LOS POSEEDORES DEL DON DE LA UBICUIDAD

 POR MARIO RUBÉN ÁLVAREZ

alva@uhora.com.py

La abundancia de imaginación que habita las novelas latinoamericanas  del  realismo mágico es un vyrorei alcanforado al lado del alto vuelo    de los diestros pokarê del Servicio Nacional de Erradicación de Enfermedades Transmitidas por Vectores (Senepa).

Los muertos que hablan entre sí en Pedro Páramo, de Juan Rulfo, o las mariposas amarillas que siempre preceden las apariciones en público de Mauricio Babilonia en Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, quedan cortos ante el vendaval de hechos increíbles protagonizados por un equipo —es imposible pensar que los robos sean obra de un solo prodigio polifuncional y polifacético— de la institución que en época de Stroessner recorría las casas en busca de chichã guasu (vinchuca), vector del mal de Chagas.

Los "muchachos", ni cortos ni perezosos, largos en ingenio criollo para la rapiña, obraron el "milagro" de hacer consumir a un vehículo dado por muerto —inservible— una cantidad sideral de combustible. El vehículo resucitado de en medio de hierros retorcidos, asientos a los que apenas quedaban los resortes y vidrios curuvicados, "chupó" 21 millones de guaraníes en un recorrido fantástico de 24 mil kilómetros en menos de dos meses.

Allí no para la novela de estos depredadores del dinero público. Ellos lograron lo que Helio Vera nunca pudo descubrir cómo se producía: estar en dos o más lugares al mismo tiempo. Por lo visto, los del Senepa —al lograr que un vehículo, a la misma hora, estuviera en dos sitios diferentes— llegaron a descifrar el escrito de algún viejo alquimista para alcanzar el don de la ubicuidad.

Para que no queden dudas de que ellos eran verdaderos maestros y volvían posible lo imposible, pidieron dinero para el mantenimiento de camionetas en Concepción... donde no había sede del Senepa.

Ante tanto despliegue de habilidad, uno supone que al menos —para disimular y encubrir sus "desbordes" por los andariveles indebidos— fueron también eficientes en extremo en el rociado para aniquilar al Aedes aegypti portador simultáneo de dos enfermedades: el dengue y el chikungunya.

Mamótapa. Lo que hicieron es la multiplicación de los insecticidas. De repente, el uso mensual se disparó a cantidades que estaban cuatro veces más por encima del promedio de los registros habituales. El objetivo: vender más a particulares sinvergüenzas como ellos y entonces ganar más.

A estos fuera de serie de la corrupción —sus "colegas" son demasiado burdos en comparación a ellos— habría que darles el primer Premio de la Creatividad Ilimitada: la cacerolita de Tacumbú.

Fuente:  ULTIMAHORA.COM (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Viernes, 12 de junio de 2015

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)