POEMAS II
Poesías de NILSA CASARIEGO
Liquen Editorial
Asunción – Paraguay
1977
Todo sigue igual.
La noche.
Los recuerdos.
Tu florerito azul
que ahora traje a casa.
Todo igual que antes.
Mi risa.
Las mentiras.
El viento fresco
en medio de la noche.
Mis noches sin dormir
cuajadas de canciones.
La lluvia mansa
y la nostalgia
que se quedó
para vivir entre mis ojos.
Todo sigue igual.
Está todavía en mi costado
el sol
pero ya duele la grieta
por la que está entrando este mundo.
Está todavía en mi costado
el sol
pero ya los árboles caminan
sin sus hojas.
Como a aquella barcarola milenaria
se ve
la mano
que a la vida busca a tientas
y sentimos de nuevo
la clásica agonía de morir
uno tras otro.
Los mismos aros
de la misma cadena en movimiento,
y sin embargo ahora
de nueve te contesto
(Oh miserable espigal !)
que el sol saldrá otra vez
por la mañana.
Vuelves
cuándo creo que te olvide,
y sigues estando aún
cuando existe una verdad
y un rostro nuevo.
Te hielo
entre los pinos que una vez dejaste,
pero la estrella aún titila
y no se vuelve anciana.
Porque eres triste
como yo
subsistes
y porque somos solamente
este silencio
que miente compañía, y una
y otra vez
esta alegría,
Yo veo
como van a la mar
todos los barcos.
Como va esparciéndose
el ruido
de todas las palabras.
Y como se mueve
el agua,
en redondeles,
para decirnos adiós
y volver
hacia la playa.
Yo espero también
que se hayan ido
todos los barcos
y todos los ruidos
para volverte a ver,
de pie,
sobre tu playa.
Ayer te he visto pasar
y qué larga
se me hizo la calle
en tu figura
He visto
el silencio morir
en mis entrañas
y te he asido fuerte
entre mis manos
hasta hacerte sangrar
lágrimas blancas.
Ayer te he visto pasar
y las rosas se abrieron
a destiempo
y sentí el pasado
rezarme los cabellos
vestido de luna
vestido de noche.
OH Dios !
Qué triste es posar
para poder vivir entre los vivos !
Qué triste es la sonrisa trabajada
en un papel
que se regala al mundo
con una mentira
impresa y
dedicada !
Hoy hablé de ti
hasta hacerte resurgir
de entre las sombras.
Mis palabras eran
aquellas tuyas
alma cantando
al cielo
su nostalgia.
Hoy hablé de ti
sin miedo,
sencillamente,
como se habla del amor
ausente.
He abierto los brazos
hacia el mundo
y sin sentir el esfuerzo
de mi cuerpo
te iré siguiendo.
Y nada cansará
mi corazón sediento
y marcharé
hasta el final.
Hasta encontrarte.
Tú, como un niño,
me esperarás siempre,
y en cada recodo
de mi mente,
hacia la aurora,
bajo todos los pájaros
en vuelo,
te alcanzaré, Padre,
riendo
y para siempre. |