QUÉ IMPLICA EL ESPÍRITU NAVIDEÑO
Por ILDE SILVERO
ilde@abc.com.py
¡Imposible sustraerse al espíritu de la Navidad desde hace semanas! Las luces, los arbolitos, los pesebres, los villancicos y el masivo bombardeo publicitario nos recuerdan que estamos en la fiesta mayor de la cristiandad al rememorar el nacimiento del Niño Dios en un establo de Belén hace más de dos mil años.
Una de las canciones más escuchadas proclama que es “noche de paz, noche de amor” y en las celebraciones deseamos que la paz esté con todos nosotros. La paz, qué palabra tan corta para expresar un ideal tan grande y profundo de la humanidad. Sin embargo, es una realidad esquiva que casi ningún pueblo posee en forma permanente. Las tensiones sociales y los conflictos armados nunca terminan porque la paz es hija de la justicia y esta es una meta en eterno proceso de construcción.
La justicia no consiste simplemente en dar a cada uno lo suyo, sino en dar a cada persona lo que le corresponde para vivir dignamente. La justicia no debe garantizar únicamente la paz por ausencia de conflictos armados, sino también que todos los ciudadanos tengan acceso a una educación básica, a una cobertura de su salud, a un techo bajo el cual cobijarse y a un trabajo que les permita mantener a sus familias.
Cuando deseamos a otros “que la paz sea contigo”, nos estamos comprometiendo a trabajar para que la auténtica paz sea una realidad en la vida de todos en nuestra sociedad. Así entendida, la Navidad no es solo un tiempo de fiestas, de villancicos, de sidra y pandulce, sino también un período de reflexión sobre por qué el espíritu navideño de paz y amor no constituye hoy una realidad concreta para miles de hermanos nuestros.
¿Qué nos falta para gozar de una paz genuina? Muchas cosas que claman al cielo por una solución: tierra propia para los agricultores, atención médica de las embarazadas, la desnutrición infantil, la alta deserción escolar, jóvenes que ni estudian ni trabajan, la situación de marginalidad de familias pobres, el desempleo, la carencia de seguro social, etc.
Estas situaciones de exclusión social y marginalidad de muchos de nuestros compatriotas constituyen en la práctica una forma de violación de los derechos humanos fundamentales y deberían ser enfrentadas con seriedad y responsabilidad por nuestras autoridades y por la sociedad civil en general.
Practicar el espíritu navideño regalando un pandulce y una sidra al recolector de basura no es suficiente. Hay demasiadas personas que sufren hambre y sed de justicia, que reclaman no lo que es suyo, pues nada tienen, sino lo que les corresponde acorde a su dignidad de seres humanos.
Ojalá que el espíritu navideño despierte en el corazón de nuestras autoridades nacionales, nuestros políticos y nuestras personalidades empresariales y sociales, por lo menos la conciencia de que el país no está bien, hay demasiadas penas y muchos platos vacíos en la mesa navideña.
Que nuestra ofrenda al Niño de Belén sea una firme y sostenida decisión de trabajar por una sociedad mejor, donde la paz sea una realidad gratificante y no solo un villancico entonado por los niños de la parroquia.
Fuente: ABC Color
www.abc.com.py
Domingo, 25 de Diciembre de 2016
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