LA ÚLTIMA LETRA
Letra de EMILIANO R FERNÁNDEZ
A ti flor de mi vida selvática azucena
co rojheya cuetévo adiós ndéve ta'e
la más triste palabra que en mi labio suena
co'agä rejhendúta che china ipajhaite.
Secaronse las flores de mi vergel soñado
jhacä piru paitema upe che yvotymi
el raudo torbellino impío y malvado
umi aipota vaecue oityma che jhegui.
Mi pobre vida enferma muriente ya dormita
mba'e mbyasy poguýpe che ara ajha'arö
y tú reina terrestre amada Belencita
upe nda che racjhúgui reipotane amano.
Amadme compasiva te imploro mi azucena
anína ne ñaña rejhacjhuramo nde sy
no ves mi pobre alma ya sumergida en pena
mba'éichapa ocái jha ochyryry.
Yo llevo tu recuerdo, recuerdo que en mi vida
oico vaerä che acäme mante iñongatupy
novela de una noche de luna esclarecida
ñaime ramo guare vy'ápe Tupäsy.
Y hoy sigo este sendero buscando ya el olvido
si nde nico che china nda che racjhumo'äi
por eso iré cruzando los llanos inconocidos
ajhechave'ÿ jhaguäme umi nde resa yayäi.
Y si mañana recuerdas a este bien perdido
ne año quena eguapy nde py’a pype ere
se fue aquel vidente errante inmerecido
ojhóma anga yvytüre jha anitamo ouve.
Yo quiero que tú borres mi nombre despreciado
ani umi rejhacjhúva che rérare ipochy
que queden para ellos la carne del pecado
co’agä che ajheyáva aicóre iyajheipy.
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Intérprete: ÑAMANDU Material: ÑAMANDU CANTA A EMILIANO - VOLUMEN 2 Fuente: CANCIONES PARAGUAYAS DE AYER Y DE HOY - TOMO I Recopilación: MARIO HALLEY MORA y MELANIO ALVARENGA Ediciones Compugraph, Asunción-Paraguay 1991 (192 pág.) ****************** LECTURA RECOMENDADA: LA ÚLTIMA LETRA Letra: EMILIANO R. FERNÁNDEZ Música: EMILIO BOBADILLA CÁCERES EL ADIÓS A BELENCITA El gran amor de Emiliano R. Fernández fue, sin duda, María Belén Lugo, su amada Belencita. Aunque también cantó a muchas otras, ella fue la pasión encendida que le quemó hasta la muerte. Emiliano era un ñembo'e yva sin rival. Ese don formaba parte de su quehacer en el militante oficio de la palabra que ejercía. En 1929, cuando dirigía un novenario en Ysaty, vio por primera vez a la que se adueñaría de su corazón hasta su último aliento acaso, veinte años después. Dos luceros, a manera de ojos, le iluminaban el rostro moreno. El poeta quedó prendado, ipso facto -en el acto-, de tan incomparable criatura. María Belén dudó al principio, pero terminó correspondiendo a sus sentimientos. Cuando el clarín de la guerra convocó al Chaco, Emiliano fue uno de los primeros en presentarse. Además de hombre de la palabra, él era un hombre de acción. No sólo había llamado a defender a la patria sino que estaba dispuesto a morir en su nombre. Su novia quedó esperándola. El 8 de agosto de 1933, en el día en que cumplía 39 años, usufructuando un permiso de sus jefes, se casó con su adorada ysateña en San Antonio. Al año siguiente, el 24 de febrero, completaron su matrimonio en la iglesia de Caacupé. Después, Emiliano regresó a las trincheras de los cañadones chaqueños. Al declararse la paz y la desmovilización, el poeta bilingüe retornó a su hogar. No se quedó allí, obviamente. Su vida estaba marcada por el camino y él no hacía más que entregarse al destino que lo conducía. Bohemio impenitente, no se detenía nunca en ningún lugar. En los primeros meses de 1940; Belencita le anunció que aguardaba la llegada de un hijo de él. Le imploró que no se alejara tanto, que volviera más a menudo de sus andanzas. Un buen día el vate llegó y le contó que «por ocho diamínte» -«sólo por ocho días»-, viajaría a Concepción. El Centro Concepcionero lo había invitado. Aun cuando no deseaba que su marido se alejase, le acompañó solícita hasta el puerto de Asunción, para despedirle. «Pya'ékena eju jey Emiliano» («Vuelve pronto, Emiliano»), le rogó. Pasaron seis meses y el poeta no regresaba. Por fin, recibió una carta de él, anunciándole que en el barco Anita Barthe volvía el 28 de agosto, día de San Agustín. Aun cuando estaba ya a punto de dar a luz, Belén se fue al muelle a recibirlo. Para qué. La espera fue larga. E inútil. Su desmayo fue producto de la decepción. Tres días después nacía en la Cruz Roja, en la festividad de San Ramón Nonato, su único hijo al que llamó Ramón Ernesto (ya fallecido). Al salir del hospital -según cuenta Marino Barrientos1, fue recogida por sus suegros. Ella, luego, se mudó a la casa de sus padres, con su niño. Meses después, el poeta regresó y le mandó decir que volviese junto a él en Bejarano -Recoleta-, a la casa de sus padres. María Belén le respondió por el enviado que él debía molestarse en ir a verlos y explicar por qué tardó tanto en el norte. Emiliano, por esto, se ofendió y se puso a escribir La última letra. Desde el fuego de su ira, disparó mortales acusaciones contra la mujer que más amó en su vida. Luego escribiría, en el mismo tono, Para siempre. A pesar de todo, aunque ya no admitiese, continuó amando a Belencita hasta su último suspiro. (1) Barrientos, Marino. Emiliano rekove, revista. 1957 LA ÚLTIMA LETRA A ti flor de mi vida, selvática azucena, ko rohejakuetévo adiós ndéve ta'e; la más triste palabra que en mi labio suena ko'agâ rehendúta ipahaite. Secáronse las flores de mi vergel soñado hakâ pirupaitéma upe che yvotymi, el raudo torbellino impío y malvado umi aipotava'ekue oitypáma chehegui. Mi pobre vida enferma muriente ya dormita mba'e mbyasy poguýpe che ára aha'arô y tú reina terrestre, amada Belencita, upe ndacherayhúigui reipotave amano. Amadme compasiva, te imploro mi azucena anína ne ñaña rehayhu ramo nde sy no ves mi pobre alma ya sumergida en pena mba' éichapa okái ha ochyryry. Yo llevo tu recuerdo, recuerdo que en mi vida oikova'erâ che akâme mame iñongatupy, novela de una noche de luna esclarecida ñaime ramo guaye vy'ápe tupâsy. Y hoy sigo este sendero buscando ya el olvido si nde niko che china ndacherayhu mo'ái por eso iré cruzando los llanos inconocidos ahechave'ỹ haguâme umi nde resa jajái. Y si mañana recuerdas a este bien perdido ne añókena eguapy ha nde py'apýpe ere se fue aquel vidente que tanto me ha querido ohótama anga yvytúre anítamo ouve. Yo quiero que tú borres mi nombre despreciado ani umi rehayhúva che rérare ipochy que quede para ellos la carne del pecado ko'âga che ahejáva aikóre ijaheipy. Letra: EMILIANO R. FERNÁNDEZ Música: EMILIO BOBADILLA CÁCERES Fuente (Enlace interno): LAS VOCES DE LA MEMORIA - TOMO VIII HISTORIAS DE CANCIONES POPULARES PARAGUAYAS Autor y ©: MARIO RUBÉN ÁLVAREZ Edición del autor y Julián Navarro Vera Dibujo de tapa: ENZO PERTILE Armado y diseño: Isaac Duré Giménez Editora Litocolor S.R.L. Asunción-Paraguay 2008 ENLACE A LA GALERÍA DE MÚSICA PARAGUAYA EN PORTALGUARANI.COM (Hacer CLICK sobre la imagen) MÚSICA PARAGUAYA - Poesías, Polcas y Guaranias - ESCUCHAR EN VIVO - MP3 MUSIC PARAGUAYAN - Poems, Polkas and Guaranias - LISTEN ONLINE - MP3
Intérprete: ÑAMANDU
Material: ÑAMANDU CANTA A EMILIANO - VOLUMEN 2
Fuente:
CANCIONES PARAGUAYAS DE AYER Y DE HOY - TOMO I
Recopilación:
MARIO HALLEY MORA
y
MELANIO ALVARENGA
Ediciones Compugraph,
Asunción-Paraguay 1991 (192 pág.)
******************
LECTURA RECOMENDADA:
Letra: EMILIANO R. FERNÁNDEZ
Música: EMILIO BOBADILLA CÁCERES
EL ADIÓS A BELENCITA
El gran amor de Emiliano R. Fernández fue, sin duda, María Belén Lugo, su amada Belencita. Aunque también cantó a muchas otras, ella fue la pasión encendida que le quemó hasta la muerte.
Emiliano era un ñembo'e yva sin rival. Ese don formaba parte de su quehacer en el militante oficio de la palabra que ejercía. En 1929, cuando dirigía un novenario en Ysaty, vio por primera vez a la que se adueñaría de su corazón hasta su último aliento acaso, veinte años después. Dos luceros, a manera de ojos, le iluminaban el rostro moreno. El poeta quedó prendado, ipso facto -en el acto-, de tan incomparable criatura. María Belén dudó al principio, pero terminó correspondiendo a sus sentimientos.
Cuando el clarín de la guerra convocó al Chaco, Emiliano fue uno de los primeros en presentarse. Además de hombre de la palabra, él era un hombre de acción. No sólo había llamado a defender a la patria sino que estaba dispuesto a morir en su nombre. Su novia quedó esperándola.
El 8 de agosto de 1933, en el día en que cumplía 39 años, usufructuando un permiso de sus jefes, se casó con su adorada ysateña en San Antonio. Al año siguiente, el 24 de febrero, completaron su matrimonio en la iglesia de Caacupé. Después, Emiliano regresó a las trincheras de los cañadones chaqueños.
Al declararse la paz y la desmovilización, el poeta bilingüe retornó a su hogar. No se quedó allí, obviamente. Su vida estaba marcada por el camino y él no hacía más que entregarse al destino que lo conducía. Bohemio impenitente, no se detenía nunca en ningún lugar.
En los primeros meses de 1940; Belencita le anunció que aguardaba la llegada de un hijo de él. Le imploró que no se alejara tanto, que volviera más a menudo de sus andanzas. Un buen día el vate llegó y le contó que «por ocho diamínte» -«sólo por ocho días»-, viajaría a Concepción. El Centro Concepcionero lo había invitado. Aun cuando no deseaba que su marido se alejase, le acompañó solícita hasta el puerto de Asunción, para despedirle. «Pya'ékena eju jey Emiliano» («Vuelve pronto, Emiliano»), le rogó.
Pasaron seis meses y el poeta no regresaba. Por fin, recibió una carta de él, anunciándole que en el barco Anita Barthe volvía el 28 de agosto, día de San Agustín. Aun cuando estaba ya a punto de dar a luz, Belén se fue al muelle a recibirlo. Para qué. La espera fue larga. E inútil. Su desmayo fue producto de la decepción. Tres días después nacía en la Cruz Roja, en la festividad de San Ramón Nonato, su único hijo al que llamó Ramón Ernesto (ya fallecido). Al salir del hospital -según cuenta Marino Barrientos1, fue recogida por sus suegros. Ella, luego, se mudó a la casa de sus padres, con su niño.
Meses después, el poeta regresó y le mandó decir que volviese junto a él en Bejarano -Recoleta-, a la casa de sus padres. María Belén le respondió por el enviado que él debía molestarse en ir a verlos y explicar por qué tardó tanto en el norte. Emiliano, por esto, se ofendió y se puso a escribir La última letra. Desde el fuego de su ira, disparó mortales acusaciones contra la mujer que más amó en su vida. Luego escribiría, en el mismo tono, Para siempre. A pesar de todo, aunque ya no admitiese, continuó amando a Belencita hasta su último suspiro.
(1) Barrientos, Marino. Emiliano rekove, revista. 1957
A ti flor de mi vida, selvática azucena,
ko rohejakuetévo adiós ndéve ta'e;
ko'agâ rehendúta ipahaite.
Secáronse las flores de mi vergel soñado
hakâ pirupaitéma upe che yvotymi,
umi aipotava'ekue oitypáma chehegui.
mba'e mbyasy poguýpe che ára aha'arô
y tú reina terrestre, amada Belencita,
upe ndacherayhúigui reipotave amano.
Amadme compasiva, te imploro mi azucena
anína ne ñaña rehayhu ramo nde sy
mba' éichapa okái ha ochyryry.
oikova'erâ che akâme mame iñongatupy,
ñaime ramo guaye vy'ápe tupâsy.
si nde niko che china ndacherayhu mo'ái
ahechave'ỹ haguâme umi nde resa jajái.
ne añókena eguapy ha nde py'apýpe ere
se fue aquel vidente que tanto me ha querido
ohótama anga yvytúre anítamo ouve.
ani umi rehayhúva che rérare ipochy
que quede para ellos la carne del pecado
ko'âga che ahejáva aikóre ijaheipy.
Fuente (Enlace interno):
LAS VOCES DE LA MEMORIA - TOMO VIII HISTORIAS DE CANCIONES POPULARES PARAGUAYAS Autor y ©: MARIO RUBÉN ÁLVAREZ Edición del autor y Julián Navarro Vera Dibujo de tapa: ENZO PERTILE Armado y diseño: Isaac Duré Giménez Editora Litocolor S.R.L. Asunción-Paraguay 2008
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