por lo menos en estos términos, habría sido previsto por los pioneros que arraigaron los primeros signos de vida en el Norte en 1773. Poco importa que así no haya sido, pues la dinámica de la época dio a Concepción sus características definidas.

Con el soporte de más de 700 citas documentales, Renée Ferrer de Arréllaga ha sintetizado una referencia vigorosa sobre un periodo notable de nuestro pasado. Sus páginas conservan, a pesar de la época abordada, la frescura de las descripciones de la vida cotidiana del Paraguay de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX; remarcan el nacimiento de una comunidad que, alejada de la capital y huérfana a menudo de su asistencia material, debió vérselas sola -como ocurrió con la misma Asunción en tiempos de la colonia- y sola preservar su identidad. Creemos que el libro es un parámetro útil para comprender, dos siglos después, cómo nacieron y crecieron las comunidades del Norte, y cómo sus hijos alcanzaron, ya a mitad de camino, los propósitos trazados por Fernando de Pinedo en 1773.

 

 

ALFREDO M. SEIFERHELD

 

 

 

 

 

PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN

 

Los pueblos cazadores y recolectores que, por ser tales, viven el nomadismo, transmiten en forma oral los conocimientos, las habilidades, las técnicas,   las creencias, los rituales religiosos, la ética social y personal, y todos los contenidos propios del grupo; aquellos contenidos que permiten reflexionar sobre su posición en la marcha histórica de la humanidad y colocarse en un preciso marco socio-cultural para definir y redefinir continuamente su identidad. La transmisión se realiza por la viva voz de los abuelos/as a sus hijos/as y a sus nietos/as.

Un pueblo está siempre en proceso de cambio cultural ya sea por dinamismo interno, ya por contacto con otras culturas y sociedades. En efecto, las sociedades que, por cualquier motivo, se relacionan entre sí, inician un proceso de intercambio que modifica sus módulos culturales, a veces en forma simétrica y equilibrada, a veces en forma asimétrica, como es el caso de los pueblos más débiles en contacto con sociedades más fuertes y con pretensiones dominadoras.

Es en el contacto con lo más débiles donde se ha introducido el concepto de sociedades sin historia o sociedades frías como las llama el célebre antropólogo Claude Levy-Strauss. Es evidente que no existen sociedades sin historia porque siempre existe la transmisión oral; pero, en el caso de los cazadores y recolectores, al faltar asentamientos y construcciones, tecnologías o escrituras comunicacionales resistentes al tiempo, se ha pretendido borrar esos pueblos del mapa geopolítico. Simplemente se ha declarado que esos pueblos no han existido.

Los grandes relatos y las narraciones de los pueblos, a través de la capacidad inventiva del lenguaje, generan siempre nuevas situaciones y articulan el ser, el pensar y el actuar del mismo pueblo. De aquí surgen un pensamiento y un actuar utópicos que crean y recrean conciencia crítica, que crean y recrean nuevas utopías cada vez más cercanas. En este itinerario, la historia, en su sentido más amplio, es como la luz y la brújula que agiliza el andar por los laberintos y las oscuridades de la vida cotidianas.

Por ello es necesario explorar y refrescar la memoria del pasado, con un esfuerzo permanente de conocer cada vez más qué sucedió, qué se pensó, qué se creyó, qué se construyó antes de nosotros para poder ir acumulando conocimientos. La introducción de la comunicación escrita ha traído a la humanidad saltos cualitativos porque los conocimientos se iban sumando y permitían y permiten tener una base sólida para poder avanzar.

En el presente trabajo, minuciosa y brillantemente preparado por Renée Ferrer, se ofrece un precioso instrumento para refrescar la memoria de los orígenes de Concepción  una ciudad que es lo que es porque ha sido lo que ha sido. Y para saber lo que será o lo que podría ser, necesitamos conocer lo que los historiadores han investigado de su pasado y lo que los cientistas sociales nos dicen del presente. Con estas dos miradas, hacia el pasado y hacia el presente podremos rigurosamente planificar un futuro realista.

El CEADUC se complace y se siente honrado de presentar la segunda edición de este volumen en la Colección "Segundo Centenario". Consideramos de gran importancia ofrecer a los ciudadanos trabajos serios sobre nuestros origines, con el deseo de que, al cumplirse los doscientos años de la independencia en 2011, podamos disponer de análisis histórico-críticos aptos para orientar y guiar intelectuales, docentes, políticos, economistas y, por ende, todo ciudadano por la sendas de una renovada convivencia. Se acrecentará así el sentido de pertenencia a un Estado pluriétnico y pluricultural, donde las diversidades se armonicen para generar un inédito y sorprendente mosaico.

 

JOSÉ ZANARDINI

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

Los motivos que inducen a escribir sobre un tema determinado son a veces fortuitos. Nada más cierto con relación al presente trabajo, cuya idea nació luego de encontrar en el Archivo Nacional de Asunción un Censo de Población, ordenado por el presidente Carlos Antonio López. Se procedió en este caso de lo particular a lo general; de las cifras muertas al estudio socio-económico de toda la zona norte del país; de un año específico, 1846, en que se levantaron los padrones, a las disputas de España y Portugal por la línea demarcatoria entre sus colonias y los orígenes de la Villa Real de la Concepción.

Nada más fascinante que hurgar las razones de una determinada composición demográfica, y llegar sin habérselo propuesto ab initio a desentrañar la historia oculta y palpitante de toda una región, es más, de todo un conglomerado humano cuyo destino estuvo profundamente ligado a ella.

El motivo de la elección fue la categoría de primer departamento de la república que tiene el área estudiada, y la esperanza de completar alguna vez un mosaico de estudios socio-económicos que nos dé la visión global de lo que fue la vida del pueblo paraguayo durante esos años.

La historia, para que nos hable, debe estar viva; para que sea inteligible debe palpitar, y ese latido nos lleva a comprobar hechos muy concretos. En este caso podemos afirmar con abundantes pruebas documentales que la Villa Real de la Concepción, por su ubicación geográfica, fue el principal baluarte de la defensa de la integridad territorial contra las perennes pretensiones portuguesas y los ataques mbayaes; por esa misma posición fue la llamada a contribuir a la formación de una cadena de fortines sobre el río Apa, al sostenimiento del Fuerte Borbón y la colonia Tevegó; cumplió además el papel de proveedora de tropas para las guarniciones fronterizas y ganado para su mantenimiento; constituyó sin lugar a dudas el primer intento criollo de reconquista de las tierras situadas al norte del río Manduvirá, que habían sido tomadas por los indios mbayaes cuando transmigraron a la región Oriental. En el aspecto económico, la Villa Real de la Concepción fue uno de los principales centros de atracción del grupo ocupacional yerbatero y núcleo centrífugo de la colonización estanciera de la zona norteña del país.

Para llegar a estas conclusiones nos hemos valido sobre todo de documentos existentes en el Archivo Nacional de Asunción y de alguna bibliografía relacionada con el tema.

La consulta de este material nos llevó a conocer los aspectos resaltantes de la existencia de la Villa Real de la Concepción y los factores adversos a los cuales fue sometida a lo largo de toda su existencia. Surgió así la historia viva de una población heroica.

Mi intención no es decir la última palabra sobre el tema, sino abrir una puerta que sirva de punto de partida hacia el conocimiento profundo de la historia social del Paraguay, rescatando el pasado dinámico de nuestras poblaciones rurales.

RENÉE FERRER

 

 

 

 

ÍNDICE

 

Prólogo/  Introducción

Orígenes

Proyecto de fundación de una villa al norte del Río Apa:  Antecedentes/ Expedición del Gobernador Agustín Fernando de Pinedo por el río Paraguay y fundación de la Villa peal de la Concepción/ Primeros pobladores de la Villa Real de la Concepción/ Lista de los primeros pobladores de la Villa Real de la Concepción/ Los primeros repartimientos de terrenos

Desarrollo socio-económico del núcleo concepcionero

Area vecinal/  Grupos ocupacionales: Beneficios de yerba - Explotación ganadera/ Comercio con los portugueses/ Factores adversos: Situación de la Villa Real de la Concepción Presencia mbayá-chané en la región concepcionera/ Relaciones entre los criollos y los indígenas/ Composición de la población del núcleo concepcionero en el año 1846

Aspectos políticas

Autoridades/  Creación del Cabildo/  Defensa de la frontera: Dificultades en la demarcación de las fronteras entre la Provincia del Paraguay y el Brasil - Relaciones con los portugueses -  Fundación de fortines sobre los ríos Paraguay y Apa -  Fundación de la colonia Tevegó/ Balance de ochenta años de  existencia/ Mapa de Félix de Azara

Índice de citas documentales y bibliográficas:

  1. Orígenes
  2. Desarrollo socio-económica del núcleo concepcionero
  3. Aspectos políticos

Abreviaturas/  Bibliografía.

 

 

UN SIGLO DE EXPANSIÓN COLONIZADORA

RENÉE FERRER

 

ASPECTOS POLÍTICOS

 

AUTORIDADES

 

         La Villa Real de la Concepción se manejó desde su fundación como una Comandancia Militar.

         Inicialmente estuvo al frente de la misma un Comandante de Armas1, el cual podía ser "propietario" o "interino", según fuese designado por el propio Gobernador o estuviese reemplazando temporalmente al primero.2

         El Comandante tenía a su cargo el mando militar de la Villa y su distrito,3 las expediciones punitivas contra los indios y la vigilancia y defensa de la frontera;4 como Sub-delegado de la Real Hacienda, ya después de la creación del Régimen de Intendencias, tenía facultad privativa en el reparto de solares para casas y terrenos para chacras y estancias:5 y como Juez Político estaba a cargo de la administración de justicia,6 es decir que concentraba en sus manos funciones políticas, administrativas, militares y judiciales.

         En 1795, luego que se intensificó la colonización de la zona, el aumento de la población exigió el nombramiento de un Segundo Comandante para secundar al primero.7

         De cualquier manera, esta concentración de poder resultaba ineficaz y con el tiempo se hizo imperiosa la necesidad de establecer tres o cuatro Jueces Comisionados, pues "en toda la extensión de terreno del Distrito de la Villa Real no hay más Juez que el Comandante". "Los Habitantes del Pays viven separados a grandes distancias los unos de los otros", lo que dificultaba aún más la tarea de control de la población. Ni aún en los partidos, que eran las subdivisiones territoriales de los pueblos de campaña, había alguien que tuviera el carácter oficial para tomar providencias en "la cosa más pequeña" "de donde se sigue, que a la sombra de la distancia y la impunidad se aumentan los vicios y la ociosidad", de modo que era de absoluta necesidad establecer funcionarios subalternos aunque más no fuera en clase de Jueces celadores que persigan a los ociosos, los hagan cultivar la tierra, prenden a un peón fugitivo, sin necesidad de que su arpo camine veintiocho o treinta leguas para sacar una orden" de la máxima autoridad de la Villa.8

         La urgente necesidad de diversificar las funciones del Comandante obligó al Gobierno a establecer Jueces Comisionados, cuya tarea inicial fue el reclutamiento de las milicias urbanas, la cual se fue ampliando con el tiempo hasta abarcar funciones judiciales, policiales y administrativas.

         Completaba el cuerpo de autoridades de la Villa un Alcalde Ordinario que intervenía en la administración de justicia, antes de La creación del Cabildo que tuvo lugar tan solo en 1812.10

         La proliferación de los fortines sobre los ríos Paraguay y Apa y las dificultades de entendimiento entre los Comandantes de los mismos determinó la creación del cargo de "Comandante en Jefe de Villa Real y su frontera", cuya autoridad estaba por encima de los Comandantes de Armas de la Villa Concepción, Ycuamandiyú, Quarepotí y los Fuertes Bordón y San Carlos,11 siendo su función primordial armonizar las relaciones de los comandantes subalternos y unificar el gobierno de la zona.

         En 1806 la Villa Concepción contaba además con un Diputado de Comercio12, llamado también Juez Diputado del Real Consulado de Buenos Aires, encargado de los asuntos mercantiles13, el cual fue suprimido en 1812, cuando se creó el Cabildo de la Villa, pasando a ejercer sus funciones el Alcalde de Primer Voto.13a

         Dicho cargo creó innumerables conflictos entre el Diputado de Comercio y el Comandante de la Villa porque éste se tomaba atribuciones en asuntos mercantiles, que eran privativas del primero.14

         En la época de Francia la autoridad suprema de la Villa Concepción estaba ejercida por un Delegado de Gobierno, cuyas funciones eran políticas, civiles, económicas, policiales y militares.15 El Delegado era el propio tiempo el Comandante de la Villa, y como tal debía mantener la justicia, juzgar los delitos simples correccionales, ejercer funciones de reconciliador, además de mantener el control policial de la población por medio de los celadores.16 Por supuesto el Delegado era el principal ejecutor de las órdenes de Francia y su más directo agente de información.17

         Al lado del Delegado o Comandante ejercía la autoridad el Juez Comisionado, cuyas funciones consistían en hacer cumplir los bandos del gobierno, fomentar la agricultura, establecer escuelas, vigilar la moral pública por medio de la persecución de "vagos, jugadores y mal entretenidos"; fallar en demandas de hasta cincuenta pesos, instruir sumarios en causas criminales, apresar a los reos, y otorgar codicilos, poderes y testamentos.18

         Existía además un Comandante de Urbanos cuya función era meramente militar, quien se ocupaba principalmente del reclutamiento de los vecinos para la formación de las compañías urbanas,19 de las cuales había una en cada partido comandada por un Teniente o Capitán. Los milicianos no formaban un cuerpo militar propiamente; no usaban uniforme, no se reunían a hacer ejercicios castrenses sino esporádicamente, ni se les pasaba revista, pero cumplían una función fundamental cubriendo las guardias y puestos de la frontera por períodos que oscilaban desde ocho días hasta dos meses. Este servicio era cumplido por los mismos hombres varias veces al año a su costa y sin goce de sueldo. Las milicias urbanas cumplían también funciones secundarias, tales como las de ordenanzas de los comandantes, agentes de policía y peones de las obras públicas .20

         Es de destacar que la colonización de la zona concepcionera se vio ampliamente sostenida por el esfuerzo mancomunado y constante de los vecinos milicianos que formaban las compañías urbanas. Sin el aporte material y humano de la población civil poco es lo que se hubiera logrado, pues la defensa de la frontera y el sostenimiento de las estancias dependían estrechamente de la colaboración del sector privado.

         Entre los Jueces Comisionados y los Comandantes y Oficiales de Urbanos existieron, por lo general, conflictos de autoridad. Los moradores de la Villa, por "ignorancia o por malicia" se quejaban a los Comandantes y Oficiales de las disposiciones de los Jueces Comisionados para que asumieran su defensa, lo que provocaba violentas protestas por parte de los Jueces, a tal punto que Francia ordenó a los Comandantes de Urbanos y Oficiales de Campaña que se limitaran a dejar actuar a los vecinos sin intervenir en su defensa y que no apoyasen "la repugnancia de algunos a cumplir las determinaciones de los Jueces Comisionados".21

         Los celadores o agentes subalternos de policía eran funcionarios menores que secundaban al Comandante en sus funciones policiales.22 A cargo de los mismos corrían las rondas nocturnas, la vigilancia, de las reuniones sociales y el control de la vagancia.23

         Completaban el cuadro de autoridades de la Villa los receptores fiscales, encargados de la percepción de los impuestos,24 y los Tenientes Curas que desempeñaban las funciones eclesiásticas.25

 

         CREACIÓN DEL CABILDO

 

         La Villa Real de la Concepción, no obstante su nombre, no tuvo categoría de Villa hasta 1812.

         En 1810 los vecinos de la misma solicitaron al gobierno colonial la concesión del villazgo, invocando una Cédula Real del 21 de enero de 1777, aprobatoria de la fundación y otra del lº de febrero de 1784; donde se ordenaba al Virrey de Buenos Aires conceder el villazgo a todas las poblaciones de la Provincia levantadas con arreglo a las Leyes de Indias.

         Este pedido fue reiterado por el vecindario ante la Junta Superior Gubernativa, una vez independizada la Provincia, cuando las acechanzas portuguesas hicieron más necesaria que nunca dicha elevación.

         El 15 de febrero de 1812, en consideración a las Cédulas mencionadas, la Junta Superior Gubernativa elevó la población de Concepción a la categoría de Villa "con todas las preeminencias, distinciones y prerrogativas, que corresponden, a las demás Villas" "libre del pago de media annata y otros derechos", con el privilegio de usar escudo de armas y gozar de "todas las Honras... que conceden las Leyes a las de esta clase".

         Desde entonces se le concedió a la Villa Concepción el derecho de participación y voto en los Congresos Nacionales y se dispuso la erección del Cabildo, compuesto por dos Alcaldes electivos anualmente, cuatro Regidores vitalicios, un Síndico Procurador, dos Alcaldes Provinciales de la Santa Hermandad y un Escribano Público.

         La Junta Superior Gubernativa se reservó el derecho al primer nombramiento y ordenó que "se presenten en la Comandancia todos los Capitanes, Oficiales (en ejercicio) y retirados, los demás naturales y (pobladores) siendo Patricios, a proponer por votación 20 sujetos para elegir de entre ellos los cabildantes". Luego de estructurados los Estatutos Municipales, se ordenó la formación de un Libro Capitular y se dispuso el empadronamiento de todos los vecinos como era habitual en estos casos26.

         El Vocal Fernando de la Mora, que estuvo a cargo de la expedición al Fuerte Borbón, fue el portador de estas instrucciones y el encargado de la apertura del Cabildo.

         De esta manera se estableció el cuerpo capitular en Concepción con autoridad sobre la Villa y su jurisdicción, la cual quedó limitada en esta ocasión: al sur por el río Ypané, al norte por el río Apa, al oeste por el río Paraguay y al este por el Igatimí, "hasta tanto se erija otra Población o Villa dentro de esta basta dilatacion"27

         El Cabildo de la Villa Concepción siguió funcionando hasta que fue suprimido por el Doctor Francia en 1824, junto con los demás cabildos existentes.28 Desde esta fecha la Villa no gozó ya de ninguna prerrogativa especial con respecto a los demás pueblos de origen español.29

 

 

DEFENSA DE LA FRONTERA

 

Dificultades en la demarcación de las fronteras entre la provincia del

Paraguay y el Brasil

 

         La reseña de las dificultades demarcatorias entre la Provincia del Paraguay y el Brasil sintetiza la historia de la penetración portuguesa en terrenos que evidentemente no le pertenecían y su posterior legalización. Hecha esta salvedad daremos una visión de la lucha emprendida por el demarcador español Félix de Azara tendiente a conseguir que las usurpaciones portuguesas perjudicaran lo menos posible a la Provincia del Paraguay, destacando que la existencia de la Villa Real de la Concepción, ubicada al norte del río Ypané, salvó gran parte de la integridad territorial de la que luego sería República del Paraguay.

         La controversia entre España y Portugal con relación a las fronteras de sus colonias americanas no fue solucionada concluyentemente por los Tratados de 1750 y 1777, debido a la dificultad en establecer una correcta demarcación.

         El Tratado preliminar de límites firmado en San Ildefonso en 1777 fijó, como línea fronteriza entre la Provincia del Paraguay y el Brasil, la barrera natural formada por el río Paraná desde el río Yguazú, el río Ygurey, el río Corrientes, y el río Paraguay hasta la boca del Jaurú, repitiendo lo estipulado en el Tratado de 1750.

         En apariencia el convenio era lo suficientemente explícito en cuanto a los ríos que debían considerarse limítrofes, pero llegado el momento de la demarcación se suscitaron los primeros problemas cuando se intentó reconocer sobre el terreno los ríos Ygurey y Corrientes, pues no había ninguno que respondiese exactamente a esos nombres.

         El Artículo IX del Tratado de 1777 decía que la línea demarcatoria "Desde la boca ó entrada del Ygurey seguirá la raya aguas arriba de éste hasta su origen principal; y desde él se tirará una línea recta por lo más alto del terreno con arreglo a lo pactado en el Art. VI (del Tratado de 1750) hasta hallar la cabecera o vertiente principal del río más vecino a dicha línea, que desagüe en el Paraguay por su ribera oriental que tal vez será el que llaman Corrientes".30

         Se percibe en este artículo la primera ambigüedad del tratado sobre la identidad correcta del río cuyas cabeceras principales estaban unidas con el Ygurey, pues se refiere al mismo como un río "que tal vez será el que llaman Corrientes".

         Según el mapa de Lastarría, Secretario del Virrey Aviles, la controversia del río Ygurey era el río Mbotetey, donde estuvo asentada la antigua Xerez.31

         "En este mapa Lastarría reproduce las tres líneas de límites que sintetizaban las aspiraciones y divergencias de las dos coronas".32 Ellas eran: 1º) La línea que identificaba los ríos Ygurey y Corrientes con el Yaguarey y el Mbotetey, la cual dejaba para España la región comprendida entre la desembocadura del río Ypané hasta el río Mbotetey o Miranda, y aseguraba la Conexión de la Provincia del Paraguay con Los Chiquitos,33 a través del camino empleado desde Juan de Ayolas basta Francisco de Vergara para unir Asunción con el Alto Perú.34 Era ésta la tesis más favorable a los intereses de la corona de España y la más legítima, si se hubieran tenido en cuenta para fundamentar derechos, los primitivos establecimientos españoles. 2°) La segunda línea mencionada por Lastarría era la formada por los ríos Ygatimí e Ypané que había sido reconocida por la Instrucción del 6 de julio de 1778, la cual satisfacía ampliamente las expectativas portuguesas.35 Esta Instrucción, vejatoria para los propios intereses españoles, respondía al espíritu del Tratado de 1750, que había sido anulado ya en esa época.36 La elección de los ríos Igatimí e Ypané se basó en la información de José Custodió de Sá e Farías, que negaba la existencia de los ríos Ygurey y Corrientes y proponía la selección de otros conocidos para determinar los límites.37 3°) Entre estas dos posiciones extremas Lastarría marca como tercera posibilidad la línea del río Apa, la cual fue considerada inaceptable por ambas coronas.38 El motivo fundamental de la discordia era la existencia del cerro Pan de Azúcar, situado al norte del río Apa, a los 21° 11" que por su posición geográfica constituía el asiento ideal para una guardia que tuviese a su cargo el control de la navegación del río Paraguay. El dominio del cerro equivalía a la libre utilización de esa importante arteria fluvial, esencial tanto a portugueses como a españoles.39

         Félix de Azara, a quien le debemos el norte de nuestro territorio nacional, protestó enérgicamente contra la Instrucción de 1778 que identificaba el río Igatimí con el Ygurey y el Ypané con el río Corrientes.40 Afirmaba el demarcador español que si se aceptaba esta interpretación se arruinaría la Provincia del Paraguay "pues no solo se cedía a Portugal algunos pueblos antiguos de indios y españoles, (Belén y Villa Concepción) sino también los mejores campos del país, y los mejores minerales o beneficios de yerba del Paraguay.41

         En 1783 los portugueses pretendieron identificar el río Ygurey con el arroyo Garey, ubicado a siete leguas abajo de los Saltos del Guaira, cuya vertiente más cercana era el río Jejuí. Azara no aceptó esta tesis que sería más perjudicial aún para los derechos territoriales de la Provincia del Paraguay.41a Asimismo argumentó insistentemente contra la idea de tomar el río Ygatimí como límite,42 pero estaba dispuesto a aceptarlo en último caso, con la condición de que luego se siguiera la línea demarcatoria por lo más alto de la cordillera de Mbaracayú hasta el río Yaguari o Yagüarey, y se buscase una vertiente que baje al río Paraguay" ya sea por el río Corrientes, por el Blanco ó el Guachié o Guasarapo... según el grado que tenga su cabecera principal... más inmediata a la del río Yaguari.''43

         El Gobernador Joaquín de Alós se opuso tenazmente a que se aceptase el río Igatimí como límite aunque fuese parcialmente.44 Sus protestas resultaron fructíferas pues Azara llegó finalmente a la conclusión de que el Ygurey no era otro que el Yaguari o Yaguarei, denominado también Ivinheima o Monice, cuya contra vertiente, el Mbotetey, cumplía el requisito de desembocar en el río Paraguay a una latitud inferior a la del trópico, según lo exigía el Tratado.45

         Pero la situación de ese momento hacía difícil la aceptación del Mbotetey como límite. Perdidas las tierras al norte del río Ypané en virtud de la Instrucción de 1778, el demarcador español debió luchar denodadamente para conseguir extender la frontera del Paraguay tan al norte como fuese posible, pero sin perder de vista la realidad creada por el nefasto documento.

         El tratado estipulaba que debía quedar un espacio neutral entre las posesiones de ambas coronas, a fin de liquidar el contrabando. Teniendo en cuenta esta cláusula Azara reivindicó para España las tierras de los mbayaes comprendidas entre los ríos Paraguay e Ypané, el paralelo 22° o 21° 1/2 y la Cordillera de Mbaracayú, debiendo buscar otro río más al norte que marcase el espacio neutral. Basaba su criterio en numerosos actos de posesión por parte de la corona española: en primer lugar la cesión de las tierras de los mbayaes a la Reducción de Belén, hecha por los Gobernadores Jaime de Saint Just y su sucesor Martínez Fontes, poco después de su fundación acaecida en 1760;46 luego el establecimiento en 1769 de la Reducción de Nuestra Señora del Refugio de Egilechigó hacia el Itapucú-guazú en la latitud 21º 10' al norte del río Apa, y varias otras llevadas a cabo por los franciscanos en tierras de los mbayaes; y por último la aprobación del Rey a la fundación hecha en 1773 de la Villa Real de la Concepción al norte del río Ypane,47
la cual debió establecerse mucho más arriba, en las cercanías de los Fuertes de Coimbra y Albuquerque,48 si se hubiera tenido en cuenta el criterio del Gobernador Pinedo, que pretendía de este modo no solo asegurar la posesión de dichas tierras para España, sino establecer una base de conexión con el Alto Perú.

         Estos hechos probaron acabadamente que la ocupación española al norte del río Ypané era efectiva. Teniendo en cuenta dichos antecedentes, Azara solicitó las tierras de los mbayaes para España, pero el Virrey Marqués de bótelo le contestó que se limitase a buscar el río que cubriendo los pueblos y yerbales al norte del Ypané, pudiera servir de límite entre ambas coronas, sin que mediase terreno neutral alguno.49

         El demarcador español no tuvo otra alternativa que acatar las órdenes del Virrey y se dedicó a buscar el río factible de ser identificado con el río Corrientes, al norte de la Villa Real de la Concepción.

         Si bien el Aquidabán era el primer río que podía servir de límite cubriendo las posesiones españolas, si se hubiese respetado la miopía del Virrey, Azara afirmó que había otro que desembocaba en el río Paraguay a los 22º 4', cerca de los cerros de Itapucú mí, llamado "Appa por los inbayaes",50 que "podría ser el Corrientes". El verbo utilizado denota claramente la incertidumbre inicial en que se encontraba el propio demarcador sobré la identificación de dicho río.

         Las dudas en cuanto a la localización del río Corrientes fueron comunes a portugueses y españoles. Las tuvo Félix de Azara y las tuvieron los Gobernadores españoles. El propio Gobernador Joaquín de Alós manifestó las suyas al Virrey Arredondo en una carta del 19 de diciembre de 1794, donde le dice que no sabía con certeza a que río se le dio ese nombre y que la única razón para identificar el río Corrientes con el Apa es que los demarcadores en sus mapas indicaron el río que desemboca en el Paraguay a los 22°como "un río que parece el Corrientes". Según el Gobernador Alós no existía otro fundamento para que se diese tal nombre al río conocido como Apa.31

         Como queda dicho Azara tampoco tuvo inicialmente una certeza absoluta sobre la identidad del río Corrientes. En su oficio del 24 de Agosto de (1794) al Gobernador Alós expresa "la duda de que el Río Corrientes sirva de límite, y si tal vez alguno otro más al norte", e incita al citado Gobernador "a fijar el establecimiento mandado (Fuerte de San Carlos) pasado el referido Corrientes adelantándose a las cercanías del que fuese lindero". Posteriormente en carta al mismo Gobernador del 17 de marzo de 1795 le censura "el que se haya colocado dicho establecimiento según le han informado en la orilla al sur del mismo Río Corrientes; como un hecho manifiestamente contrario a los

tratados, si la línea ba por el",52 puesto que estaba prohibido fundar fortines sobre las márgenes de los ríos limítrofes.

         Por los documentos citados antecedentemente se puede constatar que la duda de Azara no se limitaba a la identidad del río Corrientes, sino también a la propia factibilidad de que dicho Corrientes pudiera servir de límite entre las dos colonias. Nótese el empleo del si condicional en el documento antes citado.

         Documentos del Dr. Francia nos hablan también de la hesitación original de Félix de Azara. Alegaba el Dictador que si bien inicialmente el límite quedó dudoso dejándose un espacio neutral entre los ríos Apa y Mbotetey, luego "con mejores conocimientos de lo interior de esas Costas y Parages se estimó que la divisoria natural que correspondía era el Río Blanco que desagua en el Río Paraguay por su ribera Oriental como una legua poco más o menos de nuestro Fuerte Olympo".53

         Félix de Azara establece su criterio definitivo en un mapa denominado "Descripción Geográfica de la Frontera q corre desde la Ribera Occidental del Río Paraná, hasta mas abaxo de la unión del Río Guaporé con el Memoré", adjunto a un informe del Virrey Marqués de Aviles al Gobernador de los Chiquitos de fecha 9 de abril de 1800, que obra actualmente en el Archivo de Indias y cuya copia se incluye en este trabajo.54

         En este mapa el Capitán Félix de Azara clarifica de la siguiente forma la hidrografía de la zona en cuestión. En primer lugar marca el río Apa; al norte del mismo indica otro río con la leyenda "R. que se cree sea Corrientes", y aún más al norte fija un tercer río con el nombre de Tareyry, que desemboca en el río Paraguay cerca del Fuerte Rorbón, el cual une con línea de puntos al río Yaguarey, especificando que "la línea de puntos de Carmín denota la Divisoria con arreglo al Tratado Preliminar de Límites de 11 d. Octubre del año de 1777".55 El territorio comprendido al sur del río Tareyry y el Yaguary, cuyas contra vertientes están muy próximas, es denominado naturalmente Provincia del Paraguay. Nótese que el demarcador escribe la palabra Provincia inmediatamente debajo de los ríos mencionados y más arriba tanto del río Apa como del "río que se cree el Corrientes", de modo que queda ampliamente demostrado que Félix de Azara finalmente no aceptó el río Apa como límite entre el Paraguay y el Brasil.

         Si bien la demarcación no quedó debidamente efectuada por la ausencia de los demarcadores portugueses, hay que reconocer en honor a la verdad que la insistencia del Capitán Félix de Azara en identificar correctamente los ríos limítrofes, tuvo como consecuencia la anulación, en 1793, de la Real Instrucción del 6 de julio de 1778 que había comprimido la frontera del Paraguay hasta los ríos Igatimí e Ypané, rehabilitando los ríos Yaguarey y Corrientes, tal como lo mandaba el Tratado de San Ildefonso.56

         Para juzgar la magnitud de la obra del Capitán Félix de Azara hay que ubicarse en el momento histórico que vivían las colonias. Cedidas ya a Portugal las tierras al norte del río Ypané por la nefasta Instrucción del 6 de julio de 1778, con riesgo de que esta mutilación se extendiera hasta el río Jejuí, Azara consiguió mediante su denodada defensa de los intereses de España la anulación de la misma y la ampliación efectiva de los límites del Paraguay hasta el paralelo 22° 4' por lo menos, sentando además las bases de sus derechos hasta el río Blanco. Prueba de su criterio es el mapa donde detalla claramente los límites entre nuestro país y el Brasil, incluido al final del presente estudio.

 

         RELACIONES CON LOS PORTUGUESES

 

         El establecimiento del Fuerte de Coimbra y la población de Albuquerque también estaba en contra de lo estipulado en el Tratado de San Ildefonso, que asignaba a España el dominio perpetuo de la costa occidental del río Paraguay y su libre navegación hasta la boca del río Jauru.

         Estos presidios eran de suma importancia para los portugueses pues aseguraban su navegación a Cuyabá, favoreciendo el dominio portugués sobre la Provincia de los Chiquitos, con grave riesgo para las poblaciones hispana;58 y entorpecían a su vez la comunicación de los españoles con los Chiquitos y el Itatín.

         Los portugueses justificaban dichas usurpaciones alegando que eran anteriores al Tratado de 1777 y necesarias para impedir la fuga de esclavos e indios de sus pueblos, ubicados en la orilla oriental del río Paraguay. Afirmaban también que dichos fuertes eran indispensables para evitar la extracción clandestina de oro de Cuyabá y asegurar sus flotas contra los ataques de los indios infieles. Pero Azara denunciaba estas razones como totalmente falsas,59 e insistía en la necesidad de desalojarlos de Coímbra y Albuquerque. Además, destacaba la importancia de fundar presidios y poblaciones de españoles "para observar y contener de cerca a los Portugueses en la paz, y atacarlos en tiempo de guerra."60

         Las prédicas de Félix de Azara dieron sus frutos. Por una Real Orden del 11 de Junio de 1791 y otra del 13 de Octubre del mismo año, el Rey mandó establecer guardias y Puestos de Tropa a fin de contener la expansión de los lusitanos.61

         Obedeciendo estas órdenes el Gobernador Joaquín de Alós mandó fundar el Fuerte de Borbón en 1792 sobre la orilla occidental del río Paraguay,62 y posteriormente se estableció San Carlos en la margen izquierda del río Apa.

         Los esfuerzos de Azara no resolvieron, sin embargo, acabadamente el problema fronterizo. Los portugueses no dejaban de presionar hacia el sur, en tanto la soldadesca española apetecía los campos de Coímbra. Informaba el Comandante José de Espínola en 1797 que "si acaso no fuesen tierras destinadas a los Lusitanos" muchos soldados desearían "poblarlas mudando la guardia del Apa en la toldería de los indios (mbayaes) por la comodidad del río y Campañas".63

         No obstante la presión de la tropa, los gobernadores españoles mantuvieron la política de no traspasar el río Apa y obraron en consecuencia impidiendo la expansión de la masa pobladora, lo que le valió en definitiva al Paraguay la pérdida del territorio comprendido entre los ríos Apa y Blanco, éste, si bien fue reivindicado insistentemente por el Dr. Francia y los López, ya no pudo ser recuperado por falta de una ocupación efectiva.

         En 1801 los portugueses levantaron una nueva población sobre el río Blanco y cuatro guardias entre ella y los establecimientos anteriores,64 y por supuesto insistían en considerar el Apa como línea demarcatoria. Así lo atestiguan las declaraciones del Gobernador de Matto Grosso cuando afirma "que las partidas de gente armada que corren la campaña hasta nuestra frontera, no tienen más objeto qe el de embarazar las incursiones de los mismos Barbaros, y qe nosotros no pasamos el río Apa, por ser esto contrario a lo estipulado en los tratados".65

         El propio Gobernador Lázaro de Ribera compartió este criterio, y cuando tuvo lugar la reedificación del Fuerte de San Carlos ordenó que era "necesario situar el nuevo Fuerte de San Carlos dentro de nuestros límites, edificando (lo) del lado de acá del citado Apa, así como está el viejo"… "para no dar lugar a requerimientos y fundadas quejas de los Portugueses".66

         El punto de vista de algunos gobernadores españoles sobre la frontera norte fue nefasto para el Paraguay, pues se abandonó todo intento de colonización más allá del río Apa.

         El juego de la política entre España y Portugal arrastró a las colonias a conflagraciones que ejercieron tan solo influencia negativa sobre la seguridad de las zonas fronterizas.

         En 1801 el rey de España declaró la guerra a Portugal y ordenó la defensa de sus dominios mediante la acción ofensiva contra el enemigo, prohibiendo además todo comercio, trato y comunicación entre españoles y portugueses.67 Siguiendo estas instrucciones se reforzó el Fuerte Borbón,68 y el Gobernador Lázaro de Ribera comandó una expedición contra Coímbra,69 secundado por el Capitán Juan Manuel Gamarra y José Montiel, ambos importantes vecinos y militares de la Villa Concepción.70

         En enero de 1802, una vez concertada la paz cesaron las hostilidades abiertas;71 el Comandante de Coímbra hizo retirar sus tropas, dejando tan solo las dotaciones indispensables para mantener sujetos a los indios.      Pero este receso fue temporal y de ningún modo marcó el abandono de las pretensiones portuguesas. Por el contrario, al año siguiente se concluyó el nuevo Fuerte de Coímbra y se le confirió a Miranda la categoría de villa,73 lo que indica claramente el fortalecimiento de sus posiciones.

         Como respuesta a esta intensificación de las fuerzas de la vecina colonia fueron aumentadas las dotaciones de los fuertes Borbón y San Carlos, además el vecindario de la Villa Concepción, incluyendo a los peones yerbateros, fue alertado nuevamente sobre la necesidad de acudir en defensa de la frontera en caso de un ataque portugués.74

         Una vez restablecida la paz, el Gobernador Ribera se abstuvo de atacar Coímbra y Miranda,75 pero la Villa Concepción siguió prestando su concurso activo para la defensa del país por medio de la movilización de sus tropas fronterizas,76 el aporte ininterrumpido de los colonos estancieros, y la intercepción de los lusitanos que intentaban introducirse a la Provincia por el Fuerte Borbón.77

         Luego de la revolución independentista se produjo una gran concentración de tropas en Miranda y Guachié con miras a invadir el Paraguay por tierra y por agua, no bien se recibiera la orden del General de Matto Grosso. Contribuyeron a esta movilización las noticias divulgadas por el Coronel Pedro Gracia, Comandante de la Villa de San Pedro de Ycuamandiyú, que se retiró a los establecimientos portugueses "sin licencia del gobierno", al tener noticias de la revolución. Los rumores de que Asunción estaba sujeta a la Junta Superior de Buenos Aires provocó el temor de una invasión desde el Brasil contra los fortines fronterizos. El Comandante Gracia, por su parte, pidió a las autoridades portuguesas un auxilio de quinientos hombres para tomar las Villas de Concepción e Ycuamandiyú. "Ambas importantes para Portugal". Este pedido de auxilio fue denegado por el General de Matto Grosso, quien era partidario de que se "procurase la paz y la unión con los españoles fronterizos y en los casos de ser invadidos defender únicamente lo puesto".78

         En el período colonial tanto españoles como lusitanos trataron de mantener la paz evitando las agresiones directas, pero sin dejar de codiciar la zona que se extendía al norte del río Apa.79

         Una vez independizada la Provincia, la Junta Superior Gubernativa asumió asimismo una actitud defensiva. No obstante se recomendó al Comandante de Borbón una estrecha vigilancia de la frontera, pues el "establecimiento en el Guachié después de la creación de Borbón", el refuerzo de Coímbra y Miranda y el traslado a estos fuertes de numerosas familias colonas, no dejaban lugar a dudas sobre las intenciones de los vecinos. El paso a la Villa Concepción fue prohibido nuevamente sobre la base del Tratado de 1777, que reglamentó la libertad de navegación del río Paraguay hasta el Apa para los portugueses y el Jaurú para los españoles.80

         Pero los tratados en ese tiempo eran letra muerta. En 1812 el Fuerte Borbón fue atacado por los caduveos y la guarnición se vió obligada a refugiarse temporalmente en Peña Hermosa." Los mbayaes aprovecharon esta circunstancia para asaltar la Villa y los valles aledaños, retirándose por Borbón cuando ya estaba ocupado por los portugueses.82 Desde Asunción se organizó una expedición al mando del Vocal Fernando de la Mora83 con la misión de restablecerlo,84 para la cual contribuyeron los particulares y el Cabildo de Asunción con un donativo de los Propios de la ciudad.85

         La Junta Superior Gubernativa encomendó entretanto al Comandante de la Villa Concepción Juan Manuel Gamarra negociara la restitución del Fuerte con el Tte. Cnel. Antonio José Rodríguez, que lo había tomado por orden del Comandante General de Matto Grosso. Gamarra comunicó a Rodríguez que el desalojo se debió al intenso asedio de los mbayaes y la extrema escasez de carne y vestuario para la tropa,86 siendo por lo tanto dicho abandono de carácter provisorio. El Comandante de la Villa Concepción consiguió mediante sus buenos oficios la entrega de Borbón al Capitán de Ejército Juan Francisco Echagüe, con el consiguiente retiro de las tropas portuguesas.87

         El Vocal Fernando de la Mora, una vez en Concepción, aconsejó el abandono del Fuerte Borbón y su traslado definitivo a Peña Hermosa, en vista de las dificultades que entrañaba su permanencia, pero el Cabildo de Asunción desestimó esta petición, aduciendo que el desalojo del fuerte facilitaría el paso de los mbayaes y guanás del Chaco a la Región Oriental y el avance de las poblaciones portuguesas. Varias fueron las sugerencias del Cabildo para lograr una mayor defensa de la frontera luego del incidente del Fte. Borbón: por un lado aconsejó se levantara otra fortificación más pequeña en la isla de Peña Hermosa y se mantuviera el Fuerte Borbón en su enclave habitual;88 por otro dispuso solicitar a los portugueses el retiro del armamento adicional de Coímbra y Guachié; propuso además la intercepción del río Paraguay para evitar la introducción de víveres a Coímbra desde Cuyabá, Albuquerque y Guachié, lo que provocaría el desalojo de aquella sin necesidad de una acción armada; e hizo hincapié en la importancia de fundar villas en las costas del río Apa con los mulatos de Tabapy que habían pedido recientemente su traslado.89

         Mientras algunos de estos planes se pusieron en ejecución la Villa Concepción se erigió como era habitual en la defensora indiscutible de la frontera norte.

         Con el advenimiento de Francia al poder comienza la reivindicación sistemática de los límites de la República más allá del río Apa. Afirmaba el Dictador que "Por la parte oriental del río Paraguay corresponde dar por límite el río Blanco, que desagua un poco más arriba de nuestro Fuerte Olimpo, y por la banda Occidental el río Jaurú...".90 Continúa diciendo el Dictador que el mismo Comisario de la Demarcación don Félix de Azara "a su vuelta a Europa en los Planos impresos, que hizo publicar, señaló por límite provisorio entre el Paraguay y el Brasil el expresado río Blanco...".91

         El Doctor Francia también se mantuvo firme en sus reivindicaciones en lo que al Chaco se refiere. En 1820 informaba al Comandante de Concepción que "El Presidio de Coímbra, como los demás establecimientos que tiene(n) los portugueses del lado del Chaco hasta el Jaurú, están conocida y notoriamente en territorio que no es de ellos sino de nuestra pertenencia". Y continuaba expresando "Al principio se pusieron en Coímbra con permiso... que consiguieron para poner allí una mera guardia o Vigía interna y provisional, para celar e impedir que los Payaguas fuesen a robar y hacer daño a sus fortificaciones de Cuyabá; pero los portugueses se fueron allí fortificando y afirmando su establecimiento así como en Albuquerque".92 "Por consecuencia los expresados establecimientos de Coímbra y Albuquerque deben en justicia evacuarse, pues esos lugares de ningún modo ni por ningún título pertenecen al Brasil".93

         El Doctor Francia fue siempre muy explícito con respecto a nuestros límites cuando instruía a los comandantes de frontera sobre nuestros derechos. En 1818 llegó a prohibir toda comunicación y comercio por el norte sin orden expresa del gobierno y al año siguiente ordenó el cierre definitivo de la frontera93a basándose en la falta de reconocimiento de la independencia, la connivencia con las depredaciones mbayaes y la infiltración de informes sobre la defensa a través de estos comerciantes.

         No obstante las protestas de Francia, los portugueses seguían su avance avasallador. En 1824 traspusieron el río Apa obligando al Dictador a reiterar su prohibición de paso. Francia concentró sus energías en la defensa efectiva del río Apa, por haberse constituido en la última y verdadera Frontera" poblada, desde que los portugueses incursionaban al norte del mismo.94

         El Dictador defendió no solamente las fronteras del Paraguay sino también sus intereses económicos. Reclamó al Cónsul Correa da Cámara la suma de cien mil pesos fuertes por daños y perjuicios en compensación por los robos cometidos en las estancias por los portugueses y sus amigos mbayaes, quienes actuaban en complicidad con los Comandantes de Coímbra y Miranda.95 Francia afirmaba que con lo robado en la frontera norte se habían fundado tres estancias populosas llamadas del Rey; dos en Miranda y otra en Albuquerque, además de varias estancias particulares.96 Tras estas reclamaciones el gobierno de Río de Janeiro ordenó a las autoridades de Cuyabá el cese de las depredaciones, pero estas órdenes no fueron acatadas.97

         En vista de esta actitud el Dictador reiteró la prohibición de "paso", corroborando que "El Gobierno no ha franqueado permiso, para que los portugueses puedan internarse en la República por ese lado, estando aún pendientes las reclamaciones y quejas de parte del Paraguay así sobre límites, como sobre los inmensos robos y perjuicios causados por los indios con el auxilio de armas y municiones de los Portugueses", y les advirtió que si continuaban hostilizando al Paraguay por medio de los indios, éste haría lo propio.98

         Carlos Antonio López siguió oponiendo resistencia al avance portugués, el que en 1844 llegó hasta el Aquidabanigui, a pesar de la vigilancia de los "pasos" tradicionales.99

         En 1847 Juan Andrés Gelly, nombrado Encargado de Negocios ante el Imperio del Brasil, propuso un tratado de límites por el cual se reconocería como línea divisoria el río Negro en la margen derecha del río Paraguay, toda vez que se aceptara como límite el río Blanco, en la margen izquierda, si bien se dejaba neutral el territorio comprendido entre el Blanco y el Apa. Este proyecto no fue considerado por el gobierno de Río de Janeiro,100 pero tuvo nefastas consecuencias para nuestro país, pues fue la primera renuncia explícita del territorio comprendido entre los ríos Negro y Jaurú, la cual se hizo efectiva posteriormente en el terreno legal. Estos territorios ciertamente estaban perdidos ya desde el establecimiento de Coímbra y Albuquerque. Lo que Carlos Antonio López propuso realmente era legalizar con un tratado lo que ya estaba consumado en la práctica, a fin de preservar para el Paraguay la zona comprendida entre los ríos Apa y Blanco, que aún no había sido ocupada efectivamente por los portugueses. Lamentablemente la proposición de neutralidad del territorio aludido debilitó el sostenimiento de los derechos del Paraguay sobre el mismo.

         Luego del fracaso de este intento de solución, los brasileños intensificaron la presión sobre la frontera norte, la cual se mantuvo en forma ininterrumpida. Entre los años 1850 y 1855 recrudecieron los ataques a los fuertes de San Carlos, Estrella o Apatuyá,101 Bella Vista,102 y Arrecife,103 ubicados sobre el río Apa.

         En 1855, ante la posibilidad de una invasión general, López ordenó el retiro de las guarniciones apostadas a la izquierda del Apa y su movilización hacia el Campamento de Bella Vista, ubicado más al sur; así como el traslado de las familias colonas y el ganado de las estancias particulares y del Estado de la zona fronteriza hacia la margen izquierda del río Ypané.104

         Como podemos observar el peligro del avance portugués se hallaba en su apogeo. Ante esta circunstancia, nada nueva por cierto, la Villa Concepción continuó siendo la proveedora indiscutible de los fortines fronterizos y la barrera defensiva más efectiva de la zona norte del país.

 

         FUNDACIÓN DE FORTINES SOBRE LOS RÍOS PARAGUAY Y APA

 

         La principal medida defensiva adoptada con posterioridad a la fundación de la Villa Real de la Concepción fue el establecimiento de fortines y presidios sobre los ríos Paraguay y Apa.

         Dos establecimientos se fundaron para cumplir con las Reales Ordenanzas del 11 de junio y 13 de octubre de 1791, que mandaban establecer "guardias o Puestos de Tropa" a fin de contener la expansión portuguesa: el Fuerte Borbón y el Fuerte de San Carlos del Río Apa.105

         El Fuerte Borbón fue fundado por José Antonio Zavala y Delgadillo, por orden del Gobernador Joaquín de Alós, en el año 1792. Estaba ubicado sobre la ribera occidental del río Paraguay a ciento noventa leguas de Asunción,106 sobre el Cerro Tres Hermanos.107 La tropa ordinaria, a cargo de un Comandante nombrado por el Gobernador, no pasaba de cuarenta plazas, la cual debía relevarse anualmente con las milicias del país.108 Con ella se vigilaban tres puntos específicos: "la estrechura del río Apa", al este; "el vacío de la costa del río Paraguay" al oeste, y "el cerro Tres Hermanos" al sur-oeste,109 y se trataba de entorpecer el acceso del enemigo mbayá o portugués hacia la zona concepcionera a través del río Paraguay.

         Si bien el Fuerte Borbón no impedía la entrada de los mbayaes hacia los valles aledaños a la villa "era el único apoyo de la seguridad en el norte ".110

         Como ya dijimos en 1812 Borbón fue atacado por los mbayá-caduveos y su guarnición se refugió temporalmente en Peña Hermosa.111 Este abandono fue aprovechado por los portugueses para ocupar el fortín y por los mbayaes para atacar la Villa Concepción y los valles de su jurisdicción.112

         La Junta Superior Gubernativa ordenó una expedición al mando del Vocal Fernando de la Mora para recuperarlo,113 pero entre tanto la Villa Concepción cumplió su función ininterrumpida de bastión del norte. Su Comandante Juan Manuel Gamarra negoció la restitución de Borbón, y el mismo fue devuelto por los portugueses al Capitán Juan Francisco Echague, como se dijo anteriormente.114 Nuevamente la Villa se manifestó en esta ocasión como el nervio motor de la defensa de la frontera norte.

         La importancia del Fuerte Borbón para el mantenimiento de la seguridad concepcionera, sin embargo, no puede negarse y así lo entendió el Cabildo, cuando desestimó la petición de desalojo definitivo por parte del Vocal de la Mora. Las razones aducidas por el cuerpo capitular eran atendibles puesto que el abandono del fortín facilitaría el adelanto de las poblaciones brasileñas.115

         Por otra parte, el territorio al sur del río Apa fue tenaz e ininterrumpidamente defendido por los gobernadores españoles, la Junta Superior Gubernativa, el doctor Francia y Carlos Antonio López, mediante el establecimiento de piquetes y fortines acordonados en toda su extensión, y la posterior colonización de la zona.

         Estos fortines fueron nutridos casi en su totalidad con tropa miliciana proveniente de la Villa Concepción, así como sus guarniciones mantenidas con el ganado de las estancias concepcioneras, constituyendo la Villa el centro de distribución de armas, municiones y vestuario.

         El primer establecimiento sobre el río Apa, mandado fundar de acuerdo a la Real Orden del 11 de junio de 1791 se materializó en 1794 con el nombre de Fuerte de San Carlos del Río Apa,116 bajo el gobierno del Gobernador Joaquín de Alós.

         Inicialmente fue una simple estacada ubicada en la margen meridional del río, sostenida igual que Borbón por cuenta de la Real Hacienda.117

         El Fuerte de San Carlos estuvo ubicado inicialmente en un lugar bajo y pantanoso, nocivo para la salud, donde además escaseaban los pastos y barrenos para el ganado. Debido a su situación inadecuada el Gobernador Lázaro de Ribera ordenó su traslado a un "lugar más ventajoso", dentro de los límites de España, en la margen izquierda del río Apa, "así como está el viejo" "para no dar lugar a requerimientos y fundadas quejas de los portugueses". Desde su nuevo enclave San Carlos prosiguió su labor defensiva, siempre con el concurso de la Villa Concepción....

         La política de acordonar el río Apa, iniciada con la fundación del Fuerte de San Carlos, continuó posteriormente. El propio rey reiteró su orden de "construir Fuertes en lo más abandonado de la frontera para contener los designios ambiciosos de los portugueses".119

         En 1800 se encargó al Coronel José de Espínola el establecimiento de dos guardias.120 Al año siguiente Juan Manuel Gamarra fue comisionado para establecer una de ellas, mucho más arriba del Fuerte de Insaurralde,121 con el objetivo de interceptar la entrada de mbayaes y portugueses que hostilizaban las estancias y beneficios de yerba, 122 y posibilitar el poblamiento de unas doscientas mercedes reales de tierra concedidas, que se mantenían desocupadas debido a los peligros mencionados.123 Pero este establecimiento no se verificó formalmente sino años después por falta de fondos, levantándose en esa oportunidad tan sólo una estacada que fue destruida al poco tiempo por los mbayaes.124 El mismo año se construyó la Fortaleza de San José del río Apa, con idéntico propósito defensivo. 125

         En 1803 se ordenó al Comandante Espínola la reedificación del Fuerte de San Carlos en un lugar más conveniente y el establecimiento de un fortín en la parte superior del Apa, para cubrir la fortaleza de la Villa y los yerbales, en el lugar de la antigua estacada destruida.126

         La obra de reedificación de San Carlos y el levantamiento del nuevo fortín recibieron el auxilio de los vecinos de la Villa Concepción como era costumbre desde el momento mismo de su fundación.127

         Debido a la sangría continua de hombres y animales que representaba el sostenimiento de los fortines de la frontera la Villa estaba exhausta. Su Comandante se opuso tenazmente a este nuevo auxilio alegando la extrema pobreza del vecindario y el atraso que la saca de brazos representaba para las familias colonas. Pero el Gobernador se mantuvo firme en sus exigencias, considerando que los vecinos de la misma tenían "más obligación de servir" en este emprendimiento debido a las ventajas que dichos establecimientos les reportarían. En consecuencia ordenó el alistamiento de sesenta voluntarios para cubrir la frontera durante         los trabajos de reedificación.128

         El Fuerte de San Carlos en su nuevo emplazamiento sufrió las alternativas de la conducta amistosa o agresiva de los indios, con la consiguiente inseguridad que esto implicaba para su guarnición y el propio vecindario de la Villa. Los mbayaes merodearon continuamente las cercanías de San Carlos robando el ganado de la zona circundante,129 hasta que el 23 de diciembre de 1850 este sufrió un ataque conjunto de portugueses y mbayaes.

         Hasta ese momento San Carlos había tenido supremacía sobre los demás fortines fronterizos, ejerciendo la Comandancia del Río Apa, pero luego de este acontecimiento se ganó el descrédito ante el gobierno y Carlos Antonio López le retiró el privilegio de comandar fuerte alguno.130

         A lo largo de toda la historia independiente se siguió utilizando el establecimiento de fortines sobre el río Apa como medida prioritaria de la política reivindicadora de la integridad territorial y barrera defensiva de campos y poblados.

         En 1811 la Junta Superior Gubernativa mandó levantar un piquete de avanzada en las inmediaciones del Apa, "en la banda meridional en la antigua ubicación de San Carlos", o en la estancia más cercana al río, sobre el camino frecuentado por los portugueses de Miranda.131 El propósito de este fuerte era: evitar el tránsito de indios, portugueses y españoles dedicados al contrabando, cuyo movimiento favorecía el abigeato en las estancias de la Villa Concepción; ejercer la vigilancia de los caminos, impidiendo la libre comunicación con el Fuerte de Miranda; entorpecer el paso de los portugueses a las estancias cercanas a la frontera; aprender a los españoles que transitaban sin pasaporte hacia las posesiones portuguesas132 y recibir los pliegos enviados por los Comandantes de Coímbra y Miranda, impidiendo de este modo la introducción de sus portadores hasta la Villa Concepción. La reacción brasileña ante esta fundación no se hizo esperar, pues al poco tiempo levantaron un piquete similar en la parte septentrional del río Apa.133

         Siguiendo la misma política defensiva se fundó en 1813 la colonia Tevegó, de cuyo establecimiento hablaremos posteriormente.

         Fue en la época de Carlos Antonio López cuando el río Apa fue defendido con una nutrida serie de fortines y se intentó llegar a un acuerdo con el Brasil para extender la frontera hasta el río Blanco. Esta propuesta no fue aceptada en Río de Janeiro, revitalizando por el contrario la rivalidad por la zona en litigio.

         En 1841 la situación de la Villa Concepción continuaba siendo deplorable, persistiendo la inseguridad habitual. Su Comandante solicitó el acordonamiento del río Apa con cinco fortines, una fuerza armada y una guardia de cien hombres para que fuese posible repoblar las estancias, incentivar el decaído comercio de la yerba y escarmentar a los indios,134 vigilando de paso las propiedades rurales y auxiliando las Villas del Rosario, San Pedro y la propia Concepción.

         En respuesta a esta solicitud el 22 de mayo de 184     el gobierno ordenó la fundación de cuatro fortines en los puntos principales de la frontera, denominados: Apatuyá, Gavilancué, Ybyruguá y Apadesgracia.136 Cada guarnición contaba con cien hombres entre lanceros, tiradores y oficiales,137 reclutados en las tres Villas norteñas, además de los reos y "vagos sin tierra" desperdigados por el país que fueron enviados al efecto.138

         Los piquetes del interior se trasladaron gradualmente a los nuevos fortines, y sus tropas fueron eximidas del acuartelamiento en Asunción "con cargo de atender a más de sus respectivas fronteras el servicio de los establecimientos del Norte y el reparó de las nuevas poblaciones".139

         De esta época datan las leyes sobre entrega de tierras en enfiteusis en la zona norte, que favorecieron el traslado de los desarraigados y revitalizaron la colonización. 140 El gobierno para dar una mayor seguridad al área complementó el establecimiento de estos fortines con el otorgamiento de tierras a los nuevos colonos. De este modo intentaba conseguir una población estable en la misma frontera.

         En 1850 las fundaciones fronterizas recibieron nuevo impulso. De esta fecha datan los Fuertes de Rinconada; Bellavista,141 Observación, Estrella o Apatuyá y Confluencia, además de algunos piquetes intermedios.142

         Ese mismo año arreciaron los ataques conjuntos de mbayaes y brasileños a los fortines Bellavista, San Carlos, Estrella, Ybyruguá y Apadesgracia. Algunos fortines fueron evacuados,143 y el ganado de la frontera tuvo que ser nuevamente trasladado a la estancia del Estado llamada Observación. Las guarniciones se redujeron, pero se intensificó la vigilancia en ambas márgenes del río.144 No obstante estas prevenciones los mbayaes de Miranda invadieron Arrecife ante la impasibilidad de los Comandantes.145

         Obedeciendo siempre a la necesidad defensiva se fundaron entre 1852 y 1854 el Fuerte de Itaquí, encargado de proteger la Estancia del Estado de Bellavista y el espacio desierto entre los Arroyos Hermoso y Quiensabe,146 el Fuerte Quiensabe,147 y el Fuerte de Tarumá, ubicado entre el Fuerte Bellavista y la serranía de Tacurupitá.148

         Estos establecimientos se hicieron todos con el auxilio de los vecinos de la Villa Concepción, la que seguía sosteniendo la defensa con sus hombres y el ganado de sus estancias,149 como en los primeros tiempos de su existencia.

         Posteriormente se reedificó Confluencia150 y se fundó Tacurupitá, con indios y mestizos oriundos del pueblo de Belén.151

         Las Villas de Concepción y de San Pedro proveyeron los hombres necesarios para establecer los campamentos militares de Bellavista152 y Purutuepitá,153 de donde se movilizaron en adelante las tropas que defendían la frontera y se reclutaba el peonaje necesario para las estancias del estado de Bellavista y Observación.154 Estas medidas no impidieron, sin embargo, que los brasileños volvieran a atacar Arrecife en 1855 y siguieran presionando a fin de traspasar la frontera del Apa.155

         De qué manera se comportó la Villa Concepción durante la guerra de la Triple Alianza escapa al objeto de este estudio, pero podemos afirmar que desde su fundación hasta el año 1855 proveyó ininterrumpidamente el material humano para la defensa y la mayor parte de la manutención de las tropas que velaron por la integridad territorial del Paraguay.

 

         FUNDACIÓN DE LA COLONIA TEVEGÓ

 

         Uno de los emprendimientos más importantes para sostener la defensa del norte fue la fundación de la colonia Tevegó. Su establecimiento fue ordenado por la junta Superior Gubernativa en enero de 1813, y llevado a cabo con las familias pardas que componían la numerosa parcialidad de Tabapy.156

         La fundación de una colonia más al norte de la Villa Concepción había sido aconsejada por el Cabildo asunceño luego de la ocupación y reconquista del Fuerte Borbón.157 Como los pardos de la estancia Tabapy habían solicitado un año antes "salir a fundamentarse en el Pueblo de Añagatí, correspondiente al Pueblo de Indios de Itá, o en otro que se les proporcione",158 el Cabildo de Asunción y la Junta Superior Gubernativa decidieron enviarlos a establecer una colonia hacia la frontera norte.159

         Se eligió para el establecimiento el paraje de Tevegó ubicado entre la Villa Concepción y el río Apa, sobre la costa del río Paraguay, a ciento veinte leguas de Asunción en el antiguo emplazamiento de la reducción de guaraná terenoés, llamado Nuestra Señora de Revelación. La función primordial de Tevegó fue "el resguardo de la Villa Concepción y la pacificación de la frontera", asolada en ese momento con bastante recrudecimiento por los mbayaes y angaité-sanapanás, que tenían establecido el Puerto Michí en la margen izquierda del río Paraguay.160

         La colonia se inició con cuarenta colonos, quienes edificaron las casas-habitaciones para las familias que fueron enviadas posteriormente. Los primeros pobladores se mantuvieron con los productos de las chacras dejadas por los indios guanás y el ganado vacuno y caballar de los mbayaes-chanés belenistas. A pesar de que los documentos informan que los individuos de Tabapy se "resignaron gustosos y voluntarios" al traslado, marchando con "buena voluntad", una vez establecida la colonia hubo numerosas deserciones y gran descontento entre la población.161 Esta resistencia a permanecer en la colonia se debió a las condiciones imperantes en la misma: la inseguridad extrema motivada por los ataques indígenas, el aislamiento de la aldea y la escasez de víveres, ropa y armas para una defensa apropiada.162

         Ante las noticias desastrosas provenientes de Tevegó los pardos de Tabapy mostraron su resistencia al traslado a la nueva colonia. Posiblemente debido a esta renuencia el doctor Francia principió el envío de criminales como pobladores, a quienes se les conmutaba la pena de muerte, prisión o azotes por el confinamiento temporal o perpetuo en la colonia, que se convirtió de esta forma en el receptáculo de la escoria de la población del país.163

         En 1816, cuando aminoró un tanto la hostilidad de los indios el Dictador ordenó el envío a Tevegó de las familias restantes de Tabapy.164

         Inicialmente la población de Tevegó contó con doscientos cuatro pardos y cincuenta y cinco milicianos,165 pero a los tres años se relevó la tropa, sustituyéndola por diez y ocho urbanos procedentes de la Villa Concepción. Los pardos de la colonia, bajo el mando de estos urbanos, fueron divididos en grupos o "partidas" que servían en los piquetes durante un mes, período que fue extendido posteriormente ante la necesidad de prevenir los asaltos sorpresivos de los indios.166

         La zona de Tevegó era inhóspita, cenagosa y escasamente poblada. Sus habitantes vegetaban en la desidia, esperanzados en la ración de carne que el gobierno les proveyó hasta 1816. En esa fecha, en vista de su holgazanería, se les redujo dicha ración a dos reses destinadas a los párvulos y enfermos. En su antigua comunidad de Tabapy, estos pardos no recibían ración alguna porque trabajaban para la comunidad del Convento de los Dominicos en pago del terreno en que vivían, pero una vez trasladados a Tevegó, se volvieron indolentes, confiados en la manutención estatal. Además, los robos de ganado perpetrados por los mbayaes contribuyeron al gran decaimiento de la colonia y mermaron la moral de sus habitantes.167

         En 1817 la situación general empeoró nuevamente y Francia ordenó el retiro de los peones yerbateros de la zona norteña y el envío de indios o pardos libres de Tevegó en lugar de criollos para trabajar en los yerbales. Esta circunstancia acrecentó el debilitamiento de la colonia.168

         Tevegó fue destruida finalmente por los mbayaes y despoblada en 1823, pues a la amenaza indígena se sumaron la incapacidad de las autoridades y la ineficacia de la tropa para defender a la población, "Asaltada, cautivada y asesinada" continuamente.

         Desmantelada la colonia y quemadas las rancherías, las familias pardas bajaron a establecerse en la Villa Concepción. Fueron distribuidas por orden de Francia en los partidos y la campaña de la Villa, ya sea en viviendas separadas, si tenían capacidad económica para construirlas, o "agregadas" a las casas de los vecinos de la Villa si eran insolventes.169

         Hubo entre la Villa Concepción y la colonia Tevegó una interacción de apoyo y defensa. La Villa aportó innumerables auxilios a la colonia y ésta a su vez, sirvió de barrera defensiva hasta que su permanencia se hizo insostenible.

         La Villa Concepción siguió decayendo y la necesidad de repoblar la zona norte obligó al gobierno consular de Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso a ordenar la repoblación de la colonia de pardos de "Estevegó" o "Tevegó", que se llevó a cabo en 1842 con el nombre de Villa del Divino Salvador. Esta vez se la ubicó a cien leguas de Asunción y veinte de la Villa Concepción, siempre sobre la margen oriental del río Paraguay.170

         La refundación estuvo a cargo de una expedición de ciento tres pardos e indios, acompañados de numerosa tropa. Al poco tiempo la colonia recibió un nuevo flujo de pardos de Tabapy e indios provenientes de los pueblos sujetos al régimen de las comunidades.

         En esta ocasión fueron enviados tres tipos de colonos: familias pardas relativamente bien constituidas; soldados encargados de la defensa y personas de dudosa condición moral, tales como ladrones, asesinos y mujeres de mala vida.171

         La Villa del Divino Salvador tuvo un crecimiento inicial relativamente elevado, pero decayó posteriormente a causa de la inseguridad habitual reinante en la frontera.

         De cualquier manera, pese a su declinación fue un bastión que se mantuvo firme en defensa del territorio nacional, secundando la labor de la Villa Concepción en cuanto a colonización y defensa se refiere.

 

         BALANCE DE OCHENTA AÑOS DE EXISTENCIA

 

         A la luz de los documentos analizados podemos afirmar que en el aspecto político la Villa Real de la Concepción constituyó la barrera más importante por medio de la cual el Gobierno español controló el avance portugués en el norte de la Provincia del Paraguay, y luego de la fundación del Fuerte Borbón continuó la tarea defensiva conjuntamente con éste.

         La fundación de la Villa y la posterior colonización de los terrenos circunvecinos implicaron un esfuerzo considerable por parte de las autoridades y las familias colonas, puesto que su permanencia exigía la pacificación de los indios mbayaes, hostiles a la expansión criolla basta la época de Carlos Antonio López.

         Si bien el establecimiento no se produjo en las cercanías de los enclaves lusitanos de avanzada, ni se alcanzó el dominio del cerro Itapucú-guazú, tal como lo deseaba el Gobernador Agustín Fernando de Pinedo para asegurar mayor extensión a la Provincia, es evidente que la Villa Real marcó el punto de partida de la recuperación efectiva de las tierras al norte del río Ypané por la masa criolla pobladora.

         Su existencia fue sin lugar a dudas el mejor título esgrimido por Félix de Azara para obtener la anulación de la Real instrucción del 6 de julio de 1778, por la cual el Paraguay había sido constreñido a los ríos Ypané e Igatimí por el norte y el este respectivamente.

         Una vez replanteado el problema fronterizo el demarcador español sostuvo como límite norte el río Tareyry, que por su ubicación inmediata a Borbón sólo puede identificarse con el río Blanco; y al este el río Yaguarey, siguiendo el espíritu del Tratado de 1777. (Ver mapa en la pág. 165).

         Que la Villa Concepción se convirtió desde el momento mismo de su fundación en baluarte indiscutido de la integridad territorial de la Provincia del Paraguay lo demuestra la dependencia en que se encontraban los fortines del río Apa con respecto a las estancias de su jurisdicción, para su supervivencia y aprovisionamiento. Fue mediante el envío de tropas, ganado y auxilios desde la Villa Concepción que se mantuvo "la frontera del Apa". De este modo Concepción en la Región Oriental y Borbón en el Chaco se convirtieron en atentos centinelas contra el empuje expansionista lusitano y más tarde brasileño. En el aspecto socio-económico la fundación de la Villa Real y la colonización de sus valles marcó como ya dijimos el inicio de la lucha criolla por las tierras perdidas cuando las parcialidades mbayaes iniciaron su transmigración definitiva a la Región Oriental en 1672, y su paulatina recuperación.

         Un establecimiento español a una latitud tan avanzada satisfacía las expectativas de la masa pobladora. Por un lado abría la posibilidad de grandes estancias en manos de los oficiales de milicias, por otro facultaba la aplicación del derecho a tierra para la población desarraigada existente en el interior de la Provincia. Fomentó además la formación de grupos ocupacionales de gravitación en la economía provincial tales como el constituido por los peones yerbateros, los remeros transportadores de yerba y los peones vaqueros.

         Significó además una barrera protectora de las estancias ya establecidas al sur del río Manduvirá y cercanías de Asunción, depredadas frecuentemente por los indios chaqueños.

         En torno a la nueva Villa se formó una clase propietaria que perduró a través del tiempo. Entre 1792 y 1806 se otorgaron cincuenta y nueve mercedes reales para estancia, cuya extensión oscilaba entre las mil y cincuenta y seis mil hectáreas pobladas en su mayoría con el ganado cimarrón que se encontraba diseminado entre los ríos Manduvirá y Apa. Se distribuyeron además ochenta lotes agrícolas, lo que demuestra claramente el propósito del gobierno de consolidar la colonización, política mantenida por todos los gobernantes hasta la época de Carlos Antonio López.

         La Villa Concepción se convirtió en el centro comercial de mayor envergadura en el norte del país. Desde ella partía un importante volumen de peones yerbateros hacia los beneficios y a ella llegaban los cargamentos de yerba para su redistribución hacia Asunción, Santa Fe y Buenos Aires. La seguridad de contar con un punto de apoyo facilitaba el tránsito de los caminos a los yerbales, amenazados siempre por los mbayaes. La relativa seguridad que la presencia de la Villa proporcionaba incrementó las caravanas yerbateras, el establecimiento de pulperías y en consecuencia la actividad del tráfico comercial. Las posibilidades de conchabo en los beneficios de yerba eran tantas que llegaron a desestabilizar la composición de los núcleos familiares y perjudicaron el desarrollo de la agricultura, pues las familias quedaban desamparadas y las labores agrícolas eran abandonadas generalmente a las mujeres.

         La colonización al norte del río Ypané, ambas márgenes del río Aquidaban y posteriormente el Apa se expandió desde la Villa Concepción y tuvo en ella su puntal primordial. La nueva clase propietaria, en su mayoría estanciera, sostuvo el esfuerzo poblacional por medio de la defensa de sus tierras y la recuperación del ganado alzado de la zona. Las estancias fueron focos de colonización miliciana estable, células económicas productivas y punto de resistencia armada e individual contra los belicosos mbayaes.

         Como villa de españoles que era, Concepción cumplió un rol pacificador entre las parcialidades indígenas establecidas en sus inmediaciones, aunque nunca con resultados claramente positivos. La política de paces no fue respetada ni por los mbayaes, ni por los criollos pues había demasiados intereses comunes: la tierra, el ganado cimarrón y los caballos, indispensables tanto para unos como para otros. Los indios continuaron insumisos durante mucho tiempo y fueron los concepcioneros quienes hicieron frente a su creciente agresividad, consiguiendo lentamente su repliegue hasta la frontera del Apa y su migración posterior hacia el Fuerte Borbón o los establecimientos portugueses.

         En el aspecto poblacional la fundación de la Villa Concepción originó importantes movimientos migratorios hacia el norte de un amplio sector de la población criolla, acelerando el progreso de desaglomeración de la Provincia por medio del traslado de la "gente sin tierra" y arrendatarios de los partidos de Cordillera, Pirayú y alrededores de Asunción, donde se presentaba la mayor densidad demográfica.

         Se funda Concepción con doscientos dos individuos; a los dos años había duplicado su población, lo que se explica por el impulso inicial que le imprimió el Gobernador Pinedo. Azara nos menciona en el año 1785 un total de seiscientos setenta habitantes, solo en la Villa Real172 y Aguirre mil quinientos cincuenta y un individuos para el año de 1792,173 en el Curato de Concepción.

         En 1846 el esquema demográfico del núcleo concepcionero había variado considerablemente. Por un lado los poblados de Loreto del Partido de Yuii y la Horqueta, que se formaron por la mera disgregación de la gente concepcionera tenían una población superior a la Villa; por otro lado se había dilatado el área de ocupación con el establecimiento de la Villa del Divino Salvador, fundada con pardos libres en 1813 con el nombre de Tevegó, despoblada posteriormente por orden de Francia y repoblada en 1842. La acríollización de Belén había sido rápida debido al contacto de los pocos indios reducidos y los arrendatarios criollos, interesados en sus tierras comunales.

         Exceptuando Belén, en 1846 habían sido censados en la zona concepcionera un total de nueve mil seiscientos sesenta y un habitantes, lo que indica un crecimiento de ocho mil novecientos noventa y un individuos desde 1785. Esta cifra equivale a un promedio de crecimiento de 147,39 individuos por año en el área, lo que indica un acelerado ritmo de colonización. Contribuyó al aumento del índice poblacional el traslado de numerosas familias correntinas a la Villa por orden de Francia, así como el confinamiento temporal o perpetuo de presidiarios a la Villa del Salvador.

         Sea por la posibilidad de adquirir tierras, sea por la facilidad de aumentar sus haberes en el comercio de la yerba o por la apetencia de grados militares y elevación del status social que una zona fronteriza ofrece a los que destacan en el servicio militar, lo cierto es que la Villa Concepción y su área vecinal se convirtieron prestamente en un centro de interés económico y social para los criollos.

         Sintetizando podemos afirmar que la Villa Concepción, por la importancia y número de sus estancias, fue el eje de la colonización Ypané-Apa; y por su ubicación el centro de distribución del peonaje yerbatero hacia los beneficios, además de importante vía de comercialización de la yerba elaborada. Estas circunstancias, sumadas al esfuerzo gubernamental y a la tenacidad de sus habitantes, la convirtieron en la mayor fuerza de desarrollo económico y social en el norte del Paraguay durante más de un siglo.

 

 

MAPA DE FÉLIX DE AZARA

 

 

ÍNDICE DE CITAS DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS

 ASPECTOS POLÍTICOS

 

1) ANA, Sec. H. Vol. 3115. Nº 1. f. 2, 8, 25.

2) ANA, Sec. H. Vol. 366. f. 281.

3) ANA, Sec. H. Vol. 153. Nº  23. f. 4.

4) ANA. Sec. H. Vol. 163 Nº 23. f. 4.

5) ANA, Sec. H. Vol. 365. N° 1. f. 201.

6) ANA,  Sec. H. Vol. 365. Nº 1. f. 207.

7) ANA, Sec. N.E. Vol. 3380. Setiembre 13, 1795.

8) ANA, Sec. N.E. Vol. 3403. Octubre 30,1806.

9) Velázquez Rafael Eladio, El Paraguay en 1811. Asunción. 1966 p. 69, 70.

10) Velázquez Rafael Eladio, Ibídem, p. 71.

11) Pusineri Scala Carlos A., El Fuerte de San Carlos del Apa. Cuadernos Republicanos. Num. 17. Asunción 1981. p. 89.

12) ANA, SEC. N. E. Vol. 3403. Setiembre 3, 1806

13) ANA, Sec. H. Vol. 365. Nº 1. f. 207.

13a) ANA, Sec. H. Vol. 216. Nº 1. f. 118 y sgts.

14) ANA, Sec. H. Vol. 365. Nº 1, f. 207.

15) Chaves Julio César, El Supremo Dictador. Madrid 1964. p. 224.

16) Rengger J. R. y Longchamp, Ensayo histórico sobre la revolución del Paraguay y el gobierno dictatorial del Dr. Francia. Edición especial. Buenos Aires 1883. p. 129.

17) Chaves Julio César, Ibídem, p. 214

18) Chayes Julio César, Ibídem, p. 219.

19) Chaves Julio César, Ibídem, p. 219.

20) Rengger J.R. y Longchamp, Ibídem., P. 153.

21) ANA, Sec. H. Vol. 232. Nº 1. f. 2.

22) Rengger J. R. y Lungchamp, Ibídem, p. 129.

23) Rengger J. R. y Longchamp, Ibídem, p. 142.

24) Chaves Julio César, Ibídem, p. 211

25) ANA, Sec. N. E. Vol. 3090. Abril 22, 1811.

26) ANA, Sec. H. Vol. 216. Nº 1, f, 118, sgts. y 161.

27) ANA, Sec. H. Vol. 216. Nº 1, f. 118, sgt.

28) Rengger J. R. y Longchamp, Ibídem, p. 120.

29) Rengger J. R. y Longchamp, Ibídem, p. 129.

30) Angelis Pedro de, Colección de obras y documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata T. V. Bs. As. 1836. P. 225.

31) Assis Bastos Uacury Ribeiro de, Ibídem, P. 219.

32) Assis Bustos Uacury Ribeiro de, Ibídem, p. 212.

33) Assis Bastos Uacury Ribeiro de, Ibídem, p. 212.

34) Assis Bastos Uacury Ríbeiro de, Ibídem, p. 199.

35) Assis Bastos Uacury Ribeiro de, Ibídem, p. 211.

36) Assís Bastos Uacury Ribeiro de, Ibídem, P. 183.

37) Assis Bastos Uacury Ribeiro de, Ibídem, P. 211.

38) Assis Bastos Uacury Ribeíro de, Ibídem, P. 212.

39) Assis Bastos Uacury Ribeiro de, Ibídem, P. 212.

40) Azara Félix de, Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata y otros informes. Memoria sobré el Tratado de límites de la América Meridional celebrado entre España y Portugal en el año 1777 y sobre las disputas que han ocurrido en su ejecución. Buenos Aires, 1943. Primera Edición, p. 45.

41) Azara Félix de, Ibídem, Memoria... P. 46.

41a) Carduzo Efraím, Los derechos del Paraguay sobre los Saltos del Guaira. Asunción. 1965. p. 48, 49.

42) Azara Félix de, Ibídem, Memoria... p. 46.

43) Azara Félix de, Ibídem, Memoria, .. p. 48.

44) ANA, Sec. H, Vol. 163. NQ 11. f. S.

45) Assis Bastos Uacury Ribeiro de, Ibídem, p. 186

46) Azara Félix de, Ibídem, Correspondencia Oficial e Inédita sobre la demarcación de límites entre el Paraguay y el Brasil. p. 87. 89.

47) Azara Félix de, Ibídem, Correspondencia... P. 80.

48) Angelis Pedro de, Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata. Buenos Aires, 1836. T. V. Nueva Edición. p. 380.

49) Azara Félix de, Ibídem, Correspondencia... p, 89.

50) Azara Félix de, Ibídem, Correspondencia... p. 94.

51) Assis Bastos Uacury Ribeiro de, Ibídem, p. 210.

52) ANA, Sec. H, Vol. 163. Nº 11, f. 8.

53) Ramos R. Antonio, La política del Brasil en el Paraguay, Segunda Edición. Buenos Aires-Asunción. 1959. p. 132.

54) B. A. 116, Archivo de indias. Mapa de Félix de Azara "Descripción Geográfica de la Frontera q' corre desde la Ribera Occidental del Río Paranás, hasta más abaxo de la unión del Río Guaporé con el Mamoré", adjunto a un informe del Virrey Marqués de Aviles al Gobernador de Chiquitos de fecha 9 de abril de 1800.

55) B. A. 116, Archivo General de Indias. Mapa de Félix de Azara "Descripción...

56) Azara Félix de, Ibídem, Correspondencia... p. 144.

57) Azara Félix de, Ibídem, p. XXXIX.

58) Azara Félix de, Ibídem, p. XLV.

59) Azara Félix de, Ibídem, Correspondencia... p. 52.

60) Azara Félix de, Ibídem, Correspondencia... p. 103.

61) ANA, Sec. H. Vol. 190. Nº 1 f. 41.

62) ANA, Sec. H. Vol. 190. Nº 1. f. 41.

63) ANA, Sec. H. Vol. 164. Nº 4. f. 75.

64) ANA, Sec. H. Vol. 360. Nº 3. f. 47.

65) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 242.

66) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 80 vto.

67) ANA, Sec. N. E. Vol. 3396. Febrero 28, 1801.

68) ANA, Sec. H. Vol. 182. Nº 3. f. 4.

69) ANA, Sec. N. E. Vol. 3396. Julio 24, 1801.

70) ANA, Sec. N. E. Vol. 3405. Agosto 15, 1801.

71) ANA, Sec. N. E. Vol. 3396. Enero 22, 1802,

72) ANA, Sec. N. E. Vol. 3397. Setiembre 8, 1802.

73) ANA, Sec. H. Vol. 365. Nº 1. f. 167.

74) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 37

75) ANA, Sec. H. Vol. 203. Nº 1. f. 5.

76) ANA, Sec. N. E. Vol. 3405. Agosto 15, 1801.

77) ANA, Sec. H. Vol. 363. Nº 1 f. 427.

78) ANA, Sec. N. E. Vol. 3406. Junio 7, 1811.

79) ANA, Sec. H. Vol. 366. f. 358.

80) ANA, Sec. H. Vol. 218. Nº 8. f. 11.

81) ANA, Sec. H. Vol. 226. Nº 2.

82) ANA, Sec. H. Vol. 363. Nº 1. f. 499.

83) ANA, Sec. N. E. Vol. 3407. Julio 16, 1812.

84) ANA, Sec. H. Vol. 218. Nº 1. f. 77.

85) ANA. Sec. H. Vol. 216. Nº 1. f. 81.

86) ANA, Sec. H. Vol. 362. Nº 1. f. 286.

87) ANA, Sec. H. Vol. 363. Nº 1. f. 499.

88) ANA, Sec. H. Vol. 216. Nº 1. f. 159, sgt.

89) ANA, Sec. H. Vol. 216. Nº 1. f. 159, sgt.

90) ANA, Sec. H. Vol. 240. Nº 2. f. 40.

91) Ramos R. Antonio, La política del Brasil en el Paraguay bajo la dictadura del Dr. Francia. Buenos Aires-Asunción. 1959. Segunda, Edición. p. 132, 133.

92) ANA, Sec. H. Vol. 232. Nº 2. f. 20.

93) ANA, Sec. H. Vol. 240. Nº 2. f. 40 vto.

93a) Ramos R. Antonio, La política del Brasil en el Paraguay bajo la dictadura del Dr. Francia. 2da. Edición. Buenos Aires-Asunción. 1959. p. 27, 30.

94) ANA, Sec. H. Vol. 237. Nº 8. f. 24.   

95) Ramos R. Antonio, Ibídem, p. 201.

96) ANA, Sec. H. Vol. 232. Nº 2. f. 27.

97) ANA, Sec. H. Vol. 232. Nº 2. f. 20.

98) ANA, Sec. H. Vol. 232. Nº 2. f. 20.

99) ANA, Sec. H. Vol. 266. Nº 26. f. 26.

100) Ramos R. Antonio, Juan Andrés Gelly. Buenos Aires-Asunción. 1972. p. 341, sgt.

101) ANA, Sec. N. E. Vol. 3066. Nº 3. f. 11.

102) ANA, Sec. N. E. Vol. 1988. Diciembre 1º, 1850.

103) ANA, Sec. H. Vol. 360. Nº 3. f. 22.

104) ANA, Sec. H. Vol. 314. T. I. Nº 11. f. 2.

105) ANA, Sec. H. Vol. 190. Nº 1. f. 41.

106) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 242.

107) ANA, Sec. H. Vol. 362. Nº 1. f. 286.

108) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 242.

109) ANA, Sec. H. Vol. 218. Nº 8. f. 11.

110) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 242.

111) ANA, Sec. H. Vol. 363. Nº 1. f. 499.

112) ANA, Sec. H. Vol. 363. Nº 1. f. 499.

113) ANA, Sec. H. Vol. 218. Nº 1. f. 77.

114) ANA, Sec. H. Vol. 363. Nº 1. f. 499.

115) ANA, Sec. H. Vol. 216. Nº 1. f. 159, sgts.

116) ANA, Sec. H. Vol. 190. Nº 1. f. 71.

117) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 242.

118) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 242.

119) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 242.

120) ANA, Sec. N. E. Vol. 2895. Agosto 29, 1800.

121) ANA, Sec. H. Vol. 365. Nº 1. f. 156.

122) ANA, Sec. H. Vol. 365. Nº 1. f. 156.

123) ANA, Sec. H. Vol. 365. Nº 1. f. 156.

124) ANA, Sec. H. Vol. 190. Nº 1. f. 41.

125) ANA, Sec. H. Vol. 360. Nº 3. f. 47.

126) ANA, Sec. H. Vol. 190. Nº 1. f. 41.

127) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 242.

128) ANA, Sec. H. Vol. 192. Nº 1. f. 242.

129) ANA, Sec. N. E. Vol. 3411. Junio 11. 1824.

130) ANA, Sec. H. Vol. 296. Nº 7. f. 106-185.

131) ANA, Sec. H. Vol. 366. Nº 1. f. 371.

132) ANA, Sec. H. Vol. 366. Nº 1. f. 371 vto.

133) ANA, Sec. H. Vol. 366. Nº 1. f. 394.

134) ANA, Sec. H. Vol. 256. Nº 12. f. 2.

135) ANA, Sec. H. Vol. 256. Nº 12. f. 2.

136) ANA, Sec. H. Vol. 256. Nº 12. f. 2.

137) ANA, Sec. H. Vol. 256. Nº 12. f. 2.

138) ANA, Sec. H. Vol. 259. Nº 11. f. 13.

139) ANA, Sec. H. Vol. 256. Nº 16. f. 2.

140) ANA, Sec. H. Vol. 257. Nº 4. f. 1 y sgts.

141) ANA, Sec. N. E. Vol. 1988. Diciembre 14, 1850.

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144) ANA, Sec. H. Vol. 296. Nº 7. f. 106

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146) ANA, Sec. H. Vol. 368. Nº 1. f. 705.

147) ANA, Sec. H. Vol. 368. T. I. f. 790 vto.

148) ANA, Sec. H. Vol. 368. T. I. f. 874.

149) ANA, Sec. H. Vol. 368. T. 1. f. 874.

150) ANA, Sec. H. Vol. 360. Nº 3. f. 47.

151) ANA, Sec. N. E. Vol. 3164. Enero 6, 1855; Febrero 12, 1855.

152) ANA, Sec. H. Vol. 368. T. I. f. 883-887 vto.

153) ANA, Sec. N. E. Vol. 3164. Enero 11, 1855.

154) ANA, Sec. N. E. Vol. 3164. Enero 11, 1855.

155) ANA, Sec. N. E. Vol. 3164. Enero 11, 1855.

156) ANA, Sec. H. Vol. 222. Nº 1. f. 4.

157) ANA, Sec. H. Vol. 216. Nº 1. f. 159, sgts.

158) ANA, Sec. H. Vol. 216. Nº 1. f. 28, 29.

159) Williams John Hoyt, Esclavos y Pobladores. Revista Paraguaya de Sociología Nº 31. Set.-Dic. 1974. p. 13.

160) ANA, Sec. H. Vol. 222. Nº 1. f. 4.

161) ANA, Sec. H. Vol. 222. Nº 1. f. 1, sgts.

162) Williams John Hoyt. Tevegó on the Paraguayan Frontier. A Chapter in the Black History of the Americas. Journald of Negro History. LVI. Nº 4. (Octubre 1971) p. 72-84.

163) Rengger J. R. y Longchamp, Ibidem, p. 68.

164) ANA, Sec. H. Vol. 226. Nº 2. f. 52.

165) Williams John Hoyt. Esclavos y Pobladores. Revista... p. 13.

166) ANA, Sec. H. Vol. 226. Nº 2. f. 47.

167) ANA, Sec. H. Vol. 226. Nº 2. f. 32.

168) ANA, Sec. H. Vol. 226. Nº 15. f. 2.

169) ANA, Sec. H. Vol. 237. Nº 2. f. 20.

170) ANA, Sec. H. Vol. 367, f. 656 y sgts. y 672.

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