NO AL OPAREI

 Por DELFINA ACOSTA

Vengo siguiendo con interés las declaraciones que dan las partes interesadas en el secuestro y liberación del ciudadano Fidel Zavala.   

¿Quién, ser humano, no podría dejarse llevar por la curiosidad, ante el secuestro, copia del horror? ¿Cómo no sentir ganas incontenibles de celebrar el final afortunado que ha tenido el plagio más largo de la historia del Paraguay?   

A través de la televisión, Fidel Zavala dio una conferencia de prensa.   

Recordó que la Navidad y sus condiciones de cautivo lo llevaron a contemplar la Luna, ese satélite que inspira a los felices y a los desgraciados. Comentó, viéndose en tan miserable circunstancia, que quizás tendría que aguardar mucho tiempo (el tiempo del hombre privado de la libertad tiene su equivalencia en la perpetuidad) para compartir la Navidad con su familia.

Y, recordando a sus seres queridos, tuvo el pensamiento seguro, eso sí, de que su esposa, sus hijos, la familia toda, estarían pendiente de él.   

Sostuvo que la fe en Dios lo mantuvo en pie y con moral para sobrevivir. Y debe ser así, porque el cuerpo y la mente se desgastan rápidamente en cautiverio. Un hermoso tigre, el arquetipo de la bestia, dentro de una pequeña celda, dando vueltas y más vueltas, enloquece. ¡Pobre animal! ¡Pobre víctima de la ambición humana!   

Un hombre en cautiverio solo se salva de caer en un abismo cuando templa su confianza en Dios, conversando con El en todo momento. Ah... el soliloquio del cautivo.   

Nos acerca a Dios el amor o la tristeza extrema. O la desesperación.   

No es difícil pensar que su fe en Dios se alimentaba de la imagen de su esposa, de algunas alegrías bajo el techo familiar, de aquellos momentos mínimos o gigantes que terminan conformando el calendario del hombre común y corriente.   

Las palabras de un ser humano a quien le ha tocado vivir el extremo doloroso de la existencia, sobrepasan en desdicha ante las palabras de quien no ha sentido en carne propia la maldad, el ensañamiento y la ambición asesina de quienes roban la vida ajena para llevar a cabo sus vilezas.   

Fidel Zavala pidió que se tenga mucho cuidado con los secuestradores. No se los puede minimizar diciendo de ellos que son unos vulgares delincuentes.   

En otros términos, vale decir, en los términos puntuales, son un grupo grande, que puede llegar a cambiar, a voltear la historia del país. Y entonces nos las veremos con un grupo armado que podría no solamente quebrar la paz del Paraguay, sino también ejercer un peso importante sobre el Estado.   

Agradeció Fidel a la organización de las banderas blancas. Me gusta, me causa gran simpatía esa organización, porque en un mundo donde la fórmula común suelen ser el odio, la muerte, la especulación y el abuso del poder, la bandera blanca surge como un símbolo de equidad, de paz y de libertad.   

Se despachó contra los políticos que en muchos momentos quisieron sacar rédito político de su situación. No puede llamarse político, ni siquiera gente, a los individuos que antepusieron la gravedad del estado de cautiverio de Fidel Zavala a sus intereses partidarios.   

Pidió que se trabaje en serio por un país donde la naturaleza es pródiga y donde la tierra está esperando, con buen ánimo, ofrecer sus frutos. Claro que Paraguay es un sitio donde todo reverbera. Todo está por hacerse. Falta voluntad.   

Agradeció a la comunidad. A la ciudadanía que no bajó la guardia. Pidió que este caso no termine en el oparei.   

Nadie se merece un secuestro. Hay que capturar a sus secuestradores y dejarlos que se pudran en la cárcel.

Fuente: Suplemento Cultural de ABC Color

Lunes, 25 de Enero de 2010

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