OSCAR FERREIRO (PILAR, 1922-SAN LORENZO, 2004)
(12/VI/92 - NOTICIAS). Entrevista por VICTORIO SUÁREZ
“EL CAMBIO ES UNA MENTIRA EN ESTE PROCESO”
( GENERACIÓN DEL 40 - LITERATURA PARAGUAYA )
Oscar Ferreiro pertenece a la Generación del 40, es seguramente el poeta más logrado de nuestro país. Su vasto conocimiento literario y antropológico lo convierte en una figura respetada y querida en el ámbito intelectual. Si bien no ha publicado lo suficiente, sus obras destacan un sello rotundo de calidad estética y sentido humanista. Tras participar de la Revolución del 47, partió al exilio donde contrajo matrimonio con la escritora y periodista Ana Iris Chaves. En la Argentina desempeñó tareas de topografía junto a su entrañable amigo Hérib Campos Cervera.
—Oscar, ¿de qué manera podrías recrear la década del 40? Entiendo que se trata de una etapa donde se producen rupturas que llevaron a una renovada visión estética. Doña Josefina Plá fue quien acuñó la siguiente frase: “No sabían lo que querían, pero sabían lo que no querían”.
—Creo que es correcta la expresión. Si bien reconocíamos a nuestros brillantes predecesores románticos y modernos, mirábamos con actitud de cambio el panorama cultural. Pero no hicimos un taller de poesía porque las cofradías habían perdido vigencia. De todos modos, se produjo un hecho notable con la llegada al Paraguay del español Liber Friedmann, quien había alquilado una casa en Asunción y se dedicó a la compra de antigüedades, gracias a esa actividad se salvaron excelentes trabajos de épocas pasadas. En el domicilio de Friedmann casi por casualidad y compromiso se hicieron frecuentes las reuniones en un ambiente muy fraternal de “Vy’a raity”. Entonces nos encontrábamos con Hérib Campos Cervera y Molinari Laurín, el tallador de madera de quien “Kostia” decía: “El más feliz de los atormentados”. A propósito, fue Molinari el que trajo cierto estilo de vida de cenáculo porteño en nuestro medio. Sin perder tiempo, Molinari adiestró a nuestros compatriotas en la labor artesanal. Lo importante de esta historia es la recuperación de la tradición fragmentada.
— ¿Aparentemente aquello se ha perdido en nuestros días?
—Noto que hoy está floreciendo una nueva escuela aún con deficiencias técnicas del tallado. Se presentan trabajos abigarrados, de mal gusto, pero creo que van mejorando mediante la mayor tolerancia y menor exigencia. Los mamarrachos que se exhiben como obra de arte igual se compran. El Paraguay es hoy, desde el punto de vista de la posesión de bienes, un sitio de mayor acceso. Eso teníamos nosotros, se trata de una paradoja, las dictaduras no son encomiables, pero cuando el quehacer político no funciona, la gente se retrae, crea, hace cosas sin un fin de lucro, como actitud contestataria.
— ¿En qué consistió la “confraternización” y de qué fuentes se nutrían en aquellos años que estás memorando con paciencia y lucidez?
—La realidad de aquellos años nos unió. Si bien no había llegado la poesía española del 27, nuestra lectura se basaba en los clásicos. La llegada de Roa fue saludada por Hérib como “El capitán de la aurora”. Y Augusto publicó posteriormente su poemario “El ruiseñor de la aurora”, cuya forma ya no correspondía a la época. Hérib fue llevado por el exilio y vivió en Uruguay donde tomó contactos con poetas muy actualizados respecto a la literatura universal. Su regreso al Paraguay consolidó el acercamiento entre Josefina Plá, Roa, Elvio, etc., y se dieron encuentros frecuentes en “días solares” como decía Josefina. En realidad no había una planificación estricta y formal. Creo que al grupo del 40 nunca le interesó la cantidad, es decir, el método consumista-industrial. Con el estallido de la “revolución del 47” se dio una especie de diáspora. Yo estuve en el frente sur participando hasta el fin de la campaña, pero luego dije: “Aquí Oscarcito terminó la historia”.
—Muchos suponen tu inclinación hacia el anarquismo.
—No he tomado partido con nadie y fui considerado un anarquista. Yendo a lo cierto, lo que sí creo es que soy un inconformista, ése es el término. Debo a mi gran amigo Carlos Villagra Marsal y a José María Gómez Sanjurjo (tempranamente muerto) la publicación de mi “Antología” poética.
— ¿Cómo debe ser realmente la poesía?
—Confieso que la poesía debe ser fluida y no raciocinante. No es tarea fácil, y eso me lleva a recordar al gran poeta popular Emiliano R. Fernández quien decía: “Verso ha Pombero naoimeraeiape osfi”. Se trata de una suerte de predestinación, por eso, particularmente he tratado de ser riguroso en la estructura de las formas que tienen implicancia con la poesía. He buscado siempre cierta unidad para que la obra sea orgánica.
—¿Qué podrías decir del tiempo que estamos viviendo?
—Estimo que estamos atados a los centros de poder. Estamos en un momento de profunda “transición”; creo que todo pueblo que vive ese proceso es desgraciado o poco feliz. El pueblo no está contento. Todo el mundo habla del cambio, pero no llega. El verdadero cambio se produce cuando un nuevo espíritu se apodera de las masas.
— ¿En otras partes del mundo también se da la misma situación?
—En esta América fragmentada no se sabe adónde vamos. Yo uso la razón hasta el lugar que me es posible, pero puedo decir que en este mundo dominado por el dogmatismo, la superpoblación es un problema. La explosión demográfica, hablando respetuosamente, es un problema. Lastimosamente se le brinda poca importancia. Los recursos se agotan, falta que la mente se abra, que haya honestidad, deseos de cambiar, sin demagogias y en un marco de verdadera apertura. Todos deberíamos decir: debo cambiar, ponerme a tono con este designio que exige la naturaleza que no tiene sentimientos de piedad y exige la selección. La lucha de cada especie es una realidad objetiva, hay pugna, si eso no llegamos a comprender no se podrá ofrecer gran cosa. La ONU hizo un programa sobre derechos humanos, pero se olvidó de las obligaciones. El hombre como ser inteligente es el que debe acompañar a la naturaleza y preservar el mundo. Eso no significa en rigor que la vida terrestre va a perdurar por milenios de años. Neruda parafrasea a Heráclito y dice: “Es como el río que durando se destruye”. Así es la vida: se destruye y se rehace.
— ¿Te parece que la gente joven está impactada por la realidad?
—Los jóvenes están padeciendo ésta época porque se está imitando los patrones culturales de los que mandan. De esta forma se arremete contra los valores y los políticos adulan al soberano porque de ahí emana el poder. Hace 40 años leí un libro escrito por un chileno, uno de los textos decía: “Las Constituciones le aseguran al hombre la libertad, el derecho a la privacidad y a una serie de cosas, pero no le asegura un trabajo remunerado. Lo que hoy las Constituciones deberían garantizar son los trabajos remunerados de los jóvenes”. Estamos en lo mismo. El hombre fue dejado de lado, mira trabajar a las máquinas, algunos tienen subsidios, otros no, pero eso no puede ser el porvenir de la humanidad. Para aliviar los males de pobreza y marginalidad falta una acción de primerísima importancia: detener la superpoblación.
— ¿Cómo ves la actividad de los escritores paraguayos?
—Soy renuente a hacer crítica. Mi señora, que hace poco falleció, dio un buen ejemplo: nunca trató con envidia a ninguna obra. El hecho de escribir es muy loable. Por obras del azar uno queda atrás y otro va adelante. En realidad, la literatura se reduce a una especie de apreciación de elementos que se dan a cuentagotas. Hoy día es difícil leer, los libros están caros.
— ¿Qué incidencia tiene la cuestión política en la escritura?
—El acto político exige una dedicación, un compromiso. El condicionamiento no es posible en la creación. Un gran poeta, Sergei Esenin, no aguantó la presión y se quitó la vida. Vladimir Maiakovski censuró acremente esa muerte, pero cayó en lo mismo. Eso muestra que la poesía es una cuestión caprichosa, es como el pájaro que no puede cantar en la jaula. Mis poemas no son políticos sino existenciales, yo resisto a la autoridad, resisto a la presión grupal y reconozco, que soy un solitario, una suerte de francotirador, un diletante (aunque esto sea un término espurio). Nunca formé parte de partidos políticos, sindicatos, instituciones o personas. Soy un trabajador libre. Desde niño no tengo disposición de atarme a nada. Conozco el sentir del pueblo, su dolor, pero eso es una cuestión existencial. El poeta no debe dar fórmulas ni ofrecer proyectos políticos.