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GABRIEL CASACCIA (+)
  LA BABOSA - Novela de GABRIEL CASACCIA


 LA BABOSA - Novela de GABRIEL CASACCIA

LA BABOSA.

VOL.1 y VOL.2

Novela de GABRIEL CASACCIA


Colección Homenaje, 2 y 3

© Herederos de Gabriel Casaccia.

Editorial El Lector,

Director editorial: Pablo León Burián,

Coordinador editorial: Bernardo Neri Fariña,

Guía de trabajo: Nelson Aguilera,

Introducción: Francisco Feito,

Diseño de portada: Marcos Condoretty

Asunción-Paraguay, 2007
 


LA BABOSA

O EL FIN DE UNA NARRATIVA YUGULADA

 

Además de la tardía aparición del género narrativo en el Paraguay de las limitaciones de su temática circunscripta predominantemente a la exaltación de un pasado histórico, y del perspectivismo, el otro rasgo más dominante de esta incipiente novelística esta representado por la pobreza de los valores que la configuran tanto cuantitativa como cualitativamente. Este fenómeno se extiende ininterrumpidamente desde los primeros esbozos a partir de 1900 (antes no hay manifestación mencionable) hasta pasado el medio siglo, momento en el cual, por lo menos dos novelistas, Gabriel Casaccia y Augusto Roa Bastos, sacan el género de su confinamiento local y lo universalizan, es decir, sacan al Paraguay de ese sempiterno anonimato al que hasta entonces había estado sometido.


En efecto, Casaccia alcanza su consagración total cuando aparece LA BABOSA, en 1952. Pero esta novela de largo metraje no sólo significa la culminación feliz de muchos años de esfuerzo creador, sino que con ella, junto a sus novelas posteriores, logra colocar la novelística paraguaya a la altura de las grandes creaciones continentales. El crítico Carlos A. Caroni compendia la trayectoria y significación de Casaccia hasta este momento, de la siguiente forma:


De no ser por Gabriel Casaccia, la novela paraguaya estaría casi en blanco... Casaccia ostenta un mérito singular: mientras los demás novelistas quedaban rezagados en el camino de la creación, su voluntad, su élan febril, la secreta voz interior, ese impulso que viene de lo hondo, lo lleva a perseverar en la obra iniciada... En veinte años el artista ha superado aquella creación juvenil y ha conquistado un lugar prócer en la literatura. Gabriel Casaccia es ya un novelista en plena madurez espiritual, que demuestra dominio y señorío del arte novelístico).


Lo importante y decisivo que ocurre en este ciclo es precisamente la inquebrantable determinación del autor de erradicar definitivamente ese divorcio cismático entre literatura y vida, por el contrario, ambas se favorecen recíprocamente en íntima simbiosis para producirse a un mismo nivel. Porque, con una prosa engañosamente sencilla y coloquial, Casaccia lleva a cabo, con brutalidad y arrojo, un vibrante análisis de caracteres (socio-político/ sicológico-existencial) a partir del cual y progresivamente, va desquiciando la realidad nacional de sus diseños estereotipados, hasta convertirla en una búsqueda alienante, perpetua, estéril si se quiere, pero humanamente comprometida con ese contradictorio habitante de la tierra que siempre ha sido el hombre paraguayo. Es decir, en esta etapa final de su producción, Casaccia se confirma como un narrador moralista, implacable y desgarrado, en quien se manifiesta ya abiertamente una verdadera angustia existencial, un marcado horror a la muerte (sobre todo a la muerte de las esperanzas), y un asco contra toda señal de ablandamiento frente a una realidad vital que se consume en quietismo y abstracción históricos.


Ya en este período el autor no vacila en emplear al máximo de sus posibilidades el método genérico del llamado "realismo crítico" según el cual, el novelista, desde una perspectiva multifocal, considera no un aspecto de los hechos, sino su totalidad. Y aunque se apasiona más por la materia que está contando que por la técnica, en el desarrollo de su quehacer narrativo usa, indistintamente pero con moderación, los procedimientos de la novela contemporánea: monólogos interiores en sus modalidades indirecta e indirecta libre, técnicas contrapuntísticas; asociaciones de ideas; yuxtaposición de situaciones o relatos paralelos o que se cruzan; retrospecciones; empleo del protagonista múltiple, etcétera.


Por otro lado, los personajes constituyen uno de los elementos estructurales básicos de las novelas de este período. Según la clasificación de Kayser, el novelista crea seres humanos situados en un espacio determinado (Areguá, Asunción, Posadas) que se mueven en una acción también determinada. Para Lukács, este tipo de novelas constituye la forma de la virilidad madura. La historia de un agonista problemático que busca en un mundo degradado, valores auténticos. Su contenido "es la historia de un alma que va por el mundo aprendiendo a conocerse, que busca aventuras para experimentarse en ellas y que, a través de esta prueba, da su medida y descubre su propia esencia".


En LA BABOSA, sin embargo, la presencia del autor demiurgo es visible en el desarrollo de toda la novela, principalmente en los comentarios y juicios que hace acerca de los personajes y de los hechos narrados, así como en las interferencias demasiado directas en la conducción de la trama. El narrador se transforma en auténtico conocedor de todos los acontecimientos, sabe la historia de todos los personajes, penetra en lo más íntimo de las conciencias, y en todos los meandros de la organización social. Su visión como creador es omnisciente, panorámica y total.


LA BABOSA es una larga novela realista en el sentido de registrar el devenir  diario que la nutre frente a lo cual el autor reacciona como si fuera un cronista. Sin embargo, lo imaginativo se nos presenta a cada paso en una aguda percepción de movimientos, procesos o estados sicológicos. Y al igual que Agustín Yáñez, José Revueltas, Manuel Rojas, Miguel Ángel Astuias y Augusto Roa Bastos, por sólo citar unos pocos ejemplos, testimonia una superación del súper-realismo. Es decir, que el paisaje o la realidad circundante no dominan a los personajes. Por el contrario, esta promoción  de novelistas establece un perfecto equilibrio entre la naturaleza y el hombre. Y si bien es cierto que se inclinan a producir una literatura en algún aspecto costumbrista, por cuanto tratan de reflejar en forma colectiva las preocupaciones sociales de un pueblo, de una capital o de un país, no tienden a hacerlo para demostrar elementos pintorescos o críticas morales, sino para resolver en la vida interior los problemas de la inadaptabilidad a un tipo de civilización que se le impone desde afuera. De ahí que estos novelistas sean proclives a cultivar una literatura sicológico-social.


LA BABOSA se desarrolla casi por completo en Areguá, ese pueblito que actúa como agente catalizador en la vida y obra de Casaccia, esa especie de géiser del subconsciente del autor, ese espacio físico y a la vez simbólico, donde además de la población establecida, se suman durante los meses de estío los veraneantes capitalinos. Mundo ridículo en apariencia, pero en el cual los tormentos individuales se van a multiplicar y los dramas personales serán del dominio colectivo.


Ramón Fleitas, hijo ilegítimo de una india, campesino de nacimiento y de corazón, se ha establecido en Areguá con su esposa Adela. Trabaja como abogado en el bufete de su suegro, el doctor Félix Cardozo, figura prominente del foro asunceno. A pesar de ello, desarrolla un odio creciente contra su benefactor acusándolo de ser un obstáculo a su talento literario. Su esposa lo abandona, y él se hunde en los bajos fondos del juego y del alcohol. La narración comienza centrándose en la presencia de ambos en Areguá. Mas el origen de los conflictos que se desarrollan en la novela hay que buscarlo en el personaje central, doña Angela, a quien el párroco del lugar ha dado el mote de "la Babosa". A causa de sus enredos, chismes y pérfidos ataques, la enfermedad y muerte del padre Rosales se precipitan; su hermana Clara se suicida; y Ramón es enviado como juez de Paz a un miserable agujero perdido en Misiones, donde nunca dejará de emborracharse ni de jugar en los tugurios locales. Doña Ángela envejece, pero no obstante, sigue babeando su maldad en el pueblo a nombre de la justicia y de la religión.


Otros personajes menos importantes desde el punto de vista de la caracterización, aunque indispensables para trabar la urdimbre novelesca son: Salvador el farmacéutico y su mujer Rosalba; el doctor Brítez, también reputado jurista y antiguo diplomático; Willy Espinoza, digno ejemplar de la picaresca hispanoamericana, quien acogota a doña Clara dejándola medio muerta para robarle sus joyas antes de huir a la Argentina; Quiñónez, el director de la escuela local y enemigo jurado de la religión, etcétera.


La novela está dividida en dos partes, constando la primera de veintidós capítulos y la segunda de doce. En general, esa larga sección primera sirve para presentar a los personajes e ir desencadenando sus conflictos. En ella se observa, demás, que los dos protagonistas, Ramón y doña Ángela, permanecen a distancia, determinando dos líneas de acción independientes a pesar de las constantes interferencias de "la Babosa" en la vida y milagros de todos los aregüeños, quienes, a su vez, participan en uno, otro, o ambos radios de situaciones. En la segunda parte de la novela las dos líneas se cruzan y enredan de manera inextricable.


La novela se nos presenta, pues, como una serie de vidas individuales en la que cada personaje, viviendo a pasos diversos, está disociado de los demás, en que la palabra hablada, lejos de unirlos, actúa como un agente secesionista. Es un universo donde no hay espacio para la solidaridad ni mucho menos para nada trascendental, siendo significativo que la única amistad sólida que existe es la del padre Rosales y su caballo. Parafraseando a uno de los personajes de la novela se puede asegurar que en el mundo de LA BABOSA, vivir no es difícil; lo terrible es tener que vivir rodeado de seres humanos.


Desde una perspectiva estilística, LA BABOSA es una novela tradicional, cuya estructura cronológica es rectilínea y en la cual los acontecimientos se desarrollan con lentitud tediosa, y el final de la novela muy bien pudo haber sido sustituido por el comienzo sin que cambiase para nada lo esencial de la anécdota. El procedimiento sirve para crear la impresión de que en el Paraguay el tiempo no existe, pasado, presente y futuro están condenados a permanecer unidos en una masa estática, inmutable, sin esperanzas.


Es curioso anotar las semejanzas que guarda esta novela con la de Agustín Yáñez titulada Al Filo Del Agua. Ambas se ubican en un ambiente provinciano, examinan la vida de sus habitantes y aunque de alguna manera resultan costumbristas, cargan el énfasis en la sicología de sus personajes. Sin embargo, para Yáñez todavía queda abierta una posibilidad de transformación social cuando al terminar la novela se anuncia el advenimiento de la revolución mexicana. Para Casaccia, en cambio, tal posibilidad está descartada tácitamente; y, sólo cobrará forma, para abortar, en su siguiente novela: LA LLAGA.


Mientras tanto, esos seres desafortunados, "con los pies curtidos de plantas callosas, símbolos mudos y desnudos de todo un pueblo", siguen caminando por el mismo sendero, en la misma tierra olvidada por todos y por ellos mismos. He aquí el gran tema subyacente de la novela.


He aquí también la razón por la cual cuando hace unos treinta y tantos años la primera edición de LA BABOSA (1952) llegó a Asunción, se produjo un gran revuelo en los círculos intelectuales del país. Fue un verdadero impacto, asegura Miguel Angel Fernández haciéndose eco de la joven crítica revisionista de entonces, ya que ningún escritor, excepto Rafael Barrett en otros géneros, había tenido la valentía y el talento de poner al descubierto problemas tan profundos como los que Casaccia presentaba en su novela.


El impacto se resolvió en diatriba cuyo alcance resume el redactor literario de la revista Análisis de este modo: "Se trata de una torpe visión de la vida paraguaya realizada con mentalidad porteña", arriesgó un indignado comentarista, otro la calificó de caricatura rastrera y deformada. Y la prosa florida y retórica de Facundo Reealde aseguró que del libro colgaban unos flecos que chorreaban obscenidad. Y el crítico del diario La Unión consideró que se trataba de una obra antipatriótica"(8). La reprobación oficial estuvo a cargo de Hipólito Sánchez Quell, ex ministro, historiador y poeta. Una solo escritora se atrevió entonces a disentir públicamente del coro: Josefina Plá, arguyendo que Casaccia venía a quebrar esa larga etapa de narcisismo idealizador en el cual los escritores se complacían en la descripción idilica de una naturaleza siempre florida y verde. Y porque, además, era también una pintura al infrarrojo, igualmente ácida, penetrante y revulsiva de un sector decrépito de la sociedad paraguaya.


Con el correr de los aòos, sin embargo, nuevas promociones de intelectuales paraguayos desprovistos de cualquier tipo de deformación chauvinista, han hecho justicia a esta obra en lo que vale y representa. Porque, como sostiene Guido Rodríguez Alcalá: "la verdades amargas de LA BABOSA son más útiles que el optimismo superficial con el que a veces tratamos de esquivar nuestros problemas”

FRANCISCO FEITO

 

 

Enlace de lectura recomendada

(Hacer clic sobre la imagen)

 

 

LA BABOSA Y SUS CRITICOS

Ensayos de FRANCISCO FEITO y TERESA MÉNDEZ-FAITH

Intercontinental Editora,

Tel.: 595 21 496991 - 449738

www.libreriaintercontinental.com.py

Asunción-Paraguay 2007

 





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
EDITORIAL
EDITORIAL EL LECTOR



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