OSCAR DOLDÁN
Médico pediatra, con más de 40 años de ejercicio en la profesión, y seis de estudiante de Medicina, lanzó un libro titulado Anécdotas pediátricas inolvidables y otras historias casi olvidadas, en el cual trata de resumir sus vivencias en la profesión. “Es una satisfacción para mí, este año que nuestra promoción 1979 de Medicina UNA cumple 40 años. Hay tanto que contar en tantos años de ejercicio de la profesión, si se considera toda la vivencia que se acumula, que creo que un solo libro quedó corto. Tendría que tener un segundo tomo para relatar tantas experiencias: alegres, divertidas, tristes, reflexivas...”, comenta.
El libro es un anecdotario, realmente, en el cual Doldán trata de relatar y dejar a los padres, docentes, colegas y todo aquel que esté en contacto con los niños un mensaje, una moraleja, algo que él pueda transmitir con su experiencia de médico pediatra. Confiesa que esa es su expectativa y que, de hecho, ha recibido muchas manifestaciones de apoyo de los que han leído el libro. Muchos de estos relatos el galeno ya los había posteado en sus redes sociales y gustaron tanto que le pidieron que los agrupara y publicara en un libro. “Eso fue lo que me decidió”, recuerda.
Fue así también que el título original, Anécdotas pediátricas inolvidables, tuvo que extenderse porque también tenía una cantidad de otras historias fuera del ámbito pediátrico y de anécdotas. “Lo de ‘casi olvidadas’ fue como un leitmotiv porque este es mi tercer libro. El primero se llamó Historias casi olvidadas de San Bernardino. Imprimí 1000 ejemplares y, para mi sorpresa, ¡se agotó! Una historia muy evocadora, fantástica. Fue un poco la continuación de una obra de mi padre, quien estudió muchísimo la historia de San Bernardino”, cuenta.
Dado el éxito del libro anterior, a instancias de sus compañeros, escribió Historias casi olvidadas del Colegio San José, que también tuvo muy buena repercusión. “Es una institución más que centenaria. Por sus aulas han pasado tantas personalidades, figuras del ámbito político, deportivo y social. Por eso me lancé y escribí sobre lo que es mi especialidad, la medicina y, específicamente la pediatría”, explica.
Doldán cuenta que eligió esta especialidad porque considera que uno debe tener un perfil para ser pediatra. Recuerda que, realmente en el sexto curso dudaba entre clínica médica y pediatría, y al pasar por esta sala, se dio cuenta de que tenía esa sensibilidad, ese don que la naturaleza le da a uno de tener un acercamiento con los niños. “No cualquiera puede ser pediatra. Uno debe tener esa tolerancia, ternura, empatía, hacia los niños y su entorno familiar. Y en ese vínculo se funda el éxito de la pediatría, con el niño, fundamentalmente”, subraya.
Respecto a la obra señala que siempre le gustó mucho la anécdota, porque no es un chiste, es más extenso y, además, es una historia verídica. “Tampoco es un cuento; es un bocadillo verbal, en el que uno va relatando, quizá con algún sesgo de picardía o algún agregado, sin salir de lo verídico. Así fue como escribí tantas anécdotas en tantos años”.
Doldán se considera un pediatra escritor del siglo XXI, dado que en el 2002 había hecho con su hermano Guillermo —son siete—, una especie de boletín, El Doldanero, derivado de su apellido.
Su hermano le propuso escribir tres anécdotas por semana. Y fue así que, al margen de todas sus obligaciones —terapia intensiva, ratos libres, madrugadas, guardias de cardiocirugía—, se obligó a escribir las tres anécdotas por semana. Pasó casi una década y cree que llegó a las 800 anécdotas de todo tipo, no solo médicas. “Mi proyecto era un libro titulado Mis mejores mil anécdotas. Pero decidí enfocarme en lo que es mi profesión, en historias médicas, fundamentalmente pediátricas”, refiere.
Detalla que la mitad del libro habla de los niños, de esos seres incomparablemente, tiernos y maravillosos, con todas sus ocurrencias e ingenio. Lo clasificó en capítulos, pero sin números. Uno puede leerlo de atrás para adelante o del medio porque son historias separadas. “Comienza con anécdotas del ámbito del consultorio —donde el niño es rebelde, simpático, ingenioso— que fui coleccionando. Otra serie de historias ocurridas en el ámbito hospitalario con el niño internado, con todos sus dramas, tragedias; a veces con finales felices; otras, no tanto”.
Y con esa madeja de experiencias, va tejiendo historias extrahospitalarias, que no tienen que ver ni con el consultorio ni con el hospital, solo con ocurrencias de niños. También hay semblanzas médicas, un homenaje a sus maestros, colegas —y hasta una enfermera—, destacados. “Porque cuando abrimos la primera unidad de cuidados intensivos pediátricos del Paraguay, en 1985, en el Hospital de Clínicas se destaca la labor de la licenciada Emma Rivelli, quien, de la nada, formó a una legión de enfermeras que se dedicaron a la terapia intensiva pediátrica, una especialidad absolutamente desconocida hasta ese momento”, evoca.
Hay relatos sobre los congresos médicos tanto en el exterior como en el interior, que generan también una cantidad de historias muy interesantes. Asimismo, anécdotas aéreas, sobre muchas experiencias de traslados de pacientes en avión, y las infaltables de Navidad y fin de año. El último capítulo se refiere a su vida estudiantil, travesuras. “Fui integrante de un grupo humorístico: Os basureiros, y cuando fuimos famosos nos llamaron Os basureiros super star, y cuando más famosos aún fuimos Os basureiros super star very well thank you. Causó furor en la facultad, pero intramuros”, dice entre risas.
No faltan anécdotas de sus pasantías por el interior por tres meses en Pastoreo. Doldán se recibió a los 23 años. Luego, las históricas residencias en diferentes nosocomios, en Buenos Aires, Argentina, y Versalles, Francia. Oscar Ignacio Doldán Pérez está casado con María Eugenia Montiel y tienen dos hijas: María Eugenia y Ana Patricia. Esta última fue quien corrigió y pulió su libro. “Si logro que toda la comunidad médica y los que no lo son se identifiquen con las historias, habré cumplido plenamente mi objetivo”, revela. Y dadas tantas anécdotas, pronto habrá un segundo tomo de esta obra, ya que muchas historias quedaron en el tintero.
La mejor anécdota de mi vida
Esta historia era imposible obviar. “Arranca cuando volvimos de Buenos Aires con mi señora embarazada de cinco meses. En julio de 1985 nació mi primera hija, María Eugenia. En octubre, nace mi ‘hijo’, la unidad de terapia intensiva pediátrica, y cuando aún no habíamos terminado de preparar la sala –estábamos armando la unidad– nos llaman con urgencia del Instituto de Previsión Social, para trasladar a un niño que necesitaba respirador. Era un prematuro, no muy pequeño, pero necesitaba respirador. Lo recibimos, mejoró y salió de alta. Diez años más tarde, lo ubicamos con sus padres y le hicimos un homenaje. Para el 25.0 aniversario volvimos a celebrar, y nos preguntamos qué habría pasado con ese niño. La licenciada Rivelli no había podido ubicarlo. Un mes después, mi hija María Eugenia me cuenta que está de novia con un joven de apellido Prieto. Él, por su parte, también les cuenta a sus padres y ellos le preguntan si el padre de su novia es pediatra y hace terapia intensiva. El joven contesta que sí. Su padre le cuenta que el doctor Doldán le salvó la vida. Se casaron en el 2014, y ya tienen una hija y otro en camino. Los bromistas me dicen que le salvé la vida al que me robó a mi hija, y yo les digo: ‘No. Le reanimé al hijo que no tuve’”. El destino o algún ser superior enlazó sus vidas”.
Fuente: ABC Revista Dominical - Nota por MARISOL PALACIOS - Domingo, 23 de junio de 2019.