POESÍAS INÉDITAS
DE HÉRIB CAMPOS CERVERA
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MOTIVOS DE LA LLUVIA
I.- Barcos de papel.-
Llueve...
bajo el azul del cielo
se presentó la aurora cubierta de cenizas.
Este óxido de sol implacable que cae,
al fundirse en el ébrio paisaje de la vida,
va engendrando en las almas
un humo de cansancio; una mortal fatiga,
un secreto deseo de entregar a las aguas
todo: ilusión, recuerdos, esperanzas, amor.
Tras el cristal de mi ventana
-que empañó la caricia de esta pequeña lluvia-
estoy, en compañía de una pena profunda,
e intuyo que, -al igual que este cielo,- manchado,
debo tener el alma sucia de niebla turbia.
Sol! Le falta sol al alma! Medito:
pero al verme tan solo,
¡tan vacío de esperanzas!
pienso que será en vano pedir restitución
de lo que ya está muerto.
... Y me doy otra vez a pensar en la lluvia;
miro cómo las aguas llevan en sus jorobas
mis ansias andariegas y mi sed de horizontes;
(esto es decir: se llevan mi juventud entera)
Constato que la ruta de esas cosas inútiles,
es igual al de aquellos barquitos de papel,
Que colocan los niños, -almirantes de ensueños,-
sobre las aguas muertas de la lluvia obstinada.
Y digo para mí:
barquitos de papel y amor de juventud
tienen igual destino: encallan una vez,
y naufragan después para siempre jamás...
En Asunción del Paraguay, a 22/ IV/ 1930.
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EL CORAZÓN ESPERANZADO
Yo dejé el corazón por aquellas comarcas
con guitarras cubiertas de sol y mandiocales,
profundas como una madre antigua, taciturnos recintos del maíz,
patrias vegetales;
yo lo dejé una tarde, densa, seca, enterrada,
con el pecho muriendo de un pesado nocturno
mirando los cereales, la tierra trabajada
por honrados varones, quemados por aviones;
los metales que ardían por encontrar un sitio
donde dejar su rota memoria
enloquecida.
(era mi patria entonces
En temblor de silencio, un recinto letárgico
De arroyos, amapolas y caballos, Un reducto teñido de verdes naranjales
Donde todos lograban su pan y su destino
Con el sudor y la honra;
Y aún más: un lugar donde el aire
podía simplemente decir: yo soy el aire!)
yo dejé el corazón, un puñado de sueños
que cubrían mi frente como una enredadera
o hermosuras golpeadas por el agua y la lluvia;
cuando el yodo extendía su arteria machacada
por vendas, por heridas; cuando el fuego
fue destruyendo todo, y todo fue cubierto
por un odio brutal, incontrolado.
Campesinos he visto
-viejos robles clavados en la tierra-
desarraigados de su hogar un día,
taciturnos y graves,
cogiendo el azadón, moldeando filos...;
vi novias, madres, vi mujeres
-puros y sensitivos perfiles roturados-
no llorando al perdido varón, sino inflexibles,
heredando el metal que ellos dejaron...
todo sumido ya en lastimaduras,
y en esas enramadas inocentes se vio el odio
como una sombra de puñal tendida.
Entonces yo quedé en lo que fue hollado,
hollado sin piedad y con desprecio,
quedé en la arena frágil que temblaba
en la copa del árbol por huir del martirio;
quedé en la pobre aldea, con luz desventurada,
con solo sombras y oraciones,
en esos campos, sendas desoladas,
que eran endebles cimas de dolor sin amparo
todo era denso y duro.
Yo dejé el corazón, allí, plantado,
sabiendo que persiste la fe que nos alumbra,
y cuando en breve sepan que nunca se ha rendido
volveré a recogerlo.
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SOBRE LA RUTA DE TU AFECTO
Hoy eres la misma inquietud de toda mi vida:
arco iris sobre mi desolación,
sombra transida
junto a la huella de mi fuga...
No sé lo que seré mañana.
Ahora, apenas adivino lo que fuiste para mí una vez:
un exigente anhelo de saberte mía,
a pesar del instinto y a pesar de la vida.
Hielo y fuego: tu actitud.
ala de mi ansiedad y prisión de mi carne;
hartura y sed: toda entera y distinta
en la contradicción de tu presencia nunca descifrada.
No pudo ser! -Algún día volverás a mí.
qué haremos entonces de nuestra sombra?
ya has visto que tus pasos y los míos
dejan siempre un residuo de cenizas.
Aunque seas hoy el límite
de un sendero que mi deseo ha descubierto,
eres, de nuevo,
Arco iris sobre mi desolación
No pudo ser?- ¡Ya fue!
ya se ha fundido en ti el latido de mi angustia,
y ahora, ya no podrás palpar mi sombra;
y yo, ya no sabré
cuál es la ruta de tu afecto:
(si fuiste mía,
sólo por la energía de mi sed,
yo he sido tuyo, solamente
por la arrogancia de tu orgullo).
Estamos sobre el límite. Mañana
ya no seremos nada:
ni sombra,
ni ceniza,
ni turbio fragmento de pasado,
ni inefable anticipo de futuro.
Nada! Apenas el latido de una angustia:
una voz que te nombró una vez
y unas manos que descansaron en las tuyas.
No ha de sobrevivir a nuestra hora
más que esta inútil
y transida ansiedad de tenerte a mi lado,
para que me defiendas de los días aciagos.
Más allá de la vida;
cuando tú seas todavía,
arco iris sobre mi desolación,
yo palparé tu sombra
y aventaré la niebla que ha borrado tus huellas,
hasta encontrar la ruta de tu afecto.
Montevideo 5 de Mayo de 1932
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AMOR DE PRIMAVERA
Detrás de la palabra: ceniza del cariño-
está la sangre joven del amor verdadero.
Caricias que aprisionan nuestra carne; caricias:
largos surcos profundos para la siembra pródiga.
Si me notas ausente, llámame, grítame!
mis días traen a veces, -como las madrugadas-
humo sobre los párpados; sobre los labios, niebla.
Si mis manos dibujan un signo de abandono
castígame la cara con tu beso de fuego,
y te seré de nuevo, tan fiel como tu sombra!
Llámame a tu cosecha! Convócame a tu fiesta!
muéstrame el trigo blanco que quieres que se siegue!
mis manos que conocen la opulencia del trópico,
no encontrarán tareas excesivas...
Inclínate
sobre el agua dormida de nuestra primavera,
y despiértala a gritos! mánchala con tu sangre!
muéstrales tus exactas proporciones! desnúdate,
y hazla rugir tus curvas, opulentas y núbiles!
dile que nuestro urgente deseo de caricias,
está llamando a golpes, en tu vida y la mía!
cuéntale que este fuego que incendia nuestra sangre
aventará en cenizas la primera cosecha!
Tu amor, adolescente, es como el mío: ambos
se necesitan apasionadamente...
aunque viejas palabras nos prohiban el rito,
en ocultos refugios o en abiertas praderas
nuestro joven instinto saciará su apetencia.
Fruta madura, tú; fruta madura, yo:
nuestro abrazo consume la fiebre de un verano
y nos limpia la vida para otra primavera.
Este sol que sazona la fruta del deseo,
este sol de los trópicos
que pone llamaradas en los besos,
este sol de mi tierra, que hace arder hasta el agua,
me deja a ti adherido como la yedra al árbol.
Estaré en tu cosecha: no faltaré a tu fiesta;
cortaré el trigo blanco que me indiquen tus manos.
Tu amor adolescente, es como el mío: ambos
se necesitan apasionadamente!
En Montevideo a 3 de junio 1934
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AMOR SOBRE EL ROCÍO
Déjame aquí, muchacha,
dije una vez ... un día. déjame en esta tierra,
déjame en el rumor de estos parajes,
mientras el viento esparce cornadas y panales
por tristes resplandores montecinos,
por veraniega crestería agraria.
Ponme la mano al hombro,
sacúdeme los párpados de polvareda antigua,
soléame a arrebol de mansedumbre
y que yo desde el fondo del corazón te mire
los ojos, los ojos taciturnos,
los ojos que semejan en el momento ufano
dos fetiches de oscura hechicería.
Qué fresca está la cuna
que establece el rocío sobre el prado!
qué quietud labradora! qué encendidos los chorros
de vapor del hocico de los bueyes!
qué picoteo leve el de los pájaros
que en la alberca recuerdan la alegría!
Déjame, amor, treparte
la arboleda madura de tu vientre,
sorberme la fragancia de esos parrales húmedos,
fugarme en la frescura de tu boca
con ese aliento tibio de las recién casadas
con aflicción de cereal molido.
Se emociona el silencio
sobre el enjambre verde de las ramas;
los cencerros se alhajan de rumores antiguos
y a mí me enfada ver que la mañana
como teniendo lástima
se alista en mi lugar entre tus faldas.
Las manos se me quedan
como segando hierbas en tu pelo.
Todo está nuevo. Todo.
La alacena me ofrece
Frutos que germinaron de tus labios.
En el suelo la rueca. Floridos los naranjos.
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Fuente:
HÉRIB CAMPOS CERVERA, EL POETA MALDITO
por ARMANDO ALMADA ROCHE
Ediciones El Pez del Pez ,
Buenos Aires-Argentina, 2008