LA IDEA DE LA INTEGRACIÓN
Por JUAN ANDRÉS CARDOZO
No pensamos en concertar más profundamente
con otros países por creernos siempre aislados.
Así como somos un país mediterráneo, cerrado, aislado y con escasa proyección externa, en el Paraguay prácticamente no hemos pensado en la integración. Ni para el contexto nacional, regional mundial. Quizáel hecho de haber derramado la sangre de nuestros mayores aun más allá de nuestras fronteras, para la supervivencia de nuestra nación, todavía inconclusa, incida en la conciencia colectiva de que la tarea central y pendiente sea la construcción del Estado nacional.
Pero una reflexión crítica se obliga a reconocer que la integración humana y cultural, incluso en el espacio jurídico que nos es propio, tiene aún férreos enemigos. Intereses de poder, fundamentalmente del sector económico, mueven a los refractarios de la integración nacional a oponerse con obcecada tenacidad a la idea de una "democracia incluyente".Repartir lo que es de nosotrosal todo de los que conforman esta "República" les parece inadmisible, castigable, condenado a la interdicción. Ya fue así para el bárbaro exilio por intolerancia política y luegopara el caudal interminable de la diáspora actual por causas socioeconómicas. Para esto no importan los límites con los vecinos, la Argentina principalmente; ni siquiera allende el mar:España, Europa. Que se vayan, con tal de no tensar las demandas sociales.
EL PRECEDENTE HISTÓRICO
La intención, forma de la autoconciencia devenida en una voluntad racional, de un pensar abierto hacia una comunidad supranacional emergió en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Siglos de horrores fratricidas, superiores a los genocidios intrasuramericanos, debían superarse. la época delnacionalismo visceral entró en el atardecer de la matriz de Occidente. Y a la vueltade la aurora apareció la intencionalidad histórica de la integración. Las divisiones políticas y económicas dieron pasos a las unidades geográficas y humanas, preservando las identidades culturales.
Con elderrumbe de las homicidas dictaduras latinoamericanas, prendieron los fogones de la integración en nuestros asimétricos Estados. Fogones en los círculos gubernamentales e intelectuales, de variada intensidad y de proyecciones limitadas. Según las hegemonías ideológicas, elproyecto cobraba fuerza o se hundía y retrasaba en la retórica. El Mercosur registra este proceso.
Se avanzó en convenciones favorables al comercio, a la coordinadón y complementacion económicas, relativamente a la conectividad, a la cooperación científica y técnica, y a un mejor trato migratorio. Estos incipientes avances despertaron d interés de los Estados Asociados, y dieron lugar a la extensión de su membresía. Y al influjo de una mayoría de gobiernos progresistas, paralelamente a la estrategia de la consolidadón dd grupo subregional se esbozó y formalizó elproyecto de Unasur. Habíamos ingresado en la era de la globalizadón. Y por lógica, en su consecuente impacto de resistencia-expansión a través de las organizaciones de los bloques regionales. Aislados los pases no tenían -y no tienen- futuro. Nuestras debilidades nos forzaban -y nos inclinan- a unirnos para no sucumbir en la vulnerabilidad.
Ya el Mercosur a fines de siglo pasado y al comienzo delpresente enfrentaba desafíos mayores. La libre circuladón de bienes y servidos, y elarancelexterno común no eran suficientes, y aún la articuladón macroeconómica. La integración ya requería un considerable progreso en obras de infraestructura, en asociaciones productivas, en innovaciones tecnológicas, en complementaciones energéticas, en cooperación para elevar los estándares de calidad en educación -incluyendo la universidad- y para reducir y erradicar la pobreza, elhambre. El Paraguay institucionalizó también eltema central de la superación de las asimetrías. Al focalizarse eldiálogo se extendió a la necesidad de abreviar las graves diferencias internas en los propios Estados. En fin, la lucha por la equidad renovó radicalmente la agenda.
EL CONDICIONAMIENTO DEMOCRÁTICO
Por lo tanto, se planteaba indudible el problema de la democracia. Instituirlo como sistema iba más allá de la legitimidad de los gobiernos, restituía elprincipio de soberanía. Pero elcontrato socialenunciaba la voluntad popular, la que no podía seguir en la mera formalidad procedimental, sino que debía dar cuenta de la participación delpuebloen elejercicio delpoder y en la distribución de su riqueza.Suexclusión -la del pueblo- caricaturiza la dernocraria, vaciándola de contenido social. En los sistemas progresistas, elpostulado democrático ya avanzaba hacia la poliarquía (elgobierno de los muchos). De ahí, los protocólos de Mercosur garantizan el compromiso con la democracia, la que al concebirse como sistema autorreferente, reconoce elentorno y asume la responsabilidad de la común defensa regional de su autonomía.
Con esta concepdón jurídico-política se imponía, por una parte; elfortalecimiento y la ampliación delMercosur. Y por la otra, al comprender la relevancia de la globalización, elsubcontinente ya no podía permanecer desunido. El imperativo de la historia lo obliga a la constitudón de la Unasur. La unidad geográfica de la América dd Sur, más la reciproca e integral utilización de los océanos Atlántico y Pacífico, son las condiciones irreductibles para la construcción horizontal deldesanollo, a un tiempo sostenible y democrático.
Este pensar ya prescriptivo tiene por fin humanizar ese desarrollo. Asegurar la calidad de vida para todos. Y para que la integradón se erija en modelo universal, tras realizar por fin la utopía de la reconciliación activa, digna y luminosa de la libertad con la igualdad.
Humor de MONECO LÓPEZ
Fuente: CORREO SEMANAL del DIARIO ÚLTIMA HORA
Publicado en fecha: Sábado, 28 de Diciembre del 2013
