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JORGE CAJE ESPÍNOLA

  RELATOS QUE ESCRIBÍ EN LA COLINA, 1999 - Narrativa de JORGE CAJE ESPÍNOLA


RELATOS QUE ESCRIBÍ EN LA COLINA, 1999 - Narrativa de JORGE CAJE ESPÍNOLA

RELATOS QUE ESCRIBÍ EN LA COLINA.

Obras de JORGE CAJE ESPÍNOLA

Fotografías de JUAN MANUEL PRIETO.

Diseño de tapa: HERIB DUARTE.

Impreso en los Talleres de la Imprenta-Editorial ARTE NUEVO S.R.L..

Asunción – Paraguay. Setiembre de 1999 (114 páginas)

 

 

INDICE

Agradecimiento

Prólogo

Mis Cartas

Tuve Un Sueño

El Mago

Iluminación

Maestra

Libéranos Del Mal

La Casa De Campo

Luchando Contra Leones

Los Visitantes

Él Viene Todos Los Días

¿Locura?

Viaje

(Réquiem de un sueño o la nave espacial humana)

Carta Final

 

 

PRÓLOGO

Con estilo ameno y ágil, con temática diversa y amplia, Jorge Caje Espínola hace su primera incursión en el territorio de las letras.

El mismo título de la obra, “Relatos que escribí en la colina” aumenta y prefigura el contenido de un texto donde la transparencia es intención, requisito y resultado. Transparencia que es circunstancia y horizonte para una apertura mental hacia y desde nuevas experiencias. Como lo transmite el autor en “Carta final” el mensaje y desafío consiste en “poder realmente vivir despierto en una realidad donde todos parecen dormidos y solamente un corazón abierto puede despertarnos”.

Catorce relatos integran el volumen. Sus características y arquetipos resultan un muestrario panorámico que, a manera de caleidoscopio, ofrece múltiples figuras e interpretaciones.

Los protagonistas están bien delineados, las descripciones tienen un aura poético sugestiva y las situaciones -aunque infrecuentes y, a veces, insólitas- resultan verosímiles. Los personajes van peregrinando entre los paisajes de la realidad y de los sueños, entre lo cotidiano y lo onírico, entre los angustiosos límites de sucesos agobiantes y la alternativa de otras vivencias en libertad y plenitud. Resignados unos, combativos otros, sin embargo, parece unirlos aquella convicción que proclamaba Rimbaud: “La vida está en otra parte”. Entendido esto, claro está, en la dimensión de la incesante búsqueda de la auténtica felicidad, no de un frágil y efímero intento de evasióno escapismo. Así también lo comprendían los integrantes de la “beat generation”, particularmente el Jack Kerouac de “En el camino”, “Los vagabundos de Dharma” y “Satori en París”.

Un detalle significativo que no debe ser omitido: con el ilustre antecedente de Gabriel Casaccia, entre otros escritores, reaparece Areguá, uno de los sitios más literarios de la geografía paraguaya. Aunque aquí -a diferencia del autor de “La babosa”- el escenario y el clima narrativo son menos densos y tensos pero igualmente intensos. Areguá, con sintética por ecisión, es definida como “pequeña ciudad siempre poblada por bohemios”... “La primavera llegó de golpe a Areguá: Ventanas y puertas abiertas, sonidos de campana de iglesia, coches que pasan, niños que salen del colegio y voces de vendedores de cerámica. La gente está alegre”... “Desde que podemos contemplar Areguá desde lo alto de la colina, los milagros de nuestras vidas fueron obrados por nuestras propias manos”. No casualmente este relato lleva por título “Iluminación”. Allí reside el inicio de la clave interpretativa de los personajes protagónicos transformados por sus acciones y obsesiones en unas coordenadas de tiempo y espacio que los sitúan y determinan.

Estamos en presencia de un libro inicial pero ya reflexivo que demuestra las cualidades de las obras destinadas a la permanencia y no al olvido.

Emilio Pérez Chaves

 

 

 

MIS CARTAS

Esta mañana al levantarme tuve una extraña sensación. Siento aún ese terrible miedo a estar solo. Encontrarme solo y sin nadie para protegerme o quererme. Que nadie me quiera y que nadie entienda lo que quiero decir. Y hace un buen tiempo que tengo la fuerte duda de sí estoy o no realizando un juego demasiado solitario, demasiado frío y sin ningún sentido aparente. Me hubiese gustado conocer a cada uno de los que está leyendo esta carta y estos relatos. Me hubiese gustado también charlar con ellas acerca de nuestras vidas. Esas vidas que recorren una suerte de varios caminos; algunos de ellos apacibles y felices, otros que no lo son tanto. Mi propia impaciencia por tratar de comunicar algo que siento es la que me obliga de esta forma a amar en algún sentido. Tal vez en este instante la palabra amor quede bastante grande. Tal vez lo que realmente trato de transmitir no sea necesariamente amor sino un poco de esperanza.

Miro por la ventana de mi habitación y afuera solo encuentro pedazos de mí mismo, pedazos de partes que cuestan juntar. A la noche también miro a las estrellas de este inmenso cielo tratando de encontrar a cada uno de ustedes en el firmamento. Tratando de encontrar la luz de sus almas y que estas luces alumbren de alguna forma la mía.

No puedo dejar de pensar en las miles de cosas que puedo hacer o ser, y que por alguna razón no las hago. Tal vez es cierto aquello de que el tiempo es corto, pero ya estoy cansado de dar siempre la misma excusa. Me disgusta de sobremanera mentirme a mí mismo, y créanme, cada vez parece que lo hago con mayor frecuencia. Siempre invento nuevas definiciones de lo que es la mentira.

Hoy, después de mucho tiempo, puedo entenderme realmente y de alguna forma espero recibir algo proveniente de la lluvia de este hermoso cielo, una lluvia mansa que despeje mi rostro y lo limpie, y que de esa manera pueda yo abrir mi corazón, y cuando lo haga, dejar escapar desde lo más profundo de mi ser, un espejo gigante en el cual podamos vernos todos reflejados. Y que ese espejo refleje una verdad que al no ser mía, sea de todos. Verdad que nos pertenece pues está basada en nuestras propias vivencias.Anoche fui a la escuela que ustedes me enseñaron. Uno de los tantos maestros que había me enseñó el lugar en donde se encontraba mi tumba. No fue difícil encontrarlo .Estaba en lo alto de una pequeña colina y cuando pude verla de cerca noté que alrededor de ella crecían hermosos rosales y jazmines. Entonces me paré sobre ese lugar, pisando la tierra que había de enterrarme. Miré hacia el valle, y de repente, tuve la certeza de que todos los santos a los que recé alguna vez eran como ustedes o como yo: verdaderos maestros.

 


 

TUVE UN SUEÑO

Ritmo. Horas en la ruta. Atractivos nombres en el mapa que me lleva a algún sitio que considero de descanso. Miro al pasar pequeños hoteles y pensiones. Me divierte el camino angosto y perturbador que me transporta a alguna parte de esta loca geografía.

Tuve un sueño: vi verdes campos, praderas inmensas, amplia vegetación y caballos salvajes. El sueño fue tan fuerte y tan profundo que inmediatamente al despertarme hizo que tomase todas mis pertenencias, las pusiera en la valijera de mi vehículo y apretase el acelerador.

En esta nueva aventura llueve de una forma incontrolada y perversa. Escuché a una anciana decirme en una estación de servicio, que la lluvia era buena para el alma y sin mayores discrepancias le creí. Cuando deja de llover el cielo se aclara por completoy un calor sofocante inunda todos los espacios agradables que me sobran en el auto. Cuando leo el mapa de ruta me doy cuenta una vez más que me interesa poco el lugar a donde voy. Es más, siento que ni siquiera me interesa saber en dónde estoy. Mis pensamientos vuelan hacia parajes desconocidos; mis deseos se vuelven pesados y cansados. Pensamientos y deseos cansados de tanto crear cosas sin sentido.

Las imágenes de mi casa vienen a mi mente de pronto, todo lo que dejé de hacer se me presenta en imágenes que aparecen y desaparecen, borrosas y de tonos grises. Hechos y situaciones que por un momento querría olvidar. Exhausto, me cansa pensar en las cosas que dejé atrás; como haber salido de un trabajo completamente detestable en el que mi jefe me había pedido la renuncia días antes. Mi vida en pedazos se la entregué en una cajita hecha con trocitos de mi corazón de víctima.

La opresión de mi propia vida era incontrolada, terrible y fastidiosa. No me toleraba en ninguna situación y ni siquiera me soporto en la completa soledad en la que me encuentro en estos momentos. Mi única salida ante tanta desorientación es la que me ofrece el sueño que tuve. La brújula de mis objetivos se ha perdido en el momento en que más la necesito; el trayecto hacia lo que quiero parece una misión imposible.

Siempre un cielo cambiante. Entrada la noche las estrellas parecen brillar con mayor intensidad y al mirarlas comprendo la belleza de este inmenso cielo cambiante. Yo cambio constantemente. Conducir destroza los nervios. Es increíble lo cansado que uno puede sentirse después de transitar tantas horas.

El silencio contesta las irradiaciones de mis pensamientos. Escucho el viento que sopla por la ventanilla del auto y aviva la angustia dolorosa que llevo adentro. Me siento de una manera extraña, incómoda, con un fuerte remordimiento que me carcome la mente.

La belleza de las formas de los árboles que veo pasar a mi lado me da una sensación de volatilidad y de tranquilidad que me insertan de forma mágica en aquel paisaje nocturno. La presencia de estos habitantes nocturnos llenan el negro camino con un aire subjetivo y diferente, un aire impregnado de tierra y de armonía que conjugan perfectamente mi soledad. Sufro la presencia constante de esta conocida visitante.

Vienen a la mente los fantasmas del camino. Con ellos aparecen también los fantasmas de mi vida, que pasan delante de mi coche y dejan sus impresiones en mi mente de forma tal que poco o nada puedo hacer para evitar unas cuantas lágrimas. Debo mantenerme en el camino, mantener despiertos mis sentidos y olvidarme de una buena vez de aquellos fantasmas que me esperan en alguna parte de la vida rutinaria que llevo. Ese es el famoso ritual de lo habitual. Nada más.

Las flechas de la carretera marcan mi destino esta noche. Estas ignoran absolutamente todo sobre mí. Ignoran mis culpas, ignoran mis borracheras nocturnas, ignoran mis debilidades y tampoco saben del horrible trabajo al cual estaba esclavizado por el simple hecho de ser alguien. Estúpida ironía. Pero así como las flechas blancas ignoran todas mis tragedias mundanas, ellas nada preguntan, nada inquieren y no juzgan. Se mantienen calladas y, gustosas, invitan a mi imaginación y a mi cuerpo a dar un paseo por suscurvas para perderme y encontrarme en el lugar que mejor me plazca. Esa es la verdadera razón por la cual amo las carreteras.

Silencio. Mi alma de pronto pide silencio. Pide silencio ante el ruido de la radio prendida. Olvido en ese instante mi desordenado departamento, la soledad de mi soltería, y me invade por fin una calma y una quietud que desde hacía tiempo necesitaba encontrar.

Mi mente aún no se despega del silencio. Tampoco lo hace del auto y del camino. El auto y el camino forman ahora una unidad indivisible, convirtiéndose en parámetros normales para mí. Mi segunda atención comienza a respirar el aire frío de la noche, controlando de esa forma los vientos que cruzan mi cara, y alimentan a mi atormentado espíritu. Un espíritu que a lo largo de horas y días ha sufrido de agudas recaídas por una cadena de calamidades que han dejado a mi cuerpo fatigado.

Sigo pensando en el sueño de la noche anterior. Continúo viendo fantasmas a mí alrededor. Las ventanas del auto dejan entrar el perfume de la tierra mojada del campo y con ese perfume también entran pequeños bosquejos de una alegría perdida en algún lugar de mi ciudad querida. He dormido mucho últimamente y eso lo asumo con mucha honradez, pero también es cierto que hasta este momento estoy dando lo imposible por hacer realidad la vivencia de tan misterioso regalo nocturno.

Todos nacemos con sueños y todos morimos con sueños. Así que no me queda otra posibilidad que conocerme y tratar de buscar ese sueño en algún lugar de mi ser. Aún no acepto a la fuerza que hizo que cambie mis caminos y mis horizontes, no aceptoa esta fuerza que me empuja a pasar altas horas de la madrugada por caminos perdidos y con la única compañía de mi conciencia. Eso es mucho más de lo que podría tolerar. Sin embargo, me estoy tolerando. Sigo teniendo paciencia al tiempo que marca mi reloj, sigo despierto en medio de la más oscura noche y sin ningún miedo. Continuo tratando de encontrar un fin para esta enorme serpiente que parece no tenerlo. Aún continúo buscando aquello, que desde que nací he deseado.

No me molesta conducir llorando. Me está empezando a gustar la sensación de hacerlo sin que nadie me vea. Resulta muy difícil que los demás me vean llorar pero parece increíble como ahora quiero que todo el mundo me vea llorar y chillar como cualquier niño a quien no se le ha satisfecho algún capricho. Tengo ganas de gritar mi dolor a los cuatro vientos para que toda esta noche despierte ya del letargo de incomprensión y egoísmo que me impregna y de alguna forma me hace sentir con la misma opresión que siento con tantas personas. Tal vez sea en vano desahogar las penas aunque por un instante pienso que lo voy a lograr, pues el cartelito que indica los kilómetros de distancia de mi hogar me muestra que me alejo más y más rápido de mi desdicha.

Fumar se convierte en un placer exquisito. Un placer que hacía falta pues no estaba disfrutando del trayecto y no conseguía relajarme del cansancio típico de todo conductor. Empiezo a disfrutar de este compendio de situaciones difíciles y comienzo a recordar todos los malos momentos. Al final terminé por disfrutarlos. ¿Cómo se puede disfrutar del dolor?. Otro aspecto de la terrible contradicción en la cual me sumerjo a veces. Aparentemente soy un tipo buenoconduciendo a altas horas de la madrugada y cualquiera me podría describir como risueño, comprensivo, bonachón, lleno de alegría y de compasión. Pero al mirar mejor mi espejo retrovisor, me doy cuenta de que es únicamente eso lo que los demás ven de mí y siento que perciben una parte minúscula de lo que realmente soy. Nada mejor para darse cuenta de eso que los espejos. Los espejos a veces nos muestran imágenes distorsionadas de nosotros mismos y de los demás. Los espejos me ayudan para observar las miles de máscaras que utilizo para poder representar en forma excelente la comedia de mi vida. No hay nada mejor que los espejos para reflejar en forma verdadera y auténtica la propia realidad y esencia de uno. Dentro de esto debe mencionarse el perfecto uso que le doy a cada una de estas máscaras, puesto que, aunque ustedes no lo sepan aunque por ahí ya lo intuyeron, soy un perfecto actor. Un actor que vale su peso en oro, solamente por realizar esta travesía nocturna a ningún lado.

Es extraño. Hace horas que dejé de mirar completamente el mapa. Hace horas también dejé de preocuparme por la hora o por el cansancio. Eso quiere decir que mi esclavitud va acabando poco a poco. Después de tanto manejar a uno le queda diferente el rostro (y eso que no me refiero a otras partes del cuerpo), aunque admito que en este mismo momento nadie podría adivinar quién realmente soy o qué pretendo realmente hacer.

Todas las personas que conozco creen que me conocen y están todas ellas convencidas de que me pueden decir exactamente lo que me gusta o no. Creen que pueden indicarme un camino correcto o varios caminos a la vez y que pueden decirme qué hacer o no con mi auto a altas horas de la noche. ¡Al diablo con todas las personas! Tengo en estos momentos serias intenciones de extraviarme y de perdermedentro de esta gran serpiente que cambia y se modifica constantemente. Es una batalla difícil la que estoy jugando. De repente río y son estas risotadas las que me traen al asiento del vehículo poniendo nuevamente la atención de mis ojos en el angosto camino al frente, Necesito reírme para soltar lo poco que me queda de sinceridad. Necesito reírme de mí mismo y de mis estupideces. Las estupideces que hago cuando ya ninguna parte cuerda de mi cerebro se atreve a comunicarme que la loca aventura debe tener un final.

Enfrente a mí, los rayos del sol. La oscura noche llega por fin a su término. Me siento aliviado de que las primeras ráfagas de energía iluminen directamente mi rostro. Hubiera podido quedarme allí todo el día, o conducir varias noches más sin dormir, pero ya estaba amaneciendo. Prendí la radio y escuché guitarras de serenateros cantando músicas suaves y bellas. Luego, los hermosos boleros se transformaron en marchas triunfantes. A partir de allí supe que todo era nuevo para mí. ¿Abriré alguna vez los ojos en este lugar donde la belleza florece y sabré que nuevamente la historia de mi vida se repite? Aún no lo sé.

Consciencia, consciencia, sígame, se lo suplico y así podrá ver toda mi enfermedad y pobreza. El proceso viene de adentro y no de afuera, ¿podría haber sido de otra forma?. No lo creo. Apago el motor de mi auto. Reflexiono unos cuantos minutos mientras la luz solar acaricia mi frente. Al prender de nuevo la marcha, doy la vuelta sobre el camino recorrido y ahora me dirijo al mismo lugar desde donde había partido.

 


 

ILUMINACIÓN

La primavera llegó de golpe a Areguá: Ventanas y puertas abiertas, sonidos de campana de la iglesia, coches que pasan, niños que salen del colegio y voces de vendedores de cerámica. La gente está alegre.

Rubén compró una casa cerca de la mía. Antiguamente, había sido un lugar de reposo. Después, la gran casona se convirtió en una galería de arte, ahora cerrada. Era una casa colonial de tinte señorial, con detalles de época realmente magníficos.

Rubén acostumbra ayudar a la gente pobre del lugar. Ciertos días trabaja como voluntario con las monjas que viven en el convento de esta ciudad. Sus padres son personas tradicionales muy ricas que viven en Asunción, según me lo contó una de las fruteras. El nuevo habitante se había peleado con sus padres, quienes le habrán dicho que era incapaz de hacer algopositivo y que no podía seguir viviendo de la forma en la que pretendía.

A propósito de Rubén, él escribe informes periodísticos para un diario y también escribe poesía y cuentos para una revista semestral. Es un muchacho que tiene como premisa que la vida es demasiado corta para pasársela encerrado en una oficina mirando números, y prefiere aprovechar su tiempo en hacer algo para los demás. Es un excelente narrador de historias, de relatos de terror y de ciencia-ficción, relatos que tienen que ver más que nada con fantasmas y con seres de otro planeta. Se lo podría describir también como un poeta o un bohemio. Él se familiariza bastante bien con las costumbres del lugar.

Rubén deja una nota en mi puerta:

“Tienes que saber que estás en una situación bastante difícil. ¿Cómo puedes andar hablando sobre la vida de los demás sin mirar la tuya propia? ¿Acaso no existe una cierta libertad a la cual todos nos debemos? ¿Acaso no te mueve la inspiración, el amor, el bienestar común y la amistad? ¿Por qué provocas tanto y no propones nada? Creo que lo mejor para todos es vivir de acuerdo a lo que nos parece y a lo que nosotros creemos profundamente, sin entrar a juzgar o ser juzgados. Hasta este momento he sido vitalizado por una poderosa fuerza que me ha animado a hablar, salir, construir, cantar y escribir sin cesar. Esta fuerza me impulsa a vivir en constante actividad y en constante movimiento. Como ya te has enterado, estoy viviendo solo y esta soledad me pertenece y creo que a nadie más. Verás, para mí no es suficiente que digan que mi trabajo es bueno o que escribo bien. Por el contrario, necesito saberlo y comprenderlo por mí mismo. Como te dije antes, esta fuerza me inspira ynutre, pero a veces no es suficiente. Uno necesita que los demás también comprendan que el trabajo que hace o pretende hacer, por más estúpido que sea, también es bueno y vale la pena. Por eso he decidido no hablar más con tus amigas las fruteras.”

Las fruteras me dijeron que Rubén es arrogante y jactancioso. Decidí entonces tratar en lo posible de no hablar más de Rubén frente a otras personas. Ustedes saben cómo puede ser un pueblo pequeño. Yo creo sin embargo que él es comprensivo, honesto y considerado. También bastante directo a juzgar por la forma en que me dejó el mensaje. Creo que le debo una disculpa por hablar de él frente al almacenero.

Trabajé bastante bien esta mañana. Por cierto, yo soy alfarero. Ya terminé algunos jarrones y varios animales de barro, completé por fin las figuras del pesebre que tenía olvidadas hace meses y eso me reconforta bastante.

Otro comentario de las fruteras: Rubén se compró un auto hermoso y ahora anda paseándose por toda Areguá. Está inspirado para trabajar y murmuran que ha redactado varios cuentos sobre fantasmas y espectros de Areguá que serán publicados próximamente por una revista local. Se lo ve siempre en un bar cerca de la Iglesia hasta muy tarde. Muchas cosas son para mí más que evidentes, como que el muchacho se estará desahogando con cerveza de alguna pena que lleva en el alma. Pienso también que la gente que escribe es maravillosa. Algunos de los libros que leí en mi vida han sido verdaderas obras de arte. En Areguá las artes son mejor vistas que en el resto del Paraguay; aquí la vida del artista, si se quiere, es bien recibida. Claro está que esta pequeña ciudad siempre estuvo poblada por bohemios. A Rubén enparticular, y a diferencia de muchos otros que han pasado por aquí (y fueron bastantes), se lo ve estable y con una orientación básica hacia las cosas sencillas, tal vez, debido a la forma en que ve o asume la vida. Parece un joven apasionado por momentos y sin embargo, se le nota el cansancio y el agobio.

Desde mi casa puedo ver cómo cada noche entran distintas mujeres a la suya, todas ellas diferentes. Todas ellas entran sobrias y salen borrachas. En la vida de uno las mujeres se convierten en otras mujeres y éstas, muchas veces cambian y mutan constantemente en otras dependiendo de lo que uno quiera hacer. Ellas mismas se dan cuenta que pueden cambiarse en diferentes tipos de mujeres a la vez, pasando en cuestión de segundos de prostitutas a amas de casa. Existen entre ellas cambios constantes, convergencias y partes de ellas que pasan a otras, cosa que para nosotros los hombres es difícil de comprender. Me maravillo con la facilidad de Rubén para convivir con tantas mujeres.

Crítica que Rubén hizo a una de las fruteras:

“Todos los personajes de Areguá. tienden a permanecer quietos y cansados. Ustedes son seres mucho más complejos y con serios problemas para dejar de molestar a los demás. Sus valores tradicionales están demasiado metidos dentro de sus cabezas y eso les impide ver más allá, es decir, las muchas otras cosas que existen en este planeta. Sin embargo para una persona que viene de afuera como yo, sus valores no pueden ser alcanzados o comprendidos puesto que tenemos diferentes formas de encarar y ver la vida, esa vida a la cual nos debemos todos.”

Esto también pudo habérmelo dicho a mí, pues como la pobre frutera no entiende ni la mitad de loque él le dice, de cierta forma sabe que recurrirán a mí para buscar algún tipo de significado. De cierta manera yo también quiero dar a mis trabajos de cerámica valores diferentes a los que la gente está acostumbrada. Me gustaría poder entregar la pura esencia de mi arte en barro y no solamente barro. Desearía también entregarme a mí mismo en cada vasija, jarrón, plantera o tallado.

Me acordé que, al llegar a la ciudad, Rubén me había dicho que mi casa de ventas de artesanías parecía un volcán a punto de estallar. En efecto yo era un volcán queriendo tirar lejos de mí, muchas de mis mediocridades. Me dijo textualmente que los volcanes son el fiel reflejo de los hombres perturbados y de los amantes carentes de afecto. Por alguna razón le creí.

Una fiesta en su casa solariega. Fui invitado junto con varios artesanos más de la ciudad. Autos lujosos, ropas caras, rostros bonitos, joyas impresionantes, mujeres y hombres drogándose en las escaleras. Una de las invitadas pregunta si yo soy uno de los mozos. La fiesta termina al amanecer.

Otro personaje. Muñeca Solano está casada con el mejor guitarrista de la ciudad llamado Juan Carlos Cañete. Nos hicimos amigos hace mucho tiempo ya que ella es amiga de mi frutera habitual y Muñeca también posee una casa bastante conocida. Nos solemos ver siempre en su casa en la playa municipal los sábados de tarde. En su casa tuve la oportunidad de escuchar varias veces a su marido tocar magníficamente la guitarra. Muñeca me cuenta su vida y reflexiono siempre sobre ella. Es una persona que, por lo que me ha dicho, ha sufrido bastante y eso siempre me ha entristecido. Acostumbro a visitarla en su casa que está más o menos a la altura de Iglesiapero distante de ella como cuatro cuadras. Tiene un chico afectado al síndrome down cuyo padre a veces lo maltrataba. Ella se sentía terriblemente culpable pues era el único hijo varón entre cinco niñas y eso la afectaba muchísimo. La casa tenía pocos muebles pero era abierta hacia el patio y limpia. Se respiraba amor de cierta forma. El niño down era simpático y sumamente agradable. Me partía el alma verlo sufrir.

Vi a Muñeca y a Juan Carlos caminar juntos por las cercanías de la Iglesia. La gente casada generalmente no busca unir más su relación sino solamente tocar los puntos que tienen más en común. Estoy casi seguro que Muñeca no abre la boca ni para decir “ah”, ya que piensa que estando de la mano y fingiendo con él su situación aparentan cierta estabilidad. Parecería ser que no hay unión real.

Juan Carlos mundano es otro Juan Carlos. Es un ser insaciable de poder y lleno de rencor. Vive peleándose con sus vecinos y con sus parientes, y a más de una de las fruteras debe dinero. Necesita dominar, brillar y conquistar. Tiene que estar en todas las fiestas de la ciudad y solamente él puede tocar la guitarra, cantar y contar chistes subidos de tono en guaraní. En varias fiestas patronales lo vi guiñando el ojo hacia otras mujeres teniendo al lado a su propia esposa. Varias veces lo vi también en la cantina de algún bar, borracho.

Con Muñeca las cosas son diferentes. Ella trata de cambiar, me contó sobre sus nuevas dietas, hay días en que la veo caminar de forma extraña, casi se diría en forma sensual y seductora. Ella trata de no ser aplastada por su marido, trata a toda costa de no ser dominada y esclavizada como lo fueron su madre y su abuela por sus respectivos esposos. Con esta formade caminar lo que pretendía era llamar la atención de otros hombres y de esta forma sentirse apreciada ya que su marido la rehuía constantemente, Esta demasiada asustada con el terrible poder físico y psicológico que su marido ejerce sobre ella y esto la deja mal, puesto que ve en sí misma los mismos sufrimientos que tuvieron su madre y su abuela respectivamente.

Según lo que Muñeca me confió, Juan Carlos siempre la ha tratado brutalmente, tanto a ella como al hijo, ambos dependientes de él. En presencia de Juan Carlos, Muñeca cambia notablemente: de mujer, alegre, soñadora, feliz, se convierte en una persona triste y amargada. Lo que más me molesta de todo esto es que él le hace daño, le pone miles de obstáculos y la oprime. Ante esta actitud muchas veces me muestro de malhumor frente a Juan Carlos.

Muñeca inicia siempre semanas de dietas rigurosas, ella necesita seducir al marido a toda costa para evitar ser aplastada y esclavizada por las circunstancias que se presentan entre ella y Juan Carlos. Con esta seducción pretende escapar de la terrible opresión de sentirse despreciada por alguien a quien se ha confiado el alma. Este hombre ejerce un poder absoluto y total sobre Muñeca y ello hace queésta se sienta angustiada todo el tiempo. Se deberían unir los gustos y las creencias de esta gente había comentado Rubén a la despensera. La actitud de este hombre es falsa con respecto al amor, me dijo una vez.

Rubén tenía un éxito literario impresionante y esto, en vez de favorecerle, ciertamente lo condenaba. Cuando él hablaba sobre la libertad del pensamiento, de ideas nuevas, cuando invertía gran parte de su prosay su poesía en hablar de nuevas enseñanzas y de cómo mejorar la vida diaria, creaba gran expectativa entre quienes le seguían y quiénes no. Éstos, que eran la mayoría de las personas que habitaban en Areguá, lo condenaban directamente tratándolo de imbécil y de perturbador. Al principio todo el mundo lo trataba bien, puesto que vivía en una de las casas más lindas de la zona y tenía un doble apellido muy interesante, pero con el éxito literario casi toda esa cordialidad se vino abajo. Atrás quedaron los fiados en los almacenes y las frutas gratis que recibía todos los sábados.

Pero su poder real parecía basarse en su narrativa que le confería un don especial para el drama, la tragicomedia y la profecía. Sus historias hablaban en un lenguaje que pocos podían entender pues existían en todos los tiempos verbales y tenían una fuerza de expansión inmensa. Algunos afirmaban incluso que él era un profeta. Areguá estaba llena de profetas si fuéramos al caso. Siempre los hubo y probablemente siempre los habrá debido al aire de libertad y de bohemia que se disfruta en la ciudad. Fue después de leer unas cuantas historias suyas (me las regalo el cura párroco) que comencé a tener mayor interés en acercarme hacia él.

Una de sus publicaciones decía lo siguiente: “Mientras la ignorancia domine, toda la vida se convierte en una pieza simbólica sin sentido y sin causa. Esta es la historia que intento contar, nuestra vida crea un cierto número de personajes que a la larga se van transformando en mitos y en leyendas que poco o nada tienen que ver con nuestra verdadera experiencia, esas experiencias no son reales puesto que son producto de nuestras creencias. Son patrones que sirven para realizar una caracterización automáticadescontrolada. En el fondo, no hay nadie que resida allí. En la ignorancia no existe la compasión, simplemente no existe puesto que es la que engendra todos los males de nuestras sociedades y es la que convierte en desechos a todos los seres humanos. La ignorancia ve como enemiga acérrima a la verdad, así como la verdad con su sola presencia barre con la ignorancia.” Terminaba el artículo diciendo: “Muchas personas y muchas parejas de Areguá viven como seres autómatas e irreales, la mayoría vive con sus fantasmas”. Allí comenzó a estallar la bomba.

¿Quién de nosotros no ha conocido a alguien que en alguna circunstancia haya sido perseguido? Tal vez ese no era el caso de Rubén, pero poco a poco las condiciones externas daban coletazos hacia su persona. A veces uno podía ver miradas de odio hacia su casa, bocas que hablaban de fiestas orgiásticas y bacanales jamás realizadas, manos que lanzaban mangos hacia su domicilio y habladurías que iban y venían. La historia de cómo Rubén sobrevivía en ese ambiente me es absolutamente desconocida. Estoy aún en un profundo laberinto con respecto a su persona y tengo que aceptar que lo conozco mucho menos ahora que cuando por primera vez apareció en escena. Sólo cuando deje de mirarlo como a un arrogante, lo podré entender. Ante esto debo decir que yo mismo estaba lleno de prejuicios contra su persona. “La irrealidad que yo sufro es la que quiero aclarar y disipar cuanto antes” me lo dijo él mismo en una de sus borracheras.

Ayer cuando estaba trabajando en una jarra, sonó el timbre de mi casa. Era Rubén. Un Rubén descontraído, sonriente, ameno y amable. En ese momento había perdido su fama de gran escritor paratransformarse en un comprador. Se llevó catorce planteras y dos jarras. Había decido quedarse definitivamente en Areguá.

Fiesta en la casa de Angelita Agüero, la presidenta del club de damas para la familia y las buenas costumbres de Areguá. Una fiesta llena de niños gordos y de maridos obesos. Otras tres personas y yo somos los únicos que parecemos tener menos de cien kilos en esa fiesta. Esperaba ver a Rubén por la fiesta, pero la misma Ángela comentó que no había sido invitado por cuestiones personales, y luego me dijo:

-Esperaba leer a una persona coherente y prudente, una persona que pudiera transmitir pureza e integridad a nuestros vecinos.

-Hay en sus escritos cierta malicia y cierta caradurez que atentan contra nuestros principios y contra nuestras costumbres. Probablemente sea uno de esos comunistas que tanto daño hicieron a nuestra nación.

En la fiesta me siento en compañía de Sergio Zárate, uno de los dueños de una de las galerías de arte más lindas de Areguá; Sergio sólo se fija en las cosas odiosas de las personas que veo y se muestra indiferente ante las personas que se encuentran en la fiesta. Me señala a varias mujeres obesas con las que dice haberse acostado, me señala también a varios niños de quienes dice que parecen estar a punto de ser puestos en la parrilla, solo les falta el tomate en la boca. Se fija en la fealdad de todas las personas. Me señala el traje roto de un hombre y critica hasta el más mínimo detalle de la fiesta. Le digo que es desagradable y me mira altivamente. Tengo que salirpues empiezo a sufrir un fuerte dolor de cabeza que me deja loco.

Hablo con Muñeca que está expectante de que su músico comience a tocar la guitarra. Para esa hora ya está completamente borracho. La mitad del cuerpo de Muñeca parece el de un animal hambriento: Tiene dos sopas paraguayas atoradas en su boca y una costilla de cerdo en la mano. La otra mitad de su cuerpo, desde su cuello para abajo lucha por mantenerse delgado y sensual. Empiezo a extrañar la exuberancia de Rubén. Jamás tendría dos pedazos de sopa paraguaya atorados en la garganta!.

Busco desesperadamente a alguien que pueda alejarme de la amargura que estoy sintiendo en la fiesta. Dejo de lado a las personas indiferentes y empiezo a buscar a las agradables.

Marcela, una de las fruteras que me trae regularmente frutillas bien frescas no vino la semana pasada porque se encontraba enferma. Cuando llegó con mi ración normal, lucía pálida y enferma. Me mostró dos poemas que había escrito cuando era niña y quería mostrárselos a Rubén. Me enseñó también dos historias que había escrito acerca de la vida de las mercaderas. Tanto los poemas como las historias estaban llenas de humor y de ironía. Le dije que debía enseñárselos a Rubén, ya que tal vez podrían aparecer en las publicaciones semestrales en las cuales él tiene cierta influencia.

-De niña se burlaban de mis sentimientos, repetía.

-La mayoría de las personas pensaba que porque yo era pobre y no tenía suficiente educación jamás llegaría a ser alguien. Mi madre me crió desdemuy pequeñita para trabajar en los mercados y siempre me han dicho que el trabajo duro es lo importante. Parezco más bien una tortuga con un gran caparazón que un ser humano, terminó diciendo Marcela. Le dije inmediatamente que acuda a Rubén ya que él entiende de caparazones.

Veo a Marcela todos los días. Siempre está melancólica y triste. Eso hace que mi espíritu sienta un peso, que me hace pensar en el futuro. En el futuro de las personas que, como yo, crecieron con esos conceptos y con esos valores que Marcela tanto aborrece. ¿Qué será de Marcela?, ¿Qué será de mí?.

Juan Carlos, el esposo de Muñeca, por celos destruyó un cuadro que le había dejado su padre a Muñeca. La pelea me hizo recordar a mis propios padres cuando rompían mis primeros jarrones y me pegaban cada vez que tocaba la arcilla. Muñeca, cuando me contó lo sucedido, estaba llorando.

Pasé ese día en la playa tratando de descansar de una semana larga y de varios inconvenientes. Había mucha gente y la suciedad de la arena era insoportable. Cuando uno vive en una ciudad chica, la limpieza de ésta le importa mucho más, puesto que la mayoría de las personas que se acercan al lago dejan kilos de basura en la arena y uno puede sacar la conclusión lógica de que no eran del lugar. Estoy cansado de juntar botellas rotas y latas de cerveza vacías, de turistas que creen que pueden ensuciarlo todo. Me entristece creer que a la gente de afuera le guste vivir en medio de la suciedad.

El trabajo de escritor de Rubén estaba pasando por momentos verdaderamente difíciles. Él bebía mucho y se encontraba muy sensible ante los ruidosocasionados por mis compradores. Rubén, con verdadero espíritu de escritor, me llamó por teléfono para decirme si no podía hacer más silencio cuando trabajaba. Le dije que no.

Por supuesto que Rubén se enojó; aunque no escribiera siempre, acostumbraba pedir silencio en los horarios en que más gente tenía en mi local. Le expliqué mi situación tanto económica como laboral, así que supuse que lo entendió. Nos encontramos luego a charlar frente a la iglesia. En otros tiempos este encuentro hubiera sido imposible debido a que pensaba que existían dos tipos de personas a los cuales siempre es peligroso hablarles: los poetas y los políticos. Los poetas porque siempre viven en una nube y los políticos porque siempre quieren adeptos a sus partidos.

Los días siguientes rodeaban como una gran aura la ciudad con colores grises, marrones, negros y desteñidos. El cielo estaba nublado y la ciudad, media dormida por la siesta. En contraste, los niños que salían de la escuela daban una sensación de color y alegría. La iglesia se estaba decorando para un matrimonio. Pude ver las toneladas de flores de diversos colores que estaban siendo colocadas a lo largo de los pilares. El rito matrimonial una vez más iba a entrar en escena.

Vi a Rubén saltando ágilmente, subiendo la arribada y sonriendo desde lejos.

Hablamos detenidamente. Él me explicaba sobre su trabajo en la revista, yo le explicaba el mío. Conversamos acerca de nuestras diversas fuentes de inspiración que parecían provenir desde muy remotos lugares. Le contaba que tenía que conectarme con el barro mismo para que los trabajos pudieran salir comoyo esperaba, Rubén en cambio se inspiraba en ciertas doctrinas orientales para escribir, aunque ahora, según lo que él contó estaba adentrándose más en nuestra propia raíz indígena. Le expliqué también que muchos de mis trabajos tenían cierto aire proveniente de las culturas indigenistas y ambos coincidimos en que nuestra fuente de energía provenía del mismo lugar.

Un día después, en la vereda de nuestras respectivas casas tuvimos un enfrentamiento. Marcela había ido a la casa de Rubén, pero éste al parecer le habría hecho una propuesta no muy decente, por la cual ella salió llorando y gritando su mala suerte. Pensé que Rubén se habría aprovechado de la inocencia y las ganas de la joven al proyectar sus propios deseos hacia ella. Consideré en ese instante que no valía la pena quedarme callado, más aun habiendo sido yo quien había dicho a Marcela que hablara con Rubén.

El poder de su personalidad, sus imperturbables ojos celestes, su cabello castaño claro, su cara alargada y fina, hacían de él un cuadro perfecto de El Greco. Le dije educadamente que lo que había hecho era bastante peligroso y que le podía traer consecuencias verdaderamente graves. Le sugerí entonces que vaya a pedirle disculpas a su lugar de trabajo para intentar dar solución al problema. Fuimos hasta la plaza y Rubén pidió amorosas disculpas ofreciéndole poner una de sus narraciones en la revista semestral. Disculpas aceptadas.

Lo que me gusta de Muñeca es que todavía no ha perdido las esperanzas en la vida. Todos en algún momento las perdemos ante acontecimientos trágicos o situaciones desagradables. Muchas veces perdemos esa esperanza mucho antes de que se presenten estas mismas situaciones.

Ayer la vi caminando por la calle con su hijo y los dos estaban absolutamente radiantes. Comparándome con ella me sentía más viejo. ¿Por qué?. No lo sé. Pero eso es un hecho, frente a ella me siento envejecido, lento y poco atractivo. Ella trata en lo posible de estar bien todo el tiempo, sonríe feliz cada vez que puede y de esa misma forma llora. Pero jamás escuché de su boca la palabra “desistir”. Ni una sola vez. Las veces que me hablaba de su situación lo hacía de forma sincera y completamente honesta, algo que jamás pude yo hacer con ella. Sin embargo, ella se abre a mí y me muestra su mundo y a la vez me muestra el mundo de su hijo mogólico. Estoy seguro que ella se muestra tal como es frente a todos. Ni siquiera la tiranía que su marido ejerce sobre ella pudo transformarla en un ser huraño o malhumorado. Es una equivocación creer que todas las personas que tienen problemas son reacias a recibir afecto. Muñeca daba afecto y dejaba que los demás se lo dieran. Es su manera de ser lo que hace que pueda sobrevivir. Ella es como un camión que atraviesa una ruta aceitosa y que va firme por el camino.

Últimamente no sé nada de Rubén ni de la situación de Muñeca. Estuve trabajando bastante y no encuentro más tiempo para hablar con las fruteras. Comparándome con ellos dos, me sentía diferente, angustiado, con una certeza de derrota. Me sentía más bien como un “idiota” inútil.

La revista donde escribe Rubén llegó a mi casa y me impactó uno de los artículos:

“El secreto de una vida que nos llena es el vivir y el abrirse con los otros, como si el mañana no existiera y como si solamente importe el presente, el mañana no aparece sino sólo hasta que nosotros vivamosnuestro ahora. El vivir el presente elimina el vicio de la duda y la vacilación, así como también el pecado de creer que todos nosotros somos eternos y que todas nuestras acciones lo son. Nos falta abrirnos y comunicar a los demás que todos nosotros, a pesar de nuestros defectos y nuestras dudas, también podemos llegar a ser personas capaces de disfrutar nuestro destino, por más duro que éste pueda ser.”

Lo firmaba Marcela Del Valle. ¡Una de mis fruteras!, ¿Cómo ocurrió esto?, ¿Cómo pudo ser que de la noche a la mañana se haya transformado así? ¿Habrá sido Rubén? ¿Por qué una frutera? Luego recordé lo del compromiso que Rubén le había prometido a cambio de no denunciarlo en la comisaría. Eso fue hace dos meses y por lo visto, el pacto se cumplió.

Estoy tomando notas para un par de cosas que quiero publicar en la revista. Mi tema es el barro como fuente de inspiración. Creo que a mucha gente le gustará. Me gustaría explorar todas las variaciones que el barro pueda tomar y de esa forma transmitirlo a los demás.

Creo que a varios de los habitantes de Areguá nos impactó el que Marcela haya sacado un artículo tan elocuente y tan profundo. De cierta forma nos abrió los ojos a algo que de alguna forma no veíamos: la Marcela no frutera. Creo que mucha gente (incluyéndome a mí) se dio cuenta de que era algo más que una simple frutera pues hasta el intendente le pidió consejos mientras compraba su ración habitual de frutillas.

Muñeca fue una de las más conmovidas por el artículo. Ahora va todos los días a ver a Rubén parapedirle consejos de cómo escribir acerca de su vida y de lo que ella sentía al tener esa vida. La veo casi todas las tardes entrar en la casa de Rubén y quedarse allí hasta muy entrada la noche.

Se puede ver a Muñeca con más ánimo desde que está comenzando a escribir ciertas cosas relacionadas con su hijo y con su marido. Ella me dijo el otro día:

-Con el tiempo, Jorge, he desarrollado un hábito muy importante en mi vida: la honestidad, que me permite tener acceso a la mujer libre y feliz que soy en el fondo. Es cierto que lo de Marcela me impresionó, pero me impresionó mucho más poder hablar y compartir lo que sentía con Rubén y contigo. Me doy cuenta de que, a pesar de lo poco o mucho que pueda ser, soy feliz aunque los hechos de mi vida sean negativos. Quisiera transmitir esa felicidad a todas las mujeres que necesitan de esperanzas para continuar con su vida. Lo de la revista me ha dado la posibilidad de ser yo misma, pero sin la compañía del alcohol o de la tristeza, finalizó. Le creí.

Supe ahí que jamás dejaría al marido y al hijo. No era una mártir. Tampoco una santa. Era una mujer con mucho amor. Entonces descubrí por qué siempre me sentía idiota al lado de ella. Porque ella veía las cosas de otra manera y las superaba. Bien por ella. Bien por todas las mujeres que puedan leerla.

Ahora mismo estoy trabajando con barro y a mi lado dejo lápiz y papel, para poder escribir los momentos más intensos que siento cuando amaso el barro. Cuando moldeo el barro para la vasija siento a su vez que voy moldeando la vida de esa vasija, siento que le voy dando un poco de mi propia vida y cuandola vendo, siento que también una parte mía se está vendiendo. Espero que la mejor parte. Todos mis momentos felices tuvieron como protagonistas al barro, y aún hoy los sigo teniendo. Mis manos ahora quieren moldear algo más que barro. De alguna forma, me siento iluminado por una luz que se encuentra en la tierra cuando está mojada.

Desde la iglesia de Areguá uno puede ver el lago, los cerros, las casas y las personas. Desde allí, cada tardecita nos reunimos Rubén, el poeta, Marcela, la frutera, Muñeca, la golpeada y Jorge, el alfarero. Desde que podemos contemplar Areguá desde lo alto de la colina, los milagros de nuestras vidas fueron obrados por nuestras propias manos.

Al final, ¿acaso no soy yo un alfarero?.


 

LIBERANOS DEL MAL

Mi auto, como era evidente, cruzó la ciudad en tiempo “récord”. Era ya bien tarde cuando llegué a ese lugar perdido en las afueras de la ciudad. La radio tocaba blues, y los arbustos cortaban el aire de una manera brusca. Trataba yo de localizar el viejo cartel que veces anteriores me había llevado hasta allí. La ciudad se veía a lo lejos, letárgica y envuelta en un sueño tirando casi a la idiotez. Encontré por fin el pequeño cartel que decía “Doña Clotilde, Liberadora del mal, manosanta”.

Clotilde estaba allí. Nos dimos un saludo bastante cordial, como de amigos que no se veían en mucho tiempo.

Clotilde me advirtió que ya tenía pacientes y la debería esperar puesto que esa noche estaba con sobrecarga de personas que necesitaban de su ayuda.

Me senté en un pequeño bar de la casa junto a un par de señoras que demostraban amplio disgusto por la presencia de un joven como yo a esas horas y, para colmo, en ese lugar.

Decidí entonces subir las largas escaleras que la casa poseía y llegué hasta una pequeña terraza desde donde pude admirar el paisaje que me rodeaba. Un conjunto de casitas muy mal construidas (todas puertas de madera con vidrios rotos) hacía de espejo a grandes baldíos donde podían verse jóvenes de todas las edades reuniéndose para charlar. La ciudad polvorienta y con olor a basurero era desafiada por un viento norte que batía la cara de todos los que nos encontrábamos allí esa noche.

En un momento determinado una mujer de entrada edad vino a hacerme compañía. Me comentó que desde que conoció a Doña Clotilde su vida había cambiado drásticamente y ya no era la misma persona de antes; me relató toda su vida, desde que tenía aproximadamente nueve meses hasta el día hoy, fumaba un habano y a la par me hablaba, muy felizmente. Demás está decir que al terminar de contarme tan maravilloso relato quedé con un dolor de cabeza impresionante, no sé sí por el cigarro o por la historia.

A la consulta de Doña Clotilde acudía gente famosa, gente que pertenecía a la clase más pudiente de este país y a la que recibía normalmente en una pieza contigua a su salón, en la más absoluta privacidad. Sus pacientes por lo general le hacían regalos, como entradas para el cine, ramos de rosas; le traían comida, le regalaban pulseras, aros, collares e inclusive electrodomésticos. La Doña siempre me enseñaba todo eso con orgullo y con satisfacción. Eracomo si de esa manera tuviera el control de todos y de todo el mundo a la vez.

Bajé a la sala de espera y pude contemplar nuevamente al gentío que estaba allí esperando ser atendido. Todo el ambiente ayudaba a que yo pudiese comprender mejor el panorama. Se trataba de algo bello y, a la vez, monstruoso. Toda esa gente, vestida a la moda y con lo más caro que se pudiera adquirir, se enmarcaba en el más petulante orgullo y con la altanería más desagradable. En la sala de espera se podía escuchar cómo todas las finas damas conversaban sobre sus exclusivos autos y sus nuevos vestidos; viajes a islas distantes y joyas con nombres verdaderamente extraños.

En ese lugar, la acústica encajaba con la risa, pues era todo pose, intranquilidad o indiferencia. Parecía que los recuerdos del pasado de todos los allí presentes vagaban como si fuesen monstruos que en cualquier instante fueran a comernos. Empezó a llover torrencialmente. Era lo único que faltaba para convertir todo ese ambiente en un perfecto cementerio, pues las caras de las personas mostraban una deformación tal que parecía que muchas de ellas estarían a punto de morir.

Doña Clotilde y yo nos conocíamos desde bastante tiempo. Ella solía asistir a los mismos cursos de inglés que yo; fue allí donde me había dicho que el Tarot y los buzios eran su fuerte. Como todo buen curioso, le pedí que me echase las cartas, a lo que ella respondió que lo haría, pero solamente en consulta. Nuestra amistad era bastante unidimensional, sólo tenía como local de acción nuestra sala de inglés y nada más. Aunque solía hablar con ella todos los días en los recesos, nunca me había percatado de lo famosa queera como manosanta hasta que, en una oportunidad anterior a ésta, yo había venido a tratar un problema relacionado con mi pronunciación del inglés.

Quizá porque la atmósfera en esa casa era intensamente activa, los acontecimientos parecían acelerados y todo el ambiente cambiaba de un minuto a otro. Aunque las características de la forma en que Clotilde trabajaba tendían a acelerar de manera gradual a sus pacientes.

Repentinamente, me veía inmerso en intrigas políticas, historias de sexo, dentro del núcleo de personajes famosos, estrellas de televisión. Se murmuraban casos de posesión, chismes y todo aquello que hace que el día a día se vuelva complicado. No puedo revelar sus nombres (sería una seria falta de ética), pero como buen cínico que soy me sentía fascinado por el cúmulo de historias que allí flotaban.

El telón se alza para mostrarme dramas mucho más aterradores que cualquier obra de teatro o cualquier película. Con sólo sentarme silenciosamente en mi silla a escuchar lo que los pacientes a mi lado decían podía haber escrito una película de terror.... Muertes por suicidio, muertes por sobredosis, muerte de un pariente debido a un asesinato con el consiguiente espíritu que ronda la casa, muerte de un abuelo y el nieto que trata en vano de comunicarse con él al más allá y no lo consigue y hasta encargos para matar a otros de un fulminante ataque al corazón. En fin, mil historias que parecen provenir de algún cuento de Stephen King.

Una vez Clotilde me contó que le encantaba la vida que llevaba, que le fascinaba el poder ayudar alos demás y curarlos de alguna forma. Después de la primera consulta, pensé seriamente que en la realidad no era eso lo que le gustaba realmente, sino el poder influir en los demás, poder controlarlos y manejarlos a su antojo. Cierta vez supe que la directora de nuestro instituto había ido a consultar con ella algunos inconvenientes que tuvo con su ex marido.

En los exámenes siguientes del instituto aprobó todas las materias e inclusive no se presentó en uno de los exámenes, que sin embargo logró aprobar. En una ocasión me había dicho que podía conseguirme todos los temas si yo lo deseaba y que para ella eso no sería ningún inconveniente. Tras una pausa, se echó a reír frenéticamente. Una risa que solo había visto en políticos por televisión y en alguna que otra serie en donde la persona se burlaba de los demás debido al enorme poder que poseía.

En fin; al cabo de un tiempo pude acostumbrarme a sus gestos peyorativos y a su sarcasmo. Ella lo sabía todo y de todos. Era su manera de ser. La sala de consultas de Clotilde estaba ubicada en un piso intermedio entre la terraza y la sala de espera. El lugar de consultas se encontraba casi vacío a excepción de unos cuantos almohadones, una mesa redonda, en dónde estaban depositadas sus cartas y sus fotos. Detrás de eso había un enorme altar en donde podían verse figuras que van desde un duende parecido a un pequeño pitufo, un arcángel Miguel, una calavera, la Virgen María, un demonio rojo y, por supuesto, en el centro una foto del Cristo. En ese mismo altar también brillaban una infinidad de velas que iban desde del blanco al negro.

El método que utiliza en realidad es simple. Una combinación de lectura del Tarot con unos cuantospases, una sesión espiritista preguntando sobre la buena fortuna y, para finalizar, una oración a San La Muerte. A Clotilde le encanta la vida que lleva en su consultorio. Se nota. Se puede ver a través de su gran panza y de sus ojos luminosos.

Cuánto más profundizo, a través de lo que escucho de la vida de estos personajes, más se parecen al caos que reina en todos lados. Es decir, el ambiente caótico que rodea la casa, las calles rotas y de piedras, los vidrios semipartidos, el pasto que crece en las veredas, la basura tirada por todos lados, todo hace que en el instante que miro a esas personas se tornen ellas parte integral del lugar.

Por un momento abandono la idea de la consulta. No sé. El ambiente se está tornando cada vez más pesado y parece repercutir directamente en mí. Creo más bien, que abandoné la idea de entrar en su consultorio debido a mi profundo deseo de concentrarme en mis cosas, pero sin la ayuda de nadie. Clotilde parece intolerante a veces con los cuestionamientos que uno le hace. Me doy cuenta de eso las veces que hablo con ella en las clases de inglés. Es terriblemente insoportable para ella aceptar ideas que no concuerden con las suyas. Tal vez sea la razón principal por la cual no quería entrar: quería paz y descanso y todo ese ambiente no me ayudaba para nada.

La sala de espera ya está sobrecargada de clientes que quieren ser atendidos. En ese instante mi idea de huir de allí fue en vano. A mi lado una señora comenzó a sollozar de repente. No me pareció nada extraño después de tener en cuenta el local en que estábamos. Luego, los sollozos se hicieron más fuertes y, al final,no me quedó más remedio que ir personalmente a calmar a la señora.

Oigo también por los pasillos gritos de protesta,quejas, personas que exigen ser atendidas de cualquier forma, mujeres que cuentan a diestra y siniestra cómo Ña Clotilde consiguió traerles de vuelta el marido, hombres vestidos con trajes italianos que sonreían contando sus múltiples aventuras amorosas. Todos con un mismo objetivo; encontrar paz y solucionar sus problemas.

Para esa altura yo me encontraba nuevamente en la puerta de la casa mirando las gotas de lluvia caer sobre los autos lujosos. Era de noche y la llovizna continuaba. El tiempo se confabuló con la hechicera de la región, pensé. En ese momento, se escuchó un ruido muy fuerte que provenía de la ruta empedrada: Era una camioneta de lujo que había pisado maderas antes de llegar al lugar en donde me encontraba. Rápidamente la puerta del tremendo vehículo se abrió y una figura gorda salió velozmente, fumando un cigarrillo y con paso apurado. Me doy cuenta enseguida que es un político famoso. Lo reconocí debido a que lo había visto varias veces por televisión. La puerta infranqueable de la habitación de Clotilde se abre y sin demora el político entra y la puerta se cierra nuevamente para todos los que la estamos esperando.

No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que la puerta de nuestra amiga se abrió y ella gritó mi nombre. No gritaba el nombre de nadie, pero el mío lo hizo. Entré de una forma bastante peculiar. Iba lo más despacio que podía y sin ningún apuro. -Entra más rápido, no podemos perder más tiempo, mecontesta Clotilde con una cara ojerosa y cansada. - Veamos cuál es tu problema. Clotilde echó su mazo de Tarot en la mesa y comenzó a verlo. -A ti te han hecho un trabajo muy fuerte con tu nombre, me contestó. -¿Que trabajo? Le respondí yo.

Para ese momento ella ya había prendido dos cirios de color rojo, se había levantado y comenzaba a decir palabras inentendibles frente a sus santos. -Te están haciendo un trabajo muy fuerte y solamente yo puedo ayudarte a solucionar tu problema. -¿Pero cómo puedes saber qué me pasa si ni siquiera te he dicho para qué he venido?, Respondí. -Te costará cuatrocientos dólares la protección y la ayuda que yo pueda brindarte. No necesito que tú me cuentes nada, lo puedo ver todo a través de mis cartas. Las frases las dijo de una manera rápida y brusca combinándolas con una amplia tonada marcial.

Mi corazón empezó a latir fuertemente. Para ese momento pensaba cómo iba a conseguir los cuatrocientos dólares. Estaba totalmente perturbado por sus palabras y no encontraba en ese instante ninguna forma de reaccionar ante sus exigencias. Sentí miedo y sentí vergüenza. Mi vida entera estaba en manos de una persona extraña y ajena a mí. Había depositado todo mi tiempo y todos mis pensamientos en una persona que era indiferente, y despreocupada hacia mis problemas. Una persona que no me conocía en lo más mínimo y que en el fondo despreciaba lo que no fuese parecido a lo que ella deseaba o quería.

-¡No puedo esperar la noche entera para ver si quieres o no quieres que te ayude; debes decidirte ahora!. Clotilde me miró con cara petulante y postura de santa barata que por un momento me dejó atónito. Me dio asco ver su cara negra, sus ojos oscuros, lapostura de sus manos y los miles de pequeños demonios que se mezclaban con las figuras de sus santos.

Estaba tan perturbado por la situación y sobre todo por haber confiado en algo que sabía que no tenía ningún sentido. No tiene sentido regalar mi propia vida a otros, pensé. No tenía sentido regalar cuatrocientos dólares para que una persona arregle y solucione mis propios problemas. No pude mirar su cara. Agarré un vaso con agua que estaba en uno de los costados de la mesa y arrojé todo el contenido a su cara. Alguien tenía que limpiarle la cara.

Salí de la mesa. Le dejé el importe de la consulta y abandoné apresurado su sala de atención. Atrás quedó su cara de asustada y de delincuente. Sin parar, pasé el inmenso pasillo y me dirigí directamente hacia mi auto. Contemplé por última vez el lugar, y sin nada más que hacer tiré con una patada el cartel que decía “Doña Clotilde, Liberadora del mal, manosanta”. Luego me dirigí directamente a mi casa. Comprendí mejor allí lo que la palabra libertad puede significar hoy en día. Paz. Por fin tuve paz.

Continué yendo a las clases de inglés. Mi relación con ella había cambiado. Ya no me hablaba de sus contactos en el gobierno ni de las fiestas de gala a las que asistía. Tampoco me explicaba los problemas de las demás personas y por qué los tenían. Simplemente conmigo no lo hacía, creo que con los demás lo seguía haciendo. No sé, y ni siquiera me interesa. No siento más deseos de hablarle y ella se da cuenta. A veces se apena.


 

LUCHANDO CONTRA LEONES

Es lo primero que me viene a la mente cada vez que me despierto. Estoy ansioso por encontrar a alguien que en su vida cotidiana haya podido matar y cazar a estos temibles animales que habitan nuestra realidad.

Mis amaneceres generalmente son fríos y grises pero, aún con esa situación a cuestas, salgo a la calle bien temprano con un poco de alegría. Después de un buen tiempo de estar en la oficina, camino para poder respirar el aire que proviene de los árboles de cemento. Cuando llego al lugar deseado para poder reparar mi estómago hambriento y calmar a mí sed, el ruido que proviene de los animales con ruedas se hace menos intenso hasta que por fin desaparece de mi cabeza. El lugar, perdido entre las lianas de las líneas telefónicas, esconde la ironía de las sonrisas de todos los visitantes que esperamos nuestro almuerzo.

Sintiendo la callada manera de expresar hastío de la gente, yo y mi fiel maletín nos dirigimos nuevamente hacia el asfalto. La larga borrachera de sombras tristes que pasan a nuestro lado nos dejan una sensación de intriga y pesar que al final llega a reconfortarnos. En otros días, tal vez esta sensación de negación del ser me hubiera dejado sin mí acostumbrada paciencia, pero hoy es casi mágico navegar entre cabezas cabizbajas. Tengo que recalcar que esta psicología absurda de la mentira es utilizada hábilmente por mis psicólogos. Ni una pizca de verdad.

Finalmente, soy sirviente de mis propias dudas, y a veces agradezco la oportunidad que tengo cuando me doy cuenta de eso. Siento también la callada reprimenda de mi corazón, que empuja a veces sutilmente mi corbata para ahorcarme si es necesario. La ley de la selva está escrita a fuego en el reino del pavimento. Mis compañeros de trabajo se matan entre ellos para demostrar eficientemente la teoría de Darwin. Es una de las razones por las cuales no puedo almorzar en el edificio donde se encuentra mi oficina; estoy verdaderamente harto de sentir los empujones de personas que quieren llegar primero a la cantina. Miradas de las aves de rapiña que habitan las demás montañas de vidrio me convierten en carroña fácil para estas devoradoras bestias.

Tardo en volver de mi asombro. Yo simplemente saludo: “Hola”. Es más que suficiente para recobrar mi lugar entre los seres despiertos. Tengo que admitir también que me resulta extraordinario ver como todos varían de color con el menor cambio de temperatura o con la menor brisa. Un fuerte soplido del rey león basta para que todos los que estén debajode él se olviden hasta de sus propios nombres. Creo que nunca voy a poder ser así. No sé si pueda olvidar fácilmente quien soy simplemente porque cambia el clima. Tal vez me olvide de la ropa que llevo, el zapato que traigo puesto o el nombre de alguna que otra noviecita, pero olvidarme quien soy sólo porque sopla viento de un quinto punto cardinal es algo imposible.

No me creo capaz de luchar contra leones. Sé positivamente que puedo imprimir en mi subconsciente la decisión, pero mi fuerza física me derrota. La lucha diaria es algo que me asusta y me conmueve. Las veces que pregunto a las personas “-¿cómo están?” Todas ellas contestan lo mismo...“Siempre en la lucha”. Nada más. Muchos hombres tienen una fuerza física estupenda y también una fría confianza que se necesita para matar a cuanta presa se cruce en el camino. Yo tiemblo con el sólo hecho de tener enfrente a mí uno de estos terribles animales de hábitos y costumbres bien marcados y bien diferenciados del resto de seres vivos. Su sonrisa es mayor aún que su propia sinceridad.

Pero yo no soy quién para juzgar. Muchos hombres de fuerza hercúlea se han visto aterrorizados y en abyecta incapacidad ante el ataque de uno de estos leones. Así, este tipo de león ha convertido al normal ser humano en una especie de zombie urbano. Es posible para el hombre tener una inmensa capacidad de determinación para voltear las barajas que nos pone la somnolencia y forzar al pequeño león de que es un simple gatito. ¡Miles de otros hombres ya lo han hecho!. Estoy perfectamente convencido de que existen seres capaces de cambiar todo el entorno en el cual me encuentro con su simple presencia en el ambiente. Estoy con ganas de escucharlos. Quiero escuchar su rugido antes que desaparezcan.

Mis pensamientos dirigen mis acciones. La fuerza de uno de esos pensamientos me invita a terminar mis labores en ese enjambre de avispas. La fuerza que imprime la ciudad depende de la energía que yo le aplique; depende de mi voluntad agresiva y de mi propio valor. Mi cuerpo al caminar está literalmente construido y sostenido por mi mente; debajo, la presión de mis instintos y la fuerza de mis debilidades se infiltran gradualmente en mi conciencia. La expresión de mi vida se vuelve entonces un mero hábito que me oprime al caminar. Un hábito asfixiante que me obliga a cerrar mis sentidos al mundo exterior. Entonces fabrico una muralla para protegerme de esta repelente ciudad llena de criaturas abominables buscando desesperadamente mi muerte violenta. De amo que soy, me convierto nuevamente en sirviente y soy esclavizado otra vez por mi entorno.

De niño mi primera ambición fue luchar contra leones. Mi voluntad ha sido poderosa, pero mi cuerpo siempre fue débil. Una exclamación de sorpresa sale de mi boca cada vez que lo digo, pero me parece increíble tener que reconocerlo ahora. Tal vez tener una indomable persistencia en anhelar una libertad más allá de las propias cadenas hayan desencadenado en mí un conjunto de ideales que debo alcanzar. Tengo el derecho de creer lo que soy y lo que siento, esto es algo que definitivamente debo asumir. Si no lo asumo en forma rápida y efectiva, probablemente un alcantarillado cloacal pueda tragarme en cualquier momento. Y de olores cloacales tengo más que suficiente.

Alguna vez creí poder luchar contra leones. Alguna vez creí que podía vencerlos de un certero golpe, creía firmemente en que podría destrozar todaesta selva con solo desearlo y obtener finalmente mi tan ansiada libertad. Fue la primera y la última vez que tan fugaz ambición cruzó mi mente.

Hay muchas clases de leones; algunos vagan por el enmarañado campo de los deseos y realmente no se adquiere ningún beneficio extra matando bestias inconscientes. Tal vez mis propios leones interiores sean más duros de vencer. ¿Podría convertirme entonces en domador de leones?

Si mi propia fama y orgullo intoxican mi alma, acaso ¿debo transformar mis animales salvajes en animales domésticos?. Quizás así obtenga mejores resultados.

Yo no soy fatalista pero creo en la justa ley de retribución. Si tengo resentimientos contra la parodia de vida que tenemos, es porque quizás me estoy convirtiendo en parte de este carnaval y alguna vez debo manifestar repudio contra algo que no es verdadero ni cierto. De lo que hasta hoy aprendí, la realidad es mucho más que una sola y reconozco que existen más selvas y más animales de los que quizá yo pueda ver o imaginar ahora. Aunque también reconozco que quizá en algún lugar muy, muy dentro mío existan un guerrero y un cazador que estén esperando ansiosos el momento en que las jaulas se rompan para ser libres nuevamente.

 


 

¿LOCURA?

¿Qué puedo hacer yo si la clara luz del día aún no ha penetrado en mi rostro?. Creo que existe un modo fácil de saberlo: y es saliendo de una buena vez al jardín del bien y del mal. No tengo miedo a ver el sol, tampoco temo intentar hacerlo, pero creo que desde hace mucho tiempo soy prisionero en un lugar que no puedo definir. Mi prisión está hecha con mis propios pensamientos. Esa es la razón principal por la cual me encuentro en la más absoluta oscuridad.

Decir que he visto el sol, es lo mismo que decir “tuve tiempo para comer” y eso realmente significa que muchas veces me he muerto de hambre. Cuando al principio de mis días quise ver el sol, siempre me preguntaba: “¿Estoy muerto o no?”, La verdad es que nunca pude saberlo, pues veo a mis familiares y amigos como siempre los veía. Me causa terror el saber que en verdad estoy muerto.

Todo el mundo dice que las personas que han experimentado la clara luz del día son aquellas que han podido reconocer la diferencia que existe entre el café amargo y el dulce. Me estoy ahora familiarizando con esta teoría, pues encuentro de mi agrado el aroma provocativo de un café bien dulce. Deberían creer cuando les digo que mi gusto personal es demasiado exquisito.

Mejor reconocer estas verdades antes que caer en estúpidas teorías. La llamada del bastardo intelecto es demasiado fuerte como para poder soportar otro grito de atención a mi imaginación. Pero aun así, sigo queriendo ver la luz clara... La luz clara que permite que mis objetivos vuelvan a ser arrastrados por ese camino hacia a mi verdad, una verdad que se disuelve entre la luminosidad de mi insania.

No puedo diferenciar un día nublado de un día despejado. Estoy demasiado absorto en mis propios desequilibrios como para discernir, en forma correcta, si el día de hoy es bello. No me acuerdo si el día de ayer lo fue; tampoco sé si el día de mañana lo será. Solo quiero que las nubes que cubren mi cabeza sean llevadas por una brisa fresca que devuelva inocencia a mi espíritu.

Escucho en este momento la llamada de un muerto que me dice: “Oh, noble inútil, escucha la llamada que hace la voz proveniente del centro, escucha la voz proveniente del medio, del justo medio, escucha la voz que viene del lugar donde todos nos convertimos en llanto”. Yo le respondo: ¡Oh, noble muerto!, la verdad es que no sé cómo responder a tus pedidos.

Me imagino diciendo esa frase en lo alto de la torre de un castillo, un castillo situado en un cerro, escuchandolas voces de los muertos y contestando siempre con más preguntas. Estados alterados. Estados que producen alteración en mi cuerpo y en mi mente, digo palabras a veces absurdas, sólo para saber si realmente puedo comunicarme con esa realidad que no veo ni tampoco siento. Pero, a pesar de mi locura, sigo adelante.

Desde interior de esta radiante celda de células sin motivos, sigo sufriendo una terrible compasión por mis semejantes, mirando los amaneceres a través de mi cuadriculada ventana y aún en este estado depresivo, pretendo ver la luz de este hermoso día. Sueño con calles vacías y el agua de lluvia que trae esperanza a la miseria mía.

Pero lastimosamente dos doctores que se creen cuerdos me dijeron que nunca saldría de esta celda de mierda. Que nunca más vería la calle que lleva a mi verdadero hogar y a mis verdaderos padres. Dos doctores que se creen cuerdos me dijeron que esta noche dejaría para siempre de saltar desde ventanas abiertas.

Si supieran lo mucho que añoro la libertad y la seguridad que me proporcionaba mi casa, me comprenderían. En este recinto cuadrado y rígido, lloro de tristeza al recordar a quienes quiero y a quienes me quieren. Trato de mover las manos, buscando alguna forma de salir de este cascarón y cada vez que lo hago, me encuentro peor. Tan mal estoy que necesito sentir varias veces ese pinchazo seco que produce la aguja al entrar en mi cuerpo.

No soy un ladrón. Tampoco un estafador. Me han dicho que era un loco y esa es la razón principal por la cual me han traído aquí. No quiero disgustos, no quiero más llantos. Quiero solamente tocar el suelo que alguna vez he pisado para poder gritar que alguna vez lo he caminado. Así, sin temor ni rabia dormir, sabiendo que aunque ahora esté encerrado, tuve en algún momento la oportunidad de estar libre.

No me cansa la inmovilidad. Lo que realmente cansa es quedar atado a una cama que no me pertenece, a una cama que no es mía y tampoco quiero. Cansa escuchar todos los días las mismas músicas, las mismas risas, los mismos quebrantos y los mismos pensamientos. Elevo mis ojos por este maldito agujero y solo deseo ver las estrellas del firmamento, que en estos instantes, es tan esquivo como mi libertad misma.

¿Pero qué es la libertad? Antes, cuando caminaba desnudo por las plazas creía que esa era la libertad. Yo creía que esa era la mejor forma de sentirse libre y vivo. Pero, cuando un “cuerdo” me dijo que era indecente caminar desnudo por las plazas vacías, me di cuenta de quién era el cuerdo y quien el loco.

No fue, sino hasta hace unos días, cuando empecé a mirar con buenos ojos mi ventana. Al mirarla, así de abierta, así de amplia, fue cuando tuve ganas de tirarme a través de ella. En el mismo instante en que vi la gran altura que me separaba del suelo, quise saltar. La sensación que me produjo no fue muy buena: no era mi ventana la que estaba en lo alto de una gran casa, sino que era yo mismo el que me encontraba de pie sobre una enorme torre.

No me pregunten qué se siente al ir cayendo. No sea, que ustedes quieran lanzarse al vacío de la misma manera en que yo lo hice. Existen cosas que son difíciles de explicar. No les puedo contar acerca de mi propia vivencia. Ustedes van a decir que estoyloco y afirmarán sin vueltas los juicios a los cuales me veo sometido día a día.

Sí les puedo decir que no existe nada mejor que volar. No existe nada mejor que caer a la nada, sintiendo como ese viento mortal nos acaricia la cara y nos convierte en águilas cazadoras. Es impresionante saber que uno está cayendo al infinito mientras el infinito nos abre sus incomprensibles brazos para que caigamos dentro de él.

Eso es libertad. La libertad es caerse una y otra vez al vacío, a la nada. Pero tengan cuidado. Entiendan de una vez, que yo estoy pasando por momentos de locura, lo cual hace que, en situaciones como ésta, me encuentre diciendo palabras sin ningún sentido para nadie. Pero eso no quita lo cierto de lo que dije antes. Si es por lo que me gustaría, querría que todos a quienes conozco y a quienes no, abrieran sus ventanas, tomaran una fuerte inspiración de ese aire transparente, y se olvidaran de quienes son, lo que hacen, que dicen y lo que tienen. Querría que todo el mundo se subiese encima de sus propios mundos y, desde esa altura extraordinaria, se tirasen al inmenso vacío que nos proporciona cada una de nuestras ventanas. En momentos así desearía que todo el mundo se volviera loco para hacerme compañía.

Nuestra vida es como una tumba. Me di cuenta de eso desde que comencé a saltar por las ventanas. Cuando escucho la música que proviene desde fuera de esta cárcel, me doy cuenta de mi encierro y de lo que significa. Trato de olvidar esta terrible situación y mi mente olvida las caras enfermas de mis médicos. La habitación blanca y marrón se vuelve negra en poco menos de un segundo, y ahí me doy cuenta que hacemucho tiempo estoy atrapado en un lugar a donde apenas pertenezco.

Pero me sublevo ante mi dolor y ante mi enfermedad. Soporto los manoseos y las injurias que me echan algunas enfermeras. Debo en esos instantes ocultar mi cara y llorar ante el cielo para que me absuelva de mis miedos. Pero quizá, ni el cielo ni la enfermera igual a un demonio, podrán absolverme del terrible pecado de no vivir como un ciego. Por eso siempre me han gustado los cementerios, y por esa razón he preferido siempre vivir en mi tumba de algodón que en la tumba de estiércol de los otros muertos.

Siempre creí que yo era un artista, y que ese artista que hay en mí era el que quería volar. Creía ser una personalidad misteriosa, esotérica, mística. Siempre me sentí adentro de mundos a los cuales mucha gente nunca pudo comprender. Me hallaba especial y diferente a las demás personas, simplemente porque yo me sentía así. Miraba las estrellas y éstas tenían algo que decirme, así como también los caminos, calles y árboles que conducen a cualquier sitio que uno desee. Pero es justamente ese deseo el que ahora me hace ver otra realidad.

¿Qué hicieron mis padres doctores? Desecharon al artista, manipularon mi esencia, robaron mi historia y me despojaron de mi creación. ¡Qué gran esfuerzo estoy haciendo ahora para liberarme de esta terrible oscuridad! Las miradas extrañas y las sensaciones somnolientas sólo me producen un tremendo asco. Quiero dejar ya de llorar. Desearía poder llevar todo mi sufrimiento hasta otro lugar, querría enterrar mis enfermedades en un sitio en el cual éstas jamás volviesen a aparecer. Por esa razón necesito volvermeloco. Es por esa razón que necesito desnudarme en cualquier parte, desnudar mi cuerpo, mi boca y palabras, para poder salir a pasear alrededor de mi mente. Quiero despertarme algún día en un lugar en el cual no existan paredes, rejas, ni gente “cuerda”. Quiero dormir sabiendo que esta cárcel que sólo pertenece a mi imaginación es nada más que un espejismo creado por mi esperanza para que alguna vez me atreva a saltar por alguna ventana.

 


 

CARTA FINAL

 

Tuve un sueño bastante raro. Soñé que estaba recorriendo el universo y que era un pequeño punto de luz que se veía a sí mismo volar y flotar por el enorme y vasto espacio. No sé explicar exactamente lo que sentía. Todo lo que les puedo decir es que ese sueño dejó algún tipo de cambio en mí; y estoy seguro que cambié de alguna forma, pues me siento diferente y transformado.

Es como si verdaderamente todo lo que viví fuese cierto y esa experiencia por más lejana y fantasiosa que pueda parecerme ahora, haya realmente dejado huellas en mi alma. Nunca supe que los sueños pudiesen obrar de esa manera en la vida de las personas, por alguna razón nunca comprendí, que estos mismos sueños pueden llegar a cambiar de un modo transcendental nuestra existencia.

Ahora sé que no estoy solo. Después de mucho tiempo, comprendo que nunca estuve solo. Los tengo a ustedes y tengo a ese viajero que cruza inesperadamente la vida cuando duerme, y eso, hace feliz a mi alma. Alguna vez me sentí triste y ahora amanezco contento, con nuevas metas y nuevos caminos.

Disfruto ahora el maravilloso regalo que poseo todas las noches cuando cierro los ojos y dejo de pensar; Pues ese regalo que recibo al dormir me llena con momentos de verdadero amor y me permiten vivenciar nuevos mundos, nuevos planetas, nuevas realidades y nuevas historias que hacen que mi corazón se abra a nuevos universos.

Entiendo que existe algo que me protege, algo que brilla en la oscuridad de mi pecho y que está ahí para guiar me hacia nuevas experiencias.

Las puertas hacia esos lugares mágicos están abiertas y la razón por la cual se abren es porque yo quiero que así sea. Disfruto de eso y disfruto también de mi propia intrascendencia como persona y de esa forma empiezo a sonreír. Vuelvo a largar una enorme carcajada que me permite mirar las cosas a mí alrededor como realmente son y como siempre debieron ser, porque., señoras y señores, ¡esta mañana amanecí con el corazón abierto!.

Un corazón que me permite ver al mundo y a las cosas que existen en él con otros ojos. Abierto siempre a la verdadera experiencia de estar vivo, despierto a las múltiples realidades y vivencias. Feliz en todo momento de poder viajar y soñar a la vez con nuevas estrellas y con nuevos días.

Me siento feliz poique después de contarles mis relatos y de haber soñado lindo me siento capaz de poder realmente vivir despierto en una realidad donde todos parecen dormidos. Y solamente un corazón abierto puede despertamos.

 

 






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