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FRANCISCO BAZÁN

  LOS ZORZALES PERDIDOS - Poemas de FRANCISCO BAZÁN


LOS ZORZALES PERDIDOS - Poemas de FRANCISCO BAZÁN

LOS ZORZALES PERDIDOS

Poemas de FRANCISCO BAZÁN

Ediciones CURUPÍ

Asunción – Paraguay

1982 (203 páginas)



JUAN F. BAZÁN (H.) - POETA ADOLESCENTE


         Muy serio, triste, trascendental como corresponde a un poeta adolescente, herido por ausencias y soledades olorosas a membrillo, así se nos presentó, con su corazón inédito en verso, el recién amanecido poeta.

         Leyéndolo, nos repetíamos –sin querer- el misterioso poema de Barba Jacob: "Le vi llorar una vez por males de ausencia y me dije:

         Hay una tempestad en una gota de rocío, y sin embargo, no se conmueven los luceros".

         Hay lágrimas que crecen a la orilla de los ríos y suenan frescos, como el agua viajera y cantarina: después vendrán las lágrimas, las que crecen a orillas del mar y son amargas, taladradas por el vacío que nos conduce a la angustia; pero antójase que nuestro poeta adolescente llora males de ausencia imaginarios y que si su verso se niega en un principio –talla el hueco de su ausencia- es solo para sentir el goce del verso, próximo en el que estará triunfal, con su música entera.

         Con qué acuosa atención lo leemos –con miedo de encontrarnos perdida entre las líneas, el alma en pena de los sueños rotos-; ese fui yo, así, lirico joven, inventándose penas para sonarme el alma y encontrar su sonido... y, entonces no queremos detenernos ni en sus aciertos, ni en sus limitaciones; atentos solo al dulce discutir de las palabras.

         Hay en el primer poema, como en la primera flor, o en el primer vuelo, atisbo de misterio, el signo mágico de lo insondable, pensando en nuestra propia –y lejana- experiencia, sentimos por él y por nosotros, el pavor de lo inescrutable, cuando se rompe el silencio para que sea la rosa –la rosa que solo a través de muchos años, será rosa pura y simplemente rosa; y hasta el deseo indiscreto de pedirle que se espere; ¿pero, se esperará la flor?, y tal vez en eso, en la valiente y heroica frescura de la voz primera –soñando males de ausencia y añorando tristezas imaginarias- tal vez esté ahí la más pura y autentica poesía. Porque, después, cuando el tiempo nos deja, sabemos que acaso la poesía este en volver a encontrarnos, cuando entonces si ya nos perdimos.

         Así es: hay en este poeta adolescente, la dulce emoción del amor y a lejanía que sentimos ayer y que hoy quisiéramos retornar a sentir. Pudo poner a su libro este epígrafe dulce y tierno, el del dulce boticario de Lagos de moreno, en Jalisco, en México, Francisco González de León, que a los cincuenta años publico su único libro: “Campanas de la tarde”;”Fue mi libro de texto, un amor escolar”.

         El libro mencionado se extravió de la Biblioteca de la Embajada de México.


JOSÉ MUÑOS COTA

-Mexicano-


         Muñoz Cota, poeta mexicano, en 1950 ejerció el cargo de embajador mexicano en el Paraguay, bajo el gobierno de Natalicio González, regresando, por entonces, de si delicada gestión de representante diplomático de su país en Moscú.

        

         ¿Para qué escribo? Ni para la gloria ni para el pasajero aplauso. ¿Qué es la gloria en la vastedad de los milenios? ¿Y el, circunstancial aplauso frente al inabarcable olvido?.

        

         "Dentro de cuatro, de seis, de diez mil años, de quinientos mil años –se pregunta Azorín- ¿Qué será de Homero, de Shakespeare, de Cervantes?"       


         "Dentro de mil millones de siglos, ¿existirá siquiera el tiempo?". ¿Existirá siquiera la humanidad?. Todo parece. Todo. Entonces, mientras los otros viven, ¿por qué me paso las horas leyendo y escribiendo? ¿Para qué si apenas no duraré lo que un suspiro en la eternidad? ¿Sera porque pretendo que algo he de poder transmitir a los que vienen atrás, para perderse en la gran sombra que todo lo traga? ¿No significa ello una vanidad más?.

        

         ¿Es menester decir que no creo en una vida inmortal y que si hay una vida que no perece es la Vida? ¿Y que allí la de uno podría prolongarse a cambio de verter en ella alguna porción de belleza o de verdad, o al precio de llevar a ella alguna contribución, algún testimonio valioso?


         No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en lo que será después, consigna el Eclesiastés ¿Entonces? Hay una secreta esperanza en el hombre de ser la memoria de los hombres. Aunque fuere una leve memoria, si ni eso consiguiera, ¿Qué consuelo le restaría?.


         ¿Y que más? La embriaguez de la belleza al traducirla, si se logra el privilegio..., Ah! y la sospecha de una justicia total a la que se cree que se puede contribuir. Como anota el personaje de Camus: "no queda otro recurso contra la desesperación que una justicia total", aunque a estar por sus propias palabras:

"Morir es la única manera de estar a su altura. Es la justificación". Dice más aun: "No basta con denunciar la injusticia. Hay que dar la vida para combatirla".


         Sin duda, en todo poeta rige el deseo de constituirse en la memoria de los hombres.


         10-VI-82




LOS CANTOS PARA MI MADRE



         TE PUEDES IMAGINAR MAMÁ...


Te puedes imaginar, mamá,

cómo estaba yo el día que te moriste.

Verdaderamente solo, recordando tu sonrisa.

Sonreías de una forma diciéndome

cómo ha sido, cómo era mi vida.

Tu sonrisa retrataba la tristeza de mí alma,

por eso era triste, triste como mi alma.


Te puedes imaginar, mamá,

cuántas cosas recordaba el día que te moriste.

Caminaba contigo por sitios de la infancia,

recuperando el aroma de días muy distantes:

la ternura de tu rostro frente a un niño

que de tus ojos miraba la pura luz risueña,

y ese oculto miedo que tenías de la vida,

ese temeroso cariño por los tuyos.


Reconocía tu rostro de otras tardes,

cuando por quererme tanto no sabias qué hacer.

Cómo no ibas a sonreír como sonreías,

si sabias que yo por la noche lloraba,

que a veces sollozaba hasta en sueño.


Te puedes imaginar, mamá,

no sentía todavía ninguna tristeza,

tú dormías allí cerca de mi soledad

en profundo reposo silencioso,

que se parecía a un sereno consuelo;

aun no estaba lívido tu rostro,

como si la muerte no se posara encima.

Esa noche iba a ser una larga jornada

de andar juntos por antiguos senderos,

donde, niño, contemplé a tu lado,

desde la ventana los pájaros en las ramas,

y las mañanas llenas de canciones

hechas de sol, de vientos,

de trinos, nubes y cielos azules.


Recuerdo que bajo el inmenso cielo,

una noche estrellada, me tomabas el rostro

con las manos, temiendo,

temblorosa que me muriera de tristeza.


Ah! mamá, el día que te moriste

te veía dormida, acostada en el olvido,

en un sueño sin dolor, y yo estaba

casi contento... En el alba vino

a cantar un zorzal embrujado:

exasperado de armonía era un alma

embriagada, enloquecida, frente al sol...

Oh!, mi madre, ¿Eras tú viajando

hacia la luz en un rio de trinos y de vientos?


Después, más tarde te llevamos

y quedó el sitio donde ya no estás,

y el patio sin pájaros.

Hay un denso mutismo en la ventana

y sobre la tarde luminosa

cae como la sombra de una enorme mariposa.


Te puedes imaginar, mamá,

cómo estoy y ahora después de tu muerte.


         14-XI-86




         ZORZAL


Entre el verde follaje de un antiguo lapacho,

hoy te escuché

cantar embriagado de azahares.

Lejanos, dulces cristales sonaron en mis oídos,

y los rayos del sol se cuajaron en mis ojos.


Te he visto bajo el cielo

con un golpe de alas,

y cuando te sentía ya perdido

volví a oírle

en el alto árbol añejo del vecino.


No sé qué remotas mañanas de mi infancia,

qué rocíos que lucían en mí ventana,

qué sonrisa de mi madre, del pasado,

brotaban al conjuro de tu canto.

Un derroche de luz y melodías,

una embriaguez de dulces armonías,

me envolvieron en la tarde.


En la hora crepuscular eras un hechizo

y una congoja que hicieran sonreír

como el niño abandonado y triste

que sonríe entre su llanto.

El embrujo de tu canto me cubría

de melancólicos resplandores.


Parecía el tanto verde, profundo y húmedo

de los bosques verdioscuros.


Recuerdo aquella tarde que nos fuimos

a las sinfónicas espesuras,

con mi padre detrás de los zorzales,

a mirar cuando cantaban

sus rojizos pechos alumbrados

por los rayos del poniente,

durante un invierno luminoso

de alto cielo azul y luz dorada.

De los oscuros y verdes naranjales

regresamos en el ocaso,

con los hombros pesados de nostalgias,

y detrás de nosotros persistía

una cascada de cristales y armonías

que llenaba de fiesta

las bosques ya sombríos.


Ayer cuando a mi madre la velábamos,

posado sobre la flor de un maizal,

cantabas enloquecido,

como un alma, atormentada de luz y armonía:

parecías el alma de mi madre.


Pensé que con tu canto pretendías

consolarme igual que cuando era niño.

Ahora, cada vez que voy al cementerio,

me recibe la luz y el oro de tu canto,

que en los árboles se prodiga.

No quisiera que nunca perecieras,

pues tu canto hechizado entre las ramas,

es la voz de mi madre que de arriba

me acaricia, cual mano

temblorosa, la cabeza.


         29-XII-85




         SONRIENDO


Estoy sonriendo, sonriendo,

mas siento

que alguien llora en alguna parte,

que no sé quién está llorando.


Estoy recordando, recordando,

pero ¿quién

en algún lugar llora,

esta llorando?


Deshabitado y solo

el otro que va conmigo

está llorando,

y yo, por fuera,

sonriendo, sonriendo.



        


         SE POR QUE LO QUERIAS TANTO


Yo sé por qué lo querías tanto

al más pequeño,

con esa ternura triste y medrosa.

Te parecía el más desprotegido,

el que tenía más trecho que andar.

Cierta vez que lo dejaste solo

recuerdo qué triste se tornaba.

Era una tarde interminable

y tú no ibas a volver por unos días.

Muy pequeño, nada comprendía.

La abuela deseaba consolarlo,

y él estaba como si el aire le faltara,

sentado en el piso, mirando en torno.


Luego de un rato se le agitaron

los hombros de niño,

y se le quebrantó el pecho

hasta subírsele el llanto a la garganta

y derramársele a torrentes por los ojos.


Era una tarde interminable

donde solo cabía nuestro silencio

lleno de tu ausencia, madre!


Yo sé por qué lo querías de ese modo,

al más pequeño.




         ROSTRO INCLINADO...


Recuerdo tu rostro inclinado

sobre mí cabeza,

afuera         caía la lluvia interminable,

Oh!, tu inefable dulzura

que en el tiempo se borra

y que ha hecho que otros olvidaran

tu sonrisa sin alegría y esa forma callada

de quedarte pensativa.


Ya no estás para acompañar mi tristeza

con tu silencio y tus miradas que resbalaban

sobre mi rostro lacio como al descuido.

No estás y te siento tan presente

cual un llanto callado junto a mi vida

no he de recordar nunca una sonrisa

parecida a la tuya que tan bien comprendía

la pena irremediable, lacerante,

que contemplabas en mis ojos.

Acaso tú sola sabias que yo sollozaba

por la noche sonriendo

porque veía en sueño que con tus manos

tomabas mi rostro cubriéndolo de besos.


Hasta tal punto nos queríamos

y, sin embargo, tú vivías como si tu hijo

se te hubiera muerto una noche de invierno

y yo, como si tú ya entonces

fueras solo un      recuerdo.


No olvido, madre,

tus ojos cansados de aguardar,

ni tus manos que tenían gestos

desconsolados por aquel otro hijo

que para tu ternura era

una congoja permanente.


Ayer lo vi, tenía un semblante, madre!

Al encontrarnos pensamos en lo mismo,

él elevó los ojos al cielo, sin mirar nada:

si vieras que cargados de silencio los tenía.

Encendió un cigarrillo y, sin decir palabra,

se fue lentamente caminando en la tarde,

su vieras qué colmado de sombras marchaba.


         1987




         EL MISMO CANTO


Canta el pájaro el mismo canto:

él no sabe cuánto me embruja,

el ignora cuánto me hiere.

Lo veo entre las ramas que la luna

suele iluminar con sus blancos ensueños.


Con el pico elevado hacia el cielo

el pájaro canta el mismo canto.


Así cantó la mañana que mi madre murió;

así cantó cuando la llevamos al camposanto.

Entonces recordaba mi infancia

con tanta sensación de lejanía;

nunca he de olvidar el sol dentro del bosque

saturado de frescura y armonía

nunca aquella edad en que

ignoraba el dolor de la vida.


La ternura de mí madre

colmaba con la amplitud del cielo.

La muerte era un futuro vago en mi memoria

el dolor una promesa remota e irreal.

Cuando escuchaba uno congoja

que se deslizaba de los árboles,

una lluvia e cristales y armonías

caja sobre el suspenso de mi vida.

Era el pájaro que cantaba entre las ramas

que suele iluminar la luna

con sus sueños de muchacha desvelada,

con su aire verde,

con su aire de embrujada primavera.


Canta el pájaro el mismo canto:

él no sabe cuánto me embruja,

él ignora cuánto me hiere.


         1986




MELANCOLÍAS



         TAN VIEJO


Tan viejo

y sentir como un muchacho

herido por el primer amor,

la mañana, el sol, la lluvia,

la luz del cielo azul,

la música del mundo,

y la entera melancolía,

sin nombre, de la vida.


Sentir como un adolescente,

para quien la vida

inaugura todos

los sentimientos,

es una gloria,

es una catástrofe.


         5-IX-87






         EL DIA QUE VI EL UNIVERSO


         Lo vi bajo la cúpula llena de sombras y de luces de la Basílica de Caacupé. Giraba en un caos de plumas, de picos, de alas y cabecitas móviles de aves. Trinaban, volaban de una pared a otra, entretejiendo fugaces líneas oscuras, decenas de festivas golondrinas. Sus vuelos se multiplicaban, pespunteados por los blancos y azules de las palomas que planeaban más pausadas. Estaban también esos pájaros castaños, veloces, pero menos que las repentinas y vertiginosas golondrinas. Bajo la cúpula circulaba un viento de gran volumen que se remansaba fresco y mañanero y la transformaba en hermoso y amable universo. Dentro de sus límites circulares, un vasto universo de palomas, golondrinas y pájaros castaños en danza permanente, se ensanchaba hasta ahogar el pecho de belleza, de aire puro con perfume de mañana lavada que rejuvenecía el alma. Bajo los vitrales atravesados por rayos multicolores, retozaban bandadas de aves, se arremolinaban en una sonora locura de aire trasparente, de una hermosa sombra en suspenso. La cúpula sobre nuestra cabeza era el universo donde bullían sin descanso, infinitos seres alados, vuelos como como lampos de luces, de viento, de una nunca escuchada sonata deslumbrante de belleza. Millares, millones de ladrillos formaban las paredes simétricas de ese universo familiar como una alcoba o una bodega con aroma de hogar, de barro quemado, de antiguo alambique.


         Me puse a rezar:


         "Dame, Fuerzas Supremas del Universo, ahora y otra vez, este nuevo nacimiento, claro como el agua y la mañana, por el Amor más grande de este mundo, todos los colores de los vitrales, todas las golondrinas y los pájaros de este universo con paredes de vientos y de infinitos ladrillos, parecido a un horno sin límite, dadme las mañanas cristalinas como el rocío que me recuerda las lágrimas de mi madre; dadme el zorzal que canta entre las ramas de los altos lapachos; dadme ese minuto nuevo y cenital del día en que el alma parece una flor bañada en lluvias de primavera.


         "Dadme ahora y en la hora de mí muerte, toda la luz del universo. Amén".


         1986




         EL CORTIJO


         Soñaba con un pequeño castillo de sólidos muros de piedra y rejas de hierro forjado, melancólico, algo severo como mí espíritu, desconsolado. Y solo pude construir una caseta rústica, un cortijo como eso de los cuentos, frágil cual un violín, con su estructura de madera olorosa que remata en un altillo misterioso, cubierto por un techo a dos aguas, que, oblicuo, cae a pique. Por los cristales de sus ventanas penetra el sol, la luna, y se divisan los grises nubarrones del otoño rodando en el horizonte. Por dentro se parece a mi alma, a veces tan alegre, tan triste, tan sombría; desde allí veo el cielo, los árboles, la luz del universo y me penetra un fuerte aroma de trébol que expide el antiguo armario que se ve en un rincón. Más que una pequeña fortaleza de anchos muros, es un nido sonoro de viento y de trinos. Quise un castillo, aunque exiguo, de esos que duran siglos, que perpetuará mi memoria, y apenas pude erigir un refugio de pájaros, una débil morada que podría caber entre las ramas de un árbol, y que bajo la tempestad cruje como una nave, suena como una caracola, como un mágico chelo. Me sirve, como hoy en este otoño frio, cuando ya no soporto mí melancolía, y me refugio bajo su techo como debajo de dos alas tibias. Aquí aguardo cada tarde el canto de los zorzales ausentes.


         10-V-87




         LOS ZORZALES PERDIDOS


         Los zorzales no regresan en otoño. Viven vaya a saber en qué profundidades de los bosques, en qué cárceles de silencio, imagino metidos en sus nidos, con sus agudos picos apoyados en los bordes de paja... aguardando, aguardando. Lágrimas puras brotan de sus ojos. ¿Será porque cada tarde los espero y no llegan? Nos hallamos tan identificados en esas horas que cantan en los altos lapachos que se elevan en el patio vecino. A ratos, cuando me los imagino muertos bajo la fría tierra otoñal y que ya nunca tornarán a poblar los vientos con el claro y mágico embrujo de sus gorjeos, me quedo pensando en la puerta de mi cabaña. Me restan, es verdad, el cielo, la luna, el torrente de flores sobre el techo del cortijo, las nubes sutiles, remotas..., pero ¿y los zorzales, adonde fueron, adónde fueron los zorzales perdidos?.




         EL VIOLIN SOÑADO


         - Yo tenía un violín de cristal y lo tocaba, vos no me vas a creer. Tenía un violín que era todo de cristal, lo tocaba bajo la luna, tumbado sobre las alfalfas. ¿Te acordás de Agustín? El tenía su flauta que hacía sonar a medianoche después de los gallos, ¿te acordás, Paco? Su música navegaba en la brisa, nos venía de lejos mezclada al canto de aquel zorzal nocherniego, insonme de luna, entraba por debajo de la almohada, nuestros ojos se llenaban de lágrimas.

         Yo que sé el hombre que es y los deseos que puede tener un pobre, sobre todo que sé que Palí no sabe tocar violín, le decía:

         - Me acuerdo, Palí, de la música que Agustín soplaba en el canuto de su flauta... La iba soplando temblorosamente, se elevaba hacia las nubecillas que lentas transcurrían en el cielo lleno de luz, pero de un violín, de un violín de cristal, no recuerdo.

         - ¡Lo tenía Paco! - Pali me mira de lleno y se afirma. Yo tenía un violín de cristal...

         Su rostro contraído, amargo, voleado hacía abajo, se llena de arrugas.










ALGUNOS POEMAS DEL LIBRO EXTRAVIADO...



         LUNA DE INVIERNO


Soledad. Cuanta luna en la calleja;

aire frío, y azul en el ambiente;

muchos buenos recuerdos en la mente

y en el alma una angustia ya muy vieja.


Un encaje de estrellas en el cielo;

en las hojas un viento misterioso,

y entre todos los astros, tembloroso,

uno fulge en romántico desvelo.


Las hojas, dicen cosas inconcretas.

En lo hondo pareciera que llorara

el alma los amores que no hallara

y todas las tristezas más secretas.


Se llena de alma todo el infinito,

y se escucha una música lejana...

La esperanza que canta: "Ven mañana... "

Nos va matando de ansias por un mito.


¡Cuánto azul!, cuanta luna! ¡Qué poesía

emana de la noche constelada!...

Cómo entonces buscamos a la amada

para decirle tiernamente, Mía.


         1950





El zorzal aterido despertó de improviso

y allá dentro del alma loco fue su cantar.

La noche era serena y era el viento indeciso

un tímido suspiro bajo el claro lunar.

Cuántas ternuras viejas emanaban del alma,

aromas disipados en plena juventud

Los astros no paraban de titilar en calma,

y... el zorzal que cantaba, cantaba en la quietud.

¡Azul noche sublime!... Oh la celeste amada,

ungida con la esencia divina del ideal...

La noche era serena y era la brisa alada,

y del alma brotaban cascadas de cristal.

Yo la amé aquella noche cual la amo todavía

bajo el amparo tierno de sus pupilas, (Dios

descendió a nuestras almas). La luna se moría...

caía en lontananza con amoroso adiós.

Quién dijera entonces quien cantaba en la calma:

si el zorzal embrujado, o sí la embrujada alma.





         ¡CÓMO CANTAR, AMADA, TU TERNURA!


Cómo cantar, amada, tu ternura.

Cómo cantar los besos que nos dimos

aquellas noches solos en el parque.


¡Cómo cantar las horas que no vuelven!

Cómo decirte, amada: temo al tiempo

que destruye los nidos y las rosas.


Como hablar yo de ti sin recordarte

una pálida luna... una promesa...

y un sueño en que perdidos anduvimos.


Y cómo, aquella noche de tristezas

en que el viento pasaba sollozando

y la luna alumbrada nuestras lágrimas.


Cómo rezarte, amada, algunos versos

que tengan, la tristeza de tus ojos

y la blanda ternura de tus manos.


Sí siempre que recuerdo este cariño

pensando en una ausencia me figuro

un otoño, un jardín y un zorzal muerto.


Un jardín que está envuelto en fría bruma

y un zorzal que se ha muerto sobre un paño

de pétalos morados que se extinguen.


Cómo cantar, amada, nuestro idilio

sin temblarme la voz, sin una angustia,

sin asomarse el llanto a mis pupilas.





         EL SENDERO


¡Cuánta hermosura tiene este sendero!

Qué soñadora fuente donde caen

a perfumar el agua, los jazmines...

Con cada trino el alma me renace

y todo es un remanso alegre y fresco

que convida a seguir en el Viaje.

Oh, las rosas que mecen sus colores

en el viento ligero y tan suave,

y los nidos ocultos, nidos tibios

de las aves que vienen y que parten...

Olvidado de todo voy, iluso,

ignorando mis penas y mis males,

hacía el mundo sublime de mis sueños...

y mi verso se alegra, como un ave

y en la senda florida va cantando

con un canto que mi alma sola sabe.




         RETRATO

 

Mediano de estatura, es hombre entero.

La Cuesta, medio siglo va subiendo.

Moreno, pensativo. Persiguiendo

Pensamientos se torna diestro arquero.


Se pasea en la sala serio, austero.

Como quien algo grande va intuyendo

Se sienta, toma el libro, está leyendo;

No escribe, lee, fuma, placentero.


Buscando un argumento, algún motivo.

A su novela este hombre sensitivo.

Después va hacia la tinta o hacia fuera.


Y mientras la quieta hora lenta muere,

Allá al final conversa, cual si fuera

Hermano, con el hijo que lo quiere.




INDICE


Poeta Adolescente

Los Cantos Para mi Madre

Te puedes Imaginar Madre

Zorzal

Sonriendo

Sé por        lo Querías Tanto

Tu Rostro Inclinado

El Mismo Canto

El Bosque

Poema

Los poemas para Marila

Lo que amo de Ti

Fuiste siempre mi Vida

Recordando a M

El Tren

Poema


Melancolías

Tan viejo

El Día que vi el Universo

El Cortijo

Los Zorzales Perdidos

Tan Hermanos

El Violín Soñado

Poema Primero

Noche de Luna llena

Que puedo hacer Contigo Luna

Diez y Siete Años Después

Viejo Templo Derruido

El Perrito de Jesús

La torpe Paloma

Historia de un Niño que en Vez de Llorar Sonreía

Diálogo de Ausentes

Profundidad Mental extraordinaria

El Mundo, La Vida

Retrato

Me he Llenado al fin

Es el Alba, me dicen

A veces

Los Pájaros

Sin los Pájaros

Esta Noche

Oscuro Viento de Junio

Me Dueles en Todo el cuerpo

Noche muerta

Mirando una Fotografía de tu Juventud

Luna

Para Rodney

Mañana

Volvieron los Zorzales

Poema

Contrapunto

A José Luis

Con la Mano me Dices Adiós

Ese Día

Tu Perfume

Yo Veía un espectro

El Viento se Quiere Casar

Sollozo

Lluvia

Una Espectral esencia inolvidable

Novia de mi ayer

Una vez que no estabas conmigo


Algunos Poemas del Libro Extraviado

Luna de Invierno

Cómo Cantar, Amada, tu Ternura

Por este Dolor

El Sendero

Retrato

Por ella

Cómo no amarte tanto

Caso

Secretos

Tu Recuerdo

¿Dónde están?

El Espíritu Siente

De los Ojos tan lindos

Por el Sendero

Nocturnos de Abril

Nocturno I

Nocturno II

 

Sinfonías Íntimas

Déjame quererte

Siempre

Ven

Después de Ti

El País del sueño

Anhelo

Como te quiero

Llanto en la Ciudad

Su Balcón

La Ventana

Ruego






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Solo en exposición en la web
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Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
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