AVES DE PRESA

Por DELFINA ACOSTA

Cuánto se degradan tantos políticos y gobernantes de nuestro país sin que por eso se les caiga la cara de vergüenza. No conocen, tal parece, los límites que separan al ser humano de la animalidad, pues el buen razonamiento y la conducta clara por los que deberían regirse han dejado de ser sus parámetros desde hace bastante tiempo.

Aunque ya devoraron casi toda la carne del pueblo, sus ansias alarmantes de poder los lleva a husmear, a tantear, a probar un fajo de billetes aquí, otro fajo de billetes allá. No son solamente aves de presa aquellos pájaros que en el firmamento van volando. Aves de presa, por sus garras afiladas y sus picos adaptados para desgarrar, son también los hombres y las mujeres que ocupando altos cargos públicos, se apoderan de la plata ajena. Tenemos pues en sus figuras deformadas la representación de las aves de suelo. Cómo ensucian sus apellidos que sus padres y sus abuelos les han rogado, tal vez, mantener libre de la mala fama. Los rapiñeros, los individuos que van tras cargos públicos con ganas de devorar la mayor cantidad posible de billetes, son conocidos por la sociedad. Y la sociedad los vomita. Los políticos del zoquete hace mucho tiempo que se encuentran muertos, aunque su pulsación, su corazón dan señales de que continúan vivos. Su defunción moral es un hecho consumado. La otra muerte, la que los mandará al más allá, será un simple trámite, un mero cambio de estado. Y muchos paraguayos, enterados de su fallecimiento, quizás se alegrarán de que hayan dejado el mundo de los vivos pues han venido al mundo solamente para hacer daño sobre daño. No estarán sus nombres registrados en los libros que la historia recoge para recordar a las personas ilustres que honraron a la patria, a la vida, al arte. En otras palabras, pasarán a engrosar la larga fila de nombres tachados o escupidos.

Sepa el lector que el pueblo tiene memoria.

Por consiguiente, el pueblo escribe también el libro de los hombres sin honra. Va un ejemplo en esta breve conversación: “Te acordás de fulano, era pobre como una rata y ahora tiene una casa lujosa porque consiguió acomodarse en un cargo importante”. “Pensar que le tenía cariño y simpatía.

Gente como él más vale que ni se arrime a mí porque apesta desde lejos”.

Por cierto, apestan los inmorales. Subidos a los altos cargos gracias a intercambio de “favores”, desmerecen casi la condición humana.

Al observar la conducta de miles de políticos cegados por el hambre de dinero y de poder, mientras el país sobrevive hambriento y confundido, me digo que los animales, sin tener conocimiento del honor, pues son instintivos, honran mejor que ellos a la vida.

Muchos gobernantes mal paridos dan la espalda a los niños que se degradan mendigando en las calles. Para ellos ya no hay futuro ni la ternura que mengüe su desamparo sino un presente de hambre, de drogas y de maltratos físicos.

La degradación se hace generalizada, ensombreciendo más todavía el panorama.

Con un gramo de sentido común uno cae en la cuenta de ello. Y sin embargo...

Benditos los hombres y las mujeres que prefieren estar en la vereda de enfrente, libres de la contaminación que suele dar la politiquería, porque ellos son referentes de una sociedad que desesperadamente necesita creer en un mañana mejor.

Y en cuanto a las aves de rapiña de estos tiempos, ha de saberse que conocemos sus nombres y apellidos. Los repudiamos y los seguiremos repudiando.