ADRIANA VILLAGRA : “A UN ARTISTA NO LE BASTA CON “EXISTIR”...”
Por: ROBERTO MANZANAL
Comunicador y Gestor Cultural
R.M.
Cielos, nubarrones, un alambre y una vida, encarnada en un clavel del aire. Vemos naturaleza y creación humana en tu obra. ¿Existe una espontaneidad o es producto de un refinado intercambio intelectual de figuras?
A.V.
Mi obra es ante todo un resultado de un exhaustivo estudio del mundo que me rodea. Ese estudio implica observar detenidamente cada elemento, estudiarlo, investigar su historia, sus antecedentes, su simbología porque en la medida que más uno conoce de algo, más se enriquecen las posibilidades de interpretación y expresión en la obra. Y cuando digo el mundo que rodea, involucra todo, todo aquello con lo que interactúo a diario, lo natural, lo creado, lo material y lo inmaterial.
Todos los elementos que aparecen en mi obra, son elementos con los que he tenido un contacto directo, los he visto, tocado; conozco sus colores, aromas, texturas, etc. Algunos elementos los selecciono de acuerdo a una idea preliminar que quiero plantear, pero también a veces los elementos sugieren la obra, es ahí donde puede tener lugar la espontaneidad que mencionas, en la posibilidad dedejar al elemento hablar por sí mismo y a partir de ahí plantear la creación de una obra.
R.M.
¿Crees en la posibilidad de la existencia de un áurea propia en tus trabajos?
A.V.
Yo creo que sí, es más, creo que toda obra de arte debería ser portadora de un áurea propia, porque cada obra yo la veo como un ente vivo con autonomía, que palpita, que respira, que dialoga con quien la observa. En ella uno vierte emociones, energía, creación y trabajo técnico que le proporcionan una configuración física y emocional. Yo no concibo una obra como el resultado de un proceso puramente técnico o puramente conceptual, sino de un adecuado equilibrio entre ambas partes para que sea portadora de esa áurea que la hace única, y así el espectador se involucre y sienta que es parte de ella y del mensaje y enriquecerla con su mirada. Yo creo que esas obras que portan esa “áurea” nunca son la respuesta acabada a un planteamiento, sino más bien una puerta de entrada a universos más profundos de nuestra propia humanidad.
R.M.
¿Cuál es la percepción que marca la diferencia entre uno y otro artista?
A.V.
Pienso que esa percepción puede estar dada por elementos tangibles como la composición, los colores, la idea que se plantea en la obra. Cada artista selecciona uno u otro elemento, colores, etc. a la hora de crear en base a experiencias, emociones, sentimientos, ideas y eso le confiere individualidad a la imagen que el artista presenta. Y esas emociones o sentimientos que se traslucen en ese proceso de selección le otorgan a la obra ese “no se qué” que la hace única. Así como los seres humanos somos cuerpo (tangible) y espíritu (Intangible) cuya armonización nos confiere una identidad propia, lo mismo sucede con la obra de arte, cuya adecuada combinación de elementos tangibles e intangibles hace que se constituya en una realidad única y un universo en sí mismo. Eso si, creo que para que se produzca esa armonización y por consiguiente la identidad personal, uno debe partir de una base de “honestidad” a la hora de crear.
R.M.
¿A que te refieres concretamente cuando manifiestas que el artista....”debe partir de una base de honestidad”?
A.V.
Cuando digo, que uno “debe partir de una base de honestidad”, me refiero a adoptar una actitud de sinceridad y respeto a uno mismo y su obra. Uno debe ser consciente de sus capacidades y a partir de eso construir su identidad como artista y por consiguiente de la obra. Esta debe ser consecuente y cuando digo “consecuente”, me refiero a que debe ser el resultado de un proceso interno y externo. Toda la información que provee la realidad es incorporada a través de nuestros canales de sensibilidad al mundo interior para luego ser reformuladas, reprocesadas y que luego se materializan. La obra debe ser el resultado de esta experiencia. Uno no puede reclamar como creación aquello que es copia o emulación de otras obras. Es cierto, que todo artista pasa por un proceso de maduración en el cual uno puede iniciarse en la copia de otras obras para aprender del estilo o la técnica de otro artista. Todos los grandes Maestros han pasado por esta etapa, pero de ahí a reclamar eso como creación personal ya es otra cosa. Eso sirve para alimentar ese proceso de incorporación de lo exterior a lo interno.
Si no existe esa “base de honestidad” a la hora de crear, la obra no puede ser auténtica y al no ser auténtica el áurea, de la que hablábamos anteriormente, no puede proyectarse y por consiguiente no puede constituirse en un ente. Simplemente devendrá un producto artístico bien manufacturado.
R.M.
Esta sería la eterna diferencia entre ser o no ser....
A.V.
Y creo que si....y cuando mencionas lo de ser o no ser, me trae a la memoria una frase del pintor español Ramón Gaya, que decía que “uno es o no es un creador y si no lo es, mejor abstenerse”. Tal vez pueda resultar chocante este pensamiento e incluso hasta un poco excluyente y contradictorio con otros pensamientos que manifiestan que cualquiera puede ser artista y que solo hay que proponérselo, pero creo que la labor creativa si bien es posible manifestarse en cualquier persona, el artista es un ser que tiene esa “cualidad especial” para relacionarse con el mundo de una manera diferente. El artista ve, siente, oye, toca, huele el mundo de otra forma, ve la realidad como velos, como capas translúcidas que se superponen y en la medida que uno las atraviesa, va descubriendo realidades profundas y trascendentes que tal vez permanecen ocultas para la mayoría.
El artista tiene en sus manos una misión muy elevada de hacer visible ante el mundo una porción de esa Realidad
Trascendente que permanece oculta. Y para lograr esta Misión se necesita una gran sensibilidad y una capacidad que no se limita a una simple “pericia técnica”. Esa sensibilidad especial lo hace vulnerable al dolor, a la belleza, a la alegría o la tristeza, emociones, olores, colores que penetran su alma y después se materializan en una obra de arte. El artista es capaz de establecer un lazo íntimo con esa parte del mundo donde reside el origen y unidad de nuestra humanidad.
R.M.
Un lazo intimo que implica desnudar el alma y proyectarse en vuelo profundo de eternidad
A.V.
Así mismo, o al menos así es como lo veo yo. Yo siempre pienso que en todo ser humano está presente la necesidad de la “trascendencia”, que justamente se refiere a ese vuelo que mencionas hacia la eternidad. Esta trascendencia es algo muy humano... íntimamente humano !... que suele ser el motor que le da sentido a nuestra existencia. Pero en el Artista esta necesidad de trascendencia se presenta con más fuerza, más intensidad. A un artista no le basta con “existir” ni ajustar su vida a pautas o estructuras sociales, está por fuera de ellas, porque su alma necesita de libertad para establecer ese lazo íntimo que le permite elevarse a esa eternidad anhelada. La obra de arte traspasa las barreras del espacio-tiempo para inscribirse en un lugar (o tal vez no-lugar) donde sólo tienen cabida la Eternidad y la Atemporalidad.
R.M.
Ahora esa trascendencia ¿como va tomando forma en el espectador que se coloca frente a un cuadro de Adriana Villagra? ¿Qué sería lo distinto?
A.V.
La mirada del espectador es muy importante para mí, incluso más importante que la mirada de un especialista o crítico de arte. Me ha tocado exponer en lugares muy variados, desde una terminal de omnibus, donde circula gente de todos los niveles sociales, hasta lugares de envergadura en mi país y el extranjero como galerías, centros culturales, embajadas y ferias de arte. Y me hace muy feliz ver que gente diversa pueda establecer un vínculo con mi obra sin importar su nivel de estudios o condición socioeconómica. Si bien es cierto que sólo “algunos” pueden “comprar” una obra de arte, sin embargo “todos” pueden “apreciar” el arte.
Siento que es ahí, donde va tomando forma la trascendencia de la que hablamos, cuando el arte permea las diferencias y une a las personas.
Puede que el espectador se sienta atraído por los elementos que utilizo, los colores, la forma de componer, pero sea cual fuere el motivo, por insignificante que pueda parecer, desde el momento que una obra es capaz de despertar ese interés por el acercamiento en el otro, yo ya considero mi exposición un éxito. No concibo pensar que el arte se trata solo de ganar cotización o prestigio, sino también de ganar afectos, experiencias, aprendizaje. Eso es lo que enriquece el alma del artista, es lo permanente, lo trascendente.
R.M.
¿El Artista en esta época esta condicionado por diversos factores extra-arte ?
A.V.
Tal vez esos factores “extra-arte” siempre existieron en épocas pasadas, pero la diferencia crucial puede ser que en esta época que nos toca vivir, donde existe una hiper-conectividad, hiper-circulación de información, inmediatez en el disfrute, esos factores “extra-arte” parecen imponerse como el requisito obligado para que un artista trascienda o no. Se le da mucha importancia a los números, al impacto, al estrellato, a la inmediatez y se pierden de vista ese contenido “humano” que han hecho que muchas obras del pasado hoy sigan vigentes.
No estoy en contra de propuestas vanguardistas ni tampoco en el uso de nuevas tecnologías en la producción artística, siempre y cuando estén asentadas en esa “base de honestidad” que mencioné al principio, porque si uno actúa con honestidad con uno mismo, uno se mantiene íntegro/a en su postura de artista y la obra no deviene una simple mercancía o espectáculo mediático.
R.M.
Hay una tendencia a solo intelectualizar el Arte más allá de las técnicas, lo estético y de la misma belleza. ¿Cuál es tu postura al respecto?
A.V.
Y durante mucho tiempo he sentido que se le ha dado demasiada importancia a un arte “puramente conceptual”, donde la idea misma era la obra de arte haciendo a un lado a quienes optaban por medios o posiciones intermedias sin dejar de lado el oficio. Creo que esta excesiva intelectualización del arte vino de la mano del entronamiento de curadores y críticos de arte que hicieron imprescindible el discurso intelectual para entender una obra, haciendo a un lado la emoción. No considero bueno ningún extremo... ni la excesiva intelectualización ni tampoco el excesivo virtuosismo técnico. Tanto uno como lo otro vacían de contenido a la obra y sobretodo de “emoción”. En el arte siempre debe haber cabida para el sentimiento, porque la obra va dirigida a los sentidos, y por lo tanto uno se vincula primeramente con ella a través de la emoción. Pero últimamente he sentido como un pequeño cambio de viento al ver que se está valorando bastante el trabajo de artistas que han permanecido fieles a la creación donde el oficio cumple un rol importante. Y son aquellos artistas que han apostado siempre a un arte honesto, tal vez alejado de los “grandes circuitos del arte contemporáneo”, sin dejarse contaminar por modas u opiniones de curadores o críticos de turno.
R.M.
Mencionabas a Ramón Gaya a través de tus respuestas y me vino a la memoria aquellos versos de su autoria“... Pintura no es hacer: es sacrificio, es quitar, desnudar, y trazo a trazo, el alma irá acudiendo sin trabajo.”...
A.V.
Gaya en su frase parece plantear una contradicción, porque habla de sacrificio por un lado y sin embargo menciona que el “alma acude sin trabajo”. Sin embargo, creo que cuando menciona el sacrificio se refiere a esa entrega incondicional, esa lucha diaria y a entender que este derrotero artístico no es un camino fácil, sino con obstáculos de los más diversos.
Creo que el artista es un ser siempre insatisfecho, en permanente búsqueda de sí mismo a través de su obra, por eso el trabajo arduo y constante es una necesidad que algunas veces roza la compulsividad. Mucha gente ve como algo negativo el “sacrificio”, y lo asocia con la infelicidad, el descontento o tristeza permanente. Pero creo que eso es porque vivimos un tiempo donde impera lo “light” y lo inmediato. Uno quiere ver resultados rápidos sin mucho esfuerzo, y sin embargo el arte, aquel que trasciende más allá del tiempo, ha sido fruto de una entrega incondicional y esfuerzo constante del Artista hacia la búsqueda de la perfección.
R.M.
El alma acude sin trabajo por su condición, pero el artista debe poner todo de si, para lograr que ella se pose en la obra. Que sientes interiormente cuando ves a pintores que se dicen a si mismos artistas por el solo hecho de llenar un bastidor?
A.V.
Claro, hay que trabajar, esmerarse y ante todo amar lo que uno hace. Hay una necesidad misteriosa dentro del artista que lo lleva a tomar un lápiz, un pincel o cualquier instrumento que le permita sacar al exterior aquello que bulle con efervescencia en lo más profundo de su alma. Es una necesidad muy íntima, difícil de describir o tal vez comprender, incluso por el mismo artista. Entonces, la “técnica” u “oficio” es tan sólo un medio para dejar aflorar ese mundo interior que se gesta en lo más profundo del alma y busca poderosamente corporizarse. La verdad, no sabría describir que siento interiormente, podría ser algo así como preocupación. Porque me preocupa que mucha gente pueda tener un concepto un poco confuso a la hora de identificar una “actividad mecánica” y una “actividad creadora”. Porque cuando hablamos de arte, nos referimos a “creación” donde la técnica pasa a un segundo plano y está supeditada a una labor superior que tiene que ver con proyectar en el lienzo o cualquiera sea el material utilizado, todo el caudal de la riqueza interior que uno tiene en el alma.
No estoy en contra de que cualquier persona pueda utilizar el arte como una actividad terapéutica o de pasatiempo, como también lo hacen algunos con el deporte. Pero es importante hacer la diferencia con el artista profesional, con el artista creador, que no es aquel que pinta simplemente para demostrar sus dotes técnicas.
R.M.
¿Por qué elegiste un realismo simbólico para expresarte en tu creatividad ?
A.V.
Tal vez el realismo simbólico sea la consecuencia natural de como fui evolucionando hasta ahora con el tema del dibujo y la pintura. Dibujé desde que tengo uso de razón y siempre me gustó el dibujo realista. Siempre fui una persona muy observadora, detallista y perfeccionista desde pequeña y por eso mis dibujos y posteriormente mi pintura siempre surgieron a partir de una observación muy analítica y detallada. Pero así también, en la medida que iba consiguiendo ese objetivo, digamos preliminar, de representar el mundo exterior en el lienzo, surgieron nuevas inquietudes que tienen que ver con necesidades internas y más profundas. Es decir, en la medida que conocía mejor mi oficio, y podía recrear en forma realista un objeto, surgía en mi la necesidad de ir más allá de ese objeto representado. Y esa inquietud me fue llevando de una manera casi sin darme cuenta a indagar en el “simbolismo”, en una búsqueda por entender que hay más allá de la realidad visible. Es difícil para mi explicar en que momento mis pinturas surgieron como lo que hoy llamo realismo simbólico, pero creo que tiene que ver con esa necesidad natural de ir más allá de lo representado y de la realidad objetiva. Tiene que ver con esa búsqueda de trascendencia, de creer que la realidad es mucho más que aquello que tenemos frente a los ojos.
R.M.
Hay una búsqueda en tu Arte de elementos desdeñados o fuera de la vista humana que sorprenden e invitan a un encuentro más cercano e intimista...
A.V.
Si, la mayoría de los elementos que aparecen en mi obra son aquellos que en la vida diaria tal vez permanecen inadvertidos.
Por ejemplo, el clavel del aire, tan común en esta región, es una planta que normalmente crece en los cables o agarrada a los árboles que la gente no se detiene a observar, sino más bien la trata de plaga y que sin embargo cuando uno la observa de cerca tiene una belleza tan especial. Lo mismo pasa con otros elementos como los alambres o las paredes derruidas.
Cada elemento tiene su belleza, tal vez oculta que requiere atravesar esa capa superficial de realidad para poder verla y encontrar el “alma de las cosas”. Lo que para uno es una pared vieja, llena de moho y nada atractiva, para mi es una paleta de colores, texturas creadas por el accionar de la naturaleza sobre la materia, que me produce una fascinación especial, como si una fuerza misteriosa estuviera ahí presente. He recibido comentarios de personas que me han manifestado que no se había percatado de la belleza de tal o cual objeto hasta que lo vieron en mi cuadro. Y es gratificante cuando me dicen algo así, porque quiere decir que mi obra le está brindando la oportunidad de renovar su mirada hacia el mundo que le rodea.
R.M.
En tus últimas creaciones se observan escaleras al cielo. Ese vacío, que acompaña el ascenso por los peldaños, algunos de ellos quebrados y que sirven de reposo para algún trabajado origami, te da vértigo?
A.V.
Honestamente no me había planteado el tema de vértigo cuando pinté las escaleras, pero ahora que lo mencionas, puede ser un concepto que se trasluce a través de la escalera. El vértigo suele ser esa sensación que uno experimenta cuando asciende a cierta altura y va a acompañado de mareos, inestabilidad, falta de equilibrio.
Tal vez la escalera sea un elemento que al estar suspendida en el vacío acrecienta esa experiencia. Tanto el vacío como el vértigo, producen una sensación extraña de inestabilidad, desequilibrio y por qué no, miedo. La escalera es un elemento que se está haciendo bastante recurrente en mis últimas obras, tal vez asociada a una necesidad interior de autosuperación. Pero si te fijas, la escalera está llena de imperfecciones, escalones rotos, inclina dos que acrecientan todavía más esa inestabilidad. Y eso lo relaciono con el ser humano; que asciende, desciende, lleno de imperfecciones, que aspira constantemente a la perfección. Refleja esa búsqueda de perfección y trascendencia que mencioné anteriormente. Y en está búsqueda (interna) claro que uno puede experimentar vértigo, ¿por que, no?
R.M.
Para finalizar, ¿ deseas que aquel que se detiene en tus obras sienta esa misma sensación espacial?
A.V.
Si bien, uno como artista puede tener una intención inicial a la hora de crear una obra y esperar una determinada respuesta en el espectador, cuando la obra adquiere esa autonomía como ente de la que hablábamos al inicio, y se produce la interacción con el espectador, esa intencionalidad inicial puede verse enriquecida de mil maneras porque el espectador también aporta lo suyo en ese proceso de intercambio y deseo que encuentre aquello que su alma desea encontrar.
Yo no creo mi obra pensando en un tipo de público específico, tan solo trato de poner una parte de mi en el lienzo. El arte es mi manera de entablar un vínculo con el mundo que me rodea. Y cada espectador que se acerca a mi obra es también una experiencia de aprendizaje, puede que sienta lo mismo que sentí yo al crear la obra o puede que experimente emociones diferentes que yo no había notado, le puede gustar o no, pero sea cual fuere aquello que sienta, tan sólo espero que encuentre en mi obra un momento para la contemplación.
Entrevista publicada en el portal de cultura Artefenix.
www.artefenix.net
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