CANTATA HEROICA A PEDRO JUAN CAVALLERO
Teatro de RAMIRO DOMÍNGUEZ
ACTO UNICO
A Pedro Juan Cavallero
PERSONAJES
CAVALLERO
Personajes de las más diversas épocas y de distinta edad condición, que se destacan eventualmente para decir parlamento, pero integrando todos el Coro.
PRÓLOGO
(Al oscurecer la sala, a telón caído, redoble de tambores,
como iniciando una ejecución.
El chirrido de una puerta al girar sobre sus goznes. Voces).
UNA VOZ MASCULINA
Dramatis Personae:
Hombres casi estacas
-o estacas casi hombres-
da lo mismo.
La sombra de un muerto ilustre
conjurando todas las muertes
sin sentido.
Una hedionda pestilencia
reptando por la escena
con su aliento amarillo.
(Contra el telón de boca, se proyecta la sombra de un hombre ahorcado)
UNA VOZ FEMENINA
Escena:
Los funerales del héroe;
que escribió con su muerte
un signo.
Sin cruces
-ni candelabros
-ni crespones
-ni oficios.
VOZ MASCULINA
Sólo su pueblo absorto.
Como un tendido de estacas
para alambrar el grito.
En vez de féretro,
un denso y viscoso olvido.
VOZ FEMENINA
La acción, transcurre en un tiempo que no acaba de morir: Tiempo que tanto puede ser hoy como ayer; y abarca todos los tiempos de morir sin tribunal ni ley.
VOZ MASCULINA
Porque hay siempre un obstinado retomo
al tiempo meridiano de su muerte.
Como un enorme sacrilegio.
Y la profanación de un tiempo
elemental primario que manchó para siempre
todos los mañanas, al borbotar su sangre rota
sobre los orinales del miedo.
VOZ FEMENINA
Porque aquí estamos
-ante él- comiéndonos los codos de espanto. Sin
atinar a ponernos la cabeza
sobre los hombros
y encontrarnos allí donde la palabra empieza.
VOZ MASCULINA
El tiempo que él instauró para nosotros,
es hoy un cadáver pudriéndose al sol;
mientras enarbolamos estandartes
o compramos la escarapela de histriones
por una sucia moneda.
(Mutis)
PRIMER CUADRO
(Al alzar el telón, la escena está totalmente a oscuras. Lentamente, y mientras transcurre el recitativo del Coro, se adelantan unas sombras humanas llevando largos cirios encendidos. Adelantan hacia la embocadura y vuelven a desaparecer por un costado del foro. Las figuras del Coro son hombres y mujeres de la más variada condición y edad, y por su vestimenta acusan épocas tan diversas como el ochocientos, la Colonia o la época actual.
Un persistente rumor de letanía, entrecortado de sollozos, marca las pausas del recitativo).
UNA VOZ
Lo que acaban de ver,
o lo que aquí se verá
-ya el tiempo para nosotros no cuenta más-
son los duelos de todo un pueblo
por un Cavallero cabal.
MUJER 1º
Aquí no hemos venido a llorar
su muerte. Porque él saltó por encima del amor y
del llanto.
MUJER 2º
Sólo cabe llorar por nuestros hijos,
que se alumbrarán con luceros de barro.
MUJER 3º
Aquí no hay ojos
ni manos ni gargantas
en número capaz de aunar
el gesto que grite al mundo
nuestro desamparo.
HOMBRE 1º
Hoy hemos quedado huérfanos,
en orfandad total;
destituidos para siempre
lo verdadero y lo santo.
HOMBRE 2º
Él instauró esta gloria
que se pudre en nuestra boca,
como panes ácimos.
HOMBRE 3º
Él nos dio nombre y voz,
y este dolor bendito
de sabemos paraguayos.
MUJER 1º
Que apaguen todas las luces.
Que digan al amanecer
que aquí no hay paso.
NIÑA
Madre: ¿quién es ese señor
que ahí está como un
búcaro derramado?
MUJER 4º
Era un pájaro de fuego,
que se quemó las alas
volando.
HOMBRE 4º
Mentira que se mató
por escapar al tirano.
Al estrangular su grito
hay señal de que quiso
decimos algo.
(Mutis)
(Vuelve a oscurecerse totalmente la escena, sin caer el telón).
SEGUNDO CUADRO
(Al iluminarse gradualmente la escena, se percibe el interior de un lóbrego cuarto colonial, de macizas paredes con ventanas y puertas cegadas, para una celda eventual.
En la escena no hay más luz que la que arrojan dos sucios lampiones humeando contra la pared, a la derecha del foro. A la izquierda, una puerta abierta de par en par, da a una habitación contigua profusamente iluminada, en donde se alcanzan a ver una vasta mesa y otros instrumentos de tortura. La acción transcurre en la habitación contigua, llamada “Cámara de la Justicia”, o “de la Verdad”. De tanto en tanto, crujen los ejes de una rueda de suplicio, y un débil gemido marca la distensión de los miembros descoyuntados, mientras los verdugos cambian monosílabos e improperios, salpicados de risa animal).
UNA VOZ
Una noche sucia de candiles.
En el cepo triza sus cuerdas la garganta.
Los verdugos hacen girar sus aparejos,
y en vez de confesión brilla una lágrima.
VERDUGO 1º
Comandante, vomite ese silencio,
que le hará mucho bien
sacarse los arreos de Capitán,
y pagar como cualquiera
tributo al miedo.
UNA VOZ
Y han de borrar tu nombre como lepra de los mura del día.
VERDUGO 2º
Te harán primer actor de marionetas
para ponerte a luchar en un desván
con las polillas.
(Risotadas)
VERDUGO 1º
Tu orgullo de señor almidonado
no pudo sobrellevar
la Cámara de la Justicia.
VERDUGO 2º
No supiste escapar a los cien ojos
del Supremo, y ahora tiemblas
como una niña.
(Mutis. La víctima es arrojada a empellones a escena. Vienen detrás, el Actuario y los Verdugos.
Cavallero sale descalzo y con la camisa hecha jirones a golpes del “teyuruguái”.
Una luz vertical, proyectada sobre el centro de la escena, recorta las figuras de rostros duros y toscos,
como labrados en palo. Cavallero permanece en penumbra, adelantando apenas las manos tumefactas y el rostro abotagado.)
VERDUGO 1º
(Dándole un empellón)
Desgraciado: conteste a la autoridad,
si respeta su vida.
ACTUARIO
¿Quién es este infeliz?
¡Diga su nombre y ponga aquí su firma!
UNA VOZ
Él está allí no más. Rendido,
como una tuerca caída.
CAVALLERO
Soy yo... No sé... -No recuerdo
ya lo que quería...
¿Quise, acaso, una Patria
limpia como un altar?
ACTUARIO
Porquería. Yo te voy a enseñar
a deletrear tu ficha.
(Exhibiéndole un legajo)
Toma. Trágate este legajo
que canta tus milagros, y de los que están
en tu fila... -Un tal Fulgencio Yegros,
un Iturbe... un Montiel...
¡Bah! Señoritos de tal por cual
aquí nos vamos a ver la cara,
con los guaicurú y el “teyuruguái”.
(Cavallero queda totalmente en penumbra)
UNA VOZ
Son cien. Son más de cien
azotes; y la carne empieza
a desmayar.
CAVALLERO
(Adelantándose, en además desesperado)
¡Basta!
Quiero confesar.
Que me dejen un momento
libre para pensar en paz.
(Pausa)
(Desafiante)
¡Sí! ¡Soy yo!,
yo, vuestro Capitán y Comandante
una vez; jugándome la vida
por vuestra libertad.
(Mutis. Se oscurece totalmente la escena. Por el costado derecho se proyecta un haz de luz oblicuo,
suficientemente intenso para dejar en sombras todo lo demás.
Se adelanta un personaje de atuendo y acento marcadamente peninsular.
Hace el gesto de asomarse a mirar ajuera con desdeñosa impaciencia.
El Gobernador Velazco y una matrona vestida de negro.)
SEÑOR HISPANO
¡Quién vive!
VOZ MASCULINA
Lo que no podéis matar:
¡el Paraguay!
SEÑOR HISPANO
Permitidme, Señor Gobernador,
que acabe con estos indios
que amotinan la ciudad.
VELAZCO
Y a toda esa chusma,
¿quién la podrá dominar?
MATRONA
El Comandante Cavallero;
nada menos y nada más.
(Mutis. Se oscurece el cuadro lateral derecho, y al extremo opuesto,
el mismo efecto de luz descubre al Capitán Cavallero en su uniforme de gala,
rodeado de patricios que lo aclaman.)
PATRICIO 1º
Esta noche, muchacho,
te has jugado la suerte
y te tocó la de ganar.
PATRICIO 2º
Como quien no quiere la cosa
nos diste Patria y Libertad.
(Mutis. Se oscurecen los cuadros laterales,
y vuelve a iluminarse el interior de la celda.)
DIRECTOR DE ESCENA
(En traje de sport moderno)
¡Corten!
¡Bajen el telón! -No es ese el acto que íbamos a ensayar.
Ahora, él está ante nosotros temblando de pies a cabeza y sin poder escapar.
ACTUARIO
Veamos qué dicen a todo esto los doctos en la Universidad.
(Mutis. Por el mismo efecto de luz, aparecen a un costado de la escena dos togados,
sentados en altas cátedras, en ademán de discutir.)
DOCTOR 1º
Unos estúpidos -Eso: cuatro militarotes
parodiando una epopeya
en trajes de carnaval.
Haciendo el juego a los porteños
y a los de la Banda Oriental.
DOCTOR 2°
El único que entendió la cosa
fue el Supremo. Y estos patricios
sólo querían acaudillar.
CAVALLERO
(Adelantándose hasta ellos en traje militar de fajina)
Señor, disculpe Ud.
doctor... O Profesor...
Yo no buscaba el mando.
El poder ya lo teníamos
por el gobierno español.
Lo que nos hizo hervir la sangre
fue vernos puestos a remate,
como a un perro en busca de señor.
No queríamos a los portugueses,
y a Belgrano, Ud. recuerda
que supimos decirle no.
No vaya Ud. a ensuciar nuestra muerte
por una tesis de doctor.
DOCTOR 1º
Si dejamos hablar a los archivos,
Uds. eran unos orates,
y sólo Francia comprendió
cómo desembarazarse de Uds.
para aglutinarnos como nación.
CAVALLERO
Tal vez será verdad.
Porque nosotros no entendíamos
la República como una propiedad.
Luego vino, quien nos puso su marca
como al ganado y nos enseñó
lo que podíamos querer
o cuanto debíamos pensar.
(Mutis. Mismo efecto de luz, y por el costado opuesto,
Cavallero en igual tenida, limpiando un arma, entre unos patricios y su mujer.)
PATRICIO 1º
Capitán Cavallero,
¿quién está por nosotros?
CAVALLERO
Toda la nación.
PATRICIO 1º
Hay que evitar que el déspota
nos gane de mano.
CAVALLERO
No lo permita Dios.
MUJER DE CAVALLERO
Pedro Juan, te ruego,
por tus hijos, cede por esta vez a mi temor...
Presiento...
CAVALLERO
-No queda tiempo de pensar en ti o en mí.
Otros han dado su vida
por la Patria que gesté yo.
(Mutis. Una luz vertical desdibuja los contornos de la escena.
Desde el foro, en penumbra, avanzan dos mujeres.)
MUJER 1º
Quién es ese que traen ahí,
flanqueado por fusileros
¡y a punto de sucumbir!
MUJER 2º
Es nuestro prócer, Cavallero,
convertido en criminal
por orden del “caraí”.
(Mutis. Mismo efecto anterior, iluminando un cuadro lateral.
Un escolar y su padre, en indumentaria actual.)
ESCOLAR
Papá: ¿por qué el 14 de Mayo
hay concentración en la plaza?
PADRE
Porque es el día de los héroes;
y honramos en él a Yegros,
Iturbe, Francia y Cavallero.
ESCOLAR
Y si Francia mandó matar
a nuestros proceres por traición,
¿quién es el héroe entre ellos?
(Mutis. La escena totalmente a oscuras.
Se oyen gritos mezclados con sollozos y ruidos de pasos.)
VOZ FEMENINA
Viernes Santo de 1820.
Hoy han soltado nuevamente
a Barrabás; y todo un pueblo
contigo, Señor, agoniza y muere.
(Mutis. Mismo efecto de luz. Cuadro lateral presentando a un sacerdote en el interior del templo,
sentado de espaldas. Un patricio con el rostro desencajado y sin aliento, se arroja a sus pies, de rodillas.)
PATRICIO 3º
¡Confesión! ¡Confesión!
Padre: hemos pecado todos
contra el ungido de Dios.
Hemos convenido su muerte
y a estas horas, no sabemos
quién lleva bajo su capa
la muerte del Dictador.
SACERDOTE
Hijo, sin reparar el daño
no hay materia de absolución.
(Mutis. Mismo efecto de luz. A un costado, los patricios sé enfrascan en sombrías premoniciones.
Del foro, sale casi corriendo un oficial con la noticia electrizante, encarándolos )
OFICIAL
¡Traición!... ¡Traición!
¡Han pasado la lista de los conjurados
al Supremo!
PATRICIO 1º
Dios haya misericordia de nosotros.
(Todos se santiguan).
PATRICIO 2º
Ahora sí que Dios ha muerto.
(Mutis. Vuelve la escena de la cárcel, con los mismos personajes.)
VERDUGO 1º
Este Capitán de opereta
tiene la carne dura,
y no sabe cantar,
aunque le duela.
VERDUGO 2°
Vamos a quitarle el pellejo
de a poquito,
pero con otras maneras:
¿sabes qué dicen en la calle?
que es un vendido a los porteños;
y hablan de cartas que lo prueban.
CAVALLERO
Si hay tales cartas
¡que las presenten ante mí!,
para arrancarme los ojos
cuando las lea.
VERDUGO 1º
(Abofeteándolo)
¡Cobarde! Mientes ahora
para encubrir tu vergüenza.
CAVALLERO
(Retrocediendo)
¡Jamás!... mi Patria vale más
que mi vida, y nunca
la quise en cadenas.
¡Qué ganamos con cambiar el grillete español
por el dogal porteño!
Vivos o muertos,
sea de nosotros lo que fuera,
nuestro gesto va igual
contra todos los déspotas.
ACTUARIO
¡Fuera!... ¡Sáquenlo de aquí!
Este loco piensa predicar hasta que muera.
(Mutis. Queda la escena a oscuras.
Ruido de puertas y cerrojos al retirarse los Verdugos).
TERCER CUADRO
(Al iluminarse la escena, ésta aparece partida en dos por un grueso muro de adobes. A la izquierda, a la calle, el amplio corredor techado de una casona colonial, con verjas y horcones de madera. Es de noche, y algunos faroles se encienden o apagan, según se suceda la acción. Largos escaños de madera y una mecedora de estilo son el único mobiliario del corredor A la derecha, el interior de una amplia sala, con alacena empotrada, gran mesa y sillones en cuero claveteado. Un altar casero en un rincón, con reclinatorio, nicho y crucifijo; algunas imágenes de miriñaque y velón votivo. Puertas y ventanas con gruesos quiciales y postigos practicables, sin vidrios, sobre la calle. Velas de sebo en candeleros de plata y palmatorias prestan su débil luz al salón señorial y modesto. El mismo juego de luz ubica alternativamente la acción en uno y otro cuadro.
En la sala, espiando desde los postigos de la ventana, dos damas que por la edad podrían ser madre e hija, ataviadas de negro y con manto a la usanza española.)
MADRE
¡Qué no sepa el oído lo que dices!
HIJA
¡Qué no miren los ojos lo que vemos!
MADRE
¡Nuestros proceres de Mayo
conjurados contra el Supremo!
HIJA
Han llamado a la capital
a Don Fulgencio Yegros.
MADRE
Hay rumores de sublevación
que tienen pasmado el viento.
HIJA
Madre: ¿qué hemos ganado
con ser libres, si lo mismo
nos estrangula el miedo?
MADRE
¡No te atrevas a preguntar!
La duda es un crimen horrendo.
Hay que creer, hija mía,
aunque nos muerda los pezones
la duda de estar en lo cierto.
¿Qué ganas con decir no,
si ellos quieren que lo blanco sea negro?
Si la mentira es verdad, ellos lo saben decir
mejor que tú, y con más derecho.
HIJA
¡Ay!... -¡Y cómo cuesta ser prudente
y no quedar deshonrados en lo más adentro!
(Mutis. En el corredor, sobre la calle, una joven madre, arrebozada,
arrullando a su hijo en brazos, en la mecedora)
JOVEN MADRE
Duerme.
Duerme, mi amor.
Tal vez, hijo de mi alma,
durmiendo te sientas mejor.
(Pausa)
Aquí el día es como un techo
de plomo, pesando sobre el
aliento y la voz.
(Pausa)
Duerme, ahora:
ya te esperan, cuando mozo,
la Triple Alianza
y otro calvario de dolor.
Ahora duerme: escápate de mi llanto
y descansa... -Tu padre, desde el calabozo,
te grita su bendición.
(Pausa)
Sollozando, se ha dormido
el capullo de mi corazón.
(Mutis. A la derecha, una luz oblicua que viene del foro desdibuja el interior de la habitación.
Cavallero, en atuendo de señor de campo, con sombrero y poncho,
en trance de despachar un peón.
Este es un mancebo de la tierra, con indumentaria a la estanciera, sombrero con barbijo, poncho y altas pierneras,
faja y facón. Va descalzo y arrastra grandes espuelas de hierro).
CAVALLERO
Rosendo:
toma mi montado
y galopa hasta lo de Montiel.
Diles que si Dios y la Virgen
permiten, todo va bien.
PEÓN
Patrón, no se quede solo,
aguardando a lo que pudiera ser.
Vamos a despertar a la gente
para que se juegue la vida con Ud.
CAVALLERO
Al pueblo no se levanta,
muchacho, sino después.
Ahora duerme, con los sueños
que el tirano dispuso para él.
Pero aguarda:
¡dame un abrazo! Y hasta la vista,
si no nos volvemos a ver.
(Entra el peón)
¡Esta mi gente!
Buena y noble, y sin doblez.
¡Cuándo alcanzaré a verla,
erguida su frente, mostrando al cielo
lo que la tierra les dé!
(Mutis. Cambia la escena, dividida siempre en dos planos.
A la izquierda, una calle de Asunción, con oscuros
y altos portales de escalones exteriores adosados a los cimientos.
A derecha, un salón similar al anterior, con imperceptibles cambios de moblaje.
Una dama de edad provecta observa el ir y venir afanoso de su marido, un oficial de elevada planta
y noble porte, que podría identificarse con Yegros o cualquier otro patricio.
Suena al fondo el tic-tac obsesivo de un reloj de pared, que va in crescendo hasta apagarse luego con el mutis.)
VOZ MASCULINA
La noche, como un patíbulo
enorme, cuelga sobre la ciudad desierta.
Horas de obsesivo retomo
a los postigos de la espera.
OFICIAL
(Espiando a la puerta)
Otro relevo de guardia en el Cuartel,
sin que nada se sepa...
¡Por Dios! ¡No me estés allí mirando
como alma en pena!
Anda a dormir, y déjame solo
terminar esta faena.
(La dama sigue absorta en su asiento).
¡Señor!... ¡Cómo tardan en venir!
¿Si habrán caído también ellos
víctimas de la sospecha?
(Pausa)
VOZ MASCULINA
El péndulo del reloj
decapitando las horas
con mecánica indiferencia.
(Pausa)
OFICIAL
¡Mi capa! -¡No digas nada!
¡Pronto acá mi capa negra!
(Ella le alcanza una doble capa española).
Aunque tenga que morir,
mejor voy por ellos afuera.
(Hace ademán de echarse a la calle).
(Mutis. Cambio de Luz.
La acción en la calle, casi enteramente en penumbras.
Estrépito de voces y armas de un pelotón de guardia persiguiendo
a alguien que huye precipitadamente).
1º VOZ
¡Quién anda ahí!
¡Alto, diga el santo y seña!
2º VOZ
¡Patria y libertad!...
1º VOZ
¡Altooo!... ¡disparen! ¡a matar!
-¡Idiotas! ha escapado de nuestras narices.
-¡Pronto, a registrar puerta por puerta!
(Mutis. Al interior de la casa, una anciana secundada por una niña y una vieja mulata,
en trance de rezar el rosario.
En la calle, un galopar de gente a caballo despierta a los perros
del vecindario que sueltan a ladrar y aullar).
ANCIANA
¡Las puertas!
¡Por el amor de Dios,
cierren todas las puertas!
MULATA
¡Cháke!... el “caraí”,
montado en su moro,
tomó el camino de la Recoleta!
NIÑA
¡Qué habrá pasado, Señor!:
va más sombrío que nunca
y sin húsares que le precedan.
MULATA
Hálito de muerte ha desolado las recovas
y se filtra por las cancelas...
ANCIANA
¡No salgas a mirar!...
Tal vez hay ojos
que espían, sin que tú los veas.
(Mutis. Mismo efecto de luces.
Un haz de luz oblicuo proyectado desde el foro sume la escena en penumbra.
Adelante, Cavallero sentado en una banqueta
y haciéndose calzar las botas por un mocito arrodillado ante él.
Le rodean varios patricios, arrebozados en su capa y con altos chambergos).
CAVALLERO
Será esta noche, señores:
el tiempo apremia.
PATRICIO 1º
¿Cuál será la señal?
CAVALLERO
Tocarán a rebato
las campanas de la Catedral.
PATRICIO 2º
Han pasado nuestros nombres
a Velazco, y tal vez mañana
se nos decida encarcelar.
CAVALLERO
(Poniéndose de pie)
Antes de morir esclavos
mañana, muramos hoy
gestando Patria y Libertad.
(Mutis. Repique festivo de campanas.
A la izquierda, se abren de par en par todas las puertas profusamente iluminadas,
y bajan por ellas a la calle los mismos personajes del Coro inicial,
congratulándose primero, y asumiendo después una actitud hierática mientras dicen el recitativo;
y vuelven a separarse, hasta desaparecer por las distintas puertas, que se cierran por fin y quedan a oscuras)
MUJER 1º
Nunca campanas sonaron mejor
que aquella noche sin par.
MUJER 2º
Aunque más fuerte repicaba por dentro
el corazón, a punto de estallar.
MUJER 3º
Mómpox y José de Antequera,
aguardaban la seña para
resucitar.
MUJER 4º
La hija de Juan de Mena,
volvió a vestir en la tumba
su blanco velo nupcial.
HOMBRE 1º
Los Comuneros de Irala;
los Comuneros de Castilla,
y los ángeles que fueron y vendrán.
HOMBRE 2º
Los emigrados. Hartos
del pan amargo y ajeno;
y los que mueren de hambre
en el hospital.
HOMBRE 3º
Los que pagan impuestos con su sangre
y los que son encarcelados
por no tener con qué pagar.
HOMBRE 4º
Los que huyen con un grito adentro
rompiéndoles las entrañas,
sin conocer el nombre que denunciar.
HOMBRE 5º
Los que se suicidan de tedio,
secándose bajo el espejo solar.
MUJER 5º
Todos, lloraban de gozo,
oyendo las campanas sonar.
MUJER 6º
Cavallero: ¡Dios te acompañe
con su lucero del alba!,
niño metido en hazañas de Capitán.
(Pausa)
MUJER 7º
Que abran todas las puertas;
que estallen todos los naranjos en flor,
en esta anticipada primavera.
HOMBRE 6º
Que el río lleve esta inundación
de gloria por las praderas.
HOMBRE 7º
Que los caminos alboroten los confines
de la Patria con esta savia nueva.
HOMBRE 8º
¡Somos libres!
HOMBRE 9º
Somos libres... -Sí, señor,
una cosa tan humilde y tan vieja:
Nuestra pequeña libertad, colmada
de zumos recónditos y rebeldías lozanas.
MUJER 8º
¡Somos libres! como cachorros de fieras.
Libres de levantar castillos de naipes
en nuestras taperas.
MUJER 9º
¡Libres!... ¡Somos libres!
HOMBRE 10°
(Un europeo actual, posiblemente alemán, o inglés).
¿Qué os aprovecha vuestra libertad;
si carecéis de pan e inteligencia?
HOMBRE 11º
No pedimos mucho, señor,
sino la más pequeña medida;
para tener el derecho
de equivocarnos como cualquiera.
No queremos el camino recto
que para enderezar
nos corta los brazos y las piernas.
Entre la verdad y el error,
déjennos la libertad de elegir
lo que entendamos mejor, aunque nos duela.
HOMBRE 12°
(Un caudillo americano de cualquier época).
La libertad es el precio del orden,
y no se llega hasta allá
dando golpes a ciegas.
MUJER 10º
La libertad, señor, es una gracia de Dios
que cada día se pierde o se conserva.
HOMBRE 13°
Nosotros, hemos preferido ganarla
empeñando la vida. Y no estamos
dispuestos a perderla.
(Llega jadeante a la escena un muchacho, como de 14 o 15 años).
MUCHACHO
¡Oigan!... -El Gobernador ha dimitido.
CORO
¡Victoria!...
ALGUIEN
Hoy estrenamos una Patria nueva.
(Mutis. Se oscurece la escena. Mismo efecto de luz oblicua desde el foro.
Adelante, Cavallero es detenido por un pelotón de fusileros al mando de un sargento.
De fuera, llega el piafar nervioso de caballos, apostados tras una larga jornada).
SARGENTO
¿Es Ud. el Capitán Cavallero?
Órdenes del Dictador para prenderlo.
No diga nada, y déjenos revisar
sus documentos.
(Pausa)
Atenle bien las manos:
estos traidores, como las ratas,
saben escapar por cualquier agujero.
¡Cállese!... Ya después le tocará
cantarnos, desde el cepo.
¿Vieron? -Así no más se entregan
y callan estos enemigos del pueblo.
(Mutis. Se oscurece totalmente la escena, mientras cae el telón)
CUARTO CUADRO
(A telón caído. Chirriar de puertas y cadenas previniendo la escena de la cárcel).
VOZ MASCULINA
En la celda,
la luz muriendo de frío
desde una candela.
Años vacíos de cárcel.
Que no cubren un instante apenas.
Horas atroces de agonía
que parecen eternas.
VOZ FEMENINA
Aquí la carne se adelgaza
como una larga pena;
y el espíritu se llena de lodo
y úlceras que queman.
(Al alzarse el telón, el mismo efecto de luz oblicua desde el foro,
dejando atrás y en sombra la celda de Cavallero
Adelante, se congregan los mismos personajes del Coro, de diversa vestimenta y distintas épocas,
ansiosos de saber la suerte del héroe.
Alguien con ademán bondadoso y enérgico los aleja de la cárcel.
Por ambos costados, se dispersa el Coro, haciendo cada cual muestras de compasión y desencanto).
HOMBRE 1º
¡Afuera!...
¡Afuera!... - Déjenlo sólo doblarse
sobre su soledad, mientras galopa
el pulso de sus venas.
Hay demasiada tempestad
en esa faz serena.
No interrumpan este sordo derrumbe
de sus fuerzas.
No pregunten nada:
él está, transfigurándose,
sobre su ruina inmensa.
(Mutis. Cambio de luz. La misma escena del Cuadro Segundo.
Un camastro con entramado de tiento y un jergón con mantas revueltas.
Una silla y mesa basta. Directamente sobre la mesa, una vela de sebo chorreando su magra luz.
Cavallero con evidentes signos de agotamiento y desesperación, descalzo
y con el mismo aspecto miserable anterior.
Luces en las distintas gamas del rojo dan una apariencia espectral a la escena).
VOZ FEMENINA
¡No!...
Suicidio no...
Sería demasiado bajo matarse,
por no arrostrar al Dictador.
CAVALLERO
Lo alto y lo bajo...
¡quién me da prueba de los dos!
Sólo sé que mis altos sueños
me valieron el mote de traidor.
(Pausa)
VOZ FEMENINA
¡No!...
Suicidio no...
Hay otras formas
de mostrar tu rebelión.
CAVALLERO
Han pasado las horas.
Y sé que sólo aguardo la muerte
frente a un pelotón.
(Pausa)
¡No puede ser!
No puede ser que me someta
al ultraje de correr de la vida
como un ladrón...
(Pausa)
¡No! ... Suicidio no.
¡Aguardaré y les gritaré
al rostro mi desesperada rebelión
y mi desprecio!...
(Pausa)
-Pero,
¿gritaré a quién? -Allí
no estarán sino cuatro sicarios
y un sargento.
Lo que oigan, pronto será cubierto
de baba y excremento.
Lo que vean,
mil veces se dirán que no
lo han visto, hasta creerlo.
(Pausa)
¡Sí!... -Sólo un gesto:
Un gesto indeleble y eterno.
(Pausa)
Pero no hay eternidad
sino en la muerte. - Sólo cabe
arrebatarles mi muerte.
¡Para pregonar mi rebelión
desde los cuatro vientos!...
VOZ FEMENINA
¡No!... Suicidio no...
Por amor de tus hijos,
por el temor de Dios...
CAVALLERO
A punto de morir,
no se ve en Dios al Juez,
sino el Amor.
(Mutis. Cambio de luz. Adelante, un chico y su padre,
los dos de espaldas y ambos en indumentaria moderna;
parecen mirar hacia la cárcel).
NIÑO
Papá: no alcanzo a ver
si está por morir de miedo,
o quiere burlarse del Dictador.
DOCTOR 1º
(Se adelanta hacia ellos)
Nuestros proceres de Mayo
murieron como corderos
en el patíbulo: sin levantar la voz.
(Mutis. Cambio de luz. En la celda).
VOZ FEMENINA
¡No!...
Suicidio no...
Suicidarse no es gesto
de varón.
(Pausa)
CAVALLERO
Mi muerte, no será por reducir
la medida del horror.
¡Me arrancaré la vida
para enarbolarla a los cielos,
como un pendón!
(Pausa)
VOZ FEMENINA
¡No! ...
Suicidio no...
(Se oyen pasos de un pelotón en marcha
y redoble de tambores, aproximándose).
¡Aguarda!...
Ya vienen los que buscan tu muerte,
a redoble de tambor.
(Mutis, Cambio de luz. Adelante, salen precipitadamente el Actuario
Y soldados vestidos para la ejecución).
ACTUARIO
¡La luz! ¡Traigan más luz!
SOLDADO
(Glacial)
El Capitán Cavallero está muerto.
Se ha colgado
en medio de todos nosotros,
como una fatídica cruz.
ACTUARIO
¡No puede ser!
¡No dejen que se muera sin orden del Supremo!
(Cambio de luz. En la celda.
La intensa luz que sale por la puerta abierta de par en par,
proyecta contra el muro hacia el foro la nítida sombra del ahorcado.
Entran estupefactos los soldados y el Actuario).
Bájenlo de allá arriba; y cubran
pronto, con todas las sábanas del mundo,
esos fríos ojos de acero.
(Sus hombres Lo miran atónitos, sin atinar a hacer nada).
¡Despejen! Déjenlo respirar
el aire mañanero...
¡Hay que hacerlo revivir
a toda costa! -Alguien
le preste su aliento.
Derritan a golpes esa sangre
que se está endureciendo.
¡Hagan fuego!
¡Luz! ¡Más luz!... ¡No ven
que nos estamos quedando ciegos!
¡Pronto! hagan saber
esta contrariedad al Supremo!
¡Qué desgracia, habérsenos
escapado así, sin precavernos!
(Pausa)
(Fuera de sí)
¡Corran!, a cubrir todos los
boquerones del día,
pongan candado a todos los luceros...
y que no canten los gallos del alba
el triunfo de Cavallero.
(Mutis. La luz se desvanece hasta quedar la escena a oscuras)
QUINTO CUADRO
(Cambio de luz. Al frente, salen por ambos lados los diversos personajes del Coro, apesadumbrados y llevando cirios encendidos, como en el Cuadro Primero. Adelantan hacia la embocadura y se cruzan, desapareciendo por el costado opuesto, hacia el foro. Las campanas de la Catedral doblan a muerto, y el mismo rumor de letanía, entrecortado de sollozos, marca las pausas del recitativo final. Alguien en ropa de civil y de corte moderno, les sale al paso con gesto terminante, y enfático).
ALGUIEN
¿Qué han venido Uds. a ver?
(Todos se detienen desconcertados).
Vuelvan a sus casas, y a su tiempo;
y cuenten a sus hijos y nietos
el mensaje que este muerto
-colgado así, como un péndulo
entre el ayer y el mañana-
escribió para después.
(Pausa)
(Al fondo, se descubre et interior de la celda,
con el mismo efecto de la puerta lateral izquierda que,
iluminada profusamente,
recorta contra la pared hacia el foro la nítida sombra del ahorcado).
Déjenlo morir de pie:
árbol herido por el rayo.
(Pausa)
Traigan un poco de aromas
del valle que tanto amó.
(Pausa)
Acérquenle la brisa del cerro
para que avente esas lágrimas.
(Pausa)
Rompan el corazón
de cien lapachos en flor de llama,
para que repitan quinientos años
un responso aterido por su alma.
Gradualmente se desvanece el efecto de la celda, hasta quedar totalmente en sombra. Desde el foro, y por los reflectores de boca, una iluminación más y más intensa anuncia el amanecer de un día radiante. Las campanas sueltan a repicar con aire festivo y triunfal).
FIN
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COLECCIÓN DE OBRAS COMPLETAS DE RAMIRO DOMÍNGUEZ - POESÍA
Editorial SERVILIBRO
Asunción – Paraguay. 2013 (315 páginas)
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