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ANTONIO L. CUBILLA
  CONOCIMIENTO LOCAL Y UNIVERSAL, CIENCIA CENTRAL Y PERIFÉRICA - Por Dr. ANTONIO L. CUBILLA


CONOCIMIENTO LOCAL Y UNIVERSAL, CIENCIA CENTRAL Y PERIFÉRICA - Por Dr. ANTONIO L. CUBILLA

CONOCIMIENTO LOCAL Y UNIVERSAL, CIENCIA CENTRAL Y PERIFÉRICA

CIENCIA Y TECNOLOGÍA EN EL PARAGUAY (III)


Por Dr. ANTONIO L. CUBILLA


Sin discutir hoy el difícil tema de la delimitación entre las ciencias y las pseudociencias, vemos cierta analogía o relación entre el conocimiento que se produce a nivel local en un país y el universal, y la situación de la ciencia en los países del primer y del tercer mundo.

 Estas ciencias fueron denominadas, sin intención peyorativa, ciencias centrales y periféricas (es decir, marginales) por el profesor Philip Altbach, gran educador bostoniano ligado a la Unesco (P. Altbach et alia, Higher Education and Scientific Development in Newly Industrializing Nations, 1989). Como resultado de sus trabajos de educación superior comparada, decía este docente que los países del tercer mundo están en desventaja en el sistema internacional del conocimiento frente a los industrializados. Las principales universidades de investigación están en países clave por su producción de nuevos conocimientos, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, la Unión Soviética y, más recientemente, Japón. Allí están las universidades o institutos de investigación cuya misión principal es impulsar el conocimiento, que gastan más en financiar estudios, que son la base de las editoriales de los principales libros y revistas científicas, que producen el mayor número de publicaciones (medida evaluativa de la ciencia) y de patentes (medida del éxito en las innovaciones tecnológicas) y cuyas agendas y temas de investigación de avanzada dominan el mundo de la investigación. Las nuevas técnicas para investigar se descubren o construyen en esos países. Las ciencias son también clasificables en centrales y periféricas. Estas últimas son las del tercer mundo y difieren en naturaleza, calidad y cantidad de las otras. Están en general relacionadas con visiones locales, no necesariamente universales, por lo que es difícil «globalizar» los descubrimientos y, subsecuentemente, se pierden oportunidades económicas y de desarrollo más allá de las fronteras. Es la norma del comercio actual, más aún en países con pequeños mercados. En los países del tercer mundo predominan las universidades de enseñanza y no las de investigación, o estas son de poca envergadura.


¿CIENTÍFICOS COLONIZADOS?

La mayoría de los científicos del tercer mundo se ha formado en instituciones del primer mundo, específicamente en universidades de investigación, lo que los vuelve dependientes de este conocimiento importado. El problema es que las pequeñas comunidades de científicos en países como el Paraguay no poseen el personal, los equipos ni la financiación para realizar estudios del nivel al que estaban acostumbrados durante su formación en instituciones centrales, necesarios para mantener o mejorar su nivel de competitividad internacional. Dice Altbach que los científicos periféricos sienten la presión de alcanzar los estándares del primer mundo. Se tiende a elegir idénticas disciplinas y temas de investigación, muchos no relacionados con las realidades locales. Se desea con pasión defender los paradigmas de moda, ir completando ese rompecabezas de las teorías existentes, diría Kuhn (Thomas Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions), en su mayor parte originadas en los países centrales. En cierta manera se percibe una colonización mental en la investigación. Los científicos locales, para existir, como presupuesto identitario en la comunidad global, desean publicar en las mismas revistas internacionales de demostrada excelencia, asistir a las mismas reuniones o congresos académicos internacionales e incrementar sus conocimientos de nuevas técnicas o formar o completar la formación de sus discípulos en los países centrales. Se da entonces una contradicción: los intereses y objetivos de los científicos periféricos pueden entrar en conflicto con las políticas institucionales de sus Gobiernos locales, que prefieren financiar temas de investigación que interpretan como propios, casi siempre, como dijo Ellul, relacionados con el sufrimiento social y la pobreza. Estos temas pueden no resultar interesantes ni científicamente importantes para el avance del conocimiento por parte de los investigadores locales. Por este motivo mucha investigación del tercer mundo se restringe a la ecología y a la cultura local, sin alcance universal, y no despierta interés en los países centrales, que no están dispuestos a financiar o colaborar fácilmente con estudios de punta en temas que consideran ya pasados o demasiado exóticos para justificar el gasto ante sus propios ciudadanos, que, al final, son quienes, con sus impuestos, financian su investigación.


LA ORIGINALIDAD ES EL MEJOR RECURSO

No es fácil, pero se debe buscar un equilibrio entre la pretensión de modernidad de los científicos de países periféricos y la necesidad de estudio de problemas locales relativos a la ecología, la geografía o la cultura. Esta coyuntura requiere grandes científicos que, con su capacidad de observación, imaginación y originalidad, puedan pensar teorías y técnicas revolucionarias y construir nuevos productos que tengan a la vez valor local y universal. La desigualdad cultural e histórica y la dependencia cultural y científica ejercen una presión en los científicos de los países del tercer mundo, pues, por su destino geográfico, deben ser capaces de llevar adelante con éxito programas de ciencia de necesidad local y al mismo tiempo descubrir paradigmas de alcance universal. Por eso es fundamental, en países como el Paraguay, identificar, seleccionar, repatriar y promocionar a los científicos de excelencia, sin reparar en el costo. Porque solamente investigadores de esta calidad serán capaces de sobreponerse a su destino geográfico y cultural.

En un país pobre como el nuestro se debe evitar al científico mediocre, lo peor que puede ocurrir, según Houssay, a los países de escasos recursos económicos. Es que estos científicos de poca monta casi no publican, trabajan a horario, de lunes a viernes, y consumen valiosos recursos del Estado en su inútil actividad. Una evaluación reciente del Conacyt reveló que solo 30% de los autodenominados científicos publica regularmente. ¿Es un científico el que no publica? Tienden a favorecer su propia supervivencia buscando protecciones no meritocráticas basadas en la endogamia, la falta de cambio, la antigüedad, la sindicalización, para gozar de estabilidad laboral sin tener que producir de manera continua bienes culturales o materiales originales. Prefieren ubicarse en institutos estatales que en la universidad. ¡Quién nos libra luego de ellos!

Pero la historia de la ciencia demuestra que es posible el surgimiento de científicos de excelencia en los países más pobres y en las situaciones más adversas.


Instituto de Patología e Investigación


Fuente: SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO ABC COLOR

Publicación del Domingo,  19 de Enero del 2014

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

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