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JUAN ESTEBAN CARRÓN (+)
  CRÓNICAS DE LA GUERRA DEL CHACO - Relatos de JUAN ESTEBAN CARRÓN - Año 1981


CRÓNICAS DE LA GUERRA DEL CHACO - Relatos de JUAN ESTEBAN CARRÓN - Año 1981

CRÓNICAS DE LA GUERRA DEL CHACO


Relatos de JUAN ESTEBAN CARRÓN

EDITORIAL EL FORO

Asunción – Paraguay

1981 (123 páginas)

 

 

 

 

PRÓLOGO

 

         (Al Libro "Crónicas de la Guerra del Chaco" de Juan Esteban Carrón).

 

         Juan Esteban Carrón, combatiente en el Tercer Cuerpo de Ejército con la jerarquía de teniente del cuadro de reserva, durante la guerra del Chaco, ha solicitado un prólogo para este libro de crónicas que fueron difundidas por "El Liberal" en los días iníciales de la lucha armada. Se trata de lo que Carrón vio y palpó, como corresponsal de guerra, en la zona de Boquerón, en los días de aquel nuestro histórico y primer esfuerzo de reacción armada contra el invasor. Ahora, a cerca de cincuenta años de distancia, Carrón ha resuelto dar a publicidad esas viejas crónicas en forma de un libro. El pedido de escribir un prólogo para este pequeño gran libro, es más que una deferencia: un grande honor.

         Ya antes de tener en mi poder la carpeta de manuscritos, yo había leído algunos párrafos de estos escritos de Juan Esteban Carrón en "Anécdotas de la Guerra del Chaco" que editara el diario "Hoy" hace pocos días en homenaje al 45 aniversario de la Paz del Chaco. Y en uno de esos párrafos dice Carrón, refiriéndose a sus Crónicas de 1932, que son quizá un tanto ingenuas. El mismo juicio me fue repetido por Carrón cuando hablamos sobre el prólogo hace pocos días, y destaco este hecho porque el auto juicio -permítaseme el empleo de este vocablo compuesto por mí para un caso muy limitado- constituye precisamente el punto de partida para el desarrollo del prólogo.

         Yo pienso que no ha de haber crónica que no aparezca ingenua después de algunos años de escrita, cuando los hechos que comenta han pasado a ser cosas del pasado. La realidad es que todas las crónicas que he leído sobre la guerra de 1865 (León de Pallejas, Natalicio Talavera y otros), sobre la Primera Guerra Mundial (muchísimos autores franceses, ingleses, alemanes, argentinos, etc.) y sobre la guerra del Chaco (entre otros Julio C. Guerrero, Vergara Vicuña), tienen ese sabor de ingenuidad que forma parte, al parecer inevitablemente, de toda crónica de hechos pretéritos y que no se muestra muy visible en los momentos en que la difusión de la crónica se identifica con hechos actuales. Esa condición de "ingenuidad" debe ser, sin duda, del hecho de que el cronista no puede ver sino a la ligera una parte de la realidad y aún esa limitada parte ha de ser considerada con sumo cuidado, a fin de no proveer de informaciones al enemigo y de no herir mil susceptibilidades de todo orden.

         Aún debiendo actuar bajo el peso de tan enormes limitaciones como las que expongo de manera fugaz, la crónica es una contribución a la historia, una contribución que puede ser valiosísima, como en el caso de las que aparecieron en "El Liberal" en los días de nuestro gran esfuerzo en Boquerón. Y este valor de las crónicas aparece más nítido después de transcurrir un tiempo que es nada menos que medio siglo o poco menos: la parte que no vacilo en calificar como VALIOSISIMA contribución a la historia, no está en las verdades que no ha podido ver o que ha ocultado obligadamente, sino en la realidad que, sin exponerla, aparece nítida en cada uno de los renglones de las crónicas: en el campo paraguayo, único que el cronista puede visitar, todo es improvisado, incipiente, embrionario, armado y puesto en funcionamiento sobre la marcha, y todo con entusiasmo ardiente y multitudinario, aunque compacto, con impulso renovado en todo momento y que presagia victoria.

         Los caminos, las comunicaciones, las instalaciones, los hospitales, la aviación, los comandos, la sanidad, el reabastecimiento, los transportes, los mandos subalternos, la tropa, los puestos de etapa y los puntos de tránsito: todo es nuevo, recientemente establecido, armado el día anterior, y todo marcha hacia adelante empujado por una decisión colectiva homogénea, masiva, permanente. Lo que vio Carrón y retrató en sus Crónicas nos pone a la vista el Paraguay de setiembre de 1932: el PUEBLO EN ARMAS. Y léase esta frase tal como la escribo: no es la Nación en Armas, sino el Pueblo en Armas. En el primero de los conceptos hay una técnica administrativa, política y militar que es resultado de un plan y que se pone en andamiento en un momento preciso y con una finalidad prevista; en el concepto segundo se trata de la movilización espontánea del pueblo, impulso que viene del fondo del alma colectiva y actúa como estallido en una dirección determinada no por decisión de directores sino por el instinto de la masa o más bien dicho por el hombre como colectividad. Claro es que el ideal estaría en que ambos conceptos coincidan y se confundan, pero esto no ocurre siempre: hay ocasiones en que uno y otro actúan disociados, o en líneas paralelas, y hasta en choque.

         Carrón, el Cronista, es precisamente un ejemplo de la improvisación en ese gran esfuerzo nacional: él mismo nos cuenta que hasta entonces escribiera crónica deportiva y no tenía la menor idea de la técnica a que ha de amoldarse un corresponsal de guerra. Partió pues con destino a Boquerón sin más elementos que su gran voluntad, unos lápices, un poco de papel y una pequeña Kodak, pero todo cuanto había aprendido de fotografía se reducía a apretar el dispositivo y... nada más. Pienso yo que nuestro celebrado Natalicio de María Talavera no estuvo mejor preparado en enero de 1865 que su colega Juan Esteban Carrón en setiembre de 1932.

         Creo pues que Juan Esteban Carrón, al dar a publicidad sus Crónicas de 1932 va a prestar un servicio de valor extraordinario al conocimiento del grandioso esfuerzo nacional que fue la guerra del Chaco, por parte de las generaciones posteriores a esa época.

         He oído decir, en muchas ocasiones, que los jóvenes de hoy se interesan muy poco y nada por el pasado, en especial por la guerra del Chaco, y es posible que tales afirmaciones encierren una verdad más o menos real. Pero nada importa que sean las cosas así o no lo sean: nuestra generación, la que hizo la guerra del Chaco, debe dar cumplimiento a un último deber hacia la Nación, haciendo conocer las condiciones reales en que nuestro pueblo hizo ese histórico esfuerzo en que se jugara nada menos que la vida de la Nación. Lo que ocurra después, será responsabilidad de nuestros sucesores en la tarea de mantener los fundamentos de la construcción institucional de la Nación.

 

         Asunción, julio de 1980.

 

         ANTONIO E. GONZALEZ

 



 

  

 

 

COMO ME CONVERTI EN CORRESPONSAL DE GUERRA

 

         Eran, aproximadamente, las nueve de la mañana del 16 de Setiembre de 1932, y estábamos en un descanso de los ejercicios que hacíamos, como Aspirantes a Oficiales de Reserva, en los bajos del Cabildo, cuando llegó hasta mí el Dr. Efraín Cardozo, en esa época Director de El Liberal, diario en el que yo trabajaba como Cronista Deportivo. Con palabras que denotaban premura, sin rodeo alguno, me dijo:

         - "Carrón, ¿querés ir al Chaco?". Me sorprendió su pregunta ya que no se trataba, entonces, de "querer ir o no" al Chaco. Teníamos que ir. Era un deber ineludible y, para mejor desempeñarnos era que, precisamente, nos estábamos preparando en la Escuela de Aspirantes a Oficiales de Reserva.

         Sin darme tiempo para contestarle, siguió diciéndome Cardozo:

         - "El Liberal te enviará como Corresponsal de Guerra y la United Press Association de Nueva York, te designará como corresponsal especial. Todo lo relacionado con tu traslado y permiso de la Escuela de Aspirantes, será solucionado satisfactoriamente; pero, en caso de aceptar lo que te propongo, debes irte esta misma tarde. A las 15 horas saldrá una embarcación que te llevará a Puerto Casado. Lo demás, hasta llegar al lugar de las operaciones, correrá por tu cuenta. El Liberal te pagará $ 3.000 y la United Press, $ 200 moneda argentina. ¿Qué decidís?". Acepté. Inmediatamente fui a la Intendencia de Guerra donde me dieron un uniforme de sub-oficial, una bolsa de víveres y un sombrero de género de alas muy anchas. Mi aspecto, con esa indumentaria, era el del más acabado "moldeura" que se pudiera imaginar...

         Munido de lo más necesario e imprescindible, con las credenciales correspondientes y una máquina Kodak a fuelle, de tamaño postal, me embarqué, a la hora mencionada, para Puerto Casado.

         Y, desde allí comenzó mi odisea. En ese momento crucial de la vida de la Nación, casi todo fue improvisado. Se improvisaron medios de transporte, servicios telefónicos y telegráficos, puestos sanitarios, etc. Hasta se improvisaron combatientes... Yo, también, formé parte de esos "improvisados", ya que el ser Cronista de Deportes, en aquel entonces; no era, en realidad, ser periodista. Era alguien, con muy escaso sueldo, cuyos escritos se publicaban cuando sobraba espacio en el periódico... Tampoco entendía un ápice de fotografía, ya que lo único que sabía era que había que apretar el disparador para obtener una foto.

         Pero, ya que me habían elegido para esa misión, tenía que cumplirla. Fue así como escribí estas crónicas, venciendo toda clase de dificultades para su remisión a sus destinatarios. Sin tener mayores conocimientos, sin ayudante alguno, sin tener derecho al "rancho" en ninguna parte, teniendo que valerme de intermediarios que, en muchas ocasiones; no entregaron mis envíos, fueron publicándose las que, a duras penas, podían llegar.

         Hoy, a casi medio siglo de escritas esas crónicas, debo confesar que las encuentro incompletas, llenas de defectos y hasta ingenuas. Pero, no me arrepiento de haberlas escrito, porque ellas, en el momento en que fueron publicadas, llenaron la necesidad de conocer lo que ocurría en el Chaco y sirvieron para calmar, en algo, la ansiedad de los que allí tenían a sus familiares.

         Porque, ahora, se puede decir la verdad. El Chaco era una región desconocida para la mayoría de los paraguayos. La topografía del terreno, tan distinta a la de la región oriental, la falta de bosques y arroyos, causaban una gran depresión entre nuestros soldados. La falta de agua, sobre todo, contribuyó a que la desilusión fuera mayor. Cundía el desaliento. Pero yo tenía que pintar las cosas de otra manera. Debía levantar el espíritu caído de los del frente y de los de retaguardia. Y eso fue lo que traté de hacer con mis crónicas.

         Los lectores de aquella época, seguramente, han de darme la razón. Es para ellos que las rescato de entre las páginas polvorientas de los ejemplares en que fueron editadas. Creo que servirán para rememorar hechos que se van olvidando, perdidos entre otros recuerdos...

         También creo que servirán para que la juventud de hoy conozca con qué patriotismo y con cuánta abnegación supieron sus mayores cumplir con su deber en la contienda chaqueña.

         Desde 1932, hasta ahora, muchas cosas han cambiado. La vida tiene un ritmo más acelerado. Antes se "sentía" de otra manera, y eso ha hecho que, hoy, a muy pocos les interesa conocer lo que hicieron esos heroicos guerreros del Chaco. Y, ese desinterés se reproduce en muchos hogares donde padres lisiados o ex combatientes, al rememorar sus hazañas, apenas logran ser escuchados por sus descendientes. Eso no significa que la juventud actual carezca de patriotismo. Ellos aman a la patria como la amamos los viejos, pero, la aman a su manera y, si desgraciadamente, se vieran obligados a defenderla, estoy seguro que lo harán con la misma entereza y sacrificio con que lo hicieron sus mayores.

 

         INSTRUCCIONES DE LA UNITED PRESS

 

         Todas las informaciones, cuando sea posible, deben ser enviadas vía telegrama dirigidas a "Vebber, San José 181, Asunción". Todas telegramas deben ser confirmadas y ampliadas inmediatamente por correo que llegará en mis manos cuanto antes.

         Telegramas y artículos deben incluir todos aspectos de la lucha armada en el Chaco con atención especial para las batallas que líbranse actualmente.

         Necesitamos relatos de ataques, preparativos, marchas, detalles de las batallas, actos de heroísmo, bajas (ambos lados cuando sea posible, con listas de los oficiales y grados), declaraciones de heridos y prisioneros, en fin, todo relacionado con el conflicto armado.

         Necesitamos entrevistas con jefes oficiales, como el Coronel Estigarribia, y con hombres destacados, como Luis Alberto de Herrera.

         Necesitamos photografías de las tropas, de prisioneros, de las fortificaciones, y si es posible, de las batallas. Naturalmente, no queremos que corra Vd. el riesgo de ser herido pero si se puede, trate de obtener algunas fotos que nadie tendrá.

         Vd. queda autorizado para hacer los arreglos necesarios para asegurar rápido envío de sus telegramas, etc., pagando gratificaciones a las personas que Vd. emplee.

         Su sueldo será de $ 200 m/arg. por mes. Todos los gastos relacionados con su viaje serán por cuenta de la UNITED PRESS, Vd. presentando un detalle de los gastos, con comprobantes, cuando es posible.

 

         John M. Vebber

 



 

         CARTA DE "EL LIBERAL"

 

         Asunción, Paraguay, noviembre 3 de 1932

         Querido Carrón:

         Estamos muy satisfechos de tus crónicas y en ese sentido te telegrafiamos pidiéndote te quedaras en ésa. Pero como muy bien pudiera ser que hayan surgido algunas dificultades, espero te explayes con toda franqueza en alguna de tus cartas.

         Cuando no tengas suficiente material para hacer una crónica, trata de enviarnos documentos tomados. Dicen que en Arce se encontraron muchos papeles. Igualmente, aquello que no deseas ver publicado con tu firma, envía en forma de datos, que aquí lo redactaremos.

         Lo de la clave resultó un fracaso para mí. La persona que debía entregarte en el puerto llegó tarde. Pero, por lo que veo, nada valen las comunicaciones telegráficas. El telegrama que enviaste a Vebber sobre la caída de Arce, le llegó tres días después.

         Te pido que las crónicas trates de repartirlas, a fin de que podamos publicarlas en varios días. Es decir que de cada relato, procures fraccionarlos. Aquí no lo podemos hacer.

         Te escribo ésta muy apuradamente, a fin de no perder el vapor.

         Con un abrazo, te saluda tu afmo.

 

 

         El Diario "El Liberal" destaca, con autorización de las Autoridades superiores, al frente de operaciones militares en el Chaco, a su redactor don JUAN ESTEBAN CARRON a objeto de informar al público del país la vida de campamento de nuestros soldados, detalles de las acciones militares y todas aquellas informaciones que los comandos crean de oportunidad publicar. En consecuencia, la Dirección de "El Liberal" agradecería se facilite al señor Carrón el cumplimiento de su misión, entendido que ninguna de las crónicas tendrían que ser enviadas sin ser visadas por las autoridades militares correspondientes. Siendo la misión del señor Carrón de un carácter eminentemente patriótico, ya que su labor contribuirá en mucho para mantener latente el entusiasmo de la población civil, y además servirá de factor de vinculación entre nuestros bravos jefes, oficiales y soldados, con sus familias, la Dirección de "El Liberal" cree que encontrará la más calurosa acogida y la más amplia cooperación que serán agradecidas calurosamente.

 

         Asunción, septiembre 15 de 1932.

 

 

Artillería Paraguaya


 

(EL LIBERAL - 30 de Setiembre de 1932) - Año XX - No. 6039

 

DESDE EL FRENTE MISMO DE BATALLA RELATO DE NUESTRO

ENVIADO ESPECIAL

 

Interesante correspondencia que nos ha enviado nuestro

enviado especial, señor Carrón.

 

         Nuestro compañero de tareas, D. Juan Esteban Carrón, que fue destacado por la Dirección de EL LIBERAL para visitar el frente de Boquerón, nos ha enviado la siguiente interesantísima crónica.

         Podemos, sin temor a ser desmentidos, asegurar que el señor Carrón ha sido el primer periodista paraguayo, que en función de tal, ha llegado hasta las líneas de combate. Sus informaciones no son producto de la fantasía, ni recolección de datos en Puerto Casado. Por lo tanto, la presente crónica tiene todo el mérito de una primicia y de un verdadero documento histórico.

 

         DE CASADO A KLTRO. 145

 

         Cuando, el 1º de Setiembre de 1932, el "Rivadavia", (barco que nos llevaba) arribó a P. Casado, más de un centenar de personas estaban en el puerto, militares casi todos.

         Entre la gente que aguardaba en el puerto a nuestro barco, encontramos muchos conocidos que deseaban tener noticias de sus familiares y nos llenaban de preguntas sobre detalles de la vida diaria de nuestra capital. A todos dejamos satisfechos en la medida de nuestras fuerzas.

         Sin pérdida de tiempo, y desprendiéndome de la compañía del coronel Recalde, (con quien hice el viaje hasta este Puerto), traté de poner mis papeles en forma para poder viajar enseguida hasta el frente.

         El ir y venir de una a otra dependencia me sirvió para que pudiera conocer algo de la bella ciudad, (Puerto Casado es ya una bella ciudad), chaqueña.

         Frente mismo al puerto, a unos 60 metros de los muelles de quebracho, se encuentran instalados los hospitales. Entre los heridos (que no pasaban de 200), se contaba un grupo que había llegado del frente la noche antes. Entré a verlos. Casi todos, en una proporción de un 95 por ciento se hallan heridos en las manos o en las piernas. No he visto un solo herido grave. Todos tienen buen semblante y se hallan encantados del trato que se les da.

         Los doctores López Moreira y Boggino, acompañados de varios practicantes, entre los que reconocí a Benza, estaban efectuando las curaciones diarias.

         Ni una sola queja, ni un solo ¡ay!, nada que denotara una debilidad o un gesto de dolor.

         Casado tiene de todo, aunque un poco caro. El que no ha podido, en Asunción, pertrecharse en forma de lo que necesitará por el Chaco, puede encontrarlo aquí, pero conviene más que, no olvide traerlo... Todo es caro.

         Las casas son hermosísimas, preciosos chalets, que tienen toda clase de comodidades, bien alineados, formando calles y caminos. En todos estos chalets se usan pilares y vigas de quebracho, los que a la vez de presentar un buen aspecto, dan a las casas una solidez a toda prueba.

         Arreglados mis papeles, una hora y media después de mi llegada a Casado, nos embarcamos en el autovía que debía llevarnos hasta kilómetro 145, para de allí seguir viaje al frente.

         El camino que recorre el autovía (y que es el mismo del F.C.), es una interminable picada que presenta en toda su extensión la misma característica.

         A las 3 y 30 de la tarde, llegamos a kilómetro 145, donde están instalados depósitos de municiones y repuestos en general para autos.



 

         DE K. 145 A CASANILLO

 

         Ya finiquitado el embarque de nuestro equipaje en uno de los camiones que hacen el viaje hasta Isla Poí (Villa Militar), camión que conserva aún la tabla indicando el recorrido, como cuando prestaban servicios en la capital (el nuestro era uno de la línea Puerto-Barrio Mariscal López), ayudamos a colocar algo muy importante, que no se deja de enviar al frente en cada viaje: municiones.

         Lo que nos tocó como compañeros de viaje eran, en casi su totalidad, explosivos. Había, pues, que cuidar que no se golpearan, pues los peligros de una explosión, que nos hiciera volar con camión y todo, no desaparecen a pesar del buen acondicionamiento que traen de fábrica, Entre los que ayudaban a cargar en kilómetro 145, estaban Vicente y Nené Rivarola Coello, hijos de nuestro Ministro en Buenos Aires. Sucios, por la escasez de agua, pero fuertes y contentos de servir a la patria.

         Como los demás soldados, ellos rivalizan en cargar los bultos que debe llevar el camión. En todas partes hay ánimo, alegría, mucha voluntad para cumplir con el deber que a cada uno se le ha asignado.

         Algunos oficiales distraen un momento sus obligaciones y salen hasta la puerta de los ranchos en que viven para mirar los preparativos de la marcha del camión. Y es entonces que veo las primeras caras barbudas.

         Impresiona agradablemente ver esos rostros jóvenes, cubiertos por espesa barba. A algunos les queda bien, hasta casi elegante, pero a otros... parecen osos algunos. (No debe olvidarse aquello de que "el hombre como el oso, cuando más feo, más hermoso").

         A la voz de ¡listos! el camión se pone en marcha. Por fin, vamos ya Chaco adentro. Una mezcla de gozo y ansiedad se apodera, entonces, de uno. Gozo por saber que se está sobre tierra del Chaco, de este nuestro Chaco al que hemos de defender cueste lo que cueste. Ansiedad porque uno no sabe lo que el destino le depara. Morir por la patria es siempre dulce, pero, a veces se muere sin gloria. Una bala perdida, un vuelco del camión en un mal paso, la explosión misma de los proyectiles que llevamos, puede causarnos la muerte. Pero, no es esta la muerte que deseamos. Deseamos la que, en verdad, dé algún beneficio. ¡Bendita la sangre que se pierde en defensa de un palmo de tierra...!

         Avanzamos por un magnífico terraplén construido ya por soldados de nuestro ejército. Un terraplén que no tiene nada que envidiar al camino de Manorá. Liso, suficientemente ancho como para permitir el paso de tres camiones, sin baches ni ondulaciones que dificulten la marcha, nuestro vehículo se desliza rápidamente tratando de llegar a destino antes de que la noche llegue. De kilómetro 145 a Villa Militar hay... kilómetros.

         Pronto salvamos los .... kilómetros que separan al kilómetro 145 de ........., lugar donde se ha instalado nuestro campo de aviación. Ya poco antes de llegar a Casanillo nos encontramos con un grupo de oficiales, entre ellos estaba el teniente Iván Mazó Báez, quien nos proporcionó datos del lugar y nos dio los primeros detalles de las últimas acciones realizadas en el frente. Tanto él, como los demás oficiales con quienes nos encontramos, revelan una confianza y un optimismo a toda prueba. No dudan, ni por un momento siquiera, de que el triunfo definitivo será nuestro. Y, como una ratificación a sus palabras, nos muestran unos centenares de hombres que, bajo la dirección de expertos clases, están haciendo instrucción. El cuadro es, verdaderamente, halagador.

         Como si no sintieran en nada el sol que cae a plomo, se los ve evolucionar gallardamente, tenderse, marchar agazapados, atacar con la bayoneta calada (esos ataques a la bayoneta que tanta impresión causan a los cholos...). En todos y en cada uno de ellos se ve el espíritu que los anima. Son paraguayos y se aprestan a defender a nuestra patria. Morirán, si ese es su destino, pero, ser vencidos, jamás...!

 

 

 

 

         EN CASANILLO

 

         Apenas llegamos a Casanillo, nuestro camión se ve rodeado de oficiales y soldados que quieren presentar sus saludos al Teniente Coronel Recalde, quien va a la línea de batalla.

         Como comandante de las fuerzas allí apostadas, está el Capitán M.................., militar de la guardia vieja que hace marchar las cosas como por sobre rieles.

         Algunos heridos durante las últimas acciones, en su mayoría leves, y que no han querido alejarse mucho del frente durante su convalecencia, se acercan a nuestro grupo.

         Les interrogamos sobre su estado de salud y si les gustaría regresar pronto al frente. Todos, sin excepción, manifiestan estar en buenas condiciones. No les falta nada y son atendidos -dicen- mejor que en la ciudad. Quieren que sus heridas sanen pronto para poder regresar de nuevo a las trincheras.

         "Amó ya byá", dicen invariablemente, refiriéndose al combate. Y es que nuestro soldado todo lo toma a broma. La guerra no es para él, otra cosa que una distracción, un poco peligrosa, tal vez, pero, distracción al fin.

         Casi al morir la tarde partimos de Casanillo para seguir hasta el punto más cercano: Pozo Azul.

         Despedidas cariñosas que el ruido del motor del camión apenas podía acallar. Y, es que aquí, ya en pleno Chaco, donde las fuerzas de la naturaleza tendrían que hacerse sentir con más intensidad, haciendo a los hombres un poco egoístas, como contraste a todo lo agreste y salvaje del lugar, los hombres son más amables y corteses.

         En todos los puntos en que hicimos escala se nos trató con igual deferencia, se tuvo para nosotros igual hospitalidad.

         Por estos lugares, uno se siente más paraguayo, más hermano...

 

 

         POZO AZUL

 

         .......... horas de marcha, atravesando un campo, de iguales características, en toda su extensión, campo verde de una uniformidad que aplasta, que fatiga. (Cuánta razón tuvo aquel que llamó a nuestro Chaco el mar de esmeralda...).

         De esa penumbra que media de la tarde a la noche, surgen de pronto algunos ranchos aislados. Poco después, pequeñas lucecitas compactas, acusan la presencia de otros más.

         Llegamos a Pozo Azul. El lugar ya célebre por su rica agua.

         Desembarcamos nuestros pocos equipajes y nos disponemos a pasar la noche allí.

         El comandante del fortín, teniente Juan Ortíz, nos brinda todas las comodidades que pueden ofrecerse a estas alturas del Chaco: un buen "saporó", rico mate cocido y excelente y abundante agua.

         ¡Qué rica es el agua de Pozo Azul!. Las tropas cuando, cansadas del largo camino recorrido, hacen un alto en este lugar, al beberla se sienten reconfortadas, como si ella tuviera un efecto mágico sobre el organismo. En verdad, el agua de Pozo Azul, fresca y clara, reanima, estimula, da nuevo vigor al cuerpo fatigado por la larga marcha.

         Allí nos encontrarnos con el cadete Aguilera, lesionado en el ojo por una rama. Nos contó algunos detalles del frente. "El espíritu de nuestra tropa sigue invariable, nos dijo, no hay un solo decaimiento, ni una sola debilidad. Todos sabrán cumplir con su deber cuando llegue la hora".

         Noticias buenas predisponen a un buen sueño. Bajo las estrellas y sobre la tierra de nuestro Chaco, dormimos profundamente.

         A las dos de la madrugada, uno de los escuadrones de caballería, que manda el mayor Smith, llega a Pozo Azul. El golpear de los cascos de los caballos nos despertó. Grata sorpresa de encontrar nuevas caras amigas.

         Con disciplina de viejos soldados, pronto la tropa acampó bajo los árboles y un silencio profundo reinó de nuevo. Bien temprano, reconfortado el cuerpo con el sueño reparador, iniciamos de nuevo la marcha.

 

 

         EN CAMPO ESPERANZA

 

         Siempre atravesando el mismo campo, en el que encontramos tres o cuatro camiones, llegamos a Campo Esperanza, bello lugar situado en un amplio cañadón.

         Aquí, bajo la dirección de expertos médicos, se halla instalado un hospital de sangre. Visitamos a los heridos. Todos, como los que vimos en Casanillo, tienen heridas leves. Las manos y los pies son casi siempre, el lugar de los impactos. La puntería boliviana, a pesar del derroche de tiros que hacen, deja mucho que desear.

         Entre los heridos paraguayos, tratado igual que ellos, está un prisionero boliviano, también herido. El escaso tiempo de nuestra parada en Campo Esperanza, me impidió verle, pero, me consta que está alojado en la misma cuadra que los soldados nuestros y que es objeto de una buena atención.

         El padre Cabriza, casi desconocido con su uniforme de oficial y su ya larga barba, prodiga a los heridos y tropas de ese campamento, los auxilios espirituales de nuestra religión. Su humor inquebrantable, su espíritu siempre animoso, hace que su presencia allí sea beneficiosa para todos.

 

 

         ISLA POI

 

         Después del breve descanso en Campo Esperanza, reiniciamos la marcha, deseosos de llegar al punto terminal de nuestro viaje.

         Pocas horas más de marcha en medio de una picada tan recta que pareciera trazada con una regla y, de pronto, como un vaso de agua que alivia la sed, de entre las ramas de un monte, se ve flamear al tope de un alto mástil, nuestra querida bandera.

         Llegamos a Isla Poí. La pequeña curva que describe el camino hasta llegar a la Comandancia, permite ver todo el fortín. Alineadas las casas, en perfecto orden, una al lado de otras, están las diversas dependencias. Nada falta. Farmacia completa, gran hospital, depósitos de municiones y víveres, depósitos de nafta y aceite, todo cuanto pueda necesitarse.

         Al frente del fortín y como encargado de toda esa organización, está el mayor Rivas Ortellado. Militar de recia contextura moral, sabe mantenerse firme y cumplir con su deber, a pesar del dolor que le causara la muerte de su hermano, el capitán Rivas Ortellado.

         La labor que este jefe está desarrollando en Isla Poí, es verdaderamente maravillosa. Ha combinado en tal forma el engranaje del abastecimiento al frente que, si no se hiciera todo en la forma que él, con tanto acierto dispuso, nuestras tropas no gozarían, como gozan hoy, de la abundancia que ahora tienen.

         Merece, también, especial mención la labor de la sanidad de Isla Poí. En el poco tiempo de su instalación allí, se han construido dos grandes galpones para hospitales. Uno de zinc y otro con lonas de carpas individuales. En ellos están alojados un centenar de heridos, en su mayor parte de carácter leve. Al lado de estos galpones están instaladas las salas de cirugía portátiles, cuyos resultados han sido admirables.

         Los médicos que tienen a su cargo la dirección de sanidad, en este fortín, merecen felicitaciones por la labor que han realizado.

         Otra mención especial merece el taller de reparación de automóviles, que, en un día tan solo reparó 18 coches. Hay días en que los mecánicos trabajan hasta las 3 de la madrugada, sin un minuto de descanso.

         Y es que el servicio de automóviles es el más importante en estos momentos.

         Diariamente de Isla Poí van al frente 30.000 litros de agua. Cualquiera que se detenga a pensar un instante comprenderá que, por muchos camiones que haya, no podrán hacer menos de dos viajes cada uno. Solo así se puede satisfacer la demanda de agua del frente.

         Hasta hoy, mediante la buena organización del mayor Rivas Ortellado, no ha faltado, felizmente, agua a nuestros soldados.

 


         BOQUERON

 

         Listo el camión, con su carga renovada de nafta y agua, partimos de Isla Poí en dirección a Boquerón, ese misterioso Boquerón que tanto dá que hablar en Asunción.

         Por los alrededores de Isla Poí y del lado S.O. se ven las trincheras y alambradas de púas, así como otras obras de defensa que nuestro ejército preparó en previsión de un posible ataque de los bolivianos.

         Son las primeras trincheras "serias" que veo en mi vida. Confieso lealmente que su vista me impresionó un tanto. Tienen ese aspecto gris tétrico que hemos visto en las cintas cinematográficas de motivos guerreros.

         Isla Poí puede esperar tranquila cualquier ataque. Está bien defendida y no podrá ser batida.

         Dejando atrás las trincheras, entramos de nuevo en la "recta", (así se llama una picada que lleva directamente al fortín Boquerón). El mismo paisaje, el mismo terreno, nada que dé una nota nueva en este camino monótono.

         (Es un camino cansador, es verdad, pero lleva a la gloria. Boquerón está en la vuelta del camino).

         De pronto, y aparentemente sin motivo alguno, nuestro camión se detiene. ¿Qué pasa?, pregunto. "Hemos llegado", contesta el Tte. Coronel Recalde.

         Miro hacia un costado del camino y veo una banderita paraguaya sujeta a un asta de hierro clavada en la tierra, media oculta entre los arbustos. En ellas están pintadas estas letras: C.C.E. que significan Comando Cuerpo de Ejército. (Estamos a .............. kms. de la línea).

         Entramos por un pique de indio, tortuoso, angosto, que permite apenas el paso de una persona. A 20 metros escasos del camino en línea recta, y a casi 100 metros por el pique, nos encontramos con el Comandante en Jefe de las Operaciones, el Teniente Coronel Estigarribia.

 


         EL COMANDANTE ESTIGARRIBIA

 

         Su figura llena de confianza a quien le mire. Semblante sereno, reposado, al que la barba entrecana da una mayor gravedad todavía. Rostro de hombre bueno, pero enérgico. Mirada de hombre calculador y observador, todo su aspecto infunde confianza. Los destinos militares del país están en buenas manos.

         A su lado está el Mayor Garay, joven militar que ha sabido imponer su nombre por su inteligencia y voluntad para el trabajo. Es el colaborador principal del Comandante Estigarribia y, como él, merece la confianza del pueblo.

         La figura del Comandante Estigarribia resalta sobre todo lo que allí está. Por eso, después de describir como lo encontré, describo, ahora, donde estaba. Un pequeño toldo de dos metros cuadrados al lado de un samuhú ahuecado, para que proteja el aparato telefónico. Una mesita hecha con cajones de nafta, varios cajones de nafta como sillas. Ese es el puesto de comando. Allí, sin comodidad (la más elemental siquiera), el Comandante Estigarribia pasa las 24 horas del día. ¿Cuándo duerme?. Nadie lo sabe en el Campamento. Siempre alerta, siempre atento a cualquier comunicación que venga del frente, es un hombre de hierro a quien la fatiga no vence, como tampoco ha de vencerle boliviano alguno.

 

         "LE MANDARE AL FRENTE"

 

         Le presenté mis papeles.

         - "¿Quiere Ud. ver bien cómo está esto y mandar luego noticias a su diario?".

         - Sí, mi Comandante, le contesté.

         - "Pues bien, le mandaré al frente, al mando de un pelotón. Así verá bien todo...".

         - Encantado, mi Comandante.

         En verdad, tenía una loca ansiedad por estar ya en primera línea. Una de esas ansiedades infantiles, mezcla de curiosidad y capricho.

         Iba a conocer, por fin, lo que era un combate. Iba a poner en práctica lo que, con tanta buena voluntad, nos enseñaron nuestros buenos instructores del Batallón de Estudiantes en los simulacros de combate celebrados por los alrededores de Asunción. Y, a pesar de la fatiga de mi cuerpo (un viaje en camión de más de un centenar y medio de kilómetros), me sentía liviano y fuerte para marchar de inmediato.

         Pero... Mi Comandante Estigarribia no quiso que partiera enseguida. Me ofreció hospitalidad en el Campamento. Me indicaron el lugar en que debía instalarme (un camión medio oculto entre el monte), y, allí dejé mis cosas esperando nuevas órdenes.

 


         EL CAMPAMENTO

 

         Curioso, empecé a recorrer el Campamento. Está instalado en una pequeña islita, surcada por mil piques de indio que llevan a las diversas carpas, situadas todas a una distancia de 30 a 40 metros, una de otras, repartidas por el monte. En uno de estos senderos me encontré con el Dr. Horacio A. Fernández, Auditor General de Guerra, quien, con su larga barba, tiene un parecido notable con el Mariscal López...

         Con él recorrí lo que me faltaba ver. Carente de comodidades, pero suficiente para permitir ser habitado, el Campamento Boquerón, sirve de refugio a cerca de 30 personas que son las que componen la oficialidad y tropa del Comando del Cuerpo de Ejército.

         Nuestro recorrido se interrumpió de pronto por los gritos de ¡avión! ¡avión! lanzados por varios soldados y repetidos como una consigna por todo el Campamento.

         Nos acercamos a un cañadón. A una distancia de 2.000 metros, más o menos, dos aviones bolivianos evolucionaban.

         El Dr. Fernández me narró, entonces, la osadía de dos aviadores bolivianos. Días pasados arrojaron varias bombas sobre el Hospital de Isla Poí. No hicieron mayor daño, pero dieron una prueba de la villanía con que proceden los del altiplano al bombardear a heridos.

         "No son peligrosos -me dijo- pero molestan. Y, lo peor, es que son tan cobardes que, apenas, ven aparecer a uno de los nuestros, huyen desesperadamente".

         Después de evolucionar algunos minutos, los dos aviones se alejaron. Supe después, que en ese vuelo no arrojaron nada, ni bombas ni víveres a los sitiados. Había sido, pues, un vuelo de simple observación.

         Con matemática regularidad se siente el tronar de nuestros cañones y morteros que certeramente van demoliendo lo que queda del "Boquerón boliviano". Esa hostilidad constante de nuestra artillería va debilitando la defensa de nuestros adversarios, hasta el punto de que se tiene la certeza de que no podrán ya resistir por mucho tiempo el asedio.

         La noche llegó y nos disponíamos a conciliar el sueño, después de haber saboreado la sana comida de la tropa (que es la misma que come el Comandante).

         Guardianes de nuestra soberanía, nuestros cañones arrullaron, con el rumor protector de sus disparos, nuestro sueño. Sueño tranquilo, confiado, sereno. Se duerme aquí tan tranquilamente como en Asunción.

         Y es que se debe tener confianza en nuestras tropas. Con soldados como los nuestros, mandados por jefes como los nuestros, la Patria puede estar tranquila. Venceremos, no cabe duda.

         (Fue mi sueño un sueño de gloria, de esperanza, de profundo optimismo...).

 


 

LO QUE ES BOQUERON

 

¡BOQUERON!

 

         21 Setiembre 1932

 

         Ha amanecido un día gris, lluvioso, frío. Al calor de los días pasados, calor de fuego, que mataba, reemplaza hoy un frío que molesta un poco, pero que reanima mucho.

         En uno de los camiones que transportan agua al frente, me embarqué para la primera línea.

         Quería ver por mis propios ojos lo que era aquello.

         Quería saber de ese misterioso Boquerón tan comentado.

         ¿Es nuestro o no Boquerón?, se dice la gente en Asunción, y así también me decía yo mientras el camión me llevaba allí. Bien pronto lo sabría...

         Después de unos minutos de marcha llegué al puesto que comanda el Mayor Fernández.

         Desde allí pude ver y tener noticias indudables ya.

         Boquerón es nuestro, y bien nuestro. ¿El asedio? El asedio es a las tropas que se refugiaron en un monte que está detrás del fortín.

         Yo represento el lugar como una Y. La base de esta letra es la "recta"; la rama derecha el camino al fortín "14 de Diciembre" (boliviano), y la rama izquierda el camino a Yucra, (también boliviano). Las tropas del altiplano están situadas en el interior del ángulo formado por estas dos ramas y el fortín está en el vértice. Nuestras tropas rodean por completo a los bolivianos. Es así que van desbaratando uno a uno los refuerzos que intentan llegar por uno u otro camino. ¿Que por qué no se estrecha el círculo y se los toma de una vez?. No vale la pena perder una sola vida cuando es posible ahorrarla. Ese Boquerón boliviano caerá solo, ya no podrá resistir mucho tiempo ese anillo de hierro que le ha puesto nuestro Ejército. La presión, cada día, va haciéndose más intensa. Ya es asfixiante. No tienen ya víveres, tampoco tienen agua en abundancia. (El 23 dos aviones enemigos les arrojaron víveres, pero con tan mala puntería que cayeron en nuestras líneas). El Mayor Fernández, verdadero héroe, de quien hablaré especialmente en otra crónica, tomó la pequeña aguada que está al lado del camino a "14 de Diciembre" y, ahora, ya no tienen ni siquiera ese lugar a donde buscar, aunque peligrosamente, un poco de agua.

         La tropa boliviana se sostiene por el temor a los jefes que, diariamente, y sin miramientos de ninguna clase, matan a los soldados que intentan desertar. Esa angustiosa situación no durará mucho. Pronto caerán y entonces, para gloria de nuestro Ejército y bien de nuestra Patria, le habrá causado la sangría más grande que pueda sufrir el Ejército boliviano.

         Mientras tanto, esperemos tranquilos. Boquerón es nuestro y eso nos basta. Nuestro patriotismo debe estar satisfecho con ello.

        

 

Por primera vez, en la historia del periodismo paraguayo, esta crónica fue reeditada, por haberse agotado todos los ejemplares de la edición en que, originalmente aparecieron.

 

 

 

El Liberal - 25 de Setiembre de 1932 - Año XX - No. 6035

 

NOTAS DE NUESTRO ENVIADO ESPECIAL EN EL FRENTE

 

VIAJE A CASADO

 

         ¿Emociona, realmente, la partida al frente de batalla?

         ¿Tiene ese "algo" de angustioso que toda separación de los seres queridos suele causar?.

         En el Paraguay, donde todas las cosas tienen una característica especial, ni lo uno ni lo otro se hace sentir en forma que pudiera llamarse intranquilizadora.

         Estamos hechos -no cabe duda- de una pasta especial.

         No es resignación a nuestro Destino, que quiere que nuestra vida sea luchar, no es cobardía que paraliza las inquietudes del corazón.

         Sencillamente, es nuestra manera de ser.

         Alguien dio en llamar apatía a lo que es envidiable don natural, pues, qué puede haber de más grato, de más bello, que saber estar siempre en el puesto señalado sin mostrar un desfallecimiento, una contrariedad siquiera..

         Raza mil veces fuerte, la nuestra, que sabe resistir con estoicismo todos los sentimentalismos, para pensar solamente en una sola y grande cosa: cumplir con el deber.

         Y así todos. No se ha visto una lágrima en los ojos de ningún paraguayo que va al frente. Todos, en cambio, sabiendo que van, quizá, para no volver, llevan en el alma la alegría sublime que el patriotismo bien entendido solamente puede dar.

         Sí es admirable el valor moral de nuestros hombres, no lo es menos el de nuestras mujeres. Madres, esposas, novias, hermanas... todas, no saben sino exhortar, a que el deber sea cumplido en forma.

         ¡Con cuanto orgullo dicen las madres "Tengo dos hijos que están en el frente!".

         Ya sabrán ellas cómo han de hacer para que en el hogar nada falte. Tienen fuerzas para todo, hasta para decir: "Hijo querido, pórtate como hombre; no importa que mueras si ha de ser valientemente. Yo te voy a querer más todavía si logras destacarte..."

         Después de esto, ¿habrá quién vacile?. ¿Habrá quién rehúya ir al Chaco?.

         No, nunca.

         La patria exige, la madre alienta y estimula, ¿quién se atreverá a desoír estas voces tan queridas?.

 

         CASADO

 

         Para el que va a combatir, no puede ofrecerse a la vista mejor espectáculo que el que ofrece Puerto Casado, lugar inicial del largo camino que lleva a la línea de fuego.

         Hermosísimos chalets, bien diseñados, con todas las comodidades modernas, son los que acogen al viajero y le brindan cómodo hospedaje.

         En todas partes se ve el esfuerzo del hombre para dominar a la naturaleza. Es la mano del hombre la que ha doblegado a la selva, la que la ha hecho a su gusto y a la que hoy le hace rendir todo el tributo exigido por la civilización. Los hospitales de sangre, bajo la dirección de expertos cirujanos, funcionan con todas las comodidades, siendo los heridos bien atendidos.

 

         DE CASADO A KM. 145

 

         La marcha de Casado a Km. 145, lugar de la línea ferrocarrilera en el que el viajero debe tomar los autos o camiones que van al frente, es interesante. El tren avanza por una picada de 20 metros de ancho. La ansiedad por llegar a la línea de fuego, hace todavía más anhelante este viaje. Cuesta dominar los nervios. Se quiere sentir el olor a pólvora, ver al enemigo, combatirle, desalojar nuestro suelo de invasores, devolver la tranquilidad a la Patria.

 

         DE KILOMETRO 145 AL FRENTE

 

         Todo está previsto y organizado en forma que nada falte al soldado. Agua, alimentos, todo, lo encuentra en su camino en abundancia.

         No se nota casi cambio alguno y, para todos, esto no es sino un juego. ¡Hermoso espíritu el del soldado paraguayo, que va a la guerra riendo!.

         A lo largo del camino se encuentran las casas de pobladores que tienen preparada siempre alguna golosina que ofrecer al que va a defender la Patria. Nada hace presumir que el fin del viaje sea un campo de lucha. Nuestros soldados viajan cantando, bromeando, siempre alegres, con esa alegría sana que da la confianza en sí mismo.

 

         POZO AZUL

 

         ¡Pozo Azul! Lugar como de novela, tantas veces oído, tantas veces mentado... Parece mentira que sea de aquí, de este fortín, que yo deba enviar esta crónica...

         Si el camino estuviera para dejarse arrastrar por sentimentalismos, si al cuerpo le sobraran energías para escribir por una hora más siquiera, ¡cuántas cosas podrían decirse de este lugar que ha visto, ve y verá pasar tantos soldados con temple de acero y alma de héroes! Pero, mañana, muy temprano, se debe seguir la marcha. Y ella será Boquerón al que se debe ir con muchos bríos...

         Pozo Azul es un fortín protegido por........hombres. Tiene muy buena agua y buena provista, ya que es el paso obligado de todas las tropas que van al frente.

         En sus ranchos rústicos, comimos, por última vez, con comodidad. Mañana estaremos en Boquerón...

         Después, solo Dios sabrá lo demás....

 

 

 

(El Liberal - 2 de octubre de 1932) - Año XX - No. 6041

 

MIENTRAS LOS CAÑONES RONCABAN NUESTROS SOLDADOS EN BOQUERON RECORDARON EL 22 LA VICTORIA DE CURUPAYTY

 

         Día gris, lluvioso y frío. A poca distancia el roncar intermitente de los cañones y morteros. Un poco más lejos el tableteo de las ametralladoras y el golpe seco del disparo de unos cuantos fusiles. Disparos aislados, aleves, que hieren y matan sin que quede el consuelo de saber de dónde vienen.

         Nuestra tropa, que debido a los calores de los últimos días fue aligerándose de ropa, presenta un aspecto magnífico en su media desnudez. Torsos fuertes, brazos de hierro, cutis moreno, como de bronce por su colorido, por su resistencia y por la admirable escultura que presentan.

         Nadie tiene frío, ni siquiera hoy, que están sin el brin del uniforme. Es que en esa tropa existe un fuego interior que les anima y les da calor.

         Recuerdan que hoy es el 22 de setiembre, aniversario de la batalla de Curupayty, y recuerdan al héroe de ella; con lujo de detalles algunos, con vaguedad otros, (explicables diferencias de cultura), pero todos saben que hoy es un día de gloria para la patria.

         Muy temprano, a la hora del alba, el Mayor Fernández ordenó la lectura de una proclama que, como orden del día, debía escucharla la tropa.

         Palabras vibrantes de patriotismo, llenas de varonilidad, fueron acogidas por nuestros soldados con muestras de sincero entusiasmo.

         Minutos después, ya en sus puestos de combate, el fervor patriótico explotaba en un ¡Viva el Paraguay! que las selvas corearon con su eco.

         Y, para que ese ¡Viva! tuviera toda la fuerza de nuestra raza, de entre las filas surgió como un saludo del alma, nuestro genuino grito patriótico: ¡ ¡Piiiipuuuuu!!.

         El grito llenó las trincheras, debió oírse en las filas enemigas, debió, tal vez, llenar el Chaco todo... y es que ese grito era la expresión de nuestro derecho, de nuestro indiscutible derecho.

        

 

¡MI COQUITA!

 

         Pintorescas -escenas salpican con una nota de comicidad la adustez de la vida en las trincheras. Recordaré hoy una:

         Cuando los prisioneros bolivianos (pedazos de hombres, por su aspecto débil y enfermizo), deben pasar por algunos de los puestos de comando o de reserva de municiones, por una medida bien explicable de seguridad, se les venda los ojos.

         Venía una caravana de ellos. Lento el paso, a pesar de habérseles alivianado de su equipo de soldado (fusiles, yataganes, bolsas de víveres, etc.). De entre el montón, uno avanzaba más lentamente que los otros. Diríase al verle que un inmenso pesar le aquejaba, aunque sus ojos vendados no permitían ver el verdadero estado de su ánimo.

         De pronto, como un chiquillo a quien se le arrebata un juguete, prorrumpió en amargo y desconsolado llanto.

         - "Señor, señor, mi coquita, mi coquita", exclamaba el infeliz. Un oficial paraguayo se le acercó y compasivo, al verle llorar, le dijo:

         - "No se aflija, hombre, no se le hará nada. Ya pronto podrá Ud. descansar y, entonces, le daremos lápiz y papel para que escriba a Coquita, quien, supongo, será su señora o su novia..."

         - "No, mi coquita, la que está en la bolsa de víveres... La compré en Villa Montes... No me deje Ud. sin ella...".

         El cholo se refería a la coca que había quedado en el bolso....

 

 

 

(El Liberal - 7 de Octubre de 1932 - Año XX - No. 6045

 

ESCENAS DE LA RENDICIÓN DE LOS BOLIVIANOS EN BOQUERON

(De nuestro enviado especial en el frente)

 

EL DÍA ANTES DE LA RENDICIÓN

 

         Diez y nueve días de combate habían transcurrido. Diez y nueve días en que, como un pulpo, nuestro ejército fue estrechando el reducto boliviano hasta llegar, en algunos sectores, a 25 metros del enemigo.

         Los sitiados sentían ya el peso abrumador de nuestras fuerzas. Todos sus empeños en abandonar el cerco, primero; en ayudar a la llegada de refuerzos, después, resultaron inútiles.

         Desde hacía varios días comían carne de mula y bebían orín o agua podrida. Los heridos amontonados en un rancho, sin atención médica, sin medicamentos, sin vendas siquiera, anhelaban la muerte que les aliviaría el dolor que sus heridas agusanadas les causaban.

         El cuadro que presentaba el reducto era horroroso. Desorganización, miseria y hambre. El cruel egoísmo que da la desesperación hacía que el hermano negara un sorbo de agua al moribundo.

         Así empezó para ellos el día 28 de Setiembre.

         Del diario de guerra del Tte. Coronel Marzana -que he tenido oportunidad de leer- extracto una parte correspondiente al amanecer de ese día. Dice el Jefe boliviano:

         "Nada que se parezca a batalla, sino los horribles y desesperantes cuadros que presentan los heridos, en su mayor parte por granadas, cascos y proyectiles de artillería, mal curados por falta de drogas, gasa, algodón y desinfectantes, mal atendidos de alimentación, por falta de agua y víveres y, finalmente, agrupados en un solo galón, por ser el único capaz de resistir algo el efecto demoledor de los proyectiles de artillería y bombardeos".

         A la tarde de ese día, los sitiados avistaron a lo lejos un avión amigo. Rápidamente logró llegar hasta el reducto. Pocos minutos en que los bolivianos llenáronse de esperanzas. Vendrían víveres, agua tal vez, buenas noticias....

         El avión voló en círculo, ladeó sus alas y lanzó al espacio una bolsa. Ávida se lanzó la tropa sobre lo que creían era, para ellos, toda una vida. Nerviosamente los jefes la abrieron. Entre algunos, (muy escasos) víveres, sus compatriotas les enviaban balas y el general de sus Ejércitos, Quintanilla, una nueva proclama: "Solo pido a mis valientes soldados -decía una parte de ella- que resistan diez días más".

         El Tte. Coronel Marzana negóse a leer esta proclama a la tropa. No era ya hora de emplear gros literarios en aras de un mentido patriotismo; no eran papeles ni balas lo que su tropa precisaba, sino víveres y agua. Esa proclama era una ironía, era un insulto...

         La reflexión, entonces, vino. Y dijo al oído de cada oficial y de cada soldado: "¿Es así como Bolivia ayuda a sus hijos?".

         La venda cayó. Vieron claro, entonces. Comprendieron que eran las víctimas de una política insensata y resolvieron poner fin a esa angustiosa situación. ¿Para qué sacrificarse más?.

         La rendición fue resuelta en una reunión de jefes y oficiales. Se acordó efectuarla al día siguiente, al rayar el alba.

 

29 DE SETIEMBRE

 

         Bello día.

         Las noticias de los días anteriores, cada vez más favorables a nuestras tropas, la certidumbre de que la victoria estaba cercana, ese "algo" extraordinario que precede a los grandes acontecimientos, todo, presagiaba a nuestro ejército que, ese, sería el día tan ansiosamente esperado.

         Al amanecer, nuestras tropas rompieron el fuego. Pocos, muy pocos, disparos se hicieron. Acostumbrados, como estaban nuestros soldados, a que por un tiro paraguayo respondieran cien del enemigo, quedaron sorprendidos al no ver contestados, como de costumbre, sus disparos.

         A la luz, todavía, confusa de la aurora, se notaban vagamente unas manchas blancas que surgían de entre los montes. Pronto un rayo de sol iluminó el campo y pudo distinguirse con claridad qué era aquello.

         A lo largo del, ya pequeño, reducto boliviano, clavadas en burdas estacas, aparecieron innumerables banderas blancas hechas con girones de mosquiteros y camisas.

         ¡Era el pedido de tregua!

         Sin embargo, nuestras tropas no abandonaron sus posiciones. Conocedores de la falacia boliviana, no deseaban caer en una emboscada.

         Pocos minutos debieron aguardar. De entre el monte surgió la figura de un oficial boliviano. Era el Capitán Antonio Salinas quien, por orden del Comandante de las fuerzas bolivianas, deseaba parlamentar con el Jefe de nuestro Ejército. Inmediatamente fue llevado en presencia del Tte. Coronel Estigarribia, con quien departió breves instantes, quedando luego en el Campamento de este Comandante.

         Simultáneamente a la presentación del Capitán Salinas, salieron del reducto, por otro sector, los tenientes Aguilar, de Cochabamba y René Miranda, de La Paz, pidiendo hablar con el Mayor Bray. Una vez en presencia de este jefe, los oficiales bolivianos manifestaron que el Tte. Coronel Marzana deseaba rendirse.

         Mientras tanto, los soldados del altiplano, surgiendo como espectros de entre el monte que les servía de refugio, se acercaban a los nuestros y, con voz suplicante, imploraban: "Paraguayitos, por caridad, un poco de agua y galleta".

         Y, nuestros soldados, que segundos antes, fatigados por las penurias que habían pasado, malhumorados por verse alejados de sus seres queridos por causa de quienes nos atacaron sin razón, prometían no dejar con vida un solo cholo (¡oh milagro que sólo nuestra raza puede hacer!), cuando los enemigos estuvieron al alcance de sus manos, disputaron entre ellos el placer de darles de beber y comer.

         Sépalo el mundo entero: ¡El soldado paraguayo se privó ese día del jarrito de agua que le correspondía como ración para dárselo a su enemigo de hacía un instante!.

         El Tte. Coronel Marzana también abandonó el reducto antes de la vuelta de sus enviados y pudo ver el trato que recibían sus soldados.

         Cuando llegó hasta él el Capitán Santiviago, le pidió lo llevara en presencia del Mayor Bray. El Comandante del Regimiento Boquerón venía también al encuentro del prisionero y pronto estuvieron frente a frente.

         - "Coronel Marzana: Ud. es un valiente", le dijo el Mayor Bray.

         - "Y Ud. un caballero, mi Mayor", le respondió el boliviano, añadiendo luego: "He quemado hasta el último cartucho y no tengo el derecho de sacrificar a los valientes que han estado conmigo".

         Minutos después, no sin antes de haber comido algunos bocados y bebido en abundancia, el Mayo Bray lo llevó en su auto hasta el campamento del Comandante Estigarribia.

 

         ESTIGARRIBIA Y MARZANA

 

         Sereno, nuestro Comandante, esperaba al jefe vencido. En su rostro, un sólo músculo no había cambiado. Apacible, con esa tranquilidad que da el deber honrosamente cumplido, el Tte. Coronel Estigarribia mostraba, una vez más, su temple de varón íntegro.

         Las ramas del pique indio que conduce al puesto telefónico del Comando, se agitaron al paso de una persona de andar lento, pero firme.

         El Tte. Coronel Marzana, frente ya al jefe de nuestras tropas, con el semblante muy pálido y un ligero temblor en las manos, pero con voz serena y pausada, le dijo:

         - "Soy el Tte. Coronel Marzana, y vengo a manifestarle, Señor Comandante, que las fuerzas regulares bolivianas destacadas en el Fortín Boquerón, están dispuestas a deponer las armas bajo las dos siguientes condiciones: Primera: Que se nos permita evacuar a los 165 heridos que tenemos desatendidos en los puestos sanitarios, y Segunda: Garantía de vida para los oficiales y tropas".

         El Jefe paraguayo escuchó las palabras del Jefe boliviano. Contempló la figura del rival de horas antes, rotas sus ropas, lastimadas las manos, desaliñado, abatido... ¿Tuvo lástima del vencido?. ¿Sintió admiración por el héroe?. En la contestación que le dio, creo interpretar que estos sentimientos se mezclaron por igual.

         Dijo el Tte. Coronel Estigarribia:

         - "Señor Tte. Coronel Marzana: A lo primero, pláceme contestarle que no puedo consentir, aunque estuviera dentro de mis atribuciones legales el hacerlo. A lo segundo, tiene la más amplia garantía para Ud., los señores oficiales y tropas destacadas en el Fortín Boquerón".

         Pronunciadas estas palabras, el Comandante Estigarribia se adelantó y estrechó la mano al vencido.

         ¡Emocionante escena! Dos jefes frente a frente, unidos por el Destino que quiso, esta vez, hacer justicia a la causa del Derecho.

         El uno atacó lo ajeno, el otro recuperó lo suyo. Dos actitudes antagónicas que finaliza en un fuerte y leal apretón de manos.

         ¿Podremos, pronto, finalizar nuestro litigio internacional así como terminó el sitio de Boquerón?.

         Cuantas madres, de los dos países, bendecirán los nombres de quienes puedan lograr igual solución...

 

(El Liberal - 8 de Octubre de 1932) - Año XX - No. 6046

 

ENTRONIZACION DEL CORAZON DE JESUS EN BOQUERON

 

         Era en los momentos en que nuestra ciudad hervía de patriótico entusiasmo. Boquerón había sido ocupado por los bolivianos y preparábamos nuestras tropas para desalojar al invasor.

         De, entre los muchos nacidos en medio del afecto popular, un regimiento acaparaba las simpatías de todos. Era el Regimiento Boquerón formado por los gallardos cadetes de nuestra Escuela Militar.

         Quien más, quien menos, todos quisieron dar algo de sí para hacer más llevadera la vida en campaña de esos jóvenes que, antes de la edad requerida, iban ya a ofrendar sus vidas en defensa de la Patria. A nadie le faltó un obsequio que serviría, más tarde, para recordar con cariño a los que quedaban en Asunción.

         El Capellán del Regimiento, Reverendo Padre Valdez Verdún, tuvo también el suyo. Doña Josefina Rivarola de Aceval, noble y piadosa dama, que tanto ha hecho y hace por el bien de nuestros pobres, dióle una imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

         Mejor obsequio no pudo haber recibido el buen sacerdote. Al serle entregado, lleno de gozo y rebosante de optimismo, el Capellán hizo esta promesa:

         - "Señora: Pronto entronizaré esta imagen de paz y dulzura en el Fortín Boquerón, para que ella sirva de protección a nuestros soldados".

        

         Era en los momentos en que la inmensidad del Chaco volvía a recuperar su antigua, serena, quietud. El cañón cesó en su ronco tronar. El deber ya había sido cumplido. Un deber cumplido como solo sabe hacerlo nuestro pueblo.

         Boquerón era nuestro, otra vez.

         El Padre Valdez Verdún armó junto al cañón, ya silencioso y manso, su capilla humilde. ¡Con cuanta piedad oraron en esa misa nuestros bravos soldados!

         Finalizado el cristiano oficio, con la imagen del Corazón de Jesús al frente, se recorrió el campo sembrado de proyectiles y cascos de granadas (el campo todavía húmedo de sangre de hermanos), se entonaron canciones aprendidas de niños y que, recordadas en esos momentos, tan lejos de los seres queridos, tenían un sentimiento conmovedor.

         Luego se hizo un respetuoso silencio. La voz grave y pausada del sacerdote iba recitando las oraciones del ritual, mientras que, con firmes manos, colocaba la sagrada imagen en un sitial exprofesamente construido.

         Los soldados volvieron a ocupar sus puestos al finalizar la ceremonia. El Corazón de Jesús quedó en el silencio del Fortín, velando el descanso de los nuestros...

         ¿Y después? Al día siguiente, el Padre Valdez Verdún, muy temprano, quiso hacer sus oraciones al pie de la imagen entronizada. Pero... ¡ingrata sorpresa! En el sitial en que había sido colocada, solo quedaban unas cuantas flores silvestres que el viento de la noche había desparramado. La imagen había desaparecido...

         Tal vez uno de nuestros soldados, que no había asistido al oficio celebrado el día antes, creyéndola reliquia de los vencidos, habría querido conservarla como trofeo de guerra. No sé... Lo cierto es que la imagen no fue hallada en ninguna parte...

         - "Paciencia -decía el buen Capellán- Donde quiera que esté, tengo fe que el Sagrado Corazón de Jesús ha de ayudarnos con sus dones. Yo, por mi parte, estoy feliz por haber cumplido mi promesa...".

 

 

(El Liberal - 14 de Octubre de 1932 - Año XX - No. 6050)

 

COMENZAMOS HOY EL RELATO COMPLETO Y PORMENORIZADO DE LA BATALLA DE BOQUERON, HECHO POR NUESTRO ENVIADO ESPECIAL. DESPUES DE LA VICTORIA

 

         Mucho se ha dicho ya de la acción que, tan gloriosamente para nuestras armas, finalizó el día 29 de Setiembre último. Pero, hay todavía mucho que decir y que contar.

         Fueron necesarios veinte días de lucha para recuperar Boquerón. Veinte días en que el campo de batalla fue escenario de memorables hazañas. No se puede precisar, de entre los combatientes, cuál ha tenido un comportamiento mejor, ni cuál mayor valentía. Todos han cumplido con su deber como buenos paraguayos. Es difícil, pues, resumir en el estrecho marco de una crónica periodística todo cuanto hizo el coraje en esos memorables días.

         Cuando llegue la hora de dar a publicidad la documentación oficial, los diversos partes de los comandos, la ubicación de las tropas en los diversos sectores, etc., entonces, se hará justicia a todos. Nuestro patriotismo reclama un pequeño sacrificio más: el de saber esperar...

         Mientras tanto, sirvan estas líneas, que tienen todavía todo el calor de las últimas acciones (ya que todos los relatos que figuran en esta crónica me fueron hechos en el campo de batalla por jefes y oficiales que intervinieron en la acción), como un anticipo de otras que, en su hora, han de escribirse.

 

         NUESTRAS TROPAS TOMAN POSICIONES

 

         Bien delineada está nuestra actitud en el actual conflicto con Bolivia. No es necesario hacer recalcar que el Paraguay no ha deseado nunca resolver por las armas el viejo litigio limítrofe. Fueron los zarpazos de los del altiplano quienes nos obligaron a empuñarlas para defender lo que es nuestro.

         Así, de un manotón aleve, Boquerón cayó en poder de Bolivia.

         Fue necesario organizar a nuestra gente que, lo repito, ni deseaba ni se preparaba para la guerra. Esta organización requirió algún tiempo.

         Bien se conoce como lo aprovechó Bolivia. Del pequeño caserío, más jalón que base militar, surgió el fuerte protegido por las armas más modernas. Y, no solo se acumuló allí lo mejor en materia de armamentos, sino también lo mejor en materia de hombres preparados para la guerra.

         Los más capacitados Jefes y Oficiales del Ejército boliviano fueron enviados a Boquerón. Y dicho sea en honor de los vencidos éstos aprovecharon en forma el tiempo de que dispusieron, pues, en poco menos de un mes y medio, lograron fortificar un reducto en una extensión de cinco kilómetros, más o menos, hicieron limpiadas a su alrededor, colocaron alambradas de púas, abrieron picadas para campos de tiro, hicieron todo cuanto la técnica militar exige para hacer que una posición sea considerada inexpugnable.

         En todos estos trabajos, los bolivianos se revelaron habilísimos hacheros y zapadores. Asombra ver la considerable cantidad de vigas de quebracho empleada en estas fortificaciones y lo profunda y bien cavadas que están las trincheras. Las he recorrido en toda su extensión y he quedado maravillado del esfuerzo realizado allí. No serán, tal vez, una obra maestra de tecnicismo, pero son, en cambio, de una extremada solidez.

         Para dar una idea siquiera aproximada del enorme trabajo realizado allí, básteme decir que, en algunos sectores, los nidos de ametralladoras, protegidos abundantemente con troncos de quebracho y urundey, están situados a tres metros de distancia unos de otros!.

         He visto también los resguardos situados dentro del monte, contra nuestros cañones y morteros, así como las viviendas subterráneas de los oficiales, en previsión a posibles ataques aéreos. En todos estos trabajos se nota la decisión de mantenerse en esas posiciones por mucho tiempo, de hacer cumplir la consigna dada por Salamanca: "Pisar fuerte en el Chaco".

         Pero...

         El 9 de Setiembre de 1932, nuestro Ejército decidió hacer justicia por su propia mano y, después de rechazar enérgicamente el fuerte ataque a Pozo Valencia, con que el enemigo quiso iniciar su ofensiva, tomó sin vacilación la iniciativa y contraatacó al invasor.

         El entonces Tte. Coronel Estigarribia elaboró inteligentemente el plan de ataque. Un plan en el que todo estaba previsto. Por eso (bueno es recordarlo), cuando algunos extremistas se mostraban deseosos de que fuera llevado un ataque a fondo que decidiera, más o menos, rápidamente las cosas, fuimos de los que recomendamos calma. La serenidad de ánimo del Coronel Estigarribia nos ahorró miles de vidas, ya que por la forma en que fueron construidas las trincheras enemigas y la abundancia de armas automáticas de que disponían, es fácil imaginar que si se lanzara al asalto de ellas debía, necesariamente, ser diezmada.

         Las primeras tropas que se pusieron en acción tenían por objeto cortar la retirada del enemigo hacia el camino a Yucra. Para ello, se tomó el viejo camino a Isla Poí y pasando por un cañadón situado frente a la célebre "Punta Brava" (lugar excelentemente defendido por los bolivianos), se logró llegar hasta el puesto señalado. Para las 7 de la mañana del día 9 de Setiembre, estaban ocupados ya el camino a Yucra y el que conducía al Fortín Boquerón. Apenas instaladas, en estas posiciones, la tropa situada sobre el camino a Yucra, recibió el ataque del Regimiento 14 boliviano, al mando del Mayor Lairana. Ya se sabe la suerte que corrió este jefe y su tropa, tropa compuesta por la mejor juventud de Oruro y Sucre. Aniquilada completamente, solo quedaron con vida el Mayor Lairana (que se salvó milagrosamente), y unos pocos soldados.

         Recuerdan los soldados paraguayos que intervinieron en la acción, los quejumbrosos lamentos que, antes de morir, proferían los bolivianos. Y, el Mayor Lairana, también ha de recordar por toda su vida el reproche de un herido de muerte, cuyas últimas palabras fueron: "Pero, mi Mayor, qué es lo que nos ha hecho hacer..."

         Simultáneamente, por los otros sectores, se iniciaba un recio ataque al fortín. Las otras tropas paraguayas ocupaban los siguientes puestos: Desde el camino viejo a isla Poí hasta la Recta; luego quedaba un pequeño espacio libre sin ningún valor estratégico y, finalmente, el camino que conduce al fortín boliviano 14 de Diciembre.

         Para las doce del día las diversas unidades ya habían ocupado sus posiciones, venciendo diversos puestos avanzados de los bolivianos. Ya instalados los nuestros, se inició un violento ataque de conjunto que tuvo como finalidad principal la caída del fortín.

         Aquí es necesario hacer un paréntesis para dar una explicación de lo que es un fortín en el Chaco. No es, como su nombre pareciera decirlo, un lugar protegido por obras de defensa, las más elementales siquiera. Es, simplemente, un conjunto de dos o tres ranchos de paja, más o menos grandes, según las necesidades de la tropa, situados en limpiadas de 300 a 600 metros cuadrados. En Boquerón se construyeron seis ranchos con techo de paja y pared de adobe o de paja mojada en barro. Detrás de estos ranchos existe un monte bastante espeso.

         Ahora bien, en la tarde del día 9, nuestras tropas venciendo la resistencia boliviana, lograron apoderarse del fortín Boquerón. Los ranchos albergaron esa noche a nuestros soldados. Los bolivianos, mientras tanto, ocuparon los reductos de defensa de segunda línea, situados en el monte, los cuales, en realidad, constituían las verdaderas trincheras bolivianas.

         Logrado este objetivo, se ordenó que el día 10 fuera de descanso.

 

         MUERTE DEL CAPITAN RIVAS ORTELLADO Y HERIDAS DEL MAYOR MELGAREJO

 

         El éxito de la operación de ese día fue amenguado por la desaparición del joven y valiente Capitán Oscar Rivas Ortellado, ocurrida en momentos en que, al frente de su tropa, se dirigía a ocupar las posiciones que le fueron señaladas. Una bala aleve, dirigida por un tirador especial, le atravesó la sien. Su muerte fue instantánea. Regó con su sangre el suelo de la patria y dejó a sus hijos el ejemplo del deber cumplido.

         Horas después de la muerte del Capitán Rivas Ortellado, el Mayor Melgarejo, ya en su puesto de comando, recibió varias heridas que les fueron causadas por la explosión de una bomba lanzada desde un avión y por varios disparos de fusiles.

 

         CONTINÚA EL ATAQUE

 

         El 11, tropas bolivianas intentaron entrar al reducto por el lado de Yucra; pero, no sabían éstas con qué clase adversarios tenían que habérselas. El Capitán Miguelángel Yegros, digno descendiente de los próceres del mismo apellido, les salió al encuentro y, después de un combate que duró cerca de tres horas, las tropas enemigas se desbandaron dejando en el campo 65 soldados muertos, numerosos heridos y gran cantidad de armamentos de todas clases. En esta acción se distinguió por su valentía el Tte. Carlos Demattei. Tuvieron, también destacada actuación el Tte. Tuñon y el Sargento 2º Zenón Villalba.

         En el combate fueron heridos el Tte. Martín Cariboni y Leónidas Pane que tuvieron, como los anteriormente citados, una meritoria actuación.

         Desde ese día hasta el de la rendición de la tropa enemiga, esta Unidad cuidó el camino a Yucra, debiendo sostener continuos combates con tropas que intentaban entrar a reforzar a los sitiados. Fue tan valiente la actuación de este batallón que, por el camino a Yucra, los bolivianos en los veinte días que duró el sitio, no pudieron recibir refuerzo alguno. Ni un solo hombre pudo pasar esa línea que el coraje de nuestros bravos soldados había tendido.

         En uno de estos combates, ya en las alambradas del enemigo, murió heroicamente el Tte. Eladio Escobar. El lugar donde cayó herido de muerte y su comportamiento en los diversos combates, dicen mejor que todas sus palabras, todo su valer.

         El día 12 fue, nuevamente, dedicado al descanso y relevo de algunas tropas.

 

         LA ÉPICA ACCIÓN DEL DIA 13 DE SETIEMBRE

 

         Ese fue un día memorable en el sitio de Boquerón. Nuestras armas se cubrieron de gloria recogiendo, tal vez como en ningún otro día, numeroso botín de guerra.

         Muy temprano, hacia el camino a Yucra, se sintieron tiros; al principio aislado, después más nutridos. Un fuerte destacamento boliviano, como en los días anteriores, intentó vencer la resistencia de nuestras tropas y entrar a reforzar el número de los sitiados. Nuestros soldados los dejaron acercarse y, cuando ya los tuvieron a corta distancia, les salieron al encuentro con la bayoneta calada.

         Es imposible describir la escena de aquel día. El coraje gastado tan excesivamente, llega a horrorizar... Nuestros soldados, estimulados por los infaltables gritos patrióticos, arrollaron (esta es la única palabra aceptable), a sus enemigos. Se comprobó así, una vez más, que los bolivianos no pueden enfrentarse a nuestros soldados en la lucha cuerpo a cuerpo.

         El Capitán boliviano Hustares, célebre por su coraje y por su conocimiento del Chaco, halló también la muerte en ese día, al intentar romper el sitio por ese sector.

 

         LOS CADETES EN ACCIÓN        

 

         Después de unos días de descanso y relevo de tropas, días en que no cesaron por completo las hostilidades y en que se rechazaron algunos ataques, tanto por el camino a Yucra como por el de 14 de Diciembre, llegamos al día 17 de Setiembre, fecha en que los bizarros cadetes de nuestra Escuela Militar (dados por muertos, días antes, en las crónicas de los diarios de La Paz), reciben su bautismo de fuego.

         Ocupando el sector situado desde la Recta hasta el camino a 14 de Diciembre, tuvieron la misión de apoderarse de un pequeño tajamar de que los sitiados se proveían de agua. En esa acción, nuestros jóvenes cadetes se portaron a la altura de viejos y experimentados soldados. Con sin igual empuje rompieron las trincheras enemigas que defendían la aguada y se apoderaron de ella. Pocos minutos después, un fuerte contingente boliviano que venía por el camino de 14 de Diciembre, tomó a nuestros cadetes entre dos fuegos y, cediendo palmo a palmo el terreno ganado, debió replegarse a sus antiguas posiciones.

         El más joven de los cadetes, Oscar Otazú, que mandaba un pelotón recibió en esta acción, una herida que le atravesó el cuerpo. Unas horas después, con perfecto dominio de sí mismo y con ejemplar estoicismo, despidiéndose de sus superiores y compañeros, recordando a sus familiares, cerró sus ojos para siempre.

         El cadete Pastor A. Pando, que también comandaba un pelotón, encontró ese mismo día, gloriosa muerte. Había logrado aproximarse hasta unos 50 metros de las trincheras enemigas. Allí volvió a dar órdenes de avanzar aun más todavía y, al incorporarse para dar el ejemplo a su tropa, recibió un balazo que le atravesó el corazón, muriendo instantáneamente.

 

         COMO MURIO EL CADETE SISA

 

         Otro de los bravos cadetes que dio su vida para hacer más meritorio aún el nombre de "Boquerón", llevado por el Regimiento en que se hallaba alistado, fue el cadete Carlos Sisa, joven de 18 años, cuya valentía puede servir de ejemplo a la generación de su tiempo. Al frente de una escuadra ocupó la primera línea de trincheras bolivianas, juntamente con el cadete Gregorio Villalba. No bien saltó al foso de éstas, encontró allí, al pie de una ametralladora pesada, muy mal herido, a un oficial boliviano. Al ver al cadete Sisa, el herido exclamó:

         - "Déme agüita, soldado".

         - "Soy cadete", le respondió Sisa, pasándole su caramañola y, luego, al ver que el herido tenía aún su pistola, le pidió se la entregara. El herido, trabajosamente, le pasó el arma y unos anteojos de larga vista, diciéndole:

         - "Tome, cadete, mi revólver y estos binóculos y, ahora, por favor, máteme. Estoy mal herido y ya no puedo resistir más..."

         El cadete Sisa se negó a hacer lo que el herido le pedía y acercándose a él le dio de beber más agua. Y así, entre los brazos del paraguayo, bebiendo el agua que generosamente le brindaba, murió el oficial boliviano.

         Pocos minutos después, el Destino que no siempre sabe recompensar las buenas acciones, segaba la vida en flor del bizarro cadete. Al atacar unas trincheras cercanas a las ya ocupadas por él, recibió un balazo en la cabeza, cayendo su cuerpo sobre las alambradas de púas.

         Terminada la lucha, sus compañeros, con los mismos alambres sobre los cuales cayó Sisa, armaron una corona que hoy adorna, por el cariño que simboliza, la tumba del joven héroe...

 

 

 

(El Liberal - 15 de Octubre de 1932 - Año XX - No. 6051)

 

(Continuación de la Crónica anterior)

 

DESARROLLO DEL COMBATE DE BOQUERON

(Crónica de nuestro Enviado Especial)

 

ES TOMADO PRISIONERO EL CADETE FIORE

 

         En las diversas acciones llevadas a cabo por el Regimiento Boquerón, al apoderarse del tajamar y al rechazar el ataque que sufrió por retaguardia, los cadetes tuvieron un honroso comportamiento.

         Tal vez alguno de ellos se haya arriesgado demasiado. Esto fue lo que le pasó al cadete Fiore, quien avanzó completamente solo hasta quedar rodeado de enemigos. Al principio se dudó de su suerte, pero luego, unos prisioneros bolivianos dieron la noticia de que, en compañía de dos soldados, fue llevado prisionero a La Paz. Estas noticias están ya confirmadas.

 

         CONTINÚA LA LUCHA

 

         El cerco va, día a día, estrechándose más. Empieza a hacerse sentir, entre los sitiados, la falta de víveres y agua. La aguada de la que a riesgo de la propia vida, solían proveerse, le ha sido tomada.

         Se explica así la temeridad de los ataques bolivianos por los caminos a Yucra y a 14 de Diciembre, realizados, casi siempre, sin orden alguno, y los desesperados esfuerzos de los sitiados para salir del cerco.

         El 18 de Setiembre, las tropas del Mayor Vera rechazaron en el mismo día dos ataques, uno del lado de 14 de Diciembre y otro de las fuerzas sitiadas que deseaban romper el cerco. En ambas acciones, los del altiplano perdieron muchos armamentos y municiones.

         Ordenadamente nuestras tropas van ocupando el lugar que les fue fijado. No ha habido una sola confusión, una sola orden mal interpretada o mal ejecutada. Serenamente, como quien va a un paseo, alegres como si estuvieran de juerga, nuestros soldados fueron ocupando sus puestos en primera línea.

         ¿Oyó alguien una queja, una protesta, un murmullo siquiera de desaprobación?. ¡Nadie! Y, eso, que hemos tenido también nuestros días terribles...

         El 19 y el 20 de Setiembre fueron días tan calurosos que, por mucha que fuera el agua que se traía para la tropa, ella no lograba saciar la sed de nuestros soldados. (Como se valora en el Chaco un jarrito de agua turbia y salobre...).

         Dos días que fueron muy pesados, es verdad; pero que sirvieron para poner, una vez más, a prueba la formidable resistencia del soldado paraguayo.

         Durante estos días, nuestra artillería no dejó descansar un solo instante a los bolivianos. Fue demoliendo una a una sus más sólidas fortificaciones y aniquilando cada vez más la ya escasa moral de la tropa adversa.

         El día 21, el tiempo cambió bruscamente. Al calor excesivo de los días anteriores, le sucedió un frío también excesivo. La tropa, aligerada de ropa, en los días calurosos que precedieron, siente un poco de frío, pero la industriosidad guaraní suplió con éxito la falta de abrigo: pequeños hoyos cavados en la tierra, daban al cuerpo un calorcito suave y reconfortante.

         El día 22, aniversario de la batalla de Curupayty, nuestra tropa bien descansada, inició un violento ataque hacia el tajamar.

         En la mañana de ese día, estuve con el heroico Mayor Carlos Fernández y, al preguntarle si, todavía, los bolivianos se proveían de agua de ese tajamar, me contestó:

         - "Hasta ahora, alguno que otro puede pasar y llevar una latita. A muchos les ha costado cara su temeridad. Pero, para esta tarde tomaré la aguada".

         - " ¿De veras, mi Mayor?", le pregunté, deseando ya ver realizado su plan.

         - "Ya lo verá". Y el Mayor Fernández puso tanta decisión y firmeza en sus palabras, dio pruebas de tanto optimismo, que me separé de él con la alegría de quien ha visto realizarse algo ansiosamente esperado.

         Al día siguiente, muy temprano, un soldado enviado por el Mayor Fernández llegó al Campamento Boquerón trayendo una caramañola llena de agua del tajamar para que el farmacéutico Gerónimo Molas, Químico del Comando del Cuerpo de Ejército, analizara el agua.

         Así mostró el Mayor Fernández, con más elocuencia que si lo relatara en un extenso parte, que había cumplido con su palabra. En efecto, el tajamar había sido tomado por sus tropas al atardecer del día 22 de Setiembre.

         Desde ese día empezó para los sitiados una espantosa lucha en procura del agua. Existe en la plazoleta del fortín un pozo, pero estaba bajo el fuego de nuestras tropas. Un soldado boliviano que se aventuró a sacar agua de él, perdió un brazo que cayó dentro del pozo... Otros eran muertos antes de llegar hasta el brocal... ¡Alto terrible!

         La situación dentro del cerco se hacía desesperante. Los sitiados comenzaron a beber orín. La alimentación también escaseó aún más. Desde hace unos días la oficialidad y la tropa, come carne de mula.

         El 23 de mañana, un avión boliviano arroja a los sitiados bolsas de pan y chastaca, pero, con tan mala puntería (para ellos), que las bolsas caen en nuestras posiciones.

         En el reducto falta de todo. Ya no hay medicamentos, algodón ni vendas para curar a los heridos. Sin compasión alguna, son amontonados en una pequeña cueva. Algunas heridas empiezan a agusanarse. Soldados enfermos mueren de sed y algunos de hambre. Cuentan los heridos que tuvieron que comerse un perro...

         Los jefes bolivianos, a pesar de ver el calamitoso estado de la tropa, incitan a resistir más todavía. Pocos días antes, habían recibido del General Quintanilla una proclama en la cual les anunciaba que el Congreso de La Paz había votado ya una condecoración para "los heroicos defensores de Boquerón" y les pedía que resistieran seis días más, pues -según las noticias que daba el General- los refuerzos ya estaban cerca.

         Y, así, cada vez más encerrados en el círculo de hierro en que fueron colocados por nuestras tropas, perdiendo día a día las trincheras que ellos consideraban inexpugnables, se llegó al día 26 de Setiembre.

         Ese día, las tropas del Mayor Torreani Viera, logran acercarse a menos de 25 metros del enemigo. El Capitán Alejo Guanes, que tuvo una brillantísima actuación, logra también acercarse a igual distancia, rompiendo las trincheras del flanco izquierdo boliviano.

         La acción es conjunta y, la presión, como lógica consecuencia de ello, se hace cada vez mayor.

         El Capitán Ramos captura un grupo numeroso de soldados bolivianos que, valiéndose de un pique falso, intentaba hacer llegar refuerzos a los sitiados. En esa acción, juntamente con la tropa, cayeron prisioneros el Capitán Vizcarra y los Sub-Tenientes Beltrán y Patino.

         El 28, por la tarde, un noble amigo del Paraguay, el Capitán ruso Orefieff Serebriacoff, ex cosaco del Don que ofreció su sangre a su patria adoptiva, el Paraguay, cayó valientemente cuando, en compañía de sus soldados, tomaba por asalto una trinchera. Sus últimas palabras fueron: "Paraguayos, ¡avancen! ¡No olviden que Boquerón es nuestro!". Serebriacoff peleó durante toda la guerra europea y en la revolución rusa. Las balas que entonces respetaron su vida no tuvieron para él, ahora, la misma benignidad...

         El día 28 es ya casi imposible contener a nuestros soldados que quieren lanzarse al asalto de las trincheras enemigas. Oyen el gritar insolente de los bolivianos: "Paraguayos cobardes, vengan si se animan", dicen bien parapetados en sus trincheras, y nuestra tropa no puede soportar el ultraje. Quieren avalanzarse, arrollar, hundir la bayoneta muchas veces, hasta que el brazo se canse, hasta que el cuerpo desmaye... Pero, la orden es terminantemente. Nada de asaltos a la bayoneta. Avanzar sí, pero con el cuerpo bien tendido en tierra. Para qué exponerse si lo mismo la victoria tendrá que ser nuestra...

         Es entonces cuando nuestros soldados realizan la más maravillosa obra de avance que se haya visto jamás. Agazapados, sin otras herramientas que sus yataganes y sus débiles platos de lata, van horadando la espesa capa de tierra que cubre el suelo del Chaco. Paso a paso (labor de hormigas que tienen corazón de cíclopes), hacen cada vez menor la distancia que los separa del enemigo.

         He visto soldados caídos ¡a cuatro metros! de la Punta Brava, lugar que dominaba un cañadón de más de 500 metros de extensión y que tenía una fortificación de dos pisos, con ametralladoras pesadas arriba y abajo. Algo que, solo viéndolo, es posible creer! El arrojo y el coraje de nuestros soldados ha llegado a lo indecible.

         Ahí están todavía las huellas, ahí están todavía cálidas por los cuerpos que allí se apoyaron acaso para no levantarse más... ¡Cuántos héroes cuyos nombres se pierden en el montón de gloria que recogimos en esa acción! ¡Cuánta valentía en defensa de este nuestro terruño mil veces querido!.

 

 

 

 

 

(El Liberal - 11 de Octubre de 1932 - Año XX - No. 6048)

 

EL DR. LUIS A. HERRERA EN EL FRENTE

 

Artículo de nuestro enviado especial en el frente

D. Juan Esteban Carrón

 

         "¿Es verdad que el Dr. Luis Alberto de Herrera está en el frente?", me ha preguntado más de uno que deseaba conocer algo del viaje del ilustre estadista uruguayo a la región chaqueña. Y he respondido:

         Sí, es verdad. Y, lo que es más, está allí viviendo la misma vida de nuestros soldados, sufriendo con ellos las mismas inclemencias del tiempo y soportando, en ocasiones, los mismos sacrificios.

         Es admirable el ejemplo que nos da este hombre que ha pasado ya la edad de las aventuras y que, por la labor intensa que ha desarrollado en su vida, tiene ganado un merecido descanso, al abandonar, como lo ha hecho, las comodidades de una vida regalada, sus afectos y sus amistades, para venir a enrolarse en nuestras filas como un modesto soldado. Porque el Dr. Herrera no quiso ser otra cosa que un modesto soldado.

         Y allí, bajo la carpa del Coronel Estigarribia, está atento a cualquier indicación del Jefe, deseando mostrar de alguna manera sus deseos de servir a esta tierra que se enorgullece de tenerlo como hijo.

         No le he visto, en todo el tiempo en que me tocó convivir con él, en el mismo campamento, demostrar un solo gesto de fatiga o de disgusto. Siempre alegre, siempre optimista, tiene para todos una frase afectuosa o un gesto amable.

         "El Doctor soldado", le llama nuestra tropa que ya le conoce como a un viejo amigo y que, desde lejos, apenas descubierta su presencia, le rodea para escuchar sus palabras siempre llenas de patriotismo.

         Su figura se ha hecho ya popularísima en nuestras trincheras. Con el mismo traje gris con que salió de Asunción (el único que ha llevado al frente), traje que empieza ya a añorar las suavidades de un planchado, con la camisa mostrando las huellas de la tierra y del barro, con el mismo aspecto que presentan nuestros soldados, así, el Dr. Herrera, tres veces candidato a la Presidencia del Uruguay, cumple con honor su condición de paraguayo.

         Lejos de nuestra tierra, su espíritu empezó por ser del Paraguay. Escribió, como él solo sabe hacerlo, páginas imborrables en defensa de nuestros derechos. Ya, entre nosotros, es ahora su cuerpo el que pertenece a este suelo.

         Puede tanto en él el amor que siente a este terruño que, no solo ya es paraguayo porque el pueblo agradecido lo quiso, sino que es paraguayo porque él, con férrea voluntad, también lo quiere.

         Ha logrado en poco tiempo aclimatarse tanto que, hoy, ya no le distingue de nosotros ninguna diferencia racial. Su rostro está tostado por el Sol, sus manos curtidas. Come del mismo rancho que la tropa y, como ella, sabe dormir plácidamente bajo la misma carpa...

         El Dr. Luis Alberto de Herrera, vigorosa mentalidad americana, se siente feliz de ser soldado paraguayo, y el Paraguay, glorioso pueblo de América, se enorgullece de tenerlo como tal.

 

 

 

 

(El Liberal - 25 de Octubre de 1932 - Año XX - No. 6059)

 

CARDENAS DESMIENTE ENÉRGICAMENTE UNA DE LAS ULTIMAS CALUMNIAS BOLIVIANAS

 

Crónica de nuestro enviado especial en el frente

 

         Al mismo tiempo en que yo llegaba a Casado, llegó también del interior del Chaco, el Tte. Coronel Humberto Cárdenas, quien fue hecho prisionero por nuestras tropas en el ataque al Fortín Yucra. Se me presentaba así una brillante oportunidad para enviar una crónica, y decidí aprovecharla.

         Dejé mi equipaje amontonado en el muelle y corrí hasta el Campamento, lugar de acantonamiento de nuestras tropas, situado a casi un kilómetro de Casado. Allí, previo el permiso correspondiente, fui conducido a la presencia del prisionero boliviano.

         De, más o menos, 40 años. Aspecto, en general, agradable. Alto, más bien grueso que delgado, de cutis moreno, ojos grandes, un poco saltones, dientes fuertes que los enseña siempre. Así es, a grandes rasgos, el Tte. Coronel Humberto Cárdenas.

         Hechas las presentaciones, inicio mi interrogatorio. (Interrogar a prisioneros bolivianos es siempre difícil. Unos hablan mucho y mienten en todo cuanto dicen y otros (los más), vacilan una hora para luego contestar que no saben o no recuerdan lo que se les pregunta). Empiezo, pues, muy cautelosamente.

         - ¿Hace mucho tiempo que está Ud. en el Chaco?.

         - "No. Es esta la primera vez que he venido al Chaco y, ya ve con que suerte... Hará cosa de tres meses, a lo más, que he salido de Trinidad, Departamento del Beni, en donde desempeñaba el cargo de Segundo Comandante del Regimiento 35 "Padilla", de guarnición en ese punto. Me destinaron a Cabo Castillo, pero ya en marcha, tuvimos noticias de que se preparaba un ataque a Yucra y recibí orden del Coronel Peñaranda de ir hasta allá para reforzar las tropas allí existentes. Apenas llegado a este punto, (Yucra), donde solo estuve 48 horas, se ordenó el repliegue de nuestras tropas y, a mí, proteger la retirada de ellas. Así lo hice hasta el día 11 a las 7 de la tarde; pero, cuando hacíamos el viaje en camión a Arce, fuimos sorprendidos por una nutrida descarga de ametralladora y fusilería. Para proteger mi vida me interné en el monte. Vagué cinco días por la selva virgen. Algunas provisiones que llevaba y un poco de agua que aún tenía en mi caramañola, me salvaron de sufrir hambre y sed. Al cabo de ellos, al salir a un cañadón, fui encontrado por una patrulla que mandaba el Tte. Lezcano, quien fue el que me tomó prisionero".

         - ¿De manera que Ud. cayó prisionero sin pelear?

         - "Así es".

         - ¿Es verdad que, en los últimos ataques paraguayos, los prisioneros bolivianos fueron puestos a la cabeza de nuestras tropas?

         - "No, no es verdad. ¿Quién lo ha dicho?".

         - Lo ha dicho el Ministerio de Guerra de su patria en comunicado oficial transmitido por intermedio de la United Press.

         - "Pues yo no sabía que se pudiera mentir tanto... Si en algo puede valerle mi desmentido, diga que, por la nobleza que se debe usar hasta con el enemigo, y en honor a la verdad, que debe ser el lema de todo militar, esa noticia es falsa. Los paraguayos han atacado valientemente, sin colocar a ningún boliviano para que sirva de blanco a nuestros mismos proyectiles. Cosas que no puedo decirle han motivado el retiro de nuestras tropas".

         - ¿Ha recibido Ud. buen trato desde el momento en que fue hecho prisionero?.

         - "Excelente, y no tengo palabras cómo agradecer toda la nobleza y amabilidad que han usado conmigo los jefes y oficiales, así como los soldados paraguayos. No me han tratado como a un prisionero, sino como si fuera un hermano".

         Por el camino de vuelta venían bailoteándome en la cabeza las últimas palabras del prisionero boliviano: "...como si fuera un hermano..."

         Un hermano, sí. De un país como el nuestro, de un hablar como el nuestro, de un mismo origen y, tal vez, de un mismo fin... Pero, un hermano que mata y destruye, un hermano que roba nuestra tranquilidad, nuestra paz y nuestra tierra...

         ¡Qué inmenso corazón debe tener el paraguayo para perdonar, como lo hace, el error que cometió el mal hermano!

 

         ENTREVISTA CON EL SUB TENIENTE RAUL RIOS

 

         Juntamente con el Tte. Cnel. Cárdenas llegó a Puerto Casado el Sub Teniente Raúl Ríos, hecho prisionero en Yucra. De aspecto insignificante, apocado, feo, bajo...

         Pertenecía al Regimiento Pérez, de La Paz, y se le destinó, como al anterior, a Cabo Castillo. Estuvo allí unos días pasando luego al "crucero", lugar donde se bifurca el camino de Yucra a Cabo Castillo. Trató -dice- de establecer un pique que lo comunicara con el resto de su tropa; pero, no pudo hacerlo y, luego de deambular por un tiempo por bosques y cañadones, las tropas del Mayor Bray lo encontraron y lo hicieron prisionero juntamente con los soldados que estaban con él.

         Dice, también, que Cabo Castillo fue tomado por nuestras tropas después de quince minutos de pelea... (¿de pelea?. ¿No habrá querido decir de huída?).

         También se muestra agradecido a nuestros jefes por el trato que recibió.

         Y, como lo relatado es mucho para lo que representa su insignificante figura, pongo fin a esta crónica...

 

 

 

(El Liberal - 30 de Octubre de 1932 - Año XX - No. 6064)

 

DAMOS EL PRIMER RELATO DE LA TOMA DEL FORTIN ARCE, HOY GASPAR DE FRANCIA

 

Nuestro Enviado Especial en el frente describe la acción

 

         Espectador cercano del sitio a Boquerón, he podido presenciar en toda su maravillosa amplitud, el esfuerzo realizado por nuestros soldados para lograr la victoria. Los vi valientes hasta la heroicidad y sufridos hasta el sacrificio, y desde entonces tuve una confianza ilimitada en que el final de la partida sería favorable al país que era dueño de tal Ejército.

         Todo consistía en que la falta de alimentos no debilitara a nuestras tropas. Estábamos entonces a.......... leguas de nuestro centro de aprovisionamiento y nada les faltaba. Los víveres abundaron siempre. El agua escaseó un poco, pero ello fue por dos o tres días, nada más, y nadie sufrió mayormente.

         Pero, las operaciones no debían terminar allí. Era necesario seguir adelante hasta desalojar por completo de nuestra tierra al invasor.

 

 

 

         ¿Y EL ALEJAMIENTO DE NUESTRAS BASES?

 

         Desde entonces tuve una preocupación constante: ¿Se debilitaría nuestra potencialidad a medida que nos alejáramos de nuestros centros de aprovisionamiento?.

         Pero, el Chaco ha tenido la virtud de revelar el verdadero valer de nuestros hombres. Con celeridad admirable y sin entorpecer para nada la instrucción militar de la tropa de refresco, se ha dispuesto que éstas construyan caminos terraplenados que eviten la formación de charcos pantanosos y, hoy, a pocos días de la toma de Boquerón, el trayecto presenta un nuevo aspecto. En casi la totalidad del recorrido existen magníficos terraplenes que permiten el paso rápido de los camiones.

         El problema, pues, ha sido resuelto y, ahora, nuestras tropas pueden llegar hasta donde nadie, antes, pensó que llegarían. El alejamiento de nuestras bases no ha debilitado nuestra potencialidad. Ella sigue siempre igual y su fuerza es incontenible. Los hechos lo han probado ya.

 

         YUCRA Y CABO CASTILLO

 

         Yucra (llamado hoy Capitán Oscar Rivas Ortellado), y Cabo Castillo, (que ha sido bautizado con el nombre del brillante oficial que lo conquistó, Guillermo Arias), han caído con relativa facilidad, a pesar de sus fortificaciones tan importantes y bien dispuestas; como las de Boquerón. Pocas horas de lucha bastaron para que sus defensores cedieran las posiciones y huyeran desbandados.

         Un índice de la moral de la tropa enemiga es lo que está ocurriendo ahora. Apenas se ven atacados por nuestros soldados, huyen despavoridos o se entregan incondicionalmente.

         En ambos puntos se ha recogido abundante material guerrero y muchas provisiones, todo lo cual es empleado hoy en beneficio de nuestras tropas, contribuyendo a simplificar más todavía la' cuestión del aprovisionamiento de nuestro Ejército.

 

         LA MARCHA HACIA ARCE

 

         Tomadas las posiciones de Yucra y Cabo Castillo, así como las secundarias de 14 de Diciembre y Puesto Lara, el comando dispuso el ataque al Fortín Arce.

         Nuestras tropas iniciaron la marcha animadas con el mismo espíritu de siempre: dispuestas a vencer cueste lo que cueste.

         El avance, hay que reconocerlo, fue difícil. De Cabo Castillo a Arce hay ocho leguas. Ocho leguas en que abundan los cañadones. Basta contemplar uno de ellos para tener la certeza de las dificultades con que debe tropezar una tropa que tiene que avanzar por allí. Planos, sin arbustos que protejan de la vista del enemigo, la marcha por los cañadones debe hacerse siempre a cuerpo tendido. Y así fueron avanzando nuestros soldados, sufriendo los rayos de un sol de fuego que caía a plomo sobre ellos.

         ¡Con cuanta entereza soportan los nuestros esta doble lucha!. La naturaleza del terreno ofrece tantas dificultades para el avance como el cañón del boliviano que, desde su atrincheramiento en el monte, dispara sin cesar.

 

         CAMBIA LA NATURALEZA

 

         Sin embargo, a medida que uno se acerca a la región bañada por el Río Verde, nota el cambio topográfico del terreno. Los árboles van siendo cada vez más frondosos y la vegetación más exuberante. Se va pareciendo mucho a la región oriental y, nuestros soldados, venidos de todos los pueblos de la República, a cada metro que avanzan, van encontrándose más a gusto. Los que añoraban la sombra de un buen árbol y el frescor del "caa-guy", van hallándolo poco a poco... Es el premio que tienen por su tenacidad y su coraje.

         Uno a uno van venciendo los puestos avanzados bolivianos y van cercando el Fortín Arce, como en Boquerón.

         Buscad un mapa del Chaco, contemplad el lugar en que está situado Arce (ese Fortín Arce que hace, apenas, un mes nos parecía un imposible tomarlo), y apreciaréis entonces, en todo su inmenso valor, el esfuerzo realizado por nuestras tropas y la excelente dirección que han tenido.

         Los bolivianos, por su parte, nunca habrán imaginado que Arce caería en nuestro poder. Pero cayó... El 23 de Octubre; a la una y treinta de la tarde, nuestros soldados entraron en el fortín.

 

         VENCIENDO LAS AVANZADAS

 

         Para ello fue necesario vencer las avanzadas bolivianas, colocadas a unos diez kilómetros del fortín. Las posiciones del enemigo estaban tan bien ocultas en el monte, que era difícil distinguirlas.

         Por otra parte, las líneas de atrincheramiento (de las que parecen ser maestros los bolivianos), tenían toda la resistencia de las ya célebres de Boquerón. Pero, para nuestras tropas no fue tarea difícil batirlas y llegar hasta los límites mismos del fortín.

 

         HUYEN LOS ENEMIGOS

 

         Los bolivianos, que no imaginaron jamás recibir un ataque tan formidable, decidieron abandonar el fortín, para cuya protección tenían más de 3.000 hombres.

         El enemigo, en su precipitada huída, no pudiendo llevarse todo lo que allí había, en la noche del 22 de Octubre, incendió las dependencias principales del fortín, con todo lo que allí había.

         ¡Formidable espectáculo era el que presentaba, durante la noche, el fortín envuelto en llamas!.

         Los proyectiles, abandonados en el Parque estallaban produciendo un ruido infernal. Era la protesta de lo inanimado por la cobardía de quienes debían emplearlos... Como gamos, al ver que nuestras tropas se aproximaban, huyeron los jefes, oficiales y soldados.

         ¿Dónde están ahora y qué explicación darán por esa vergonzosa huída?.

         Pero, tendrán que ser muy hábiles para escapar de la persecución de los nuestros y muy duchos en la defensa para justificar lo injustificable: la cobardía.

 

         COMO ES ARCE

 

         Decía que la topografía del terreno cambia a medida que uno se va aproximando a Arce. El Río Verde opera ese milagro, porque en realidad es un milagro tener un poco de buena sombra y buena agua en este Chaco, tan poco dispuesto a doblegarse al poder del hombre.

         Pocos kilómetros antes de llegar al fortín, el camino va por sobre el antiguo cauce del río. Es esta la primera ondulación de terreno que he visto en el Chaco. Las costas se levantan a los lados a una altura de, más o menos, tres metros. Abundante vegetación bordea el camino. Se ven pequeñas lagunas de agua potable y muchos pirizales. Después de una curva formada por el camino para sortear el paso de un monte bastante espeso, aparece el fortín.

         Más que un fortín, Arce parece un pueblo. Los diversos ranchos están ordenadamente dispuestos y presentan un agradable aspecto. En el centro del fortín, está situada una pequeña placita, con un kiosko para músicos y, alrededor de esta plaza, están ubicadas las diversas dependencias, de acuerdo a su importancia.

         El casino de oficiales y la intendencia, de los que, solo, quedan las paredes, eran hermosos edificios. Grandes, cómodos y bien construidos. Asimismo, el edificio de la Comandancia (también quemado), cuyo frente situado sobre el rio, presenta el aspecto de un castillete medioeval, tenía todas las comodidades imaginables.

 

         UN MODUS VIVENDI

 

         La vista del fortín y la minuciosa visita que he hecho a cada rancho, me ha convencido de que, en Bolivia, la cuestión de la guerra no es otra cosa que un "modus vivendi" que, con mucha inteligencia, explotan los militares para vivir cómodamente, mientras el pobre pueblo debe soportar los cuantiosos gastos que esta vida impone.

         Los militares bolivianos de guarnición en Arce (¿de guarnición? -dice- de veraneo, mejor...), estaban rodeados de toda clase de comodidades. Nada les faltaba. He hallado en el interior de las habitaciones, las huellas de objetos que, en el Chaco, constituyen un lujo.

         Y he pensado, entonces, en el inmenso sacrificio que está realizando ese pobre país embarcado en esta loca aventura guerrera...

         Lo digo sinceramente, con toda buena fe, sintiendo igual que cada uno de nuestros soldados y que cada uno de los hombres de nuestro pueblo: Ya no debe Bolivia hacerse ilusiones. Está visto que nada puede hacer contra nosotros. Al principio parecíamos los más débiles, y hasta hubo quien nos tuvo compasión... Hemos mostrado ya que valemos, y que valemos mucho. Nuestro ejército no cuesta ni la mitad de lo que cuesta el suyo a Bolivia. El Paraguay puede continuar la campaña. Nuestro soldado es bueno y se contenta con poco: un locro, un poco de carne, unas cuantas galletas y media caramañola de agua, le bastan y sobran para pasar el día. El boliviano, en cambio, necesita más, mucho más y no puede comer si el alimento no está condimentado con mostaza o pikles... Y es el pueblo boliviano el que debe mantener todo eso.

         ¿No ha llegado, acaso, para ellos la hora de la reflexión?. Bueno sería que ella llegara ya. Podría evitarse así muchas lágrimas, muchas muertes, mucho dolor...

 

         EL RIO VERDE

 

         Bañando el fortín, está el Río Verde. No es muy ancho ni muy profundo, pero tiene siempre agua y esto es lo principal.

         Los bolivianos construyeron allí una represa que lo divide en dos partes. Una destinada al baño (?) de la tropa y animales y otra para beber.

         Nuestros soldados pudieron, después de unos meses de escasez de agua, hartarse de ella. Ese fue un día de fiesta para ellos. El río fue pequeño para contener a todos los que en él se bañaban y lavaban sus ropas cubiertas del polvo de varias jornadas.

         Pareciera que el río también se sintiera feliz de envolverlos en sus suaves ondas. Eran esos los brazos que habían llegado hasta él para rescatarlo del molesto cautiverio... Volvía a estar en poder de quien siempre debió y debe estar.

         Las tierras que él baña, contribuyen, ahora, para hacer más poderoso al Paraguay entero.

 

         EL BOTIN DE GUERRA

 

         Con la caída de Arce y la huída de los bolivianos de los demás fortines cercanos (Aliguatá, Tinfunque y Saavedra), nuestro completo dominio del Chaco es ya indudable. Este ha sido el botín moral recogido en la acción.

         En lo que se refiere a lo material, no ha sido menor en importancia. Fueron capturados 4 oficiales y 180 soldados. Además cayeron en nuestro poder 6 cañones, 4 ametralladoras pesadas Vickers, fusiles ametralladoras, fusiles, cajones de proyectiles, cajas de cargadores para fusil ametrallador, cajas de granadas para artillería 7,5, bombas para aeroplanos, tambores de aceite liviano, tambores de nafta para aviación, grandes cajones de elementos sanitarios de todas clases, carpa grande de sanidad, camillas plegadizas, mochilas sanitarias, muchas vacas, mulas, caballos y bueyes.

         Noticia que recibo en este momento dicen que nuestras tropas han cortado la retirada a los enemigos. De ser así es incalculable el perjuicio que sufrirán, pues, por grande que sea el número de ellos, dado su estado de desmoralización, no será difícil dar cuenta de los mismos.

         Creo que aquí se cierra el primer ciclo de nuestra campaña en el Chaco. El mismo no pudo ser más halagador, pues ha logrado hacer llegar nuestra soberanía, en este sector, hasta el Río Pilcomayo.

         ¿Qué vendrá después?.

         Es difícil pronosticarlo. Sea lo que fuere, tengamos fe en nuestro Ejército y en sus jefes. Han mostrado ya su valer.

         Tal vez sea necesario tener un poco más de paciencia. Tengámosla todos, los de la ciudad y los del Chaco.

         ¡Qué dulce será, después, el abrazo con que se recibirá a nuestros héroes!.

 

Esta crónica fue reeditada en el No. 6065, del 1º de Noviembre de 1932, de El Liberal, por haberse agotado los ejemplares en que fue publicada por primera vez.

 

 

 

(El Liberal - 4 de Noviembre de 1932 - Año XX - No. 6068)

 

EN HONOR DEL TENIENTE CORONEL GAUDIOSO NUÑEZ

 

Una fiesta, en pleno Chaco, en homenaje al Comandante de la II División.

 

         El silencio majestuoso del monte, en que tiene instalado su P.C. la Segunda División, es interrumpido de pronto por las notas marciales de la diana. No conozco una frase que pueda expresar con exactitud la emoción de ese poco de música que, acortando distancias, nos lleva hasta donde están los nuestros. Algo sublime invade el espíritu. Se mezclan por igual una gran alegría y una suave tristeza...

         En pocos segundos todo el campamento está de pié, rodeando al Jefe respetado y querido.

         Hoy es el día del cumpleaños del Teniente Coronel Gaudioso Núñez, Comandante de la 2a. División de nuestro Ejército y sus oficiales no han encontrado otra forma mejor para festejarlo. De todos los puestos han acudido los jefes y oficiales. Todos quieren estrechar la mano del valiente militar y formular votos por su ventura personal.

         Nunca ha estado tan concurrido el Campamento, ni nunca ha habido, como hoy, tanta alegría.

         El Jefe homenajeado sonríe. Ve, en el semblante de cada uno de sus subalternos, todo el aprecio que ellos le profesan. Recuerda, tal vez, a los suyos que, desde muy lejos, también han de recordarle en este día. Su "otra familia", la que en estos momentos difíciles sufre con él penurias, le acompaña y eso suaviza el dolor que esta obligada separación causa.

         Valiente Jefe, buen camarada, buen amigo... Bendito el Chaco que me permite conocer hombres de esta clase!

         Sentados sobre troncos de árboles, se saborea un rico café con leche condensada (lujo inusitado en estas regiones), se conversa animada y alegremente.

         El Dr. Alonso ofrece el homenaje (muy humilde: música y un jarrito de café). He aquí sus palabras:

         "Mi Comandante Núñez: Los camaradas de la causa han insinuado mi nombre para hacerme intérprete de esta modestísima demostración. Lo he aceptado porque en la exteriorización de lo sincero, las frases mal hilvanadas tienen bellas sonoridades.

         Trasunta ella este significado: la cordial y unánime satisfacción de abrazar a nuestro Comandante en el día de su cumpleaños, al Jefe que ha sabido ganar, en buena ley, la confianza de sus soldados llevándolos de victoria en victoria. Es así que nuestra amada Segunda División ha reunido en su alforja, guardados para el día de hoy, estos precedentes: Boquerón, Yucra, Arce, Tejerina, Falcón y Aliguatá. Al hacerle entrega de ellos, solo nos resta decirle, esperando sus órdenes: ¡Firme, mi Comandante!,

         Asistieron a la demostración los señores Capitán José C. Britos, Jefe de E.M.D. Mayor Paulino Antola, Capitanes Adolfo Ferreira, Sinforiano Rodríguez, César López, Alcibíades Irrazábal, Timoteo Aguirre, Arsenio Fretes, Mayor Dr. Mario De Finis, Capitán Antonio Gaona, Tenientes Primeros Rufino Pampliega, Carlos Demattei, Carlos Z. Torres, Toribio Castro, Julio Varesini, Luis Vallejos, Victoriano Bueno, Oscar Pinho Insfrán, Eduardo Schaerer (h), Nicolás Báez Allende, Tenientes Segundos Rogelio Escobar, Alfonso Tuñon, Fernando Montero, Antonio Díaz de Vivar, Roque Bojanovich, Tomás Villarejo, Leandro Ojeda, Teodoro Miranda, G. Aguirre Vera, W. Denis Roa, Arturo Buzarquis, José Soljancic, Diógenes Acosta Caballero, Antonio Soljancic, J. Fernández Miers, R. Báez Segovia, Andrés R. Gubetich, Guillermo Báez, José A. Rodríguez, Leandro Franco, Atilio Prieto, Teófilo Alonso y muchos otros más, cuyos nombres se me escapan de la memoria.

         Este homenaje me hizo pensar que no todo era adustez en el Chaco.

         Hay todavía corazón, mucho y noble corazón...

 

 

 

(El Liberal - 9 de Noviembre de 1932 - Año XX - No. 6071)

 

"YA GANATA, PICO, LA GUERRA, MI TENIENTE?"

 

         Tomado el Fortín Boquerón, el Comando dispuso el avance de nuestras tropas hacia el Fortín Yucra. El excelente espíritu que las animaba y el deseo de ver pronto a nuestro suelo libre de invasores, movió al Comando a tomar tal determinación.

         Las posiciones enemigas, hábilmente defendidas por trincheras con sus célebres nidos de ametralladoras, se avistaban a lo lejos. Estratégicamente situadas, era necesario cruzar un ancho cañadón antes de llegar hasta ellas.

         La empresa era difícil, pero más difícil todavía era contener el entusiasmo delirante de nuestros soldados que querían, a bayoneta calada, limpiar las trincheras enemigas.

         Era ya el anochecer. Las sombras iban, poco a poco, borrando las líneas dejando entrever solo su contorno. Era este el momento ansiosamente esperado y debía aprovechárselo. Sin pérdida de tiempo, pues, se ordenó el ataque a fondo, que sirviera para decidir la acción.

         Entre los que avanzaban en primera línea estaba el soldado José Mercedes Benítez, un adolescente que, a pesar de no estar comprendido en el llamado de movilización, quiso, también, defender el suelo patrio.

         Un centinela enemigo, colocado en lo alto de un árbol, dio a los suyos la voz de alarma. Inmediatamente, de los numerosos nidos de ametralladoras, llovieron los proyectiles.

         Uno de ellos hirió gravemente, en el pecho, al soldado Benítez. Su cuerpo menudo dio un pequeño salto y cayó pesadamente al suelo.

         Mientras tanto, sus compañeros continuaban el avance, sin que el disparar de las armas bolivianas, les atemorizara en lo más mínimo.

         A pocos metros del soldado, ya moribundo, pasó un Teniente y, el herido al verle, haciendo un esfuerzo inmenso, le preguntó:

         - "¿Ya ganata, pico la guerra mi Teniente?".

         Sorprendido el Oficial por tan extraña pregunta formulada por un hombre que estaba en ese grave estado, reflexionó un momento antes de contestarle. Un algo inexplicable hizo que le respondiera:

         - "Sí, che ra-y; ña ganátama la guerra. Mbaerejhe pa eré?". 

         Y, el soldadito humilde, sufrido y heroico, haciendo un postrer esfuerzo, le dijo:

         - "Porque, así, mi Teniente, moriré feliz..."

         He visto, después, el cadáver de ese glorioso muchacho. Sus ojos, sin vida, brillaban, y en su boca yerta, había una sonrisa que era, no lo dudo, de inmensa, de infinita felicidad...

 

 

 

(El Liberal - 13 de Noviembre de 1932 - Año XX - No. 6075)

 

NUESTRO ENVIADO ESPECIAL ESCRIBE UNA CRONICA DESDE

EL F. PLATANILLOS

 

DONDE RECIBI LA NOTICIA

 

         El domingo 7 de Noviembre, a las doce y media del día, mientras fumaba un cigarro y contemplaba las trincheras, hoy mansas, de Boquerón, sentí de pronto voces de júbilo y hurras entusiastas.

         "Platanillos acaba de caer!", gritaban, al pasar corriendo los soldados apurados para dar la buena nueva a sus compañeros, acampados en los alrededores del fortín.

         No quise dar crédito a la noticia. Me parecía imposible que así, tan pronto, pudiera caer otro fortín boliviano.

         Sabía que estaba bien defendido. Todas las tropas de guarnición en Arce y en Fernández tenían por misión proteger ese fortín. Sabía, también, que estaba excelentemente atrincherado. Pero, el telefonista de Boquerón me afirmó que la noticia era exacta, y decidí, entonces, ir hasta Platanillos.

         Por curiosidad consulté en un mapa la distancia que separaba Boquerón del fortín conquistado. Eran ciento diez kilómetros, repartidos así: De Boquerón a Yucra, 6 kilómetros; de Yucra a Arce, 24; de Arce a Fernández, 40 kilómetros, y de este fortín a Platanillos, otros 40 kilómetros.

         Manifesté a algunos oficiales amigos, mis deseos de llegar, en el día, a Platanillos, y ellos, conocedores de las dificultades para la comunicación en el Chaco, rieron de mis pretensiones. Pero, había que cumplir con la misión que se me había encomendado al igual que todos los que están defendiendo nuestro suelo, al igual que ellos que, con tanto heroísmo, están dando el ejemplo del cumplimiento del deber.

         Y busqué un camión que me llevara. A las 5 de la tarde saldría con convoy de víveres con dirección a Arce y me alisté para ir en él.

         ¡Qué largas parecían las horas hasta el momento de la partida!. Llegó, por fin, ésta y, ya instalado en uno de los camiones, emprendí el viaje.

         Son asombrosos los cambios que se producen en el Chaco en breves períodos de tiempo. El camino de Boquerón a Yucra y, de éste a Arce, está experimentando transformaciones formidables. Un Batallón de Zapadores, al mando del Capitán Basiliano Caballero Irala, es el que realiza el milagro. Se han construido espléndidos terraplenes y ensanchado las picadas, en tal forma que, hoy son verdaderas avenidas. El camión se desliza por ellas como si fuera una mesa de billar.

         Esta es una de nuestras obras en el Chaco. Un poco de lo mucho que el Paraguay ha hecho, hace y seguirá haciendo. El Chaco es nuestro, no por el poder de armamentos que solo sirven para matar. Es nuestro por el esfuerzo de nuestros brazos que siempre han empuñado las herramientas del trabajo para llevar a él los beneficios de la civilización.

         En una hora escasa llegamos a Arce, distancia que en los primeros días de nuestro dominio en esa región, se recorría en más de dos horas. Bajo del camión y, presuroso, busco otro que me lleve hasta Platanillos. En las orillas del Río Verde hay varios que están cargando agua en sus tanques. A ellos me dirijo.

         - ¿Sale enseguida este camión? -pregunto a un chauffeur que ayuda a cargar el tanque.

         - "Sí, enseguida, pero creo que no podremos llegar hasta Platanillos porque el tiempo se está descomponiendo" -me contesta el meritorio auxiliar de nuestras tropas.

Miro el cielo. En efecto, no cabe duda de que tendremos agua muy pronto. Pero, eso no importa... Pido autorización al Capitán Tomás Romero Pereira, Jefe de Transportes (que, con encomiable actividad ha organizado el servicio de aprovisionamiento de las avanzadas de nuestro Ejército), para viajar en ese camión. Me lo concede muy amablemente y me dice que él también debe ir hasta Platanillos, en ese mismo camión. Nos instalamos en un magnífico auto-camión "International" nuevo. Adelante, con el chauffeur, va el Capitán Romero Pereira. Atrás, al descubierto, junto al tanque de agua, que se resbala peligrosamente sobre el piso mojado, vamos el Tte. 2o. de Reserva Gustavo Saguier Aceval (cuyo comportamiento ha sido excelente, habiéndose solicitado ya su ascenso), un soldado armado y yo.

 

 

 

 

         DE ARCE A PLATANILLOS

 

         Apenas iniciamos la marcha que, dicho sea de paso, debe efectuarse por caminos bolivianos (en los cuales -afirman ellos- haber gastado muchos millones de pesos y que, de caminos, solo tienen el nombre), cae una copiosa lluvia. Apresuradamente nos cubrimos con algunas carpas. No obstante la diligencia puesta, el agua nos moja bastante. Trato de proteger especialmente mi aparato fotográfico y mis papeles (que son mis armas). La ropa y el poncho están a la miseria, pero eso no importa. Nos acercamos a Platanillos y eso es lo que interesa.

         Son tan malos estos caminos, hay en ellos tantos baches que uno no sabe ya dónde asirse para no caer. El tanque de agua, con sus 800 litros, baila en el camión, amenazando destrozarnos los pies, y pensamos que se necesita una enorme dosis de energía para resistir un viaje tan penoso. Por momentos me entran deseos de bajar del camión y continuar el camino a pie. Agua por arriba, saltos por abajo. ¡Esto es insoportable...! Y, así hicimos 80 kilómetros.

 

         PLATANILLOS

 

         El camino tiene, a veces, piedad de los huesos que va moliendo con crueldad de novia indiferente... En esos pequeños trechos dejo que el sueño reponga mis fuerzas.

         Dormitaba, pensando en mil pequeños detalles de cosas ocurridas en ese día, cuando, de pronto, un barquinazo del camión me despierta.

         El camino, después de dar una curva, entra en un pequeño trecho recto y aparece el fortín.

         ¡Qué aspecto fantástico se ofrece a la vista!

         Es la hora en que, en los cuentos de niños, aparecen los duendes. En el cielo, la Luna lucha con las nubes pugnando por dar un poco de claridad a la tierra, tierra que la lluvia ha convertido en un lodazal. Ráfagas de aire que vienen del fortín, traen entremezclados el frío de la lluvia y el calor de los ranchos que el fuego va consumiendo.

         Platanillos es una hoguera, pero una hoguera mansa que arroja de vez en cuando, chispas brillantes en lugar de fuego vivo, chispas mansas como las tropas de Bolivia que, al iniciarse las hostilidades, amenazaban destruirnos como a gusanos y hoy corren como corderos...

         Los ranchos, diseminados en forma de que sirvan de plantel a un futuro gran fortín, han sido casi en su totalidad incendiados.

         La Comandancia, largo edificio, con techo de zinc, se ha salvado del fuego.

         Desentumecemos nuestros miembros dando algunas pataditas al suelo y nos acercamos a felicitar al Mayor Fernández, cuyas tropas han logrado este nuevo triunfo para nuestra patria. Ansiosos le interrogamos sobre detalles de la acción. Y, él nos da unos pocos, pero suficientes para darnos una idea de ella.

         Dos muertos y cuatro heridos, de nuestra parte y más de treinta muertos bolivianos. Se recogió abundante provisión de guerra y boca, así como un excelente material sanitario, aparte de muchas otras cosas no inventariadas aún. Y, todo esto en menos de tres escasas horas de lucha...

         Bajo el cielo, ahora lleno de estrellas (en el Chaco los cambios de tiempo son sorprendentes), preparamos nuestros lechos, y mientras llega el sueño reparador, pienso: Esta mañana estuvieron aquí los bolivianos. Anoche, quizá, habrán dormido en el mismo lugar en el que yo duermo ahora... Bolivia, la orgullosa Bolivia, retrocede, huye. Pero, ¿será verdad todo esto? El sueño no ha llegado aún. Es verdad, pues.

         Y, antes de cerrar los ojos, grita mi corazón con todas sus fuerzas: ¡VIVA EL PARAGUAY!.

 

 

 

(El Liberal - 15.de Noviembre de 1932 - Año XX - No. 6075)

 

UNA VISITA A ALIHUATA

 

         Sobre ambas márgenes del Río Verde, y a una distancia de 21 kilómetros de Arce, está situado el fortín boliviano Alihuatá, tomado por nuestras tropas el 26 de Octubre último.

         Con inmenso orgullo puedo decir que he sido el primer periodista paraguayo que ha visitado esa región, ocupada por el enemigo desde hace 17 años.

         Llegué al fortín cuando aún ardían los ranchos incendiados por los cholos en su cobarde huída, cuando en el suelo y en las cosas estaban todavía frescas las huellas de los fugitivos.

         Como en Arce, la vista del fortín me causó una penosa impresión. Cuando, después de la toma de Boquerón, recorrí el campo y contemplé los cadáveres que el sol secaba, vi a los heridos y sentí el calor que aún conservaban las trincheras, no tuve todavía -lo confieso sinceramente- la impresión de la guerra. El cuadro que entonces vi era horroroso, es verdad, pero, no se ajustaba aún a ese concepto vulgar, que algunos tenemos, de una contienda armada. La guerra, en mi manera de apreciar las cosas, es desolación, miseria, peste...

         Y, en Arce primero y en Alihuatá, después, pude apreciar todas estas cosas.

         Hermosos ranchos que tenían en sus paredes el lujo de la pintura, y en su disposición las comodidades de las casas de la ciudad, ardían lentamente, como resistiéndose a la destrucción en que el fuego se empeñaba. ¡Eso era la desolación! El primero de los cuadros, el más tétrico, tal vez...

         De los ocho o diez ranchos de Alihuatá que, coquetones, completaban la belleza del lugar, uno solo quedó intacto. Mejor hubiera sido que el fuego también lo destruyera, ya que, sirviendo de comparación entre lo útil, lo habitable y lo que ya para nada podía servir, el cuadro adquiría un aspecto imposible de describir.

         Muchos años fueron necesarios para construir lo que en pocas horas quedó destruido...

         Visitando detenidamente los restos de esos ranchos, hurgando entre los escombros, observé algo que me llenó de indignación: Oculto, en una de las piezas del edificio donde el comando estaba instalado, había un pequeño pozo, bien disimulado con tablones y arena. Dentro de él, cuidadosamente escondidas, estaban varias bolsas conteniendo fideos, poroto, harina y otros víveres por el estilo. Alrededor de estas bolsas había unas cuantas docenas de latas de conservas y gran cantidad de cajones de leche condensada. Todo esto era para uso exclusivo del Jefe y Oficiales del fortín. A la tropa se les decía que ya no había víveres y se la tenía a una ración de hambre. Y, así, una vez más, la pobre soldadesca boliviana, la carne de cañón, era engañada y burlada.

         Me contaron algunos prisioneros que, al salir para el frente, les era casi imposible soportar el peso de sus bolsas de víveres, tanto era lo cargadas que estaban; pero, una vez en el campo de batalla, sus jefes les mezquinaban los alimentos, haciéndolos pasar hambre, mientras ellos se hartaban y vivían hasta con lujo...

         Y esta mezquindad causó horrorosas muertes. Cuando abandonaron el fortín, el temor de que sus tretas fueran descubiertas por los soldados, hizo que los oficiales no tomaran la precaución de repartirles algunos puñados de porotos que podrían servirles de alimento durante la larga marcha, en retirada, que debían efectuar. Y así fue como, a muy pocas leguas de Alihuatá, algunos de esos soldados mal alimentados, cayeron vencidos por el hambre y la sed.

         ¡Espantoso cuadro! Las ojeras hundidas, las órbitas salientes, la boca abierta y seca, dejando ver la lengua hinchada, desencajado el rostro, las manos crispadas y el cuerpo todo conservando la posición de la última convulsión...

         Los muertos por hambre y sed impresionan mucho más que los muertos por proyectiles. En los primeros se ve, siempre, la desesperación. A los últimos, a veces, se los ve sonrientes...

         Mientras en el edificio del Comando (blanqueadas paredes, anchos ventanales con tela metálica), la bandera de la Cruz Roja amparaba la cobardía del Jefe (¿y los convenios internacionales?), en ranchito inmundo (cuatro metros cuadrados, lodo en el suelo y suciedad por todas partes), estaban abandonados dos enfermos. El fuego llegó hasta esa pocilga y ahorró a la peste el trabajo de matarlos. Buen castigo, para aquel que incendió el fortín, sería enseñarle los cuerpos carbonizados de esos dos pobres desgraciados que salieron de sus hogares engañados con la farsa de que "iban a defender la patria".

         Por Alihuatá pasaron los jinetes del Apocalipsis, dejando sus huellas macabras en todo cuanto Bolivia allí construyó.

         El campo fértil y hermoso, como tal vez no exista otro en el Chaco, muestra, en su florida vegetación, toda su fuerza. Yo veo en esa fuerza, que es la nuestra (como, también, es nuestra toda esa tierra), el poder de nuestra raza para reconstruir, avanzar, mejorar...

 

 

 

(El Liberal - 17 de Noviembre de 1932 - Año XX - No. 6078)

 

BOQUERON DE FIESTA

 

UN LLAMADO TELEFONICO

 

         -"Señor Carrón, le quieren hablar por teléfono".

         Confieso que la llamada me sorprendió. Es la primera vez, desde que estoy en el Chaco, que me llaman por teléfono. ¿Quién podría ser?, me repetía mientras caminaba hacia el puesto telefónico.

         - ¡Hola, hola! ¿Con quién? - pregunto.

         - "Con Fragnaud", responde una voz.

         El hombre de la varita mágica, el nuevo Moisés, etc. etc. (Fragnaud es múltiple), quiere que asista mañana, a las seis horas, a la misa y bendición de los pozos que se celebrará en Boquerón. Promete enviar su voiturete en mi busca. Le prometo, a mi vez, asistir.

 

         A BOQUERON

 

         El fortín Guillermo Arias (antes Cabo Castillo), donde yo tengo instalado mi P.C., está todavía envuelto en sombras. Como siluetas sobre un fondo gris rojizo, van poco a poco haciéndose más nítidas las formas de los árboles. La voiturete de Fragnaud acaba de llegar y, listos ya, iniciamos la marcha hacia Boquerón. El auto corre y la distancia es salvada en una hora escasa.

         ¡Qué hermosura de paisaje! Cañadones y montes ofrecen un espectáculo que, hasta hoy, yo no había visto. El Chaco tiene también sus auroras... Auroras frescas y coloridas que reconfortan y alegran.

 

         LA CEREMONIA

 

         En la espaciosa plazoleta de Boquerón (hoy lugar de paz), el Padre Vicente Musa ha levantado su capilla portátil. El sol envía todos sus rayos a un crucifijo dorado colocado en lo alto del humilde altar. Él crucifijo brilla intensamente. Se lo ve de lejos, como llamando a todos a su alrededor.

         A la hora anunciada para la iniciación de la misa, las tropas se hallan formadas en cuadro. Nuestros soldados, con los mismos uniformes de siempre, aunque parece que encuentran un placer especial en modificarlos, dándoles tales variantes que, en toda la formación, no veo dos vestidos igualmente. Las ropas están un poco descoloridas, pero limpias. (Ahora ya hay agua en Boquerón). Todos tienen buen semblante y demuestran estar alegres.

         A un costado del altar se han colocado las banderas que han de bendecirse. Una es para el Batallón de Zapadores que comanda Fragnaud y la otra es para el fortín, comandado hoy por el Capitán Eloy Cañiza.

         Con respetuosa atención siguen los soldados el sagrado oficio. Finalizada la misa y hecha la bendición de las banderas, el Padre Musa, con voz fuerte, toma el juramento a los soldados:

         - "¿Juráis por Dios y la Patria defender esta bandera de toda agresión enemiga, respetarla siempre y amarla hasta morir por ella?".

         Y, los trescientos hombres, aunando sentimientos, lanzaron al aire una sola, potente y enérgica voz: "Sí, lo juramos".

         El eco repitió, desde lo lejos, el sagrado juramento. La selva lo guardó entre sus quebrachos gigantes. Y cada soldado, lo adentró muy hondo en su corazón, para no olvidarlo jamás...

 

         LA BENDICION DE LOS POZOS

 

         El esfuerzo humano que venció a la casi indomable naturaleza avara de agua, quiso bendecir el fruto del trabajo.

         Cuatro pozos situados todos cerca de Boquerón, fueron bendecidos esa misma mañana por el Padre Musa. Llevan los nombres de: "Coronel Estigarribia", "Capitán Oscar Rivas Ortellado", "Haydée" y "Crítica". Con esto, el acto religioso ha terminado y, el Capitán Fragnaud, forcejeando con una enorme damajuana de 25 litros de capacidad, dice:

         - "El agua es muy rica, pero un poquito de caña, de vez en cuando, también es muy buena..." Y hablando, riendo y gesticulando (Fragnaud habla, ríe y gesticula siempre), va repartiendo a cada uno un poco de nuestro licor nacional.

         La fiesta ha sido completa. Hay alegría sana e inocente. Cuando se ha sabido cumplir con el deber, la alegría que se siente es así.

 

 

 

 

(El Liberal - Noviembre de 1932)

 

Cuentos de la Guerra

 

"EL, NO MAS, SE QUISO MORIR..."

 

         Zenón Brítez, quién no lo recuerda en San Juan Bautista de las Misiones?. Era el muchacho más querido de toda la región. Tenía la sencillez de quien conoce su propio valer y un don de simpatía tal que, todos cuantos le trataban, quedaban prendados de él.

         Como buen misionero, era un jinete consumado. Entre los buenos que abundan en esos lugares, él se destacaba por su gallarda apostura sobre el caballo y su habilidad en manejarlo.

         Y, es que Zenón Brítez era lo que puede llamarse un lindo tipo de hombre. De estatura más que mediana, anchos hombros, cabeza erguida, bellos ojos negros de un mirar profundo y suave, boca varonil, tenía en sus 23 años todo el vigor de la raza, de la que era un bello exponente.

         Vivía, en su valle, con un tío que lo había criado desde muy niño y que, ya retirado de la vida activa, le dejó a Zenón el cuidado de sus intereses.

         El mozo era feliz. Nada le faltaba. Sentíase querido y respetado. Y, hasta tenía, para alegrar su corazón, a una linda compueblana con quien pensaba formar su ranchito aparte.

         María Rosa se llamaba y era, entre las mujeres, lo que él entre los hombres: la más solicitada y pretendida. Era, acaso, posible resistir al encanto de esos ojazos negros como el ybapurú, que al mirar enloquecían?.

         Zenón, a fuerza de constancia, ganó el corazón de María Rosa. Gustó del encanto de tenerla como pareja en todos los chopí y supo de la conversación mantenida con un pié en el estribo...

         Su felicidad hubiera sido completa, pero algo le molestaba: la presencia de Tomás Acosta, sobrino de una de las autoridades del lugar que, de tiempo en tiempo, con la inconstancia de su carácter, también requería de amores a María Rosa.

         Pero, las preferencias de ésta eran para Zenón. Así se lo decía a diario, así lo confirmaba con un yurupyté que olía a reseda...

         Y, deseoso Zenón de ser dueño de esa joya, apuró la fecha del casamiento. Sería para Noviembre, pues en esa fecha se terminaría el rancho que estaba construyendo.

 

         Una mañana, muy temprano, Zenón recibió una citación policial. Se presentó inmediatamente a la Comisaría local y allí, a él y a otros compañeros, también citados, el Comisario les habló de nuestra situación internacional. Les explicó cómo pudo lo que pasaba y les dijo que, desde ese momento, eran soldados de la patria.

         Sobróle tiempo para arreglar sus cosas. Con alegría iba a la guerra. Hacía ya tiempo que esos bolí andaban embromando y era necesario darles una lección.

         Y así, contento y animoso, fue a despedirse de su prometida. Poco hablaron, pero, en el beso que se dieron se dijeron todo cuanto el amor puede sugerir.

         Zenón fue soldado. Su robusta contextura física le permitió resistir sin decaimiento las largas marchas por los caminos polvorientos del Chaco.

         Peleó como bravo en Boquerón, ganándose por méritos de guerra, las insignias de Cabo. Seguía siendo el preferido entre sus compañeros. Su valentía, su espíritu de sacrificio, todo, predisponía en su favor.

         Después de Boquerón, envió a María Rosa una larga carta, relatándole todo cuanto había hecho en las últimas acciones. Le recordaba las horas felices pasadas juntos, allá lejos, en el valle que les vio nacer y le pedía que rezara mucho para que pronto pudiera regresar a su lado y casarse.

         Hasta entonces, y eso que hacía más de dos meses que había abandonado el pueblo, no recibió ni una sola carta de ella. Sabía las dificultades que existían para una comunicación regular y se resignaba, a pesar de ansiarlo vivamente, a no tener noticias de María Rosa.

         Estando en Boquerón, el día antes de la partida de su tropa para el ataque a Lara, recibió de su tío una carta y un paquete de cigarros. ¡Cómo le saltaba el corazón al abrirla! Tenía la esperanza de que en ella, también, vendría una carta de María Rosa. Hurgó dentro del sobre. Nada de ella. Solo unas pocas líneas de su tío.

         "Te mando -le decía- estos cigarros que hizo para vos doña Hilaria. María Rosa se fue ayer con Tomás Acosta. No sabemos dónde. Desde que te fuiste, él le traía serenata todas las noches. Yo le decía a ella si para qué aceptaba esas cosas, pero no me hacía caso. No importa, mi hijo, cuidate, volvé sano del frente, que mujeres, a vos, no te van a faltar. Te bendice, tu tío".

         "Mujeres, a vos no te van a faltar..."

         No van a faltar, sí, pero, la mujer que él quería, la que le había hecho soñar con la felicidad, la que le había hecho gustar ya de un poco de ella... esa, esa ya no la tendría.

         Y, por primera vez, en el campamento, se le vio callado y triste. Miraba sin ver. Su imaginación, llevándolo lejos, recordaba las escenas para siempre pasadas...

         Al día siguiente se efectuaría el ataque a Lara. Con admirable serenidad, Zenón preparó su equipo de soldado.

         Llegó la hora del ataque. Por entre esos bosquecillos enmarañados y esos angostos cañadones que tanto se prestaban para las emboscadas, avanzó Zenón a cuerpo gentil, desafiando el peligro. Más de uno le gritó que se tendiera, pero, él a nadie hizo caso. Erguido siempre, avanzaba descargando serenamente su fusil como quien, en vez de combatir al enemigo, va de caza.

         Cerca ya del único ranchito que constituye el puesto boliviano Lara, de un nido de ametralladora oculto entre las ramas, partió un tiro aislado.

         Zenón vaciló y cayó pesadamente con el cráneo perforado.

         Pocos minutos después, sus compañeros limpiaban el lugar de enemigos y se instalaban en el pequeño fortín.

         Durante la noche hiciéronse los infaltables comentarios de la acción que acababan de librar. Zenón, el buen camarada muerto, era el tema de todas las conversaciones.

         A la luz de una fogata que olía a pelo santo, se leyó la carta del tío de Zenón, hallada en uno de sus bolsillos. Y, en medio de un silencio respetuoso, el lector de la carta, cerró los comentarios diciendo:

         - "El, no más, se quiso morir...".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(El Liberal - 23 de Noviembre de 1932 - Año XX - No. 6083)

 

De nuestro Corresponsal en el frente

 

ATAQUE AL FORTIN SAAVEDRA

 

DONDE ESTA Y COMO SON SUS FORTIFICACIONES

 

         En la parte Sur de un ancho y extenso cañadón que, naciendo en Nanawa, va a morir a unos 25 kilómetros antes de Muñoz, en 1924 fue fundado el fortín Saavedra por el Cte. Peñaranda.

         En realidad está situado en una posición estratégica. Un monte espeso le rodea, protegiendo los caminos que conducen, por el Este, a Murguía y Samaklay, y, por el Oeste, a Muñoz.

         Por su posición es la base lógica de aprovisionamiento para los fortines Cuatro Vientos, Tinfunqué y Sorpresa.

         De allí que, para Bolivia, la pérdida de este fortín tenga una importancia casi decisiva.

         Contrariamente al sistema de fortificaciones que venían haciendo hasta ahora, el de Saavedra no tiene la forma circular, rodeando al fortín.

         Las líneas de trincheras forman una recta que, saliendo de una punta situada al NE del fortín, finaliza a 5 kilómetros al O.

         Este sistema, según manifestaron algunos jefes militares al hacer los comentarios a la fotografía aérea de Saavedra, necesita gran cantidad de tropas para su defensa.

 

         ¿HAY MUCHA GENTE EN SAAVEDRA?

 

         No ha sido posible determinarlo con precisión, pero los cálculos más probables hacen presumir que en Saavedra, actualmente, deben estar unos cuatro mil hombres, pues las tropas de Muñoz, Sorpresa, Cuatro Vientos y otros fortines más del sector Pilcomayo, han ido a reforzar el efectivo de ese fortín.

         Toda esta gente estaba ya allí antes de nuestro ataque al fortín. No pensaron en que debían hacer resistencia. Creyeron, en cambio, que podrían atacar y se preparan para ello.

 

         EL PLAN BOLIVIANO        

 

         Cuando las tropas que componen la 1ª. División de nuestro Ejército tomaron el Fortín Platanillos, el Jefe de ellas, Coronel Carlos Fernández (que más que un Jefe parece un soldado por lo arriesgado en avanzar), llegó cinco minutos después de la entrada de nuestro primer soldado.

         Los bolivianos en su huida solo atinaron a rociar con nafta algunos ranchos y prenderles fuego, dejando, en cambio, intactos el archivo y las líneas telefónicas.

         El Comandante Fernández quiso hacer un broma. Tomó el teléfono y habló con el telefonista de Muñoz.

         - "Soy el Tte. Coronel Fernández -le dijo- Jefe de la 1ª. División del Ejército Paraguayo y le comunico que mis soldados acaban de tomar Platanillos. Dentro de unos minutos izaremos la bandera paraguaya en el mástil del fortín. Si se animan, les invito a presenciar la ceremonia..."

         El telefonista nada contestó, pero inmediatamente fue cortada la línea telefónica.

         Cuando, esa misma noche, con el Tte. Coronel Fernández comentábamos riendo la broma, no pensamos en las consecuencias que ella pudo tener.

         Según las más lógicas deducciones, el telefonista asustado, habrá transmitido mal a sus jefes las palabras del Tte. Coronel Fernández, o por cualquier otro motivo, los bolivianos creyeron que allí estaba todo el Primer Cuerpo del Ejército Paraguayo.

         El Estado Mayor boliviano pensó, entonces, llegado el momento de hacer algo. Hacía tiempo que deseaba aprovechar una ocasión, por pequeña que fuera, para acallar, siquiera en algo, las protestas del pueblo.

         Y creyó posible efectuar un movimiento envolvente al Ejército Paraguayo pensó que todo el Primer Cuerpo, con todas sus divisiones había atacado Platanillos, dejando casi abandonado el Fortín Arce. Lo comprueban los partes bolivianos: "Abandona a Arce...", "Bombardeo de Arce..."

         Este plan es tan infantil que parece inverosímil, pero, a pesar de todo, fue puesto en práctica.

         De Muñoz, de Cuatro Vientos, de Sorpresa, de Tinfunqué, de Murguía, de donde pudieron trajeron hombres formando así el rebaño más grande que todos cuantos hasta hoy se acumuló en el Chaco.

         Saavedra fue el punto de concentración. De allí se marcharía sobre Alihuatá y, luego, a Arce. Según los cálculos bolivianos, las "pobres" tropas paraguayas, estaban copadas.

         Pero...

         Otras divisiones de nuestro Ejército marchaban hacia Saavedra utilizando, en la marcha, los piques que los mismos bolivianos habían construido, y despreciando el camino carretero para no ser vistos por los aeroplanos enemigos.

         Llegaron así hasta siete kilómetros del fortín, donde comienza el cañadón al cual ya me he referido. Allí acamparon nuestras tropas, preparándose para el ataque.

         El 8 de Noviembre tuvieron lugar los primeros encuentros de patrullas.

         A pesar de llevar en ellos la peor parte, los jefes bolivianos no creyeron todavía en el número de nuestras fuerzas. Las imaginaron compuestas por patrullas y por regimientos.

         Eso les dio confianza para preparar el tan mentado contraataque.

 

         LO QUE FUE EL CONTRAATAQUE BOLIVIANO

 

         ¿Queréis saberlo en dos palabras?

         Un desastre...

         El Sub Teniente boliviano Zacarías Cuellar, cadete del último curso de la Escuela Militar de La Paz, ascendido en campaña, herido en esa acción, me decía: "No creí jamás que los jefes militares de mi patria estuviesen atacados de tal inconsciencia y crueldad. Han llevado a nuestros pobres soldados al matadero sin compasión alguna. Dos días antes del 10 de Noviembre (fecha del contraataque), le fue suspendida a la tropa su ración de coca. Se le dio, en cambio, abundante alimentación. El día 10, muy de madrugada, alumbrados todavía por la Luna, se formó a dos regimientos: El Campos No. 6 de Infantería, y el 25, también de Infantería, formando un total de 1.000 hombres. Nos arengaron. Dijeron que los paraguayos no pasaban de trescientos y que, al sólo vernos llegar, correrían. Nos hablaron de mil cosas más, terminando por repartir a la tropa y oficiales triple ración de coca y aguardiente en cantidad. A los pocos minutos ambos surtieron sus efectos. (La coca es un poderoso estimulante). Nuestros soldados corrieron al ataque. Lo que pasó después no quiero recordarlo... Los veía caer a montones, por cientos, desbandarse, huir... El fuego era terrible. Al frente, las ametralladoras de los paraguayos, atrás, las nuestras para que no retrocediéramos... Yo caía también. Una bala me fracturó el hueso de la pierna. Esto es horrible, horrible!.

         "Podré ser fuerte, muy fuerte, y podrán haber guerras, muchas guerras pero yo nunca más iré a ellas..."

         Y el oficial gime. Gime de rabia y de dolor. Por haber sido engañado y por haber sido sacrificado. No sabía si compadecerlo o no... Lo mejor era apartarse de su lado. Voy a otra carpa. Allí están el Sub Tte. Emilio P. Jiménez, también herido en la pierna, y el soldado Arturo Rojas P., universitario, Contador del Tesoro Nacional de La Paz, herido en el codo.

         El primero habla poco; pero, en cada palabra hay un reproche para Salamanca. El segundo me confirma todo lo narrado por el Sub Tte. Cuellar.

         ¡Un desastre!

         Cuando, al día siguiente del célebre contraataque, el Tte. Coronel Gaudioso Núñez, en persona, recorrió el campo, pudo constatar más de 800 muertos bolivianos. Aislados y en grupos de 20 o 30, en todas las posiciones y con el terror pintado eternamente en el rostro, se hallaban tendidos bajo el sol calcinante del campo.

         ¡Horrible espectáculo que la inconsciencia provocó!

         Allí estaban, secándose al sol, pudriéndose... ¡Si Salamanca pudiera ver ese cuadro...!

 

         ¿CAERÁ SAAVEDRA?

 

         Sin duda alguna. Es cuestión de días, de horas, tal vez... Lo defiende una tropa sin moral y sin patriotismo. Nuestros soldados, en cambio, están como en el primer día. El calor ha curtido sus rostros, las lluvias y las espinas han destruido algo sus ropas, pero, los músculos están siempre fuertes y, por sobre todas las cosas, el corazón, el grande y único corazón del soldado paraguayo, sigue siempre igual: Noble, valiente, magnánimo...

         No tardarán las sirenas de Asunción en dar la grata nueva y, con ello, terminará el segundo acto del drama chaqueño.

         Y, ¿después?

         Después, ya veremos. Energías no faltan. Corazón nos sobra. Con estas dos cosas, ¿hay alguien que no tenga fe en el triunfo definitivo de nuestra patria?.

 

 

 

 

REPORTAJE EFECTUADO POR EL MAYOR GABRIEL ANGEL CORONEL CACERES, EN LA AUDICION "MIRANDO AL PASADO, POR CANAL 9, TELEVISION "CERRO CORA".

 

         1) Tenemos conocimiento de que Ud. fue el primer corresponsal de guerra que fue al Chaco.

         "Sí, fui el primer corresponsal de guerra que fue al Chaco. El 16 de setiembre de 1932, al finalizar la práctica diaria en la Escuela de Aspirantes a Oficiales de Reserva, fui llamado por el Dr. Efraím Cardozo, Director de El Liberal, quien me dijo que era necesario comisionar a uno de sus redactores como Enviado Especial al frente de operaciones y que, el elegido para desempeñar ese cargo, era yo. Que, aparte de las funciones a que me destinaba El Liberal, ejercería la Corresponsalía Especial de la United Press Association of New York. Me dijo, también, que ya tenía preparadas las credenciales correspondientes y, que, esa misión estaba autorizada por el Ministerio de Guerra, con lo cual yo no perdería mi antigüedad en la Escuela de Aspirantes. Ese mismo día, a las tres de la tarde, salí para Casado, a donde llegué al día siguiente, partiendo de inmediato para el frente. No pude negarme a esa cuasi-orden del Director del diario y, aunque no me consideraba capacitado para ejercer una misión de esa importancia, la acepté porque comprendía que era necesario informar, en esas horas de zozobra e incertidumbre, sobre lo que sucedía en el Chaco. Creo justo hacer constar que, desde que se iniciaron las acciones bélicas, El Liberal se dedicó exclusivamente a dar información sobre el desarrollo de las mismas, suprimiendo todo lo relacionado con la política.

 

         2) ¿Con qué medios contaba para el cumplimiento de su misión?.

         "Los únicos medios, más o menos, eficaces para cumplir la misión que se me dio, eran las credenciales que se me habían dado, visadas por el señor Ministro de Guerra y, posteriormente, ya en el Chaco, por el Comandante José Félix Estigarribia. Fuera de ello, no contaba con ningún ayudante ni con servicios telegráficos y telefónicos. Para el envío de mis crónicas, debía valerme de heridos que eran evacuados a la Capital, o de personas de buena voluntad que eran comisionadas hacia el litoral. Tampoco tenía asignado rancho en los lugares en que me establecía para redactar mis escritos. En Asunción, antes de la partida, se me proveyó de un uniforme de sub-oficial y de una bolsa de víveres, en la que llevé una muda de ropa interior, un cuaderno de 100 hojas, sobres y un montón de lápices. Para tomar fotografías, llevé una máquina Kodak, tamaño postal, a fuelle, de mi propiedad, absolutamente inadaptada para el Chaco; pero, con la que, mediante la ayuda de la providencia, pude fotografiar escenas de las actividades que se desarrollaban.

 

         3) ¿Cuáles fueron, a su juicio, las crónicas me merecieron más aceptación de los lectores?.

         "Las que fueron leídas con más interés fueron las que se referían a la retoma del Fortín Boquerón y a la caída del Fortín Arce, crónicas que, por primera vez en la historia del periodismo paraguayo, fueron reeditadas, por haberse agotado todos los ejemplares. La crónica sobre Boquerón, en realidad, no fue el relato de las acciones bélicas, sino una narración del recorrido efectuado por mí hasta llegar al puesto de mando del Comandante Estigarribia, de la entrevista que mantuve con él y algunas informaciones sobre diversos puntos que consideré de interés para los lectores. Esta fue la primera publicación que sirvió al público para conocer cómo era el Chaco y levantar la moral, algo decaída, por lo que se consideraba demora en la retoma del fortín. Pero, en realidad, creo que todas mis crónicas fueron leídas con interés.

 

         4) Aparte de Ud. ¿hubieron otros corresponsales?

         "Sí, y entre los corresponsales y enviados de diarios extranjeros, recuerdo especialmente a Raúl González Tuñón, del diario "Crítica" de Buenos Aires, que vino al país con un avión particular llamado "El Tábano", con el cual recorrió la mayor parte de nuestras posiciones del Chaco. También recuerdo con especialidad a don Manuel María Oliver, representante, como el anteriormente nombrado, de un diario argentino. Hubieron otros, algunos bien intencionados y otros, no, lo que motivó que, a mediados del mes de Diciembre de 1932, se prohibiera, en el Chaco, la presencia de ningún corresponsal de guerra, ya sea nacional o extranjero. Pero, ello no constituyó un inconveniente para que se siguiera escribiendo sobre lo que acontecía en el Chaco. Y, entre los que más se destacaron en ese sentido, debo mencionar a nuestro gran historiador don Juan E. O'Leary, quien con su firma, publicó en El Liberal, todo cuanto vio en el Chaco. Fueron crónicas admirables en las que volcó toda su fe en el triunfo de nuestra causa. Suprimidos los corresponsales en el Chaco, me presenté al Estado Mayor y, con el grado de Teniente Segundo de Reserva, fui destinado como combatiente al glorioso Fortín Nanawa, bajo el mando del Coronel don Luis Irrazábal.

 

         5) ¿Conserva Ud. ejemplares de los diarios en que fueron publicadas sus crónicas?. ¿No piensa reunirlas en un volumen para que el público de hoy las conozca?.

         "Conservo algunos ejemplares de El Liberal en los que aparecieron mis crónicas, pero, la acción del tiempo los van destruyendo. Por eso, las copié, en el orden de su aparición, para publicarlas alguna vez y cuando ello sea posible, en un volumen, que tendrá como única finalidad la de rescatar del olvido, artículos que en su hora, sirvieron para calmar la ansiedad de noticias que tenían los familiares de los combatientes. Si ese libro llega a publicarse, no interesará a la juventud de esta generación que no vivió las horas angustiosas que vivieron sus mayores. Y, es que mis crónicas les parecerán ingenuas, cursis, tal vez... Yo mismo, ahora, las califico así; pero, a los de mi generación, a los que participaron en la guerra, a las madres de entonces, a todos los que sentían de cerca los acontecimientos que se desarrollaban en el Chaco, a ellos sí ha de servirles para rememorar -como ya lo dije- las horas de dolor, cuando experimentábamos un revés, por leve que fuera, y las de alegría con cada triunfo de nuestras tropas. Creo, sinceramente, que esas crónicas merecen ser conocidas".

 

         6) ¿Tiene usted algo más que agregar?

         "Sí, mucho se puede hablar de la difícil misión que, como corresponsal de guerra, me tocó desempeñar. Lamentablemente, el tiempo disponible de esta audición, no permite una larga exposición. Por eso, y aunque tal vez sea innecesario, me dirigiré a la juventud. Y, digo que tal vez sea innecesario, me dirigiré a la juventud. Y, digo que tal vez sea innecesario, primero, porque confío en el patriotismo de nuestros jóvenes y, segundo, porque los consejos no sirven para nada... Pero, no obstante, les hago llegar mis deseos de que, si por una desgraciada circunstancia de nuestro destino, tuviéramos que afrontar otra guerra, sepan los jóvenes paraguayos actuar con el mismo espíritu de sacrificio y con la misma heroicidad con que actuaron sus mayores. No importa que, con el transcurso del tiempo, cambie el modo de pensar y actuar de las personas, los paraguayos siempre serán celosos defensores de la soberanía patria.







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