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BLAS BRÍTEZ
  EL INCULTO DE LAS CIUDADES - Por BLAS BRÍTEZ - Viernes, 17 de Abril de 2020


EL INCULTO DE LAS CIUDADES - Por BLAS BRÍTEZ - Viernes, 17 de Abril de 2020

EL INCULTO DE LAS CIUDADES


Por BLAS BRÍTEZ

 

bbritez@uhora.com.py

No pocas veces, los personajes de ciertos cuentos y novelas de Rubem Fonseca practican el diálogo en la cama.

Antes, durante o después del acto sexual y aun sin él. Pueden ser palabras mínimas, monosilábicas o incluso un populoso silencio el que haya entre dos criaturas de Fonseca, a veces visiblemente desencontrados en otro ámbito que no fuera el de la habitación. Puede haber amargura entre sus sábanas, furor y desesperación en narraciones secas y, a la vez, filosóficas. Pero lo que no faltará es la palabra planeando sobre sus personajes, como un vínculo de la especie igual al sexo. El escritor llena los cuartos de un secreto lenguaje que a la vez es cuerpo fundido en otro. El gran crítico Antonio Cándido, longevo como el narrador nacido en Minas Gerais y malcriado en Río de Janeiro, hizo una precisión lingüística que interesa a la cama, a la cultura contemporánea metida en ella y en las obras de Fonseca: Este otorgó una voz literaria, llena de matices, a los “incultos de las ciudades”. Esa población tan fácilmente condenada y carcelaria, en la vida real y en los dramas detectivescos del autor de El caso Morel, es gente que practica la esperanza momentánea del erotismo en un mundo de antemano en ruinas.

Esta es una de las marcas del escritor brasileño. Murió el miércoles pasado, en esa Río de Janeiro que hizo suya en la vida diaria y literaria, hasta los 94 años. La otra es la del mal. La de las mezquindades y dobleces de la vida más allá de las cuatro paredes, casi siempre homicidas. En los libros de Fonseca abundan, entonces, el placer y la muerte.

Augusto Roa Bastos definió la novela detectivesca como aquella en donde se trata de deshacer entuertos de un “núcleo malvado”. El mal suele ser el protagonista principal y dominante de las historias del brasileño, a menudo narradas desde las técnicas del policial. Ese “núcleo malvado” es, tanto en él como en Roa Bastos o en Roberto Bolaño, la violencia sin término en una sociedad trastornada por la corrupción moral y política, por la conspiración permanente del poder para su propio beneficio, por el fatal destino de los que viven a salto de mata.

Como en Jorge Amado, la ralea más baja del hormiguero humano puebla los relatos de Fonseca. Pero a diferencia del autor de Gabriela, Clavo y Canela, aquel pasea por sus páginas también la “alta cultura” y mezcla mundos irrebatiblemente, con pericia jurídica de alguien que estudió Derecho Penal. Pero no solo eso (y en esto Fonseca constituye un caso tal vez único en la literatura contemporánea, por lo menos a su nivel): Él mismo fue policía.

Con el fondo de los hechos que desembocaron en el suicidio de Getulio Vargas en 1954, Fonseca escribió una de sus más inolvidables novelas: Agosto. Trepidante y reveladora, allí un personaje secundario informa al comisario Mattos que un jefe de la policía política ha decidido colocar en la nómina de pagos a los soplones. Fonseca entonces pone en boca de ese subordinado una reflexión breve y actualicísima en nuestra época de la delación premiada y de la modelación de la vida por el dinero: “(...) Antes, cuando las autoridades lidiaban con delatores, sentían repugnancia; hoy día ni siquiera sobrevive ese sentimiento”.

Vastas emociones y pensamientos imperfectos, una novela que lo lleva a salir del Brasil y adentrarse en la Alemania comunista, tiene posiblemente las más hermosas páginas escritas sobre su región natal, Minas Gerais, y sobre la indómita Belo Horizonte.

Es también un homenaje alucinante a Isaac Babel y al cine, en donde fue guionista. Allí, por ejemplo, un personaje recuerda algo que se le agradece: “El doblaje de películas, como regla general, se hizo por primera vez en la Italia de Mussolini. Una cosa fascista”.

Aunque Fonseca creía en la estrategia del amor para la vida y la literatura, su pesimismo y su ironía eran su memento mori, su recuerdo de la muerte que le ha llegado a un mes de los 95 años.


Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Viernes, 17 de Abril de 2020

www.ultimahora.com



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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