ESCUELA REPÚBLICA DEL PERÚ

  Por DELFINA ACOSTA

Cuando viajo en ómnibus (y es lo que siempre hago ) le voy tomando el pulso a la ciudad. Veo rostros contentos y descontentos. Resplandecientes y contraídos. Observo casas sombrías y otras más sombrías aún, y algunas donde la sobriedad y el buen gusto les dan un encanto peculiar a sus fachadas.   

Me gusta contemplar todo y tomar apuntes mentales: hay muy pocos edificios que se levantan o que entran en estado de reparación. Eso tiene una explicación: no hay dinero circulante.   

En otros tiempos los albañiles eran gente que tenía su tiempo ocupado en la "obra". O sea cal, cemento, arena y agua. Ahora son gente "desterrada" que debe hacer changas para sobrevivir, para ir tirando como se pueda y llevar un poco de dinero a la casa.   

Me encanta mirar cómo transcurre la vida, cómo toma forma de entusiasmo en aquellas vendedoras de yuyos para el tereré, quienes se afanan por dar una rápida atención a los choferes, siempre tan sudorosos y con la vida que se les va en la prisa y en las bocinas.   

Me duele ver a los chiquillos de la calle afanándose por unas monedas.   

Cuánta vida no vivida hay en aquellos niños de narices mocosas.   

En fin, el espectáculo de la calle, en general, es terrible. Y es la razón por la que yo creo que la existencia es una bestia que con sus dientes nos devora diariamente, a los buenos y a los malos. Da lo mismo.   

Pero también hay razones para que me sienta bien: Ah..., ese beso que ella le da a él, mientras las piernas de ambos se entreveran. Antes, ellos, los hombres o los muchachos, eran quienes tomaban la iniciativa, y estrujando las cinturas de las mujeres, les daban el beso y les abrían el escote.   

Veo escuelas. Y chiquilines jugando en el patio donde soplan algunos árboles.   

Hace poco tiempo observaba con preocupación la muralla - a punto de desmoronarse - de la escuela República del Perú. Y me preguntaba dónde tenía la cabeza el cuerpo directivo de la mencionada casa de estudios. Bastaba que se desmoronase aquella muralla sobre unos chicos para que la tragedia estallara. Era un cuadro de desgracia anunciada aquel muro.   

Por ahora, y para mi descanso, veo a los albañiles haciendo una reparación de la escuela. Ya tiene una larga y preciosa muralla con rejas.   

Esta es una excelente noticia.   

Faltaba más que me callara.   

No todos los días uno puede ver el hermoseamiento de una casa de estudios.   

Yo sé que a diario las malas noticias alimentan a los lectores.   

Pues bien: esta es una buena noticia.   

Es de las mejores.   

A buena hora se tomó la decisión de "arreglar el tema" de la larga y destartalada muralla de la escuela República del Perú.   

Este es el camino de la redención de la integridad física de los educandos. No solo se corren riesgos de aplazarse, sino también de sufrir un accidente que puede llevar a la muerte o a la parálisis.   

Qué novedad de novedades.   

Háganme caso.   

Las noticias buenas existen, desde luego.   

Fuente: Suplemento Cultural de ABC Color

Lunes, 22 de Febrero de 2010

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