TODO PUEDE SER

 Por DELFINA ACOSTA

Cuando se acerca el fin de año, muchas gentes hacen planes para el entrante. Y es bueno que así sea. No puede el ser humano progresar como quisiera si no hace una agenda de las actividades que encarará en el futuro. De más está decir, y lo digo con dolor, que hay vidas, hay existencias para las cuales no rige el futuro pues se ha levantado sobre ellas el murallón de la miseria y del olvido. Y ese murallón lo han levantado el Gobierno y la sociedad.   

En nuestro país podemos, todavía, darnos pretensiones. Y eso es un regalo de la vida. Dentro de la diversidad y la especulación política, de la improvisación del Estado, de las flaquezas y las ineptitudes de los gobernantes, los paraguayos podemos hacer realidad –todavía– el sueño de nuestros hijos.   

Los padres lo sabemos: en primer lugar. están nuestros hijos. Nosotros vamos después de ellos.   

Dentro de la estrechez económica, yo he podido hacer letra impresa con mi sueño de escritora, porque me movía la pasión, la idea fija de escribir.   

Escribía de niña de seis años en las paredes, en los papeles despedidos por el viento, juntaba nombres y componía esqueletos de poemas, me proponía dilucidar el enjambre de las palabras que me habitaban y me pasaba horas pensando, sin saber entonces, que todo habría de tomar forma de realidad después de mucho tiempo.   

En nuestro país se debe hacer un gran esfuerzo para lograr las metas propuestas. Una casa, la casa propia, cuesta tenerla. Y también mantenerla.   

Que el hijo llegue a médico y vaya al extranjero a hacer una especialización es un propósito, un sueño que ilumina los rostros de los padres.   

¿Y cómo hacerlo, si ni siquiera es posible enviar al adolescente de la familia a la secundaria, ya que los gastos de la familia son penosos?   

Pues bien, ese es el drama que cargan muchos hogares, ante la ineficacia y el prebendarismo de un gobierno ausente.   

De cualquier manera, yo creo en la fuerza de voluntad.   

Su hijo, señor lector, tiene que culminar la secundaria, y debe llegar a la universidad. Que las mejores notas sean parte de su currículum.   

Desde las más diversas perspectivas del triunfo, no falla nunca el ejercicio diario de la fuerza de voluntad. Ese es mi pregón.   

Que los jóvenes de nuestro país agoten su sesera en universidades nacionales y, Dios quiera, reciban los títulos de médicos, periodistas, etc., con las más altas calificaciones. Las verdaderas competencias se libran en el estudio.   

Hemos de pretender que el año venidero sea mejor que este, aun cuando no nos ha faltado nada y la armonía estuvo diariamente en nuestra mesa.   

Los jóvenes deben ser estoicos. Tienen que convertirse en un modelo a seguir para otras generaciones.   

El cansancio no debe superar sus ambiciones naturales de ser los mejores.   

Deseo de todo corazón que acompañe a mi país un espíritu de fortaleza.   

Cualquier esfuerzo es poco cuando se mira una montaña. Luego vendrá la alegría de haber llegado a la cúspide. Agitemos los pensamientos heroicos como las banderas de nuestra causa.   

No nos debilitemos, pues no hay motivo para la debilidad en quien cree en sí mismo.

Fuente: ABC Color

Sección: OPINIÓN

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Lunes. 20 de Diciembre de 2010

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