Gumersindo Ayala Aquino y Ester López se casaron en 1963 en San Pablo, Brasil. Tras el retorno de ella a Asunción, nació la inspiración del músico-poeta.
El 29 de febrero de 1972, en el Instituto de Previsión Social (IPS), fallecía uno de los grandes de la música y la poesía paraguayas: Gumersindo Ayala Aquino. Había nacido, en Villarrica -a la que dedicó, con este nombre una guarania de singular belleza- el 13 de enero de 1910.
"Era un gran artista, un hombre bondadoso, muy correcto y pulcro. Cuando salía de casa, vestía siempre de impecable traje oscuro. Al cuello llevaba un moño que era como su signo de identidad", lo recuerda su viuda la profesora jubilada Georgina Ester López.
"Lo conocí por pura casualidad cierto día en que fui a Capiatá a un almuerzo en la Alfarería Guida. A los postres, la dueña de casa -que era mi directora en la escuela General Díaz, de Asunción, donde yo ejercía como maestra de grado- me pidió que cantara. Y a uno de los invitados que recitara. El recitador era el poeta y músico Gumersindo Ayala Aquino, que acababa de retornar al Paraguay para quedarse definitivamente", rememora sin prisa doña Ester.
Para él, que había corrido mundo -con el Trío Guaireño realizó presentaciones en México y otros países para radicarse, por algunos años, en Venezuela-, mirar a la joven docente y enamorarse de ella fue parte de una misma ráfaga de inspiración.
"Al despedirme, sin que me diera cuenta, el se dispuso a acompañarme. Con el correr de los días me llamaba en la escuela, en el recreo. Luego, cuando salía para ir a estudiar en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional -que entonces funcionaba donde hoy está el Colegio Presidente Franco, en Nuestra Señora de la Asunción y General Díaz -, siempre me acompañaba hasta mi lugar de estudios. Previamente tomábamos un cafecito en el Lido Bar", sigue desgranando recuerdos.
El romance parecía desplazarse por un diáfano valle de felicidad en aquel invierno de 1963. La apariencia, sin embargo, no se parecía a la realidad tal como muchas veces sucede.
"Yo no le había dado el sí... porque había un problema: yo estaba de novia y comprometida en casamiento con un muchacho de Arroyos y Esteros. Cuando estuve segura de mi nuevo sentimiento, me fui junto a él a deshacer el compromiso. Al volver, al día siguiente, Gumersindo ya pudo llegar a la casa de mis padres en Asunción".
AMOR Y OMAR KHAYYAM EN GUARANÍ
De ahí en más, todo fue rápido. Él tenía 20 años más que ella... pero, ¿eso qué importaba si Cupido había disparado su flecha certera al corazón de ambos?
"El 18 de diciembre del '63, en San Pablo (Brasil) nos casamos. Él estaba allá porque estaba embarcado en la edición de los poemas del poeta árabe Omar Khayyam,
que tradujo al guaraní. Como yo estaba de vacaciones ya en la escuela, viajé y en una ceremonia muy íntima celebramos nuestro matrimonio. Me quedé con él dos meses y luego volví para el inicio de las actividades escolares de 1964", continúa relatando la profesora.
Al quedarse solo en un frío departamento de la inmensa ciudad industrial brasileña, Gumersindo sintió que toda la soledad del universo se volcaba sobre él. "Mientras yo retornaba a Asunción, él escribió Ndavy’aigui apurahéi, una canción que grabó el Conjunto de Papi Meza. Según me contó cuando un tiempo después vino junto a mí, ya pava quedarse hasta su muerte, en una hora más o menos completó la letra y la música. Al llegar, me hizo escuchar y me llené de emociones", añade doña Ester.
"Nuestra familia pronto se agrandó con la venida de nuestros hijos: Francisco Solano, Víctor Paraguay y Gumersindo Jorge", concluye, no sin antes recordar que hoy, a las 19:00, en la iglesia de la ciudad de San Antonio, habrá una misa en memoria de Gumersindo Ayala Aquino.