ASALTOS LEGALES EN LAS RUTAS

 POR MARIO RUBÉN ÁLVAREZ

alva@uhora.com.py

No hay nadie más expuesto a las arbitrariedades –y a su  respuesta  en paraguayo, la coima inmersa en un cuaderno o en un aparente saludo de despedida–, que quien conduce un vehículo en las rutas del país.

A los baches tipo zanja, las vacas que cruzan de una banquina a otra, la ausencia de señalizaciones o con indicaciones falsas, los lomos de burro que son de camello y la imprudencia de los choferes que practican para correr en Fórmula 1, se agrega la dificultad de los agentes de tránsito.

En vez de ser una solución –que, se supone, para ello están–, son otro akârasy en el viaje.

Los que ahora son de la Patrulla Caminera –ex Policía Caminera–, comparados con los zorros al acecho en las zonas urbanas, son más civilizados y razonables, menos arbitrarios ja'éna chupe y un poco menos juru akua para la contribución a la Corona.

Los policías municipales –ingresados por concurso con matriz de clientelismo político–, leales al intendente o a algún concejal poderoso, son, por lo general, unos aña mbaraka manejados a control remoto. Forman parte de una tenebrosa maquinaria recaudadora a la que ni siquiera se puede calificar de banda criminal, porque actúa al amparo de ordenanzas a la medida de sus intenciones.

Un botón de muestra.

Una vez, hará como 12 años, yendo por la ruta 2, en Itacurubí de la Cordillera, los agentes de tránsito que solo operaban en la vía sobre la que circulaba, me hicieron la seña de pare. Me detuve... y oh ¡sorpresa...! Me pidieron que llevara a un camarada de ellos hasta el pueblo siguiente, San José de los Arroyos.

Sentado a mi derecha, hablando de su trabajo, mi pasajero me contó la técnica empleada para incrementar las arcas de las que a él también le caían algunas migajas. Primero pintaron una doble raya amarilla que cruza toda la ciudad. Por lo tanto, en ese tramo, nadie puede adelantarse a nadie. Segundo, contrataron dos carritos estirados a caballo para tramos de ida y vuelta, cada uno en sentido contrario al otro. Cuanto más despacio se desplazaran, mejor.

Quienes quedaban clavados detrás del vehículo artesanal no siempre tenían la paciencia de perder 10 minutos o más en la marcha de procesión de santo. Lo sobrepasaban violando la raya de prohibición.

Entonces era cuando intervenían los zorros apostados en todo el trayecto. Anotaban la chapa y pasaban el dato a los que estaban en los dos extremos. Al llegar allí, la multa era ineludible.

Después de habilitarse el 23 de diciembre de 2003 en toda su extensión la ruta 3, un punto crítico era Emboscada. Los uniformados actuaban de acuerdo al nombre del lugar: literalmente emboscaban a los conductores.

Este comentario viene a cuento de que la Cámara de Diputados –por razones que atañen a la política de complicidad con los que hacen más difícil la vida a las personas y no a la del beneficio comunitario– otra vez está dejando el control de las rutas al pasar por los pueblos en manos de los asaltantes legales.

Hay que tener, sin embargo, una pizca de optimismo: puede ser que los legisladores de la Cámara de Senadores actúen con un poco más de misericordia con los choferes y disminuyan a uno solo el peligro uniformado del camino.

Fuente:  ULTIMAHORA.COM (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Viernes, 24 de julio de 2015

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)