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AUGUSTO CASOLA (+)

  LUIS MARÍA MARTÍNEZ - OBRERO DE LA PALABRA - Por AUGUSTO CASOLA - Año 2010


LUIS MARÍA MARTÍNEZ - OBRERO DE LA PALABRA - Por AUGUSTO CASOLA - Año 2010

LUIS MARÍA MARTÍNEZ - OBRERO DE LA PALABRA

Por AUGUSTO CASOLA

Foto de tapa: CARLOS ALBERTO MARTÍNEZ ZENA

Foto de contratapa: ARACELI DOMÍNGUEZ PANIAGUA

Editorial ARANDURÃ

Asunción – Paraguay

Agosto del 2012 (244 páginas)

 

 

ÍNDICE

 

Prólogo

Palabras preliminares

Revistas

Estudios.

Revista Martiniana, boletín del Centro Paraguayo de Estudios Martinianos.

 

Antologías y compilaciones - Año de Edición

El trino soterrado. Tomo 1. Intento. - 1985

El trino soterrado. Tomo 2. Intento. -

Cuaderno de notas (1959-1976). Arandurá. - 2002

Poesía social del Paraguay. Criterio. - 2005

Hérib Campos Cervera (p). Novecentista olvidado. - 2006

 

Prosa y poesía. Criterio.

Periodista inoportuno (2000-2004). Arandurá. Asunción. -  2006

Cuaderno de notas II (2002-2007). Arandurá. Asunción. - 2010

José Martí en Paraguay - 2011

 

Poesía

Día primero (1955). Primera edición. Asunción. - 1956

(Pseudónimo: Luis Armatize)

Día primero (1955). Segunda edición. Intento. Asunción. - 1989

Poesía. - 1961

Armadura fluvial. Asedio. Asunción. - 1962

Ráfagas de la tierra (1956-1958). Asedio. Asunción. - 1966

Arder, es la palabra (1959-1961). Sd. Asunción. - 1969

El jazmín azorado (1962-1966). Época. Buenos Aires. - 1970

Desde abajo es el viento (1964-1970). Sd. Buenos Aires. - 1975

Clarea el firmamento (1963-1969). Sd.

Chile será victoria (1974). Intento. Buenos Aires. - 1976

(pseudónimo: Carlos Marguero).

Perpetuamente alondra (1972-1982). Intento. - 1982

Ya no demora el fuego (1969-1970). Alcándara. Asunción. - 1986

Días de vida (1958-1959). Arandurá. Asunción. - 1993

Hoja y hoja (1954-1995). Intento. Asunción. - 1994

Fervor disperso (1954-1994) Intento. Asunción. - 1994

La lucha está en el centro (1954-1991). Intento. Asunción. - 1995

El muro (1972-1989). Arandurá. Asunción. - 1996

El libro de las letanías (1973-1995). Arandurá. Asunción. - 1996

País difícil (1995-1996). Arandurá. Asunción. - 1997

Merece el caballo verde (1998). Arandurá. Asunción. - 1998

Pertenece al amor. Arandurá. Asunción. - 1998

Persona y tiempo (1991-1993). Arandurá. Asunción. - 2000

Poeta urbano (1993-1994) El autor. Lambaré. - 2001

Antología poética. Servilibro. Asunción. . 2003

Esperar la tormenta. Arandurá. Asunción.- 2007

Recorro mi país (1995-1997) Arandurá. Asunción. - 2009

 

Palabras finales

Bibliografía

 

 

 

PRÓLOGO

 

         Escribir el prólogo para el libro que habla de las letras que uno fecundó, resulta un tanto difícil, al ser juez y parte al mismo tiempo, como al darse la vía correspondiente para la vanidad personal cuanto para la vanagloria intelectual.

         Ambas cosas nunca fueron de mi predilección. Siempre creí que el río de lo literario debe correr libremente y que todo debe madurar por el natural decurso del tiempo. Además cualquier elogio prolongado suscita en mí una incomodidad. Seria por mi natural introversión, cuya fuerza concentrada se vuelca al parecer en lo que escribo.

         Y bien, valoro el gran trabajo hecho por el colega Augusto Casola. Leer tantas páginas como tratar de interpretarlas en lo que han querido expresar en tales y cuales momentos, implica una ardua tarea. Le expreso mi sincera gratitud y reconocimiento, puesto que gesto de esta naturaleza no se experimenta todos los días.

         Ahora debo justificarme, para corresponder al esfuerzo realizado por el autor del libro.

         Soy alguien que escribe sin mucha premura, que bebe de las fuentes generosas de las vivencias cotidianas. Leer como pensar diariamente de cosas de cierta importancia, han sido para mí habituales. Y luego, pasar a adoptar cierto método para lo que estoy escribiendo. Lo que acude en ayuda es la fantasía, especie de arsenal donde reposan tantas armas.

         Por otra parte, estimo que la literatura es un fenómeno de carácter colectivo, dado que sus ingredientes son extraídos del mundo exterior. El escritor, es cierto, es un actor activo y pasivo, que trata de atrapar la realidad que le interesa. La interpreta lógicamente de acuerdo a sus personales condiciones de cultura y madurez, y cual abeja, extrae la miel de la realidad.

         Mi literatura, lo fue y lo es, de contenido social, al ser fiel a lo vivido y al tratar de comprender lo que la gente vive, padece y sueña. Al considerarme, por lo demás, un hijo del pueblo, no podría poner mi pluma sino a su servicio. Sería injusto si no lo hiciera así.

         Manifiesto que mi visión de lo político y social se amplió en mí tras incorporarme tempranamente a la lucha anti dictatorial, hecho que me ayudó a madurar más rápidamente. Tal posicionamiento me creó, es cierto, algo de conflicto con mis estudios y con mi padre, por no aplicarme a lo que debía y por el riesgo que corría. Es que mi idealismo por entonces había ido más allá de lo debido. Superé posteriormente esta situación, mas ya había decidido que mi camino no iba a ser el más fácil.

         Intuía más o menos que las asignaturas del colegio no contribuían en nada a despertar la conciencia crítica y lógicamente a pensar, por su carácter meramente informativo. Por eso me sentía a enorme distancia del estudio y no más. (Afuera, sin embargo, se había producido hacía poco la enorme conmoción de la insurrección de 1947 y el país se había visto alterado como nunca por lo sucedido: el imperio del terror y una emigración increíble. A continuación, caería sobre todo el pueblo la asfixiante tiniebla y la lápida neutralizadora del silencio y la represión.)

         Lo cierto es que al recorrer tantos lugares y al conocer a tantas personas con sus problemas y sus historias, diseñábanme el drama oculto pero real de nuestro pueblo. Veía la enorme extensión de la pobreza y el ningún afán de los gobiernos por solucionarla así como la lamentable calidad de los políticos. Además sentía la opresión en todas partes y el escaso interés por difundir la cultura. La cultura es siempre detestable para las dictaduras, por lo que constatábamos que la existencia de libros importantes, era de una rareza impresionante. Hoy, felizmente, sucede lo contrario. El libro, al tornarse en mercancía, se volvió en torrente de muy variada riqueza.

         Pese a la objeción de Casola y de su escepticismo, estimo que el pueblo es el protagonista de la historia. Por eso lo nombro constantemente en muchas partes de mis escritos al creerlo así, mas no por un sentimiento fingido. Comprendo que la inmadurez del pueblo respondería a innumerables factores: al sentimiento de estoicismo que le inculca la escuela y la religión, su incultura por su estado de pobreza, y la pobreza misma que socava su autoestima. Pues hay que sentirse bien, con cierta sabiduría y salud para considerarse fuerte. Y un pueblo con tantos males no podría, desde luego, ser un gigante...

         La combatividad que el pueblo muestra en algunas ocasiones, también respondería a factores que se van acumulando paulatinamente, como la erupción en el planeta de algún volcán. De esa misma manera, la geología social se comporta. Lo que sucede en estos días lo confirma de manera fehaciente: se inició en el país de los faraones y la cosa sigue y sigue, hasta tornarse en algo mundial. Al parecer, el capitalismo sufre una de sus más terribles crisis: la de su credibilidad como sistema, tanto que hasta Wall Street ha llegado la onda expansiva. Y algo buenísimo: que en la vanguardia de "los indignados" se halla la juventud. Y más tantos jóvenes como hombres de todas las edades parecen haberse rebelado al sentirse alimentados por el fuego tutelar latente en el dicho de Abraham Lincoln: "Riqueza es el exceso de cosas innecesarias".

         Son justas tantas observaciones de Augusto Casola sobre los seudos revolucionarios de nuestro país, quienes prontamente adquieren los mismos vicios de los políticos tradicionales, así como respecto al Plan Cóndor, la influencia norteamericana en América, el fracaso del socialismo real en Europa por la absurda aplicación de su teoría y de su insólita política represiva. Igual verdad tiene su crítica sobre la poca efectividad y beneficio del periodo de transición democrática en el país: un vulgar gatopardismo, del más detestable engendro. Es que poco podría esperarse al respecto: los viejos zorros de ayer se acomodaron como cuidadores del gallinero, disfrazados de payasos de la democracia.

         En cuanto al cambio que debió suscitarse en el país a partir de agosto del 2008, no respondió a la expectativa generada: ni tuvo el liderazgo esperado ni la disposición política adecuada. Sin embargo, con rápidas disposiciones administrativas se podían haber logrado grandes cosas. Por ejemplo: el gasto con provecho en el relevamiento catastral de todas las propiedades de la República con el cotejo de los títulos inscriptos, se tendría la realidad de la posesión de la tierra en manos legales e ilegales, disposición importantísima para efectivizar la Reforma Agraria. Lo mismo podía haberse hecho para la recuperación de los incontables bienes malversados al país, la imposición de penas carcelarias para los numerosos represores que aún andan sueltos, y tantas otras cosas más como las necesarias modificaciones que hay que incorporar en la Constitución Nacional como las requeridas por la Ley Electoral. Es que sus protagonistas perdieron más tiempo en futilezas que no son modalidades propias de revolucionarios de verdad: goce de prebendas que facilitan los cargos, viajes y fiestas, propias de gentes de extracción no popular...

         Y bien; volviendo a lo que revela el libro, descubre que la difusión de nuestra literatura es pobrísima, que los espacios que los diarios empresariales adjudican a la cultura en tan pequeña porción que da grima y que carecen de la riqueza ambicionada: figuras archiconocidas siguen como protagonistas sin necesidad, ideas y conceptos no ricos y dogmáticos siguen reproduciéndose como sellos que se estampan, noticias culturales que no aportan nada y el peso de un enorme silencio sobre las espaldas de la mayoría de los escritores. Además, no se ha adoptado ninguna disposición para la difusión masiva y extensa de libros históricos y culturales, que fortalezca el espíritu nacional y popular (Un cambio sin libros es como acudir en ayuda de hambrientos con un jarro de agua. Una revolución sin libros, es como lanzar al aire globitos de agua). Tampoco se ha pensado en la creación de bibliotecas en toda la República: tan necesarias como el pan y como el agua.

         Lamentablemente, sigue predominando en el país la promoción de desfiles de aprendices de soldados, así como la de costosos festivales con la participación de músicos extranjeros innecesarios, agentes del estridentismo sin objeto, en contraposición a la riqueza cultural y al pensamiento sustantivo, que deberían alentarse en concentraciones parecidas.

         Tampoco han colaborado en nada para el inicio de nuevos rumbos en la República los dos poderes paquidérmicos y linajudos: el Legislativo y el Judicial, que provocan una sangría económica considerable al país. El primero, que jamás se propuso detener la deforestación y el envenenamiento de todas las regiones del país e impedir la venta de superficies inmensas a empresas extranjeras. En realidad "la guerra por la tierra" que se soporta en la actualidad es producto de la ineptitud de este Poder. En cuanto al segundo, el Judicial, se agenció de la modalidad monárquica y feudal de la inamovilidad de los miembros de la Corte Suprema hasta los 75 años, en una democracia donde nada debe permanecer inmóvil. Se desentiende de comprender: que una monarquía se maneja con una lógica de esclavos. Bien ya nos advirtió el prodigioso poeta. Víctor Hugo: "Lo que presta realce a la monarquía, deshonra a la República. La República es una virginidad".

         Por manera, quiero creer que Augusto Casola, un escritor de insólito entusiasmo, quiso arremeter con su trabajo utilizándome a mí como excusa, contra esa especie de monopolio cultural existente: pocos, poquísimos literatos siempre en la cumbre oteando no se sabe qué, con festividades permanentes como las que tienen los santos, y el resto de los escritores mantenidos en calidad de soterrados, de quienes nunca sabemos qué produjeron, qué hacen para vivir ni qué piensan hacer... y santas pascuas. No nos engañemos: ¡así es la cosa!

         Y aquí me detengo. Asomémonos, pues, a lo que dice y sugiere el autor del libro. Por mi parte digo: ¡gracias!, y salgo afuera.

 

         13 de febrero de 2012

         Luis María Martínez

 

 

 

 

PALABRAS PRELIMINARES

 

         Me dijo una vez Luis María Martínez, en una de esas tantas charlas ociosas que solíamos mantener con frecuencia en otros días, de las que no recuerdo el dónde ni el cuando y mucho menos el por qué: "Lo que queda de uno, es su obra". Esta frase sencilla, dicha al desgaire, me caló tan profundo que, desde entonces, comencé a considerar a mi propio trabajo literario, a mi propia "obra", como algo inherente a mi persona, lo que en definitiva va a sobrevivir con la vigencia que puedan mantener esas hojas que en los libros, de a poco se ponen amarillentas, inelásticas, quebradizas y a las que cada día se les contagia un poco más el olor a tiempo transcurrido, a pasado más y más remoto, saturado de olvido.

         De alguna manera, el recuerdo de esa frase motivó el que comenzara este trabajo, el cual, de querer constituir un ensayo breve, se hizo extenso debido, por una parte, a la magnitud de la obra desarrollada por Luis María Martínez y lo polifacética de la misma y por otra, más que una antología, mi intención es asentar, en rápidas pinceladas, el lapso de nuestra vida encerrado en la poesía del autor dentro de la historia reciente del Paraguay a partir de 1955, cuando aparece el poemario Día Primero, con el cual el poeta inicia su carrera literaria, e intentar, más que una interpretación, una interpelación a nuestro tiempo y una crítica a las circunstancias y características que llegan al presente 2012 y que el autor a su manera, desarrolla de manera parcial en Cuadernos de notas (2002), Cuaderno de notas II (2010) y Periodista inoportuno (2006), a través de comentarios que corren en paralelo a su obra poética.

         Me intereso en la circunstancia política dentro de la cual ésta se desarrolló y su incidencia en ella, para constituir el cuerpo de lo que va a sobrevivir al autor: su esencia, vale decir, su obra, la que hasta ahora, nunca fue valorada en su verdadera magnitud dentro de nuestro medio.

         Por eso llevé adelante este trabajo, que no debe ser considerado como un homenaje al autor, porque no va a faltar un memorioso que recuerde mi chiste de mal gusto y bastante tonto donde digo que los colegas rinden homenaje cuando ven que alguno de ellos está más del otro lado que de éste y contradiciendo esta premisa, con el optimismo vital que le es propio, me dijo, cuando hablamos hace unos días: "Yo tengo muchos proyectos, todavía", lo que reafirma su condición de obrero activo de la palabra que le adjudiqué, a la vez que lo aparta de las peculiaridades del Doctor X de las que hace transcripción Miguel Ángel Fernández, del artículo donde con tanto sarcasmo, lo describe Rafael Barrett y de los que tenemos algunos en nuestro país y a quienes gusta disfrutar de una gloria perpetua, siempre acomodada a los dictados del momento.

         "El Doctor X es un intelectual. Hace veinte años padeció una neurastenia decisiva. Desde que estuvo a punto de quedarse imbécil, a consecuencia de excesos mal desinfectados, X descubrió que tenía talento, y divulgó la noticia. Hoy se le ve robusto y colorado. Sus ojos grandes y redondos resplandecen de salud satisfecha. Como es doctor, ha ganado mucho dinero, y está muy ocupado en descansar. Afirma que la neurastenia ha dejado en él rastros siniestros, y es preciso acabarla de vencer. Se dedica, pues, a una ociosidad higiénica y prolongada. Cuando piensa uno en las obras que hubiera podido escribir, se maravilla: ¡Qué cabeza!

         Ha publicado en vida tres folletos, hasta de sesenta y tres páginas el mayor, sin contar el índice de las materias; todos con advocaciones, dedicatorias, prefacios y advertencias, notas prolijas y márgenes de media vara. El uno es político; el segundo, jurídico, y el tercero, histórico. Valen tanto unos como otros. X es enciclopédico, y además miembro correspondiente de algunas academias del extranjero. La señora de X suspira: "Adoro al doctor, ¡es tan científico!".

         Carecer de una ideología política y desechar el arrequive de la religión, deja abierto solamente el camino hacia el análisis y la búsqueda de lo exclusivamente humano. Obliga a enfrentar a la turbamulta necia sin el respaldo de grupos y con la certeza de que las aspas de los molinos de viento siguen girando para arrojar al osado a la tristísima condición de aquellos caballeros que se atreven a enfrentar con arrojo pero sin esperanzas a la estulticia propia de la especie que se sustenta o en el silencio cómplice de los unos o en el aplauso interesado de los otros.

         Ante esta situación, no resta sino seguir adelante o doblegar la cerviz ante las exigencias y humillaciones impuestas por la necesidad o la conveniencia y tras esta breve disquisición, paso a descorrer el telón que permitirá acceder a la obra de Luis María Martínez.

         Dejo constancia del por qué llevé adelante esta empresa: lo hice porque el autor, amigo mío desde hace años y hacia quien siento profunda admiración y respeto, pues pese a ser un obrero de la palabra -o tal vez por ello-, nunca ocupó un lugar demasiado notorio y destacado en los aquelarres que de tanto en tanto conforman los escritores de nuestro país, estructurados en grupos excluyentes donde solamente se maneja el nombre de los elegidos y se dejan de lado a otros que, como este obrero/poeta, merecería un reconocimiento y consideración más amplios dentro de la literatura paraguaya.

         Entre los buenos escritores, están aquellos que logran escalar la cumbre de su montaña, donde respiran la gloria de su grandeza y tras hacerlo, no les resta sino el camino del descenso, dado que en la brevedad de una vida, sólo es posible alcanzar una cima; otros en cambio, se asemejan a esos nobles ríos de llanura que colmatan, tras cada crecida, los secos valles aluviales a los que fertilizan con sus aguas e impiden que se vuelvan zonas muertas y desérticas. A este grupo pertenece Luis María Martínez, incansable forjador de palabras que generosamente se derraman y encienden las flores de la esperanza para por fin cubrir todo el valle beneficiado, antes de que otra vez marchiten y desaparezcan en la aridez de su destino.

         Al entrar a analizar su obra poética, deseo asentar la idea de que el sentido crítico no pasa por el tamiz de buscar falencias a una obra artística ni en cantar loas de fervor incondicional a cualquier cosa escrita por aquellos elegidos, a los que me referí más arriba, por el solo hecho de serlo; dejo eso para los doctos que, investidos de la estéril solemnidad de quienes nunca fueron iluminados por la gracia -o la desgracia- de la inspiración, pretenden ocupar un lugar a expensas de los elegidos de la fortuna o la causalidad y en quienes se reiteran con cansadora persistencia, repitiendo una y otra vez lo ya escrito cien veces, para citarse con pedantería unos a otros, sin buscar a su alrededor algo más difícil, alguien que está ahí pero que requiera esfuerzo para obtener resultados y alcanzar un análisis exhaustivo de su obra.

         Es más fácil esquivar el sentido crítico, pues con él, uno se arriesga a perder amistades. A nadie le agrada que se lo critique y es por eso que aquí, en nuestro país, el Paraguay, las cosas fueron yendo de mal en peor; es que los jefecillos presidentes, jefecillos ministros, intendentes y hasta directores de departamentos, cualquiera sea el cargo que ostenten, se consideran lumbreras incapaces de aceptar y menos, tolerar, la menor objeción de esa chusma -la que les ubicó en sus cargos, vía votos últimamente y la que paga sus salarios- y consideran una falta de respeto hacia el rango que ostentan, que alguien ose objetar sus iluminadas palabras, sus sobresalientes opiniones que, las más de las veces, no pasan de ser otra cosa que grotescos -cuando no divertidos- disparates.

         La crítica debe echar una mirada amplia y de conjunto a la obra, no detenerse a considerar a los molestos moscardones aislados que zumban en los detalles nimios que a veces escapan al control del creador y establecer si el resultado del trabajo es bueno o malo. Las más de las veces, esto no es difícil, ya que cualquier profano, con cierta base cultural y cierto pulido en el arte literario, es capaz de apreciar la diferencia entre uno y otro, especialmente en Poesía, así, con mayúscula, pues por su naturaleza transcendente impide que sus vibraciones se limiten a los conceptos -altamente necesarios, es cierto-, de la retórica, ya que por sí sola y sus exigencias preceptivas, resulta insuficiente para transformar la palabra en obra de arte, en Poesía.

         En la sinusoide poética que se pueda descubrir en ella, la poesía social es más enunciativa que efectiva; se regodea en la expresión de deseos más que en planteos para alcanzarlos. Es una cámara que capta y proyecta ante los responsables que acusa, las desventuras e infortunios del pueblo que, al igual que ayer, soporta hoy.

         El poeta es un artista y por lo general, los artistas no son gente de acción. Se contentan con ver, observar y testimoniar los acontecimientos que a sus ojos les parecen bellos o repudiables. Les gusta soñar y, si como ahora, en el presente que nos toca vivir, se encuentran sumergidos en el momento esperado en sus sueños de justicia, trabajo y libertad, no pueden menos que enfrentar a una realidad que no se diferencia casi en nada -por no decir en nada-, de los motivos e intereses que movieron a los burgueses y capitalistas a convertir al pueblo en rebaño de corderos que se mueve al son de la música que tocan los flautistas de turno. Ayer, el miedo; hoy, las míseras prebendas a las que llaman ayuda social y con las cuales pretenden comprar la muy devaluada dignidad del pueblo.

         Y si al poeta se le puede perdonar -sobre todo si es un buen poeta- el hecho de cantar las penas ajenas, a los responsables de gobernar y administrar no se les debe tolerar el recurso gastado de la hipocresía y el cinismo en que se mueven para estructurar la telaraña de mentiras conducentes a la sustentación del poder de que se hicieron cargo con promesas falsas y que resultaron ser meros pregones para engatusar a todo un pueblo -compuesto de ricos y pobres-, harto de las mismas canalladas a que se ve nuevamente sometido.

         No es cuestión de ideología sino de gente decente, interesada en el bien común, en la recuperación de los valores perdidos, de la dignidad depreciada, del respeto, en lugar del afán de figuración y codicia. Eso es lo que necesita el pueblo desde siempre. Eso es lo que le prometieron mil veces los maleantes que se hacen con el poder, los acomodados de siempre. Es que hoy como ayer, cualquier pelafustán puede ser ministro, senador, diputado, consejero o cualquier cosa bien rentada sin que importe en lo mínimo sus antecedentes y su capacidad, sino su obsecuencia.

         En los tiempos de Stroessner era así. ¿Qué ha cambiado entonces, fuera de que antes era un grupo bien definido el que se encargaba de manejar las cosas del Estado, en tanto que ahora, cualquiera se considera dueño de hacerlo dentro del feudo privilegiado que ocupa como servidor público?

         En una vieja revista, Letras (p. 103, 104) de las que adornan mi biblioteca, encontré estos pensamientos que me parece adecuado exponer, antes de entrar de lleno en el comentario y análisis de la obra poética de Luis María Martínez.

 

         [...] antes de estudiar al poeta, has de estudiar la raza a que pertenece, la época en que vivió, el medio social en que le tocó en suerte luchar por la vida.

         Conocidos estos tres puntos, podrás saber qué hombre fue.

         Llenos de confesiones están sus libros, pero si antes de leer al poeta no conoces al hombre, estarás en peligro de no resolver el enigma de su carácter y de interpretar erradamente sus obras.

         [...] ¿Qué has de buscar en ellas? [...] "el sello de la tierra de donde brotaron y el timbre de la voz que les dio expresión".

         [...] Tres objetos suelen, cual más cual menos, atraer la atención del poeta y proveerle de sensaciones e ideas: La Naturaleza, el Hombre y Dios.

         [...] Sus ojos descubrían matices que otros no veían; tenía oído finísimo para ciertas armonías de la tierra, del cielo y del mar que nadie, fuera de él, percibiera. [...] Siendo un gran poeta, te asombrará la riqueza y esplendor de aquellas sensaciones y al principio la deslumbradora abundancia de imágenes te producirán verdadero vértigo. Pero, paso a paso, aquella variedad irá sujetándose a regla; una nota dominará a las otras, un color absorberá todos los matices y al fin sabrás cuáles fueron las sensaciones fundamentales del autor. Verás si, para él, existió realmente el mundo sensible o si sólo versificó el poeta con impresiones prestadas [...] será entonces nuez vana así como es vano todo cerebro que no logra transformar sus sensaciones en ideas ni combinara éstas en sistema fijo de opiniones y creencias.

 

         Estas son, en conjunto, las razones que me motivaron a llevar adelante el presente trabajo, una suerte de repaso de los días vividos por el autor, de su tiempo, de las circunstancias de los autores y artistas que se obligaron a sobrevivir dentro del exilio interior, como gustan decir algunos, desconocidos allende las fronteras, resignados a ser ignorados por los propios connacionales y, a veces, hasta ex profeso apartados del lugar que en rigor les corresponde ocupar por la calidad de sus obras dentro de la literatura paraguaya.

         Elijo iniciar este trabajo considerando en primer lugar las obras que por su naturaleza y por el momento histórico de su aparición, deberían ir al final, sin embargo, opto por zarpar con las revistas, recopilaciones y comentarios, los cuales, puestos al final, podrían pasar desapercibidos pese a constituir el arquitrabe del edificio elevado por Luis María Martínez.

 

         Augusto Casola

         23 de abril de 202

 

 

 

 

 

REVISTAS

 

 

         LA REVISTA ESTUDIOS

 

         La revista Estudios, cuyo primer número aparece en diciembre de 1986, llegó a alcanzar 22 números, lo que habla del interés que despertó en el reducido grupo que se interesaba entonces en las ediciones de carácter intelectual, sin preocuparse de que su presencia en los lanzamientos de la revista, realizados en la librería Comuneros de Ricardo Rolón, significara una afrenta a la línea trazada por el gobierno de la República. Una alevosa ofensa a los dictados del general Stroessner, quien, por lo visto hasta hoy, en el año 2012, tiene de los más impensados seguidores que financian -con el dinero de las entidades a su cargo, por supuesto, no con el propio- la publicación de obras de los antiguos secuaces del general, como Edgar L. Ynsfrán y pretenden, por lo que se lee en la prensa, beneficiar a viudas espurias, amantes antiguas de viejos sostenedores de la dictadura, como Ezequiel González Alsina, pero así es la cosa, así es como los hombres actúan cuando los beneficios monetarios son muchos y la desvergüenza de sus actos implica muy poco sacrificio en comparación a los halagos que les permite la situación del presente.

         Pero me distraigo, me alejo del tema principal, por ello y a modo de disculpa, transcribo in extenso el texto de la editorial del primer número de la revista Estudios, dirigida hasta marzo de 1991 por Luis María Martínez.

 

         LA VERDAD Y SUS BANDERAS

 

         Es común y hasta ineludiblemente reiterativo, que cuando una publicación sale a luz y como tal se expone a los embates y elogios de la opinión pública, ésta desarrolle en su primera nota editorial su exposición de motivos y propósitos que constituyen la esencia y razón de ser de la misma.

         Como no puede ser de otra manera, dado que es necesario antes que nada presentarnos y esta columna debe servir de tarjeta para ello, digamos que ESTUDIOS pretende ser una serie de propuestas para la interpretación de la realidad nacional e internacional, a través de sus aspectos sociales, económicos, culturales, etc.

         Por mutante y cambiante esta realidad, rica en matices y que hoy más que nunca muda de piel y de esencia a un ritmo que hace apenas unos años atrás resultaba aventurado siquiera imaginar, necesita de instrumentos que sean útiles para que el hombre paraguayo, como parte integrante de la comunidad latinoamericana, pueda interpretar adecuadamente la esencia de estas transformaciones para evitar que hoy como antaño, a esta realidad se la tergiverse y amañe, se la pinten disfrazada, ora de reina, ora de mendiga, de acuerdo a las conveniencias que en un determinado momento tienen los intereses espurios de quienes, desde mucho antes que todas estas tierras fueran naciones, nos han hecho colonia de diversas maneras y por tanto deciden con peso fundamental en las más importantes cuestiones.

         No nos consideramos -ridículo sería- los dueños de la verdad, porque ella no es de nadie y a su vez de todos, se parcela y fracciona y sólo los pueblos, en su inmenso conocimiento ancestral y primigenio, ese que no se adquiere en los claustros sino más bien en los campos y en las calles a través de siglos de postergación y de sufrir infracultura, son los propietarios y depositarios de la misma. Por lo tanto aceptamos la crítica, siempre que esté dirigida a convencernos de nuestro error por la fuerza de las razones. Pero asimismo, defenderemos -igualmente con razones- todo aquello que consideramos patrimonio de la verdad y aporte esclarecedor para llegar o siquiera aproximarnos a ella.

         Para todos los que hoy iniciamos este recorrido, esta es razón única pero suficiente de esfuerzo y motivo más que válido para todos los sacrificios y desvelos, al decir de un gran pensador y político latinoamericano. Por la verdad: "En vertical esperas/ en vertical te batas/ y en vertical te mueras".

         En base a esto y desde hoy nuestra palabra surge, apuntando hacia un único y definido norte que es el del culto a la verdad y sus banderas.

        

         Estudios incluyó en cada uno de sus números, artículos referentes a economía, literatura, política e historia. Hoy casi desconocida, es un referente de las circunstancias en que se encontraba nuestro país durante los años de su publicación y destaca una vez más la tenacidad de Luis María Martínez que no claudica y siempre busca ofrecer una tribuna abierta a todas las opiniones.

         Yo, por mi parte, elaboré un comentario en la Revista Semanal del diario Ultima Hora, que en ese entonces corría a cargo de Aníbal Saucedo Rodas y luego lo presentó la propia revista con el título de "Ecos de nuestra aparición" (Año II, No. 10. Agosto/88). Transcribo el artículo:

 

         Existe un antiguo prejuicio, según el cual la gente que hace poesía, sea o no poeta, posee la peculiaridad de vivir apartada del resto del mundo, flotando en una nube rosa, de la cual difícilmente pueden o desean bajar a enfrentar las realidades de la vida cotidiana.

         Tal vez el prejuicio tenga algunas raíces valederas, pues nada surge de la nada; sin embargo, aunque hay poetas que viven y actúan como si efectivamente a su alrededor no existieran otras cosas o personas -fuera de sí mismos, claro está-, otros, por el contrario, buscan en las cicatrices del dolor cotidiano un sentido que exprese, por medio de su arte, todo ese océano de miserias e incertidumbres en el cual se halla aprisionado lo que damos en llamar el género humano.

         Algunos poetas hurgan en las galerías internas de su propia soledad las causas de la inquietud que los impulsa a escribir. Entonces, es indudable su necesidad de reconcentrar energías para acercarse a esas simas heladas del alma, esos abismos oscuros hacia donde dirigen la mirada escrutadora y ansiosa, tratando de descifrar, aunque sea fragmentariamente, los secretos allí guardados y que forman parte de ellos mismos.

         Otros, mirando hacia afuera, y no por ello con menor profundidad, observan el pulular de la vida, ese constante devenir de criaturas en movimiento, ansiosas, sedientas de algo desconocido. Ve cómo una y otra vez tropiezan y caen para volver a levantarse, para seguir el camino o sucumbir, aplastadas por el peso del dolor y de la injusticia que los destroza bajo las duras pisadas de la incomprensión.

         Estos poetas sienten, en sus fibras tensas, la vibración de esa humanidad que, a pesar de las desgracias, de la tristeza y del sufrimiento, tiene espíritu para cantar, para reír, para alegrarse -tal vez de manera pueril y vana-, y captan en su escritura la circunstancia, que no por estar a la vista se torna más evidente que la anterior. Nada es más difícil de ver que aquello opuesto a nuestros deseos, nuestro interés o conveniencia.

         Acaso sea necesario elegir un punto de mira algo particular, un estado anímico no compartido por los demás, para absorber, deshacer y volver a dar forma a la necesidad poética de crear. Aceptando esta hipótesis, no podemos sino coincidir en que el poeta es un ser aislado -eso lo sabemos todos- y original, pudiendo ser estas cualidades suyas las que dieron origen al prejuicio.

         Pero es grato descubrir entre los poetas a un hombre como Luis María Martínez, a quien nadie pretenderá descalificarlo, pues ha dado ricas y variadas pruebas de su arte poético a lo largo de varias obras, de las cuales mencionaremos "Armadura fluvial", "El jazmín azorado", "Clarea el firmamento" y "Perpetuamente alondra", primer premio del Concurso de Poesía 1980 del PEN Club del Paraguay.

         En uno de los poemas se describe a sí mismo diciendo:

         "Si conocéis mi rostro que no es éste, que es otro,

         que ocultamente nace, que ocultamente muere,

         que sonríe no obstante la transición y el muro,

         el que canta y se empeña por cantar para siempre,

         ruiseñor de unas horas, aspirante al milenio,

         me diréis que es distinto,

         me diréis que no es mío".

 

         Lo cito sólo a modo de testimoniar su calidad poética, pues el motivo por el cual he iniciado estas líneas es señalar su constante esfuerzo en pro de una cultura sin imbricaciones sospechosas ni implicancias que tiendan a confundir o engañar.

         Y su esfuerzo se materializa a través de Ediciones Intento, con la publicación de obras de marcado carácter nacional, ya que Luis María Martínez estuvo y está auténticamente interesado en las raíces que muchas veces permanecen hundidas en las profundidades de la tierra, sin que alguien se preocupe en analizar el origen de los árboles frondosos que sostienen.

         De "El trino soterrado" (Paraguay: Aproximación al itinerario de su poesía social) dice el antologista que "a su importancia informativa, veraz y decisiva, se le une un gran valor testimonial e histórico, que trastorna por completo la desfigurada imagen de un Paraguay inmóvil o apacible".

         Y con toda razón este anuncio se ve justificado en el desarrollo temático de los dos tomos de la obra, donde "se recoge el clamor social, voz de muchas voces, de sus más desconocidos poetas".

         Pero Luis María Martínez no se da por satisfecho con estos trabajos (Ediciones Intento lleva publicados varios títulos), y busca una integración más cercana, más a lo cotidiano, podría decir, con la revista Estudios, objeto principal de este breve comentario.

         Toda revista conlleva un deseo de mayor acercamiento a un grupo más numeroso al que alcanza cualquier libro. Su misma brevedad de contenido, la variedad, que ofrece opciones, y su precio reducido, ya hacen que ella ofrezca al lector la posibilidad de satisfacer su deseo de lectura, sin el compromiso, a veces abrumador, de enfrentarse a un volumen con contenido, tapas, prólogo y a veces hasta epílogo: es decir, un libro.

         La revista Estudios, en cambio, abre la posibilidad de transitar diversas alternativas, caminos amables, breves y bien pavimentados por autores, todos ellos, de indudable capacidad en el manejo de las letras.

         Se siguen unos a otros los temas económicos, culturales (teatro, poesía, cuentos, ensayos), históricos, de salud y análisis, con los cuales cada número -ya son ocho los aparecidos en algo más de un año- se abre paso, por sí mismo, entre la espesa superficialidad de agua estancada en que, suele dar la impresión, se mueven nuestras inquietudes culturales.

         Y por sobre todo lo dicho, surge el carácter lúcido del director de la revista, nuestro poeta, quien busca apuntar "hacia un único y definido norte, que es el del culto a la verdad y sus banderas".

         Retomando el tema inicial, sólo resta destacar que, a pesar del supuesto mundo idílico de los poetas, no es de todos ellos sumergirse en la bohemia improductiva, dejando de lado un concepto más realista de la vida. Tanto más valioso es un poeta que sabe pisar tierra, cuando es necesario, y sorber de ella el aroma de la alegría y el acíbar de las penurias de que está hecho el cotidiano transitar de quienes viven, luchan y perecen en el constante fluir del tiempo.

         Esa mano extendida, firme y segura de un poeta es más valiosa por poseer, además del don inadquirible de crear belleza, la fuerza capaz de luchar por ella en silencio y con tenacidad, sin esperar otra recompensa que el apoyar a quienes, con demasiada frecuencia, permanecen soterrados.

 

 

         LA REVISTA MARTINIÁNA

 

         Luis María Martínez fue también director de la Revista Martiniana, boletín del "Centro Paraguayo de Estudios Martinianos", que alcanzó 9 números, los cuales, comenta el autor en las palabras iníciales de su libro José Martí en Paraguay (9), nacieron a impulso y financiamiento del escritor Félix de Guarania, "dado que la empresa no contó con ningún apoyo -salvo la contribución de amigos- puesto que era editada apuro pulmón".

         La revista trata fundamentalmente de la difusión del pensamiento de José Martí, así como informar y difundir las relaciones existentes con Cuba, durante el lapso en que duró la publicación.

 

 

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PALABRAS FINALES

 

         Ya cuando parecía no faltar nada, recordé este viejo poema que me impresionó profundamente en mi juventud y, al parecer, estaba esperando este momento para recobrar fuerza y vigor, como tantas cosas que permanecen soterradas en el fondo de la conciencia de cada uno y de pronto alcanzan inesperada eclosión, debido, acaso, a la necesidad de ellas.

         El nombre del poema, Der Arbeitsmann, correspondería ser traducido como el obrero o el trabajador. Sin embargo, también trabajan los profesionales, los empresarios, los empleados, los funcionarios, los comerciantes, los maestros; cada uno en su ramo, es un trabajador que de una manera u otra, busca alcanzar el objetivo primordial de esta vida: vivir.

         Es por eso que me tomé la libertad de traducir libremente, no sólo el hermoso poema, esencialmente socialista, sino también el nombre del mismo, que para mí, es más amplio y generoso y abarca a todos aquellos que con el sudor de su frente, se ganan el pan de cada día. Es por eso que lo título: Los que trabajan.

 

         DER ARBEITSMANN

 

Wir haben ein Bett, wir haben ein Kind

mein Weib!

Wir haben auch Arbeit, and gar zu zweit

und haben die Sonne and Regen and Wind

Und uns fehlt nur eine Kleinigkeit

um so frei zu sein, wie die Vögel sind:

Nur Zeit.

Wenn wir sonntags durch die Felder gehn

mein Kind

and über den Ähren weit and breit

das blaue Schwalbenvolk blitzen sehn

oh, dann fehlt uns nicht das bißchen Kleid

um so schön zu sein, wie die Vögel sind:

Nur Zeit.

Nur Zeit! Wir wittern Gewitterwind

wir Volk.

Nur eine kleine Ewigkeit

unsfehlt ja nichts, mein Weib, mein Kind

als all das, was durch uns gedeiht

um so kühn zu sein, wie die Vögel sind

Nur Zeit!

 

         Richard Dehmel en:

         Proletarier-Liederbuch (1897)

 

 

         LOS QUE TRABAJAN

 

Una cama tenemos y un hijo,

mujer

y trabajo suficiente los dos

y tenemos el sol y la lluvia y el viento.

Una pequeñez nos falta

para ser tan libres como las aves son:

tiempo.

 

Cuando los domingos vamos al campo a pasear,

hijo mío

y a lo largo y a lo ancho sobre las espigas vemos

a las golondrinas el cielo hacer centellear,

no nos falta sino vestir el leve traje

para ser tan bellos como las aves son:

tiempo.

 

¡Sólo tiempo!

Nosotros, el pueblo oteamos el viento tormentoso,

y nos falta apenas una breve eternidad,

oh, esposa; oh, hijo,

para que ocurra lo que ocurra

tan bellos podamos ser, como las aves son:

¡tiempo!

 

Traducción libre de Augusto Casola.

 

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