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PATRICIA ELIZABETH CAMP RUIZ DÍAZ
  EXAMEN FINAL, 2008 - Cuento de PATRICIA CAMP RUIZ DÍAZ


EXAMEN FINAL, 2008 - Cuento de PATRICIA CAMP RUIZ DÍAZ

EXAMEN FINAL*

Cuento de PATRICIA CAMP RUIZ DÍAZ



Frente al mar de los trágicos adioses,

Con la suprema calma de los dioses

Nos despedimos sin melancolía...

Eloy Fariña Núñez (La partida)


* Cuento distinguido con el tercer lugar en el Concurso de

Cuentos del Centro Cultural de la República

Cabildo, año 2008, categoría castellano.



No tenía más de veinte años, pero sí una obsesión que habitaba mi mente frágil -siempre al borde del abismo y luchando por no dar el paso al frente-: en las noches de voluntario desvelo, previas a un examen final de la universidad, con esa cierta depresión estudiantil de tragedia griega y tiempo en continua fuga, pensaba una y otra vez en mi final, en los días postreros de mi vida. Extraño mecanismo de evasión de una mente presionada: ese día lo veía muy lejano, pero con una claridad tal que ya ni siquiera me asustaba. En realidad, casi me deleitaba.

Me veo como en una película, es casi un cliché. Un departamento pequeño e inevitablemente desordenado. No puedo definir si está en mi país o en el extranjero, la ventana sólo muestra edificios grises de gran ciudad, acopio de soledades. Un estante de madera vieja y oscura, repleto de libros leídos y algunos por leer, cubre una de las paredes despintadas. No faltan el escritorio, los infinitos papeles, el polvo, los lápices, los bolígrafos y una vieja computadora ya apagada. Es interesante, pienso, cómo algunos rasgos nuestros no ceden ante la tiranía del tiempo.

Soy apenas un ser solitario en la noche. O quizás un ser en su eterna noche de soledad. Es complejo hallar la definición más adecuada, desde un pasado que es aún presente. Pero eso no me impide imaginar, y admitir esa realidad como la más acorde a la naturaleza de quien consagró sus años a las esquivas e ingratas letras. Alguien que se reconoció egoísta desde el momento iniciático de abrir los ojos con la cruel adolescencia. Es gracioso, durante un tiempo creí haberme curado de este defecto, para percatarme luego de la maestría sarcástica del destino: mis vicios sólo estaban tomando impulso para conquistarme definitivamente y hacerme comprender que en realidad no los padecía, sino que los disfrutaba. El ser humano se acostumbra demasiado pronto.

La del futuro es una noche fresca, una oscuridad húmeda y cargada del aroma de la lluvia golpeando la tierra. En algún lugar ya llueve, mientras donde yo estoy todavía los truenos rugen anunciando la llegada de la tormenta y los filosos relámpagos desgarran la negrura de ese cielo capaz de comulgar con mi alma, resignada a la despedida. Cierro el libro que estaba leyendo; el temor a un corte de luz quizás sea una referencia geográfica: o estoy en la tierra de mis raíces o regresan aquellos miedos de la infancia, como en un círculo cuyos extremos se tocan. Con el esfuerzo de acarrear muchos años, me levanto y voy con paso cansado hasta el sencillo cuarto de baño. El vidrio manchado del espejo me exhibe un rostro de pergamino, unos ojos a los que les queda algo de brillo después de cada regreso del único mundo que siempre sentí en verdad mío, ese mundo lejano de personajes y de sombras al cual, si existe el paraíso, me dejarán incorporarme. Tengo abundante cabello blanco; algún día me lo teñí, pero ya no. Me miro y me repito que soy hermosa, con una belleza que aún entonces regará ese cuerpo marchito como una corriente subterránea. Me sonrío. Las dos tenemos mucho de lo cual sentirnos orgullosas.

Termino de cepillarme los dientes y camino con paso lento hasta mi cama. Unos ojos verdes o amarillos me devuelven la mirada, y un maullido festeja que sea de nuevo la hora de dormir. Vaya uno a saber qué nombre raro de personaje literario le habré puesto a ese gato gordo y de raza indefinida que se acurruca feliz a mi lado. El reloj mide el vacío de la madrugada y mi cuerpo pequeño goza (como en todas las épocas de mi vida) de relajarse en la cama. El ronroneo y el canto rítmico de la lluvia me llevan lejos. Hay algo demasiado agradable, quizás la intuición de la proximidad del final, como esos instantes previos al sueño, después de un día muy largo. Espero acordarme de rezar, de decir algo parecido a una plegaria o al menos pedir que un alma caritativa cuide al gato. Sí, imagino que a mi eventual mascota se consagrará mi último testamento, escrito en un pequeño trozo de papel envejecido. El otro, el que se ocupa de cuestiones a esta altura irrelevantes, descansa seguro en el despacho del notario. Tal vez esa noche sea prudente dejar la puerta sin llave, para que al escuchar los maullidos alguna vecina pueda entrar enseguida y llevarse al gato. Me habría gustado ahorrarle el espectáculo, pero es apenas uno de los extremos de la vida.

Ya me ocupé de todo, como siempre. Me corresponde el derecho de zambullirme con gusto en el mar de los recuerdos y ver pasar, como fotografías dispersas, los restos del archivo de mi memoria. Una niña tranquila, una adolescente comúnmente compleja, una joven siempre insatisfecha. Amigos, rostros borrosos, voces, risas, bromas que todavía resuenan. Amados a quienes no permití quedarse, por conocer y aceptar de antemano la necesaria soledad de mi camino. Un arrepentimiento que probablemente no llegue a sentir. Mi edad adulta, la familia sin construir. Los logros que sí alcancé. En un día como el tantas veces imaginado, el recuerdo de haber tocado el cielo con las manos será lo mejor que me quede. El futuro, el día siguiente. La película continúa con un extra menos. Un pequeño artículo en la sección cultural del diario: "la escritora fulana de tal falleció ayer". Mucha gente diciendo "qué lástima" y un velorio donde no hay casi nadie. Un entierro aún más vacío porque sigue lloviendo. Un cuerpo nuevo para alimentar la tierra y un haz de energía que se aleja, o se desvanece. No sé lo que hay después. Eso no puedo verlo.

Sonrío con resignación ante la urgencia de asumir mis responsabilidades. Un pesado examen final me espera en la mañana. Por esta noche, mi locura, mi imaginación morbosa ha sido satisfecha. He vuelto a ver con inigualable precisión la última jornada. Como siempre, la acepto. Y casi la disfruto.

Siento mucho sueño, pero debo seguir. Con los ojos todavía cerrados, mis manos recorren torpemente la cama, buscando mi libro de texto. Lo busco bajo los almohadones y entre las frazadas, pero mi mano hace contacto con algo suave y peludo. Escucho un débil maullido seguido de un continuo ronroneo. Abro apenas, con desgano, los ojos. No veo la madera oscura de las vigas del techo de mi cuarto, en la casa de mis padres. Veo sí, borrosamente, un techo liso como de apartamento. Una luz muy blanca, brillante y fugaz se cuela por el hueco de las cortinas. Dejo escapar un suspiro y escucho el trueno que no me sobresalta.

2008




ENLACE INTERNO A DOCUMENTO FUENTE

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CUENTOS CON GALLETITAS

M.M. BALLASCH/ PATRICIA CAMP

Ilustración de tapa y contratapa: ESTEBAN RIVEROS

Editorial Arandurã

Asunción – Paraguay

Noviembre 2012 (200 páginas)

 

 

 

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