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GABRIEL CASACCIA (+)
  LOS HUERTAS - Novela de GABRIEL CASACCIA


LOS HUERTAS - Novela de GABRIEL CASACCIA

LOS HUERTAS

Novela de GABRIEL CASACCIA

 

Colección Homenaje, 6

© Herederos de Gabriel Casaccia.

Editorial El Lector,

Espacio web:  www.ellector.com.py

Director editorial: Pablo León Burián,

Coordinador editorial: Bernardo Neri Fariña,

Guía de trabajo: Nelson Aguilera,

Introducción: Raúl Amaral,

Diseño de portada: Marcos Condoretty

Asunción-Paraguay, 2007 

 

 


“Desde luego, se vive por dos o tres cosas,

o para dos o tres cosas.

Me parece que soy un pobre sentimental,

o más bien un hombre de dos o tres sensaciones,

de dos o tres recuerdos.

Ni siquiera creo que soy un ser de razonamiento ni sentimiento,

sino un ser que tiene cuatro sensaciones adheridas permanentemente,

tenazmente a la piel,

y ese moho no desaparece ni envejece por más que pasen los años.

Esta nostalgia que me hace doler el alma,

la experimento cada vez que vuelvo del Paraguay.

GABRIEL CASACCIA
 
 

 
INTRODUCCIÓN A "LOS HUERTAS"


1.RELEER LA OBRA

Aunque se considera a la lectura -literaria, por supuesto- como el ejercicio de una actividad gratuita, es menester recordar, en el caso de Casaccia, la necesidad de proceder a su relectura, es decir: poner por lo menos dos veces algo más que la simple mirada sobre su obra.


Expresamos esto -insistiendo- porque por debajo de su expresión escrita se deslizan muchas cosas, gentes y ámbitos que se hace preciso descubrir.


Por eso puede afirmarse que, si bien refleja situaciones de órdenes social y político que pueden confinar en la denuncia de sus males (como algunos creen), ellos no son determinantes ni caracterizan la totalidad y aun la hondura de sus propósitos.


2.EL MUNDO PUEBLERINO


Esta novela póstuma viene a ser como una incitación a la idea de revisar con sentido informativo y, además, crítico, el resto de su producción, aun desde el tímido intento de HOMBRES, MUJERES Y FANTOCHES (1930), que a pesar de la inexperiencia que trasluce no deja de constituirse en indicio aprovechable.


Después de todo LOS HUERTAS viene a significar (y asimismo simbolizar) el engarce final de todo un mundo -más cerca de Proust que de Balzac, desde luego, aunque sin sus indagaciones sicológicas-pacientemente construido a partir de LA BABOSA (1952), pero implícito en algunos cuentos de EL GUAJHÚ (1938) y EL POZO (1947) y tal vez en algunas líneas y entrelíneas de MARIO PAREDA (1939), segunda aportación novelística de su primera época (1930-1952).


El universo pueblerino -adoptamos a conciencia esta denominación- es fundamental a lo largo de todas las páginas imaginadas por Casaccia. Ello obliga, entonces, a estudiarlo en sí mismo y en comparación con otros, a la distancia, reales o ficticios. (Faulkner, Onetti, García Márquez, y el caso remoto de LA REGENTA, de "Clarín”, podrían justificar esa situación).


Porque si en LOS HUERTAS el ámbito del pueblo no aparece modificado, consagrando la opinión superficial de haberse detenido en el tiempo (¿cuál de ellos?), el acomodamiento de sus personajes no resulta idéntico y en algunos momentos ni parecido con los contenido; en libros anteriores, salvo en LOS HEREDEROS, del que es su confesa continuación.


Es por eso también que tales personajes no actúan en función de pueblo, como se advierte en La Babosa, sino éste en función de aquéllos.


3.LA SOCIEDAD CIRCUNDANTE

Se trata de un pequeño núcleo social que si bien no varía en sus estructuras y aparentemente en su conducta, viene arrastrando falencias que tienen la marca de los años.


Algo importante habrá que recordar al respecto para que no se sigan repitiendo inexactitudes, derivadas de una visión negativa e incompleta: Casaccia no procede a la demolición espiritual o creativa de Areguá (y mucho menos del Paraguay) desde sus narraciones, sino que se limita a instalar grupos sociales, personas y hechos asediados por una problemática (una o varias) que tiene indudables raíces universales.


La pena, la maldad, la maledicencia, el ejercicio del "mbareté", no reflejan exclusividades nacionales o lugareñas, pues son propias de gentes que viven situaciones particulares en cualquier sitio de este mundo.


En un aspecto que se podría denominar -con las debidas licencias- sicológico, éste de LOS HUERTAS simboliza, sí, el deterioro definitivo de una clase social que había sido erosionada por la decadencia de núcleos representativos que en ella actuaron y que con ella acentuaron su desrumbo.


4.PRESENCIA DE LA MUJER

Demás estará señalar que no son las mismas -físicamente consideradas-, pero no hay duda de que ellas, en diferentes planos, dominan la escena.


Valdría la pena proponer algún ensayo para poder auscultar la íntima verdad y realidad de cada una, aun cuando ese destino individual lleve la marca de la frustración o de la conformidad. Y habrá que agregar que ninguna escapa a esa especie de camino inexorable por el que la vida le ha llevado a transitar


Quien se disponga a hacer un recuento hallará que siempre es más alto el nivel concedido a la mujer, a excepción quizá de LOS EXILIADOS (1966), cuya acción, con personajes paraguayos, no transcurre en el país.


Cabe consignar que no son iguales doña Ángela Gutiérrez, doña Constancia Vidal de Cantero, Adelina Huertas o Mariana Villalba Bogado, como tampoco algunas figuras menores (Rosalba en LA BABOSA; Gloria en LOS HUERTAS), a pesar de que entre ellas pudieran detectarse algunas vagas similitudes, pero en su conjunto asoma una valoración que podría extenderse a esas otras mujeres sufridas, silenciosas, mansas y "de servicio" que en esta novela pasan como sombras.


Por no haber tocado fondo del todo -en lo anímico y en lo moral- Cipriana (LA LLAGA) y Mariana (LOS HEREDEROS), en sus distintos niveles, serían pasibles de un rescate "hacia la luz".



5.LOS GRANDES TEMAS


La denominada "degradación" (estudiada por Rubén Bareiro Saguier) debe ser interpretada como una consecuencia, no como un motivo. No representa ella el centro, sino uno de los ángulos desde donde pueden advertirse la novelística de Casaccia.


Tampoco el "moralismo", adoptado por contraposición a la conducta de sus personajes, ni el deseo de trasuntar situaciones concretas, mencionadas con crudeza y hasta con tajante ironía, ni esa exposición contundente de lacras humanas, "demasiado humanas”.


En esta superficie de apariencia plana que se observa en LOS HUERTAS, surge el YVÚ de sus grandes temas, que corren como sumergidos en la profundidad de sus mejores páginas.


El asedio de ellos: el tiempo, la soledad y la muerte, es como la rúbrica puesta sobre todas aquellas simbolizaciones que se verán como apoderándose de otros personajes, esta vez inanimados:  el bastón, el revólver, el testamento, inescindibles de la realidad “real” que en lo cotidiano cubren ámbito y gentes.



6.LA CRÍTICA

Aparte del estudio del doctor Francisco E. Feito: EL PARAGUAY EN LA OBRA DE GABRIEL CASACCIA, aporte insoslayable; de la entusiasta conferencia del antiguo modernista don MIGUEL PECCI SAAVEDRA y últimamente del ensayo del profesor ENRIQUE MARINI PALMIERI –ambos dedicados, desde opuestos andariveles, a LA BABOSA- más algunos trabajos sueltos, entre ellos los que ubican equivocadamente a Casaccia en el agrupamiento "del 40", poco es lo concreto que se ha publicado en nuestro medio y que merezca ser tenido en cuenta por su seriedad crítica.


Y se hace preciso ahondar en mayores certidumbres tanto para no quedar anclados en él (y por descontado en Roa Bastos) como para determinar el sentido de ésta y restantes creaciones, que abarcan una época de auténtica trascendencia en las letras nacionales y en la retoma de la universalidad que las haga comprensibles y las proyecte de lo regional a lo continental.


 Por último hay que decir -en homenaje al autor- que Casaccia fue absolutamente consciente de la orientación de su obra y no un cultor de "hobbies" cuyos relatos se manifestaran en trance de mediumnidad.


Con LOS HUERTAS se cierra un ciclo vital y asimismo un ciclo creador. Casaccia muere el mismo año (1980) en que se cumplen cincuenta años de la edición de su novela inicial Comienza obsesionado por el artificio de la palabra -si bien la "prosa artística" no logró atraparlo del todo- y termina trasladando a su vigilia literaria los claroscuros de la duda existencial, llevados a su máxima tensión.


La crítica que pretenda descubrir lo que está más allá de la arquitectura de LOS HUERTAS tendrá que empezar a sumergirse no sólo en las anudaciones de su trama, sino en la ética desesperanzada y silenciosa que se destaca por encima de la visión de lo humano y de lo temporal para quedar allí, irresuelta, pero cierta, en espera de alguien que se anime a separarla de la inexorable negación que se supone adherida al cuerpo, al alma, a la andanza y al quietismo que en cada cual se trasfunde y expresa con independencia del sitio elegido como horizonte final.


RAÚL AMARAL-

(Isla Valle de Areguá, 1981/ enero/ 1996)





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