UNA CALLE PARA "RAMBO" SAGUIER

 Por DELFINA ACOSTA

Hace poco tiempo falleció, repentinamente, Hermes Rafael Saguier, o sea, "Rambo".   

Fue un político de raza. Y de códigos.

En una época, la de la dictadura, en que atreverse a caminar en sentido contrario de la férrea señal del "sentido único" a la que quiso acostumbrarnos Stroessner, "Rambo" tomó para sí la hermosa locura de rescatar a Napoleón Ortigoza, quien cumplía arresto domiciliario. Lo llevó a la residencia del embajador de Venezuela en nuestro país. Napoleón Ortigoza era el preso más antiguo de América Latina. ¡Horror! Corría el año 1988 cuando ocurrió aquello, lo de la hermosa locura, y las gentes se enteraban de esa hazaña, y el pasmo y la alegría, al mismo tiempo, sacudían su corazones.   

Conozco calles bellas, tranquilas, casi silenciosas, que suben y bajan por mi barrio.   

Hay calles sobre las que se inclinan las sombras de los árboles y son hijas de su fama a corta distancia. Alguien dice a una persona desorientada que busca una dirección: "Vas por la calle Coronel Lirio dos cuadras y luego doblas a la derecha...". Esa es la fama de la que hablaba.   

Yo quiero una calle para Rambo. Creo que muchas personas estarán de acuerdo conmigo, si prevalece en el ánimo el sentido de la retribución.   

Debemos honrar a nuestros héroes civiles para honrarnos a nosotros mismos.   

No vaya a sucedernos que perdamos el sentido de la dignidad. La humanidad de Rambo está intacta, pero se multiplicará en la calle que lleve su nombre. Entonces habremos hecho justicia total con un hombre que fue tan perseguido por los esbirros de la dictadura y, sin embargo, no perdió la coherencia ni la impertinencia propia del valiente. No se acostumbra colocar el nombre de un político a una calle. No. Digamos la verdad: queda mal. Los políticos son esos seres que abundan como los hongos y nos hacen tener una mala impresión de la promesa humana. Sin embargo, ah..., excepción de excepciones, Rambo era un político en el que todas las ideas y los colores venían a converger naturalmente.   

Era resuelto como una llama, así se quemara.   

No conocía el miedo.   

Político apasionado, se hizo respetar por su don de gente.   

Se mantuvo lejos de las prebendas que son el principio del mal de la política de todos los tiempos.   

En su funeral tomaron la palabra de ocasión dirigentes políticos de todas las extracciones, para señalar su capacidad de diálogo y su tenacidad. Y fue su capacidad de abrirse a la pluralidad lo que señala que era un político de los grandes y de los últimos que tuvo el Paraguay.   

Pero no quiero perderme.   

Yo pretendo una calle para Rambo.   
  
Y que la calle sea soleada.   

Y trajinada por los jóvenes.   

No está de más decir que ya se deberían hacer algunas iniciativas para llevar a cabo esta idea, que será solamente una idea extinguida si los paraguayos no aprendemos a honrar la memoria de nuestros muertos ilustres.   

A través de este espacio periodístico propongo, entonces, que el político más emblemático y amado por el pueblo tenga su calle.   

Hágase justicia a un hombre que fue luz cuando en derredor todo oscurecía.

Fuente: ABC Color

Sección: OPINIÓN

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Lunes. 05 de Diciembre de 2010

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