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BLAS BRÍTEZ
  ESOS SON LOS QUE YO - Por BLAS BRÍTEZ - Viernes, 11 de Diciembre de 2020


ESOS SON LOS QUE YO - Por BLAS BRÍTEZ - Viernes, 11 de Diciembre de 2020

ESOS SON LOS QUE YO


Por BLAS BRÍTEZ

 

bbritez@uhora.com.py

En el primer discurso pronunciado por el general Rodríguez en la Junta de Gobierno del Partido Colorado tras haber derrocado a su consuegro fue donde el todavía presidente provisional del Paraguay informó, de manera oficial, el cambio obligatorio que debía operarse en la vetusta “asociación de hombres libres” a la que, según aseguró, pertenecía y se dirigía aquel 10 de marzo de 1989.

Paradójicamente, el cambio de chip —lo que con precursora metáfora informática el sociólogo Mauricio Schvartzman llamó “actualización del sistema”— no era una mutación ideológica, una alteración genética colorada, sino una simple trampa del lenguaje, un mecanismo. Una trampa que, como todo lenguaje político, tiene sus consecuencias sociales.

En la Junta, Rodríguez aseguró que el golpe había sido la “interpretación de la voluntad popular” que deseaba “el cambio y la democratización del país”. Una vez más, la Asociación Nacional Republicana se erigía de esta forma en la supuesta primera intérprete de los malestares de la comunidad, de este país al que había condenado (durante treinta y cinco años) a la humillación de un silencio de entorchados y ensotanados, a la desaparición fantasmal, a la abyección de la obediencia y de la delación, según su cíclica y peculiar interpretación de la “voluntad” colectiva.

El milenario significado de la palabra intérprete está referido a las transacciones comerciales, a las negociaciones, a las intermediaciones. La millonaria magia del lenguaje, de la ideología, trueca así al Partido Colorado de victimario en salvador de sus propios ultrajes.

Una asociación de sicópatas libres parece ser la de la calle 25 de Mayo. Habló de unidad hace sesenta y cinco años en Cerro León, cuando entronizó a “una camarilla prepotente y rapaz”, como definió el stronismo don Andrés el 1 de abril siguiente, en la apresurada convención extraordinaria de su partido, previa a las elecciones del 1 de mayo. Aquello —dicho sea de paso— fue una especie de mediocre parodia a lo paraguayo del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, donde Jrushchov denunció los crímenes de Stalin. ¡Oh, paradojal y sorprendente anticomunismo autóctono! De aquella misma camarilla se desligaron y la destronaron, como si nada, sus viejos y leales amigos de unas horas antes del 3 de febrero de 1989, para seguir vindicando, curiosamente, la unidad granítica dramáticamente imposible ahora a causa del parricidio cometido.

El obsceno dualismo de la personalidad de Andrés Rodríguez, del Partido Colorado, de nuestras élites, sus mejores trampas del lenguaje, fue mejor expresado en sus discursos a los correligionarios, a los caudillos y dirigentes de base, al peonaje cautivo y sediento en la campaña electoral de 1989. Aquel abril otoñal de súbitos sepulcros blanqueados, según la extraordinaria y siempre viva metáfora del nazareno, fue apoteótica en trampas lingüísticas y de otra índole.

Los discursos que visiblemente le habían sido escritos a Rodríguez eran pronunciados en castellano correcto, en Asunción, en las cabeceras departamentales. Los improvisados eran dichos en guaraní, en pequeños mítines de la Gran Asunción, en los pueblos, en el Mercado 4. En castellano, las promesas de tolerancia política; en guaraní, “comunista añoite jaipe’a vaera ñande apytegui”. En la lengua de quienes trajeron la cruz y la espada, el respeto por las urnas; en el guaraní mestizo, legible, “rebenque vevepe ñagata hina la elección”. El discurso para la “actualización del sistema”, en castizo español; el de su perpetuación, en vibrante, espontáneo guaraní.

Sin embargo, el primer discurso de todos, el más elocuente, es el de la madrugada del 3 de febrero, el fundacional. En la proclama de los alzados se resume, con sinceridad después acicalada, toda la programática vigente del coloradismo: dignidad y honor para los militares; unificación de la ANR “en el gobierno”; defensa de “nuestra religión cristiana, católica, apostólica, romana”.

El convidado de piedra, a regañadientes, desde entonces y hasta hoy, fue el “respeto a los derechos humanos”: la concesión política a la “actualización del sistema”. La vilipendiada caja de Pandora del coloradismo.

“Esos son los que yo les estoy ofreciendo”, resumió generoso el evangelista Rodríguez en aquel amanecer de febrero, literal y figurado, con cacofónica, profética poesía.


Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Viernes, 11 de Diciembre de 2020

www.ultimahora.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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