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MARIA LUISA ARTECONA DE THOMPSON (+)
  CUENTOS Y POESÍAS - Obras de MARÍA ARTECONA DE THOMPSON


CUENTOS Y POESÍAS - Obras de MARÍA ARTECONA DE THOMPSON

CUENTOS Y POESÍAS

Obras de MARÍA ARTECONA DE THOMPSON



MARÍA LUISA ARTECONA DE THOMPSON (Guarambaré, 1927 - Asunción, 2003)

Poeta, cuentista y dramaturga. Licenciada en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, María Luisa Artecona de Thompson cul­tivó primordialmente la literatura infantil. En 1965 fue galardonada con el Pre­mio Doncel de narrativa infantil. Entre sus obras publicadas se destacan: El sueño heroico (1963), Canción para dormir una rosa (1964), Cartas al señor sol (1966) y El canto a oscuras (1986). Posteriormente publicó La flor del maíz: Calendario escolar paraguayo (1992) y una voluminosa Antología de la litera­tura infanto juvenil del Paraguay, también aparecida en 1992. Tiene además muchos cuentos y poemas dispersos en periódicos, revistas y antologías litera­rias locales y extranjeras.

 


EL ÁNGEL GUARDIÁN DE LA AMAPOLA



A Isabelino Bogarín, lustrabotas


Antes de que se inventaran los jardines, las plantas vivían felices en cualquier parte.

Si alguien quería una plaza para poner hamacas y balancines, senci­llamente tejía metros de fibras para piola y cerraba una parte del terreno dentro de un cuadrado, un rectángulo, un triángulo, un círculo, y ya esta­ba. Estas cosas podían hacerse porque todas las plantas tenían sus Ánge­les Guardianes visibles. Y si alguien pedía una plaza se reunía la Comi­sión Central de Guardianes Angélicos, gente buenísima que estaba acos­tumbrada a escribir sí sobre una flor del aire, y ya podía correr la piolita repasando su lección de geometría.

Cuando las plantas formaban la plaza, dejaban fuera de ella a sus Ángeles Guardianes, quienes se veían obligados a alquilar caracoles va­cíos, semillas redondas, semillas ovaladas, troncos huecos o nidos vacíos, para pasarse la vida cuidando su árbol, su flor o su fruta preferida. Tele­grafiaban al sol, a las nubes, a la humedad, a la llovizna, a la lluvia. Hablaban por teléfono a los mares de la luna, importaban insectos útiles, enemigos de plagas, savia ascendente y descendente.

En fin, se ocupaban de la felicidad de sus plantitas y para eso no dejaban quieta ni la tierra, ni cl cielo, ni las estaciones rastreadoras de satélites. Porque hay que hacer justicia, por lo menos para que esta pala­bra no se apolille en los rincones de las casas. Cuando el hombre descu­brió o inventó jardines, importación, exportación, teléfono, telegrafía,  satélites y compañía, la Central de Guardianes Angélicos, ya los conocía de memoria.

El cuento empezó un día en que un señor platudo -no contento con  tener un patio-, quiso tener una plaza triple a orillas de la margen derecha  del río Paraguay.

Entonces junto a una casita de la ribera- se reunieron los Ángeles  Guardianes de los vegetales de la zona, y ya estaban trazados los límites  de la plaza, cuando despertó Isabelino Bogarín y entre dormido y despierto salió de su pobre casa de madera. La Central de Guardianes, tuvo que  pedirle permiso, para usar la tierra de las plantas de su casa. Isabelino no entendía estas cosas. Le daba lo mismo tener o no tener tierra y vivienda.  Estaba acostumbrado a vivir en la calle.

Tranquilamente, también escribió sí sobre la flor del aire.

Le gustó la idea de vivir en una casa con plaza privada a orillas del río Paraguay.

Después de escribir el sí, tomó su cajón de lustre y se perdió por un caminito cuesta arriba. Cuando volvió por la noche ya estaba la plaza y su casita, justo en el lindero.

Mientras tanto todos los Ángeles Guardianes, buscaron domicilio y se instalaron. No quedaron locales desalquilados y hasta hacia falta una casa para Florecita, el Ángel Guardián de la amapola silvestre.

Florecita dio vueltas por el campo durante varias horas, sin encontrar  sitio. Finalmente le sorprendió la noche con cara de tormenta, y antes de que cayeran las primeras gotas, un viejo cáliz le ofreció su techo y allí se refugió.

Lo malo es que se le mojaba mucho el vestido y la cesta donde guardaba los elementos de la naturaleza para embellecer las flores. Co­menzó a estornudar. Entonces una margarita y un hongo se deslizaron por  entre las piolas de la plaza. Entraron a la casa de Isabelino. Abrieron la caja de lustre. La barrieron a soplos y allí instalaron a Florecita.

Tiempo después, una mañana de setiembre, Isabelino tomó su cajón,  se lo echó al hombro y salió, era primavera, en el viento de la calle el cajón comenzó a florecer y desde entonces, Isabelino lustra zapatos y al mismo  tiempo vende a los transeúntes, cientos, tres veces cientos de amapola y  de clavel.


DE: Peldaños de papel: Cuentos para niños y adolescentes

(Asunción: Escritoras Paraguayas Asociadas, 2002)

 


EL SUEÑO HEROICO


En los estrados de la tarde en marcha,

he de surcar los mares de tu gloria

como si fueses hijo de mi entraña,

capitán de la noche de los Andes.

 

Miro empaparse el horizonte rojo

con la lava inmortal de tus memorias;

corre el girón de tu bandera libre

desde la estrella al árbol de la tarde;

y crece la raíz de tu bravura

en el vértice voraz de historia y alma.

 

Se despliegan las páginas sublimes

de tu diestra de hombre y de guerrero.

Corazón de aguerridas vestiduras

ensalzaron el salmo de tu nombre.

Cumbre de espada y espada siempre en cumbre,

eres la llama de estas patrias nuevas.


Sangre de veneradas madres puras

llevaste entre tus huesos libertarios,

y esos hijos labraron con su esencia

el fecundo trigal americano.

Cadencia de tus honras,

fue el pan divino de la gesta nueva.

 

Cayó a tus ojos el fatigado lirio

de la espada de aceros enemigos;

y así el raudal crujiente de tus huestes

cruzó la viril Esparta de los llanos

y transformó en muros las montañas.

Libertador: la suma de los nombres

donde se sacia el grito portentoso

de la anhelante ambrosía del hombre;

iluminada libertad gloriosa

que se encarnó en tu entraña

de roble y oro, de esperanza y canto.

 

Liberador, la llama de tu escudo

flamea en ondulante pendón de espiga sana;

no hay verbo que se encumbre más allá

de tu gloria, ni imagen peregrina

que recrudezca la estirpe de tus mandos.

 

Sólo el espíritu fuerte de dilecta armonía

transpasa la ultratumba de los entes mortales;

tu escudo es el compendio de la inmortal hartura

que ansía el hombre nuevo, pretérito y futuro.

 

Viril Libertador del cielo de estos mundos

donde se espeja el caudaloso azul del firmamento,

que en la quietud del valle calca el agua

y en la altura del árbol labra su himno

de inmarcesibles tardes nacaradas.

 

Desde allí miro alzarse tu estatura,

jamás inmensa como en esta hora

de opresoras cadenas y dolores.

 

Es perentorio el grito de tu espada,

Simón, el Cirineo que empuñó tras la cruz

americana, el angustioso instante de otro Cristo,

llama de tierra y sol de meridiano.

 

Vibra tu nombre ya en la sacra esfera

de la tierra fecunda y promisoria;

te enarbolan ciudades y estatuarias

sin que ningún extraño dogma impuro

se atreva a derribar el pendón puro

de la verdad que con tu ardor fundiste.

 

Heroísmo, firmeza y sentimiento,

fe en el poder de la justicia exacta,

nivelaron los mares de tu sangre

con diadema de cíclopes ignotos.

 

Tiempo augusto y lozano de la hazaña,

tu mano en alto sólo besa el aura

donde el alma inmortal en Dios existe.

La estrella vésper de tu añeja espada

-sabor de sangre y eslabón de amores-

se descuelga del cielo por las tardes,

mendicante del pecho de un guerrero.

Apenas la potestad del pensamiento

puede rozar tu historia en cuerpo y alma.

Ni tan sólo la hondura del poema.

Ni tan sólo el espíritu de sus formas.

Ni el ánfora del sol,

ni el plenilunio, ni la amapola,

ni su sombra, en vano.

Ni el vértigo sin cuerpo,

ni la intangible claridad del agua

donde derrama el viento sus campanas.

 

Ni el nombre.

Sólo estás en la estela libertaria

que el mar ensaya para asir la estrella.

 

DE: Voces femeninas en la poesía paraguaya, edición de Josefina Plá ,

Asunción, 1982. También publicado en la Revista Ñe-engatú,

Año XXIX, N° 172, Marzo de 2011.

 


ESTROFAS PARA AMÉRICA

Sobre la lumbre plata de los ríos,

bajo la estancia de las frondas verdes

está tu corazón de tierra y sangre

brotando hacia la luz de nuevos hombres.

 

Flameas en el espíritu del mundo

con todos los pendones desplegados

en un anhelo de esperanzas hondas

por conquistar tu libertad de espiga.

 

Tu sueño palpitante está en los surcos

de las carnes morenas de este suelo,

en el hierro, canción de los arados,

en la palabra pura de los niños

y en la sacra bandera de tus bronces:

escuela, Cristo, libertad o tierra.

 

Desde las gemas de Isabel Católica

brillante estás como señera estrella

hacia un Belén de paz y de concordias

que deribe el martirio de las aneas,

vínculos de la impiedad y el egoísmo.

 

Tu verbo es piedra y es paisaje y canto.

Tu verbo es pueblo. Es el fratemo abrazo.

Es caridad ele amor ente los hombres

que se yerguen al finalpara ensalzarle,

soberana de vientos y de mares.

 

En las montañas altas y en los valles,

el eco de tus próceres revive

con sus gestas de gloria y de bravura

-con un lema dramático y exacto­-

rompiendo esclavitud de las cadenas:

América es el suelo de los libres.

 

 

 

LA CASA DE LA INDEPENDENCIA


Hace ya más de un siglo

las puertas de esta casa

se abrieron para siempre

desde el patrio solar,

como un divino arcángel

en cuyos pulsos laten

las memorias de mayo

desde remota edad.

Las estancias guardaron

los ensueños tempranos

de los primeros padres

de nuestra libertad,

y la poblaron toda

de leyendas y besos

como un jazmín tremante

sobre el hierro y la cal.

 

En la casa de mayo

la independencia vibra

como un éxtasis puro

de bravura y honor.

Y en el dintel se enciende

el fuego de las almas

que dieron a la patria

de mayo, libertad.

 

DE: Viaje al país de las campanas [Poemas escolares]

(Asunción: Criterio Ediciones, 2005)



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LITERATURA INFANTO-JUVENIL PARAGUAYA DE AYER Y HOY

TOMO I (A – H)

TERESA MÉNDEZ-FAITH

INTERCONTINENTAL EDITORA S.A.

Teléfs.: 496 991 - 449 738;

Fax: (595-21) 448 721

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Asunción - Paraguay

2011 (424, Tomo I)






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