PENSAMIENTO
DELFINA ACOSTA
Hay un lejano llanto y un suspiro
por tantas cosas, es decir la vida
que sobre el hombre sin cesar gotea.
Pero también se escucha una oración
de un alma buena que es igual al agua
bebida por el hombre atormentado.
Los astros nos observan silenciosos.
Sellada está la suerte de la mosca
que aquella araña cazará y la flor
de los rosales se ha de abrir entonces.
Un lobo de ciudad aúlla y sube
su triste aullido y otras veces baja
a los difuntos que rezuman polvo.
Con gracia una amarilla mariposa
se posa sobre un solo pensamiento:
“No teman porque yo he vencido al mundo”.
DIOS EXISTE
DELFINA ACOSTA
Un águila en mis sueños me visita
y cierta monja anciana de semblante
tristón y distraído. Yo no sueño
con mariposas blancas ni unas gotas
cayendo de las flores o las llamas
de un cielo atardecido. Mis costumbres
severas me conducen día a día
a ir tras unos pasos que son míos,
por cierto, y son mis pasos un camino
andado para abrir alguna puerta.
La noche suele hallarme contemplando
el rostro de una estrella y me pregunto
qué cosas misteriosas sabe ella
pues eso de quedarse tan callada
es la primera incógnita del cielo.
Pero mi Dios me habla y dice: ¡Existo!
JARDIN MISTERIOSO
DELFINA ACOSTA
Se trata de una mantis religiosa
llevada por insectos himenópteros
a oscuro nido estando viva aún.
Un niño entretenido la contempla.
También se trata de un gusano verde
de un género por mí desconocido
subiendo por la rama de un rosal.
La maravilla es parte de la náusea.
El asco y la belleza son las caras
de la moneda que Jesús dio al César.
En mi jardín las voces se confunden.
Solloza el sauce, y el piar quebrado
de unos pichones cruza cierta brisa.
Pero las flores pujan por abrirse.
Y alguna primavera está llamando.
¡Y vientos de alegría son mis ojos !
UN MUNDO PERFECTO
DELFINA ACOSTA
Fumaba yo caída ya la noche
en el pequeño cementerio y daban
las doce y los jazmines se entreabrían
entonces y unas leves mariposas
salían de los huesos de una tumba.
Los muertos silenciosos se torcían
trepados al ciprés que el viento frío
movía y un felino enamorado
de la rojiza Luna me acechaba.
No sé por qué razón recuerdo ahora
mis citas con los muertos. Crece el día
y llegan a mis ojos los colores
alegres que a mi vida le faltaron.
En paz estoy con todos. Silba un ave
un canto sin error. Por un instante
el mundo pareciera ser perfecto.
CANTABA LA PALOMA
DELFINA ACOSTA
Cantaba la paloma y el felino
oía su cantar y se quedaba
herido de tristeza y de ternura.
Mi rostro frente al cielo oscurecido
buscaba alguna estrella mas los vientos
con el horrible aliento de no sé
qué malas flores blancas me obligaban
a ver el fondo negro de mis ojos.
Si hubiera conseguido detener
el tiempo en que las cosas eran bellas.
¡Ay la aspereza del rocío! En vano
el fuego de las almas se enrojece.
No hay nadie a quien amar. Y en la distancia
el cuervo está al acecho, y yo también.
Llegada es ya la hora. Lidiaremos
batalla extraña y dulce de querernos.
MAÑANA ES OTRO DÍA
DELFINA ACOSTA
Los lirios que se caen y las hojas
girando circulares hacen triste
aún el agua limpia que yo bebo.
Imaginé un venado en la ventana
y ahora estoy mejor y sin embargo
me sé ya de memoria aquel inútil
piar del avecilla abandonada.
Y luego al mediodía las hormigas
querrán venir por ella, y tantas rosas
que se abrirán en vano pues no sabe,
no, no sabe el hombre valorar su garbo,
y sólo por la paga el jardinero
podando está el rosal, no fue su padre
poeta, y él se encuentra casi ciego.
¡Pero mañana el viento traerá
en cada arbusto aroma a nuevo día!
EL CUERVO
DELFINA ACOSTA
No son los años, no, los abejorros
se llevan de mi néctar lo que queda,
hambrientos cada noche en mis mejillas
que ayer tenían luces se presentan.
Y la paloma en quien yo confiaba
mi rostro come y sólo fruta vieja
es el lunar que me hizo vanidosa
en una tarde azul de primavera.
No son los años, no, los lobos pasan
encima de mi cuerpo y de sus huellas
que son quebradas ramas se levanta
un viento desangrando mi corteza.
¡Y el cuervo que el viñedo desatiende
para escarbar sin pausa en mi cabeza !
Por eso es mi mirada pensativa
y cubre a mis cabellos la tristeza.