HERMANA REGINA

Por DELFINA ACOSTA

Existen personas que con su mal humor a cuestas, empiezan a socavar el ánimo del entorno, como la caries. Nada está bien según su oscurecido pensamiento: El aire se presenta pesado y da paso al dolor de huesos; el día es declarado un día más, sin considerarse que es una puerta abierta, una posible ocasión para llevar a cabo aquellas metas que el ser humano acumula y sobre las que cavila noche y día.   

Esas personas están enfermas de desesperanza, de tristeza, de desánimo. No ven que el sol sale todos los días. No cuentan sus huesos y se felicitan por tenerlos todos sanos. No miran la luz, las primeras luces o parpadeos de la mañana, que caen sobre los rostros de las flores del jardín; solamente observan las últimas luces del atardecer, que desmerecen las formas de los jazmines, aquellos que aventan su fragancia hacia el sur.   

Pero hay también seres humanos que están prestos, listos para ayudar al prójimo.   

Al escribir estas líneas pienso en la Hermana Regina. Ella es una religiosa profundamente convencida del poder curador que tiene Jesucristo sobre los espíritus tristes y alicaídos.   

Su manera de encarar el tratamiento de las personas que quieren salir del infierno de las drogas es un ejemplo para la sociedad.   

Cuántos son los individuos que, apoyados en la fe en Dios, han dado la espalda al alcoholismo; ellos reciben la ayuda desbordada de amor y el profesionalismo en la cura de la drogadependencia de la Hermana Regina y otros asesores.   

Ella, para mi modo de entender las cosas, es una presencia vital y contenedora dentro de una sociedad donde los jóvenes, ya por curiosidad, ya por desencanto y desenfreno, han entrado en el laberinto de la droga.   

Hace muy poco tiempo la estuve viendo en un canal televisivo. Me llamó poderosamente la atención su dinamismo, su sentido del humor (Dios también debe de tener sentido del humor), cómo ofrecía palabras precisas para los televidentes que le llamaban contándole sus casos particulares con la voz quebrada por la emoción.   

Hay muchas personas que van a "lo de la hermana Regina" para deshacerse de los muchos males que pesan como una montaña sobre sus espíritus. Dios hace la obra. Ella ofrece el espacio físico a donde pueden ir a recibir tratamiento los afectados por el alcoholismo, la neurosis, el tabaquismo y la otra dependencia, la más presente en la sangre, la adicción a las drogas como la cocaína, la marihuana, el paco y el crack.   

Me llamó también la atención un joven, presente en el programa televisivo, que decidió dejar el alcohol. El dijo que tres son los caminos que le aguardan a quien permanece dominado por el alcoholismo: La muerte, el manicomio y la cárcel. Si hubiera un lugar de rehabilitación, el tal no es el neurosiquiátrico.   

Ese sitio es dantesco y debería llamar urgentemente la atención de las autoridades del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social para que aquellos abandonados a su suerte que deambulan por sus pasillos reciban una atención integral. Sé que todos somos, en mayor o menos escala, productos de la sociedad. En esta sociedad, hace falta más gente como la hermana Regina, dispuesta a ayudar al oprimido, a quien ve desbarrancarse su existencia.  

Fuente: ABC.com.py

Sección OPINIÓN

Lunes, 19 de Octubre de 2009

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