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GABRIEL CASACCIA (+)
  LA LLAGA - Novela de GABRIEL CASACCIA


LA LLAGA - Novela de GABRIEL CASACCIA

 LA LLAGA

Novela de GABRIEL CASACCIA

 

Colección Homenaje, 4

© Herederos de Gabriel Casaccia.

Editorial El Lector,

Director editorial: Pablo León Burián,

Coordinador editorial: Bernardo Neri Fariña,

Guía de trabajo: Nelson Aguilera,

Introducción: Francisco Feito,

Diseño de portada: Marcos Condoretty

Asunción-Paraguay, 2007

 

 

 

 

LA LLAGA Y SU METALENGUAJE:

DE LA SIGNIFICACIÓN AL SENTIDO

FRANCISCO E. FEITO

 
 
"Un sistema connotado es un sistema
cuyo plano de expresión está constituido
por un sistema de significación".
Roland Barthes
 
 
A pesar de haber estado precedida por el prestigio que de alguna manera implica siempre un premio literario (1), LA LLAGA no fue acogida con el mismo entusiasmo crítico que desde una posición u otra, despertó LA BABOSA. Si bien La Prensa de Buenos Aires la presenta como una obra en la que se manifiesta la madurez del escritor (2), la detracción, por supuesto, estuvo presente. Sin embargo, fue más serena y literaria que otra cosa. Desde esta perspectiva por ejemplo, Reinaldo Montefilpo Carvallo le dicta una sentencia condenatoria e inapelable: "Digamos que en cuanto a estilo -y queda tácitamente dicho en cuanto a los demás rubros- esta novela se halla a mil codos por debajo de LA BABOSA... en la cual, amén de cuajar tantas virtualidades legítimas... dejaba traslucir una irrecusable delicadeza estética” (3).

El encomio, en cambio, se carga de matices político-sociales y por tanto apasionados en la expresión, por más exacto que su contenido pueda ser. Así, Josefina Plá reclama que... "Nos hacen falta muchas novelas como ésta, descarnadas, acusadoras, revulsivos". Roque Vallejos, para quien Casaccia enriquece su mundo narrativo con esta metáfora de la realidad nacional, se une al carro reivindicador al afirmar que... "El que quiera conocer al Paraguay de ayer o de hoy, no tiene más que levantar el telón de la fecha de esta novela"
LA LLAGA presenta dos aspectos, siendo el primero y enmarcador lo que pudiéramos llamar una situación freudiana primordial representada por la represión de un régimen político capaz de usar cualquier método para mantenerse en el poder y anular la subversión que brota en el país. La acción principal, sin embargo, se da en el conflicto madre/hijo que se plantea. Situación freudiana también, pero individual, que cobra forma y crece en el terrible complejo de fijación materna que invade al personaje Atilio.

Casaccia escoge otra vez un título simbólico, evocador, y así como afirmamos que existen dos aspectos, también hay dos Llagas, cada una segregando su propio pus e infectando todo lo que toca. Primero, la Llaga sicológica, neurótico que existe en la mente de Atilio, el pobre muchacho de dieciocho años que sufre de un marcado complejo de Edipo. Su madre, Constancia, llamada también "la viuda de Cantero", contribuye a empeorar aún más la situación emocional de Atilio al excitar sus deseos, unas veces inconscientemente, aunque otras, su conducta da la impresión de ser premeditada. Un hecho evidente es su necesidad de sentir que siempre puede atraer a los hombres porque en el fondo la invade un miedo sicopático de envejecer. Por eso, quizás, se siente más mujer cuando su propio hijo la desea. De ahí que Atilio no pueda vivir tranquilo con ella; pero, al mismo tiempo, no puede existir sin ella. Por eso, como apunta Gladys Marín, la inclinación que Atilio siente hacía Cipriana, mujer de unos treinta años, de profesión costurera, y su encuentro con ella a nivel carnal, en realidad no es más que su unión con la madre. En este sentido es importante el sueño que tiene Atilio: tres policías (el censor, el Super Ego) lo sacan a puñetazos del lecho de Cipriana, pero, al final, ésta se transforma en Constancia, se le abraza y lucha para que no se lo lleven. Atilio está, pues, en la cama con su madre, la autoridad (la policía, el censor, el Super Ego, el padre y las prohibiciones contra el incesto) lo ataca y castiga, pero la madre, identificada sexualmente con el hijo, lo retiene.
El conflicto sicológico que se plantea es más profundo y sin duda está mejor trabajado que el político-social ... Mas, ambos se enlazan en la trama mediante otro flanco de la úlcera incurable que habita en la mente de Atilio, 1insistente en el misterio que rodea el suicidio de su padre Francisco. El muchacho sospecha que su madre lo torturaba mentalmente, y cuando se entera de que Gilberto Torres es amante de su madre, comienza a elucubrar la hipótesis de que su padre se suicidó en un amueblado (en el mismo cuarto que usaban los amantes para sus citas clandestinas) porque sabía de la traición de su rabosa Constancia y quería denunciarla póstumamente.

Poseída la madre en Cipriana, unido al odio impotente que Atilio siente por Gilberto Torres, lo sitúan en aptitud de revelar el paradero del coronel Balbuena (jefe de la revolución clandestina), a sabiendas de que este acto acarreará el castigo de Gilberto y la separación definitiva de éste y Constancia. Simbólicamente la delación -en ese complicadísimo proceso que se opera en la mente de Atilio- equivale al acto de matar a su padre, con lo cual, finalmente, va a tener a la madre sólo para sí. La tiene, efectivamente, pero no puede soportar el peso de esta culpa; y en un final lleno de connotaciones simbólicas, como su padre, y con el mismo revólver, Atilio se pega un tiro. Su cadáver está echado sobre el costado izquierdo (imagen de lo siniestro), y está cubierto de barro que bien puede representar su libido incestuosa. Además, se mató en el mismo sitio donde Gilberto solía clavar su caballete para pintar. Esto último puede referirse al acto sexual con la madre o como protesta final porque el lugar está asociado con el adulterio, paralelo al caso del padre que se suicida en la casa de citas llamada "LA PARRALERA VERDE".

Al darnos el retrato de Gilberto Torres, Casaccia le otorga muchos de los rasgos que ya vimos en el Ramón Fleitas de La Babosa. Básicamente es el mismo tipo de paraguayo o, como dice el novelista, "son hermanos por la sangre y estén hechos del mismo barro"' pues, Gilberto aunque esté educado en la Universidad de Asunción y tenga sueños de ir a Europa para perfeccionar su arte, también es un campesino de corazón. Aconsejado por un amigo se mete en la conspiración que habrá de deponer al general Raimundo Alsina, pero su motivación es oportunista, ya que "si la revolución sale bien, le prometieron darle un cargo en el extranjero". No obstante los rasgos negativos con que Casaccia lo presenta, llega a sentir cierta conmiseración por el personaje y se solidariza con él, así como con Rosalía, su mujer, haciendo que el lector comparta el sufrimiento y llegue a sentir simpatía por la situación de ambos.

El coronel Balbuena, por su parte, es el tipo de caudillo clásico que ha llenado el ambiente político-militar de Hispanoamérica desde el primer cuarto del siglo XIX. Este "encarnizado enemigo del general Raimundo Alsina" comanda la revolución simplemente porque "ese cobarde lo ha traicionado miserablemente". Al fracasar la subversión, viciada desde sus cimientos, el general Alsina sigue siendo el Jefe supremo del país, lo que le da a Casaccia ocasión para introducirse en la novela con una de sus manifestaciones pesimistas. Este gobernante -dice- "se morirá de viejo en la presidencia, es fuerte, agudo y tiene siete vidas como los gatos”. Además, uno de los elementos que con más vigor contribuye a su perpetuación es el jefe de investigaciones Romualdo Cáceres, "de quien se contaban atrocidades y crueldades cometidas con los presos, famoso por sus escándalos y farras con prostitutas y contrabandistas..."

De nuevo, el estilo de Casaccia en LA LLAGA es simple, directo, y de gran calidad. Difiere de LA BABOSA en que la prosa es más dinámica y enérgica porque aquí no se trata de pintar un ambiente estético, sino un proceso revolucionario en acción. La estructura de la novela, como en la anterior, es lineal y en ella se van tejiendo dos planos paralelos cuyos vínculos resultan indisolubles. Porque el Paraguay como Atilio han perdido su impulso vital, "esa fuerza profunda que está en la raíz del ser". Y se ha perdido porque la Llaga de la sociedad (la dictadura del general Alsina) ha carcomido la identidad individual y la nacional. ** Como dice Gilberto Torres en crítica vertical: "...estos gobiernos sin ley quitan hasta esa felicidad pequeña, simple, mediocre, de todos los días, la felicidad minúscula de lo cotidiano, como desayunar tranquilo y leer en el diario lo que a uno se le antoja".

O sea, que LA LLAGA demuestra que el país de Casaccia es un caso sin solución inmediata, sin esperanzas, sin salida aparente porque ni siquiera una revolución puede ayudar. El único tipo de revuelta posible es la realizada con personas como Gilberto Torres o el coronel Balbuena, arribistas natos que sólo persiguen su propio bienestar.

Todo el simbolismo pesimista que encierra la novela puede transponerse a un nivel nacional si se piensa en Constancia (no se pase por alto el simbolismo del nombre) como una gran MADRE, veleidosa, emasculadora (la nación) que elimina a los más débiles (su marido Francisco, su hijo Atilio) y que a la vez se siente más mujer cuando su HIJO (los ciudadanos) la quieren poseer. Es aquí donde se llena de sentido la figura del típico PADRE primordial freudiano, el general Alsina o tipos que aspiran a sustituir la posesión de la MADRE bajo las mismas prevenciones.

El resultado de esta situación perenne ha sido la emigración masiva, voluntaria o forzosa, que constituirá el tema central de la siguiente novela: LOS EXILIADOS. Pero si se practica un balance comparativo entre LA BABOSA de 1952 y esta novela escrita once años después, se observa que subsiste el mismo símbolo de tristeza y miseria encarnado en los pies del campesino: "Todo la historia dolorosa de nuestro pueblo se resumirá en esos pies con sus plantas rugosas, y tristes a la vista. Pies grandes, anchos, deformados, de color terroso, con los talones agrietados como barro reseco. Algo impresionante y horrible". Gilberto Torres quería pintar esos pies, quería crear una obra maestra como los zapatos de Van Gogh. Sin embargo, aunque nunca llegó a realizar este sueño, Casaccia se encargó de llevarlo a cabo con tonalidades indelebles y universales.

(1) Véase: "Palabras de Mauricio Rosenthal, reproducidas en La Tribuna. Asunción, 26 de febrero de 1964, p. 4; y; "Discurso de Gabriel Casaccia", recogido en Alcor, Asunción, Nro. 28, 1964.
(2)En "Secciones ilustradas de los domingos", 20 de diciembre de 1964.
(3) Véase: "La Llaga o la opacidad de una novela", en La Tribuna, Asunción, 27 de setiembre de 1964.




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