DOLOROSO SECRETO
Cuento de GLADYS DÁVALOS
Los pueblerinos idolatraban al padre Cleto, párroco de la comunidad. Eran devotos de la Virgen del Carmen, patrona del lugar. Ceferina y su marido Estanislao vivían al fondo de la casa parroquial. Se dedicaban a la limpieza y otros menesteres; tuvieron un hijo, Sixto, de diecinueve años, anhelaba ser médico. El cura párroco, decidió financiarle su carrera para que cumpliera su sueño, y así tendrían un doctor en la comunidad.
Como en toda ciudad del interior, cada año, la colectividad de la parroquia realizaba una gran celebración, la de la fiesta patronal. El bullicio transmitía alegría; la multitud se había reunido en el patio de la parroquia disfrutando de ese momento tan ansiado. Algunos se deleitaban con comidas típicas, otros no cabían en sí de gozo al participar en los concursos de los juegos tradicionales. Las mujeres vendían productos de su elaboración y la mayoría de los hombres jugaban a las cartas, aplacando con la bebida el frío de ese día.
De pronto, se oyeron fuertes gritos, un hombre tendido en el suelo estaba agonizando, las personas a su alrededor lo miraban consternadas; de su boca fluía abundante sangre, con mucha dificultad repetía: Ceferina… Ceferina… Llamaba a su esposa, con voz cada vez más apagada.
Ella llegó hasta él. De rodillas ante el cuerpo lo miró fijamente, con sus temblorosas manos extrajo el cuchillo incrustado en su abdomen y enfurecida lo clavó en la tierra, exteriorizando gran angustia por no sentir ya su aliento. Sentía su corazón desgarrado; tiernamente le acarició la barbilla, utilizó el ruedo de su vestido para secar sus lágrimas y fue frente al altar, ahí se puso a llorar pidiendo perdón, con insistencia. Afirmaba que ella debía haber muerto. Se acercó el cura, quien apoyando una mano sobre el hombro de la mujer, la consoló diciendo que no se afligiera porque Dios es misericordioso y Estanislao partió sin saber la historia.
Ceferina se retiró lentamente del lugar y llegó hasta su dormitorio. El remordimiento la aturdía, se tendió en la cama acongojada por la angustia, a pesar de sentirse un poco liberada del secreto que la consumía. Su hijo no quedó sin padre, sin embargo, él nunca tendría conciencia de esto, como así tampoco el sacerdote jamás pensaría en asumir su verdad.

Dibujo de Daniel Freire da Silva
Cuento Incluido en LA MAGIA DE LOS BÚHOS
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