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BLAS BRÍTEZ
  PUERTO DIANA Y LA MALDICIÓN DE NEMUR - Por BLAS BRÍTEZ - Viernes, 31 de Mayo de 2019


PUERTO DIANA Y LA MALDICIÓN DE NEMUR - Por BLAS BRÍTEZ - Viernes, 31 de Mayo de 2019

PUERTO DIANA Y LA MALDICIÓN DE NEMUR


  Por BLAS BRÍTEZ

 

bbritez@uhora.com.py

Los anábsoro no tenían cara y eran semidioses poderosos que caminaban imponentes sobre la tierra. Mujeres fueron quienes en la noche de los tiempos contactaron por primera vez con ellos, en los montes del Chaco. Convivieron con los humanos, quienes aprendieron de ellos lo que hasta hoy saben de la caza, de la profundidad mistérica de los rituales. Hasta que un día el equilibrio se rompió, con la rigurosidad mortal de los ritos iniciáticos. Entonces hubo que librarse de los anábsoro.

Ashnuwerta —una semidiosa que optó por los humanos— señaló a los ishir el sitio exacto en donde aquellos seres excepcionales eran vulnerables: los tobillos. Así, quienes les habían enseñado a cazar fueron, a su vez, cazados. Menos uno: Nemur, el señor de los bosques. En su huida presurosa, tras él hizo surgir de un caracol el río Paraguay, para que se interpusiera entre él y sus perseguidores. Y dejó una maldición: las enfermedades, el hambre y las guerras extinguirían a los ishir si no guardaran apego a la sabiduría de los ritos y de la naturaleza. Para hacer frente a la maldición, era necesario que las mujeres no se enteraran de la aniquilación de los anábsoro, para lo cual los hombres debían tomar el lugar de aquellos con máscaras en el rito.

Esta ficción enmascarada dentro de la ficción mítica es la que se escenifica cada año entre los ishir, en la ceremonia de alegría y duelo que llaman Debylyby: la memoria viva de un pueblo emparentado lingüísticamente con los ayoreo y dividido por imperio de la historia en dos grupos. La historia como imposición, por supuesto.

Los tomáraho, por un lado, se han resistido al contacto con los blancos y han preservado con celo sus historias y sus formas de vida en medio de la selva. Los ebytoso, por el otro, habitan la ribera del río que hizo brotar Nemur, como si vivieran de su maldición. Se han adaptado desde la penetración religiosa y la apropiación sistemática de sus tierras. Viven de la pesca y del peonaje en estancias. Nadie puede asegurar que, como en los inicios de la industria taninera chaqueña, los ebytoso no sigan siendo hoy mano de obra esclava.

Pero de la esclavitud indígena en el Chaco —disfrazada de informalidad o de precarización laboral— no se habla demasiado. Ni siquiera cuando saltan a la palestra mediática futbolistas ishir no profesionales del Sport Puerto Diana. Ayer disputaron en Itauguá su primer y único partido en la Copa Paraguay. Antes fueron recibidos por el presidente y mimados por el entorno del fútbol. Tratados, finalmente, con una indisimulada condescendencia. Como a seres exóticos.

Distante unos pocos kilómetros del casco urbano de Bahía Negra, Puerto Diana tiene más de un millar de habitantes y fue fundada hace 114 años. Mucho menos años tiene el club, apenas 11. La fecha de su fundación es sugestiva: nació un 12 de octubre.

En setiembre del año pasado, el periodista Aldo Benítez visitó Bahía Negra y publicó un reportaje en la web futbolera Cancha Chica, donde narró el día a día de los y las futbolistas (porque entre los ishir, el fútbol femenino está a la par del masculino) y el tipo de lances a que están más acostumbrados: cuatro de las cinco comunidades indígenas viven acogotadas por la usurpación o el aislamiento de sus tierras por latifundistas paraguayos y brasileños. Cada cierto tiempo vienen a Asunción con sus reclamos, rutinariamente desoídos. Y sin las cámaras que hoy resaltan lo “llamativo” de ver jugar al fútbol a quienes, como la gran mayoría de este país, le pelean a la pobreza y a la exclusión porque ese es el verdadero partido.

Antes del juego, en su cuenta de Twitter, el club dio a conocer lo que llamó su Piel de Leyendas: su camiseta verde y naranja aprovecha sus números para explicar algunas cosas sobre ellos. La número 1 dice: “1 escuela para toda la ciudad”. La 3: “3 días para llegar a Bahía Negra”. La 10: “10 horas de pesca por día”. La 13: “13 jugadores son pescadores”. La 25: “25 mm de lluvia y nos quedamos sin rutas”. Es casi un diagnóstico.

Perdieron sin objeciones contra Sol de América de Pastoreo (Caaguazú): 16 a 3. Pero el primer gol ishir, cuando ya iban tres del otro equipo, fue festejado por Junior Barboza subiéndose a las alambradas, frente a su público. Con júbilo inédito.

Creo que no hay ningún tomáraho —quienes mejor han atesorado las historias ishir— entre los atletas de Puerto Diana. Cuando hace un par de años la poeta Lia Colombino visitó esta ciudad para una reunión de la Unión de Naciones Indígenas Ishir, consultó con un anciano por qué aquellos que viven en Puerto María Elena no participaban de ella: “Ellos no juegan pelota”, contestó. Los tomáraho, quiso decir, “no negocian ciertas cuestiones”.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Viernes, 31 de Mayo de 2019

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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