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HÉRIB CAMPOS CERVERA (+)
  CENIZA REDIMIDA (Poesías de HÉRIB CAMPOS CERVERA)


CENIZA REDIMIDA (Poesías de HÉRIB CAMPOS CERVERA)

CENIZA REDIMIDA

Poesías de HÉRIB CAMPOS CERVERA

Colección Poesía, 1

© Alicia Campos Cervera

Alcándara Editora

Edición al cuidado de Alicia Campos Cervera y Miguel Ángel Fernández

Diseño gráfico: Miguel Ángel Fernández . Logotipo: Carlos Colombino

Se acabó de imprimir el 15 de marzo de 1982

en los talleres de Editora Licotolor . Asunción, Paraguay (118 páginas)

(Ejemplar, pertenece a la Biblioteca del Portalguarani.com )



INTRODUCCIÓN

Hérib Campos Cervera nació probablemente el 30 de marzo de 1905. Fueron sus padres Hérib Campos Cervera de la Herrería, periodista fallecido en París en 1922, y Alicia Díaz Pérez, hermana del polígrafo español, radicado en el Paraguay desde 1906, Viriato Díaz Pérez.

La vida y la trayectoria intelectual del autor de CENIZA REDIMIDA, son todavía insuficientemente conocidas. Una infancia desdichada, lejos de sus progenitores, parece haber marcado hondamente toda su vida, y en su poesía tal vez se encuentre las huellas de esta primera etapa de su existencia. Su adolescencia y juventud no habrían sido más afortunadas. En la época en que publica sus primeros poemas en la revista Ariel (1923) estudia, como interno, en el Colegio San José, al cual menciona constantemente como "cárcel" en un Diario de ese mismo año. (2) Posteriormente fue alumno del Colegio Nacional.

En 1923 se fundó la revista JUVENTUD -cuyo primer director fue el poeta Heriberto Fernández (1903-1927)-, identificada con toda una generación de poetas y escritores, algunos de ellos malogrados tempranamente. Hérib colaboró en dicha revista y en otras publicaciones de la misma época como IDEAL y ALAS, ésta última dirigida por José Concepción Ortiz (1900-1972), que fue también el último director de JUVENTUD, en 1926.

Durante la década del 20 al 30 la poesía de Campos Cervera, dispersa en revistas y diarios, se mantiene dentro del ámbito estético de esa generación, que fue, en líneas generales, el del postmodernismo, período mal conocido y poco valorado en lo que respecta a la poesía paraguaya. (3)

En 1931 Hérib sufrió su primer destierro a causa de su participación en los sucesos del 23 de octubre. Vivió durante algún tiempo en Buenos Aires, donde trabó relación con figuras destacadas de la intelectualidad porteña, como Francisco Romero, Luis Juan Guerrero (quien lo puso en contacto con la filosofía de Heidegger), Amado Alonso (filólogo español que por entonces dirigía el célebre Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires), Raimundo Lida y otros. Noticias sobre esta etapa de su vida se encuentra en las cartas que escribió a sus amigos José Concepción Ortiz y Vicente Lamas. Después pasó a residir en Montevideo, donde coincidió con otros exiliados paraguayos como Anselmo Jover Peralta (1895-1970) y Natalicio González (1897-1966), que posteriormente tendrían destacada actuación en regímenes políticos muy diferentes. (5) Por entonces ya Campos Cervera se hallaba definido como un "hombre de izquierdas", pero es difícil, por ahora, delinear su proceso ideológico.

Es posible que en los primeros tiempos haya sido influido por las reivindicaciones sociales del anarquismo, todavía importante en la década del 20 como ideología sindicalista, y por el socialismo marxista en los años de exilio en la Argentina y el Uruguay. Cuando pudo regresar al Paraguay hacia fines de 1935, siguió militando políticamente desde posiciones de izquierda, y según testimonio de Sinforiano Buzó Gómez, se adhirió en 1936 al movimiento revolucionario del 17 de febreros

En Montevideo extravía, o se lo secuestran, una novela terminada, HOMBRES EN LA SELVA, y el ROMANCERO DEL DESTIERRO, del que se habría salvado de la destrucción únicamente su poema "23 DE OCTUBRE". Pero pese a las penurias del exilio, Campos Cervera tiene oportunidad de profundizar sus conocimientos literários y filosóficos y, sobre todo, de abrir su sensibilidad poética a las nuevas corrientes literarias que están renovando la poesía y la prosa en Europa y América. García Lorca, que estuvo en el Río de la Plata en 1933, y a quien parece haber conocido en Montevideo, lo impresiona profundamente. Le dedicará, en CENIZA REDIMIDA, un poema, "FEDERICO", y algunas de las composiciones de este libro dejarán ver la huella estilística del Romancero gitano.

Se comprende, entonces, que con este bagaje cultural, con sus nuevas ideas sobre la literatura y su propia praxis poética, Hérib se convierta -junto con Josefina Plá, que regresa de España en 1938- en el centro de un movimiento que tiene como protagonistas, entre otros, a Augusto Roa Bastos, Oscar Ferreiro, Ezequiel González Alsina, Hugo Rodríguez Alcalá, los cuales pasarán a ser conocidos en la historiografía literaria paraguaya como integrantes del "grupo del 40". El cenáculo "VY'Á RAITY" es el lugar de encuentro de aquellos jóvenes escritores --a quienes se unirá un poco más tarde Elvio Romero- y sus producciones van apareciendo en revistas como la del Ateneo Paraguayo, Noticias, y el suplemento literario del diario El País.

Entretanto, el poder político ha caído en manos del General Morínigo, que instaura un régimen autoritario simpatizante del nazi-fascismo, entre 1940 y 1948. En 1947 estalla una rebelión de los sectores políticos democráticos, apoyados por una fracción del ejército, que acaba en el fracaso. Para Campos Cervera será motivo de un exilio que durará hasta su muerte en Buenos Aires, seis años después.

En el último período de su vida, signado por el destierro definitivo, el autor de CENIZA REDIMIDA prosigue su actividad literaria sin desvincularse de la patria. (7) Se afirma su voz poética y reúne los materiales que considera rescatables para su primer libro de poemas, que publica la Editorial Tupa, dirigida por Jover Peralta, en 1950.

Posteriormente escribe algunos poemas, recogidos en un breve volumen póstumo titulado HOMBRE SECRETO (8), un relato, "EL BUSCADOR DE FE", una novela corta, EL OJO ENTERRADO, que se ignora si llegó a concluir y que se ha extraviado, una pieza teatral, JUAN HACHERO, no estrenada y aún inédita, y, en fin, prepara una historia de las ideas en el Paraguay, probablemente también inconclusa.

Esta vida de gran intensidad existencial e intelectual se apagó el 28 de agosto de 1953. Su muerte privó al Paraguay de una de sus grandes voces poéticas y de una personalidad fundamental en el desarrollo de la cultura moderna del país.

Humberto Pérez Cáceres, que fue su amigo y compañero en la Redacción del diario Democracia, de Buenos Aires, ha transmitido sus últimas palabras para el pueblo a cuya causa se había entregado desde su juventud hasta sus últimos días.


"Que nuestros artistas, nuestros escritores, nuestros luchadores de la causa de la libertad  -le dice un día antes de su muerte-, jamás olviden que toda su batalla debe tener por brújula lo nacional. Nada podrá ser construido con sentido de perennidad si se olvidan las profundas raíces nacionales. El arte, la política, el quehacer cultural, deben beber los zumos mejores de la nacionalidad. El proceso tiene este itinerario de lo nacional a lo universal, no a la inversa. Que no haya arte inútil, que no haya belleza divorciada del pueblo. El pueblo, su servicio, su redención, su felicidad, su justicia, deben constituir los motivos de todo trabajo. Lo nacional, Humberto, nuestro país, nuestros hombres, nuestros campesinos y obreros, nuestras mujeres. Es a ellos, a su elevación, que los artistas deben dedicar todos sus esfuerzos". (9)


CENIZA REDIMIDA

La primera edición de Ceniza Redimida apareció entre fines de junio y principios de julio de 1950. En una carta a Oscar Ferreiro, fechada en Buenos Aires el 27 de junio de ese año, su autor le dice que apareció el mismo día que nacía su tercer hijo, Hérib III (10), o sea el 20 de junio. Sin embargo, el colofón del libro dice que se terminó de imprimir el 5 de julio. Poco menos de un mes después, en una nueva carta a Oscar Ferreiro y su esposa, Hérib les dice que el editor aún no le ha entregado ejemplares de su libro. Flecho curioso, según noticias que da el propio Hérib a Oscar Ferreiro en la carta del 27 de junio, el libro había tenido un gran éxito de crítica en La Prensa del 21 de mayo y en La Nación del 11 de junio, es decir, antes de las fechas de aparición dadas por el autor y el editor respectivamente.

Como quiera que fuese, en agosto o setiembre de 1950 el libro debió llegar a Asunción, causando un impacto considerable en el ambiente literario paraguayo. Aunque buena parte de los poemas contenidos en el libro eran ya conocidos por haberse publicado antes en revistas y diarios de Asunción y de Buenos Aires, su reunión en un volumen constituyó un acontecimiento capital en la historia de la poesía paraguaya moderna, y la influencia estética del autor se hizo aún más notoria en la formación del gusto poético de esos años.

CENIZA REDIMIDA contiene poemas de un lapso de cerca de veinte años. En la copia de los originales preparada para la imprenta, consta bajo el título, entre paréntesis, las fechas 11932-1949), que en el libro impreso no aparecen. Cabe conjeturar que muchos de esos textos fueron reelaborados en el transcurso de los años, hasta llegar a la forma definitiva del libro, en el que raramente se hallará altibajos estilísticos. En realidad, mientras no se lleve a cabo una investigación minuciosa sobre la génesis de los poemas de Campos Cervera, será difícil enfocar críticamente el proceso de formación del estilo de este autor.

En líneas generales, puede apreciarse, sin embargo, que su poesía posterior a 1935 -año en que regresa al país tras su primer exilio- asume paulatinamente algunos de los rasgos característicos de la poesía moderna, en particular los de poetas españoles e hispanoamericanos como García Lorca, Rafael Alberti, César Vallejo, Pablo Neruda y Nicolás Guillén. No obstante, es innegable que una nota peculiar asoma tempranamente en la escritura poética de lo que podríamos llamar su segundo período. Ella procede, posiblemente, de una reflexión crítica sobre la forma postmodernista de su primera fase a la luz de las nuevas tendencias literarias, así como a la forma interior de su lenguaje determinada por su particular experiencia del mundo -que, por lo demás, encuentra su correlato teórico en dos manifestaciones diferentes, pero no definitivamente inconciliables, como el materialismo histórico y la filosofía existencial.

Por otra parte, debe tenerse en cuenta que la poesía castellana moderna, en la época en que se afirma la expresión poética de Campos Cervera (esto es, a fines de la década del 30 y principios de la del 40) entra en un período de asentamiento y moderación de los recursos expresivos, pasado el momento de ruptura con la tradición que caracterizó a los diversos vanguardismos europeos y americanos desde vísperas de la primera guerra mundial hasta fines de la década del 20. En los años 40, especialmente, puede constatarse la recuperación de ciertos rasgos tradicionales, particularmente en las formas métricas, sin por ello renegarse de las conquistas expresivas de la modernidad. La generación española del 36, la argentina del 40 y la brasileña del 45, son ejemplos de esta tendencia de la poesía moderna. En este ámbito poético se comprende quizá mejor las características métricas de algunos poemas de Campos Cervera, en que el verso alejandrino se plasma con hondas resonancias, o el octosílabo y el hexasílabo convocan la gracia antigua y a la vez moderna del verso castellano de arte menor. Incluso en los poemas de versos libres se halla presente un sentido del ritmo que se afirma plenamente en sintagmas poéticos de notable rigor formal y fuerte carga significativa. No se puede olvidar tampoco, en lo que respecta a los valores formales de la poesía de Campos Cervera, el tejido fonético de extraordinaria eficacia expresiva que se encuentra en la mayor parte de sus textos.

Una sumaria observación del plano del contenido de los poemas de CENIZA REDIMIDA nos permite indicar algunas áreas semánticas privilegiadas. En primer lugar mencionaremos la dimensión agónica, existencial, de un buen número de poemas, en que la visión del mundo plasmada se halla fuertemente ligada a la experiencia vital del poeta en un contexto de situación claramente problemático. Otro grupo de poemas se constituye alrededor de temas objetivos en que sin embargo se siente la fuerte palpitación afectiva del autor, que casi nunca incurre en la fría comunicación referencial. Y por último, señalaremos aquellos poemas en que los motivos sociales y políticos configuran una poesía raigalmente comprometida con los valores populares, la causa de la liberación social y la denuncia de los factores opresivos que impiden la emergencia del "hombre nuevo"...

Acaso un poema como "Un puñado de tierra", el primero de Ceniza redimida pero probablemente uno de los últimos que escribió, pueda ser considerado una síntesis de los universos significativos más entrañables de su poesía. Allí están expresados, en efecto, el hombre agonista y el desterrado solidario con el pueblo largamente encadenado de la patria, el paisaje desolado de una tierra ensangrentada y los laberintos incandescentes de un espíritu en perpetua vigilia e incompatible con la injusticia y el despotismo.


NUESTRA EDICIÓN

Esta segunda edición de Ceniza redimida reproduce integralmente la primera publicada en Buenos Aires por la Editorial Tupa en 1950. Aquella edición tenía algunas erratas, que se han salvado en la nuestra. Basados en un ejemplar perteneciente a José Antonio Bilbao, en el que el autor agregó de su puño y letra dos versos al poema "TRÁNSITO DE LA GACELA" ("Vino, rugiendo un vendaval de perros,/ detrás de cuatro flechas y de un plomo"), incorporamos lo que sería la séptima estrofa de dicha composición. Ignoramos si se trata de una omisión casual de la edición de 1950 o si el poeta agregó esos versos después de la impresión del libro. Hemos constatado, sin embargo, que en la copia utilizada para la composición del libro no figuran los versos mencionados. Incluimos también en nuestra edición el prólogo que escribió para la primera Juan Silvano Díaz Pérez.

Deseamos por último dejar constancia de nuestro agradecimiento a los herederos del autor y a todas aquellas personas que de una u otra manera han contribuido para poner de nuevo al alcance de los lectores esta obra fundamental de la poesía paraguaya moderna.


NOTAS

1.- la Semblanza de Hérib Campos Cervera, Memoria de Licenciatura (inédita) de Jorge Aguadé Smith, Facultad de Filosofía de la Universidad Católica de Asunción, 1975.

2.-  Este Diario, un cuaderno de 48 páginas, lo conserva el P. César Alonso de las Heras.

3.- Preparamos para Alcándara Editora una antología de los poetas fundamentales del postmodernismo paraguayo, que se publicará, probablemente, en el transcurso de 1982.

4.- Cfr. las cartas a Vicente Lamas del 31 de diciembre de 1931 y a José Concepción Ortiz del 10 de mayo de 1932, publicadas en la revista Alcor, Nro. 27, Noviembre-Diciembre de 1963.

5.- En nuestro archivo conservamos tres fotografías, tomadas en Montevideo, de un grupo en que figuran Hérib Campos Cervera, Anselmo Jover Peralta y Natalicio González. Jover Peralta fue ministro de Justicia del gobierno del Coronel Rafael Franco en 1936, y Natalicio González ministro de Hacienda del General Morínigo y luego Presidente de la República en 1948.

6.- Campos Cervera fue integrante del Club Revolucionario 17 de Febrero.

7.- En esos últimos años publica sobre todo poemas en el suplemento literario de La Tribuna, dirigido por Adalita Ayala Cabeda.

8.- Cuadernos del Colibrí Nro. 7, Ediciones Diálogo, Asunción, 1966.

9.- Carta de Humberto Pérez Cáceres a Roque Gaona, fechada en Buenos Aires el 2 de setiembre de 1953.

10.- Hérib Campos Cervera tuvo otros dos hijos de María Carmen Palermo: Alicia Raquel y María Carmen.

11.- Preparamos, actualmente, una edición de la Obra Poética de Hérib Campos Cervera, que abarcará desde su período postmodernista hasta sus últimos poemas.


BIBLIOGRAFÍA SUMARIA

*. ANDERSON IMBERT, Enrique: Historia de la literatura hispanoamericana. II, Época contemporánea. México, 1961.

*. BUZO GOMEZ, Sinforiano: Índice de la poesía paraguaya. 3ra. edición, Asunción, 1959.

*. CENTURION, Carlos R.: Historia de la cultura paraguaya (2 tomos). Asunción, 1961.

*. FERNANDEZ, Miguel Ángel: "Literatura paraguaya contemporánea". La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Nro. 82, México, Junio de 1961.

*. FERREIRO, Oscar: "Hérib Campos Cervera en el 100 aniversario de su muerte". Alcor, No 27, Asunción, Noviembre-Diciembre de 1963.

*. PEREZ MARICEVICH, Francisco: "Campos Cervera, Hérib", art. del "Pequeño diccionario de la literatura paraguaya". Comunidad, año X, Números 391 al 395, Asunción, 1965.

*. PLA, Josefina: "Hérib Campos Cervera". Alcor, Nro. 13, Asunción, Julio-Agosto de 1961.

*. PLA, Josefina: Literatura paraguaya del siglo XX 2da. edición. Asunción, 1972.

*. ROA BASTOS, Augusto: "La poesía actual en el Paraguay" Revista del Ateneo Paraguayo, Año 4, Nro. 11, Asunción, Enero de 1946.

*. RODRIGUEZ ALCALA, Hugo: Historia de la literatura paraguaya. México, 1970.

*. RODRIGUEZ ALCALA, Hugo: "Hérib Campos Cervera, poeta de la muerte", en Korn, Romero, Güiraldes, Unamuno, Ortega... México, 1958.

*. VALLEJOS, Roque: "Dimensión agónica de Campos Cervera". Alcor, Nro. 27, Asunción, Noviembre-Diciembre de 1963.

*. VILLAGRA MARSAL, Carlos y BAREIRO SAGUIER, Rubén: "La última voz de Hérib". Alcor, Nro. 4, Asunción, Junio de 1956.

*. WEY, Walter: La poesía paraguaya. Historia de una incógnita. Montevideo, 1951.


A MANERA DE PRÓLOGO

La producción poética de Campos Cervera es densa y honda, sin concesiones fáciles ni hermetismos que excluyan la comprensión natural.

Pertenece casi toda ella al rico género formal que arranca de la Península, para unos del viejo maestro Juan Ramón, y que cuenta con los nombres representativos de García Lorca, Alberti, Salinas y Guillén, al que entronca en nuestro continente la recia poesía nueva de Pablo Neruda.

Como expresión poética esta creación, llamada por algunos de vanguardia, lleva ya dos o tres décadas de incesante recorrida a lo largo y lo ancho del dilatado campo de habla castellana, y campea cada día más firmemente depurada y más felizmente lograda.

Recuerda al erudito los días en que Góngora y Argote marcara nuevas pautas para superar y obtener nuevos moldes frente a los modelos magistrales que fueron Fray Luis y el sevillano Fernando de Herrera.

Es Hérib Campos Cervera quien lleva al Paraguay este novísimo sentido de la evolución y la expresión poética, en el afán de que no permanezca por tanto tiempo ajeno al terruño, mediterráneo y escondido, el florecer de la emoción eterna de la poesía en su nuevo ropaje y en sus nuevas formas.

Y la simiente prende. Lo corroboran -entre otros- los nombres de Roa Bastos, en un comienzo se diría un contemporáneo de Manrique y Garcilaso, enamorado de Fray Luis; y Elvio Romero, que va ganando contenido y calor conceptual, fuera de la mera forma, la que no será nunca la veta única de lo poético.

¿Por qué este aflorar tardío del nuevo gay-trinar en el parnaso paraguayo? ¿Por qué nuestra pesada marcha desvinculada de los grandes procesos avancistas y futurales de la magna poesía?

En primer término decirse debe que no solamente en lo poético pudo observarse este lamentable atraso, que hasta ayer habría de mantenerse, de no mediar el acuciamiento de Campos Cervera, ansioso siempre de la nota nueva y la sugerencia presente y actual. Después, habría que colocarnos frente al problema de nuestro bilingüismo nacional y encararlo sin subterfugios de amor propio nacional y amor intenso al guaraní, la dulce lengua de la raza ausente, como se ha dado en ir diciendo.

También habría que encarar nuestra condición mediterránea y lo duro de la vida política de los últimos veinte años del Paraguay. Con particular mirada de cautela, observados estos hechos, habremos de convenir que tal vez en nuestro bilingüismo se halle la causa de no haber atrapado la clave de nuestra expresión definitiva para la novela, por ejemplo. Es nuestra mediterránea condición, la causa de una desvinculación con la marcha general, relegados al cinturón que nos apega a lo nuestro y nos hace preterir lo demás. Pero, no me cabe duda de que una explicación integral deberá considerar, en primer término, los infortunios amargos de nuestro azaroso quehacer político.

Ya la guerra del Chaco fue un sacudón violento para la gente que piensa, siente y escribe. Hay que sumar los ominosos destierros en masa del año 1931. Y los que les siguieron en proporciones aún mayores: en 1937, y desde entonces, en filtraje ininterrumpido, hasta desembocar en el gran éxodo de 1947, donde más del diez por ciento de toda la población nacional fue aventada hacia los cuatro puntos cardinales del país.

Destierros, prisiones, vejámenes, confinamientos y persecuciones policiacas, no constituyen, indudablemente, escenario propio para la creación literaria, si se considera que a cada episodio acompaña al proscripto la dura lucha por subsistir en ambiente que le es nuevo y, si no hostil, poco propicio.

Aumentan los altos quilates de las producciones que nos brinda Campos Cervera si consideramos que toda ella ha tenido siempre al autor en el destierro o la persecución implacable. Por que es Hérib Campos Cervera un soldado siempre leal a las grandes gestas de la libertad y el decoro de su pueblo.

Quizá lo más bello que de él pueda decirse es el de que ha sido siempre un combatiente de la Democracia y de la Libertad. Algo todavía más hermoso: que no se le ha encontrado jamás al servicio de los opresores de su pueblo, sino en viril e irreductible posición de lucha contra los déspotas y dictadores del solar guaraní: minúsculos personajes sin grandeza, en el fondo, rapaces recitadores de un patrioterismo tras el que mercan la libertad y la bolsa de la Patria. El tipo de tiranía y dictadura más abyecto y grosero.

¿Qué decir de la poesía de Campos Cervera?

Es el autor un espíritu buceante y tenso, atento a todas las hondas manifestaciones del vivir y del sufrir.

Jamás le veremos en la prosaica contemplación de lo grosero sin hálito de arte. Las más hondas meditaciones de abismal sentido filosófico le tendrán como una antena alerta; las rebeldías cívicas como un aeda de su pueblo, los dolores lacerantes de la Patria -que sistemáticamente le niega el calor de vivir en su suelo- constituirán la tónica de su inspiración a la que el dolor parece robustecer cada día más...

Y así, podrá el lector revivir, si alguna vez fue desterrado, o si es capaz de concebir el anhelante drama siempre renovado -minuto a minuto- del proscripto, en "UN PUÑADO DE TIERRA", ese sabor acre y amargo de vivir la Patria, lejos de su sueño y su aroma.

La rebelde admonición que nace de la derrota están en "REGRESARÁN UN DÍA" y en "TESTIMONIO", donde se percibe en verdad que el desastre es superior a la victoria inmerecida.

El poema al Mayor Juan Martincich -inmolado en lucha por la libertad- bajo el símbolo de "ESTRELLA DEMORADA ", es la captación del Hombre y del Héroe, aprisionado para la eternidad por la magia suprema del arte, en esta poesía de Campos Cervera que es, como todo lo suyo, una ascensión diáfana y etérea, musical y sensitiva.

Se agrupan sus poemas en galerías de distribución personalísima. Pero cada uno de ellos puede adquirir por sí resonancias totales.

Vemos en "EL SEMBRADOR" que el campo muestra al poeta su urdimbre misteriosa de germinal creación. Ese Marcelino Ruiz es de recia estampa, macho de faena diaria y soñador renovado al contacto de la tierra.

"EL HACHERO", bella semblanza del mundo de la selva, hollada por el poeta en sus andanzas de agrimensor, habrá de perdurar imperecedera en el parnaso paraguayo.

El poeta nos habla de sí. El poeta nos pinta y nos muestra sus grandes abismos. Y el poeta nos hace llegar hasta las lágrimas, o, como lo dice, "hasta las márgenes del llanto". Cuando se lanza a la búsqueda del amigo perdido, arrebatado por la muerte, allá "donde estuviere", sus acentos son de una terneza casi fuera de lo humano o terreno.

Pero, ¿mencionaremos cada uno de sus versos? No. El lector irá a ellos y en ellos vivirá el alma inasequible de las cosas hondas y bellas y beberá una antigua poesía que se nos aparece nueva y tal vez no sea sino la eterna poesía olvidada, que siempre es una y sola, reflejo de la vida que canta, gime y pasa, y que siempre perdura...

La Editorial Tupa ha llenado con el tomo de Campos Cervera una sentida necesidad de nuestra cultura. Atrapando casi los versos de este orfebre del ritmo, reacio a toda forma de publicidad, nos presenta todo lo mejor de su producción, a la que habrá de seguir, no lo dudamos, recogido y nuevo florecer del poeta, que pronto -lo esperamos- ampliará su ancho vuelo sin fronteras.

JUAN SILVANO DÍAZ PÉREZ

Buenos Aires, Noviembre de 1949


CENIZA REDIMIDA

ESTRELLA DEMORADA

Para el recuerdo del Mayor Juan Martincich,

paraguayo entero, caído en ley de hombría

sobre campo de libertad.

 

I

¿Quién lo nombró? ¿Quién dijo que el viento del crepúsculo

no llevaba consigo la leyenda de un Hombre?


¡No le toquéis los ojos;

no lo llaméis siquiera!


No agitéis el sudario glacial de su recuerdo,

ni la tierna ceniza de su frente.


Dejadlo recorrer la noche entera

y el territorio claro de los días

que midió con su sangre acribillada.


Dejadlo cabalgar de cielo a cielo,

sobre el terrón obscuro de su patria caída;

dejadlo que levante su selva de laureles,

en el agua, en las nubes y en la tierra.


Mirad, amigos;

dejad vuestro reposo y apagad vuestra lámpara

y escuchad:


Si alguna vez el aire se vuelve denso y quiere

bajar hasta los cauces del Azufre y del Fuego;


si la inocente espada del rayo se arrodilla

junto al estambre herido de un clavel señalado;


si la piedra se yergue desde su soledad

y comienza a marcharse con todas sus arenas,

por los álveos inmensos de la noche fluvial;


si la garganta helada del agua, se levanta

como una enfurecida saeta, o como un grito;


si todas las fronteras de la Noche se pueblan

de signos convenidos y banderas profundas,

es que en algún recodo de la sangre de un árbol,


o en la patria más honda de algún metal inmenso

están ya madurando los párpados y el torso

                y el corazón y el aire

               de un Hombre!


II

Amigos:

¡yo lo he visto!


Aún el alba guardaba su turno de rocío;

aún el zumo paciente de las raíces

subía, de puntillas, hacia la patria libre

de la flor venidera y el número frutal;


aún estaba la Noche mostrando su agujero terrible,

sus párpados mojados y sus hombros de sal;

aún el Viento doblaba sus vértebras glaciales

sobre los abrumados niveles del basalto.

Aún...


De pronto,

la Montaña se abrió como un gran árbol

y se fué por el valle,

golpeando como un ciego su altura y sus entrañas.


Algo que estuvo ardiendo desde siempre

entre antiguos clivajes de granito y granito;

alguna arquitectura remota que esperaba,

desde un tiempo indecible, su clave novenaria,

tembló entre la tormenta como un fuego de fragua.


Y entonces, desde el mismo costado del estruendo;

de la vertiente misma del carbón y la chispa,

se levantó la forma del Hombre:

una desmesurada estatura; un lento rostro;

una mano ferviente y en los labios:

eso que estuvo ardiendo desde siempre.


Era el perfil entero del Héroe;

el taciturno Cuño del Hombre y su Medida;

el Varón transparente vestido de coraje,

tranquilo comandante de su tiempo de pólvora.


III

Y un día fué el asedio de la Sangre:

los altos tiempos de buscar -ya sin prisa-

             su pequeño lugar

              y su silencio grande.


Un día fué la tala ciega y sorda

de la pobre madera del Hombre

(tan puesto, así, de golpe, de rodillas

sobre el filo de su propia agonía,

que ya no tuvo tiempo de elegir otros ojos

que aquéllos de mirar la Eternidad).


Desde el País Boreal de sal y greda

llamó el viento moreno de las cañas

y sonaron los cueros del combate,

en la noche frenética del Norte.


El Capitán, absorto, levantó hasta las nubes

la brújula valiente de sus manos

y señaló la estepa del Indio y del Quebracho.


Desde el sur de sus ojos

ascendió, como un río americano,

la mirada señera y porfiada,

buscando los heridos confines de su Patria.


Una caballería de enfurecidas crines

extendió su galope sonámbulo y perenne

hasta el hito crucial del territorio

bañado por la luz de su Bandera.


Allí el Héroe cuidaba lo suyo:

alto y resplandeciente como una espada honesta,

su sombra se extendía, fervorosa y enérgica,

desde la Luna entrante,

hasta el desamparado meridiano del río.


Desde entonces, todo estuvo en su sitio:

el transparente número del aire;

oblando su cosecha miserable y diaria;

¡ay! la sangre, trazan do su apasionado círculo

y cayendo en la tierra de todos y de nadie,

sobre lentos niveles de sal abandonada,

-ya sin sueño y sin luz y sin memoria-.


IV

Y ahora que lo visteis

bajando por el tiempo de sus días

hasta un dulce sosiego de ceniza rendida:

no le busquéis el pecho;

no le busquéis los ojos ni la frente;

no lo busquéis ni entero ni en fragmentos.


¡No tratéis de encontrarlo!


No lo busquéis sobre el caliente flanco de su tierra;

no lo busquéis en el rosal de fuego;

no lo busquéis tampoco

en la sombra lunar de los naranjos.


No lo busquéis, amigos,

en ningún cementerio con hierros y maderas.

No golpeéis el signo de Setiembre,

porque él no está en el Año.


Buscadlo en la corriente:

entre el limo nocturno y el agua fulgurante

del río de su patria.


Buscadlo entre el fragor -de los torrentes;

allí donde las aguas se desploman

sobre la frente bárbara de una piedra sagrada.


Y luego remontad

el rumbo señalado de los ciclos lunares;

moved la flor sonámbula

donde el primer tropel de abejas rubias

liban su miel temprana en Primavera;

buscadlo en el pequeño corazón germinal

del maíz aborigen,

que revienta su polen en luciérnagas;

buscadlo en el inmenso territorio del vuelo,

            y buscadlo en el Mar...


Buscadlo, amigos míos:

que no se pierda el brillo de su frente;

que el hombro valeroso no se pierda;

buscadlo en la garganta de los niños;

buscadlo en la esperanza y en el sueòo.


Y si sucede que olvidáis su cifra,

aquí os dejo estas letras que lo nombran

con una luz que rompe su traje de tinieblas:


"Estrella demorada sobre el cielo del alba..."


HUELLAS DE HOMBRE


SEMBRADOR

Es no poco favor el que te debo a ti:

Marcelino Ruíz -hombre de dura estampa-,

dueño de amanecida visión de lejanías,

limpio de pensamiento y entero de conciencia.

Por ti fuí a ver la lenta gratitud de los surcos

y el despertar del grano besado por la tierra.


En esta madrugada -que enloquece de júbilo

la intacta sinfonía del viento y de los pájaros-,

he tomado el camino que lleva hacia tu esfuerzo,

para mirar -vigía y aparcero del alba-,

con qué sabiduría preparas tu jornada.


He visto que la ingente paciencia de los bueyes

fue uncida junto al largo tirabuzón del yugo

con muy parcas maniobras de tu mano intuitiva.

(Unas pocas correas, alguno que otro nudo,

y la testuz sumisa remolca ya la quilla

que engendrará las olas morenas de los surcos-.

Después... La poderosa tijera del arado

ya ha sangrado la dura virginidad del suelo,

entregando a la dulce tortura de la brisa

la fresca bocanada de aromas de la tierra.


"¡Huella, Toro! ¡Adelante, Barcino! ¡Huella! ¡Huella!"

La voz de Marcelino camina hacia adelante

como una proa,

guiando con sus ecos la marcha de los bueyes.

El sol baila su alegre festival de reflejos,

sobre el bruñido acero de la reja, que busca

deshacer el caliente corazón de la tierra.

Y en tanto que los flancos de los terrones beben

la salitrosa ofrenda del músculo en esfuerzo,

mi campesino sueña; sueña como un poeta.


Hoy, Marcelino Ruíz -hombre de dura estampa-,

amaneció cantando: va a comenzar su siembra.

Una grave liturgia, de ritos importantes

le brota de las manos volteadoras de granos

frente al altar yacente de los surcos,

mientras en las abiertas matrices de la tierra

va cayendo la lluvia temprana de la siembra.

Y en el instante cenital del acto,

entrecierra los ojos

y sueña un verde poema, mi campesino poeta.


Adelantando -en sueños- la química del tiempo,

ve, realizado en horas, lo que traerá el futuro

e ignorando las locas faenas del azar,

no intuye el espionaje tenaz de las orugas,

que en una sola noche desolarán sus campos;

no apercibe la fuga del agua, que se escapa

por las bocas sedientas del calor amarillo;

ni ve el húmedo azote de las lluvias sin término

que derraman los Dioses germinales,

durante días y noches, con lentitud de asfixia.


Hoy, Marcelino Ruíz, sueña como un poeta.

Ya siente en la medida de sus manos, lograda

la hazaña prodigiosa: sus granos, restituidos;

sus sementeras, altas como varas... Milagros,

que sólo le acontecen al que sabe soñar.


Y mientras el sol cae, mi labrador termina

la segunda jornada de su epopeya agrícola,

y abandona ya al sordo trabajo de la tierra

el resto de esperanza que significa el fruto...


PALABRAS PARA NOMBRAR A LOS MÍOS

EN LA DESNUDA DIMENSIÓN DEL SUEÑO

Para el recuerdo de Juan Sorazábal


"Como de la hierba matinal, el rocío,

se retira de nosotros lo que es nuestro".

Rainer María Rilke


Ya está. Ya tiene el árbol el deber necesario

de ser mortaja sorda para la cal ya ciega;

la tarde sin gorriones se está yendo en sollozos,

mientras se duerme el lento dolor de los suburbios

sobre la consumida guitarra de su pecho.


¿Dónde estarán sus ojos? ¿Qué pájaros los llevan?

Desde el vertiginoso cristal de su mirada

bajaron a la tierra los ocres de la tarde.

Un duro añil le cubre los párpados de niebla,

y aquel carbón amargo que tuvo entre sus dedos,

hoy es jirón nocturno sobre una luz dormida.


¿Dónde fueron la espada y el clavel y la música

que llevaba consigo con tan precisa urgencia?

¿Cómo hallar otro nardo con más alta fragancia

de amistad camarada, que su frente de fuego?


¡Oh, sangre encadenada, que al fin, te sublevaste

sin ver que ese latido que se agotó en tu grito

ya no era solamente su razón de existencia,

sino también descanso para la sed ajena:

¿acaso no pudiste calcinar otras venas

que no tuvieran tantos mensajes que entregarnos?


Hoy ya está quieto el pulso que le lloraba imágenes

a su obstinada mano de lidiador de toros:

en la desnuda dimensión del sueño

sólo camina el alba del tiempo que fue suyo.


Y eso es todo. Los labios, ya llevan su ceniza.


Mas, cuando entre nosotros solloce esa palabra

caliente y extranjera que nombra a los amigos:

cuando alguno recuerde que la Noche es de todos

y olvide que la Sangre se va sin despertarnos,

que nadie piense en otro que no sea el Ausente.


En tanto, suban muros de muchedumbre en torno

de aquel su amanecido corazón de bandera.


SIMPLE RUEGO POR EL AUSENTE ESPERADO

 

Para el recuerdo de Andrés Campos Cervera

-(Julián de la Herrería)- que era de

mi amistad y de mi sangre.


Yo te esperé:

eras como un hermano cuya mano se busca,

para oprimir los labios calientes de una herida.


Y faltaste, hermano: te quedaste sin voz

cuando todos rogaban tu presencia.


Pero vino tu sombra:

nada más que tu sombra, hermano ausente.


Abrió la boca antigua, todavía sellada,

y dejó florecer sobre los labios duros

esta solicitud de perdón por la ausencia:

"... Ya he devuelto a la tierra lo que era de la tierra,

pero os queda a vosotros lo que seré mañana.


"No me lloréis, hermanos: estoy entre vosotros.

Ya no me lleva el tiempo con sus manos de leguas,

ni me oprime los ojos la forma del espacio.


"Mi vestidura flota sobre el Alba y la Noche,

más allá del recuerdo.

Mis avatares buscan otro vaso más puro,

para infundirme un cuerpo que regrese a vosotros".


Calló tu voz: sentimos que temblabas de frío,

pensando en que podrías sufrir otra caída.


Como quien se defiende de una angustia indecible,

murmuré, como un rezo, tu súplica inefable:


"Ya no me lleva el Tiempo con sus manos de leguas

ni me oprime los ojos la forma del espacio....

Así sea.



BALADAS

LA NOCHE DE LOS TOLDOS

Para José Asunción Flores


Siete hogueras arden...

Siete hogueras cantan

músicas de luces.

En la noche blanca

de los toldos indios,

siete hogueras arden...


Palmeras salvajes

del desierto mudo,

destrenzan al viento

su música verde.


En los algarrobos

madura la chicha

que emborracha al indio

y da a sus tobillos,

cosquillas de danzas.


Mientras, en la noche

de los toldos indios,

siete hogueras arden...


Furor de tan-tanes:

se puebla el silencio

de mudas presencias.


Máscara de piedra

sobre el rostro verde

tiene el indio joven;

culebras azules

surcan sus mejillas,

ajorcas de plumas

ciñen los tobillos

de la joven india.

Mientras, en la noche

de los toldos indios

siete hogueras arden...


Frente al Sacerdote

siete hogueras arden.

Callan los tan-tanes

de la voz de cuero.

En la noche blanca

de los toldos indios

sube a las estrellas

un rumor de ruego:


"Kilikamá oú...

     Kilikamá oú...

          Kilikamá oú...

              Kilikamá (1) oú..."


En la noche blanca

de los toldos, arden

siete hogueras rojas.

El jhú-jhú acelera

su ritmo frenético

y arroja a los indios

hacia las doncellas,

en un entrevero

de danza nupcial.


Los labios ofrecen

sus copas de fuego,

para que, mis indios

ardan en amor.

La Luna, que otorga

sus lágrimas rojas

a las indias núbiles,

escucha los ruegos

del Gran Sacerdote,

que en la noche blanca

de los toldos indios

le pide su amparo:


"Ta-aná oú...

     Ta-aná tojhó...

          Ta-aná tojhó...

               Ta-aná (2) tojhó..."


La noche del toldo

huye hacia los montes;

ponchos de cenizas

cubren los rescoldos

de las siete hogueras...


Duermen los tan-tanes

de la voz de cuero,

pero aún se escuchan

en la noche blanca

rumores de ruego:


“Kilikamá ojhó...

     Kilikamá ojhó...

          Kilikamá ojhó...

              Kilikamá ojhó..."


Ya no hay siete hogueras:

la noche del toldo

se durmió en el alba...


(1) Kilikamá: equivalente del Añag guaraní; en la mitología de los indios Lenguas.

(2) Ta-aná: literalmente, esta palabra designa al Tigre (Yaguareté) en el dialecto Lengua. Pero Ta-aná es más que un Tigre común para los Lenguas, porque se les aparece cargado de sentido animista, como animal fabuloso.

Las palabras guaraníes oú y tojhó, del texto, están escritas con la significación ritual de: viene, se va, respectivamente.


BALADA PARA LOS ÁRBOLES AUSENTES

 

Para el recuerdo de Bruno Guggiari, santo

laico que plantó árboles y los cuidó hasta

que los oyó hablar con el Viento, con los

Pájaros y con la Luna.

 

I

Por el camino de plata

-confundido entre penumbras-

vinieron ocho asesinos

con hachas recién fundidas.

Sobre el filo sin herrumbres

pasa el viento de la noche,

y abraza luego al follaje,

para decirle, en secreto,

que vienen ocho asesinos

con hachas recién fundidas.


¡Cómo tiritan las nubes!

¡Oh, Dios mío, cómo lloran

las estrellas y los pájaros!

¡Cómo la noche inocente

quiebra su voz de silencios

y su música de plata!


II

Se desnudaron el torso:

miraron de abajo a arriba

y entre la fiesta de verde,

cada cual marcó su crimen.


Al alto cielo subieron

los hierros recién fundidos;

y al bajar, volvían rugiendo

por la boca de sus filos:

ni las nubes ni los pájaros

pudieron dejarlos ciegos.


El follaje se estremece

como si fuera a morirse;

las estrellas tienen frío

de ver el hierro desnudo

y el agua del alba viene

para llorar con la Luna.


III

Huyeron los asesinos

con sus hachas como espejos.

Los pájaros ya no tienen

donde colgar sus canciones.


El Viento se va en sollozos

llevando las hojas muertas;

mientras la noche de plata

quiebra su voz de silencios

y su música de lunas.


Cuando fue otra vez el día,

la presencia de una ausencia

lloraba al sol su tristeza

de cicatriz desolada.


SOLEDAD SIN RECUERDO


VERSOS PARA LA ADOLESCENTE DEL ALBA

¡Oh, Amanecida!

Vengo a pedirte sombra.

Dame tu cuerpo:

la cal que vive en tu profundo leño;

la Sangre que te moja la Simiente;

la astronomía remota de tu sueño,

y el lento fuego de tus labios.


Toda Tú:

con tu raíz sedienta de metales

y esa desamparada fatiga de tus párpados.

Toda Tú.


... Vengo hasta Tí desde el umbral del grito.


Acostado a lo largo de tu espera,

miro pasar el día que te nombra.


Alta y antigua soledad de cielo,

junto a la voz de plata de las nubes.

Y en torno del sollozo de mi pulso:

yacente soledad de tierra usada,

rota y arada y germinada y siempre

activa, en los remansos de la noche.


Yo te daré

la inmensa luna de mi frente;

la antigua geografía que llevo en la mirada

y este mi amargo corazón de niebla.


Y en paz:

en vida, en sueño y en recuerdo.


¡Oh, Amanecida!


SÍMBOLO MUERTO


“Por lo que hace al Espacio, Einstein halló

el modo de concebirlo finito, aunque ilimitado". Blas Cabrera.


Infinito:

tú que creías haber anclado para siempre en el Espacio:

¿no ves cómo los Hombres limitan tus senderos?


Ya no quedan rutas del Viento

inéditas de alas:

hay ojos que perforan hasta el séptimo cielo

y hoy, manos irreverentes, han tocado tus bordes.


Antes eras como hángar, donde el polvo vestía

antiguas alas de aún más antiguos sueños.

Estabas más allá de todas las Distancias

y el Tiempo no podía reducir tus dominios,

porque siempre tenías un trecho de rutas

aún más lejos que el último fragmento de camino.


Pero ahora han surgido

manos irreverentes que han tocado tus bordes.


Infinito:

¿no fué el presentimiento de tu fin,

el que torció de angustia tu símbolo inefable?

¡Ah, saber que al final de unos evos,

retornarías a Ti, mordiéndote la cola!


Si los Dioses no pueden salvarte de la muerte,

sólo resta que ruegues a los Hombres

que seas restituido

a tu morada natural:

¡la dimensión de la Ansiedad!


NIVEL DEL MAR


ROMANCE PARA MI GAVIOTA CIEGA

¡Anclas, anclas perdidas que no muerden el fondo!

Temporal de los años, afrontados sin brújulas;

juventud que ha trizado su Rosa de los Vientos:

con mis brazos desnudos, hice remos y velas,

pero mi mar profunda carecía de márgenes.


¡Y en él he naufragado! ¡En él he naufragado!

Mi canción marinera se perdió sobre el alba:

quebró su sortilegio la palabra elegida

y la emoción del Mar me acogió en sus tinieblas.


¡Yo tuve una gaviota que alumbraba mi ruta,

y se me ha vuelto ciega de mirarlas estrellas!


¡Caracol de las olas! ¡Pífanos de los altos

y profundos rumores del abismo!


Delfines y tritones de las aguas amargas:

¡llenadme los caminos del mar con vuestra música,

para que mi gaviota recobre su sendero!


Mi gaviota perdida: nunca pude olvidar

que en la fiesta del mundo fuiste mi camarada.

Nuestra fue la ventura de mirar las estrellas

con un fervor idéntico y una misma ternura.


En la extensión sin límites perdiste tus pupilas

y la noche del mar cayó sobre tus sueños.


Gaviota, hermana mía:

yo te ofrezco mis hombros, mi reposo y mi pan,

hasta que el Padre Viento te reclame las alas.


Mi gaviota perdida,

-que cegó el arco iris de la fiesta del mundo:

yo también -como tú- me he quedado en tinieblas.


Mi palabra quebrada ya no dice tu nombre:

junto al Mar y a la Noche, se trizó mi garganta.

Ya no hay albas de oro que nos llamen,

ni cabelleras de agua que nos digan: ¡adiós!


Gaviota, hermana mía:

toma mi hombro y descansa de tu fatiga antigua,

hasta que el Padre Viento te reclame las alas.


TIEMPO DE AMOR Y SOLEDAD

ELEGIA PARA LA DECIMA NOCHE

Para Carlos Abente


... Y he estado nueve noches bajo el abierto cielo,

arañando la tierra, para calmar la sangre,

y adelgazando el grito de mi voz encerrada;

mientras el viento amargo se llevó brizna a brizna

este perfil de sombras de mi cuerpo en tinieblas.


Y luego te he entregado, noche mía, la sangre.

La sangre. Sí: la sangre. La sangre que solloza

por túneles azules su vida equivocada;

la sangre, que no quiere desintegrar su grito,

porque es el fundamento de la Flor y del Canto.


Y luego di mi frente. Tras su mármol tranquilo

vivió el furor del sueño su tormenta diaria,

sin que una sola arruga marcara su oleaje;

ni el pensamiento puro lo anegara en su sombra

al horadar mis sienes su vertical tortura.


Y ahora, son los ojos: los taciturnos ojos,

donde guardaba el alba sus pétalos de estrellas;

los ojos de agua clara, donde iban las gacelas

a buscar mansedumbre para su sed de fuga.


Y también va la piedra, ya muda, de los labios:

los labios ya besados por muertes numerosas.

Y los pies marineros, llagados de caminos;

el corazón ausente y el pecho amanecido.


¿Después? - Después, la mano: la calcinada mano,

marcada en su pecado con un buril de fuego;

la mano que no quiso pagar su duro crimen

de haber asido un sueño con sus garfios de carne.


¿La visteis algún día flotar sobre las cosas,

- pájaro alucinado, que aprisiona en su pico

luciérnagas azules que mueren de su fuego?

Después de nueve noches, sus lirios fatigados

-sin memoria y sin nombre- se volvieron recuerdo.


Todo se te reintegra: noche profunda y alta.

La tremenda parábola ya no se apoya en Ti;

y aquel temblor de siglos que me entregaste un día,

aquietó, al fin, por siglos también, su inenarrable,

desesperada angustia de ser humanidad.


Un día, desde el fondo caliente de la tierra

-seno eterno de Madre, que pare su cosecha

con una indiferencia de sexo apaciguado-

saldrá el rosario triste de mis huesos dolidos,

libres ya del espanto de su cárcel de vida.


Y nunca más la dulce canción que dio belleza

al peregrino tránsito por la prisión de piedra;

nunca más el lamento secreto de la flauta

encenderá en la tarde su rústico llamado.


Pero será otra vida. Sí: otra vida. Distinta.

Despojada del largo castigo del recuerdo.

Un árbol o una piedra: algo que mire al Tiempo,

mudo y sordo y sin ojos, por una Eternidad.


ÍNDICE

I.- CENIZA REDIMIDA : Un puñado de tierra,/ Testimonio,/ Regresarán un día,/ Estrella demorada,/ Amanecer sobre París,

II.- HUELLA DEL HOMBRE : Hachero,/ Sembrador,

III.- PALABRAS PARA NOMBRAR A LOS MIOS : Federico,/ En la desnuda dimensión del sueño,/ Simple ruego por el ausente esperado,/ Capitán de esta aurora,/ Desvelo de los ángeles,/ Pequeña letanía en voz baja,/ Estampa de un agonista,

IV.- BALADAS : La noche de los toldos,/ Balada para los árboles ausentes,/ Balada para tu nombre rubio,/ Tránsito de la gacela,

V.- SOLEDAD SIN RECUERDO : Madrigal para la voz en fuga,/ Ruego por el hombre que vendrá,/ Versos para la adolescente del alba,/ Símbolo muerto,/ Rancho orejano,

VI.- NIVEL DEL MAR : Romance para mi gaviota ciega,/ Un hombre frente al mar,/ Sueño de noche y mar,

VII.- TIEMPO DE AMOR Y SOLEDAD : Alta noche,/ Elegía para la décima noche,


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