ENRIQUE RIERA: EL CODICIOSO REPRESOR

Por BLAS BRÍTEZ

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La codicia forjó la historia del Paraguay, desde el principio. El afán de enriquecimiento súbito está ya en los aventureros y delincuentes comunes que llegaron con Alejo García, Juan de Salazar, Juan de Ayolas, Domingo Martínez de Irala y otros, en el siglo XVI. Buscaban un camino hacia “el oro del Perú”, desencantados de entrada por la ausencia de metales valiosos bajo el confín mediterráneo al que llamaron Paraguay. Huelga decir que dicho camino terminó sembrado de dorada fantasía y violenta muerte. Centurias después, dorada fantasía de la codicia fue la que persiguió en Asunción: Enrique Riera Escudero.

La búsqueda de tesoros enterrados es, según el escritor Carlos Villagra Marsal (1932-2016), la “gran distracción nacional”. Contrariamente a lo que se cree, la legendaria actividad paraguaya no principia al culminar la Guerra Grande (1864-1870), sino hacia fines de la Colonia, con la expulsión de los jesuitas (1767) y la persecución de sus riquezas supuestamente escondidas. Pero, tras aquel brutal conflicto internacional, las leyendas en torno a la “plata yvyguy” adquieren proporciones tan fantásticas que, en Europa, llegan a inspirar la pluma pulp fiction del popularísimo Emilio Salgari, quien en 26 entregas semanales publicó El tesoro del presidente del Paraguay (1894).

En la alta noche del 8 de agosto de 2006 —porque estas cosas en Paraguay, como los golpes de Estado, se hacen convenientemente a oscuras— un vecino vio máquinas cavando la tierra con ruidoso misterio en el Parque Caballero. Tras una denuncia a la Policía y la comprobación de estos movimientos sospechosos, se supo que, con la estricta y solapada anuencia del entonces intendente asunceno Riera, hombres apoyados en la última tecnología estaban buscando con desusada prisa el tesoro del fundador del Partido Colorado, de quien dio nombre al Parque que fue su residencia hasta su muerte, en 1912: Bernardino Caballero.

El ganadero-intendente Riera había firmado un contrato secreto en nombre de la Comuna con ciertos buscadores —entre los que había, además de un ministro de la Corte y el titular del Tribunal de Justicia Militar, algún que otro ex compinche sanjo del propio Riera—, quienes aseguraban haber encontrado un antiguo mapa embutido en un palo de tacuara no menos antiguo. Ya decía el escritor y paraguayólogo Helio Vera: “un análisis de la cultura paraguaya y en ensayo de paraguayología estarán siempre rozando lo fantástico”.

Sin embargo, aquí acaba lo estrictamente “literario” de la codicia “aventurera”, de quien ha sido anunciado esta semana como ministro del Interior del gobierno que asumirá en agosto próximo. Es su antecedente menos nefasto en el manejo de la cosa pública.

Durante su intendencia, como se sabe, fue el principal responsable político —que no jurídico, según la benévola Justicia colorada que lo sobreseyó— de la muerte de más de 400 personas en el incendio del Supermercado Ykua Bolaños, en 2004.

En este mismo cargo, un año antes fue el impulsor del edicto que limitaba el horario de apertura de locales nocturnos, lo que tuvo como base no solo un desprecio moralista por el esparcimiento juvenil, sino tuvo como consecuencia el aumento de la inseguridad y del desempleo, de la clandestinidad y del abandono de la vida nocturna de la capital.

Como ministro de Educación, abrió las compuertas del Ministerio al poderoso lobby religioso que, mediante la resolución 29.664 de 2017, prohíbe cualquier perspectiva de género en la educación de por sí discriminatoria que existe hasta hoy.

En 2021, y como broche obviamente de oro para él y sus otros secuaces latifundistas, el senador elevó las penas por invasión de inmueble, convirtiéndola en un crimen, reprimiendo jurídicamente y de antemano las luchas sociales, limpiando a tenedores de tierras malhabidas.

El codicioso abogado de la represión cartista será el responsable del garrote en el cuidado de los intereses del crimen organizado a que su sector y su partido son afines. Otra cosa nunca supo hacer, en realidad.