RENUNCIA POR AGOBIO

Cuento de MARÍA LUISA BOSIO

RENUNCIA POR AGOBIO

Esa tarde de diciembre el termómetro marcaba 42 grados. Los ventiladores funcionaban ininterrumpidamente en casas y oficinas.

Mientras Elvira trajinaba arreglando y poniendo en orden su casa, trataba de pensar en las temperaturas bajas que, según informaciones, estaban sufriendo los países fríos y eso la conformaba.

Petronila, la empleada que vivía con la familia hacia ya bastante tiempo, la sorprendió con el clásico y conocido: "La señora, tengo algo que decirte".

A Elvira no le extrañaban las objeciones y menos las contestaciones raras de Petronila. La había traído una hermana mayor, conocida por la familia, cuando cumplió 18 años. Todo lo que había aprendido era obra de la paciencia de Elvira, "la señora".

Su castellano era claro y se expresaba bien, sobre todo al contestar las llamadas telefónicas, pero... cuando se ponía nerviosa, lo hacía en un yopará gracioso.

Una tarde se plantó delante de Elvira con el plumero chino en la mano y dijo: "la señora, le presento mi renuncia por agobio". Elvira la miró sorprendida y le preguntó: "¿agobio de qué, Petronila?" Explícate despacio, para que yo pueda entenderte".

- "Con tu permiso, te voy a decir todo luego... Mirá la señora, tu casa nueva no me gusta, tu calle con este feo nombre que tiene, tampoco, ... Mi televisor no se ve claro, y vos sabés que yo veo dos telenovelas de amor...

No me gusta el cepillo con bigotes que cambiaste por mi escoba y este plumero chino con tantas plumas que se enreda por todos tus chiches kuera... Y ese horno nuevo de la cocina micro-centro, le tengo miedo. Mi amiga Fermina dice que si poné la mano adentro te come lo dedo y cuando mirá mucho te quedá ciega.

-Micro-ondas, Petronila, y no es cierto lo que dice tu amiga Fermina- añadió Elvira.

-¿Porqué ahora no compras más el jabón de coco con pacholí que yo usaba para mi ropa?. Todo mi gusto kuera no encuentro en esta casa nueva...

Y esa gorda (la cocinera) anda muy intratable, no se puede luego comer con una cara avinagrada, la señora, y quiere que le cuente mis cosas y eso es mío no más. Se enoja y me tira la cara... Los perros del vecino me molestan, ladran todas las siestas y las noches ... Y para colmo esos trabajadores que están todavía en tu casa, me persiguen para invitarme a salir con ellos, quieren luego la prueba de amor (ahora se llama así en la televisión)... y para colmo tengo que caminar siete cuadras para tomar el ómnibus de mi casa... Demasiado cosas me ocurren la señora, por eso te presento mi renuncia... (No repitió lo del agobio, que seguramente había escuchado en una de sus telenovelas)

-¿Algo más que tenés que decirme, Petronila?

- No, la señora.

- Te prepararé para mañana un recibo por tus vacaciones pagas y tu salario mensual, y otro por tu  renuncia voluntaria.

- ¡No!.. la señora,! mi abogado, que es estudiante de primer curso de derecho, amigo de mis primos, me dijo: "¡No vayas a firmar nada Petronila, así tus patrones te tienen que pagar inde... indemni..." No sé decir la palabra, vos que sos inteligente tenés que saber." Vas a tener mucha plata, Petronila", me dijo mi primo, pero no te olvides que la mitad es para mi amigo, tu abogado".

Elvira, cansada de tanto palabrerío inútil, trató de hacerle comprender que estaba equivocada y que la estaban usando, por desconocer las cosas y creer en los demás, sin preguntar nada. Pero ella estaba convencida de lo suyo.

-Terminemos con esto, Petronila, hacé lo que te indiqué y te retirás mañana de la casa, como Dios manda.

-¡Ah no, la señora!, pensando bien, me voy ahora mismo a consultar con mis primos y mi abogado. Elvira quedó apabullada, sin poder hacer algo positivo. Sintió lástima de la chica que confiaba en unos vividores.

Esa misma tarde Petronila salió de la casa sin despedirse con las dos valijas bien cargadas. Elvira pensó que sentiría la ausencia de la joven a la que había formado: era honrada, al parecer honesta. A la hora de la cena comunicó a la familia la ida de Petro (como la llamaban ellos). La miraron con reproche a la dueña de casa, como si ella tuviese la culpa de lo ocurrido.

Muy temprano, a la mañana siguiente, sonó el timbre de la calle repetidamente, Elvira se levantó, vistió su bata sobre el camisón y miró por una de las ventanas que da a la calle. ¡Era Petronila con sus valijas! Abrió la puerta y sin dar importancia a lo ocurrido, le preguntó: -¿Te olvidaste de alguna cosa?.

-Sí, señora, de despedirme de la familia.

Empujó la puerta, medio abierta, atropelló y entró ante el desconcierto de la dueña de casa que tuvo que darle paso a ella y sus dos maletas. Elvira no se había repuesto todavía del susto cuando apareció Petronila con el uniforme de todos los días, y con una agradable sonrisa le dijo:

- ¿Desayunaste ya, la señora?

- Pero tenemos que hablar antes, Petro ¿no te parece? -Como si nada hubiera pasado la tarde anterior, Petronila contestó: - Enseguida estará listo tu desayuno, la señora - y se dirigió hacia la cocina tarareando la canción de una de sus telenovelas. Elvira no contestó absolutamente nada. Esperó el desayuno servido por la mucama.