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*. Esta obra fue presentada en Asunción (Teatro Estudio Libre) en 1980. Sin embargo, sólo las primeras representaciones se hicieron en español (versión original del autor), ya que pósteriomiente -por sugerencia del público- la pieza fue traducida al guaraní (por RUDI TORGA) y continuó en escena con la incorporación de ambas lenguas (guaraní y español), en la versión bilingüe que sigue a este texto original.
EL LOCO
ACTO ÚNICO
PERSONAJES
SACRISTAN/ CURA/ PORDIOSERO/ GUARDIAN (Policía)
LUGAR: Un banco de iglesia iluminado débilmente. Un ventanal a (través del cual se perciben algunos relámpagos espaciados. Una música de órgano. Un hombre, sentado en el banco, ensimismado en la música. Un atado de papeles sucios y una bolsa, también sucia, están junto a él, en el banco. Cesa la música. Al rato aparece el Sacristán, y se acerca al pordiosero, por detrás.
SACRISTAN: ¡Oiga! ¡Ya vamos a cerrar!
PORDIOSERO: (Volviendo en sí) Sí, es muy buena la música. Tú la estabas ejecutando?
SACRISTAN: No. Le he dicho que ya vamos a cerrar la iglesia.
PORDIOSERO: Sí, me ha transportado a un lugar distinto. A un mundo admirable.
SACRISTAN: Así será. Pero vamos a cerrar. Ya es tarde.
PORDIOSERO: Sí, la música es un medio de elevación... alucinante.
SACRISTAN: (Acercándose a sus atados) Está bien, está bien, pero ahora vamos a cerrar.
PORDIOSERO: Sí... óigame: ¿entre cuántos van a cerrarla?
SACRISTAN: Yo solo. ¿Por qué?
PORDIOSERO: Entonces, tiene que decir: Voy a cerrarla. Vaya a cerrar. Me doy por enterado.
SACRISTAN: Pero antes, usted tiene que salir.
PORDIOSERO: ¿Salir antes de que?
SACRISTAN: Usted tiene que salir para que yo pueda cerrarla.
PORDIOSERO: ¿Me quiere decir que no puedes cerrar la iglesia sin que yo salga antes?
SACRISTAN: Exactamente. Así es.
PORDIOSERO: ¡Qué novedad! Pues, déjala abierta entonces.
SACRISTAN: No puedo dejarla abierta.
PORDIOSERO: ¡Qué lío! Yo tampoco pienso salir ahora. Eso he dicho. Eso mismo.
SACRISTAN: ¿Por qué no se puede hacer?
PORDIOSERO: Porque he decidido permanecer aquí sentado.
SACRISTAN: Vamos, déjese de embromar y salga de una vez. Ya es tarde y tengo cosas que hacer.
PORDIOSERO: Cierre nomás. Y vaya a hacer sus cosas. Qué problema va a ver. ¡Váyase!
SACRISTAN: ¡Pero usted no puede quedarse dentro!
PORDIOSERO: Es algo tan prodigioso. ¿Por qué no trata de probar? Ciérrala y lo verás.
SACRISTAN: (Perdiendo los estribos) Pero usted no puede, no debe quedarse.
PORDIOSERO: No entiendo porque no puedo quedarme dentro.
SACRISTAN: Pues porque... porque nadie puede quedarse dentro de la iglesia cuando está cerrada. Hasta hoy, nadie se ha quedado. ¡Y menos aun se quedará usted!
PORDIOSERO: ¡Ah! Menos aún yo. Explícame el motivo. ¿Puede explicarme por qué?
SACRISTAN: Pues... que se yo? ¡Porque puede robarse algo!
PORDIOSERO: (Carcajada sonora) Nada hay que yo pueda robarme de este lugar. Además el único que por derecho puede permanecer en este lugar todo el tiempo que quiera, soy yo. ¿No lo sabías?
SACRISTAN: ¡Usted está loco o borracho! i Salga le he dicho! Salga de una vez. ¡Ya se acabo mi paciencia! (Trata de levantarlo por los hombros, pero no lo mueve ni un centímetro.)
PORDIOSERO: (Muerto de risa) Muchacho, veo que eres muy competente. Muy preocupado del cuidado de mi casa. Lástima que todo sea en vano.
CURA: (Apareciendo) ¿Que escándalo es este, en plena casa de Dios?
SACRISTAN: Es un vivo que me está colmando la paciencia. Padre, tengo que cerrar la iglesia, y este se empaco aquí y no quiere salir. ¿Quiere decirle usted que salga?
PORDIOSERO: (Sigue riéndose, como si no pudiera parar de reírse.)
CURA: Oiga: ¿Que es esto? Vamos, ya es hora de que vayas a tu casa. Hay que cerrar la iglesia. ¿Me oye?
PORDIOSERO: Estoy en mi casa, pa'í.
CURA: Bueno, eso es un decir. Pero ahora debes irte. Son más de las ocho. i Vamos!
SACRISTAN: Creo que está borracho.
PORDI0SERO: Estoy en mi casa y no me voy. Y yo no estoy borracho.
CURA: ¿Como que no te vas? ¿Por qué no quieres irte?
PORDIOSERO: Porque está lloviendo y hace frío. ¿No crees que es un motivo suficiente? Además, se me acaba de ocurrir lo siguiente: no quiero mojarme ni sentir frío. Por eso me quedo en mi casa.
SACRISTAN: Y dale con su casa. La idea fija que tiene.
PORDIOSERO: En mi casa, en uno de mis asientos.
SACRISTAN: ¡Queee! ¡Estás en pleno santuario del Sagrado Corazón de Jesús!
PORDIOSERO: ¿Ves? Tú lo has dicho exactamente. Es mi santuario, es mi casa.
CURA: Escúcheme: el santuario tiene su horario estricto. A las ocho debe estar cerrado. Ahora ya son más de las ocho y media. Tienes que irte.
PORDIOSERO: ¡En mi casa nadie puede ponerme horario! ¡Ni para entrar, ni para salir, ni para quedarme!
SACRISTAN: Y dale, otra vez, con el mismo tema.
CURA: (No quiere perder la paciencia.) Escúcheme: ¿de dónde saco de que esta es su casa?
PORDIOSERO: Porque yo soy pobre.
CURA: Y eso no es ninguna novedad. ¿Y de ahí?
PORDIOSERO: Y porque soy pobre, es mi casa.
CURA: Y bueno, es la voluntad de Dios que seas pobre. Pero tu argumento no es muy sólido que digamos.
PORDIOSERO: ¿Cómo que no? Es la voluntad de Dios que esta iglesia sea mi casa. Me quedo dentro.
SACRISTAN: ¡Y dale! ¡Con el trabajo que tenemos! Que se nos venga encima estoy hoy. ¡Váyase de una vez! ¡No entiende!
PORDIOSERO: No te impacientes y escúchame. Escúchenme ambos. No puedo irme porque está lloviendo. Si salgo me voy a mojar los pies y puedo enfermarme. Además se va a mojar mi ropa, que es la única que tengo. No tengo dinero para comprarme otra; ni para pagar a un medico la consulta; ni para gastar en medicamentos. Estoy sin trabajo, por eso he tenido que mendigar. Tengo esposa e hijos, todos pequeños aún. Mi esposa tiene asma y tiene reumatismo de tanto lavar. Mis hijos...
SACRISTAN: ¡Sonamos, Padre!
PORDIOSERO: Mis hijos, como decía...
CURA: ¡Basta, basta! No es hora de ensartar todos estos lamentos. El debe seguir con sus otras ocupaciones. Y yo apenas tengo tiempo para preparar mi...
PORDIOSERO: (Cortándole) Sermón... ya sé... y se además que versaran sobre la iglesia viviente y sufriente (Imitándole al sacerdote).
CURA: ¿Como lo sabes? Y por otra parte, ¿qué puede importarte a ti todo eso?
PORDIOSERO: ¿Se da cuenta? Versará sobre mí. Yo puedo darte importantísimos datos. Porque yo soy la iglesia viviente y sufriente.
CURA: (Risueño) Vas a ensenarme sobre lo que tengo que decir? ¿Justo en este momento?
PORDIOSERO: Parece que sí. Yo siempre elijo los momentos más inesperados. A propósito, ¿quién levanto este enorme caserón para mí?
SACRISTAN: Padre, ¿le va a seguir la corriente? ¿Le va a seguir escuchando? ¡Es muy tarde!
CURA: ¡Lo que uno tiene que aguantar! Este templo se levanto gracias al aporte de la comunidad, de las autoridades, y de otras donaciones. Y ya está bien... Ahora, márchate. ¡Vamos!
PORDIOSERO: No hacía falta tanta ostentación y tanto lujo. Ya es demasiado para mí. Aquí todo sobra menos yo.
CURA: ¿Qué dice? A ver, repita, ¿por favor?
SACRISTAN: ¡La locura!
PORDIOSERO: Cuando escampe, me iré a buscar a mi esposa y a mis hijos. Y vendremos a ocupar nuestra casa. El lugar es más saludable y seco. Así es. A ella le va a venir muy bien...
CURA: ¿Pero que estás diciendo?
SACRISTAN: Padre, me voy a denunciar a la policía. Me voy volando a traer a un agente... (Genuflexión y sale.)
PORDI0SERO: Váyase. Mi hijo. Llame a quien quiera. Yo no tengo ningún miedo. No me siento inseguro, ni me siento inferior. Tengo todo el derecho de quedarme aquí en mi casa.
CURA: (Pensativo) No deberías andar bebiendo, siendo pobre como eres. Ni tener esposa ni hijos. El hambre te ha trastornado.
PORDIOSERO: ¿Por qué dice eso? No debo multiplicarme para aumentar el reino de Dios. Tú. en cambio, no deberías haber gastado tanto dinero en este caserón de lujo innecesario.
CUBA: ¿Estás juzgando mi mejor obra? ¡El sueño de toda mi vida, mi ofrenda a Dios!
PORDIOSERO: Estoy escuchando una voz, que es la mía.
CURA: ¿Ahora escuchas voces? Pues anda a escucharlas en otra parte. ¡No entiendes! Ya tenemos que cerrar.
PORDIOSERO: Escucho la voz, y, me dice...
VOZ: "Me has dado un templo de piedra de oro y alabastro, y yo te he pedido un templo de carne y espíritu...".
CURA: ¿Eso dice la voz? Hablemos claramente de una vez. ¿Vos crees en Dios?
PORDIOSERO: ¿Por qué no voy a creer en él? Soy su hijo.
CURA: Entonces tienes que respetar esta casa que no es la tuya. Y váyase de una vez. Mira: ya dejo de llover. Ya puedes irte. No te vas a mojar más.
PORDIOSERO: A pesar de todo, me gusta esta casa porque es mi casa, y he decidido quedarme aunque haya escampado.
CURA: ¿Quieres decir que no piensas irte...? ¿Ahora que ha dejado de llover?
PORDIOSERO: Eso mismo. Dios no tiene hora. Dios respeta mi libertad y mi dignidad de hombre. Respeta mi libertad de quedarme aquí sentado, en mi casa que es su casa.
CURA: ¡Mientes! ¡Me dijiste que te marcharías una vez que haya escampado!
PORDIOSERO: ¿Eso dije? Pensaba ir a buscar a mi esposa y a mis hijos. Pero no hace falta. Yo soy mi esposa y mis hijos. Estamos todos aquí.
CURA: Ahora me doy cuenta. Y, a propósito, ¿cómo andamos de la razón?
PORDIOSERO: Perfectamente. En mi libertad de conducir los hechos, he decidido quedarme en la casa de Dios, que es mi casa.
CURA: Dígame al fin: ¿quién te supones que eres tú? Desde hace unos días te había visto en las gradas del tempo, tirado entre salivazos y orinas. Al fin, ni siquiera eras el viejo decrepito que aparentabas ser. Engañabas a la gente.
PORDIOSERO: ¿Quiere decir que te fijabas en mí? ¡Qué éxito! Pues sí, ya me he cansado de estar entre salivazos y orinas de perros, y he resuelto entrar definitivamente en mi casa y enseñorearme de ella.
CURA: Esta bien, está bien. Ya te he tenido bastante paciencia. Conviene que recapacites y te marches, para que pueda cerrar la iglesia.
PORDIOSERO: Hee, hee, hee... yo me marchare de mi casa. Y si comenzaras a recapacitar, podrías enterarte de quien soy en realidad.
CURA: Ya me doy cuenta quien eres...y ahora, por favor, ¡márchate! ¡Toma! (Le pasa un billete.)
PORDIOSERO: (Toma el billete y lo mira.) Ah, quieres comprar tu tranquilidad con esta insignificante suma de dinero.
CURA: (Perdiendo la paciencia) Pero que te crees. Salga de aquí de una vez. ¡Vamos! ¡Fuera!
PORDIOSERO: Lo que ocurre es que, en realidad, no sabes quién soy yo. Te lo recordare, me llaman Jesús.
CURA: Ah, así te llamas. Ahora, ciertamente se puede decir que es una feliz coincidencia. Pero ahora tienes que marcharte, Kiritó.
PORDIOSERO: No es ninguna coincidencia. Soy Jesús el unigénito, el único, el de Nazareth, el hijo de María, el hijo de Dios, Dios mismo.
CURA: ¡Blasfemo, sacrílego! ¡Ya me tienes harto! ¡Vete ya! ¡Vete de una vez!
PORDIOSERO: ;No te sulfures! ¿Cómo es posible que no entiendas? Soy Jesús, porque soy pobre. Todo hombre doliente, enfermo, desafortunado, necesitado de compasión y ayuda es Jesús. Yo, infeliz, soy Jesús. Ya vez como este es mi santuario, mi casa, donde todo sobra, menos yo.
CURA: Ya sé que sabes hablar. Pero ya te dije que este no es el momento. Vení en otra ocasión y conversaremos juntos.
PORDIOSERO: No por saber hablar soy menos pobre. Y cuanto más pobre, soy más Jesús. Hay una identidad total entre El y yo. Somos uno solo. Uno solo. Eternamente.
CURA: ¡Basta! ¡Basta! ¡Es suficiente! ¡Me duele la cabeza! ¡Ahora te pido, por favor, que te marches!
PORDIOSERO: (Divertido) ¿Cómo? ¡Soy tu Dios! Estoy en mi santuario. Renuncie a mi forma de Dios para tomar forma de pordiosero. ¿Y me echas? ¿Acaso no hice lo mismo para tomar forma humana y morir en una cruz? ¡Por ti!
CURA: ¡Basta, ya te dije! ¡Basta! ¡Basta! ¿No entiendes?
PORDIOSERO: Estas teorías son tuyas. Pero veo que no es hora de hacer las prácticas. Tienes que preparar tu sermón. Muy bien. Pero lastimosamente veo que estas vacunado contra lo que vas a decir a la gente. Sin embargo, yo soy Jesús. ¿Podrías pedirme un milagro? ¿No me cree? ¡Vamos! ¿Donde esta tu audacia? ¿Y dónde está tu fe?
CURA: Lo que quiero es que te vayas, buenamente. Sin más discusión.
PORDIOSERO: Podría desaparecer bruscamente de tu vista y dejar esta casa, que es mí casa. Pero me voy a ir por la vía normal. Me pides que me vaya buenamente. Y buenamente voy a irme. Fíjate...
SACRISTAN: (Entrando) Aquí viene el Agente, padre, todavía no se fue este pordiosero?
AGENTE: (Extrae de un bolsillo de su chaqueta una fotografía. Compara con la figura del pordiosero y hace señal de asentimiento al Sacristán.)
AGENTE: (Procurando no ser brusco) Señor... disculpe. Se me ha presentado un pequeño problema que solo usted puede solucionarlo. ¿Quiere tener la amabilidad de acompañarme?
PORDIOSERO: (Cordial) ¡Hola. Amigo! ¿Qué tal? Dice usted que tiene un problema? Me encanta solucionar los problemas. Vamos a donde usted diga, y enfrentemos ese problema suyo. (Al cura) Su dinero. (Se levanta y se toma del brazo del agente.) ¡Los problemas! ¡Imagínese! ¡El hombre no puede vivir sin ellos! ¡Pobres hombres, pobres seres humanos! La humanidad y sus problemas (Desaparece).
SACRISTAN: ¡De lo que nos salvamos! ¿Sabe, pa’í, de donde se escapo? Del manicomio, hace tres días. Dice que es un loco peligroso. Por suerte que en la comisaria tenían su fotografía. ¡Es el mismo!
CURA: ¿El mismo has dicho? ¿Quién?
SACRISTAN: (Yendo a cerrar) El... el loco. No sé cómo se llama. Por fin puedo cerrar la puerta de nuestra iglesia.
CURA: ¡El loco! ¡El loco! ¡El loco! (Mira hacia el sagrario lejano, extiende los brazos y se encoje de hombros. El sacristán cierra la enorme puerta y se escucha nuevamente la VOZ que había escuchado el Pordiosero.)
VOZ: "Me has dado un templo de piedra, de oro y de alabastro, y yo te he pedido un templo, de carne y de espíritu".
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De: Ñande Reko:
Cuaderno de literatura popular N° 3
(Asunci6n, 1986), pp. 29-47.
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Fuente:
Amplio resumen de autores y obras
de la Literatura Paraguaya.
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