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AUGUSTO CASOLA (+)
30 de Marzo de 1944 - 18 de Junio de 2020
 
AUGUSTO CASOLA (+)






Biografía

CASOLA, AUGUSTO

Nació en Asunción, en 1944.-

Obras publicadas:

·         EL LABERINTO (novela, 1972. Primer Premio concurso PEN Club del Paraguay y Cámara Paraguaya del Libro);

·         27 SILENCIOS, (poesía, 1975);

·         LA CATEDRAL SUMERGIDA (cuentos, 1984);

·         TIERRA DE NADIE-NIGUÉM (novela, 2000);

·         SEGUNDO HORROR (novela, 2001. Primer premio “Roque Gaona 2001”);

·         TIEMPO (poesía, 2002);

·         MASONERÍA Y PROFANIDAD (Ensayos, 2005);

·         FIRRACAS Y PANDORGAS (Cuentos, 2006).-

Augusto Casola es miembro del PEN Club del Paraguay desde 1973. Ocupó los cargos de Tesorero, Secretario General y Presidente del Club, entre los años 2001/2007. Es además socio fundador de la Sociedad de Escritores del Paraguay. Actuó de jurado para varios concursos literarios.-

Tiene algunos cuentos premiados como EL PADRE DEL LUISÓN (Instituto Nacional del Libro Español, INLE, 1972); TODAS LAS MUJERES, ELVIRA (Mención Cooperativa Universitaria, 1986); LA PRINCESA (Primer Premio Cooperativa Universitaria, 1992); EL MUERTO (Primera Mención del 4º concurso del Club Centenario, 1994); EL TERCER DÍA (Primer Premio del 13er. Concurso de Cuentos del Club Centenario, 2007).-

(Fuente: "REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY/ POETAS-ENSAYISTAS-NARRADORES”/ IV ÉPOCA - Nº15 - Arandurã Editorial, Asunción-Paraguay, Mayo 2008)

 



CASOLA, AUGUSTO: Ciudad de Asunción, 1944. Poeta y narrador.

Sus títulos publicados incluyen: “El laberinto” (Novela, 1972); “27 silencios” (Poesía, 1975); “La catedral sumergida” (Cuentos, 1984); “Tierra de nadieninguem (Novela, 2000); “Segundo horror” (Novela, 2001); Tiempo (Poesía, 2002); “Masonería y profanidad” (Ensayo, 2205).-

(Fuente FIRRACAS Y PANDORGAS (Cuentos), de Editorial Arandurã, Asunción-Paraguay, año 2006)



AUGUSTO CASOLA NOS SIRVE CAFÉ CON LECHE

PARA FESTEJAR LOS 40 AÑOS DE SU PRIMERA NOVELA (I)

Por MARIBEL BARRETO 

Una idea germinante centraliza el tema de la novela de Augusto Casola: la muerte, a la que elude en casi todos los capítulos. El escritor, al nombrarla, lo hace con frases como: “Entrar en ese sueño sin imágenes”, “un muerto es una realidad estéril”, “atracción de la gravedad hacia el abismo”, “entrar al mundo de los olvidos”, “ese profundo abismo presentido”, “un organismo que se extingue”, “un área de tinieblas desconocidas y monstruos extraños”, “una soledad completa”, “un abismo sin inicio ni final del todo”, “enfrentar el alcantarillado infinito y negro”. Como se ve, la muerte está siempre rondando el ámbito novelístico en el que se respira un aire elegíaco.

La construcción de la geografía urbana en un antiguo barrio céntrico asunceno, las inmediaciones de las calles Paraguarí, Antequera, los antiguos nombres ya cambiados como Río Blanco, Amambay, hoy día Gaspar Rodríguez de Francia, esa construcción del espacio rescata escenas de la vida de las familias radicadas en el barrio, vecinos y conocidos. Rememora un cumpleaños infantil en el que el autor describe cómo se hacía la invitación para la fiesta infantil: el mismo niño recorría las casas del vecindario a invitar a sus amiguitos, todos los vecinos se conocían, se visitaban, rendían culto a la amistad, y se practicaban costumbres sencillas y fraternas que demostraban lazos amistosos en una comunidad barrial. Se destaca la sencillez en el festejo: los chicos eran felices compartiendo juegos y golosinas, la vida honesta sin lujos ni demostraciones hipócritas de apariencias mentirosas. Este aspecto del costumbrismo asunceno es un recuerdo nostálgico de una ciudad que ya no existe, sumergida en el pasado. Recuerda las tertulias en las casas, moderados placeres como el tereré o el mate compartido, sentados en sus sillones cada cual frente a sus casas para refrescarse al atardecer, o las visitas de parientes u amigo que llegan de sorpresa, no se estilaba en aquel tiempo el anuncio de visitas, se llegaba sin previo aviso, y se era amablemente recibido y se compartía lo que se tenía. La gente vivía con dignidad y franqueza.

La arquitectura de esas casas de los barrios céntricos descrita con detalles; grandes aposentos unos a continuación de otros con el sanitario al final. La entrada con un portal de hierro, el zaguán con sus gradas de mármol y luego el vestíbulo; la primera habitación, situada sobre la calle, una pieza con balcones en los que sus habitantes se asomaban para observar lo que sucedía en la calle y, desde allí, conversaban con los vecinos y conocidos que transitaban por la acera. En fin, la vida que describe Casola envolvía los mandados para el almacén, la panadería, los paseos con la madre por la calle Palma, un espacio de cruces y encuentros, los juegos de trompo y bolita, el intercambio de figuritas:

“…ya no es la Asunción amada de jazmines y naranjos, sino una medusa de mil cabezas que escupe humo y está ansiosa por devorar a los incautos ancianos que se desplazan flanqueados por esas centelleantes amenazas en que se convirtieron las calles, las avenidas, la ciudad entera”. (p. 236).

En sus pasajes alternan armoniosamente lo nuevo y lo viejo, lo arcaico y lo moderno que se nutren mutuamente en una porosidad en movimiento y renovación. Sus relatos constituyen camino, indagación y búsqueda, que convocan al lector a configuraciones multilineales sin contorno definido entre la distancia de los recuerdos, la presencia de voces del presente y los ecos del recuerdo.

Configuración estructural. Multiforme en su construcción, Casola combina texto en prosa y en verso, alterna diálogos y largos monólogos, entrevistas de estilo periodístico junto a relatos y hasta informes, noticias de periódicos sobre acontecimientos de la época que abarca la novela, recortes de diarios que atestiguan hechos que se recuerdan en el relato.

“La década del 70 fue prodigiosa y se extendió hasta los primeros años del 80. Entonces comenzó la decadencia. El dinero fácil comenzó a escasear, se fue acabando. Algunos comenzaban a despertar de diez años de modorra para descubrir que ya no disponían de los medios suficientes para sostener el ritmo de vida, que hasta ayer nomás era lo habitual”. (p. 197).

Maniobras del entramado. El texto alude a un fantasma que se corporiza y conversa con César, el protagonista, quien lo interpela sobre hechos ocurridos, o es el mismo César que instiga y fustiga al fantasma de su padre quien lo visita y se sienta en su sillón de mimbre, cuando la casa está a oscuras. En cada pliegue y repliegue de la realidad presentada, lo real parece escindido y ligado a lo fantástico, como si fuese un reverso de sí mismo y, a su vez, el de una totalidad sin fin en la reiteración de temas del tiempo, de la belleza, de la enfermedad, la memoria, el erotismo, el dolor, el poder y la muerte, pues César habla con Estela, Estela con César y consigo misma, o con la hija o el hijo al que a veces lo ve vivo y al momento su silueta se diluye en la sombra cuando reconoce que está muerto.

César flota entre su realidad matrimonial, que ya lleva décadas y la búsqueda de la felicidad en otro escenario, en encuentros con su amante, con Zoraida, con quien tiene experiencias ilusorias, de paraísos efímeros que alteran la serenidad de su conciencia despojándolo de la paz, sumergiéndolo en un estado de confusión, que borra todo intento de razonamiento que admita la veracidad de sus juicios.

El inquisidor y el fantasma, como ya dije, son otras tantas caretas del mismo narrador, que se desdobla y se multiplica en otros personajes para presentar las mismas ideas desde distintas aristas, contar varias veces los mismos hechos desde ángulos de visión diferentes, constituyen un buen recurso para introducir las variaciones de enfoques.

La novela carece de grandes acciones, los actantes son dueños de todas las técnicas para contar la historia desde la focalización de cada personaje, y el lenguaje correcto y claro consigue cambios en perspectiva y la cosmovisión.

Varios tipos del yo narrador, esa es la novedad, el yo y su propio fantasma, el inquisidor que no es sino el relator y su propio fantasma puesto que el narrador finge tan claramente cómo consiguió la información: hace que el inquisidor investigue y le informe sobre los hechos acaecidos.

Las descripciones referenciales las hacen César y Estela, la persuasión se da por medio de palabras con ritmo agradable. El estilo en el episodio refleja el valor de las descripciones de los subtemas. Así en el episodio de la preparación de la boda de la hija, los elementos se relacionan entre sí por contigüidad: iglesia, ceremonia, preparativos componen un conjunto coherente.

Formas intermedias del estilo directo y del indirecto tienen una función emotiva. Cuando el narrador se refiere a sí mismo, es decir, se convierte en autor con la misma identidad, como cuando César es igual al autor según los capítulos que rezan: “Notas del autor“; aunque el lector debe trazar una clara línea divisoria entre la persona humana y el personaje.

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Publicado en fecha 23 de Junio del 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY



AUGUSTO CASOLA NOS SIRVE CAFÉ CON LECHE

PARA FESTEJAR LOS 40 AÑOS DE SU PRIMERA NOVELA (FINAL)

Por MARIBEL BARRETO


LA FUERZA DE LAS IDEAS

Ya hice referencia a que no es novela de acción; los personajes se mueven en el pasado: el padre, la madre, la amante de César, y los recuerdos de juventud de Estela.

Los personajes viven sus conflictos internos, que los acompañan a lo largo de su existencia: deseos insatisfechos, errores irremediables, confesiones íntimas, fracasos; confusiones emocionales que constituyen sus propios fantasmas, que se corporizan para martirizarlos. Estas confesiones se exteriorizan en monólogos que expresan machismo, subordinación conyugal, estructuras de dominación de la dictadura stronista, esclavitudes de vicios, miserias sociales, tiranía de los mayores hacia los hijos, ingratitudes, abandonos, olvido e indiferencia hacia los ancianos.

Un clima de tristeza envuelve la novela, los personajes se cuestionan su propia existencia, y la inacción para luchar por el propio bienestar y la búsqueda de la felicidad los convierte en seres taciturnos, como expresa el mismo relato. Fracasados, conformistas, aun los luchadores se abandonan, dejan de batallar y se allanan a una vida gris, y lo expresan con marcado cinismo. Ningún personaje es alegre; la luz, los colores se disfrutan en soledad; la música sirve como motivo de reflexión culta, no se la disfruta ni se la comparte. La felicidad se vuelve esquiva.

Por fin diré que es una novela a ratos filosófica, como en los pasajes en que se reflexiona sobre el tiempo o la muerte.

La crítica social es áspera, la voz del narrador enjuicia y condena, se sirve de la metáfora muy bien lograda en magistral alegoría refiriéndose a nuestro país.

REFLEXIONES SOBRE LA ERA ITAIPÚ

“… Un pueblo obnubilado por la inesperada riqueza, antes pobre pero siempre oprimido e incapaz de razonar, porque las células del razonamiento se quemaron en el fuego fatuo de la codicia y el servilismo”.

Al referirse a un mitin de estudiantes universitarios, convocado en la Plaza Italia, se lee esta ácida reflexión sobre la dictadura de Stroessner, que se mostró con “descarnada crudeza”.

“… Consiguió destruir todos los valores que mantienen el equilibrio entre el honor y la vergüenza, para acabar por transitar la dignidad y el honor de hombres y mujeres en una cohorte repulsiva de sumisos cortesanos dedicados a exaltar su megalomanía”. (p. 161).

El autor cuenta el suceso de la Plaza Italia, ocurrido el 28 de mayo de 1959; después vino la huelga, la persecución, la implantación del terror por parte de la “guardia urbana”, un grupo de baja ralea, hombres ruines y perversos con derecho de arrestar o de castigar a las víctimas, opositores del régimen.

En un parágrafo nos recuerda que los manifestantes de entonces eran jóvenes con ideales encendidos que portaban la antorcha de la libertad que después se extinguió a causa de la intolerancia, de la dádiva y del terror.

DE ESTE MODO DESCRIBE LOS TIEMPOS DE LA DICTADURA

“El tiempo transita alrededor del enorme árbol pero no transcurre. Los años siguen siendo iguales, los días, luchas sordas y arrancan de enjambres que tratan de satisfacer al presidente, cuyo santuario se encuentra en las ramas más altas de la estructura. De ahí hace los gestos de complacencia o disgusto suficientes para que por toda la estructura corra un temblor helado”.

En el tema del amor, el autor reflexiona de este modo en su entrevista con el inquisidor.

“En mi caso la concepción del amor es algo constituido por una serie de vericuetos provenientes vaya a saber de qué lejanos atavismos que me fueron inculcados en la infancia. No soy freudiano, pero esas cosa que se escuchan, o al menos se perciben, crean raíces profundas en el ser humano. El sexo no es para mí como para muchos, la razón de ser del acercamiento. La unión sobrepasa el límite del contacto físico para adquirir ese sacrum facere, esa sacramentalidad que le confiere un sentido místico, una magia inexplicable para quien desarrolla su vida entre las márgenes de un prosaísmo crónico de nuestros días, sin imaginación, sin sueños, sin verdadera poesía”. (p. 156).

Sobre el paso del tiempo, el escritor mezcla reflexiones y sueños, que alternan en un plano en que la irrealidad invade el pensamiento, como una sucesión de historias que se superponen en la mente.

“La sensación de pérdida que le causó el sueño fue tan intensa que sintió el deslizar de una lágrimas sobre sus mejillas. No lloraba a los muertos, sino a su propia muerte, el final de su infancia, la huida de su juventud, el abandono de la madurez que cada año con mayor celeridad lo empuja hacia el abismo de una ancianidad inmisericorde, hacia el momento límite de la oscuridad y la ausencia definitivas”. (p. 117).

En conclusión: Casola presenta después de 40 años como conmemoración de la aparición de La Catedral Sumergida, su novela de la madurez, en que la filosofía juega un papel preponderante, la sicología presta su ayuda para la profundización de la intimidad de sus personajes.

El lenguaje conceptual preciso, las descripciones claras, las frases escasamente adjetivadas le otorgan objetividad; las instancias relevantes de realismo, magia y fantasía matizan el relato, y le confieren dinamismo. La variedad de técnicas crean el ritmo, que lejos de ser cansino le proporcionan conexiones y enlaces audaces y ligeros.

Es un libro para leerlo y reflexionarlo por la profundidad de su análisis de la realidad y la firmeza ante una sociedad cambiante en que lo ilusorio tiende a extenderse sobre la realidad que se oculta a los ojos del común de la gente, en que los referentes van desapareciendo y en que los recuerdos se vuelven borrosos porque sienten el vacío de la ausencia como parte del olvido.

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Publicado en fecha 30 de Junio del 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

Enlace interno: CAFÉ CON LECHE CON PAN Y MANTECA

Novela de AUGUSTO CASOLA

Editorial Arandurã. Asunción – Paraguay

Mayo 2013 (301 páginas)

 



AUGUSTO CASOLA (+)



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