Mi amiga Vidalia Sánchez me ha pedido que escriba una presentación de carácter general de los dieciséis títulos, ya definidos, de la BIBLIOTECA DE OBRAS SELECTAS DE AUTORES PARAGUAYOS que, en volúmenes sucesivos, aparecerá en algunas semanas bajo el sello editorial de SERVILIBRO, difundiéndose al público lector junto con un periódico nacional de vasta circulación. Con grande voluntad acepto la solicitud porque, entre otras virtudes, esta colección literaria ha sido integrada con criterio selectivo -su propio nombre así lo señala- y no meramente antológico; en efecto, las antologías suelen programarse subjetivamente, vale decir en atención al gusto e incluso al capricho de quienes las preparan, mientras que la selección objetiva de textos en ese ámbito maneja criterios diferentes y diferenciados, tomando en cuenta en primer lugar la excelencia lingüística uniforme, por así decirlo, de todos los autores, dentro naturalmente de la estilística de cada quien (e1 estilo es el hombre); en segundo término, una selección ha de considerar la representatividad palmaria de tales obras en relación con la época y la generación cultural a las cuales pertenecen y, en fin, toda colección seleccionada de libros de naturaleza similar a la que hoy tengo a honra presentar, tiene que incluir la pluralidad de los géneros y subgéneros literarios; en igual condición, la BIBLIOTECA ... ofrece el arcoiris cumplido: lírica, cuento, novela corta, teatro, recopilación de narrativa oral anónima, ensayos con intención estética y hasta poesía bilingüe en versión original o traducida, ello como justiciero tributo a nuestra lengua materna, el guaraní paraguayo.
Las mencionadas demostraciones están marcando un propósito central: el de ampliar y diversificar el placer (que en rigor es uno solo) de la lectura: afición, hábito, adicción que, a semejanza del buen comer y de los actos del amor, producen en sus practicantes la extraña sincronía de la felicidad espiritual con el gozo físico.
Carlos Villagra Marsal
última Altura, a principios de agosto de 2011
CARLOS FEDERICO ABENTE : Nació el 6 de setiembre de 1915 en Isla Valle (Areguá).
Si bien su padre -el ingeniero Isidro Julián Abente- le dio su apellido, solo lo vio una vez en su vida, al término de sus estudios primarios.
Con su madre viajaron a entre Ríos y luego a Buenos Aires. Allí, en la Universidad de Buenos Aires (UBA) obtuvo el título de médico. Se especializó en cirugía.
Antes de recibirse, para solventar sus gastos, fue canillita y, ocasionalmente, sparring de boxeadores.
Entre sus grandes amigos estaban José Asunción Flores -para quien escribió las letras de Ñemitỹ y Guyraũ-, Augusto Roa Bastos, Mauricio Cardozo Ocampo, Hérib Campos Cervera, Emilio Vaesken, Severo Rodas y otros.
Se casó con Eva García Parodi. Tienen tres hijos: María Estela, María Eva y Carlos Ramón y 15 nietos.
Publicó cuatro libros de poesía:
Che kirĩrĩ asapukái haguã (Para gritar mi silencio)
Kirĩrĩ sapukái (Grito del silencio)
Sapukái. Poesías inocentes
Sapukái sunu (El grito del trueno).
Sus obras musicalizadas están reunidas en varios discos. `
Mención de Honor en el Premio Nacional de Literatura 2009.
PRÓLOGO
Cualquier antología -sea quien fuere el autor escogido- es siempre una tarea difícil y arriesgada. Quien selecciona las obras solo cuenta con el mejor saber y entender que los años le han ido enseñando a través de sus lecturas, conversaciones y la escritura personal. Es difícil porque elegir significa excluir. Arriesgada, porque siempre acecha el peligro de que el resultado final no represente fielmente lo más granado de una producción literaria global.
Consciente de esa limitación y tratándose de la poesía del Dr. Carlos Federico Abente, he tomado coraje para actuar como juez de lo que su corazón fue derramando en palabras en el transcurso de su fructífera vida. Siendo honesto, tengo el deber de decir que mi admiración, mi cariño y mi respeto hacia él no me dan la imparcialidad que requiere la labor de un antólogo. De esta confesión parto para emprender la travesía.
El Dr. Abente suele repetir que no escribe poemas sino mensajes. Su humildad no le permite colocarse a la altura de los que deambulan por la vida con el rótulo de poetas.
Si se parte de la premisa de que poesía es lo que se verbaliza recurriendo al uso artístico e un vocabulario cultivado y lo que se transmite llega con la suficiente carga para emocionar, no cabe ningún tipo de duda para calificar lo suyo. Además, al fin de cuentas, no hay oposición entre poema y mensaje porque todo verso destinado a perdurar lleva en sí una voz que está por encima de los signos que sirvieron para la representación gráfica de las ideas.
Esta antología se llama Ñemity porque los poemas de Carlos son una siembra de amor, sueños, esperanzas y generosidad. Y porque ese es el título de la guarania con música de su entrañable amigo José Asunción Flores con el que ya en vida es inmortal. Refleja su deseo de un Paraguay grande, solidario, trabajador y feliz. Esa letra convertida en himno extraoficial en un vasto sector del país es ya su herencia más perdurable. Vivirá por encima del polvo, puerto de nuestra condición de seres finitos. Entonces, nada mejor que escoger esa identidad.
El rasgo sobresaliente en los cuatro volúmenes de poesía publicados por el Dr. Carlos Federico Abente y que han servido de base a esta antología es el vocablo sapukái.
Sus poemarios han ido apareciendo con estos sucesivos títulos: Che kirĩrĩ asapukái haguã (Para gritar mi silencio) (1990); Kirĩrĩ sapukái (Grito del silencio) (1995); Sapukái, Poesías inocentes (1997) y Sapukái sunu (El grito del trueno) (2001),
Como se constata, el fuego central de su producción es el sapukái. A ratos, para hacerlo más sonoro y resaltante, lo opone a kirĩrĩ. Lo que enciende su inspiración se completa en un final a toda orquesta, sin necesidad de adiciones: Sapukái sunu, un grito elevado al máximo volumen, como una síntesis del itinerario recorrido.
¿Y cuáles son los gritos del poeta? ¿De qué ayvu eleva su vuelo ese sapukái que permea cada línea de sus escritos y que si no á parece se lo presiente agazapado en la blancura del papel?
Para responder, hace falta ubicarlo en un contexto vital. Nació en Isla Valle (Areguá) es cierto, pero muy niño la vida lo empujó a territorio argentino: Formosa primero, Concepción del Uruguay después y, finalmente, el puerto de Buenos Aires donde vive hasta hoy.
Para mí, su grito más raigal nace en la ausencia de su tierra a la que no solo no olvida sino que ama en extremo. Ese es su sapukái esencial y a partir de él van emergiendo los otros, aquellos dictados por sus afectos.
Como no puede desprenderse de su patria, la lleva consigo donde vaya. El guaraní es el puente del encuentro más íntimo entre lo que dejó físicamente y lo que va reconstruyendo en cada pasaje de su existencia. Voy más lejos todavía: su primera lengua, la que aprendió de doña Juana Deolinda Bogado Arce - su madre- es su verdadera patria. Con ella envuelve los distintos rostros de su sapukái múltiple, pero también único.
Por la preponderancia del sapukái, podría caerse en la tentación de creer que en la poesía de Carlos hay rabia, ira, furia y violencia. O si se recordara que su marcante de alumno de la primaria era "tahýi tarova" por lo peleador que era, también la conclusión sería errónea porque no hay espíritu que transmita tanta paz como el suyo.
Como algo paradojal, aunque no contradictorio, su escritura está llena de ternura, sosiego, amistad, solidaridad, humanidad en suma. No hay que desdeñar, entonces, que a ratos el kirĩrĩ contrapuntee su sapukái. Allí está el secreto que balancea los dos polos.
De esa combinación nace la síntesis que se plasma en su producción poética y que esta antología tiene la intención de mostrar. Los textos de algunos autores que han prologado sus libros han sido seleccionados por su relevancia para comprender más cabalmente la poética abentiana.
Walt Witman quería que quien tocara su libro -Hojas de hierba-, se pusiera en contacto con un hombre. Pues bien: quien tenga en sus manos estas páginas encontrará a un hombre verdadero que con sus dolores y alegrías labró a pulso su camino. Y eligió la palabra para dejar testimonio de la trama de sentimientos que acompaña su historia de ser humano excepcional.
MARIO RUBÉN ÁLVAREZ
Desde el amarayvi de otoño de Potrero Yvaté, mayo de 2009
CHE KIRĨRĨ ASAPUKÁI HAGUÃ – PARA GRITAR MI SILENCIO