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JULIÁN SOREL

  EL DEBATE FOUCAULT-CHOMSKY (O ¿QUIÉN ES EL ANARQUISTA?) - Por JULIÁN SOREL - Domingo, 12 de Diciembre de 2021


EL DEBATE FOUCAULT-CHOMSKY (O ¿QUIÉN ES EL ANARQUISTA?) - Por JULIÁN SOREL - Domingo, 12 de Diciembre de 2021

EL DEBATE FOUCAULT-CHOMSKY (O ¿QUIÉN ES EL ANARQUISTA?)

 

Por JULIÁN SOREL


juliansorel20@gmail.com

Aprovechando la ola mundial de homenajes y comentarios por el cumpleaños del popular lingüista estadounidense Noam Chomsky (Filadelfia, 7 de diciembre de 1928), recordamos esa suerte de versión televisada y setentosa de la «querella de los universales» que fue su debate de 1971 con el filósofo francés Michel Foucault.

Esta semana Chomsky cumplió años y las redes sociales rebosaron de fotos y citas, suyas o apócrifas. Tanto, que su popularidad ha logrado, finalmente, que también a mí me apetezca dedicarle unas líneas. Muchos conocen su debate de 1971 (1) con Foucault en la televisión holandesa, y pocos aprecian debidamente (es decir, a carcajadas) cómo los supuestos de su «izquierdismo» doctoral se estrellan contra la audacia filosófica del francés, que cuestiona sacrosantas nociones –como la «justicia» o la «naturaleza humana»– que nuestro lingüista, tan conservador en el fondo, da por sentadas como universales y eternas –cual la estructura platónica de su «gramática generativa»– y que cimentan la sociedad burguesa.

De la «naturaleza humana», cuya existencia Chomsky defiende y Foucault cuestiona, trata la primera parte del debate; de la «justicia», la segunda.

Chomsky postuló desde sus primeros trabajos, de la década de 1950, una gramática innata que permite a los seres humanos aprender una lengua. En la primera parte del debate habla de ese «esquema» genético como lo esencial en nuestra «naturaleza» (a estos «principios de organización innatos que guían nuestro comportamiento social, intelectual e individual me refiero cuando utilizo el concepto de naturaleza humana», dice ante la cámara).

Foucault desconfía de esa noción. Comenta que, por ejemplo, la noción de «vida», que en los siglos XVII y XVIII prácticamente no se utilizó en el estudio de la naturaleza, a finales del siglo XVIII pasó a definir la especificidad de la biología en ese campo de estudio: no es en realidad, plantea Foucault, un concepto científico sino «un indicador epistemológico del efecto que las funciones de clasificación, delimitación y otras tuvieron sobre las discusiones científicas». En su opinión, la función que cumple el concepto de «naturaleza humana» es similar y por ello le cuesta verlo como un concepto científico.

Ante eso, Chomsky saca a relucir su reduccionismo biologicista: si pudiéramos «especificar en términos de redes neuronales», dice, «las propiedades de la estructura cognitiva humana que permiten a un niño adquirir estos sistemas complejos [el lenguaje], no dudaría en describir estas propiedades como elementos constitutivos de la naturaleza humana»; para él, «hay algo dado biológicamente e inmutable: el fundamento de aquello que hagamos con nuestras capacidades mentales». Cuando alguien del público le pregunta si piensa que la naturaleza humana está sujeta al cambio histórico, Chomsky le responde: «Si tomáramos a un hombre que vivió cinco mil o quizá veinte mil años atrás y lo colocáramos desde su nacimiento en la sociedad actual, aprendería lo mismo que todos los demás, y sería un genio o un idiota, o lo que sea, pero no diferiría en lo esencial».

«Señor Chomsky, estamos todos muy interesados en conocer sus objetivos políticos», afirma el moderador al comenzar la segunda parte del debate. «Sabemos que adscribe al anarcosindicalismo, o el socialismo libertario. ¿Cuáles son, según su visión, los objetivos más importantes del socialismo libertario?».

Chomsky replica que «toda forma de coerción o de represión», como «la propiedad privada del capital o el control estatal sobre algunos aspectos de la vida humana», debe superarse: su crítica es contra «el control autocrático centralizado»; se refiere «al capitalismo privado, al totalitarismo estatal o a las variadas formas mixtas de capitalismo de Estado existentes». Esto debe superarse, afirma, en «una sociedad de libertad y de asociación libre, en la que el impulso creativo que considero intrínseco a la naturaleza humana sea capaz de realizarse en los hechos».

El moderador le pregunta entonces a Foucault si cree «que podemos describir a nuestras sociedades como democráticas». No, responde Foucault: «Me parece evidente que estamos viviendo bajo un régimen de dictadura de clase, de un poder de clase que se impone a través de la violencia, incluso cuando los instrumentos de esta violencia son institucionales y constitucionales». Aclara que «no llega tan lejos como monsieur Chomsky» y admite su «incapacidad» para proponer «un modelo social ideal». Y, frente a la visión de Chomsky de un poder centralizado y a descentralizar, plantea algo más sutil: es «insuficiente afirmar que detrás de los gobiernos, detrás de los aparatos de Estado, está la clase dominante», señala Foucault, porque la dominación también se ejerce «de manera oculta», desde «puntos de apoyo invisibles»: «el poder político va mucho más allá de lo que uno sospecha», apunta, y porque esa dominación no es solo expresión política de la explotación económica, sino también, «en gran medida, su condición de posibilidad», hay que discernir los puntos de apoyo de ese poder de clase para evitar que se reconstituya «incluso luego de un aparente proceso revolucionario».

Chomsky insiste en la necesidad de relacionar la «naturaleza humana» con una «estructura social» donde pueda «realizarse». Foucault le pregunta si «no se corre el riesgo de definir esta naturaleza humana» con términos «tomados en préstamo de nuestra sociedad», y pone el ejemplo del socialismo de fines del siglo XIX y comienzos del XX, que consideraba que la naturaleza humana estaba, efectivamente, alienada en el capitalismo, pero que la concebía conforme al modelo burgués, de modo, prosigue, que «una sociedad desalienada era una sociedad que daba lugar, por ejemplo, a una sexualidad de tipo burgués, a una familia de tipo burgués, a una estética de tipo burgués». Y eso, añade Foucault, es lo que ha pasado en la Unión Soviética: «se ha reconstituido un tipo de sociedad traspuesta de la sociedad burguesa del siglo XIX. La universalización del modelo de la burguesía ha sido la utopía que ha animado la constitución de la sociedad soviética».

Chomsky pasa a hablar de su propio «activismo político» y de su «participación en actos de desobediencia civil», y Foucault aprovecha esto para preguntarle si, cuando comete un acto ilegal (para el Estado) lo hace en nombre de una legalidad superior, de una justicia ideal, o porque es necesario o útil en la lucha de clases. La oblicua y larga respuesta del lingüista no logra evitar la conclusión de Foucault: si Chomsky critica el funcionamiento de la justicia, es en nombre de una justicia «más pura».

«Si supiera que la toma de poder por parte del proletariado conduciría a una política estatal terrorista, destructora de la libertad, la dignidad y las relaciones humanas aceptables», dice Chomsky, «no desearía que el proletariado tomara el poder». Que el proletariado ejerciera un poder tiránico contra sí mismo, contrataca Foucault con una paradoja (con una paradoja que parecería aludir a los derroteros estalinistas de gobiernos con los cuales, pese a sus afirmaciones de 1971, Chomsky no ha sido debidamente crítico), solo sería posible si no hubiera sido realmente el proletariado (sino una burocracia o elementos pequeñoburgueses) quien hubiera tomado el poder. Y a continuación Foucault, intentando tal vez recuperar una visión de los procesos históricos libre de metafísica y de mitologías maniqueas de «buenos» contra «malos», apunta que, en cuanto al objetivo del proletariado en la lucha de clases, no cree «que sea suficiente» decir que busca «justicia»: lo que se logrará al expulsar a la clase que está en el poder es «precisamente la abolición del poder de clase».

Al escuchar esto, Chomsky se declara «en absoluto desacuerdo» con Foucault; como si la querella de los universales resucitara por unos minutos en la televisión de los setenta, frente al nominalismo del filósofo francés, Chomsky se proclama creyente –y, en efecto, suena casi como un párroco (tanto que uno se pregunta quién es, allí, el verdadero «anarquista»)– en «cierto tipo de fundamento absoluto» que «en última instancia reside en las cualidades humanas fundamentales, sobre las que se basa un concepto “real” de justicia».

Chomsky, en resumen, no puede renunciar a su moralismo, y aunque no tiene la culpa de esa limitación, a ella le debe su popularidad: lo vuelve agradable y cómodo para el supuesto «izquierdismo» superficial de su auditorio, encarna el secreto autoritarismo intelectual de ese sector ilustrado de la clase media y halaga su narcisismo confirmando el prejuicio sobre su superioridad moral. Sus trabajos lingüísticos, e incluso su polémica con el conductismo, merecen un artículo aparte, fuera de estas líneas inspiradas por el hastío ante la vanidad de su fandom, particularmente exhibicionista esta semana. Aunque por motivos opuestos, el destino de Foucault tampoco ha sido cabal: su radicalidad no merecía la aceptación de la que aparentemente goza entre un público que –si lo leyera (o si lo entendiera)– haría bien en rechazarlo.

Al menos en eso Chomsky le hizo justicia: veinte años después del debate con Foucault –que murió prematuramente en 1984–, lo recordó, escandalizado, con estas palabras: «Nunca he conocido a nadie que fuera tan completamente amoral…» (2).

Solo le faltó persignarse.


Notas

(1) Noam Chomsky/ Michel Foucault: La naturaleza humana: justicia versus poder. Un debate (trad. Leonel Livchits), 1era edición, Buenos Aires, Katz, 2006, 96 pp. Disponible en: http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2014/12/doctrina37349.pdf. Todos los pasajes del debate citados en este artículo están tomados de esa edición. El debate (en inglés) se puede ver completo aquí: https://www.youtube.com/watch?v=3wfNl2L0Gf8

(2) Citado en: Darwin Palermo, «Chomsky contra Foucault, 35 años después», SinPermiso, 26/11/2006 (https://www.sinpermiso.info/textos/chomsky-contra-foucault-35-aos-despus).


 

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Domingo, 12 de Diciembre de 2021

Página 4

www.abc.com.py

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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