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BLAS BRÍTEZ
  EL VÍNCULO DE TODOS LOS VÍNCULOS - Por BLAS BRÍTEZ - Viernes, 14 de Abril de 2023


EL VÍNCULO DE TODOS LOS VÍNCULOS - Por BLAS BRÍTEZ - Viernes, 14 de Abril de 2023

EL VÍNCULO DE TODOS LOS VÍNCULOS


Por BLAS BRÍTEZ

 

bbritez@uhora.com.py

En sus Manuscritos económico-filosóficos, el joven Karl Marx definió el dinero como “el vínculo de todos los vínculos” en las sociedades capitalistas. No había redactado aun el Manifiesto Comunista con Friedrich Engels, ni empezado siquiera las notas para El Capital, pero aquel hombre de 26 años entendía meridianamente que el mayor poder simbólico del capitalismo, su más denso legado antropológico, radica en la conversión del dinero en privilegiado “alcahuete” de las relaciones no solo entre el ser humano, la naturaleza y las cosas creadas por él, sino entre aquél y su semejante.

Imbuido todavía de los ecos del romanticismo alemán, viviendo en París donde había quedado prendado de La situación de la clase obrera en Inglaterra de Engels, se suele afirmar que Marx tuvo allí su primer sustancioso encuentro con la economía. Del inconcluso proyecto de escritura de folletos que planeó –en torno a la moral, el derecho y la política– solo llegó a completar unos 120 pliegos sin la estructura final de un volumen coherente. Recién casi un siglo después, fueron aglutinados en la desaparecida Unión Soviética.

En el breve texto “El poder del dinero”, Marx dice que el dinero es lo que “transustancia mis deseos en seres de la imaginación”, una de las mejores definiciones hechas jamás de él. Que es el objeto por excelencia, porque puede comprar todos los objetos, es la primera gran verdad en este asunto. La segunda es que para hacerlo necesariamente transforma las cosas, las personas, las relaciones entre estas y con aquellas. La metamorfosis deviene teología entonces, pues el dinero se convierte así en la mercancía de las mercancías, en Dios universal, Dios único y visible. “Una fetichización teologizante”, describe Jacques Derrida en Espectros de Marx. Para ejemplarizar esta conversión divina, el filósofo alemán recurre a uno de los autores que más le enseñó dramáticamente sobre el dinero: William Shakespeare.

Una de las obras del poeta inglés más citadas por el fundador del comunismo es Timón de Atenas. Y lo es porque, junto con El mercader de Venecia, es la pieza shakesperiana más entroncada en su trama con el asunto del dinero. Escrita hacia 1608, se suele coincidir en que Shakespeare dejó su escritura a medias como a medias quedaron los Manuscritos, completada por otros. Aquí Timón es un rico acostumbrado a dar recepciones fastuosas, sitiado por adulones. No sabemos cuál es el origen de su fortuna, aunque parece tener relación con el uso de la tierra. Cuando se arruina, sus acreedores comienzan a acosarlo y se retira a vivir a los bosques. Desde allí profiere desesperantes anatemas, insultos, quejas contra el apego al oro. Un pasaje de la obra es citado extensamente tanto en los Manuscritos como en la Contribución a la crítica de la economía política: “¡Oro!, ¡oro maravilloso, brillante, precioso! ¡No, oh dioses,/ no soy hombre que haga plegarias inconsecuentes! (¡Simples raíces, oh cielos purísimos!)/ Un poco de él puede volver lo blanco, negro; lo feo, hermoso;/ lo falso, verdadero; lo bajo; noble; lo viejo, joven; lo cobarde, valiente”.

Esta desatada imprecación contra el “amarillo esclavo” resume el efecto sorprendente del dinero: El cambio especular que ejerce sobre lo real. Vuelve “lo blanco, negro; lo feo, hermoso;/ lo falso, verdadero; lo bajo; noble; lo viejo, joven; lo cobarde, valiente”. Además, muestra la doble transformación de su poseedor: primero es un “amarillo esclavo” que adquiere felicidad pintado con el color del ídolo metálico; pero, desposeído de su influjo, se convierte en un misántropo febril que lo insulta, y con él a “toda la multitud de las naciones”, a la humanidad entera arrodillada ante su poder.

En la gran ópera surrealista de Bertolt Brecht y Kurt Weill, Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny, todo está permitido, excepto no tener dinero. Su no posesión dramáticamente se traduce, en esta entretenida ciudad-trampa erigida en el desierto, en teología que inhabilita el placer, en sacrificio propiciatorio: En la silla eléctrica cotidiana de nuestros días.


Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Viernes, 14 de Abril de 2023

www.ultimahora.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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