USTED Y LA SOLIDARIDAD

Por DELFINA ACOSTA

Entró el frío, y entró con todo.   

Evidentemente el clima ha dado un gran giro que deja creciendo el nivel de las expectativas de sabios y simplones. Baste decir que en el estado de Santa Catarina, Brasil, cayó nieve hace poco tiempo. En otras palabras, estamos presenciando un desajuste climático, que no puede sorprendernos sin el poncho y sin el mate.   

Pero yo me pregunto cómo hacen los niños que no tienen abrigos para ir sorteando las bajas temperaturas que se presentan en nuestro país. Mientras uno está bien abrigado, todo es fácil, y hasta oportuno para hacer una muestra de moda o de tendencia invernal, pero habría que ponerse en la cáscara ajena, en la piel del otro, o de los otros, de aquellos pequeños que no tienen con qué abrigar siquiera sus pies, y andan así, a la de Dios que es grande.   

No puede ser tan difícil que la sociedad se movilice, y que muchas personas que tienen sus roperos, sus placares repletos de abrigos de todas las marcas y colores, hagan una suerte de selección, de "antología", y vayan sacando aquellas prendas que pueden cubrir oportunamente la necesidad y la pobreza de quienes menos tienen.

Si esta situación se presenta "compleja" para la mente, ya no sé qué pensar del género humano, sinceramente.

¿Qué nos diferencia, al final, de los egoístas, de los que viven en un estado de indiferencia, que raya casi con la grosería? Pues la solidaridad, siempre la solidaridad.   

Si no manifestamos nuestros sentimientos solidarios en estos tiempos, venimos a ser un conjunto de seres desprovistos de todo, que hablamos de amor vacíamente; caemos en la misma mancha de algunos individuos contra quienes levantamos, a veces, nuestro dedo acusador.   

Tanta gente hay, hablando de caridad, llenándose la boca con doctrinas varias, santiguándose ante la vista de los demás, y en la realidad, que es donde nos medimos contundentemente los seres humanos, es la más indeseable expresión de la frialdad y del cinismo.

La cultura de la solidaridad debería instalarse en nuestro país. Siendo solidarios con quienes la pasan mal, nos sentiremos más gente, más humanos.   

Estuve viendo por televisión, en estos días, el total desamparo de la familia de una mujer en estado de gravidez. Ella parecía ausente, lejana. Y sus hijos, todos muy pequeños, sin el abrigo más elemental, la observaban. ¿Y entonces? Pues la misma gente de su vecindad, muy pobre, por cierto, se arrimó a llevar a la señora abrigos. ¿Y los políticos? Seguramente andan por allí, pensando en temas varios que hacen a su agenda, porque la preocupación sobre la reelección del Presidente sí que los tiene bien apartados de la realidad lamentable con la que amanece diariamente nuestra patria.   

Uno puede ir a su cama, a dormir plácidamente, acogiéndose a los beneficios de un tibio edredón, después de haber hecho una buena jornada.   

Pero la buena jornada no es solamente haber lavado los platos y utensilios, enseñar las tareas escolares al hijo, letra por letra, conocimiento por conocimiento, cumplir con las tareas asignadas en el sitio laboral, etc.; no, la buena jornada se completa, se torna edificante, cuando se ha podido hacer algo para paliar la necesidad ajena.   

Se sabe del calificado trabajo que hacen muchas iglesias para socorrer a los menesterosos, a aquellos que nada tienen, y que cada vez son más, lastimosamente.   

Y eso es alentador.  

Fuente: ABC Color

Sección: OPINIÓN

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Lunes, 04 de Julio de 2011

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