En algún lugar, en el interior de un distrito del departamento de Caaguazú, en Paraguay, Alfonso devoto y crédulo de una leyenda popular que habla de incontables tesoros enterrados en aquel doloroso pasado bélico de su país, emprende la búsqueda de lo que él cree, es nada menos que “Plata Yvyguy”. El camino está lleno de dificultades, de dolor, de realidad, hasta que Alfonso halla su tesoro, pero se le es arrebatado de las manos por el mismo ladrón que también acaba con la vida de su hermano.
Frustrado y decepcionado, decide ir a Coronel Oviedo en busca de una forma nueva de sobrevivir y por sobre todo lejos de la maldición que rodea los tesoros enterrados, y los malos recuerdos que conllevan.
Siete años después, en consecuencia de todo lo vivido, Alfonso es un reciclador en el vertedero municipal, casi un fantasma viviente que deambula la ciudad de noche en busca de latas vacías, enamorado de una prostituta de la quien cree también recibir amor.
Sin haberla olvidado y perseguido por ella, aunque sin saberlo, un día la maldición regresa y otra vez Alfonso ve ante sus ojos la oportunidad de hacerse con el tesoro, al enterarse de esto, la prostituta acompañada de un tercero, buscan aprovecharse de él y quedarse con el botín, lo que no sospechan es que el dueño original del tesoro no permitirá que esta vez su antigua riqueza caiga en manos equivocadas.