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ANTONIO L. CUBILLA
  ALGUNOS FUNDAMENTOS PARA EL CRECIMIENTO DE LA CIENCIA - Por Dr. ANTONIO L. CUBILLA


ALGUNOS FUNDAMENTOS PARA EL CRECIMIENTO DE LA CIENCIA - Por Dr. ANTONIO L. CUBILLA

ALGUNOS FUNDAMENTOS PARA EL CRECIMIENTO DE LA CIENCIA

CIENCIA Y TECNOLOGÍA EN EL PARAGUAY (II)

Por Dr. ANTONIO L. CUBILLA (*)  


En la creencia de que la ciencia y la tecnología son importantes para el destino cultural y económico de los países, revelábamos con cifras concretas en el artículo anterior el escaso número de científicos y de publicaciones de valor científico universal en el Paraguay.



Se deduce que se debe incrementar el número de investigadores y la calidad de la ciencia existente. Lo que parece obvio; sin embargo, genera en nuestro país resistencias, pues existen dudas y confusiones sobre el mismo significado de la ciencia y sobre la causalidad o interdependencia de la ecuación ciencia-técnica-aplicaciones-desarrollo. Estas dudas no dejan de ser atendibles, dado que este debate es universal y que su inicio coincide con visiones alternativas críticas de los valores clásicos de la Ilustración, de modo que, en una corriente de opinión, la actividad científica ya no ocupa la cúspide de las aspiraciones intelectuales en relación con el progreso (Bruno Latour, Science in Action, 1987). Pero los científicos y estudiosos externos serios de la ciencia no pensamos de esa manera. Para Mario Bunge, ciencia y técnica son perfectamente definibles, ocupan sus propios nichos conceptuales y tienen que ver con el desarrollo, pero también se interrelacionan (Mario Bunge, Ciencia y técnica). Los descubrimientos pueden ser secundarios y dependientes de una nueva técnica, que lleva la visión científica más allá de lo conocido, o pueden originarse en un pensamiento original, que a su vez deviene técnica. Esta ductilidad es característica de la ciencia moderna.

En el propio Conacyt no hay acuerdo en las discusiones para elaborar una nueva política de ciencias, ni en las tocantes a los fundamentos de la producción de conocimientos o en su relación con el desarrollo. Como país, debemos comprender las variadas ideas que existen al respecto, pues la falta de claridad dificultaría la inserción y el crecimiento de la ciencia. Por ello, comentaremos en el presente escrito el origen remoto de este dilema en la relación antropológica entre el cerebro y las manos y la dependencia o independencia entre la ciencia, la técnica y el desarrollo. Más tarde escribiremos sobre cómo la localidad y la cultura afectan al sistema y a la calidad de la ciencia, denominada «central» en los países del Primer Mundo y «Periférica» en el resto del mundo. En una presentación posterior, nos referiremos a las dificultades de la universalización de las investigaciones locales, debido al problema del lenguaje científico y al ethos universitario o académico, ambos necesarios para el crecimiento de la investigación.


La Instauratio magna de Francis Bacon: páginas que fundaron la ciencia moderna./ ABC Color



CIENCIA Y TÉCNICA. ¿FABRICACIÓN DE INSTRUMENTOS O LENGUAJE?

El debate entre quienes buscan la esencia del ser humano puede resumirse en dos posturas. Una concibe al ser humano desde sus orígenes como un nato fabricante de artefactos (tool-making). La otra prefiere ver nuestra «esencia» en el uso de la mente mediante el simbolismo y el lenguaje. Quienes consideran beneficiosa la tecnología apoyan el primer concepto, y quienes la consideran un peligro priorizan la mente y el lenguaje como características fundamentales de los seres humanos. En este último grupo están los pesimistas tecnológicos como Spengler, Heidegger, Lewis Mumford, Hanna Arendt, etc. (Val Dusek, Philosophy of Technology, 2006).

El gran filósofo presocrático Anaxágoras (500 aC) ya pensó que la oposición de los dedos pulgar e índice, crítica en la evolución, precede al desarrollo de la mente. Recordemos que este filósofo (como Anaximandro y otros, desde la antigua Babilonia hasta Diderot, Lamarck y Wallace) concibió la evolución, lo que nos hace dudar de la originalidad en las ciencias, como tan brillantemente refiere la historiadora y lingüista Rebecca Stott en esa joya de librito llamado Darwin’s Ghosts (2013). Aristóteles, más tarde, declaró absurda esta idea, ya que la mano existe, según él, para servir al cerebro. Desde estos griegos, en especial desde Platón, el gran culpable, se denigró el trabajo manual y se exaltaron la contemplación y la teoría. Esta dicotomía persistió y se asoció a la estratificación social en clases, aristocrática-eclesiástica por un lado, burguesa-popular-artesanal por otro, hasta la Revolución Francesa. Impidió el progreso al evitar la conjunción teórico-experimental que caracteriza a la ciencia moderna. Con el trabajo manual monástico medieval, el ejercicio académico de la dialéctica de los padres de la Iglesia para vanamente demostrar la compatibilidad entre la ciencia y la Biblia, la Reforma protestante y la Ilustración, el trabajo manual recuperó su estatus presocrático. Se hizo posible, con la simbiosis de la teorización y las técnicas, la revolución científica moderna (John Henry, The Scientific Revolution and the Origins of Modern Science, 2008). La aparición casi sincrónica de Descartes y Bacon representó emblemáticamente estos dominios del saber y determinó perdurablemente una manera de pensar y de hacer diferenciada en las culturas continentales y en las anglosajonas.

Pero la discusión parece no tener fin. Recientemente han aparecido nuevos propulsores de las dos ideas, pero los datos científicos paleoantropológicos parecen favorecer la hipótesis de que el desarrollo y uso de las manos fue el factor que incrementó el tamaño cerebral. La postura de que el lenguaje es la característica principal del ser humano, más que basarse en datos científicos, es especulativa y utilizada por la ideología antitecnológica como estrategia para impedir el posicionamiento central de la tecnología en las sociedades modernas, que es un hecho observable y entendible por todos. Las versiones extremas de ambas ideologías pueden ser arrogantes, antropocéntricas y quizás erróneas desde el punto de vista evolutivo, pues están apareciendo evidencias de que los animales no solo pueden hablar sino que construyen artefactos, y es lógico dado lo cerca que estamos unos de otros y dado que nuestros genomas son molecularmente indistinguibles. Y cuando la máquina, el chip, el cyborg, ese futuro aleph borgiano del conocimiento total, se incorpore de manera más definitiva al cuerpo humano, esta discusión dejará de ser relevante.


Los sueños de la razón: un cyborg, posible evolución futura del ser humano./ ABC Color


Carlos II, clave en la historia de la Royal Society y de las instituciones científicas./ ABC Color


DIRIGISMO CIENTÍFICO Y TECNOLÓGICO

Ya decía Jacques Ellul, importante filósofo francés que en sombría visión futurista pensara la autonomía tecnológica, que cuando se piensa en ciencias y técnicas a nivel nacional hay convencimiento en la planificación e intervención. En realidad afirma que, ante los retos de la miseria y el hambre, es difícil ver cómo el uso de los medios provistos por la planificación pueda ser evitado (J. Ellul, La technique ou l’enjeu du siecle, 1954). Es decir, se cree que una buena planificación y dirigir la temática de la investigación hacia estos problemas sería el camino indicado. Sin embargo, dice el mismo autor, esta visión inquieta a quienes valoran la libertad y la democracia, especialmente a los científicos, que en general profesan que sin estos valores la creatividad científica no es posible. Pero los extremos son perniciosos. Decía Ellul que una posición como la de Hayek, que niega toda planificación, tampoco sería recomendable (Frederik von Hayek, The Road to Serfdom). ¿No debería el poder ejercer una planificación más o menos limitada? ¿No debería existir una separación entre la agencia que planifica y el Estado? Un camino intermedio será necesario para que la política de ciencias y técnicas siga los cursos naturales en que se produce el conocimiento. La ciencia como teoría y experimento, la técnica como creación de instrumentos de aplicación y productos o artefactos. Todos estos componentes son necesarios, aun sabiendo que puede existir fabricación de productos y desarrollo sin ciencia y que puede existir ciencia que no genere productos útiles con valor de mercado (George Basalla, The Evolution of Technology, 1988). Ver los ejemplos iniciales del Japón y, ahora, de Corea, que generaron riqueza con poca ciencia, copiando. Pero al final la ciencia se insertó, tardíamente y con fuerza, y fue crítica para sostener e incrementar su economía actual y poner a estos países en paridad con los del Primer Mundo.


Instituto de Patología e Investigación




Fuente: SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO ABC COLOR

Publicación del Domingo,  12 de Enero del 2014

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

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